lunes, 24 de agosto de 2009

El mundo es un lugar menos hermoso si te acuerdas de George Orwell

Dando una vuelta por aquí y por allá me he encontrado con el blog "los dos minutos de odio" y gracias a esa buena gente me he encontrado con este hermoso vídeo producido por la buena gente de la plataforma Hazte Oir...


Dios existe y hay gente que es testigo. Cuantas más veces pones el vídeo más te convences de que allí arriba en las alturas hay un ser superior hacedor de Cielo y Tierra que te observa mientras haces cosas feas como tocarte la cosita o montas un chiringuito financiero...y llora y sufre porque aunque él sea omnipotente y gigantesco y tú solo seas una cagadica de mosca pegada a un trozo de roca flotante él te ama....

Pero entonces te acuerdas del cabrón de George Orwell y de uno de sus libros "Rebelión en la Granja". Recuerdas el punto exacto en el que los cerdos tomaron el poder de la Granja Manor para darle libertad a todos los animales y uno de ellos, Snowball, escribió unas leyes básicas para el funcionamiento de la granja, leyes sencillas y universales que incluso cualquier idiota podría aprender:


1.Todo lo que camine en dos piernas es un enemigo.
2.Todo lo que camine sobre cuatro patas o tenga alas es amigo.
3.Los animales no deben usar ropa.
4.Ningún animal debe dormir en una cama.
5.Ningún animal beberá alcohol.
6.Ningún animal matará a otro animal.
7. Todos los animales son iguales.

Y luego te acuerdas de que Snowball fue demasiado débil y que otro cerdo, Napoleón, se hizo con el poder y las leyes comenzaron a cambiar y que ya los animales sí podían dormir en camas si estas no tenían sábanas, podían beber alcohol pero no en exceso o podían matar a otro animal si tenían motivos suficientes. Después Napoleón alteró la última regla por un sucinto:

Todos los animales son iguales...pero unos son más iguales que otros.

Y a sabiendas de que el atropello ya era máximo y la mentira cada vez menos sotenible reunió a todo el rebaño de ovejas de la Granja Manor para que recitaran todos los días las nuevas leyes e, incluso, cuando los cerdos ya se parecían completamente a los humanos y comenzaron a andar distinguidamente a dos patas en lugar de a cuatro mandaron a esa mismas ovejas a decir eso de "¡Dos patas mejor que cuatro!".

Hay días en los que te gustaría no haber leído jamás a Orwell.

jueves, 20 de agosto de 2009

Resacón en las Vegas


Hace algunos años entrevisté a Ben Stiller y Owen Wilson en Londres cuando ambos estrenaron la versión cinematográfica de Starsky & Hutch. En el planning también entraba una entrevista con su director, Todd Philips, pero ninguno de los periodistas que estaban convocados conmigo se quedó para entrevistarlo aduciendo que no era demasiado interesante para sus publicaciones.

Yo sí me quedé...no lo hice por profesionalidad ni por nada parecido porque yo sabía que tampoco podría colocar una entrevista con un director casi desconocido cuyas dos películas anteriores (Old School y Road Trip) habían pasado desapercibidas. Lo hice porque el tipo me cayó muy bien. Como media hora antes de entrar en el Hotel Dorchester, donde estábamos convocados y donde creo que se alojaban los tres, había coincidido por casualidad con él y me había pedido un cigarrillo. Fue una charla corta pero muy divertida y me pareció buen tipo. Además, tenía otra razón de peso: durante la entrevista con Stiller y Wilson el primero me había preguntado que de donde era y le dije que de España. El tipo se sorprendió y me dijo que había estado viviendo como cinco o seis meses en San Fernando (Cádiz) cuando estuvo rodando "El Imperio del Sol" (Steven Spielberg, 1987)...le pedí diez minutos más y me los concedió a cambio de algo que tenía que ver con el flamenco y con hacer el ridículo.

El caso es que estuve charlando con Philips en una de las terrazas del Dorchester con un par de cervezas inglesas y unos cigarrillos. Hablamos de comedia y de documentales (Philips rodó "Frat house", un estupendo documental sobre las fraternidades universitarias para la serie America Undercover) pero sobre todo de John Landis, un director que me parecía que había influído mucho en sus películas y que, al parecer, Philips tenía entre sus favoritos.

En realidad ambos directores se parecen bastante: ambos son buenos directores, con mucho oficio, extraídos del ambiente de las escuelas universitarias de cine y ruedan comedias de forma clásica aunque sus temáticas siempre sean un poco pasadas de vueltas. Les une la pasión por la musica y las escenas de acción que tienen que ver con coches y un largo etcétera.

Como ya ha pasado con otros títulos de comedia norteamericanos de reciente estreno una película que se titula sobria y gráficamente "The hangover" ("La resaca") ha acabado titulándose "Resacón en Las Vegas". Vale, la peli va de un resacón y ocurre en Las Vegas pero es de un hortera que echa para atrás...Philips ya ha sufrido ese mismo trato con Road Trip (que aquí se llamó "Viaje de pirados") y Old School (titulado aquí sucintamente "Aquellas juergas universitarias"). Un trato parecido ha sufrido la divertidísimo "Hot Rod" (Akiva Schaffer, 2007) que aquí se llamó "Flipado sobre ruedas" y que se vendió como una especie de segunda parte de "Pasado de vueltas" (Adam McKay, 2006) que, ops, tenía como título original "Tallageda nights: The ballad of Ricky Bobby" (Noches de Talladega: La balada de Ricky Bobby).

"Resacón en Las Vegas" es, sin duda, una buena película que adolece de un fallo que suele acompañar a Todd Philips: se nota que le han metido la tijera. Es cierto, en todas las películas de Philips se adivinan saltos no explicados de tiempo y personajes que aparecen y desaparecen sorpresivamente dando la sensación de que todo eso que nos hemos perdido acabará, de algún modo, en los extras de la edición de DVD. La norma no escrita, y tampoco muy exacta, de que una buena comedia tiene que durar por narices 90 minutos parece no ir con Philipps que suele rodar más material del exigido. No tendría que haber nada malo si la película es buena como en este caso.

La sinopsis no dice mucho en sí: tres colegas de toda la vida y el hermano de la novia del homenajeado deciden pasar una noche en Las Vegas jugando, bebiendo y haciendo el monguer. Un comienzo que también comparte con "Very Bad things" (Peter Berg, 1998) y remotamente con "Despedida de soltero" (Neal Israel, 1984).

El caso es que, contraviniendo las normas del género cómico e inventando una especie de crossover con el thriller, los protagonistas despiertan en su suite del Ceasar Palace´s, donde se desarrolló parte de "Rain man" (Barry Levinson, 1988) que es convenientemente homenajeada, completamente destrozada. Lo malo no es eso: un tigre en el baño, un bebé en un dormitorio y la desaparición del novio son el aliño del "rude awakening" (término anglosajón que significa "duro despertar" pero que define ese momentazo en el que despiertas todavía borracho y muy bien sin saber donde en medio de un escenario destruído...sirvió como título para una canción espectacular del grupo The BellRays que sirvió como sintonía para la descacharrante teleserie "Pasados de vueltas").

Si en "Jo, que noche" (Martin Scorsese, 1985), su protagonista se enfrentaba a una noche de juerga que acababa convertida en un infierno, en "Resacón en Las Vegas" los protagonistas se enfrentan a las consecuencias de una noche de la que no recuerdan absolutamente nada, una especie de screwball comedy inversa en la que estos desastres traen consigo otros desastres.

Y es aquí donde la película adquiere sus tonos más "landisianos" y que recuerdan bastante al recorrido nocturno de Jeff Goldblum y Michelle Pfeifer en "Cuando llega la noche" (1985, John Landis porque los protagonistas tendrán que resolver un delito, las iras de un Tyson sobradamente airado y también las de un grupo de chiflados orientales armados hasta los dientes.

La tripleta de actores masculinos funciona muy bien: Bradley Cooper (The wedding crashers, The Yes man... ), ese guaperas llamado a hacer hasta ahora siempre de pijo malvado y trepa de risotada inquietante y malrollera, hace aquí de cínico compulsivo clavando el papel de "payaso listo" mientras que Ed Helms (el grasiento Andy Bernard de The Office) clava su papel de apocado dentista metido en una relación sentimental destructiva haciendo la labor de "payaso tonto". Cierra el grupo el nuevo descubrimiento de la comedia que no es otro que el "Payaso ausente" personificado en el personaje de Zach Galifianiakis, hermano de la novia con problemas de alcohol y de drogas; y desastre andante con pasado oscuro que le impiden estar a menos de 50 metros de un colegio y decir frases como "la semana que viene no puedo quedar porque los Jonas Brothers vienen a la ciudad".

