miércoles, 19 de mayo de 2010

Fallida venganza



Estaba escribiendo el guión del programa de por la noche cuando lo vi a través de los cristales del despacho de guionistas/lugar para todo. Se metió en la sala de invitados/lugar para todo y se sentó en uno de los sillones para hablar con los dos presentadores del programa en el que iba a ser entrevistado.

Cuando la charla ya había terminado, se atuso un poco el pantalón, se levantó y se estiró de la chaqueta. Los presentadores salieron de la sala y lo dejaron solo por unos instantes momento que aprovechó para ensayar un poco lo que iba a decir.

Como no iba mal de hora me levanté a por un café y, de paso, a vengarme por una cuenta que yo tenía pendiente con él pero que él no sabía ni siquiera que existía.

Abrí la puerta de la sala de invitados/lugar que utilizaba el equipo del late show donde trabajaba para todo cuando no estábamos a la vista de los jefes de la casa y levanté la mano para llamar su atención, me sentí como Bruto empuñando la daga que apuñalaría el corazón de Julio Cesar.

Pero, de pronto,  como un rayo se acercó a mi con una sonrisa enorme y abrió los brazos diciendo "¡Por fin, ya estás aquí!" como si me hubiera estado esperando toda la vida, como si nos conociéramos de siempre. Completamente confundido respondí a su largo y calidísimo abrazo. "Mírate" dijo "¡eres fuerte y duro como una montaña!" y después me volvió a abrazar. En silencio pero flipado respondí a ese abrazo que a esas alturas parecía el de dos viejos amigos.

"¿A qué viniste acá? ¿Eh?" Dijo mientras me agarraba del brazo amigablemente. "Vine a pillar un café de los termos estos..." y después se hizo un silencio de dos o tres segundos en el que su rostro dibujó un gesto de mínima pero muy perceptible decepción. "¿Cómo te va todo?" dije para rellenar el silencio. Como si le hubiera contado el mejor chiste o quizás pensando que lo del café era una excusa, una broma, se echó a reir y golpeándome un poco el estómago con la palama abierta dijo "me matas, de verdad que me matas".

Después nos sentamos en el sofá.

- "¿Viniste buscando café y respuestas, verdad?".

-"No, sólo café y saludarte, claro". Mentí como un bellaco, claro.

-"Me doy por saludado, misión cumplida. Fíjate bien que no podía más que saludarte y que salir a tu encuentro para que ambos recorríeramos el mismo camino. Nada más entrar me fijé en que andabas atareado trabajando y cuando te vi levantarme pensé que si venías hacia acá a saludarme sólo podía pagarte haciendo la mitad del camino y recibiéndote con lo único que te puedo dar que es un abrazo....porque no tengo respuestas para tí, ni consejos. Bueno, sí, sólo uno: no persigas a nadie porque nadie tiene esas respuestas que tú buscas". Después amigablemente y, sin dejar de sonreír, me volvió a golpear los hombros con fuerza, con un poco de saña yo diría. "Eres todo fuerza, un bruto, en el buen sentido ¿hiciste todo ese camino para venir a verme? ¿Quieres otro abrazo?".

-"Después, en la despedida quizás..." dije.

Otra vez se echó a reir y me miró con cara divertida, con esa cara que le había visto poner cientos de veces en la televisión, una sonrisa de medio timador, medio genio, medio colgado. De verdad que, en ese momento, me sentí un poco escudriñado, como si de verdad esperara que me derrumbara y le pidiera las respuestas que ya me había dicho que no tenía.

Uno de los presentadores, un buen tipo, vino a recogerlo de la sala de invitados. "¿Todo bien?" preguntó. "Sí, todo bien...estaba charlando con este amigo". "Joder, Insustancial va a ser verdad que conoces a todo el mundo...¿Ya os conocíais?". Antes de que pudiera decir nada el hombre se estiró el pantalón sobre sus piernas, se levantó enérgicamente y en el salto centesimal volvió a colocarse la chaqueta negra. Por cortesía me levanté y ahí estaba él para recibirme con otro abrazo y decir "No, no nos conocíamos de antes pero ahora ya somos amigos ¿verdad?".  Le dije que sí. "Pues, cuando quieras nos vamos" dijo el presentador "estamos a punto de comenzar".

