miércoles, 18 de marzo de 2015

Los huesos de Cervantes

      Ilustración de @PerracaAbisal                                                         
                                                        


Cuando se cumplen 399 años de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra al ayuntamiento de Madrid le ha entrado muchísima prisa por hallar la localización exacta de la tumba del escritor.

¿Sabíamos hasta ahora donde había sido enterrado Cervantes? Más o menos. Como reza un relieve de la fachada de la Iglesia Conventual de las Trinitarias situada entre la Calle de las Huertas (“Huertas” a secas para madrileños) y la de Lope de Vega fue allí donde fue a parar su cuerpo por “su expreso deseo”.  Lo cierto es que Cervantes no fue enterrado allí en dicho templo si no en la iglesia y el convento que había antes y que su “expreso deseo” bien pudiera ser una exageración ya que, al fallecer, Cervantes no era tan rico como para poder “desear” donde iba a ser enterrado . De hecho, algunos hombres de la época (Lope de Vega) destacan que, muy viejo, andaba de casa en casa de editores y mecenas intentando colocar sus obras para ganarse el pan y se sabe que ingresó en la Cofradía Tercera Franciscana (seglar, pero de peso) por lo mismo que Luis de Góngora tomó los hábitos en su vejez: asegurarse un plato de comida diario.  

Decía un estudioso de Cervantes, allá por los 90, que había casi un Quijote para cada lector y que era posible que fuera una de las pocas obras, tal era su grandeza, capaces de tener casi todas las interpretaciones posibles. El significado de “El Quijote” ha ido cambiando con los siglos. Fue considerada por los contemporáneos como una obra menor de corte cómico sin más grandeza que la de hacer reír al populacho. Así queda registrada en la época y así sabemos de su percepción gracias a toda la producción (una obra de teatro de Lope, de texto perdido actualmente y el romance “El testamento de Don Quijote” de Quevedo entre las notables) que inspiró. Los románticos la leyeron de forma trágica y su percepción mundial la consagró como “universal”. Con los años venideros los estudios y la ampliación del campo del estudio literario ha dado para escudriñar cada palabra del mismo.



La vida de Cervantes también ha sido objeto de estudio y también ha cambiado de significado desde entonces: fue una vida nimia y casi sin importancia de un hombre que comenzó a escribir de forma continuada siendo ya muy mayor y que se sentía frustrado por el éxito de la que consideraba su peor obra (ya le hubiera gustado a él ser más aplaudido por La Galatea) que fue agrandándose hasta el punto de que, ya en la época franquista, no había lameculos oficial que no equiparara “El Quijote” a “Lo Español” y a Cervantes como un  hombre piadoso, defensor de la fe y noble venido a menos por sufrir las enfermedades propias de España: básicamente la envidia. Pueda parecer contradictoria esto de ensalzar a la patria y menospreciarla en la misma línea pero, en realidad, ese es uno de los símbolos de la ideología franquista: señalar que las virtudes no estaban al alcance de cualquiera pues eran propiedad de la dirigencia y que, el resto, el pueblo vivía enfermo de los peores pecados y que, justamente por eso, había que dirigirlos con mano dura.

Para mi fue Cervantes muy español en lo trágico que tiene lo de ser español. También es verdad que fue un macarrilla en la línea de Shakespeare (similar talento para la escritura y el disimulo) y que vivió un poco a salto de mata, que estuvo preso por robar dinero de las recaudaciones de impuestos y que, en su juventud, es muy probable que tuviera que escapar de Madrid y refugiarse en Italia porque había herido gravemente a un tal Antonio Sigura (sic) en un duelo que, en realidad, podría traducirse como “unas puñaladas traperas en un callejón”. Fue muy español Cervantes en “lo chocante” y en “lo contradictorio” que tiene ser español pues acabó siendo enterrado en las propiedades de los Trinitarios.


El escritor, junto con su hermano Rodrigo, fue apresado por el pirata Dali “El Cojo” Mamí frente a las costas de Gerona cuando regresaba a España en 1575 y fue confinado en la ciudad de Argel al recaudo del Bey de la ciudad, Azán Bajá. Le encontraron unas cartas de recomendación en su poder y sus captores pensaron que eran unas personas valiosas por lo que pidieron un rescate desorbitado: 500 coronas de oro. En 1577 los trinitarios llegaron hasta Argel para liberarlos pero no había dinero suficiente por lo que Miguel decidió que fuera su hermano el que fuera liberado. Durante todo ese tiempo su madre, Leonor de Cortinas, no dejó de buscar la pasta. De hecho se sabe que levantó unos cuantos falsos testimonios delante de la Corona y algunos notarios para recaudar el dinero y que se fingió viuda para que la cuantía  de la ayuda que por ley se entregaba fuera mayor. También, durante ese tiempo, cayó sobre su madre la sospecha de que el cautiverio se alargaba demasiado y que se estaba gastando el dinero en sí misma.  Tuvo varios reclamos de las cantidades que fue hábilmente posponiendo. Por si fuera poco, y hasta en cuatro ocasiones, Cervantes intentó la fuga y fue apresado y torturado en las cuatro recibiendo fuertes castigos físicos y aislamientos más alargados. Una de las veces, de hecho, fue acusado por otro preso: Juan Blanco de Paz, un dominico, que pasó a la historia por ser un pedazo de bandarra.

En 1580 son dos monjes trinitarios los que liberan a Cervantes entregando 250 coronas de oro a Azán Rajá. Al parecer el dinero sale de Leonor de Cortina y un dinero “restante” de una especie de recaudación express hecha casi a pie de obra por los dos monjes. No hay constancia de que se llegara a cerrar la cifra de 500 coronas o si ese dinero restante fue entregado nunca.



¿Podrían haberse quedado con parte de ese dinero? El autor de “El Lazarillo” sostiene que sí denunciando en el capítulo cuarto de su libro, con cuatro trazos, la manera de manejarse de los Monjes de la Merced, la otra orden encargada de rescatar presos:

 “Hube de buscar el cuarto, y este fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual ellas le llamaban pariente: gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar, tanto que pienso que rompía el más zapatos que todo el convento. Este me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, mas no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y por otras cosillas que no digo, salí del.”.


Son estos comentarios los que hicieron que el autor de la obra haya querido permanecer en el anonimato hasta nuestros días. Al parecer, el sentir general de la época, era que estos monjes andaban un poco a la suya y que parte de las limosnas recibidas para la labor de salvar presos se convertía en negocios de las propias órdenes o iba a parar al bolsillo de los propios recolectores. Recordemos que, en los años 40, todavía se consideraba a “El Lazarillo” como una obra “anticlerical”.

¿Imaginan ser enterrado en la propiedad de unos tipos que te hicieron la puñeta o sospechas que te hicieron la puñeta? Pueda ser posible que Cervantes no tuviera más remedio que ser enterrado entre los Trinitarios porque no tuviera un real para pagarse un entierro digno.

Hay que decir que Cervantes nunca lo tuvo bonito con los poderes políticos. Primero porque, como saben, se apropió de un dinero que no era suyo cuando era recaudador de impuestos (pagó con una pena de cárcel por el asunto) y, después, porque su obra fue más del gusto popular que del gusto nobiliario que preferían cosas que entendían como más elevadas. “El Quijote” fue una obra concebida para gustar al Rey Felipe III que era más tarambana y más juerguista que su padre, Felipe II. Sabemos que su obra gustó pero que no se vivía de las ventas porque no había mucha gente que supiera leer. Se vivía de los mecenas que, como ya digo, se mostraban bastante esquivos y preferían a gente como Quevedo que sí les había pillado el puntito a ese humor de reírse de los desgraciados, o los que han caído en desgracia, y darle betún a los que tienen la sartén por el mango. No es que nadie quisiera comprar la obra de Cervantes, es que se entendía como insignificante para invertir en su autor bien porque era ya muy mayor (que lo era cuando retomó su carrera literaria) bien porque resultaba un tanto incomprensible para sus contemporáneos.



399 años creo que a Cervantes le hubiera sorprendido mucho que andemos con debates sobre el lugar donde ha sido enterrado y, sobre todo, que aquellos que se lo pusieron tan difícil  y que lo comprendieron tan mal se peleen por ponerse la medalla del hallazgo de sus restos mortales. Mucho peor le hubiera sentado que, en realidad, todo huela a maniobra turística a kilómetros y a la necesidad de unos dirigentes del ayuntamiento que necesitan reavivar una zona concreta de la ciudad para poner un museo, vender algunas entradas y baratijas y, claro está, revalorizar el precio del suelo que es en lo único que parece que los españoles de ahora sabemos ver beneficio.  Es mucho más español esto de expoliar la memoria de un convecino que “El Quijote” o Cervantes en sí.

Fuera de toda discusión queda enseñar a Cervantes mejor y que aumente el número de personas que se atreven con un tocho como es “El Quijote” o que se animen a leer alguna de sus obras menores (las que él consideró mayores). Este no es un debate cultural, ni siquiera una reparación histórica de un incidente grave ( En España perdemos a los artistas, no tenemos forma de saber donde están Cervantes, Velázquez o Jorge Manrique entre otros) si no una de esas maniobras para sacar pasta que tanto sonrojo provocan. Ver a la alcaldesa de Madrid sosteniendo un informe de una excavación arqueológica se hace aún más patente que no sabría explicar quién es Cervantes, que no ha leído ni una sola línea de su obra y que no sabe muy bien las razones de este despliegue excepto, claro está, la promesa de que en Londres se recaudan unos 400 millones de euros con la explotación de la figura de William Shakespeare.