El único papel secundario de mención es el de Heather Graham, que hace de streaper y antentos los fans enseña un pecho, que ha sufrido más que ninguno de los otros tres los rigores de la mesa de montaje quedando su personaje reducido casi al mínimo.

Carreras a través de Las Vegas, en una ciudad que es fotografiada de día (curiosamente, en plan CSI) y donde se desarrolla una historia divertida, bien contada, aderezada con mucha cinefilia de blockbuster y con algunos momentos brillantes que consiguen que te rías de puro nerviosismo como en las secuencias en la que los tres treintañeros talluditos tienen que encargarse del bebé.

Si "Supersalidos" y "Lío embarazoso" representaron la llegada de una nueva comedia americana y Kevin Smith sigue empeñado en crear la nueva comedia romántica de extrarradio, sin duda Todd Philips es el alumno aventajado de esa otra comedia absurda llena de accidentes de coche, golpes y alcohol ataviada con buena música y una factura técnica brillante y macarra que ya explotan otros directores como Jay Chandrasekhar (con menos éxito) y que comparte más ADN con otros productos televisivos como la malograda "Arrested development".

miércoles, 19 de agosto de 2009

Apuntes para un nuevo programa de TV


En el Saturday Night Live presentado por Jason Bateman en 2005 (y que emite estos días Canal +) hay un espectacular sketch coprotagonizado con Darrell Hammond. Bateman hace de presentador de un programa de Televisión y Hammond hace una de sus imitaciones -clavadas- de Sean Connery que es el invitado estrella. El programa se llama: "Un mono tirando caca a la cara de un famoso". El formato es sencillo: llevar a un famoso al plató del programa, diciéndole que se va a hablar de otra cosa, para que en un momento de la entrevista un mono le lance sus heces a la cara.

Fernando Trueba dirigió un programa en 1993 llamado "El peor programa de la semana", muy cercano a la filosofía de SNL, en el que Anabel Alonso y Pablo Carbonell protagonizaban un sketch de un programa llamado "¡A hostias!" en el que se invitaba a los espectadores a seleccionar a un famoso para que fuera invitado al programa y poder ser convenientemente hostiado en público.




No sé si se acuerdan pero "el peor programa de la semana" era inteligente y divertido, malhablado, independiente y se permitía el lujo de reírse de todo el mundo con esa inconsciencia propia del que parece no conocer muy bien el país en el que realmente vive.

El sketch que basa su comicidad en un programa de televisión que jamás podría emitirse ya era viejo y fue ensayado por Monty Python en su Monty Pytho Flying circus bajo el nombre de "Blackmail" (chantaje"). Esta vez Michael Palin interpretaba al presentador de un programa que se dedicaba a seguir a anónimos ciudadanos y les pedía una suma de dinero para no desvelar los líos que tenían con sus vecinos, desfalcos en empresas y cosas así. Curiosamente Emilio Aragón, dentro de su desgraciadamente olvidado "Ni en vivo ni en directo" (1984), interpretó un sketch clavado.


Espero que dentro de poco cualquiera de estos sketches atraviese la frontera que existe entre la idea descabellada y la realidad para convertirse en un programa. De hecho, teniendo en cuenta el placer que los programadores de las diferentes cadenas de televisión tienen por esos formatos-monstruo en los que sin empacho se mezclan varios formatos de diferentes procedencias podemos disfrutar de un programa que:

A) Engaña a todos los invitados que van hasta el plató.


B) Se les lanza caca de mono a la cara.


C) Se les chantajea.


D) Se les invita a fostiarse o a ser fostiados.


No dudo de que la sobremesa de nuestras cadenas necesita un programa espectáculo de estas características. Sería vibrante, sería divertido, sería sangrante pero, sobre todo, nos permitíría descubrir que lo que mejor se nos da en este país no es hacer reír si no inventar fórmulas para reírnos de los demás.

Y, claro está, para arrancarle mucha más audiencia al asunto no habría mejor cosa que ponerlo en horario de sobremesa que es donde parece que se ha trasladado la batalla por el share actualmente.

martes, 18 de agosto de 2009

Lewis versus Johnson...y Usain.


En los años 80 bautizaron a Carl Lewis como "El hijo del viento". Era una especie de atleta total que ganó medallas en 100, 200, relevos 4x100 y salto de longitud...no recordamos a ningún atleta de velocidad de aquella época excepto a él y a Ben Johnson.

Johnson, un jamaicano nacionalizado canadiense, comenzó a correr a la misma edad que Lewis y tenía destinado un papel en la historia: la de segundón. Lewis era guapo y reinaba en el Hollywood de los atletas norteamericanos, el molón Santa Mónica Track Club, el club de atletismo californiano que exteriorizaba el retorcido sentido de la estética y el glamour que se tenía en la década de los 80, y tenía ínfulas de estrella: Lewis quería cantar (lo hizo bastante mal), actuar en pelis y, como no, unió su cara a cientos de campañas destinadas a la protección de la infancia.

Sin duda Lewis molaba y era "cool" algo que no pasó desapercibido para Philip Knight, dueño de Nike, que lo convirtió en el primer atleta que no era solo alguien llamado a la gloria deportiva si no también a la publicitaria...Knight, cuya tésis universitaria giraba alrededor de la revolucionaria idea de trasladar los centros de producción a países del tercer mundo, lo había intentado una década antes contratando en exclusiva al corredor Steve "Pre" Prefontaine (el primero en calzar unas zapas de su marca) que destilaba un rollo Steve McQueen setentero irresistible y que desgraciadamente compartía con la estrella cinematográfica un caracter ultramontano y difícil y un destino fatal: murió joven.
El caso es que, rápidamente, las maniobras publicitarias encontraron en Johnson a la némesis oficial de Lewis porque, en contraposición con él, era feo, cachas como un portero de discoteca, de ojos saltones pero, sobre todo, ¡Era canadiense! ¡Ni siquiera canadiense de verdad! ¡Era un jamaicano que se había hecho canadiense a cambio de dinero!



El atleta jamaicano-canadiense además no era elegante, era un currela de la pista, un cutre, un intruso y no era ni la mitad de elegante que Lewis. Mientras que el norteamericano cruzaba la pista con una elegancia de modelo y un corte de pelo de 200 dólares, Johnson basaba su velocidad en una salida explosiva, casi brutal...si Lewis era un elegante leopardo, Johnson era una hiena a la que un malvado doctor había dotado de unos potentes cuartos traseros. Además era bastante más bajito.

Todo había comenzado en 1984, durante los juegos olímpicos de Los Ángeles, donde Lewis personificaba la irresistible hegemonía del deporte norteamericano. Efectivamente los juegos se convirtieron en una asquerosa demostración de chauvinismo y exaltación patriótica yanqui impulsada por Ronald Reagan. Daba igual que el boicot de los países socialistas, sobre todo de Bulgaria, República Democrática de Alemania y la propia URSS, dejara sólos en la cumbre a los deportistas norteamericanos que no tuvieron empacho en recuperar la paliza que el bloque rojo le había dado en Montreal 76´ acaparando el 56% de las medallas en juego. Dicho enfrentamiento también fue imposible en Moscú 80 porque USA no asistió a la cita (tampoco muchos países de su eje) para protestar por la reciente invasión soviética de Afganistán, una decisión que se ha leído siempre como la respuesta de la administración Carter a las acusaciones que recibía desde dentro de su país de ser excesivamente blanda (y de haber pasado por alto esta invasión y haber gestionado mal la crisis de los rehenes de Teherán impulsada por un régimen, el del Ayatoláh Jomeini que había recibido el apoyo de Carter) pero también como la excusa para no demostrarle al mundo que Estados Unidos pasaba por un mal momento deportivo sin grandes estrellas que llevar a dicha cita.
Sin enfrentamientos entre rusos y americanos (yugoslavia y Rumanía acudieron diciendo que eran países "no alineados"...los segundos sobre todo para no perder toda la inversión que habían hecho en materia de explotación infantil dirigida a la preparación espartana de sus gimnastas) con los que vender entradas los juegos olímpicos de Los Ángeles podrán ser recordados también como aquellos en los que se traspasó por primera vez la frontera de lo púramente deportivo para instalarse en lo comercial. Se airearon los enfrentamientos entre los británicos Coe y Cram (el clásico combate entre el Hombre Rico y el Hombre pobre que tantos réditos había dado en la ficción) y la celebración se llenó de historias de David y Goliath como le ocurrió a nuestra selección de baloncesto que se alzaría con una medalla de plata ganando una semifinal agónica a los yugoslavos -una bestia negra- y que hubiera sido más difícil de alcanzar con la participación de los soviéticos (aunque cualquiera sabe, ya les habíamos aplastado en el Europeo).