La pareja se largó dejándome allí tirando del café y me pregunté a mi mismo si no hubiera estado bien haberle hecho la pregunta que me prometí mil veces hacerle si alguna vez me lo cruzaba y pensando en como había perdido la oportunidad de quedarme más que a gusto. La pregunta era esta:

"En 1970 usted acudió a un pase privado de la película "The last movie" invitado por su director Dennis Hopper. Según declaraciones del montador, David Berlatsky, la película que usted vio era una obra maestra que podría haberse convertido en una de las referencias cinematográficas de los años 70 pero, al finalizar el pase, y al ser interrogado por la misma usted le dijo a Hopper que era una bazofia sumiendo a su creador en una crisis artística que lo llevó a encerrarse durante unos meses con el material y devolver al mundo un nuevo montaje pretencioso y mediocre...Señor Alejandro Jodorowsky, ¿por qué no se estuvo calladito?". 

Pese a lo mucho que me ha dado Jodorowsky (sobre todo en el campo del cómic) reconozco que jamás le perdonaré que destrozara la película de Hopper. I swear. La próxima vez con caeré en sus truquitos de tío afable y prometo ser implacable aunque, a lo mejor, ese día me acuerdo de que fue el tipo que escribía los cómics de Moebius y se me vuelve a ablandar el corazoncito.

martes, 18 de mayo de 2010

Como pollos sin cabeza





El anuncio del viejo y el niño que van por ahí a hacer el gaznápiro llevando una máscara de gallo en la cabeza es una de las cosas más inquietantes de los últimos años. A mi cabeza se vienen Jason y Leatherface y aquella familia de asesinos con máscara de la película “Los extraños”. No se me ocurre ningún referente divertido o entrañable de gente con máscaras chungas, la gente con máscaras chungas siempre tiene aviesas intenciones y, como bien nos dice el cine de serie B y Z, esas aviesas intenciones suelen ser el descuartizamiento, la violación, la evisceración, la cosa gore en general.

Entiendo que un jubilado pueda pasarse el día por ahí perdiendo el tiempo, haciendo el mongui, mostrando su lado chungo, dando muestras de que la cabeza se le ha ido definitivamente al lado oscuro de la calle, entiendo que en el antepenúltimo suspiro le brote eso de ir por ahí creando confusión con una cabeza de pollo en la cabeza, mostrando impúdicamente que está afectado de Alzheimer, de chochera crónica…guay, pero, la verdad, no creo que esté bien que sea acompañado por un niño que debería de estar escolarizándose o juntándose con gente de su edad, drogándose en el parque o participando en una ceremonia de iniciación Ñeta o Latin King. He cumplido una edad en la que puedo decir orgullosamente que estoy completamente desconectado de lo que piensa la vasca juvenil (para que se note utilizo palabras como "vasca") , la peñita buena, la adolescencia militante pero, la verdad, nunca pensé que entre las cosas que les apetecería hacer a las generaciones venideras estuviera lo de ponerse una cabeza de Gallo Claudio decimonónico e irse con el primer yayo que nos toca la puerta a hacer “kikirikí” en un acantilado o a jugar al escondite en la foresta más solitaria que encontráramos.

Es más, si a mi me hablan de gente vieja que obliga a otros niños a disfrazarse y a ir con ellos de la manita a lugares donde no estén a la vista de los demás tengo que pensar, por cojones, en asociaciones como la secta Edelweiss o en personitas como Marcial Maciel (jamás debí de ver el documental que el sábado 15 ofreció “Documentos TV” sobre el fundador de los Legionarios de Cristo y Regnum Christi…)

Si muchas de las cosas que los abuelos te hacen hacer durante tu vida son absurdas o sonrojantes, digamos cosas como ir a misa, cantar y bailar delante de las visitas, recibir una cantidad irrisoria de una vieja chiflada amiga de la familia con un “Gracias señora por su generosidad infinita…no sabré en qué gastarme esta peseta que tan rumbosamente me regala” y no con una pedorreta o no digamos ya cosas como ir a estúpidos recados como recoger insulina o en caso de tener abuelos muy rurales ordeñar cabras o cortar leña jamás he tenido noticia de que un abuelo invitara a su nieto a vestirse de hombre-gallina y a salir por ahí a comportarse como un asesino en serie…para esto habría que preguntarle a alguien cuyo abuelo fuera un poeta dadaísta, un artista de la performance o cosas así; pienso que a lo mejor el abuelo de Björk o la abuela de Beck pudieran hacer a sus nietos partícipes de asuntos como estos pero, la verdad, en España parece casi más verosímil que haya abuelos tradicionales de los de boina que de los otros, de los que militan en el surrealismo.