Posiblemente la interpretación de la obra cervantina cambie con cada lector, con cada época pero, lo cierto, es que podemos estar seguros de que hay una constante vital en su trayectoria: nunca ha sido muy bien tratado por el poder y siempre será un incomprendido. 

martes, 10 de marzo de 2015

Los nuevos bárbaros


Ilustración: @PerracaAbisal 

El 5 de octubre de 2014 el diario británico The Independent dijo “basta”. La declaración de principios estaba en su inusual portada: sobre un fondo completamente negro se podía leer este texto: “El sábado un hombre decente y solidario fue asesinado a sangre fría, nuestros pensamientos están con su familia. Fue asesinado frente a una cámara con el único propósito de que sirviera como propaganda. Estas son las noticias, no la propaganda”.

El hecho, claro está, se refería al asesinato de Alan Henning que, nueve meses antes, había sido secuestrado por ISIS. Henning, taxista de Manchester, había viajado hasta Siria para conducir una ambulancia y ayudar, desinteresadamente, a las víctimas de la guerra que se desarrolla en dicho país de Oriente Medio.

Fue la tercera víctima occidental del grupo terrorista (los norteamericanos James Foley y Steven Sotlof lo antecedieron)  y, en esta ocasión, obraron con la misma puesta en escena que ya es lo suficientemente horrible y tristemente icónica como para describirla.

Desde entonces la cifra ha crecido con el ajusticiamiento del periodista japonés Kenji Goto y el piloto jordano Moath al-Kasashbe (en este caso ISIS-EI ofreció un intercambio de prisioneros) pero el número muertos entre la población civil de la zona , esos que no salen en los vídeos propagandísticos o se les ha dado menos cobertura mediática, es incalculable. 

Antes del 11-S hubiera sido imposible que un medio de comunicación de cualquier parte del mundo hubiera difundido (incluso de forma parcial, evitando las imágenes de la decapitación) un material de este tipo. Pero la huella dejada por el atentado terrorista hizo que naciera una cierta morbosidad revanchista que permitió que ya en 2002 el vídeo del asesinato de Danny Pearl, periodista secuestrado por un grupo de Al Qaeda en Karachi un mes antes, se difundiera a los medios y, desgraciadamente, encontrara difusión por medio de Internet.

Varios han  sido los grupos que han usado este medio de forma insistente desde entonces. La red, poco controlable y con una capacidad viral de la que carecen los medios convencionales encumbró en 2005 a Juba, un francotirador de la insurgencia iraquí, en cuyos vídeos se le podía ver volando cabezas de marine con un rifle Dragunov. Los cuatro vídeos se mantuvieron durante mucho tiempo en youtube (apareciendo y desapareciendo entre discusiones sobre su veracidad) mezclados también con otros que colgaban otros grupos islamistas y, claro está, algunos soldados occidentales (especialmente norteamericanos) que convirtieron a la II Guerra del Golfo en uno de los conflictos más documentados de la historia. Según parece Juba fue una víctima del francotirador norteamericano Chris Kyle. 



Pero, ¿y antes? Habría que retrotraerse a la Guerra Fría, y al conflicto de Afganistán, para encontrar una difusión tan rica de una imagen romántica y (presuntamente) heroica de los yihadistas. Entonces los llamábamos muyahidines y eran nuestros aliados. Revisen entre su lista de éxitos de videoclub ochenteros y encontrarán un buen número de títulos que tenían a los guerrilleros afganos, que por esos tiempos solo se dedicaban a intentar rechazar a los comunistas, y encontrarán Rambo III (Peter Mcdonald, 1988) donde “Sly”  combatía a brazo partido con la insurgencia, La Joya del Nilo (Lewis Teague, 1985) donde el actor Avner Eisenberg (fíjense en ese apellido) interpretaba a un simpático activista muy parecido a Bin Laden -entonces la imagen del aliado más fiel y étnico-, Espías como nosotros (John  Landis, 1985), Ishtar” (Elaine May, 1987) o Águila de Acero II (Sidney J. Furie, 1988). No son las únicas y hay diversas muestras (cine de serie B, estrenos directamente a vídeo etc.) de que había necesidad de hacer una propaganda positiva del asunto debido al momento histórico. La cosa, para Occidente, perdió definitivamente la gracia con el estreno de la película pakistaní International Guerrillas (Jan Mohammad, 1990), un film propagandístico de ficción en el que tres hermanos pakistaníes se conjuran para asesinar a Salman Rushdie -sobre el que todavía pende una condena por la publicación de la novela Los versos satánicos.


En la actualidad ISIS ha decidido absorber todo ese “glamour” de las producciones hollywoodienses, teniendo en cuenta el número de musulmanes occidentales que hay en sus filas es posible que influidos por los mismos títulos que ustedes o yo, para ser usados como la mejor propaganda posible en un escenario informativo donde la difusión de cualquier material es mucho más sencilla que en tiempos pretéritos.

Para comprender este tipo de propaganda es necesario, sobre todo, entender que es un tipo de comunicación que ha cogido a Occidente con el pie cambiado. En primer lugar en materia política. No se recordaba en el siglo XX una acción terrorista que no estuviera dirigida a la negociación final y que no observara el diálogo en su manual de acción. El terrorismo, que es la forma más extrema de hacer política, como lo conocíamos en este siglo se había basado en la acción violenta que tenía como fin último el asentamiento de un marco de diálogo donde ambas partes del conflicto se vieran abocadas a sentarse y dialogar. Acción Directa (Francia), ETA (España), IRA (Irlanda del Norte), Fracción del Ejército Rojo (Alemania), Brigadas Rojas (Italia) etc. habían sido organizaciones de corte nacionalista y/o presuntamente marxistas que habían actuado en un escenario en el que fueron piezas de un tablero geopolítico donde actuaban como actores y donde sus acciones eran vistas dentro de una escala de valores y simpatías que ahora ya han desaparecido y donde encontraron apoyo popular y gubernamental (incluso, a veces, de alguna de las dos potencias en liza que las vieron como elementos desestabilizadores que podían usar a su favor). 



No lejos de Europa, la OLP -máximo representante del activismo palestino- ya había acogido en su seno a Al Fatah que había comenzado a operar de forma internacional en el secuestro del equipo olímpico israelí en las Olimpiadas de Munich 72 y que, si bien en ese momento fue condenada internacionalmente, encontró un buen filón de simpatías tras la errática política antiterrorista israelí que desembocó en la invasión del Libano a comienzos de los años 80 y en las matanzas de los campos de refugiados de Sabra y Chatila. 




De forma escalonada los grupos terroristas tradicionales, de carácter político y solamente político, han ido desapareciendo bien por la desafección popular, por la colaboración de los diferentes gobiernos implicados y también, como no, de la acción del llamado terrorismo de Estado que jugó su papel de forma escalofriante (la acción del GAL en el País Vasco y País Vasco francés, la conexión de Brigadas Rojas con algunos elementos del gobierno italiano, el misterioso suicidio escalonado y colectivo de los miembros de la Fracción del Ejército Rojo alemán etc.) y que, pese a ser criticado y descubierto, ha cobrado fuerza tras el atentado de las Torres Gemelas instaurándose como un “corrector” de las garantías constitucionales en diversos países.



La propaganda terrorista fue una parte indispensable de la “política de comunicación” de estos grupos. De hecho cada acto terrorista se considera, en gran parte, un ejercicio propagandístico. El rostro extraviado de los secuestrados (Aldo Moro posando delante de una pancarta de Brigadas Rojas) se convirtieron en algunas de las peores pesadillas de Occidente, las ruedas de prensa en territorio “neutral” donde los terroristas aparecían encapuchados y uniformados (IRA, ETA etc.) anunciando las directrices de la organización y que atacarían  “objetivos selectivos” (implicados en el conflicto) como forma de dar una imagen política y lejanamente humanitaria se superponían siempre al discurso del “diálogo” de las partes y, como no, a las brutales imágenes de los propios atentados.



Es innegable  la atracción mediática que tuvo la imagen de la Baader-Meinhof, así era conocida la Fracción del Ejército Rojo por el apellido de sus dos fundadores Andreas Baader y Ulrike Meinhof, y el impacto que tuvo en la juventud de su época en un nivel estilístico (pelo largo, chupas de cuero...) y, más allá de eso, es también innegable que esa imagen “sexy” fue compartida por grupos más marginales como el del norteamericano Ejército Simbiótico de Liberación que unía a su logo (una esquemática cobra de siete cabezas) y a su discurso loquísimo que parecía extraído de un mal viaje de ácido toda una parafernalia de boinas y rifles de asalto AK-47 que culminó con la unión al mismo de Patty Hearts, nieta del magnate William Randolph Hearst, que tras ser secuestrada por el grupo y sufrir un Síndrome de Estocolmo sin precedentes se convirtió en activista del mismo y, como no, en su imagen en todo el mundo.