La resaca olímpica dejó seco a Lewis. Un poco despistado quiso ser cantante y actor, sobre todo lo segundo, y se lesionó dejando el puesto a otros atletas pero sobre todo a otros como Johnson que durante los cuatro años siguientes lo estuvieron ninguneando en la prueba de los 100. De todas maneras no parecía perder fuelle y Johnson, durante todo ese triunfal paseo alrededor del mundo, no pudo quitarse la etiqueta de segundón, de fanfarrón, de rey intruso que aprovechaba el bajo estado de forma de su rival para ocupar su puesto.
Algo mosqueado se dedicó aún más a correr y llegaron los Mundiales de Roma 87´donde, por fin, y en igualdad de condiciones batió el record del mundo y a Lewis que, atónito, tuvo que conformarse con el segundo puesto pese a haber declarado días antes que todas las marcas de Johnson se habían producido en meetings privados pero que los campeonatos eran suyos.
Tras ganarle en la pista Johnson ya podía ser considerado el verdadero rey, el leopardo, pero no. Lewis, pocos días después y utilizando unos argumentos bastante débiles en los que no estaba incluído ningún estudio de biomecánica, dijo que era casi imposible científicamente que alguien corriera 100 metros en 9.83. Todos tomaron las palabras de Lewis como las del nuevo segundón pero los controles de doping contra Johnson se multiplicaron y la sombra de la sospecha comenzó a crecer a su alrededor.
De todas maneras la fortuna parecía comenzar a sonreir a Johnson que ganaba una generosa suma con sus patrocinadores. Callado y alejándose de los focos preparó la cita de Seul 88´.
En la final de aquel año estuvo representado lo más granado de la velocidad: Calvin Smith y Carl Lewis por USA, Johnson defendiendo a Canadá y Linford Christie a Reino Unido. Entre aquellos cuatro tíos estarían las tres medallas. La carrera fue un poema que duró exactamente 9.79 segundos: Johnson salió de forma explosiva, como siempre, y a más de 50 metros de la salida ya había ganado el oro, incluso se permitió el lujo de levantar el dedo al cielo en señal de victoria. La cara de Lewis, segundo, no era la de un tipo cabreado por saber que se enfrentaba a un tramposo como se había empeñado en decir en el último año, era la cara de un tipo derrotado que repetía "Oh, no". Curiosamente las imágenes del Lewis derrotado, en cámara lenta, dieron la vuelta al mundo. Ni siquiera convirtiéndose en el hombre más rápido de la historia era capaz de tener el 100% del protagonismo. Muchos prefieron titular "El hijo del viento derrotado" que "Johnson campeón".



Conseguiría ese protagonismo, todo para él, tres días después cuando dio positivo en un control por una sustancia llamada stanozolol. Clamó por su inocencia pero las medallas acabaron recayendo en el pecho de Lewis, Christie y Smith. Las cosas volvían a su lugar y el bufón transitorio que había querido ser el rey tuvo que soportar una sanción de tres años no exenta de polémica. Durante aquellos años declaró haber tomado también esteroides y la IAAF le quitó todos sus records mundiales y sus medallas en los mundiales. Invalidó también cualquer marca entre 1987 y 1988 eliminando a Johnson de la historia del atletismo.
Desde entonces todo fueron problemas y ruido. Johnson y otros atletas no clamaron por su total inocencia pero aseguraron tomar sustancias ilegales para estar a la altura de los que sí las tomaban y que nunca eran pillados por la sencilla razón de que representaban a países donde se hacía el mismo esfuerzo por desarrollar superatletas que por inventar sustancias que sirvieran para saltarse los controles.
Se supo que Mitchell, Lewis y Christie así como otros reyes de la velocidad habían tomado esteróides y otras cosillas pero jamás fueron obligados a devolver sus medallas y a ser igualmente borrados. La mejor prueba es que la última vez que se enfrenta
Johnson volvió a la pista en 1991 con marcas discretas que fueron mejorando poco a poco. Con cabezonería se esforzaba en volver a una élite que ya le quedaba simplemente fuera de la vista. Estuvo a punto de rozar la gloria en los juegos de Barcelona de 1992 pero se tropezó en la salida y el equipo canadiense de 4x100 fue descalificado por una entrega irregular del testigo. Desquiciado declaró: "todos los finalistas están dopados". En 1993 volvió a correr distancias de 50 y 60 metros y parecía otra vez en la élite pero también fue descubierto en un control por testosterona. El primer ministro canadiense, Pierre Cadieux, lo declaró "vergüenza nacional" y se mantuvo un debate público sobre la posibilidad de quitarle la nacionalidad y la IAFF lo suspendió de por vida.
Se metió en un proceso judicial largo y doloroso mientras que permitió convertirse en una atracción de feria para la mediocre liga de fútbol canadiense donde quiso probar como jugador profesional. La cosa terminó en desastre.
Además de eso, y como buen malo de película, Ben Johnson intentó hacerse una carrera como preparador personal y fue contratado por Diego Armando Maradona en 1997 en una de esas maniobras publicitarias que son una broma de mal gusto: El Pelusa, que sufrió una sanción de 15 meses por no pasar un control en el Mundial del 94 (En Argentina hay quien dice que aquello fue un burdo engaño para evitar que mostrara su simpatía pública por el Ché y el régimen cubano...) quería volver a la élite deportiva contratando a otro juguete roto para recuperar la forma física y poder jugar unos años más con Boca Juniors. Tuvieron problemas de toda índole, entre ellos que Maradona dio positivo por cocaína poco tiempo después.
En una entrevista concedida después de su experiencia argentina (que debió de ser de traca) declaró que había vivido casi toda la década encerrado en el sótano de la casa de su madre leyendo y viendo películas, con miedo de salir a la calle para no enfrentarse con la cara de sus vecinos y con el silencio acusador que lo acompañaba en sus pocas salidas. Convertido en un apestado volvió a la luz pública cuando se supo que había sido contratado por Muammar el Gadafi para que ayudara a su hijo, Qhadafi Al Saaidi, a ponerse en forma para iniciar una carrera como jugador de fútbol. El hijo del dictador libio fue también descalificado por dopaje...pero eso no fue lo que llamó la atención de los medios si no que Johnson había sido asaltado por unos rateros en Roma, durante una escala, que le sustrajeron una cartera con cerca de 9.000 dólares, los persiguió pero no fue capaz de pillarlos.
Su última carrera profesional, y su última intentona por volver, se produjo en 1999 cuando tenía ya 38 años. Alcanzó una digna marca de 11 segundos pero también se le detectaron sustancias prohibidas en la sangre. Desde entonces no volvió a pisar una pista excepto para ser preparador de algún atleta joven.
Johnson siempre ha defendido que se dopó para rendir al nivel de sus rivales que también se doparon, que tenía más talento de lo que se ha dicho nunca y que su estilo (el estilo fiero de salida explosiva) ha marcado a toda una generación de corredores de velocidad. Es posible que tuviera razón, como ejemplo siempre dice lo mismo: En 1991 se enfrentó por última vez a Lewis en una pista. Lewis quedó segundo y no pudo bajar de los 10.20 y él quedó séptimo marcando 10.46. Lewis dijo que ya no estaba en plena forma y todos le creyeron sin pensar que, a lo mejor, esa diferencia también se debía a la ingesta de sustancias prohibidas. Ya sabes lo que dicen: los malos valen para un rato pero luego hay que eliminarlos para tranquilizar al espectador y para que el héroe se tome su merecido descanso.
La batalla Lewis-Johnson vino bien al atletismo y animó a los patrocinadores a buscar nuevos talentos, a bajar las marcas cada vez más poniendo la tecnología al servicio del deporte: centros de alto rendimiento que preparan a los atletas, utilización de nuevos materiales hiperligeros para los uniformes o que buscan la total aerodinámica (monos de pies a cabeza como los que usaron Carl Lewis y Florence Griffith), zapatillas diseñadas para ser una segunda piel y que se agarran al tartán como neumáticos de F-1, una gama espectacular de productos más o menos legales (antes de que la EPO fuera prohibida se consideraba que sería la sustancia que revolucionaría el deporte, como así ha sido) y, sobre todo, unos planes de entrenamiento dignos de caballos de carreras donde nada se deja al azar desde la alimentación hasta los ciclos de sueño.

