jueves, 28 de octubre de 2010

Tea Party: Rednecks, pistolas y crucifijos.


Casi me caigo de culo leyendo ese pedazo de titular de EL PAÍS en el que un miembro del famoso Tea Party americano dice que quiere que los extranjeros les devuelvan los Estados Unidos.

Un guasón el cateto.

Imaginemos que sí, que los extranjeros les hacen caso y, de pronto, la China Popular (Donde Josep Lluis Carod Rovira sigue llamándose Josep Lluis Carod Rovira y no José Luis como se empeñan en decir los del Tintorro Party) decide arrancar las vías del tren que los inmigrantes chinos -en régimen de esclavitud-  pusieron allí por el siglo XIX. Imaginen, yo que se, que diversos países africanos comienzan a destripar los campos de algodón y tabaco de Virginia o que, digo yo, los europeos que trabajaron en el Proyecto Manhattan deciden desmontar las bombas atómicas. Ni que decir tiene que los del Tea Party mismo no tendrían más remedio que devolvernos Luisiana y que tendrían que renunciar a parte de Texas y de California para que fuera devuelta a sus legítimos dueños (mexicanos y españoles...entrarían en la zaga los franceses) porque si la cosa es que se les devuelva Estados Unidos como era Estados Unidos allá por la Guerra de la Independencia lo normal es que la cosa se circunscriba a los 13 estados fundacionales y que, incluso, Arizona o Hawaii fueran devueltos a sus legítimos dueños.

Ya llevando la cosa hasta su normal extremo (ya que hablamos de extremistas estúpidos) concluiríamos que, a lo mejor, los del Tea Party deberían de pensar en devolver esos territorios históricos a sus legítimos dueños que no son otros que los indios americanos y volverse a Europa de donde salieron una vez.

Quizás estos gañanes que orgullosamente llevan camisetas donde ponen "Educated by FOX" ("Educados por la FOX"...que es lo más cercano a decir que todo tu corpus intelectual lo aprendiste en la "Universidad de la calle") hayan sido adiestrados ("By Fox", claro) en la idea de que son la monda lironda, la pera limonera y que, claro está, han estado ahí siempre.

Lo cierto es que el Tea Party da bastante miedito. Estados Unidos es un país joven y en recesión económica lo que, evidentemente, es caldito de cultivo para este tipo de exabruptos nacionalistas. La Administración Bush (esa reunión de sátrapas) ha manejado el país como si de una manada de búfalos asustados se tratase haciéndolo correr por la verde campiña a su antojo azuzando el miedo al mundo exterior. Es fácil decirle a la gente: "Mirad como estábamos en 1950 y mirad como estamos ahora". Y cuando quieren decir "mirad como estábamos en 1950" quieren decir que vivían en un país donde existía la segregación racial, donde las rigurosas leyes "anticomunistas" pusieron al país patas arriba y donde una pacatería que parecía a simple vista inocente salvaguardaba a la clase media de la injerencia ideológica externa. Es fácil pensar, claro está, en que la América de postguerra era una potencia económica y que la actual navega en unas aguas mucho más inciertas que aquellas más que nada porque se enfrentaba con una competencia inexistente y destruída por la II Guerra Mundial.

Ponte tu a explicarle a estos tipos armados hasta los dientes que el sistema de impuestos de aquella época preveía unas retenciones de hasta el 90% para las empresas más grandes (sí, del 90%) lo que permitió el desarrollo de las economías medias y que todo el trabajo en política social se ha ido recortando debido, sobre todo, al trabajo de macarras como Nixon primero, Reagan después y, finalmente, por Bush Jr.

Se les podría explicar a los del Tea Party que viven en un país que, lejos de ser una unidad de destino en lo racial, se ha alimentado del talento mundial siendo lo suficientemente listo como para convertirse en el refugio de la clase intelectual perseguida por el nazismo o el comunismo; que sus logros deportivos se deben a la herencia esclavista y que su famosa Guerra de Secesión fue algo más que una lucha por la liberación de esclavos. Más bien fue una guerra por la cohesión de la Industria del Norte y la materia prima del Sur y que, nada de esto hubiera sido posible, si no hubiera sido por la feroz aunschluss encubierta que supuso no solo el arrebatamiento de tierras a sus dueños (los nativos), sino también a una contínua y perseverante campaña por la ampliación de fronteras de norte a sur finalizando, como ustedes saben, en la toma de control sobre el Caribe. Por si esto fuera poco los patriotas del Tea Party no entenderán jamás que el café, el azucar, el plátano o la piña que consumen (o el petroleo) es más barato allí que en su país de origen por el saqueo que su país ha hecho de ese amplio patio trasero llamado Hispanoamérica.

Cuando puedes coger todas estas explicaciones y reducirlas a una simple frase ("America es nuestra y nos la tienen que devolver") te ahorras un montón de problemas. Claro.

Hace unos pocos años las noticias sobre esta extrema derecha norteamericana se circunscribían a las milicias Blancas, a esos grupos supremacistas sureños, a ese remedo de Klu-Klux-Klan que parecía cosa del pasado. Esos desdentados agarrados a sus pistolas, encabronados con la idea tramontana de que había una conspiración a nivel mundial que ligaba al FBI con la Casa Blanca y, por ende, con los comunistas y los judíos nos parecían una guasa. Un "como te pasas, chaval" que de cuando en cuando salía de los pantanos para volver reptando a ellos en unos pocos meses que se está haciendo cada vez más visible y cada vez más fuerte. Sin cabeza conocida, excepto Sarah Palin y alguno más, esta ola de rednecks empobrecidos y asustados ha dado la cara por fin y, cuidadito, porque esta vez sí tienen quien les preste el dinero. Al parecer Karl Rove, antiguo advisor de Bush, es uno de los promotores del asunto; cuentan con una estupenda base mediática (Fox, curiosamente presidida por un australiano llamado Rupert Murdoch) y están despertando todos los fantasmas de la cara más asquerosa de la Metrópoli.

Esta América que no ha oído hablar de la HBO, que no sabe quién es Twain o que no vería con malos ojos que se colgara a todos esos liberales neoyorquinos que tanto adoramos por estos lares parece estar dispuesta a llegar hasta sus últimas consecuencias siguiendo los que, hasta la fecha, eran los chiflados idearios del conocido como Partido Libertariano fundado por Ron Paul. 

¿Y qué quiere Ron Paul? Pues básicamente que se vuelva a lo básico: una organización territorial con menos fuerza federal, la reducción total de los impuestos (esto es obsesivo) y, claro está, la "total libertad" para que cada estado, pueblo o individuo decida en plan "Far West" cómo quiere aplicar las leyes en su propiedad. 

¿Se acuerdan ustedes de aquella patraña-documental llamada Zeitgeist? Pues estaba patrocinada por el ala espiritual de los Libertarianos ¿Leen ustedes todas esas absurdeces sobre que el dinero es deuda y cosas semejantes? Pues sepan ustedes que son insidias lanzadas por los mismos libertarianos ¿Quieren ustedes saber quién opina que Dinosaurios, seres humanos y entidades interplanetarias coexistieron en un feliz pasado del que no distamos más de 2000 años? Pues estos mismos chiflados. 

Descontrol armamentístico, fervor religioso al más puro estilo talib, paletismo, nacionalismo feroz...¿Qué? ¿Acojona, verdad? 

Pues pónganse ustedes a explicarles a los del Tea Party que los mismos que los patrocinan son los que han llevado a su país a la ruina y que, paradójicamente, son más ricos ahora que cuando comenzó la crisis...ya verán lo que les contestan: "Que la culpa es tuya, tuya y nada más que tuya, extranjero de mierda". 

La verdad es que lo mejor es darles la razón y devolverles esa América que tanto anhelan, es posible que el 99% de ellos sean devorados por los osos y, el resto, masacrados en plan Little Big Horn. America Über Alles!.
Aunque, esperen porque, a lo mejor todo esto también podríamos aplicárnoslo a nosotros mismos. Sumen.

Nota del Insustancial: Dead Kennedys es uno de los grupos punks más importantes de los Estados Unidos. Su "California Über Alles", tema incluído en el LP "Fresh fruit for rotten vegetables" (1980), era una crítica al entonces Gobernador de California Jerry Brown pero también  al "californian way of life" que promovía ya por entonces una especie de dictadura de la estética, el ejercicio físico y la sonrisa permanente. Jello Biaffra, cantante de la banda, es un activista que emplea la maquinaria del absurdo para continuar una batalla absurda contra los poderes fácticos de su país. Actualmente sigue tocando con los Guantanamo School of medicine...ya pueden ustedes hacerse una idea.

viernes, 22 de octubre de 2010

Tenemos que hablar de Kevin (Lionel Shriver): mitos sobre la maternidad y la pedagogía. Cuando los hijos se vuelven unos cabrones



En la primavera del año pasado me encontré en el centro de Madrid con una antigua profesora. Si la saludé fue porque, en el pasado, se portó francamente bien conmigo y le guardaba mucho cariño. Era una tipa estupenda. El caso es que, como los temas se agotan, le pregunté por su marido y por su hijo. Y contestó "Mi marido está de maravilla pero, sinceramente, nuestro hijo nos ha decepcionado. Es un desastre que tiene un trabajo muy malo y mal pagado, no se, es como si hubiéramos fallado con él, hace tiempo que hemos decidido que lo mejor es que vaya a su aire. No vive, sobrevive".