ISIS-EI, y todo el islamismo radical, ha retomado esa actividad con unas diferencias notables: la primera es que no pretende negociar y que no ofrece un marco político diferente al actual. Nos enfrentamos pues a una forma de terrorismo que no tiene fines políticos de ningún tipo y que, por tanto, nos aboca a una lucha sin treguas, sin pactos y sin un final donde alguien se pueda sentar con alguien a discutir sobre las condiciones de un posible armisticio. Para nuestra desgracia, para la de todo el planeta, nos enfrentamos a una amenaza que no se borrará por la acción política de la que el islamismo radical no es muy adicta desde los tiempos del Ayatoláh Jomeini y su revolución islámica.


Para recordarnos esto ISIS-EI ha tirado de una tradición brutal: la de las ejecuciones públicas. El informe de Amnistía Internacional del año pasado recogía que solo 22 países recogían la Pena de Muerte en sus códigos penales. Una lista de países donde están Japón y Estados Unidos, Corea del Norte, China, Yemén y un (todavía) demasiado largo etcétera. De los 23 países advertía de que solo 4 de los mismos habían llevado a cabo ejecuciones públicas: Irán, Corea del Norte (aunque es posible que no, nunca se sabe con Corea del Norte), Somalia y Arabia Saudí. Incluso China ha abandonado esa práctica para ponerse a buenas con la comunidad internacional. ISIS solo se representa así mismo -no es un estado- pero sí representa una deriva terrorista en la forma de hacer las cosas: en Agosto de este año milicianos de Hamás fusilaron públicamente a 18 personas en la franja de Gaza acusados de colaborar con Israel. El acto tuvo las consecuencias mediáticas esperadas para sus autores y de él se hicieron eco agencias internacionales como Reuters.




¿Era necesario mostrar las imágenes? No lo es, evidentemente, pero ISIS-EI está aprovechando muy bien el desbarajuste ético que existe en el periodismo actual y la necesidad de no perder comba con respecto a las redes sociales y los medios digitales de los medios tradicionales.

Mientras tanto siguen apoyando sus acciones en una puesta en escena que cuenta con todos los ingredientes necesarios para alcanzar sus fines: unos símbolos de fuerza atrayentes (el color negro de los uniformes, los AK-47, las acciones brutales que estremecen al enemigo y lo sumen en una especie de estado de shock contínuo) con acciones en redes sociales que mezclan lo naif y lo tradicional (cadenas interminables de memes donde se retratan gatos, animal apreciado por los musulmanes, con guerrilleros y armas) y la viralización de todo tipo de contenidos que, esta vez, se alejan bastante de la imagen de un Bin Laden solemne y amenazador frente a una cámara y se acercan más al videoclip y a los spots de las Fuerzas Armadas para atraer a nuevos soldados. La lista de producciones es interminable y hay una clara tendencia a retratar al movimiento como algo joven, enérgico y despiadado (seguramente por querer parecer joven y fuerte...algo que icónicamente coloca a las campañas de ISIS en la línea “dura” de la publicidad de bebidas energéticas o ropa) y cuya estética está teniendo eso que se llama “mala-buena publicidad”: el productoes terrible pero se vende muy bien. Una estética cercana al videojuego en primera persona (Call of Duty) y una producción que, machaconamente, se nos recuerda como refinada y altamente atrayente.



Si el terrorismo tiene como objetivo generar una situación de pánico ISIS-EI lo está consiguiendo de manera acelerada y alcanzando cotas que otros, ni siquiera Al Qaeda, consiguieron generar de forma tan continuada en el tiempo. Este nuevo terrorismo ha dado con la clave: ya no es necesario operar a base de golpes espectaculares (el antes referido incidente de las olimpiadas de Munich o los atentados de NY, Bali, Madrid, Londres...) para hacer propaganda o crear bajas en suelo extranjero. Seguramente ISIS no pueda llevar aunar las piezas necesarias para uno de estos grandes atentados que sí llevó a cabo Al Qaeda pero ha comprendido a la perfección que el secuestro de un solo hombre, de un hombre completamente inocente y su posterior decapitación delante de una cámara de vídeo cuyo contenido puede luego convertir en viral gracias a los nuevos medios es un arma mucho más poderosa y transmite todo lo que se quiere transmitir sin poner en riesgo a más participantes de los necesarios, ni gastar grandes cantidades de dinero. Se actúa de forma local para llegar a un público local (otro de los mantras de la industria actual) sin perder el control de tus propias actividades dentro de tu territorio y, lo que es peor, se enseña a otros a actuar de forma rápida, individual y sin muchos medios lo que acrecenta la sensación de indefensión del enemigo, le plantea dudas sobre su fortaleza y hace más difícil la respuesta de defensa. Un solo vídeo en internet llega a su objetivo de forma concisa y clara: transmite un mensaje y sirve para acumular adeptos a la causa. ISIS-EI ha comprendido que, si bien, su causa no es transversal sí lo es la necesidad de que su mensaje lo sea, de que llegue a todas partes. No hace falta que escuches el ruido de la granada a dos calles de la tuya porque ellos te traen el terror en HD, solo tienes que subir el volumen de tus altavoces.





Por si fuera poco, y siguiendo el ejemplo de los talibán afganos que volaron los budas de Bamiyán, ISIS-EI ha decidido eliminar el patrimonio histórico de su zona de influencia destruyendo museos y piezas recuperadas en excavaciones arqueológicas. Las ciudades de Mosul, Nimrod o diferentes enclaves como el Crac de los Caballeros (un castillo de la época de Las Cruzadas) o las ruinas de Hatra -entre otras- han sufrido una destrucción que nos ha privado de un tesoro cultural de valor incalculable. Estas pírricas hazañas bélicas, ya saben ustedes que una estatua no se puede defender, han sido debidamente grabadas y distribuidas por los canales habituales recordándonos el cariz de extremismo religioso del grupo que interpreta que el Corán prohíbe expresamente las representaciones artísticas de animales o personas y, evidentemente, preconiza el aconismo. Un tema complicado este pues, aunque existe la creencia occidental de que los musulmanes son iconifóbicos, lo cierto es que podemos hallar representaciones artísticas e, incluso, coranes ilustrados. Llevando un poco más allá este mismo razonamiento y esta discusión sobre el arte iconoclasta -que pensábamos agotada en Occidente desde los tiempos de Bizancio- deberíamos plantearnos si toda la propaganda del ISIS-EI no se contradice en sí mismo pues, lo que se reproduce, es la imagen de personas. 

En todo caso ISIS-EI maneja a la perfección las variables de la creencia y la necesidad política para manejar la situación a su antojo y seguirse describiendo así misma como el ejército de la nueva Yihad pues este nuevo golpe mediático les ha venido bien cuando los medios occidentales comenzaban a mostrarse reacios a mostrar sus vídeos de ejecuciones y comienzan a resaltar no tanto la "asombrosa", que no lo es tanto, calidad de sus producciones como la barbarie de los mismos. Mucho más suave, y emitible, aunque el fondo sea terrorífico es mostrar a unos cuantos hombres destruyendo unas estatuas antiguas en un museo lejano que enseñar ejecuciones públicas. El terror, sin embargo, es doble ya sea por la tradición histórica que nos lleva, inmediatamente, a establecer paralelismos entre lo que aprendimos en la escuela de los bárbaros destruyendo Roma y lo que vemos actualmente en la televisión y, claro está, que estas imágenes sirven para recordarnos de nuevo que este enfrentamiento ideológico y religioso ha derivado en el asesinato de caricaturistas y cineastas occidentales y nos retrotrae al muy reciente atentado contra la revista francesa Charlie Hebdo.  




Sin un mensaje político que transmitir, sin más intención que la de extender el odio y la idea de aniquilación global, ISIS-EI transmite un mensaje brutal para una audiencia embrutecida, ya que no pueden llegar al terreno de las ideas, pues esa no es la intención, ya que no hay un complicado mensaje que transmitir se opta por llegar al espectador (partidario o no) desde el morbo. Poca gente ha aprovechado tan bien la deriva de mal gusto y de falta de sentido común de los actuales medios para alcanzar sus objetivos. La única opción para defenderse de los mismos estaba en la portada de The Independent. Ya que no se nos protege contra este tipo de agresiones, o más bien, no demandamos nuestro derecho a podernos proteger lo normal es que seamos nosotros los que optemos por cerrar los ojos ante la barbarie. No a cerrar los ojos frente a los conflictos (Siria, Irak, Oriente Medio y Próximo y cualquier otro conflicto) que sí tienen una base real, un germen de injusticia, un historial de crimen y violencia, pero sí a optar por no convertirnos en sujetos pasivos de la violencia, a no convertirnos en víctimas directas de esta nueva forma de criar terror, a esta llamada de los nuevos bárbaros a nuestra puerta. 


BOLA EXTRA: 

HISTORIA DE ISIS

 ISIS nace en 2003 como un activo grupo insurgente frente a la invasión estadounidense de Iraq. Su fundador fue Abu Musad Al-Zarqaui que se autodenominó representante de Al Qaeda en la zona. Se funda con otro nombre: Organización de la Base de la Yihad en el País de los Dos Ríos.  Desde entonces también ha sido conocida como Consejo de la Sura de los Muyahidines, Estado Islámico de Iraq y el Levante y, actualmente, como Estado Islámico.