Para desgracia de tanto preparador un tipo de Jamaica, Usain Bolt, ha irrumpido en el escenario deportivo como un huracán y no solo porque haya acumulado records espectaculares si no porque demuestra que muy poco o nada tienen que hacer todo ese dinero gastado frente al talento natural. Usain no corre utilizando un mono de lycra y prefiere la camiseta sin mangas de toda la vida, entrena descalzo en una pista del tercer mundo y entrenarse dentro de un programa como el jamaicano que no cuenta con el presupuesto de los países desarrollados. Por si fuera poco parece que ni siquiera controla su dieta y que nadie le impide beberse una coca-cola o hincharse a comer alitas de pollo picantes después de correr una carrera.

En el terreno de lo comercial ni siquiera necesita una némesis porque parece sonreir a todo el mundo. Si Lewis representó el glamour de los 80 y los velocistas norteamericanos se han hecho un hueco por sus declaraciones desafiantes y sobrados gestos de superioridad, Usain parece creer en la sonrisa y en representar los valores externos más positivos y folclóricos de su país así como el triunfo de la humildad sobre el dólar o el euro y, aunque podría haberse nacionalizado en cualquier país del mundo, ha preferido seguir siendo jamaicano de corazón y de pasaporte.

Si en otros tiempos necesitamos de choques entre bloques, o de enemistades entre deportistas para mirar una retransmisión de atletismo ahora parece que nos acercaremos a ellas por saber cuál va a ser la próxima marca de Bolt, por saber si lo veremos pasar la línea de meta sacándole diez metros al de atrás y levantando las manos pensando en que acaba de perder la oportunidad de pulverizar otro record. Vale la pena.

sábado, 15 de agosto de 2009

Echar un clavo


Dicen que la expresión "echar un clavo" se remonta a los tiempos del descubrimiento de América. Cuenta la malsana leyenda negra que, nada más llegar Colón a América, los gallardos marineros españoles se aburrían como las ostras. Bien sabe Alá que nuestro carácter es muy parecido a nuestra gaseosa, es decir, que al igual que esta pierde el gas al poco tiempo de estar abierta la botella nosotros perdemos el interés por cualquier cosa apenas unas fecha después de que esta pueda ser considerada como una novedad.

El caso es que el personal se aburría y que los marineros andaban mascullándose de que aquello era un paraíso en la natural pero que ni el oro florecía en los árboles, ni había rastros de que existiera un sitio llamado Fuente de la Eterna Juventud donde tomar las aguas y quitarse unos años. Para que nos hagamos una idea: los marineros tomaron la misma actitud de hastío y de "he tirado el dinero" que tienen los turistas al tercer día de estar comiendo filetes empanados en el bufet libre del resort vacacional.

Nadie sabe como, es una leyenda, pero alguno de ellos tomó conciencia de que aquellas muchachas autóctonas eran bastante más receptivas al sexo que nuestras paisanas españolas, seguramente porque estas andaban con los pechos al aire y, claro está, desinformadas de la opinión que sobre vestimenta y relaciones prematrimoniales tenía la Iglesia cristiana pre-cismática (no miren el libro de historia porque la opinión sigue inamovible desde entonces y es la misma que ahora: sexo no, dentro del matrimonio sólo para concebir y entre algunas ramas de la misma el sexo sólo está permitido si tiene caracter no consentido y se produce en una pareja en la que uno de los miembros es un menor y la otra una persona que haya sido ordenado sacerdote como puede verse en este interesante documental...ay, las manzanas podridas).

El caso es que sin lugares para el ligoteo tales como verbenas, bailes populares, discosteques, pubes etc. y mucho menos con lugares abiertos donde comprar una fruslería con un "hoy te quiero + que ayer pero - que mañana" los marineros se pusieron a darle al magín para saber qué utilizar en el cortejo de aquellas muchachas.

Lo encontraron en la fascinación que las personas autóctonas tenían por las cosas hechas con hierro, un material desconocido y que pronto descubrieron mejoraba bastante tareas como abrir cocos, calentar baldes de agua más rápidamente y cosas así.

El caso es que a uno de aquellos fogosos descubridores se le ocurrió regalar a una de aquellas muchachas un clavo de la embarcación y descubrió el buen efecto que los regalos que se hacen con el corazón y no por interés (como bien sabe el Presidente Camps) tienen en las personas buenas y también desinteresadas (el caso mismo de Camps).

Así poco a poco los marineros fueron arrancando clavos de las tres carabelas -exactamente de las dos carabelas y de la nao Santa María- hasta el punto de peligrar el encaje de las piezas de madera y convertir el descubrimiento en una clase acelerada para montar muebles de Ikea.

Dice la leyenda que, desde entonces, Colón prohibió que se arrancaran clavos de los barcos y que se restituyeran los robados (que no estaba el presupuesto para bromas) y, claro está, quedo eso de "Echar un clavo" sinónima de "echar un polvo", "casquete" o similar...

Pues nada, que aquí les dejo algo ligero para que se entretengan y, por cierto, ¿Cuál es su teoría al respecto?

martes, 11 de agosto de 2009

"American swing": tiempos sucios y divertidos


En los años 70 Nueva York se convirtió en la capital oficial del mundo occidental. Pasados los febriles y comunitarios 60 la intelectualidad abandonó atropelladamente el Oeste huyendo del violento y repentino invierno que aniquiló la primavera de las flores y se volvió a refugiar en los 70 para inaugurar una década más individualista.
A toro pasado la clase media norteamericana comenzó a asumir los cambios que la revolución hippie había propuesto, y que hasta ese momento se habían considerado como descabelladas, y se generalizaron las protestas contra la guerra de vietnam (mucho más amplias y virulentas), se comenzó a liberalizar el mercado editorial, la industria cinematográfica entró en una barrena (que fue mitigada por una nueva generación de barbudos que hacían cine de autor) y, en general, la perspectiva de una vida menos encorsetada se hacía bastante patente.

Las convulsiones sesenteras (una década llena de crímenes de estado, revueltas sociales y raciales, el recrudecimiento de la guerra de Vietnam, el terror nuclear y la Guerra Fría...) habían desgastado poco a poco a los norteamericanos de USA y los sumió en una necesidad de divertirse (algo parecido le pasó a la corte Española, sólo a la Corte, cuando murió Felipe II y subió al poder Felipe III...pero esa es otra historia) y sobre todo de conocer otros mundos que estaban en este...nada más y nada menos que subirse al carro de eso que se llamó Revolución sexual.

Nueva York se convirtió en toda una referencia por distintas razones,por un lado había asumido definitivamente la capitalidad intelectual (dejando a los californianos el negocio de la televisión y el cine de entretenimiento) pero también asumiría la de la capital del entretenimiento para adultos y sólo para adultos.

Studio 54 así como otras grandes discotecas inauguraron la etapa del disco, una etapa famosa por los cambios de consumo (de hecho EE.UU. parecía querer resarcirse de una década en la que se había hecho bandera del "no consumo") en el campo de la moda (la gente comenzó a vestir como si todas las noches hubiera que asistir a una fiesta), la música (sonidos más urbanos, nacidos en los clubes, hechos por grupos nacidos en los cinturones industriales de las industriales ciudades del norte) y también de las drogas donde se dejó paso a las sustancias de consumo comunal que garantizaban experiencias comunales (básicamente alucinógenos, opiáceos y marihuana) para meterse de lleno en la cocaína que garantizaba 100% de pasotismo inducido químicamente y luego, un poquito más tarde, del consumo masivo de la heroína (no tan famosa en los años 60) y también esa necesidad de hedonismo de medio pelo.

Las películas X, estrenadas al principio con la etiqueta de películas científicas, comenzaron a hacer esa labor. Unas películas que no podrían haberse estrenado nada más que cuando la industria del cine necesitó una inyección monetaria extra y decidió saltarse a la torera el código Hays que había constreñido la creatividad durante unas cuatro décadas.