Aquello me dejó completamente frío. Creo que se me notó porque, después de aquella frase, mi antigua profesora se despidió a toda prisa y yo no tuve ningún interés en retenerla ahí después de hacerme una tan brutal y sincera afirmación. Pensé que, ni mucho menos, aquel discurso estaba preparado y que, por lo que fuera, de pronto aquella tonta pregunta le había disparado un arrebato de sinceridad que podría haberse ahorrado con el "pues bien" evasivo que se le suele regalar a los casi desconocidos. No lo hizo y creo que, de pronto, aquella respuesta la sobrepasó o, de pronto, sintió que había hecho un comentario que de ningún modo parece aceptable.

Después me he enterado que el problema del chiquillo en cuestión no tiene que ver con que sea yonki o que, de algún modo, lleve una vida vergonzante simplemente es que, de algún modo, había traicionado las expectativas que sus padres habían puesto sobre él.

Aquello me sobrecogió porque uno nunca se acostumbra del todo a escuchar a un padre hablar mal de un hijo en público y, seguramente, es todavía un asunto tabú el que las madres se despachen con tanto desánimo a propósito de su grey. De hecho, normalmente, incluso los padres de los peores cabrones de la historia siempre acaban por justificar de algún modo la conducta de sus hijos frente a los extraños. "Era buen chico, pero un poco impulsivo", "era un muchacho maravilloso pero influenciable".

El dolor por la conducta de la descendencia suele ser algo que, principalmente, suele mostrarse sólamente en privado. En cierto modo, en esa justificación, existe el anhelo de que alguna vez la muchachada se redima y comience a comportarse delante de las visitas.

Se habla mucho del instinto maternal. De hecho una gran parte (por no decir) de la humanidad tiende a hablar de esos instintos basándose en todo tipo de argumentos físicos, biológicos, sociales, antropológicos...si miramos en el fondo de nuestro corazoncito comprobaremos que la mayoría de los argumentos suelen ser literarios, pueriles y, la verdad, francamente machistas. Suelen ser interesados, es decir, la mujer tiene un papel predeterminado por su físico y su psique que la empuja a cuidar el nido, ergo, no debería de moverse del nido y respetar el papel de cazador-recolector del hombre y, cuando lo traiciona, se siente mal, desplazada e inutil. No es algo que me invente yo, échenle un vistazo a toda la información que recorre el país estos días sobre las ministras, especialmente sobre Leire Pajín, y se darán cuenta de que gran parte de los delitos que se le achacan son vistos como execrables en una mujer pero ciertamente aplaudibles cuando los comete un hombre. Reconozcamos que el hecho de que las mujeres salgan de casa a trabajar o a buscarse una carrera suele, todavía (Madre de Thor, todavía), cierta picazón. Se suele ver a esa dama, en cuestión como una especie de monstruo que ha renunciado a representar un papel prototípico que, ríanse a gusto, la biología le marca. Parece que las mujeres no tuvieran otra opción para realizarse que el de convertirse en madres o, por el contrario, optar al papel de bruja despiadada y castradora...

Fíjense ustedes en las ampollas que levanta cualquier relato escrito por una mujer, incluso cualquier declaración, en la que se le ocurra decir por ejemplo que sus hijos les parecieron feos, que la maternidad le pareció una tortura y que, de verdad, que no le gustaría repetirlo más.

En "Tenemos que hablar de Kevin" su protagonista, Eva Katchakourian, nos va narrando a través de unas cartas que envía a su marido sobre los días en los que decidieron tener un hijo, las motivaciones absurdas que les llevaron a tomar esa decisión cuando ambos disfrutaban de una vida plena y, sobre todo, el error mayúsculo que supuso tal decisión.

Ni que decir tiene que lo primero que piensas es "vaya, bruja egoista". Sí. Lo piensas. Piensas que es imposible que esa mujer exprese esas dudas sobre la maternidad con tanta frialdad. Luego te enteras de por qué: su hijo Kevin entró un día en un Instituto y mató a 9 de sus compañeros. Sin más.

A través de una estructura epistolar Eva Katchakurian nos va contando como pasó de convertirse en la escritora de guías de viaje y luego en la dueña de su propia editorial a una víctima de un hijo rematadamente cabrón que demuestra todos los rasgos de un psicópata de libro. Nos cuenta como la relación con su pareja, un americanote enamorado de América que se dedica a localizar escenarios para publicistas, se va diluyendo entre una nube de pañales sucios (el muchacho, simplemente por placer, se está cagando y meando encima hasta los seis años), una serie de dolorosos enfrentamientos con amistades y vecinos y un sin fin de salvajadas de las que, su primogénito, es único protagonista.

Esta novela, que tiene todos los ingredientes del desánimo del protagonista de "Pastoral Americana" (Philip Roth), es fría hasta el mareo. Te deja tieso. Sobre todo porque descubres que la protagonista está completamente sola no ya ante un bicho malo sino ante su propio marido que, por una serie de cuestiones más folclóricas que éticas, decide ponerse en todo momento al lado del muchacho. Ya ven, el padre de familia cree que, de verdad, su señora está loca y que ni siquiera los hechos (y es que el niño créanme es un hijoputa) van a hacerle dudar, ni por un instante, de que su familia es completamente modélica. En cierto modo, su forma de sufrir es otra completamente distinta pero igualmente dolorosa.

"Tenemos que hablar de Kevin" se revela como una novela triste y negra que pone de manifiesto los engaños y las trampas que nos tragamos a costa del ideal de familia pero, sobre todo, pone el dedo en la llaga de algunas cuestiones ocurrentemente dolorosas como, por ejemplo, el creciente uso de una especie de pedagogía que parece sacada de libros de autoayuda, una cierta extensión de los mitos expandidos por ciertas revistas y, en definitiva, una especie de mala digestión de los principios básicos de la educación de los pequeños gañanes.

La narración del infierno de Eva sirve a Lionel Shriver, su autora, para repasar el "anonadante" fenómeno de las matanzas de Instituto que se han producido en los Estados Unidos haciendo un especial hincapié en los porqués (tristemente sin respuestas claras) pero poniendo bastante énfasis en las estúpidas medidas que se han tomado para intentar atajarlo. Toda una red de guardias de seguridad, detectores de metales, líneas de delación anónimas (hicieron aumentar el número de avisos en época de exámenes) y toda una red de falso apoyo psicológico y tutelar que, como sabemos, ha provocado la eliminación del estudio de la poesía del periodo romántico (al parecer a algunos Shelley les da ganas de asesinar), la expurgación de novelas góticas de terror, la expresa prohibición de vestir de cierto modo, la persecución absurda de parte del alumnado y toda una serie de medidas pacatas que, al parecer, han tenido como efecto más inmediato que a Marilyn Manson lo miren francamente mal. 

Shriver, de un modo directo, llega a la conclusión de que los adultos se sienten indefensos ante la falta de comprensión que tienen de la vida juvenil (y sus arrebatos) y que han decidido eliminar esa diferencia más como una medida preventiva para su autoprotección que para la protección de un alumnado todavía sin edad penal a la que se le permite, por ejemplo, adquirir todo un arsenal bajo las ya conocidas alusiones a la Constitución. 

Es más, Shriver incluso se permite ir un poco más allá y comentar de pasada la absoluta falta de sentido común que anima todos esos homenajes póstumos, esas ferias del dolor donde los adolescentes pueden sentirse "víctimas" independientemente de que hayan sufrido alguna vez la tragedia (Es absurdo pero, en los USA, un alto porcentaje de los estudiantes de instituto que dijo sufrir  stress postraumático por los hechos de Columbine vivía a miles de kilómetros de distancia...eso no fue óbice para que muchos centros montaran mesas redondas y ceremonias de esas de sentirse mal) lo que para la autora pone de manifiesto que, como tantas otras veces, ciertos padres proyectan sus inseguridades sobre sus hijos viviendo a través de ellos su propio pánico. 

En definitiva esas medidas y esas ceremonias son vistas por la autora como una extensión más de la mala educación dada a los muchachos, del alto grado de pleitesía que se rinde en esta sociedad de hijos únicos a esos chiquitines sobre los que los matrimonios burgueses ponen todas sus esperanzas evitándole cualquier tipode sufrimiento. El niño es, y no de un modo figurado, el auténtico Rey de la Casa del que se espera que en el futuro deslumbre al universo con su presencia, de que sea un Mozart, un Obama, un Rouco Varela...y ese pretendido fulgor de la presencia infantil no permite, muchas veces, ver a sus padres la verdad.