La organización lleva a cabo diversos ataques suicidas contra tropas norteamericanas. Paralelamente a su lucha contra los norteamericanos el grupo, que es suní, declara la guerra también a los chiítas.

 El objetivo que Zarqaui transmite a Al Zawahiri, uno de los líderes de Al Qaeda es el de fundar un califato y llevar la guerra a otros países de la zona forzando la entrada de Israel en el conflicto. Corría el año 2004. En 2005 ISIS-EI actúa en Egipto matando a 88 personas en un atentado. 

Al-Zarqaui fallece en un bombardeo en Baquba en 2006 y la organización toma como lider a Abu Abdullah Al-Rashid Al Baghdadi que, sin embargo, y aunque dice operar de manera independiente está tutelado por un dirigente de Al Qaeda, Al Masri. Ambos declaran de forma unilateral el Estado Islámico de Iraq.

En 2007 ISIS lleva a cabo una serie de sangrientos atentados contra tropas norteamericanas pero, también, contra chiítas, cristianos y población civil en general. Estos golpes, cada vez más sangrientos, hacen que la organización pierda apoyo popular. La dirección de Al Qaeda solicita a Al Baghdadi que remita en su actividad.
 
En 2008, y debido a su falta de apoyo entre los iraquíes, el ejercito del país y el norteamericano inician una ofensiva contra ISIS  en Diyala, uno de sus feudos, y forzando su retirada hacia Mosul. La larga ofensiva culmina en 2010 con el asesinato de Al-Masri, dirigente de Al Qaeda en Iraq y del propio Abu Abdullah Al-Rashid Al Baghdadi.

En 2010 y aprovechando el conflicto de Siria, ISIS apoya a los grupos que se habían levantado contra el Presidente del país, Bashar el Assad,  y junto a grupúsculos de diferentes procedencias formaliza un intento de controlar parte del país y usarla como base de operaciones. En su zona de influencia ISIS aplica la Sharia y comienza acciones violentas contra la población civil y no solo contra el ejército sirio. Al Qaeda rompe relaciones con ISIS en un comunicado desmarcándose de sus actividades.

Abu Bakar Al Baghdadi dirige la organización desde 2011. Había entrado a formar parte de la misma en 2010.

Entre finales de 2013 y comienzos de 2014 el ISIS toma el control de las fronteras iraquíes con Jordania y Siria y declara el Estado Islámico de Faluya.

 A comienzos de 2014 el portavoz del ISIS, ya denominado como Estado Islámico a secas, renueva el compromiso con la creación de un califato que esperan se extienda por todo el mundo islámico y proclama a Abu Bakar Al Baghdadi como “Califa de todos los musulmanes” convirtiendo a su líder no solo en un líder político si no, también, religioso.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Paco de Lucía: la vida, el flamenco y sus dos manos.


La vida tiene dos manos. Con una te acaricia y con la otra te golpea. Drama y comedia. Te mece o te arrea. Unas veces suave y otras con fuerza.

A nosotros, durante un tiempo, la vida nos sacudió con ceguera y rabia.

Para mitigar estas malas circunstancias mi padre nos embarcó en un viaje a Granada a mi hermana y a mi con la intención de que no olvidáramos que, al menos, seguíamos juntos y sobre todo que todo aquello pasaría.

En Granada visitamos a nuestros “titos”, Manolo y Miguel. En realidad ni siquiera son familia nuestra pero los llamamos “titos”, si algo nos ha enseñado padre es que tienes a tu familia impuesta pero que, aleatoriamente, puedes ampliarla incorporando a amigos y personas que te hacen sentir siempre como si estuvieras cerca de casa y que tienes que corresponder abriendo las puertas de la tuya para que todo el que quiera se pueda tomar un respiro y descansar.
Granada para nosotros significa muchas cosas: playas de la infancia, amistades, música…

Los titos nos llevaron un día de cañas. Un recorrido larguísimo de Alhambras en cada bar, de tapas y de flamenco. Acabamos dando con nuestros huesos en un pequeño local regentado por un personaje llamado Antoñito “El Triniá”. Cantaor. Amante ortodoxo del flamenco. Un poco tartamudo.

Era inevitable que, entre cerveza y cerveza, se nos soltara la lengua y por la conversación discurrieran las diferencias entre la forma de entender el flamenco en toda Andalucía, incluso en España. “El Triniá” denostaba el flamenquito y hacía una llamada a “la pureza” mientras que yo me empeñaba en intentar explicarle –maldita cerveza- que el arte (tampoco el flamenco, ningún tipo de arte) puede sobrevivir intacta, suspendida en el tiempo y circunscrita a su espacio geográfico original y que, si bien, las raíces han de ser conservadas y necesitan para ello de la ortodoxia y sus creyentes también es bueno, de cuando en cuando, mezclarlas con otros ingredientes para que puedan así conformar otras formas de expresión artística.

-“A mi es que estos modernos de las lagartijas y los universos…pues que no, no sé qué pensarán en Madrid o en Sevilla”.  

-“¿Y Morente?

-“Morente es caso aparte porque Enrique Morente puede hacer lo que quiera, niño, ese no pierde la raíz”.

-“¿Y Camarón?

-“Ese igual, ese era un cantaor de toda la vida por más que os empeñéis…aunque hiciera sus mezclitas y sus cosas…esos son genios y son casos aparte. Pero lo otro, lo del uyuyuyuy y la guitarrita eléctrica y la rumbita…eso no es de aquí”.

-“¿Entonces?

-“Pues que los experimentos para los que sepan experimentar o que le pongan gaseosa”.

Pensaba yo que Antoñito “El Triniá” era de los que pensaban, erróneamente, que el flamenco partía de un lugar incierto llamado “Duende”. Esa manía de reducir el arte a un asunto de iluminados y elegidos, un tipo de arte que no se puede aprender y para la que tienes que estar predispuesto de una forma mágica.

Entre la ortodoxia se suele pensar así: El flamenco es/existe porque se genera de forma espontánea. Sin aviso, un poco como te golpea o te acaricia la vida.  

El nacimiento de la heterodoxia (el nuevo flamenco) impulsado desde finales de los 60 y conocido como nuevo flamenco, sin embargo, nace del pensamiento contrario: El flamenco es y existe en sus raíces pero puede aprenderse, puede estudiarse y, claro está, puede expresarse y disfrutarse por personas ajenas a sus raíces.

El ortodoxo cree en la pureza y en el linaje mientras que el heterodoxo cree en la mezcla y en la internacionalización. Para el ortodoxo, el más ensimismado, el flamenco no podría contar con cátedras para su estudio o con escuelas para su aprendizaje.  

Así, los heterodoxos, se agarraron al flamenco identificando a la música popular andaluza con las mismas virtudes que al “sonido progresivo” (con su poquito de rock y su poquito de psicodelia…a un arte nuevo, en definitiva) y expresaron sus intenciones artísticas en un texto conocido como “Manifiesto de lo borde”. Reproduzco solo sus tres últimos puntos para mejor comprensión:

I. No se trata de hacer “flamenco-pop” ni “blues aflamencado”, sino de corromperse por derecho.

II. Sólo puede uno corromperse por el palo de la belleza.

III. Imagínate a Bob Dylan en un cuarto, con una botella de Tío Pepe, Diego el del Gastor, a la guitarra, y la Fernanda y la Bernarda de Utrera haciendo el compás, y dile: canta ahora tus canciones. ¿Qué le entraría a Dylan por ese cuerpecito? Pues lo mismo que a Manuel [Molina] cuando empieza a cantar por bulerías con sonido eléctrico:

“Aunque digan lo contrario,
yo sé bien que esto es la guerra,
puñalaítas de muerte
me darían si pudieran”.

Desgraciadamente la explosión primera (macarra, viva, sentida, brutal, contradictoria porque era a la vez “universitaria” e “internacionalista” y a la vez callejera) que alumbró a Smash, la figura de Silvio Fernández Melgarejo –y todos sus proyectos musicales-, a Triana, Veneno, Pata Negra, Camarón de la Isla y a toda una serie de virtuosos que añadieron sus raíces flamencas al jazz (Chano Domínguez) o que jugaron con excelencia en los márgenes de la experimentación y de la pura ortodoxia (Enrique Morente o Paco de Lucía) o, incluso, el “arrancón” primero de la misma rumba catalana (El Pescaílla y Bambino) o de la traslación de ese sonido –ya mestizo- a “los Chichos” o a los propios nietos de Porrina de Badajoz (“Los Chunguitos), incluso a los “Medina Azahara” (el flamenco y el rock mezclado con el sinfónico) también ha generado monstruos. Es normal. No hay un estilo musical puro que en el cambio de manos, de tiempo y de lugar no haya sido vejado por la propia industria. Convengamos en que, aunque la raíz sea la misma, no es lo mismo el “Miami Sound” de Emilio Stefan que Ruben Blades o Willy Colón.

¿Es el flamenco algo mágico como sostienen los ortodoxos?

Así le ataqué a Antoñito “El Triniá”. Como dicen los taurinos: por delante y por derecho.

-"¿Entonces esto sale por que sí?".

-"A veces sí y a veces no".

-"¿No se puede aprender?"