El interés de los americanos por el género ínfimo, circunscrito básicamente a chungas emisiones privadas de películas ilegales o europeas, se disparó en aquellos años de tal modo que "Garganta profunda" (Gerard Damiano, 1972), que había costado 25.000 dólares recaudara más de 600 millones de dólares o que otras películas como "Tras la puerta verde" (1972, hermanos Mitchell) fuera de las más taquilleras del año, también que Playboy o Hustler alcanzaran su esplendor en estos años abandonando por completo el lugar de semilegalidad de la que habían (no) disfrutado.

Tan necesitados estaban los norteamericanos de impulsos y de nuevas experiencias que decidieron inaugurar (con el discreto patrocinio de Henry Kissinger) una liga profesional donde el Comos de NY ponía el glamour y los grandes jugadores (Chinaglia, Pelé, Beckembauer, Cabañas, Neeskens...) mientras que los San Louis Earthquakes ponían el oficio y los títulos...al menos al principio.
Esta historia se puede ver en el divertidísimo documental "La asombrosa historia del New York Cosmos" (2006, Paul Crowder&John Dower) que resume la historia oculta de este chiflado experimento deportivo y que tiene mucho que ver con el documental "American swing" (2008, Jon Hart&Matthew Kauffman) que trata de la historia de uno de los personajes más bizarre de la historia de Nueva York: Larry Levenson.

Conocido como el "Rey del Swing" su apodo no le venía por mover bien el palo de golf, ni tampoco por cantar como Frank Sinatra aunque llegó a tener tanta fama como él. Lo de swing le venía por ser el rey de los swingers o, lo que es lo mismo, el intercambio de parejas.

Aficionado a este tipo de prácticas desde los años 50, Larry era un enfebrecido aficionado al sexo. Muy trabajador pero muy mal empresario decidió unir su afición (zumbar) con su sueño (hacerse rico) y se dio cuenta de que todos los intercambios de parejas se producían en el ámbito privado, dentro de domicilios y entre personas que comenzaban a aburrirse de estar siempre juntos. Larry se fijó en que los bares gays ofrecían fiestas de sexo liberal y abierto y que el ambiente llevaba bastante adelanto en lo que a esa materia se refería. De ese modo decidió calcar el modelo de negocio y alquiló una vieja sauna gay neoyorquina para abrir su primer y único negocio: Plato´s retreat. O, lo que es lo mismo, el Retiro de Platón.

Semejante chiflado nombre convirtió su local en un lugar de referencia y, de buenas a primeras, lo convirtió en todo un personaje que se sentaba todas las noches en un trono junto a su novia (y socia) Mary.

Contado con ritmo y con gracia "American swing" hace un repaso del auge y la caída del local y del personaje, los personajes famosos que acudían con ganas de marcha (Richard Dreyfuss y el elenco de SNL, el actor porno Ron Jeremy que tiene como siempre mucha gracia en sus testimonios), escritores, periodistas, artistas y también el testimonio de clientes anónimos que recuerdan el lugar con una mezcla de caspa sentimental y pulsión naïf digna de ser vista. Aunque se queda un poco flojo o se oscurece en algunos aspectos interesantes -como la conexión de Larry con la mafia o la ruptura entre los dos socios- lo cierto es que te hace pasar un buen rato y te retrotrae a unos tiempos fugaces en los que el SIDA, uno de los asesinos del local, ni siquiera existía.

Cargado de material real que capta la deshinibición general y el rollo desenfreno un poco macarril que se respiraba "American swing" bien podrían servir para comparar semejante libertinaje con los actuales tiempos en los que parece que todo el mundo agradece eso de que el personal se la coja con papel de fumar.

Por cierto, puede verse aquí. Pero no digáis que os lo he dicho.

lunes, 10 de agosto de 2009

Jacobinos, girondinos, dos francesas y el uso de la libertad


Marie-Jeanne Roland de la Platiere está considerada como uno de los personajes más influyentes de la Revolución francesa. Ligada ideológicamente a la facción girondina, como su marido Jean Marie Roland, Marie-Jeanne no ostentaba ningún cargo público por la sencilla razón de que las mujeres no podían ni siquiera votar...algo que se contradice un poco con el lema "liberté, egalité et fraternité".

Eso no fue obstáculo para que Madame Roland se convirtiera en un personaje conocido dentro de los círculos políticos, escribiera artículos de fondo en prensa pero, sobre todo, sirviera como catalizadora de las diferentes facciones de la Revolución invitando a los salones de su casa a cualqjuier dirigente fuera girondino o jacobino. Lúcida, inteligente y tremendamente formada pronto sus cualidades comenzaron a hacer saltar las alarmas y sus virtudes, que hubieran sido aclamadas en cualquier hombre, le hicieron ganarse fama en París de ladina, manipuladora y, sobre todo, ambiciosa.

Antes que nadie la Roland sospechó que las luchas internas por el control de la recién nacida República eran un elemento más peligroso para el desarrollo revolucionario que el contínuo asedio de las monarquías colindantes y que el poder estaba comenzando a corromper el fin último de la toma de la Bastilla.

Cuando el enfrentamiento entre la Montaña, nombre que recibían los diputados que se sentaban en la parte más alta de la asamblea y que estaban formados por una mayoría jacobina, y los girondinos comenzaba a ser ya sangrante, en todos los sentidos, los Roland elevaron una queja a la cámara en la que denunciaban estos hechos y los excesos de algunos cargos públicos en el desarrollo de sus funciones.

Seguramente esos comentarios proferidos unos meses antes hubieran pasado completamente desapercibidos pero muy pronto los jacobinos comenzaron a pensar que semejantes comentarios eran demasiado graves como para no ser considerados como "derrotistas" y "desafectos a la causa" y cayó sobre el matrimonio, pero sobre todo sobre Madame Roland una carga de denuncias y de publicaciones de libelos que provocaron que la propia dama se presentara ante la Asamblea para, personalmente, aclarar los hechos.

Sin embargo, y pese a su elocuencia, el 1 de junio de 1793 Jeanne-Marie fue apresada. Su marido corrió mejor suerte y pudo huir a Ruán. Confinada en La Conciergerie se dedicó a escribir unas flojísimas memorias (Appel a l´impartialité posterité) y a sobrevivir al encierro pensando que aquello sólo sería un incidente que se resolvería rápidamente.

Para su desgracia el 11 de julio de 1793 Charlotte Corday, también girondina, se presentaba en casa de Jean-Paul Marat con la excusa de presentarle una lista de antirrevolucionarios que se esconden en Normandía, lugar en el que ella reside. Marat, enfermo de la piel, recibe a la Corday mientras se da un baño terapéutico. Interroga a la muchacha que le da ocho nombres que el político apunta en un papel. No le da tiempo porque su interlocutora lo apuñala en el pecho. Será ajusticiada el 17 de julio después de un juicio sumarísimo.

El asesinato de Marat impulsa las tésis jacobinas de aplicar medidas de terror para acabar con los enemigos de la Revolución bueno, y también, con los enemigos de los jacobinos lo que precipita el final de Madame Roland que entiende que no saldrá de la cárcel de camino a su casa si no de camino al patíbulo. El 8 de noviembre es trasladada a la Plaza de la Revolución (paradójicamente la actual Plaza de la Concordia) y sube al patíbulo pero antes de ponerse de rodillas se inclina teatralmente frente a la estatua dedicada a la libertad que adorna el enclave y dice estas palabras:

"¡Libertad! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!"

La noticia llega a oídos de su marido, en aquél momento escondido cerca de Lyon, que se suicida dos días después.

La historia de Madame Roland y de Charlotte Corday me vino rápidamente a la memoria cuando leí una frase que Michael Blomkvist, el indisimulado alter ego de Stieg Larsson, dice en uno de los párrafos de "La princesa en el palacio de las corrientes de aire", en el que explica que todas las leyes suecas se basan en la sacrosanta libertad de expresión, y que es algo así:

"Muchos de los fanáticos de la libertad de expresión son pederastas o ultraderechistas".

"Hostias, que cabrón" dije para mis adentros removiendo al pequeño amante de los derechos constitucionales que hay en mi, cerré el tocho y reflexioné (no estoy acostumbrado y me hice daño) que, en realidad, Blomkvist/Larsson tenía ciertamente razón y que, en estos cochinos tiempos, la palabra "libertad" comienza a tener un uso que utilizado según en qué bocas crea un ambiente más nervioso que el de una boda de la Mafia.