Mientras tanto, y es sólamente a título personal, miren ustedes a su alrededor y díganme que no es escalofriante la pasividad ridícula con que todos esos papuchis y mamuchis demuestran cuando el vástago en cuestión se pasea en bolas por la casa como un Adán ("está en esa etapa"), se dedica a decir con maravillosa lengua de trapo eso de "mamá es una puta" ("tiene mucho vocabulario"), da patadas a las visitas ("lo hemos apuntado a Tae Kwon Do porque apunta maneras"), se caga en los rincones ("no le hagas caso, sólo quiere llamar la atención, sigamos comiendo...ya se que estamos en tu casa pero ahora lo limpiamos") y hace otras tantos actos de terrorismo infantil que siempre son justificados con una beatífica sonrisa y algún pasaje aprendido de carrerilla en una de esas revistas de psicología o en esos libros titulados "Tu pequeño cabrón y tu: guía para criar al perfecto bastardo" o "Aprende a bregar con su psicópata enano mientras te realizas" o "Lista de los 2000 traumas infantiles que tu hijo puede contraer si no le das lo que quiere a los 30 segundos de haberlo exigido". ¿No da la sensación de que muchos papás no reconocen la diferenciación de espacios entre adultos y pequeñines?

Les invito a pasearse por la vida de las familias de la neoburguesía y a conocer mejor a sus pequeños Demian. Francamente interesante. Espero que el sarcasmo, las apreciaciones y la mala leche de su autora no les produzcan mareos o, lo que es peor, unas ganas enormes de no procrear. Advertidos quedan.

NOTA del Insustancial: Les advierto que conozco a padres maravillosos que tienen una progenie para enmarcar...pero es que eso no vende tanto.

miércoles, 20 de octubre de 2010

"A Serbian film" (Srdjan Spasojevic, 2010): sobre el compromiso artístico y las formas que hay de retratar lo bueno y lo malo. Diferencias entre lo correcto y lo incorrecto.


Ayer mismo, con el poder de sintetización alemán* que caracteriza a este blog, se les abrasaba a ustedes con el significado y el significante de la música pop y como, lo que nace con una intencionalidad simplemente estética puede al ser entregado al público convertirse en todo un discurso muchas veces entendido desde perspectivas completamente nuevas y novedosas enfrentándose a una relectura feroz que, muchas veces, lo aleja del objetivo primigenio de su creación.

En el asunto flotaba, creo yo, mi repudio hacia eso que se llama “compromiso”.

“Compromiso” es un término asqueroso que, como todos los términos que se manosean, acaban por no tener ningún sentido.

Más allá de lo que entendemos por “artista comprometido” (digamos, por ejemplo, un artista que es nombrado embajador de buena voluntad de UNICEF o que pone su rostro en una campaña de Amnistía Internacional o participa activamente en el salvamento de ballenas varadas en la costa) existe ahora la percepción terrible de que la obra del artista tiene que estar comprometida con unos valores que se entienden como buenos (los que sean) y que la conciencia artística tiene que estar, en cierto modo, regida por una especie de conciencia del bien común. Es decir, aunque no los comparta, el autor tiene que responsabilizarse públicamente sobre las repercusiones que su obra va a tener sobre la sociedad y hacer una especie de examen de conciencia previo antes de llevarla a cabo haciéndose todo tipo de cuestiones morales y, más o menos, testando si esta aportaría algo a la sociedad en general. De no ser así, por tanto, el artista debería de ejercer una especie de censura previa para evitar males mayores.

La polémica un poco burda que la película “A Serbian film” (Srdjan Spasojevic, 2010) ha provocado tras su paso por Sitges viene que ni al pelo para hablar de todo este asunto.

Una airadísima crítica del diario El Mundo recogía de forma bastante explícita algunas de las escenas más fuertes de la película. De ellas se hacía eco Concha García Campoy en su tertulia de por las mañanas de esta forma. Vean y juzguen.


Es casi todo espeluznante ¿Verdad?

Cinco periodistas alrededor que, indisimuladamente, piden explicaciones por la exhibición pública de una película y, más espeluznante aún, sentenciando sobre lo que es bueno ver y abogando a la responsabilidad y la sensibilidad primero de un director de cine serbio y, luego, claro está señalando con el dedo al director del Festival de Sitges, el muy buena gente Ángel Sala.

Suena mucho más divertido el asunto cuando Nacho Vigalondo se hace eco en su blog del asunto sentenciando, con muchísima razón, que hay una diferencia básica entre la ficción retratada por “A serbian film” y el material pederasta que se intercambia en la red.

Mucho mejor es el comentario del director cántabro cuando asegura que le parece absurdo que en el propio debate los propios contertulios salven de la quema moral a un título tan bestiajo como “Saló o los 120 días de Sodoma” que tiene un contenido aún más brutal pero que, al parecer, sí tiene derecho a ser exhibida por estar firmada por Passolini.

Concha García Campoy, que es uno de los destacados miembros de la ya algo pesadita Generación de la Transición, hace lo que actualmente está muy de moda hacer entre los periodistas que no es otra cosa que sermonear. Y sermonea porque les dejamos sermonear y, también, porque como la propia presentadora deja bastante claro en su blog cree estar en el poder de la verdad absoluta y, lo que es mejor, se permite el lujo de pensar que la generación posterior a la suya (este grupo de, al parecer, lamentables paniaguados que no hemos vivido el Franquismo) tiene que ser dirigida y, claro está, educada en no se muy bien que retorcido ideario moralista, que no moral.

No hay más que echar un vistazo para que quede constancia de que, no solo no se baja del carro, sino que además se atribuye la suficiente carga de conocimiento y visión panorámica adulta como para dirigirse a Nacho Vigalondo del modo más paternalista posible señalando que “utiliza una pedagogía muy básica”.

Bien, si ustedes le echan un vistazo al texto se darán cuenta de la cantidad enorme de contradicciones con el que está hilado y la muy ramplona y pobre explicación de la polémica que da la periodista pero, no sólo eso, sino que contradiciendo un poco los límites de hasta donde llega el ejercicio del periodismo se alegra por la discordia que ha sembrado pese a que, para ello, haya tenido que utilizar unos métodos que salen directamente del periodismo más amarillista posible y que tienen que ver con deformar la realidad para que los hechos aparezcan retratados desde el punto de vista más viscoso posible.

A la lista que tenemos de “titos y titas regañones” entre los que estaban el Tito Marías, el Tito Prada, el Tito Pérez-Reverte y alguno más tenemos que añadir ahora a la Tita Concha a la que parece que no le tiembla el pulso para denunciar algo, aunque sea de oídas.

Francamente, entiendo que a la Campoy como ciudadana despistada que se está tomando un café por la mañana leyendo la prensa le espante la temática de “A Serbian film”, no me cuesta imaginarme a la periodista mojando una galleta María en el tazón mientras lee la crónica sobre Sitges y, de pronto, que su cara se quedara congelada con la galleta humedecida y blandurria en la mano a medio camino entre la taza y la boca mientras que ella leía la noticia completamente anonadada. Yo, que soy muy partidario de que no incluir titulares que te jodan el desayuno, creo que soliviantar al personal y calentarlo ya de buena mañana es fatal para los que vamos en el Metro todos los días y, de verdad, lo entiendo. Más que nada porque la crónica también es amarillenta y se regodea en las peores escenas del film. OK, hasta ahí la labor de la ciudadana despistada: cagarse de miedo. Flipar. Alucinar.

Es entonces cuando la ciudadana Campoy tiene que dejar paso a la Periodista Campoy que, ya desayunada, tiene el cometido principal de separar el grano de la paja e informarse para informarnos.

Es decir, si una noticia te llama la atención, lo normal es llamar a los críticos que el periódico de tu grupo mediático tiene en nómina y preguntar: ¿Esto es verdad? Cuéntamelo que, a lo mejor, tu tienes más gracia. Después llamar al propio director del Festival para que te explique el asunto y, después, valorar si vale la pena levantar la perdiz.

El director de “A Serbian film” no tiene que hacer el ejercicio previo de valorar si moralmente o estéticamente o ideológicamente su obra vale la pena, si puede llevarse a cabo. Nein, nein, nein. Lo diré en palabras de Santiago Segura, amigo del marido de Concha García Campoy y con el que debe de haber compartido dos o tres cenas por lo menos, cuando le preguntaron por si no le daba corte que, a lo mejor, alguien se tomara en serio al personaje principal de su cortometraje “Evilio” (una especie de vagabundo que secuestraba jovencitas y las mataba si no contestaban a sus preguntas correctamente…vaya, jovencitas, violencia, sangre, secuestro…vaya…) y que dijo algo así: “bastante tengo yo con escribir el guión y rodar mis peliculillas como para preocuparme por lo que va a pensar la gente”.

El compromiso del artista siempre debería de recaer sobre lo que hace mientras que el del periodista debería de recaer, única y exclusivamente, en informar. Es decir, en ajustarse lo más posible a la realidad, en no engañar a nadie o, por lo menos, en no soliviantar a la gente o asustarla o calentarla o, lo que es peor, acojonarla (como ocurre actualmente en el 90% de los telediarios donde cada noticia parece indicar que vivimos en la peor parte del Bronx). Lejos de la labor de informar quedan la de educar y, por descontando, exhibir una pobre pedagogía para diferenciar lo que está bien de lo que está mal que, por otro lado, como tantas lecciones suelen darse sin el consentimiento de los propios oyentes/lectores/telespectadores.