-"Mira, cuando tu ves a Tomatito acompañando a Camarón piensas en que ese es un guitarrista para un cantaor. Algo específico. Uno para el otro. Otra cosa es cuando ves a Paco de Lucía. Y tú lo ves tocar y piensas que ese tío tiene algo. Que lo tiene. En la punta de los dedos. Pero también es verdad que cada vez que él pone un traste y saca una nota seguro que no piensa en si eso le sale de dentro o no. Seguro que piensa en las broncas que le echaban por poner mal los dedos y en las horas y horas que hay que dedicarle para tocar así la guitarra. Así de bien. Como todo para esto hay que valer. Hay que sentirlo y hay que tocarlo pero también hay que echarle tiempo y perfeccionarlo porque si no, no vale la pena".

-"¿Entonces?".

-"Pues que unos sí y que otros no…pero un japonés tocando la guitarra, por muy bien que lo haga, nunca va a ser lo mismo. Solo hay que verlo. Eso es un robot. Paco de Lucía es otra cosa, no porque lo digan desde fuera. Aunque tocara todavía de tablao en tablao sería otra cosa. Algo tendrá cuando se lo rifan. Y ahora perdonarme que os voy a preparar una pipirrana y os voy a poner otras cuantas cervecitas. No le demos más vueltas".

Convinimos pues en estar de acuerdo en que estábamos en desacuerdo.

La desaparición de Paco de Lucía se lleva por delante un pellizco importante de nuestra historia musical, posiblemente de la más personal –si es que los países tienen personalidad- y seguramente una de las más atrevidas de este país tan normalmente pacato. Se lleva por delante al hombre que mejor entendió que todo era trabajo y un poquito de inspiración, al talento y al estudio, al tipo que estaba sentado en el punto justo en el que la ortodoxia y la heterodoxia se daban la mano.



Escuchando “Rosa María”, esos tangos tan clásicos y a la vez tan peculiares porque están personalizados en la siempre nueva voz de Camarón y acompañados por una guitarra que siempre suena clásica y, a la vez, vanguardista, me emociono recordando aquella pérdida dolorosa y aquel viaje agridulce, a los titos, a mi hermana y a mi padre acodados ya a unas horas tardías de la sobremesa en la barra de aquel pequeño bar de Granada que ni siquiera sé si sigue en pie.


El flamenco, como la vida, tiene dos manos. Unas veces da palmas por alegrías y otras veces se cierran en un gesto de dolor enorme. Unas veces son unas manos nuevas que se abren paso a través de un camino también nuevo buscando aire y reclamando espacio y otras veces se agarran con fuerza a las raíces como las manos de Paco de Lucía rasgando las cuerdas de la guitarra. Como dice mi amigo Pablo: Hoy este mundo es un poco peor.  

viernes, 10 de enero de 2014

(Supuesta) Gran Ganga


Poco o nada hay que decir del vídeo que pulula por Internet en el que Fabio de Miguel –más conocido como Fabio Mcnamara o “La Fanny”- arremete contra el aborto. Total, son sus opiniones. 

A mi me gusta pensar que Fabio de Miguel dice lo que le viene en gana porque esa forma de conducirse es la que ha sido el pilar de toda su existencia pública y, también, de esa extraña carrera que se ramifica en la pintura y la pintura o en esa forma en la que consiguió que el “postureo” fuera también una forma de arte. El underground norteamericano y anglosajón tuvo a Divine y nosotros tenemos a Fabio McNamara.
“La Fanny” siempre ha sido incontrolable y desmesurada. Lo fue cuando nadie podía ser incontrolable y desmesurado, en una época en la que vestirse de mujer para salir a la calle y ser un “maricón total” no estaba muy bien visto, es más, lo normal es que terminaras en la comisaría y allí te dieran una paliza, justamente, por serlo.

Mcnamara siempre ha sido un artista marginal. Tanto que, cuando sus compañeros de fatigas, comenzaron a entrar dentro de lo comercial se quedó en un segundo plano. Almodovar pasó de ser un director “underground” (incluso su “Entre Tinieblas” fue prohibida en el Festival de Venecia) a ser un cineasta reconocido internacionalmente y Alaska –entonces musa del "círculo" de Las Costus donde estaba el propio McNamara- a convertirse en superventas junto a Carlos Berlanga y Nacho Canut.


Sí se puede hablar de McNamara como de un personaje “principal” en La Movida pero, también es verdad, que su estrella fue declinando cuando el asunto comenzó a ser pasto de intereses políticos e industriales. Fue entonces cuando nadie supo qué hacer con Fabio de Miguel que, al parecer, se negaba a evolucionar hacia propuestas artísticas más populares. Cuando todo aquello estalló Mcnamara seguía pintando sus cosas e iniciaba proyectos artísticos junto a Luís Miguélez como “Fabio y los Mecánicos” que nunca acabaron de despuntar.
El tiempo y los gustos cambiaron y la gran pregunta que todo el mundillo se hacía era: ¿Qué hacemos con Fabio?
No hicieron nada. La vida siguió y la estrella de De Miguel se fue apagando inexorablemente hasta reducirse a la de una “vieja gloria”. Sin más. Además, aparentemente, sin mucho que ofrecer puesto que, insisto, nadie pensaba que encajara en ninguna parte. De hecho da la sensación de que en los 90 desapareció casi por completo aunque era fácil encontrártelo en algunos bares y discotecas arrastrando su halo de inconformismo. Ahí estaba la primera y, aparentemente, última “petarda” ejerciendo como tal, despachando a fans y los que habían decidido tomarse su presencia a pitorreo con su conocida agresividad verbal y su actitud a medio camino entre la de un punk y la de una folclórica despechada. Un show en toda regla siempre en ese punto equidistante entre lo doloroso y lo acojonante.
A finales de la década de los 90, cuando Almodovar abrió definitivamente las puertas de Hollywood Fabio Mcnamara editó (junto a Miguélez de nuevo) el fantástico “Rock Station”, un disco donde se demostraron dos cosas: la habilidad de Miguélez como músico y la habilidad de Mcnamara para ser siempre Mcnamara. Un discazo.
El lanzamiento fue bien recibido. Sin duda. Se hizo además en un buen momento porque en aquellos momentos la dirigencia pepera estaba dándoselas de moderna y decidió agachar la cabeza momentáneamente para tenderle la mano al mundo de la cultura. En ese espejismo loco de tolerancia derechil (Esperanza Aguirre acudiendo al estreno de “La lengua asesina” de Alberto Sciamma, Aznar declarándose amante de las letras catalanas, peperus máximus de toda índole lanzándole guiños descarados a grupos españoles, recibimientos en olor de multitudes y con ceremonia de jefes de estado a los “rojillos” del cine, pleno apoyo de las instituciones a los escritores etc.) irrumpió de nuevo Mcnamara cuando ya su rollo no parecía tan agresivo o, por lo menos, cuando los que hacía menos de 10 años lo habían tildado de maricón, esperpento y habían pedido la encarcelación de sus iguales disimulaban sus pulsiones y controlaban sus odios en favor de poder tener una segunda legislatura más amable.  

Fue ese el momento, el primero de todos ellos, en el que Jiménez Losantos dijo ser un hijo de La Movida, en el que Alaska matizó su postura política, en el que de ya no quedaba ni un resto en los escenarios de todos los que fueron “las hornadas irritantes” (los grupos más radicales del movimiento) y donde, desaparecida la amenaza, ya podíamos todos invocar eso tan español y tan derechón de “bueno, es que no fue para tanto”.

Pese a todo el disco tampoco funcionó mucho porque tampoco es que el trabajo de McNamara guste mucho. Sigue ahí, en el recuerdo de las minorías pero no va mucho más allá: demasiado personal, demasiado imperfecto (lo punk, lo glam, lo glitter, lo petardo tiene por narices que serlo) y demasiado directo, demasiado duro, con demasiadas asperezas.

Desde entonces Fabio Mcnamara  no ha tenido mucha presencia pública. La cosa se acabó de agotar. Nadie sabía mucho de él. Cuento una anécdota personal: ya en 2005, trabajando yo en la revista MAN, el director de la misma (Juan Carlos de la Iglesia, mi jefe en ese momento y siempre un gran amigo) me contó que Fabio (al que conoció cuando él trabajaba en la revista “La Luna de Madrid” y en todo aquel “tostao” del Madrid de los 70-80) andaba desenganchado y convertido al fenómeno mariano –al de la Virgen, no al de nuestro presidente-. Curiosamente, el periodista "anarcocapitalista" y vinculado a cierta plataforma que es el responsable de esta polémica (son muy dados a la polémica y a hacer ruido para disimular que son cuatro gatos), data esta vuelta a la iglesia en 2008. Error sobre error que nos avisa del enorme interés que suscita la vida privada del artista. 


Juan Carlos, de primeras, se había tomado todo un poco a pitorreo pensando que McNamara le estaba tomando el pelo como acostumbraba pero que no, que resultó que había renacido en la fe en Cristo. Me quedé con la mosca detrás de la oreja, yo también pensaba que Juan Carlos me estaba tomando el pelo, pero resultó que no. Resultó que en los años posteriores tuve la oportunidad de encontrarme con testimonios del propio protagonista de su vuelta al seno de la Iglesia Católica. Nada en contra. Era un poco raro ver a McNamara haciendo declaraciones en contra de la homosexualidad en Radio María o cargando contra la juventud, sus coches rápidos, su VIH y sus drogas en medios como ABC o La Razón pero solo porque uno nunca espera que un tipo como él aparezca en medios así cuando había sido completamente vituperado y después ignorado. Tampoco esas declaraciones, ofrecidas con cuentagotas y siempre en momentos puntuales como la llegada al poder de Zapatero o las diversas acciones combinadas entre el PP y la Iglesia para remover al sector católico, es que tuvieran mucha importancia o repercusión. Imagino que sería porque las redes sociales e Internet todavía no tenían la capacidad de convertir en viral cualquier cosa.