Pese a que el debate está en si esta pieza perpetrada por la agencia Mother London (ganadora ex aequo de la cuenta de publicidad de Telefónica/Movistar junto a Publicis) es una copia descarada o un homenaje sentido a la estética de "Donde viven los monstruos", la adapatación cinematográfica firmada por Spike Jonze del libro del mismo nombre del autor americano Maurice Sendak, lo cierto es que a mi me ha recordado más a filmes como "Los Cronocrímenes" de Nacho Vigalondo o, incluso, a "Bosque de Sombras" de Koldo Serra malamente remezclados con el espíritu de esas películas donde sale gente con máscaras que al final acaba enarbolando una motosierra.

Por si acaso y si, el día de mañana, una simpática pareja llama a su puerta diciéndoles que son de Telefónica pero llevan cabezas de pollo en la cabeza por Alá no les abran ya están avisados de que la gente con máscaras suele tener siempre aviesas intenciones que no tienen que ver con comprobar si su línea está preparada para soportar 10 megas de velocidad.

lunes, 17 de mayo de 2010

La tele te odia...y todos los demás también...



Hay una razón de peso para que Cuatro y La Sexta programen horrores como "Mujeres ricas" o "Casadas con Hollywood": venganza. Una venganza servida en plato frío, una venganza pensada y calculada pausadamente porque, la verdad, cuando emitían cosas de calidad todo el mundo les dio la espalda y, por ello, es normal que ahora se venguen de todos nosotros con ciega ira y castiguen a su potencial audiencia con dos programas deleznables repletos de gente dispuesta a mostrarnos como se gastan en una sola mañana el dinero que ustedes tendrán que pagar en hipoteca en los próximos 25 años.

Es posible, sólo posible, que Cuatro y La Sexta hayan sido infectadas por el conocido "Síndrome Garzón". Es esa enfermedad que, de pronto, atacó al famoso juez y lo convenció de que España era un país democrático, europeo, sostenido sobre instituciones sólidas que aceptaría con normalidad que, desde la judicatura, se pusieran los medios necesarios para abrirle un  proceso al Franquismo y cerrar así un proceso histórico jamás cerrado por la vía natural y sólamente cerrado en falso por esa tirita infantiloide llamada "Transición". 

A lo mejor Cuatro y La Sexta se despertaron un día y pensaron que, a lo mejor, esto de la crisis era una gilipollez, un espejismo, y que España es un país rico y próspero donde los hombres juegan a amasar fortunas especulando en ese nuevo Shangri-lá llamado "Los mercados" mientras las mujeres pasean el palmito por gimnasios, tiendas de alta costura etc. 

Si se ha demostrado que Garzón era un pobre iluso que se ha quedado solo y ha sido arrollado por la institución a la que un día le dio brillo, esplendor y cierta pátina refulgente de modernidad es normal que ambas cadenas, que van de rojillas, modernas y de implicadas en la realidad se estrellen de nuevo en este intento por hacer de la exposición indecente de la riqueza el mismo negocio que han hecho con la exposición indecente de la pobreza en formatos como "Callejeros". 

No me cabe duda de que la trampa está, como siempre, en la mala digestión de los conceptos. Desde que era un renacuajo en esto de los medios de comunicación he estado escuchando una palabra clave, uno de esos mantras vacíos de significado: "Aspiracionalidad". Al parecer la gente quiere ver cosas a las que aspira y por eso los tíos compran revistas de coche o con tías en portada (mucho antes de que la ola de conservadurismo reinante se hiciera con los corazones y las mentes de los tradicionales anunciantes de las revistas masculinas y comenzara a lanzar el bulo de que "la desnudez sólo interesa a un lector de gama baja"...es decir, de pocos recursos, pobretón y poco consumidor) y las chicas prefieren comprar revistas con chicas a las que les gustaría parecerse vestidas con la ropa que les gustaría poder permitirse.