Mucho más obsceno que “A Serbian film” resulta la innata capacidad que muestra el ejercicio periodístico de sentenciar incluso antes de haber visto la dichosa película.

Pese a todo la Ciudadana y la periodista Campoy siguen enrocadas en su posición diciendo que “no está mal” (es decir, es un derecho inalienable) el decir si a uno las cosas le han parecido bien o mal. Pues no, puesto que el compromiso del periodista no es sentenciar sino describir la realidad.

Esto de describir la realidad es algo que se le exige mucho últimamente a los artistas, que plasmen la realidad, que nos la cuenten, que se impliquen, que se mojen, que discurseen…pues no, sinceramente, no es labor del cineasta plasmar ni una micra de la realidad que lo rodea, ni siquiera implicarse en ella si no quiere y, mucho menos, tiene que convertirse en un responsable de las tensiones, convulsiones y comentarios que de su obra se produzcan.

En cierto modo el artista decir “ahí os dejo esta cosita a ver que os parece” y luego, si quiere, diluirse.

No estoy en contra del artista comprometido, tampoco del artista que transmite un mensaje, es más, la mayoría de las veces agradezco estas posturas y me parece bien que las personas pierdan su tiempo y den la cara por esta u otra causa. Me parece bien que protesten en contra de la guerra, que escriban canciones que cambien conciencias, que rueden películas que denuncien hechos terribles, que tomen una postura, que hagan tomar conciencia al personal pero, sinceramente, esa es una opción entre muchas otras y nada más.
Lo más curioso de este debatito pequeño es que, en realidad, “A serbian film” es una película de género que quiere hacer una especie de retrato alucinado de la situación que se vive en Serbia. Es decir que, en definitiva, Spasojevic no sería más que un artista que ha tomado conciencia y que se encuentra comprometido con el hecho de retratar los males que asolan a su país. El problema es que, al parecer, ha elegido una forma poco adecuada de hacerlo. Claro.

La cosa va de un ex actor porno que es contratado para una última película, una especie de porno experimental. Los paralelismos con la realidad, están pespunteados con gracia dentro de la narración, es más, el tipo que produce y dirige el cotarro es un psicólogo (Radovan Karadzic, criminal de guerra, era psiquiatra) y por la narración se van entreviendo los males que aquejan a la actual Serbia y, como no, una especie de lectura asilvestrada de los fantasmas del nacionalismo y, por ende, de la manipulación que se hizo de la población para que, como el protagonista de la cinta, acabara asesinando, violando y matando no ya en nombre del cine (la obsesión de este malo es el cine) sino en el nombre de algo tan etéreo como el concepto de patria. Mucho habría que hablar también sobre la estructura de la película (una especie de relectura de la también excesiva y muy mostrenca “Irreversible”) y del final de la misma que no les reventaré por si acaso ustedes se atreven a verla. Desde aquí les advierto: es más un thriller que otra cosa y, sí, es una película que no es apta para estómagos sensibles pero, la verdad, asistimos con enorme pasividad al horror de manera diaria (un horror completamente real) y eso parece hacernos menos daño que una película.


No se me escapa que el tema de los Balcanes es un tema sangriento, violento y con un trasfondo tétrico gigantesco que, para nosotros, espectadores del conflicto bien puede ser algo inentendible desde la distancia. Se me escapan sin embargo, y por completo, los efectos colaterales que la población de Serbia y de los otros países implicados en el conflicto viven día a día, del terrible awakening que debe de suponer despertarse en un país roto por la guerra y que ha nacido tras una historia brutal de genocidio.

“A serbian film” me ha resultado una vomitera, no se si una vomitera buena de esas que te dejan dormir tras un buen empacho, pero sí me da la sensación de que es una película concebida como elemento exorcizador de muchos fantasmas. Fantasmas que su autor ha decidido retratar en forma de notable película de terror, de viaje alucinado por el pasado implicando a la pornografía, a la familia, a la chaladura colectiva y pasajera que provocan un cocktail de drogas de diseño o un buen chute de terrorismo institucional.

No es cosa de dejar atrás tampoco el hecho de que la película que se está rodando dentro de “A serbian film” es algo que va a venderse al extranjero, para que sea disfrutado por un público ajeno que, en palabras del malo de la cinta (Vucjick se llama el amigo) “devora todo lo que tiene que ver con las víctimas”. Dice él mismo que las víctimas es lo que más vende, que es el mejor objeto para ser exportado. Interesante. El director postula, no sin cierta razón, que Serbia exportó un horror televisado que fue digerido por el planeta entero con alegría y que, como todo lo que se ve por televisión, parece rodeado de un halo de irrealidad. Es interesante que todo esto, todo este asunto, se haya disparado por la incapacidad que a veces demostramos por discernir entre lo real y lo ficticio.

Sería sin duda haber hecho una película de buenos y de malos. Spasojevic ha decidido hacer una película sobre un puñado de hijos de puta. Unos hijos de puta que, como ustedes y como yo, navegan todos los días en la difusa frontera que hay entre lo correcto y lo incorrecto. Es posible que estemos ante una peli que evalúa entre los diferentes niveles de "hijoputismo" sin entrar en la tarea de dividirlos pero, también, incidiendo en el terrible hecho de que, de un modo u otro, todos podemos ser tentados por la maldad (aunque esta se aparezca de modo evidente) y participar de ella de un modo activo o pasivo.

Es también posible que el director serbio haya prescindido de ese discurso de "somos una nación dañada y psicológicamente al borde del colapso" y lo haya suplantado por uno más directo que vendría a decir algo así como "A Serbia le dieron por el culo, tenemos el culo abierto y, por desgracia, ha habido tal lío que no sabemos quién es culpable de darle por el culo a quién, quién recibió más y quién dio menos o viceversa. El caso es que estamos hechos un lío y francamente mal de la mollera".

En definitiva “A serbian film” es el intento de un director de cine por transmitirnos cosas, por transmitirnos cosas desde una perspectiva personal, sin censuras previas, sin intentos por moralizar. “A serbian film” es una película de terror, un asunto de género, una peli de la que se va a hablar un montón y que, no me extraña, vendrá precedida de una polémica enorme y se estrenará bajo una terrible presión mediática. El horror balcánico, como el del Tío Creepy, llama a nuestra puerta de nuevo. No esperen una película al uso de las tantas y tantas que se han hecho sobre la Guerra de Los Balcanes, no esperen piedad o misericordia. No. Ahora tienen la oportunidad de disfrutar de un análisis artístico del asunto, de verlo desde otra perspectiva completamente nueva. De eso se trata el compromiso del artista ¿no? De ofrecernos algo, de entregarnos materia con o sin mensaje. Esta es una película que divaga sobre lo correcto y lo incorrecto, sobre la delgada línea que hay entre verdugos y víctimas.Nada más. El ruido lo ponemos nosotros.

Nota del Insustancial: (*) "Sintetización alemana". Un profesor de filosofía de mi instituto decía, jocósamente, que los alemanes eran los únicos capaces de escribir una "Pequeña introducción al estudio de la letra L" y que esta tuviera una extensión de 40 tomos. Desde entonces me atribuyo esa interesante capacidad. 

Nota del Insustancial 1:  Disculpen, como siempre, la extensión insoportable de estos dos últimos post.

Nota del Insustancial 2: Mañana intentaré volver por la senda de lo que es sólamente bueno y bonito. Aunque, la verdad, no les prometo nada.

Nota del Insustancial 3: Si escarban un poquillo y miran a la derecha encontrarán una frase del dibujante Miguel Ángel Martín (perseguido siempre por la polémica) donde hallarán una interesante conseja sobre lo políticamente correcto.

martes, 19 de octubre de 2010

Señora azul y algunos apuntes sobre el pop musical, la cultura popular y la búsqueda de significado



Cuatro músicos españoles intentaron ser un día algo así como los "Still, Crosby & Nash" o, quizás, los "Still, Crosby, Nash & Young" del panorama nacional.

Ellos, uniendo dos nombres de sus componentes y dos apellidos, formaron "Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzman". La verdad es que, al igual que el combo norteamericano, eran una especie de superbanda: Juan Cánovas había tocado la batería en Los Módulos y en el menos reconocido grupo instrumental Franklin (una suerte de banda de rock americano progresivo), Guzmán y Rodrigo habían sido miembros de Solera (una banda de un sólo disco con muchísimo éxito y con un tema titulado "las calles de París" que fue un hitazo en el mercado hispanoamericano) y Adolfo había sido guitarrista de Los Ibéricos. Por contra ellos más que unos artistas (y sólamente artistas) eran unos currantes de la música que siempre tuvieron otras ocupaciones como productores o músicos de estudio.

C.R.A.G. fueron quizás la primera banda española en hacer pop para adultos haciendo confluir sensibilidades tan dispares como la folk o el rock americano, algo de psicodelia, algo de sinfónico, algo de The Beatles, algo de Beach Boys...en cierto modo la formación se posicionó en una tierra de nadie entre las bandas abiertamente experimentales y las directamente comerciales. Un lugar raro e inclasificable que siempre resulta peligroso más que nada porque, ante la falta de una etiqueta la gente suele ponerse francamente nerviosa.