Gracias al reality show de MTV “Alaska y Mario” revivimos un nuevo interés por la Movida. Posiblemente desde el punto de vista más estético de la misma, desde la reivindicación de esa estética y de sus ritmos. No está mal del todo, Alaska ha sido un personaje central en la cultura popular de nuestro país –posiblemente uno de los más reconocibles de todos fuera y dentro del pop-, y siempre habrá quién lleve ese interés por lo que salta a la vista con un interés más profundo sobre aquellos años.
Que la aparición de Fabio McNamara en el programa haya causado tanta sorpresa (y no me refiero solo a la gente joven, si no a toda la audiencia del programa) dice muy mucho de cuáles son y fueron los niveles de popularidad del personaje.  También, tristemente, de los niveles tan enormes de falta de interés y de desinformación que pululan por ahí sobre algunos asuntos que deberían de ser básicos porque son los más fáciles de aprender y comprender.
Y es entonces cuando algunos medios ridículamente derechistas se encargan de ir a buscar a Fabio de Miguel a la puerta de la iglesia donde reza para sacarle unas declaraciones sobre el tema del aborto. Ya saben lo que va a decir o, a lo mejor, no se esperaban una reacción así y se quedaron un poco sorprendidos. Es Fabio Mcnamara y dice siempre, como él decía, “lo que le sale del coño”. Sin más. No creo que sea necesario manipularle o que reciba un solo céntimo de euro por soltar semejante cosa.

Otra cosa es que creamos eso de “personaje principal de La Movida”, eso ya es harina de otro costal. Y no me vale lo de que lo están manipulando, como tampoco me vale lo de se están aprovechando porque nadie, en su vida, ha querido aprovecharse de Fabio McNamara en el sentido en que todo el mundo ha hecho todo lo posible por ignorarlo o por disimular su presencia. En décadas pasadas por lo que he venido explicando y, en las actuales, porque su presencia mediática es tan pequeña que no mueve por sí solo ni una hoja de la calle.
Deberíamos de preguntarnos cosas como si alguien, alguna vez, ha querido apropiarse de la figura de McNamara, si lo invitaron a mítines para que diera su apoyo a partidos políticos, si lo invitaron a alguna reunión de esas de artistas y políticos para que con su presencia diera empaque a la cita. Me temo que no.
Algo de dolor y asco me provocan estos tejemanejes derechiles como esos complejos izquierdistas de “es un ex yonki y no tiene ni puta idea de lo que está diciendo” o “se ha dejado comer el coco por los curas”. 


Yo creo que sí, que sabe perfectamente la dimensión de lo que está diciendo y que sabe perfectamente el peso de sus palabras mientras que sus interlocutores o este recién ganado público carece, por completo, de la información sobre el peso y las dimensiones de la figura de Fabio Mcnamara y del espacio concreto que ocupa en la historia de la cultura popular de este país.

Los que claman por la presunta falta de humanidad, sensibilidad o afinidad moral de Fabio Mcnamara deberían de preguntarse cuál ha sido el trato que se le ha regalado durante todo este tiempo y si nuestra compasión, humanidad y sensibilidad con su situación durante unos cuantos años ha sido la adecuada. A lo mejor nos llevamos una enorme sorpresa porque, desgraciadamente, este suele ser un país poco humano, sensible y compasivo para con sus personas caídas en desgracia. Quizás no hubiera caído “en manos de los curas” si la progresía (teóricamente los que fueron su bando) se hubiera cuidado de atraerlo a sus filas y no de haberlo denostado por sus vicios públicos y privados. A lo mejor cuando estaba pasando fatiguitas alguien más debería de haber estado al loro. Incluso así, de esta manera, igualmente se le hubiera aparecido la Virgen para decirle que no estaba bien lo que estaba haciendo con su vida.

A lo mejor el nuevo Fabio de Miguel (Mcnamara, La Fanny, “la peor vicio” de “Laberinto de pasiones”…) ha encontrado otra forma más de sacarnos de nuestras casillas, de seguir ahí siendo un personaje incómodo y de estética difícil de aprehender y comprender.
Me asusta sobremanera que la actitud más punk y más molesta, la que provoca mayor reacción se instale ahora en los comentarios que podría haber hecho una señora de 84 años de Palencia a la salida de misa. Que la diga una señora anónima anciana o que la diga un personaje de La Movida, para mi, tiene el mismo interés. Un interés cómico más que otra cosa.


Hemos perdido el pie y, con ello, hemos perdido nuestra capacidad para reaccionar consecuentemente. Finalmente nos han puesto la mordaza y callamos o mascullamos nuestras opiniones si sabemos que van a ser molestas, ¿por qué? Nos han hecho tragarnos el sapo de que nuestras afirmaciones públicas, en cierto modo, sostienen el entendimiento, la comunicación y, por tanto, los pilares de nuestra sociedad y nuestra democracia. Preferimos no decir lo que pensamos porque creemos que la molestia transitoria de unos cuantos nos acerca a la barbarie y nos aleja de la civilización. Es completamente falso, ahí está McNamara diciendo lo que, insisto, le sale del coño para recordarnos cuán sano es eso de decir lo que nos brote y de ejercer nuestro derecho a opinar libremente, sin ironía, sin sarcasmo, a la brava.

No son unas opiniones, si es que de algún modo lo son, que yo vaya a tener en cuenta. Ni siquiera me molestan y tampoco podrían molestar a nadie que conozca la trayectoria vital de Fabio de Miguel que siempre se ha caracterizado por decir y hacer lo que le ha dado la gana: hace unos años le apeteció ponerse una peluca y cantar y ahora le ha dado por ir a misa y rezar el rosario. Y lo hace con la misma pasión, sin preocuparse de si molestará o no porque nunca lo ha hecho.

Idiotas todos pues, como siempre, los que creen haber hallado la “gran granga” del argumento definitivo a favor de esta estúpida, retrógrada, penosa, pocha y ridícula “Ley del aborto” en la voz de Fabio Mcnamara en tanto en cuanto creen que es un converso de las modernidades que se ha revelado como ser humano y gran artista en el seno del conservadurismo retrógrado y los que creen que el artista antes conocido como “La Fanny” es poco más que un martillo de herejes y un peligro para la sociedad del futuro que estábamos construyendo pues, en realidad, no estamos construyendo nada y, lo que es peor, han reaccionado con la misma mala baba, con la misma lamentable actitud y con el mismo tono de babosa gilipollez con el que Capmany o Vizcaíno Casas arremetían contra McNamara cuando cantaba aquello de “voy a ser mamá/voy a tener un bebé/lo vestiré de mujer/lo llamaré Lucifer/le enseñaré a vivir de la prostitución”. A veces olvidamos que la mejor reacción ante ciertos comentarios es mirar a los ojos de la persona que los emite y calcular de donde vienen pero, sobre todo, que la mejor reacción ante la provocación gratuita es no mostrar ningún síntoma de nerviosismo.


Me quedo con el Mcnamara artista y con su dimensión, con su marginalidad, con su capacidad para haber sobrevivido a casi tres décadas de excesos, a modas y a derivas. No creo que tenga que estar en sintonía ideológica, política y religiosa con ninguno de los artistas a los que tengo en cierta consideración para seguir disfrutando de su obra y de su figura. Quién piensa así suele decirte que no escucha a Ramones porque Johnny era un facha, no tiene ni puta idea de quién era Elvis o no podrá disfrutar nunca de Johnny Cash. El cretino derechón que, de pronto, se suba al carro de cualquiera de estos tres mitos por razones ideológicas cometerá el mismo error estúpido porque tampoco sabrán apreciar sus virtudes por completo ni sabrán entender sus contradicciones. Me parece igual de paleto el que no escucha "country" porque le parece racista como el patán patrio que se apunta a los conciertos de Fangoria porque resulta que Alaska es "de derechas".  Para mi forma parte de momentos de muchísima diversión, de bromas dentro de mi círculo de amistades, para mi siempre será parte de muchas cosas. 

Hace ya algún tiempo que me crucé con Mario Vaquerizo en un acto muy loco de esos a los que invitan a Mario Vaquerizo. Iba con mi amiga Mary y estuvimos un rato charlando con él porque lo veo muy poco. Estuvo tan cariñoso como siempre e intercambiamos algunas anécdotas de cuando éramos aún más jóvenes y nos cruzábamos cerveceando por el "No Fun", por la oficina de Subterfuge o currando. La charla la interrumpió alguien de la organización que le pidió que no bebiera cerveza de la lata porque "daba un poco de mala imagen". Cuando se alejó siguió (seguimos) bebiendo cerveza directamente del envase. Mario dijo una gran frase: "Ya ves, maricón, esta gente se olvida a veces de quiénes somos". A veces sí. 
     

lunes, 4 de noviembre de 2013

Autores y Transmisores: Algunas cosas sobre el plagio, Shakespeare, El Quijote, los Románticos, Chiquito y el "Spaghetti Western"





Durante un tiempo estuvo circulando por la red una historieta en la que un abogado de derechos de autor le pedía a Shakespeare cuentas sobre los continuos plagios que había detectado en su obra.  La base es completamente cierta: Shakespeare no fue un autor original al 100%. Tampoco lo fueron otros autores de teatro como Lope o Calderón.