¿Es verdad? Es posible, pero sólo en parte porque lo que olvidan Cuatro y La Sexta es que "lo aspiracional" también tiene que parecer asequible, cercano y, sobre todo, tener una imagen simpática. Sin duda Nescafé, parte del grupo Nestle, perseguida por los grupos ecologistas por la forma en la que gestiona sus recursos, se ha intentado limpiar dicha imagen negativa poniendo al frente de su campaña de la maquinola Nespresso a dos tíos que caen bien: George Clooney y John Malkovich. Ambos emiten unas señales completamente diferentes a la de la marca suiza: están comprometidos socialmente, son intelectuales, impecables, demócratas (en el sentido norteamericano del término). Cuatro y La Sexta nos presentan a ricachos y ricachas incómodos de ver, indolentes, sin fondo, que parecen idiotas sin oficio ni beneficio...algo malo en un país de raigambre católica y educado en el catolicismo, doctrina religiosa que, frente al protestantismo, viene a contarnos que el que se enriquece lo hace porque no ha tenido escrúpulos. Es posible que más de un programador y más de dos tengan que volver a la escuela a aprender lo que significa, en realidad, el término "aspiracional".

Estamos pues ante un problema de visión de la realidad porque, no se me olvida, que a lo mejor Cuatro y La Sexta están enfermos del "Síndrome Camps". Mi político preferido de todos los tiempos, por encima de aquellos sátrapas que ocuparon la Casa Blanca en el siglo XIX, el gobernador de Luisiana Jimmi Davies (cantante de country de profesión y compositor de la deliciosa "You are my sunshine" pero, sobre todo, un tipo populista y escalofriante) y todos los macarras que se inventaron el turnismo político en España (ese que se aplaude tanto en Intereconomía...gensanta...) opinaba el otro día que los 45 millones de españoles estaban convencidos de que, en realidad, era completamente inocente y que nadie en su sano juicio se creería de verdad que un político podía venderse por tres trajes...cuyo valor, por cierto, ascendía a 4.000 pavos por traje. 

¿Cómo se genera una cosmovisión como esa? Pues del mismo modo que en aquel viejo chiste en el que el Papa acudía a un país africano y, sorprendido por la extrema delgadez de los niños, preguntaba por la razón exacta de la misma ¿Enfermedad? ¿constitución genética débil? ¿mala conciencia? Un Obispo se le acercaba y le decía: "Es que no comen". El Papa se bajaba de su coche y agarrando a uno de los chiquillos por los carrillos le recomendaba con paternalismo y campechanía: "¡hay que comer, niño, hay que comer!". Pues con Camps pasa un poco lo mismo. Me pregunto qué será lo que Camps ve por la ventana, que informes maneja, qué información recibe, qué le cuentan sus colaboradores, sus allegados, sus familiares sobre la situación real en la que se encuentra su comunidad pero, sobre todo, me pregunto qué es lo que piensa Camps que es el servicio público, cuáles son los límites que nunca puede traspasar un cargo electo pero, también, qué narices le cuentan sus abogados sobre lo que es y lo que no es delito y la situación real en la que se encontraría de no ser juzgado, directamente, por un juez que es un amigo íntimo. 

Miren la alegría con la que Rita "GodzRita" Barberá pide "la filiación" (un término que no se escuchaba desde que se desmovilizó a las tan añoradas SS) a los ciudadanos que opinan públicamente que Camps es un delincuente...¿Qué pasa por la cabeza de la alcaldesa de Valencia para hacer algo así? ¿No será que de verdad cree que entre las atribuciones de su cargo está la de pedir el DNI a quien se le antoje?

Observen la alegría con la que Gallardón aniquila el presupuesto de festejos de Madrid en enmoquetar la Gran Vía en plan Christo en un acto ridículo, absurdo...¿Que tiene en la cabeza el alcalde de la capital para hacer semejante cosa?

A lo mejor Cuatro y La Sexta no están demasiado informadas sobre nuestra realidad, la que viven sus propios trabajadores, la que sufren los que han sido víctimas de los durísimos recortes de personal de ambas empresas de comunicación y me pregunto qué influjo reciben desde fuera para pensar que este era el mejor momento para producir formatos tan francamente lamentables como estos. 