Para explicar lo que digo lo mejor es echarle un vistazo a "Señora Azul", uno de los hits de la banda cuyo significado sigue todavía hoy siendo un enigma. Es más, incluso su título, por cuestiones fonéticas, siempre ha creado controversia: ¿Les pasó a ustedes como a un servidor que durante una gran parte de su vida pensó que la canción se titulaba en realidad "Señor Azul"? Pues es bastante más común de lo que se creen.

De hecho, fue el propio Juan Cánovas (con el que trabajé durante unos meses en la producción de un musical) el que me sacó de mi error cuando, charlando un día en una comida, alguien sacó a colación la canción y escuché de él mismo comentar la gracia de que mucha gente no supiera bien el título.

Con Cánovas, gran tipo, fue con el que charlé muchas veces sobre C.R.A.G. pero más que sobre su paso por la banda (un paso relativo porque siguen ofreciendo conciertos de manera intermitente...aunque sin la participacíon de Rodrigo) sobre el paso del propio Cánovas por el panorama musical español, sobre personajes concretos, discos concretos y, sobre todo, algo que me ha interesado siempre un montón: como se componía, qué trabajo se hacía...

El caso es que, si no recuerdo mal, ni siquiera el propio Cánovas me dio nunca una explicación muy exacta del contenido y la intencionalidad de "Señora Azul", es decir, que me contó que era una especie de declaración de intenciones frente a los críticos, o posiblemente, frente a la falta de entendimiento que siembre existe entre los críticos y los artistas. Ni que decir tiene que, como en la actualidad, muchas grandes formaciones de la época pasaron sin pena ni gloria ante los medios de comunicación de país y que, adrede, fueron completamente ignorados o casi ignorados provocando que grandes proyectos musicales dieran con su culo en el olvido.

Pero, lo que me resultaba más curioso, era que me daba la sensación de que cada miembro de C.R.A.G. tenía una idea completamente diferente de la interpretación que había que darle a "Señora Azul" y que, las declaraciones alrededor de la misma, habían ido mutando con los tiempos no ya solo desde el seno de la misma banda (entre los que se encuentra uno que compuso aquel jingle que el Alianza Popular utilizó para las elecciones europeas, autonómicas y locales del año 87 con un estribillo que decía "Porque corren buenos tiempos/ Alianza Popular" con la música de "The Final Countdown" de Europe y otro que aparecía regularmente en los mítines del PSOE de Madrid para ofrecer un concierto) sino también entre los oyentes que la han ido reinterpretando según pasaban los años.

La lista de interpretaciones más popular parece esta:

1. La canción es una crítica a la crítica musical.
2. La canción es una crítica al Franquismo.
3. La canción es una crítica a la gente que critica a los demás.
4. La canción es una crítica al conservadurismo reinante.
5. La canción es una crítica a la Falange.

Seguramente tendremos que esperar a que los propios miembros de C.R.A.G. se reúnan para ofrecer una rueda de prensa conjunta y explicar el significado de la misma. Pero, cuidado, porque también es posible que los propios músicos no se acuerden bien de las motivaciones que les llevaron a grabar un tema como este ¿No?

En estos días se ha inaugurado en Madrid una exposición sobre el fotógrafo Guy Bourdin, una muestra de 75 fotografías de este señor francés que destaca por estar entre los mejores foteros de moda de la historia. En un telediario, creo que el de La Sexta, la redactora comentaba que esperaba que la reunión de este trabajo ofreciera a los asistentes el verdadero significado de la obra de Bourdin y, sobre todo, del mensaje que había estado intentando transmitir.

Ya ven, necesitamos un significado para quedarnos tranquilos. Algo a lo que agarrarnos intelectualmente, una etiqueta.

Pero, ¿Puede una fotografía de moda transmitir un mensaje? ¿Una ideología? ¿Una cosmovisión? ¿Una declaración de intenciones?

Aquí les ilustro lo que mi amigo, el estilista Cesar del Olmo dijo cuando me quejé de los colores de una editorial de moda: "Este año se lleva el rosa para los tíos y si no te gusta el rosa o no te sienta bien, pues mira, lo vas a pasar mal". Punto.

La fotografía de moda, como otras fotografías, no tiene por qué tener una carga más allá de la estética. Si así fuera, sería incontestable pensar, que si uno le echa un vistazo al catálogo de moda de la temporada otoño-invierno 2010 de El Corte Inglés tendríamos un testimonio exacto de lo que es El Corte Inglés. No es así. vean como ese catálogo de ropa va cambiando año tras año y que los grandes almacenes siguen dedicándose a lo mismo.

La conciencia estética está, muchas veces, completamente ausente y vive paralela a los condicionamientos del momento. Es más, cuando la conciencia estética se globaliza y pasa de ser algo que sólo exhibe un pequeño grupo a popularizarse por completo, descubrimos un proceso de absorción que se hace sin más fracturas y que, simplemente, se acepta o se modela para que sea aceptado por la mayoría. Las crestas de color naranja y los imperdibles punk comenzaron a popularizarse por medio de una serie de diseñadores con la etiqueta de underground, como Vivienne Westwood, y pese a la ruptura que supusieron (tanto con lo anterior, como con lo posterior) acabaron asentándose entre la población y a formar parte de las colecciones de las grandes cadenas de ropa.

¿Tiene por tanto "Señora Azul" que tener un significado que debiéramos conocer? Vale, ya hemos hablado de que es algo que nos inquieta, lo desconocido nos molesta profundamente.

Y si nos molesta y nos inquieta es porque, por un lado, alguna vez hemos sido estafados desde el punto de vista cultural, político o religioso. Si vamos a perder el tiempo escuchando algo, si vamos a perder el tiempo en dedicarnos a algo (aunque sea muy poco) necesitamos sentirnos reconfortados por el hecho de que ese esfuerzo es en aras de algo que vale la pena.

¿Han escuchado "Ojalá" de Silvio Rodríguez? Es una canción que, también, produce bastante controversia, por lo menos, entre los progres. Hace ya muchos años, una pandilla estábamos reunidos y del radiocassette salía la dichosa canción. Para mi es una canción que va de cómo te sientes después de una ruptura, un asunto de encajar mal el golpe, una cosa amarga que ocurre cuando alguien que te importa mucho (hasta el punto de pensar que ni la luna puede salir si no es por ella/él y que la tierra le besa los pasos) se larga y a quien esperas que, alguna vez, se sienta como tu te sientes en ese preciso instante.

Pues alguien de ese grupo dijo que la canción estaba dedicada a Franco y a Pinochet y que, era evidente, que Rodríguez esperaba que a ambos se los llevara un disparo de nieve "para no verlos tanto, para no verlos siempre, en todos los segundos, en todas las visiones". Aunque aquello me produjo risa luego he escuchado a más gente aludir al significado secreto de "Ojalá" como algo unido a la crítica de todos los totalitarismos y, claro está, hace poco que escucho a los nuevos cachorrines de la progresía decir que "Ojalá" es una canción en contra del Castrismo que Rodríguez escribió para castigar al régimen de forma velada.

El recorrido de "Ojalá", por lo tanto, iría también con los tiempos: una canción de amor que se convierte en una canción en contra de los totalitarismos hecha desde Cuba y, en estos tiempos en los que se mira tan mal a Cuba, nos encontramos con que mucha gente declaradamente de izquierdas prefiere tragarse el cuento de que es una canción hecha contra Castro para poder seguir escuchando a Silvio Rodríguez sin sentir que, de algún modo, está apoyando el Castrismo.

En todo caso nadie que mantiene esa teoría en público es capaz de explicar porqué Silvio Rodríguez pensó que Franco, Castro y Pinochet eran los dueños de una "mirada constante, una palabra precisa, una sonrisa perfecta". Y, mucho menos, porqué Silvio Rodriguez deseaba  "ojalá que la lluvia deje de ser milagro  que baja por tu cuerpo".

Pero es que "Señora Azul" no deja más que resquicios a la duda y, si ustedes la escuchan con atención, se darán cuenta de que es capaz de encajar en cualquiera de sus explicaciones populares y, lo que es mejor, puede incluso encajar en predicciones futuras. Por internet ya pululan vídeos con fotos de Esperanza Aguirre y la cancioncita, es decir, "Señora Azul" es tan buena que se acomoda a los tiempos y también sirve para definir a un personaje 36 años después de haber sido compuesta. De hecho es que puede ser achacada a cualquier persona fastidiosa que ve los toros desde la barrera o que se empeña en dibujar una realidad diferente a costa de ser sentenciosa.

En realidad creo que "Señora Azul" es toda una lección sobre gran parte del parte del pop porque el pop, como casi todas las artes que persiguen en primer lugar la plasmación de cierto grado de belleza, no necesitan una declaración de intenciones para ser disfrutadas y, en cierto modo, al sólo querer trasladar un cierto estado de ánimo (en este caso un enfado con alguien, o una ruptura o un que bien me va contigo y que hermosa se te ve) no necesitan una carga ideológica que las sustente.