La moraleja del asunto, muy aplaudida y difundida, es el viejo “Nada nuevo bajo el Sol” pero aplicado a la actualidad, también un más peligroso “Si Shakespeare hubiera tenido que pagar derechos de autor por esas obras no hubiéramos disfrutado de Shakespeare porque no podría haber hecho frente a los pagos de uso de los textos originales” y, claro está, una defensa de la “copia doméstica” y la “difusión gratuita de la cultura” donde se entremezcla la mala conciencia (en definitiva todos hemos convenido en que no pagar por algo que no nos pertenece es robar, por mucho que para llevar a cabo dicho acto delictivo no sea necesario el uso de la violencia ni contra las cosas, ni contra las personas)  y un erróneo discurso basado en que sin estos métodos se vería detenido el flujo cultural, se interrumpiría “la tradición” y, por tanto, la transmisión se vería detenía y, con ello, volveríamos a las cavernas. Todo un poco trágico. Todo un poco apocalíptico.

El problema, como siempre, reside en esa idea instalada de modo general que insiste en que solo puede observarse, estudiarse, analizarse y criticarse la Historia Universal a través de los usos de la moral y las costumbres actuales.

Esa historieta tiene una base muy cierta (Shakespeare “plagió”…también muchos otros) pero lo hizo por cuestiones muy precisas: no existía la conciencia de “plagio” puesto que no existían ni el concepto actual de “autor” ni tampoco el de “originalidad”. Por lo menos no en los términos en los que se vienen usando desde que el Romanticismo cambiara para siempre esos términos.

El escritor se sentía solamente parte de una tradición literaria previamente acotada por el mencionado “NADA NUEVO BAJO EL SOL”. De hecho estaba convencido que todos los grandes temas, que todas las formas de narrar ya habían sido inventadas por los autores de la Grecia clásica. Sin más. Lo único que se podía hacer, por tanto, era volver una y otra vez a ellos, imitarlos (el concepto de “imitatio”…algo farragoso) e intentar imitarlos con la mayor gracia posible. El objetivo del autor era renovar aquellos textos y adaptarlos a su época. Sin más. El hecho de que las decisiones sobre la moral, sobre lo que era bueno y no, recayeran en la Iglesia (católica o protestante en sus diversas modalidades) ayudaba también bastante a que el escritor –que no autor pues tenía una autoría relativa según nuestra propia visión- no se saliera del camino prescrito. Si se salía, si se ponía tonto o reivindicativo, siempre le podía pasar como al autor del “Lazarillo de Tormes” que vio su obra perseguida y publicada sin su nombre. Primero por lo que decía, es una crítica frontal y dolorosa a la sociedad de su época, y por otro porque podría considerarse a este libro como una de las primeras obras “originales” de su tiempo si tenemos en cuenta la estructura que usa como base narrativa.

El historietista de esta tira cómica se hubiera visto en problemas para llevar a cabo su razonamiento si, por ejemplo, hubiera usado a Cervantes y a “El Quijote” como base para su trabajo. El Cervantes que escribió “El Quijote” también fue un autor muy original. Completamente original pues inventó, posiblemente sin saberlo, la mayoría de los recursos narrativos que se utilizan actualmente. Si, para hacer la obra comprensible, se nos ha contado siempre (y esto también con cierto desdén un tanto doloroso) que Cervantes no hizo más que parodiar el género de la “novela de caballería” lo cierto es que en el extenso texto pueden encontrarse otras chuflas cervantinas sobre la poesía pastoril, el teatro o, incluso, varias coñas con respecto a muchos de los manuales sobre usos y buenas costumbres que habían de observar los caballeros y, también, a los manuales sobre como combatir con espada. Sin duda también a otras tradiciones de las otras dos confesiones religiosas persistentes (pese a la persecución eclesiástica y gubernamental) como eran la árabe y la judía.

Todo eso es “El Quijote” y no es muy “original” –puesto que no era del todo suyo…Cervantes como autor teatral y lírico también metió sus sablazos a los autores clásicos porque era como se esperaba que actuara un escritor- porque lo que es “original” de Cervantes es, más bien, su modo de disponer todas las piezas, de estructurarlas y de ofrecérnoslas como algo nuevo e, insisto, “original”.

Ese esfuerzo autoral, la construcción de toda una maquinaria narrativa por parte de un autor, no se le reconoció en su época. No fue lo que llamó más la atención de “El Quijote”. Nadie, tras leerlo, pensó un “cáspita, esto no lo había leído yo así en mi puta vida. Este hombre es un genio” o si lo pensó no nos lo hizo saber. De hecho, sus contemporáneos, siempre le achacaron a Cervantes que hubiera perdido el tiempo en escribir una obra tan extensa y, a la vez, tan carente de cosas buenas. Y cuando esa gente decía “cosas buenas” se refería a que, por aquellos tiempos, todo lo que no incluyera alimento para el espíritu y no prosiguiera la línea de loar y transmitir todo lo que se consideraba justo y bueno era más bien tomado como simple entretenimiento y, por tanto, de poco peso.

La idea general sería algo así como: “Bueno, está de puta madre, pero solo vale para echarse unas risas”.
¿Se identifican ustedes con esa frase? ¿No recuerdan haberla dicho nunca para referirse a una película cómica, a una obra de teatro o a una novela del mismo género? Yo creo que alguna vez sí.


Cervantes, pues así lo dice en el prólogo y así lo dejan caer sutilmente algunos de sus personajes, sí es consciente de que ha escrito una obra muy compleja para su época, incluso que lo que le “ha salido” es algo que puede confundir a los lectores pero no parece alardear de ello en ningún momento pues también cree, como todos nosotros, que la comedia es un género menor. De hecho lo escribe porque anda mal de dinero, como siempre, y necesita un libro que le haga ganarse el favor de algún mecenas y le abra las puertas de la nueva corte de Felipe III. Piensa en una obra que le pueda llamar la atención, en una obra que le pueda gustar a un rey joven y fiestero que, por aquel entonces, tiene revolucionado al reino pues ha convertido la pacata corte de su padre Felipe II en un “fiestódromo” al más puro estilo portugués o italiano. Por eso escribe una comedia. Vale que se echa unas risas diciendo que hay mucho escritor teatral y poeta al que se le ha ido la olla y que cada vez todo resulta más elevado e incomprensible pero, en realidad, a la hora de dedicarle el libro al VI Duque de Béjar, hombre de confianza del Rey que él confía que se convierta en su valedor y mecenas, ya le avisa de que el libro que le ofrece no es muy allá con estas palabras:   “(…) está desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición del que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben (…)”.

A Cervantes parece que “El Quijote” le sabe a poco. Que le hubiera gustado que sus obras anteriores, más serias, le hubieran dado más fama y más dinero.

El objetivo de Cervantes, en lo que a ventas se refiere, fue cumplido pues la obra le dio muchísima fama en la época. Tanto es así que en 1614, nueve o diez años después de su publicación, alguien tiene a bien sacar a la luz un  “Segundo tomo de las andanzas del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras”., obra firmada por alguien que decía ser el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda.

El autor no aparece por ninguna parte porque, en realidad, es el seudónimo de Cristobal Suárez de Figueroa un autor muy conocido y famoso en su época pero, cuya obra, no ha resistido el paso del tiempo y, en la actualidad, no aparece en las listas de escritores que consideramos importantes. Seguramente porque Suárez de Figueroa fue un autor que no “inventó” nada, que simplemente fue un contemporáneo que siguió los pasos marcados por los gustos de la época en la que le tocó vivir y que pensó que “El Quijote” era todo un dislate.
Por la Biblioteca Nacional debe de andar todavía un pliego de cordel donde se recomiendan una serie de obras que el “buen caballero debía leer” y otras tantas que no donde se recomiendan un montón de volúmenes que ahora consideramos menores o, incluso, ni siquiera han llegado a conservarse y, sin embargo, se dice que ni “El Lazarillo”, ni “El Quijote”, son obras a tener en cuenta. Ya saben, los tiempos cambian.
La cosa sentó muy mal a Cervantes que, pese a que parece que nunca lo tuvo previsto (hay una diferencia entre un volumen y otro de unos 10 años) publicó al poco tiempo la verdadera “Segunda Parte del ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha” donde se quejaba, con buena pluma y mucha ironía, de que hubiera gente que se hubiera tomado mal el éxito de su primer trabajo y, sobre todo, se defendía de las acusaciones de falta de calidad de su primer Quijote. En el trasfondo de dicho enfrentamiento también late una cuestión de dinero: El “Quijote de Avellaneda” tuvo mucho éxito en su época y a Cervantes le molestó que alguien sacara dinero a su costa.  

En la España actual una cosa como esta hubiera terminado en los tribunales: Primero porque incurre en un plagio al no reconocer la autoría de Cervantes sobre los personajes que ha utilizado y, segundo, aunque eso ya sería cogérsela con papel de fumar, porque se pone sobre papel una burla descarada contra el autor, un ataque personal, y no contra la obra.