Digamos así que cual jacobinos chiflados muchos medios de comunicación de indisimulada postura ultraderechista -no confundir con esos señores rapados que tan bien viene azuzar de cuando en cuando en contra de las personas desarmadas y entiéndase el término como "aquello que se coloca más allá de lo que puede ser una postura política conservadora humanamente tolerable si es que eso existe y es juicioso pensar que la historia dice que no"- vienen invocando su derecho sacrosanto a "expresarse libremente" creando la sensación entre sus espectadores, radioyentes o televidentes que, en realidad, no se les permite hacerlo. El número de publicaciones digitales y analógicas, cadenas de radio y licencias televisivas dirán lo contrario pero siempre está bien posicionarse en el victimismo cuando uno se dedica profesionalmente al exabrupto.

Atenerse a la "libertad de expresión" es lo que suele hacer el tertuliano de turno unos segundos antes de soltar un berrido y es una acción que popularmente se conoce como "poner la tirita antes de hacerse la herida".

Si bien la "libertad de expresión" es un derecho que permite que cualquier ciudadano (incluso el más imbécil y el que ganaría un concurso global de decir idioteces) pueda decir libremente lo que opina (incluso el menos informado y el más asno de todos) lo cierto es que dicho derecho es incompatible con la publicación de falsedades, la emisión de eructos proyectados contra la cara de este o del otro y un largo etcétera de chismorreos, verdades a medias y, en general, libelos empaquetados en forma de noticia. En fin: no es que uno pueda publicar lo que quiera, que es lo que parece que quieren darnos a entender, si no que uno públicamente puede opinar de lo que quiera sabiendo que tendrá que atenerse a las consecuencias de sus propias palabras o actos que es lo que, en todo momento, esta pandilla de "amantes de la libertad" quieren evitar a toda costa.
Así, la única defensa de Losantos ante el alcalde gafotas en los juzgados fue murmurar que estaba expresando una opinión personal pese a que, bien sabía, Don Federico que esa "escuela del periodismo español" de la que hablaba Francisco Umbral y en la que nos hemos criado todos tiene más de opinión que de información o, al menos, tiende recurrentemente a impregnar lo segundo de lo primero.

Los medios populistas norteamericanos, que es en los que nos fijamos todos, saben bien que acudir a la palabra "libertad" se convierte en una jugada en la que todo son ventajas: aumenta los dividendos, fideliza a los clientes, crea la sensación en los mismos de que se está ante una información veraz (nadie dudaría de unas buenas personas que tienen en tan alta estima un derecho tan inalienable como este) y, sobre todo, evita las demandas judiciales o, por lo menos, predispone a enmarañar los procesos y a convertirlos en eso que se llama "procesos mediáticos" lo que aumenta la publicidad sobre los medios y etcétera, etcétera...

Pensemos en esta secuencia: Periquito C. trabaja en una tertulia televisada y llevado por el frenesí opinativo dice que el Señor X es un mangarrián sin escrúpulos que quiere que las muchachas aborten con diecisieis años para podérselas "jincar" sin utilizar condón. ¿Una barbaridad? No tanto, digamos que es una opinión que han mantenido algunos "informadores" sobre el asunto de la nueva ley del aborto.
El caso es que el Señor X está en su casa zapeando y escucha decir semejantes cosas a Periquito C. evidentemente sus hijos y su señora están en el salón y lo miran mal porque acaban de descubrir que el pater familias es, en realidad, un sátiro que maneja la legislación vigente para permitir que sus amantes adolescentes puedan abortar en caso de desliz.

Al día siguiente el Señor X acude desencajado al céntrico (y coqueto) bufete de su abogado y le pide que ponga una demanda contra el lenguaraz de Periquito C.

Cuando Periquito C. se entera de que el Señor X ha acudido a la vía judicial Periquito C., que no tiene muchos escrúpulos, se armará de razones y comenzará una defensa pública de su derecho a la "libertad de expresión" como si esta fuera una refulgente coraza que le permitiera evitar todos los mandoblazos de su enemigo y, unos segundos más tarde, hablará de que el Señor X, no contento con querer que las adolescentes hagan tiempo en la clínica abortista antes de acudir al botellón, intenta ponerle una mordaza a los medios veraces y libres recortando su derecho, claro está, a la libertad garantizada por ese derecho para decir lo que le venga en gana.

Olvida, claro está, que el Señor X tiene también derecho a no tener por qué aguantar injurias, entre otras cosas.


Como ya saben ustedes nuestro país tiene una libertad de expresión tan amplia que es el único país de la UE (y creo que de toda Europa) en el que se puede vender e imprimir "Mein Kampf" de Adolf Hitler y que algunas editoriales españolas se lucran vendiendo al extranjero copias en diversos idiomas de dicha obra. También lo hacen con los textos revisionistas de David Irving (condenado en Austria en 2006 por un delito de negacionismo tipificado en el código penal austriaco y también en el alemán donde la prohibición llega también a la exhibición pública de símbolos nazis e incluso a hacer el saludo romano...bien lo saben algunos miembros de Ultrassur que fueron detenidos al bajar del autobús en el mismo instante en que saludaron a sus camaradas alemanes de esa guisa) y con el bestseller "El mito de los seis millones de muertos" escrito por el excelso David Hoggan y que sigue vendiéndose con la misma alegría que cuando se publicó en los años 50.

Nuestra libertad de expresión es tan amplia que no tenemos una ley que impida enunciar a un profesor en un centro educativo o a un borracho en un bar cualquiera de las mentiras sobre la no existencia del Holocausto o, de manera más cercana, parece ser que no hay empacho en que cualquier persona (usando una tribuna más alta o más baja) profiera loas o frases de enaltecimiento del régimen dictatorial de Francisco Franco y es público y notorio que nuestros revisionistas de la Guerra Civil alcanzan unas jugosas cifras de ventas escribiendo libelos fascistoides y hagiografías de este o del otro criminal de guerra o, por el contrario, perfiles muy poco adecuados, cuando no directamente difamatorios, sobre este u otro personaje republicano sin que se pueda hacer nada más que acordarnos todos los días de que "la historia la escriben los ganadores" y regocijarnos en el fair-play que demuestran no ya los derrotados si no también los descendientes de estos que, al parecer, no tienen la posibilidad de defenderse de la calumnia impresa.
Es cuanto menos paradójico que un grupo de informadores, empresarios de los medios e intelectuales de todo pelo demuestren a diario su complacencia con el régimen dictatorial o, al menos, una línea de pensamiento que tiende a sostener que la dictadura fue un mal menor comparado con lo que hubiera pasado si hubiéramos caído en manos de los comunistas (al parecer todos tienen en casa una bola de cristal que les permite generar ucronías) y, pese a todo, demostrar ese enorme amor a la libertad y a todos los derechos que gracias a ella se conforman en nuestra Constitución.

Una libertad que, al parecer, no quieren para otros que también hacen una apología directa de la violencia. Digamos que si aplicamos ese "todo vale" no tiene ningún sentido que andemos poniéndole la mano en la boca a los abertzales porque, seamos serios, si apología de la violencia es decir "ETA mátalos" o garabatear una pintada de amenaza con el nombre de un tipo rodeado por una mira telescópica también lo es ser complaciente con los crímenes de estado de una dictadura o, incluso, decir que el Presidente del Gobierno es un ateo que mata bebés...¿o es que alguien se cree que cuando se señala a un tío con el dedo diciendo que es un genocida de nonatos no se está invitando a unos cuantos chalados a pegarle un tiro? ¿Alguien se cree que esas campañas sobre la ruptura de España que venimos sufriendo no animaron al Teniente General Mena a leer ese discurso en la Pascua militar de 2006 en el que advertía que de una de las consecuencias de la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña podría ser la intervención del ejército al amparo del artículo octavo de la Constitución? ¿Alguien ve alguna diferencia entre esta amenaza y otra escrita en un panfleto y dibujada en una pancarta? Que no sea el pasamontañas, quiero decir...?A que no saben qué medio defendió públicamente la "Libertad de expresión" como ciudadano del Teniente General Mena, por su cargo con más de 40.000 soldados a su servicio en ese momento, y publicó enardecido el discurso íntegro justificándolo desde todos los puntos de vista posible? ¡Pues pincha aquí! ¡Seguro que no te imaginas quién fue!


No está de más echarle un vistazo a la carta que la policía le requisó a la asesina de Marat, Charlotte Corday, y que decía así:

"Dirigido a los franceses amigos de las leyes y de la paz.

¿Hasta cuándo, oh malditos franceses, os deleitaréis en los problemas y las divisiones? Ya bastante y durante mucho tiempo los facciosos y bribones han puesto su propia ambición en el lugar del interés general; ¿por qué, víctimas de su furor, se han destruido a ustedes mismos, para establecer el deseo de su tiranía sobre las ruinas de Francia?