Y ahí, creo que está la complejidad del pop: saber hacer algo bonito que sólo tiene utilidades sensitivas y, que pese a no trasladar nada más allá de unas cuantas imágenes, es capaz de predisponernos el ánimo y, lo que es mejor, tocarnos cinco o seis botones de la cabeza y predisponernos también a realizar un ejercicio intelectual que nos lleve a preguntarnos qué escuchamos en realidad y, sobre todo, si conecta con nosotros a más de un nivel.

El logro de cierta parte del pop es, a mi entender humildísimo, ser capaz de trasladar las grandes cuestiones de la vida a los rincones más pequeños de la misma, de extender ideas y de hacerlo bien. Lo bueno del pop es que si es bueno parece un entretenimiento leve concebido por mentes complejas. Sin duda, el background sónico e intelectual de C.R.A.G. y de algunos músicos de su época era, por extensión, más grande que el de Formula V, Los Diablos o Los Brincos y eso les permitía escribir algo un poco más complejo, enrevesado y otoñal.

Puedes decir muchas veces "te quiero", claro, pero la gracia consiste en hacerlo con gracia. Puedes decir muchas veces "A la mierda" pero siempre está bien que puedas hacerlo de manera interesante y, sobre todo, por un instante puedes permitirte dejar de ser adulto. No me cabe duda que Los Planetas, Manos de Topo, Love of Lesbian, Francisco Nixon, Nudozurdo y todos los grupos que ustedes quieran meter en el saco de lo pop y de lo indie pertenecen a una escala de músicos que provienen de unas influencias más lejanas pero que, sin duda, son capaces de traducirlas a un idioma más universal. A veces, incluso, prescindiendo de un mensaje intelectual profundo. Lean ustedes a Ricardo Vicente o a Francisco Nixon hablar en sus blogs sobre pintores del siglo XVIII, sobre escritores como Borges o a Jota Planetas comentando la discografía de Morente o escarbando en los padres del nuevo flamenco y se darán cuenta de que esas influencias están ahí, aunque sea en forma de, paradójicamente, ausencia.

No me cabe duda de que, para escribir canciones que dicen "te quiero" (al menos las canciones que a mi me gustan y que dicen "te quiero") se necesita un poquito de todo esto. Aunque sólo sea para darme cuenta de que conecto con los tíos que están detrás de la guitarra y que pertenezco a una sensibilidad más amplia. Incluso me siento reconfortado si alguien me cuenta la misma historia desde un punto de vista nuevo o, a veces, me cuenta una historia diferente desde la perspectiva de siempre.

El pop permite eliminar el mensaje y, con él, la carga de análisis que todo mensaje conlleva. Nos permite disfrutar mientras somos receptores inconscientes de un corpus cultural y eso ya me tranquiliza. El pop, a veces, puede concebirse sólamente como un discurso estético, como un entretenimiento, como una plasmación de imágenes consecutivas que sólo esperan llamar tu atención lo que siempre depende de que estén bien hechas. Una buena canción pop es como un gran arbol bajo el que uno se puede sentar simplemente a resguardarse del sol sin pensar demasiado en nada, en medio de una caminata. Una buena canción pop es un McGuffin, una pequeña engañifa para soportar mejor la trama de la vida diaria. Una buena canción pop es, en definitiva, dos rebanadas de pan de sandwich que puedes rellenar de lo que quieras...otra cosa es que el pan sea bueno y que el relleno sea el correcto. Por contra una mala canción pop sería uno de esos sandwiches de máquina rellenos de esa cosa espesa que sabe a algo indescifrable que la etiqueta dice que es "ensalada de atún".

Una buena canción es un pinball que entretiene y que, además, siempre esconde la posibilidad de sacarle una bola extra.  

sábado, 16 de octubre de 2010

Las mujeres primero (Marcos Borregón, 2010)


(Foto tomada del blog xavisuescun.blogspot.com) 

El amigo Marcos Borregón ha finalizado "Las mujeres primero" un documental sobre el programa de microcréditos para mujeres que la ONG "Amigos de Tara" está desarrollando en India.

La cosa le ha quedado tan interesante y tan bien hecha como "Soy Meera Malik", su anterior cortometraje documental que estuvo nominado a los Premios Goya y que resultó la sorpresa de su año pese a no alzarse con el premio finalmente, y persigue el mismo objetivo: concienciar. Esta vez, utilizando testimonios más directos y usando varias voces.

Sin discurso moralista de fondo Marcos, que es cooperante de "Amigos de Tara", va desentrañando el trabajo de esta y va bosquejando el ideario de esta organización que persigue el asentamiento de bases económicas, sociales y educacionales que garanticen el futuro de India desde un punto de vista más directamente informativo y menos cinematográfico.

Mi reflexión después de verla es que está bien que haya gente que echa una mano por el mundo pero, sobre todo, da mucho gustito saber que es gente que lo hace de forma inteligente.

Pueden ustedes verlo aquí

Si quieren ustedes saber algo más sobre las actividades de "Amigos de Tara" pásense por aquí.  

Gran Hermano y la fugacidad de los tiempos



Estuve viendo ese magno avance de la nueva entrega de GH llamado "Esperando a GH" y, que quieren que les diga, pero la gocé.

A veces se goza por bien, por gustito, pero otras veces gozas mucho de ver el mal. Este fue el caso de este servidor de ustedes que se sentó "cinco minutitos" (más que nada por ver el escotazo turgentísimo de una ex concursanta de nombre vasco...así estoy de fané y descangashado) y acabó sumido en un mar de contradictorios discursos, peleas al más bajo nivel, envidias, puñaladas traperas, chistes con sal gorda y, todas esas cosas, que tanto le recuerdan a uno a la última vez que asistió a un compromiso familiar.

Ya no tengo duda de que lo mejor de GH es que es un fiel reflejo del momento exacto en el que se emite. Sí, es un programa que caduca al minuto justo de emitirse pero que tiene, oh sí, la virtud de tomar el pulso con una fidelidad inusitada al momento. Es un "carpe diem" televisivo. Hagan la prueba, revisen, por ejemplo, algun youtube de un GH emitido hace, sólamente, un año y caigan en la cuenta de lo viejo que se ha quedado.

Alimentado básicamente por gente normal (y no me vengan ahora de que se extrañan de que haya strippers, transexuales de ambos sexos, ex militares con priapismo y gente así) unidas por el único hecho de ser todos unos completos vagos que aspiran a que el paso por el programa les permita seguir viviendo de la nada absoluta y recibiendo un sueldo de una cadena nacional por sentarse en un plató a charlar con otra gente los concursantes de GH son, sin duda, el reflejo de la moda del momento. Como el concepto "moda" es algo terriblemente pasajero y todos pertenecen a una especie de cultura que ama la fugacidad de los tiempos pues visten, se comportan, alimentan, escuchan, emiten opiniones y, por ende, viven según los cánones del timeline que les ha tocado vivir. Cuando aparecen, otra vez, al año siguiente uno percibe que esas personitas han mutado la piel y que, toma ya, visten ya de otra manera y parecen incluso diferentes.

Una cosa que me llama la atención de los concursantes de GH y también de los de "Mujeres, hombres y viceversa" es que todos gozan muchísimo yendo de discotecas. Sí, miren que para mí el término discoteca es como una cosa lejanísima, como aburrida, como que no te dejan entrar con zapatillas de deporte, como de tener que ir uniformado a un sitio. En las poquísimas ocasiones en que, ya fuera porque estaba dando positivo en cualquier control, ya fuera por obligaciones grupales o por un sarao concreto siempre me he sentido a disgusto en esos sitios. La discoteca (y me refiero a la de moda y no a la entrañable disco de pueblo que merecería un artículo a parte) me repudia y yo repudio a la discoteca. Soy incapaz de abrir el armario y pensar: "¿Le gustará al portero rumano con músculos de la puerta mi atuendo?". El simple hecho de hacer el esfuerzo de adivinar qué es lo que tengo que ponerme para gustarle a un señor me produce unas rarísimas contradicciones internas de corte freudiano.

Sin embargo, y por lo que entiendo, la peña granhermanil disfruta cantidad del encorsetamiento, la diversión programada y, claro, está de ese genuíno "ver y ser visto" sobre el que se asientan esos templos del hedonismo.

Dirán que lo que me pasa es que no me como un colín en esos sitios. Y Tendrán razón. Y dirán que como en la fábula de Esopo de la zorra y las uvas verdes como no puedo disfrutar de ese paraíso lo detesto. Y, a lo mejor, no les faltará razón. Dirán que como soy contrahecho e inseguro pues me encuentro a disgusto entre esa gente que sólo busca el alivio fugaz (otra vez fugaz) de un cuerpo apolíneo esculpido con periódicas inyecciones de botulina, pis de mono titi y anabolizantes como para batir el record de la hora. Y, claro, volverán a tener razón.

No diré que me parecen todas unas chonis (de escote generoso, vaya por delante) y ellos unos imbéciles recalcitrantes. No. Diré que admiro profundamente su capacidad para vivir el momento sin conciencia de ayer, ni tampoco de mañana. Diré que, en el juego de la adaptación al medio, los grandes hermanos y hermanas me han ganado por la mano y que, de tener que elegir los espartanos cualquiera por quienes deberían de acabar en las profundidades del abismo que hay a los pies del Monte Taijeto estos no dudarían ni por un segundo en elegirme a mi, y a mis torpezas y a mis presuntas sabiondeces, y no a una pizpireta andaluza que no sabe pronunciar más de 1000 palabras en nuestro idioma y que, sin duda, si sabe vestirse y comportarse para la ocasión.