Por poner un ejemplo actual: no hablo de que Wes Craven, autor de “Scream”, denuncie a los Hermanos Wayans por “Scary movie” si no de Gregorio Sánchez Fernández demandando a Florentino Fernández y Pepe Navarro por lucrarse con la creación de unos personajes (los habitantes de Chiquitistán conocidos como Lucas Grijander  y Krispín Jander Klander…Chiquitita lo interpretaba Maribel Ripoll) basados en otro personaje creado por él llamado “Chiquito de la Calzada” dejándole al juez la papeleta de decidir si el que se subía al escenario a contar chistes era el propio Gregorio Sánchez Fernández bajo el seudónimo de “Chiquito de la Calzada” o “Chiquito de la Calzada” era, en realidad, un personaje creado e interpretado por Gregorio Sánchez Fernández, cantaor y humorista malagueño.  





Si Cervantes no llevó a los tribunales al autor del “Quijote de Avellaneda” fue, específicamente, porque ni el plagio era considerado un delito, ni ya digo, se observaba a la creación artística más que como una imitación y no como algo de lo que el autor fuera dueño.

Durante los siglos venideros “El Quijote” nunca fue considerado una gran obra de la literatura. Pese a ello su fama no se agotó pero no fue muy digno de mención. Esta catalogación de “obra menor” culminó abruptamente con los románticos europeos que cambiaron el concepto literario para siempre.

¿Cómo?

Échale la culpa al cambio de conciencia producido por la Revolución francesa primero y por las revoluciones burguesas después. El mundo cambió así como su concepción del individuo y los seres humanos comenzaron a cuestionarse el orden de las cosas. La moral se aflojó o, por lo menos, la dirección moral impuesta dejo de tener sentido al mismo tiempo que filósofos y escritores comenzaron a trabajar en la idea de que, a lo mejor, los que imponían esa dirección moral carecían por completo de moral y, por tanto, no eran los más indicados para salvaguardarnos de nada. Afloraron otras ideas sobre el individuo y, de pronto, comenzamos a pensar en que cada hombre y cada mujer e, incluso, cada país, podían tener una idea diferente pero aceptable para hacer las cosas.

Eso tardó poco tiempo en saltar al arte. De pronto los románticos decidieron que el autor tenía que tener también voz propia, que podía hablar de lo que quisiera y desde el punto de vista que quisiera, que ya no había diferencia.

Así nació un nuevo concepto de “originalidad”, que es el que usamos todavía, en el que el autor tenía que ser, por narices, diferente a los demás o, por lo menos, ofrecer una visión diferente de las cosas.

El escritor ya no era solamente un transmisor si no un “creador”, un “autor” y, como tal, tenía que ceñirse a ese nuevo concepto de lo “original”. Tenía que ser novedoso e interesante. No había más narices.
Con una nueva concepción sobre el autor y un nuevo concepto de originalidad todas las obras tenían, por tanto, que diferenciarse las unas de las otras y así fue como plagiar y copiar fueron convirtiéndose en cosas cada vez peor vistas y, definitivamente, delictivas. Sin más.

Ese cambio de conciencia descubrió la dimensión gigantesca de la obra de Cervantes por haber sido la primera, la original, la que lo petaba, a la hora de mezclar géneros y puntos de vista, de estar estructurada de la manera en la que lo está, de dar voces a unos personajes y a otros en los momentos en los que lo hace. 

En general se reconoció a Cervantes como el “inventor”/”creador” de un universo nuevo que en nada tenía que ver con lo visto hasta entonces.

En los años venideros la lucha por la erradicación del analfabetismo, el acercamiento de la cultura a las masas y un abaratamiento de los costes en la producción cultural fueron aumentando el número de voces y, por tanto, también, fue más difícil ser un autor genuinamente original. En la actualidad, paradójicamente, volvemos a insistir (como el autor de esa historieta) en dar la producción cultural como cerrada por completo y, por tanto, obligamos a la gente a que comprenda que ser original ya no es un valor porque es imposible ser original ya que nuestra herencia cultural es tan grande y diversa que hemos agotado todas las posibilidades de inventar cosas nuevas.

Estoy un poco en contra de esas afirmaciones taxativas y de esos sermones laicos interesados sobre esta cuestión. La creación siempre será posible y la originalidad también. Seguramente no en las temáticas pero sí en la forma de hacer las cosas, de narrarlas.

Es imposible escapar de las influencias, de los “basados en”, pero esto es normal en tanto en cuanto pertenecemos a una tradición que, a la vez, nos enseña los pasos para nuevas formas de creación. Hay que huir en sentido contrario o defenderse con una pistola de la gente que dice “no tengo influencias” porque, sobradamente, sabemos que es mentira, que la tradición es aprendizaje y que, cuanto más amplio sea este aprendizaje, más rico será nuestro arsenal creativo. La inspiración, la dichosa inspiración, también proviene de ahí. Es simple de entender y no hay que negarla, es más, hay que reconocerla. Sergio Leone, inventor de el “Spaghetti Western” (una relectura, un subgénero, alimentado por la necesidad, la geografía y los departamentos de producción antes incluso que por trasladar una “visión nueva” al propio western) decía de sí mismo: “Reconozco que soy el padre de muchos hijos de puta”. Una frase que podía interpretarse igual para reconocerse como inventor de un género nuevo y también como el colaborador necesario para que otros hubieran envilecido el western clásico o, también pensemos en estos términos, como el reconocimiento de que el “Spaghetti western” tenía más padres-creadores-autores además de los directores y guionistas norteamericanos.

Pese a todo a Leone no se le ocurrió rodar “La Diligencia” sin avisar de que, en realidad, la idea original no era suya o intentó pasar un guión de otra persona por un guión propio que es de lo que se trata el plagio.
Desasistir al autor de la autoría, de los derechos intelectuales sobre sus invenciones, justificándolo con argumentos torticeros es, en realidad, abrirle las puertas a que haya gente que se nutra del trabajo de otra gente y nos llevaría, por ejemplo, a eliminar las oficinas de patentes en tanto en cuanto las invenciones en el campo industrial también deberían de ser desasistidas de cualquier derecho intelectual, de cualquier autoría. 

Es evidente que la invención de una válvula de plástico para hacer funcionar un corazón enfermo es muchísimo más importante (¡Salva vidas, maldita sea!) que sacarse del magín una novela (¡Solo sirve para entretener!) pero en términos de esfuerzo intelectual supone, a veces, las mismas horas de trabajo. En realidad escribir, pintar, tallar o rodar una película también son actividades que pertenecen a un aprendizaje, son trabajos donde existe la profesionalización y, aunque tienen su parte de inspiración (ahí está el detalle, la diferencia entre unos autores y otros), pueden reproducirse. Es decir, se pueden aprender las técnicas para llevarse a cabo. Defiéndanse a palos de esos autores que dicen que lo suyo es todo inspiración y que el trabajo solo es una parte del asunto. Mienten como bellacos de forma interesada, quieren hacerse pasar por seres especiales y esperan desalentarlos con sus palabras recordándoles que ustedes no lo son. Menudos caraduras. Recordemos a Picasso y su “Si llega la inspiración que me coja trabajando”.

A efectos prácticos legales, en realidad, pasando por encima la importancia o trasdendencia de las cosas (algo que se dirime en la condena y no en el veredicto) no hay mucha diferencia entre que un empresario de reactores para aviones use un modelo copiado a otra empresa y un escritor que copia de arriba abajo la novela de otro autor. Más que nada porque ambos reconocen así su incapacidad para producir algo bueno por sí mismos y, sobre todo, esperan ganar dinero con ello.


Por eso hay una diferencia enorme, que creo que haya podido explicar en el texto, entre lo que es coger cosas de una tradición, de acudir a otros autores que admiramos y con los que aprendemos, y directamente plagiar o fusilar que es una cosa más bien fea. Un delito si con ello pretendemos dinero y una estupidez ególatra si lo único que queremos es apropiarnos de algo que no es nuestro para darnos pisto. A mi, como a mucha otra gente, en el transcurso de mi vida profesional me han plagiado algunas cosas. Siempre me he sentido mal. Sobre todo cuando descubres que otro ha ganado dinero  a tu costa. Reconozco que mi enfado ha sido mayor cuando me he enterado de que la cifra recibida por copiar y pegar algo mío (en tanto en cuanto no existía antes de que se me ocurriera ponerlo en un papel) fue alta (en una ocasión, nada más) pero que la sensación de mierda era la misma que, cuando en el colegio, alguien intentaba pasar una redacción que acababa de copiar de un libro como suya o cuando una vez no tuve tiempo para terminar una tarjeta de felicitación de “El Día de la Madre” y tuve a bien escribir una que había leído por ahí. Me declaro culpable de aquello. Durante todo el tiempo que la felicitación de cartulina estuvo a la vista no podía pasar por su lado sin que se me pusieran la cara como si me acabara de quedar dormido sobre una placa vitrocerámica. Me declaro culpable también de no reconocer aquello hasta hoy mismo y eso que han pasado como 30 años. Era joven y necesitaba el reconocimiento de mi madre, eso es lo único que me justifica.