Las facciones estallan por todas partes, la Montaña triunfa por el crimen y la opresión, algunos monstruos regados con nuestra sangre conducen estas detestables conspiraciones... ¡Trabajamos en nuestra propia perdición con más celo y energía que el que hemos empeñado jamás para conquistar la libertad! ¡Oh francés, un poco más de tiempo, y no quedará de ustedes más que el recuerdo de su existencia!"

Y es que la libertad es como la Thermomix que todo el mundo la quiere pero que cuando la tienes no tienes ni puta idea de cómo utilizarla...

Aunque el peor crimen que se ha podido cometer contra la libertad es este...

domingo, 9 de agosto de 2009

Cumpleaños y funerales.


(Tema: "Cumpleaños total". Los Planetas)

Para mi la mejor cita de mi amigo Cesar Borregón es la siguiente: "Hacerte mayor es comenzar a hacer ruídos". No hay nada más cierto. Te levantas y te crujen huesos en sitios insoslayables, toses, haces gárgaras, te rascas como si tuvieras sarna y carraspeas como de sed. Joder, qué sed más rara, piensas, si yo anoche no bebí. Te haces mayor y empiezas a crujir (crac-crac-crac) y se te mueren los mitos.
En una semana se han largado Willy DeVille y el cineasta John Hughes. Descubrí al cantante de la voz profunda e impostada en un disco que pillé en Discoplay de su banda, Mink Deville, donde tocaba junto a Johnny Thunders. Me gustó la actitud y el disco me dejó completamente sulibeyado. Como tantos otros artistas americanos menores (o incomprendidos) DeVille encontró en Francia, y en los siempre mitómanos franceses, un refugio de fans y de ventas y en Europa un circuíto de conciertos donde cultivó su imagen de chansonnier bizarro con tendencia a bromear sobre su verdadera naturaleza: la de hombre lobo. Para desgracia de DeVille en nuestro país será recordado por ese "jitazo" titulado "Demasiado corazón" (una cosa a medias entre el sonrojante acercamiento a la música latina y los textos a lo Ricky Ricardo) que con asombrosa puntualidad pinchaban todas las noches de sábado en un local de mi pueblo justo después de "Mala vida" de Mano Negra y antes de "El ritmo del garaje" de Loquillo y los Trogloditas. Mi canción preferida de Deville es esta...



Aunque en mi freak-corazón siempre habrá un hueco para esta otra...



que grabó junto a Mark Knopfler (en su versión original) para la película "La princesa prometida".

Y eso, que hablando de películas, se ha marchado también John Hughes el tipo que dirigió "El club de los cinco". El tipo que se sacó de la manga todo el cine adolescente de los años 80 y que ha quedado como la referencia de directores como Kevin Smith (ver homenajes múltiples) y de cualquiera que se plantee hacer una película sobre teens. Me he enterado hoy de que Hughes comenzó su carrera profesional en la revista "National Lampoon´s", de donde salió la ide original para hacer "Desmadre a la americana" (John Landis, 1978) y cualquier referencia al humor USA de la década de los 70 y 80 junto a SNL, y que de ahí dio el salto a un tipo de películas que, por lo menos a mi, me han acompañado durante toda la adolescencia y a la que hago mil y una referencias. Como las películas conocidas de Hughes no hace falta que las enumere os recomiendo "Tu novio huele mal" (1991) una gran película, seguramente de lo mejor de Hughes en la oscuridad profesional que vivió en los años 90, y en la que ejerció sólamente como guionista ya que su última película dirigida ("La pequeña pícara", 1991) fue tal desastre de taquilla (el Belushi tonto la protagonizó) que le impidió volver a acercarse a una cámara ya para siempre...ya que por cuestiones que no se explican permaneció fuera de la luz pública desde 1994.

Pues eso, que dos de mis mitos pre-post adolescentes se han ido casi en la misma semana y yo he cumplido hoy mismo 35 añazos. Casi la mitad estadística de una vida cualquiera y pienso que no ha estado mal del todo. Vale que si tuviera el Delorean de Marty McFly arreglaría algunas cosas y habría leído más libros o me habría parado en algún momento para hacer eso tan cursi de oler las flores pero, bueno, que no se diga que no lo he intentado....mirar atrás es otra de las cosas jodidas de hacerse un poco más mayor y después sobreviene la vanidad (ponerte injertos de pelo de culo, comprarte un coche veloz, hacerte culturista como Aznar...) y después todas esas cosas pero, la verdad, no tengo tiempo de pararme ahora, me quedan muchas cosas por hacer, entre ellas terminar este dichoso texto...ahora mismo...y mandaros un saludo a todos...

miércoles, 5 de agosto de 2009

UP


¿Alguien se acuerda de cuando durante el verano no pasaba casi nada? Los periódicos se llenaban de cosas inútiles como suplementos "fresquitos y diferentes" en el que mostraban al mundo que el periodismo de solera también sabía ir en bermudas por la vida. Los telediarios se llenaban de incendios, de accidentes de coche y, muy de vez en cuando, una tragedia enorme cruzaba por nuestras vidas detrás de una gran pelota azul oscuro con la palabra NIVEA escrita en su panza.

Pero este verano está especialmente cabrón: Caso Gürtel, Camps convertido en nuevo martir de la conspiración socialista a escala global, terrorismo, la programación de Telecinco, el tío ese que escribe bajo el pseudónimo de Carlos Cay en El País, la polémica de la piscina de Pedro José Ramírez...

Había que darse una dósis de optimismo y convencí a Raquel para dejarse llevar hasta una sala donde proyectaban UP (Peter Docter & Bob Harrison, 2009) ¡en 3D!

En los años 50 un norteamericano llamado William Castle fue el primero en intentar llevar el cine a otra dimensión o, más bien, en devolver al cine a la barraca en la que nació. Aprovechando el gusto de los adolescentes por las películas de terror Castle decidió convertir cada uno de los estrenos de sus películas en una experiencia única. A Castle le debemos algunos trucos como las películas en Odorama: un simple artilugio que lanzaba bocanadas de olores que acompañaban a la película y que ayudaban a reforzar la experiencia sensitiva de los espectadores y que el chiflado de John Waters volvió a utilizar para Polyester (1981) entregando con cada entrada una tarjeta impregnada de olores como el de "caca de perro", "sudor", "hamburguesas" y que los espectadores iban rascando siguiendo las indicaciones de la pantalla.

Además de eso Castle, un mago para vender películas de serie B, equipaba las salas con cepillos que pasaban por los pies de los espectadores cuando aparecía en pantalla una marabunta de insectos, cutre fantasmas florescentes que atravesaban la sala, actores que simulaban sufrir ataques de pánico o apostados en la puerta de las salas disfrazados de médicos y obligando a los espectadores a suscribir un papel donde juraban no demandar a la productora si morían de un ataque al corazón y, claro está, cosas como el 3D que tuvo un repunte en los 60...algo debido al consumo de LSD y que también benefició al reestreno de Fantasia (1940) que se convirtió en toda una experiencia para la masa hippy. La vida de Mr. Castle, o un remedo de ella, puede verse en la estupenda "Matinee" (1993, Joe Dante).

El caso es que Disney ha querido volver a reutilizar este truco (francamente mejorado, se han sustituído las gafas de cartón bicolor por unas muy modernas de tres lentes irisadas) para intentar sobrellevar lo mejor posible el asunto del pirateo. No está nada mal, la verdad, de vez en cuando dejarse seducir por estas cosas.

UP es seguramente una de las sorpresas de esta temporada. Una película que parece concebida por Terry Gilliam y que recuerda, tremendamente, al corto del comienzo de "El sentido de la vida" (Terry Jones & Terry Gilliam, 1983), aquel en el que un grupo de viejecitos empleados en una vieja empresa de seguros deciden hacer zarpar su edificio y enfrentarse contra una moderna y joven corporación.

Aquí es un viejete a medio camino entre el Spencer Tracy de "Adivina quién viene a cenar esta noche" (Stanley Kramer,1967) y Walter Matthau convierte su casa en un zeppelin casero impulsado por globos de helio atados a los hierros de la chimenea para llegar a las Cataratas Paraíso. Sin duda una premisa que podría pertenecer al realismo mágico (ahora que su virtudes han sido descubiertas por los realizadores y guionistas norteamericanos) o a ese tipo de películas independientes con grandes rasgos naïf.