Ustedes dirán que son tontos, que no tienen conversación, que son el ejemplo claro de la ruinosa situación de nuestros planes académicos, que son el fruto de la estulticia y del desaforado culto al cuerpo e hijos predilectos de la cultura de la chiflada estética de los tiempos y yo les contestaré que no, que se equivocan, que en un sólo programa de GH se aprende más de los seres humanos que abarrotan España que en cualquier estudio sociológico sesudo.

Tras el espectáculo televisivo que pudiera bien parecer un circo indecente, una exhibición lamentable de todos los errores, vicisitudes y sordideces del ser humano yo les diré que, ese programa y esta edición de GH, nos brindará otra oportunidad de ver a lo más granado de nuestros congéneres, a los mejor adaptados, al irresistible ascenso de lo festivalero. Claro, ya lo dijo aquel, la revolución será televisada. Pues claro, gañanes, se emitirá en Telecinco.

Con el tiempo, una novela tan a primera vista prescindible como "Glamourama" (Bret Easton Ellis) que contaba la historia de un modelo gilipollicas que se embarcaba en un grupo terrorista organizado por otros modelos con la intención de hacer daño, se ha rebelado completamente premonitoria, olvídense de esos contubernios del XX que dieron un giro a la historia de Europa celebrados en cervecerías de tres al cuarto, en esas reuniones del XIX en cafetines lóbregos, en tabernas sucias porque, me temo, que el próximo gran golpe se va a fraguar en el reservado de Pachá o en el "confe" del programa conducido por Mercedes Milá.

No le faltan a la periodista catalana los medios para convertir a su GH (y sólo de ella) en todo un corpus de pensamiento ético y estético pues, el mismo jueves, ejerció de lo que es: la referencia. Sí, queridos lectores despistados, lo nuevo, lo que mola, es dirigir un programa que parece construido para limar asperezas en todo un espectáculo de sanguinolencia catódica usando todas las armas del desvarío para conseguirlo. Otro claro ejemplo de adaptación al medio catódico: si antes lo que estaba bien era hacer entrevistas a personas interesantes ahora, lo que manda, es calentar el patio. Lo consiguió y, por lo tanto, cumplido de sobra el objetivo solo podemos ponernos de rodillas y agradecer la lección prestada. Muy poca gente estaría dispuesta a servir tan alegremente a las motivaciones de los tiempos sin despeinarse (o despeinándose, porque la Milá ha sacado un histrionismo que es cosa fina y del gusto de las masas).

No me cabe duda que esa "vida en directo" que preconiza GH nos va a deparar las exactísimas coordenadas del lugar que ocupamos, el volumen exacto del espacio que ocupamos y, sobre todo, eso es lo importante nos va a deleitar durante unos cuantos meses con todo un catálogo de ropajes, peinados, canciones, actitudes, pensamientos y posturas éticas y filosóficas que no serán más que el fiel reflejo de lo que, ahora mismo, está pasando ahí fuera, de lo que se cuece, de lo que se habla y de lo que se prepara en el local de moda de su ciudad. Y ría, ríase mucho pero de pena, de no poder participar, de no estar en la pomada, de ser una puñetera antigualla y de haber malgastado su tiempo en tonterías. Pero, sobre todo, de no saber adaptarse. Ya pueden encomendarse a Don Carlos Darwin.

Como dice Paolo Vasile: "Carpe Diem".

Nota del Insustancial: En "31 canciones" de Nick Hornby encontré unas palabras del escritor comentando las extrañas razones por las cuales Springsteen había pasado de ser considerado el futuro del rock a ser catalogado, poco después, como un cantamañanas patriotero y con tendencia al histrionismo y la estupidez. Le echa la culpa a una crítica musical un tanto estúpida y poco informada. Lo suscribo. "Thunder Road", por cierto una de mis canciones preferidas porque soy un infantiloide al que el rollo épico-romanticoide de "The Boss" le pone todavía los pelos de punta, va de un tipo que quiere marcharse de su barrio cutre y triunfar lo que, al parecer, es lo que ha movido a mucha gente a ponerse delante de un toro o a concursar en GH. Venía que ni al pelo. Disfruten.   

jueves, 14 de octubre de 2010

¿Truco o trato, Rouco?



Al parecer la Conferencia Episcopal ha emitido una de sus simpáticas notas invitando a los niños a que, en la víspera del día de todos los santos (Halloween), se disfracen de santos en lugar de en brujas, zombis y cosas así macabras. La noticia aquí.

Bien.

Rían a gusto, a mi me duelen los riñones ya de hacerlo. 

Bueno, en cierto modo no es faltar a esa recién adquirida tradición anglosajona: se trata de que los niños opten por otra modalidad de personaje imaginario o inventado para disfrazarse.  ¿Mola, no? De hecho hay una gran cantidad de personajes sangrientos de los que pueden vestirse: San Sebastián asaeteado y atado al tronco de un árbol, San Lorenzo en la parrilla, La santa esa que llevaba los pechos cortados en una bandeja. El martirologio católico da para una gran cantidad de gente asesinada en las peores circunstancias y para retratar las escenas más viles de crueldad. Es más, uno puede vestirse de otros personajes de la Biblia como la María Magdalena recién lapidada o Judas colgando de un árbol. Otra cosa es que en la tienda de disfraces baratos se les agoten las existencias de túnicas y las barbas "a la moda" hebrea. Eso ya, que cada uno se lo comente en su punto de venta o tienda de chinos habitual.

Alguien debería de decirle a la Conferencia Episcopal que, si quiere adelantar la fecha de los Santos Inocentes (mira, otro disfraz bueno, niño degollado) lo primero que tiene que hacer es advertir al personal o que, si la cosa va en serio, se les comente así en plan bien de que están quedando, como siempre, como unos aguafiestas de lo peor.

A su manía por condenar cualquier tipo de práctica sexual (incluso la masturbación que, ya ves tú, que es una cosa pues que la haces muchas veces por aburrimiento o por retrasar alguna tarea más engorrosa como ponerte a estudiar), se le une ahora la "recomendación" de que tampoco nos disfracemos. Qué paradoja: miren al Papa que siempre va por ahí vestido de esa manera tan chocante, que no hay manera de que se ponga un rollo así de sport ni siquiera cuando visita tierras de infieles.

Lo que más me gusta es que a los curas les parece que estaría bien que la víspera de todos los santos se celebrara como se celebraba antes. Disculpen pero al no haber nacido en un hogar muy piadoso (que se me nota, mogollón) no entiendo muy bien como era eso de la fiesta de todos los santos antes. En la memoria tengo sólamente un recuerdo que no es otro que tener que acompañar a la tía de un amigo mío al cementerio para limpiar una tumba. Aquel día, justamente, aprovechaban los operarios para sacar exhumar un cadáver de una tumba con una máquina excavadora rodeada por un grupo de familiares que cuchicheaban sobre la buena calidad del ataud. Fue un espectáculo que, con doce o trece años, me pareció bastante molón. ¿Esa era la celebración antes? ¿Ir a ver como sacaban a los muertos de sus tumbas? No lo creo.

Sin duda la Iglesia Católica en nuestro país está jugando otro partido, es más, creo que juega a otro deporte, en otro campo, con otra pelota y en otra liga. Y no lo digo porque les parezca mal que los niños se les disfracen de brujas y de duendes (no encontrarán aquí ningún chiste que tenga que ver con curas y con infantes...es demasiado fácil) sino porque en tiempos de Wii, de PlayStation y de películas de zombis y de una laxitud tremenda en las costumbres recomendar a la muchachada que se entretenga disfrazándose de santo y asistiendo a rezos y vigilias (o haciendo galletas ¡Galletas! ¡Con lo buenas que están las de Hacendado!) me parece que es pedir demasiado cuando la tendencia marca que los niños tienen que salir a pedir caramelos y los mayores a churrarse aprovechando que, tan simpática fecha, cae justito a principios de mes y se tiene la cartera un poco más llena de lo habitual.

Al parecer también parece molesto que los diablillos se disfracen de idem (permitiendo que veamos su cara real, la más cruel) porque, en el fondo, no lo hacen por venerar a los santos si no por asuntos más profanos. Claro, los niños y sus putas manías de comer chuches cuando bien podrían estar rezando por el Papa Benedicto y toda su corte celestial de Arzobispos, Obispos y Cardenales.

Si la Iglesia quiere que los chiquillos se disfracen de santos en Halloween ya pueden ir metiendo en el santoral a lo Gormitti o a Bob Esponja...verían como, en ese momento, los intereses de infantes y Conferencia Episcopal coincidirían en un mismo punto.