Que quede claro: el desconocimiento de una ley no es eximente de un delito del mismo modo que el desconocimiento de la realidad no es eximente para crear una atrocidad. 

Repasadas la venganza, el desconocimiento de la realidad y la ignorancia de la misma ya sólo me queda una razón: el odio. 

Decía mi amigo Fran que la clase política tiene implícito en su ADN el odio hacia los votantes y que sólamente de ese modo se puede explicar que las decisiones que toman tienen más que ver con jodernos que con alegrarnos la vida. Es decir, ese odio, vendría dictado por la sensación más que real de que su cargo y, por lo tanto, lo que son está pendiente de un hilo muy fino que es el del pueblo caprichoso que siempre es identificado como analfabeto o demasiado pueril como para permitirle más de dos o tres oportunidades cada cuatro años de expresarse, una expresión que encima suele ser adiestrada por medidas campañas publicitarias, mentiras, lecturas falsas de la realidad, un manejo primitivo de los impulsos de la masa...una decisión que, en esto el PP tuvo que hacer un curso acelerado tras el 11-M, nunca puede ser contaminada por la realidad social que vive el votante porque, a lo mejor, de serlo es muy posible que este cambie de voto o de opinión, que no marque nuestro nombre en la papeleta, el votante realista que está bien informado o que, de pronto es consciente del truco, se enfada, se mosquea y te vota al contrario en plan castigo, así como enfurruñado, con mala hostia porque si nos molesta descubrir el truco del mago mucho más nos jode ver como este o el otro manejas los hilos de una situación para su propio interés. 

Es por ello que el diálogo entre político y ciudadano siempre se establezca en unos términos ridículos donde el político utiliza frases estúpidas como "eso es muy complicado para explicarlo en dos palabras" cuando se le interpela directamente sobre una cuestión concreta dando por hecho que es usted un gilipollas sin formación o un maleducado al que no le importa abordar a un político para hacerle una pregunta incómoda cuando está, por ejemplo, a punto de inaugurar 100 metros de autopista que volverá a inaugurar dentro de dos meses y este diálogo se suele cerrar con alguna frase aún más absurda como "pida usted hora el día que quiera, le recibo y le cuento personalmente y en mi despacho lo que quiera saber". Ejem, ejem...inténtenlo y, cuidado, porque si alguna vez le recibe lo hará con un fotógrafo y una cámara de televisión y acabará siendo un convidado mudo de una noticia del tipo "El excelentísimo procer de la patria, Ministro de la Verdad, la Integridad y Vicepresidente de la Asociación por la Recuperación de las buenas costumbres recibe a los ciudadanos para contestar sus preguntas". Verá que cara de gilipollas pone en la foto...

Pues, al parecer, la tele comienza a actuar igual, con odio, revolviéndose contra la audiencia y contestando a preguntas concretas como "¿Es posible hacerlo peor y emitir más mierda?" con acciones criminales como emitir programas de baja estofa que sólo persiguen vengarse de que usted tenga una línea ADSL y pueda disfrutar de todas sus series preferidas haciendo un click. No, no es culpa suya, como siempre es culpa tuya, de ustedes. Se intuye que nos odian porque, en realidad, creen que ustedes verán esos programas movidos por los peores instintos: la envidia de ver a gente más rica que ustedes pegándose la gran vida; la pulsión masoquista de descubrir que hay gente para la que la palabra hipoteca no tiene ningún sentido; la necesidad de criticar, de encabronarse con los demás, de poder llegar al día siguiente a la oficina o al lugar donde ustedes trabajen y despacharse diciendo eso de "qué asco lo que vi anoche" y cosas así. 

Yo no tengo escapatoria y, por mor de mi trabajo, tengo que ensuciarme los ojos viendo porquerías de este calibre pero ustedes son libres, son príncipes y princesas de su bloque, emperadores de su casa, dictadores de su tiempo libre, ejerzan su derecho al libre albedrío en su ocio y no les den cuartelillo. Pequen del peor pecado del español: el desprecio. Devuelvan esta andanada de mal gusto con el grito del protagonista de Network (1976, Sidney Lumet): "¡Estamos hasta las narices y no vamos a aguantar más!".     

Háganlo por ustedes, manténganse limpios, no se encabronen más de lo necesario.