Un comienzo de cuento para adultos (la vida de una pareja desde la infancia hasta la vejez) enlaza con un primer plano calcado de "Nuestros pequeños aliados" (Matthew Robbins, 1987) y de ahí a una historia chiflada en la que se entremezclan un torpe niño explorador, parecidísimo al personaje de Gordi de "Los Goonies" (Richad Donner, 1985), un pajarraco extraño a medio camino entre el Correcaminos, Buster Keaton y el velocirraptor malvado de "Parque Jurásico" (Steven Spielberg, 1993) y un malo malísimo colgado y perdido en medio de la selva con rasgos de Klaus Kinski o, mejor, del Coronel Kurtz de "Apocalypse Now" (Francis Ford Coppola, 1979) al que no le falta su ejército de adeptos formado por perros que llevan un collar que les permite hablar como a los seres humanos olvidándonos así de tener que preguntarnos por qué en las películas de dibujos animados los animales se comunican orálmente sin que a nadie le resulte extraño.

Peliculón de principio a fin, historia de aventuras, sin muchas pretensiones a primera vista (quizás menos introspectiva que "Wall-E") pero que destila gran cine por estar realizada con un tino espectacular y escrita de maravilla.

Por si a alguien le sirve la información diré que no es una película demasiado adecuada para niños demasiado pequeños pese a que, por la publicidad, y porque en este país cualquier película de dibujos animados es pasto de las sacrosantes familias, las salas suelen llenarse de infantes que no acaban de enganchar con la película hasta que la trama se vuelve más infantil y no hay que fijarse ni en los diálogos ni en la presentación de los personajes que se ven envueltos en asuntos que a los chiquillos les quedan bastante lejos.

Pixar, el estudio que la ha producido y que distribuye Disney, que ya es dueña de algunas de las mejores películas de animación de la historia (tengo verdadera debilidad por Toy Story) ha alcanzado con UP lo que ya pretendió con Wall-E que no es otra cosa que demostrar que hay un cine comercial interesante y divertido que puede ser digerido sin necesidad de sonrojarse a cada línea de diálogo o con cada situación planteada en la pantalla.

Se habla estos días mucho de que Pixar ha reformado un género...se habla mucho de artistas que renuevan géneros cuando, en realidad, lo único que están haciendo es volver a las raíces del mismo. Este es uno de esos casos porque UP es una película de aventuras clásica para entretenerse durante unos minutos, un espectáculo visual impresionante, un regalo, un tinto de verano bueno, bueno, para refrescarse de tanta desgracia, una oportunidad para dejarse llevar.

sábado, 1 de agosto de 2009

Dean Parrish

Esta es la historia de un jovencito de ascendencia italiana llamado Philip Anastasia nacido en Brooklyn que en la década de los 5o rompía el corazón de sus compañeras jovenzuelas con su aspecto de pequeño Paul Anka y su rollo de teddy aseadito al estilo Buddy Holly.
Philip tuvo un grupo en NY antes de dar el salto definitivo a una carrera en solitario que arrancaría brillantemente cuando la Warner, que andaría buscando un ídolo juvenil al que exprimir en las listas de discos, se fijó en él, le anglificó el nombre y le puso delante de las narices un contrato tan jugoso como draconiano. Desde 1964 a 1967 Philip, ya Dean (no hay que investigar demasiado para saber el quiz de su nombre artístico, fue convenientemente esclavizado por su compañía de discos que, muy pronto, se olvidó de él. De hecho, se olvidaron tanto que no llegó a grabar jamás (y hasta fecha de hoy) un disco largo de esos de 10 canciones y foto suya en portada. Pese a todo graba "Skate", Brick, broken bottles and sticks", "Determination" y, sobre todo, una pequeña joya llamada "I´m on my way"...

Todas sus canciones se graban a prisa y corriendo y salen a la venta exclusivamente en single lo que acaba de aburrir a Dean que, sin embargo, se granjea fama de buen tipo, muy profesional y, sobre todo, gran cantante y guitarra (guitarra que la compañía no le deja sacar al escenario). En 1967 y después de haberse decepcionado y decepcionar a la disquera, que cree que es demasiado adulto y desgarrado para el sello, sobrevive como músico de estudio grabando para el sello Motown y para todo aquél que tenga unos dólares que pagarle. El dinero lo quiere básicamente para recuperar su nombre y pagarse una carrera como actor que es igualmente decepcionate.

A partir de entonces se dirige única y exclusivamente a la cosa alimenticia y graba en estudio para gente como Jimmi Hendrix, Santana o un jovenzuelo Bob Marley aunque lo intentaría de nuevo en la banda Steeplechase, tan olvidada por el gran público como adorada por exquisitos melómanos de todo el mundo.

Musicalmente entra en los 70 siendo un obrero del asunto y haciéndose una buena reputación como cantante de casinos, bodas y comuniones de postín...lo que no sabe Philip es que en Europa el soul tiene un espectacular repunte junto a la movida mod y se reivindica un sonido llamado Northern Soul. Alguien, nadie sabe como, comienza a pinchar sus temas y "I´m on my way" se convierte, convenientemente reeditada, en un éxito mayor de minorías alcanzado el puesto 38 de las listas británicas allá por 1975. Vende alrededor de un millón y medio de singles pero nadie informa a Philip (Dean en Europa todavía) de que es una pequeña celebridad.

No es hasta 2001 (cuando ya ha vendido casi el doble de singles) cuando Philip Anastasia es recibido en olor de multitudes (menores, claro) en Inglaterra donde actúa con gran éxito y es reivindicado públicamente por Paul Weller o Ocean Colour Scene que hace una versión de su "Right, Left and centre". Desde entonces siempre guarda algunas fechas para dejarse caer por nuestro continente actuando en Inglaterra, Holanda y España donde llega, por primera vez en 2007 sólo y sin banda propia. Son The Teenagers, una banda granadina de soul, la que se encarga de la parte musical desde aquél concierto en La Boite (Madrid) en la que sólo pudieron ensayar un poco antes.

Hasta entonces jamás había oído hablar de Dean Parrish o de Philip Anastasia (aunque sí lo había visto interpretar a un cantante de bodas de postín en un episodio de The Sopranos sin reparar en él, claro) pero además de hacer todas las fotos que aparecen en este post me puse a la cola para que me firmara el poster del concierto. Le dije que había ganado un fan y me dijo: "Lo importante es que te lo hayas pasado bien y que nos hayamos conocido ¿Eres el tipo que me ha estado haciendo fotos durante todo el concierto? ¿Podrías enviármelas por email?". Tan afable, tan majete y tan profesional que cuando un avispado fan se acercó con cinco singles en vinilo para que se los firmara le dijo: "Sólo puedo firmarte uno sin dedicatoria porque no quiero que mi música ande por ahí dando tumbos por Ebay y que alguien se forre al día siguiente de mi muerte...¿No te parece, colega?". Sin perder la sonrisa, sacando todo el neoyorquino italoamericano que llevaba dentro, me imagino que también era la frase de alguien que había sido explotado y tragado por el sistema.



Por la noche volvimos a coincidir con él, pantalón, camisa y chaqueta vaquera con gorra. Se había quitado el smoking negro elegante que llevaba por la tarde (el concierto comenzó a las 20:00 y no duró más de 50 minutos). Los fans, que son así, montaron el típico juicio sobre si una estrella debía de vestir como un mortal...yo me acerqué a saludarle y me abrazó diciéndome que era su fan número 1. Nos tomamos una cerveza y le pregunté que cómo se tomaba su carrera, que si se sentía mal por no haber llegado arriba del todo. Filosóficamente pegándole un trago a la botella dijo: "He llegado mucho más lejos que cualquiera que conozco, he tocado con gente grande, tomé malas decisiones y luego algunas muy buenas...no es lo que había planeado pero, bueno, viajo por todo el mundo, hago lo que me gusta, conozco gente fantástica que me invita, me saluda, me halaga, me pide autógrafos.


No está nada mal...¿Te ha gustado el concierto?". "Para haber ensayado dos horas ha estado fabuloso parecía que llevabas tocando con ellos toda la vida" dije. "Son músicos fabulosos y yo he interpretado cientos de veces estas canciones...así es muy fácil". Luego sonrió, me agarró del hombro y con su estupendo acento dijo: "¿Entonces ha estado bien?". Moví la cabeza afirmativamente y le pegué otro trago a la cerveza, seguramente porque tenía dudas de si me había gustado más él concierto o la lección que acababa de recibir.