De hecho, no se de qué se queja la Conferencia Episcopal porque, en nuestro país, en todas las noches de Halloween los mejores pubs y los bebederos más selectos se llenan de gente vestida de monja y de cura...vale de monjas rollo putón y de curas endemoniados pero, cuidadín, que la adolescencia (y la post adolescencia) es un gran mercado, un buen semillero donde recolectar almas.

No tengo ningún interés en solicitar de la Conferencia Episcopal o de la propia Iglesia católica ningún giro en esa costumbre de aparecer ante la opinión pública como una organización fea que dice cosas loquísimas. No me veo con fuerza puesto que no pertenezco y, por tanto, mientras que no instauren de nuevo a la Santa Inquisición y que esta se pasee por ahí soliviantando al personal lo que hagan o dejen de hacer me produce un rollo francamente refractario. Vamos, que paso.

Pero lo que no me gusta nada de estos señores tan aguafiestas es que se dediquen, paradójicamente, a cargar siempre contra los que no se pueden defender, que se permitan el lujo de señalar con el dedo las actividades más inocentes como si de pecados capitales se tratase. Eso es, incluso desde la distancia, un puntito molesto.

Nota del Insustancial: He querido pincharles este tema de Roy Orbison incluído en una de las secuencias más acojonantes de "Terciopelo Azul". Ahí tienen lo que tendría que ser una buena noche de desmelene: un tipo haciendo un playback de una canción triste en un tugurio y un público formado por una pandilla de descerebrados comandados por un tipo que está mal de la cabeza.


BOLA EXTRA:

Para terminar me he permitido rescatar algunos comentarios de un par de páginas que recogían la noticia. Más que nada por entender que, incluso las cosas que parecen tener el menor sentido, calan hondo en algunos ciudadanos. Esta inclusión de material me la inspira el fantástico artículo de Santiago Lorenzo publicado en "El Butano popular" que puede leerse aquí. Ahí van algunas "sandunguerías del pueblo llano":

jorgegvr dijo el día 13 de Octubre de 2010 a las 21:41:32:



Bueno, aquí tenemos el Día del Padre, el de la Madre, el de los enamorados. En vez de gastarlo en un perfume o una corbata y cena correspondiente, nos lo gastamos en nuestros hijos para que pasen una tarde divertida y feliz.


También aportamos un gran día, como por ejemplo la Noche en Blanco de Madrid, para que atraquen a los chavales.


Para los de fuera de Madrid es una noche en la que salen muchos "artistas" y perroflautas a mostrar su "arte", los museos tienen colas de tres horas para ver gratis los cuadros. Se me olvidaba, también es una noche en que los empresarios del servicio, los que te venden bocatas y latas y los carteristas "hacen su agosto".

jorgegvr es un claro ejemplo de ciudadano opinador al que el tema no le parece mal del todo pero, como tienen que poner la nota amarga, se dedica a hablar mal de La Noche en Blanco que, al parecer, es un nido asqueroso de perroflautas y carteristas que sale de los bolsillos de los contribuyentes. Por ahora la Conferencia Episcopal no ha dicho nada de esa celebración del culturetismo y la noctivaguez.

Anónimo
bueno amigo, la Iglesia cuando empezó no la formaban más que unos 12 apóstoles asustados y algunas mujeres piadosas. Esto va por fases. La Iglesia al final siempre vence. La daban por muerta con Nerón y también en el Siglo de las Luces, en el XIX.... Pero Cristo dijo que duraría hasta el fin del mundo y que tendría su especial protección. Y ahí sigue. Respecto a la fiesta, debemos conservar la de Todos los Santos. La Fiesta de halloween no es más que un invento del demonio. Y lo digo literalmente, porque ese día, sectas satánicas raptan niños (generalmente de padres emigrantes sin papeles, asegurándose así de que no van a ser denunciados) para realizar sacrificios a Satanás. Halloween no es más que el cumpleaños del diablo. Yo prefiero visitar el cementerio y rezar por mis difuntos. Lo de las flores está muy bien, para los difuntos les dan lo mismo las flores, prefieren las oraciones que les sirven bastante más.


Los ciudadanos que firman bajo el seudónimo de "Anónimo"  demuestran  poca imaginación para elegir su nomme de guerre pero lo compensan ofreciendo siempre información calentita y de primera mano como que "las sectas satánicas" raptan niños en Halloween.

Anónimo
Mi familia se ha disfrazado muchas veces y la verdad es que lo hemos pasado muy bien; pero en el fondo reconozco que hay algo malo en esos disfraces. Ese ocultismo y ese morbo por lo oscuro y la brujería no es bueno. ¡Hay que defender la alegría, lo bueno y lo bello; no lo oscuro! Por eso, como católico y aun sabiendo que la gente que lea esto me va a poner a caer de un burro no descarto que el diablo esté detrás de esto.


Es posible que Ned Flanders, vecino de Springfield, esté detrás de "anónimo". El Diablo, de nuevo, atrayéndonos con el morbo de ponernos un disfraz barato...qué cabrón.

Anónimo
Bueno, lo de Hallowen quizá sea macabro: noche de muertes con niños pidiendo caramelos y cantando lalala por los portales....pero lo de vestirse de Santo.....no sé, un poco fuerte pa los niños no?? y eso que soy católico, a ver cómo les explicas siquiera lo que es un santo?? bastante con que tengan claro lo de maría, josé y jesús y el portal de belén, y con eso hasta hay veces en las catequesis se complican, que síiii....lo que tenían que hacer los sacerdotes por lo menos y para empezar a fomentar si quieren esta tradición es repartir octavillas por los portales con las indumentarias de los santos y por detrás su descripción, así por lo menos informan, culturizan, y a lo mejor hasta alguno se anima luego a vestirse de santo....o por lo menos seguro a intercambiarse octavillas hasta conseguir la colección completa!!

Y aquí Anónimo se hace un lío y que, pese a no tener una opinión formada ejerce de opinador. Lo mejor es que ofrece curiosas soluciones: que los curas repartan octavillas por los portales con imágenes de santos y una explicación al dorso (en plan colección de cromos...¿curas esperando a niños en los portales? ¿En serio?). Un dato curioso: los misioneros que viajaron a América se dieron cuenta de que la tarea de convertir a todos aquellos indígenas era dificililla. No se les ocurrió mejor cosa que hacer unos libros donde por un lado se veía a un santo católico y, al dar la vuelta a la hoja, a un Dios de aquellas tierras equiparando a ambas entidades. De esa forma los indígenas aquellos se convirtieron al catolicismo pensando que era, sólamente, una forma diferente de honrar a sus propias deidades. Con el tiempo esta práctica panteísta adquirió el sonoro nombre de "santería"...y digo yo que eso si que es macabro y malrollero pero, bueno, no me hagan caso.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Intercambio (Antonello Novellino y Antonio Quintanilla, 2010)



"Es un mundo extraño" (Laura Dern en Terciopelo Azul de David Lynch).

Travis Produce, la productora del amigo Carlos Clavijo, se embarcó el año pasado  en la producción de un cortometraje titulado "Intercambio".

Tras dar más vueltas que una peonza finalmente Carlos, y los dos directores Antonio Quintanilla y Antonello Novellino, consiguieron la financiación, reunir a un equipo, conseguir unos actores etc. etc. etc.

Las etapas de preproducción son unos días emocionantes. Emocionantes quiere decir que a la gente le dan ataques al corazón y siempre sale gente herida (normalmente por arma blanca, aunque también hay orgullos y egos que se destruyen) pero, en verdad, nada tienen que ver con un rodaje en condiciones en el que a cada segundo se escucha eso de "Bienvenido al infierno".

Sobrepasada la prueba moral y física que supone un rodaje y sobrellevadas las secuelas (gente que se despierta a mitad de la noche gritando "¡Otra toma!" o personas que sienten que su vida no tiene sentido sin que haya un bocadillo de tortilla de patata esperándoles encima de dos borriquillas a media mañana también está eso de que se te queda la mirada de las "1000 yardas" o, sea, que tienes la música de los caballitos golpeándote la perola durante días y solo quieres dormir) "Intercambio" fue acabada y comenzó otra interesante etapa llamada: ¿Quién quiere ver esta maldita obra de arte?.

Esa etapa no deja de ser también tortuosa y deshumanizada. Tienes que procurar que tu cortometraje llegue a todas las convocatorias posibles de festivales donde unos señores que saben mucho de esto (o, a lo mejor, que son parientes de un concejal sin nada que hacer o, a lo mejor, gente que no tiene nada que hacer) selecciona las que les parecen mejores para sus festivales.

El titular de este blog se encontró en su etapa en la que soñaba con hacer películas que, un corto suyo, fue seleccionado dentro de un festival de Cine Experimental. Con alegría me presenté en aquella celebración de lo moderno, de lo contemporáneo y de lo überguay descubriendo que la sinopsis que había entregado para ser incluída dentro de la programación había sido sustituída por un condescendiente texto en el que se advertía a los posibles espectadores de la pieza lo siguiente: "Comedia de temática adolescente  con buenas intenciones que reflexiona sobre el romanticismo urbano desde una perspectiva simpática y naïf".

Al conocer a los organizadores me encontré con la sorpresa de que me habían seleccionado por rellenar un hueco (¡No sabes lo difícil que es encontrar obras contemporáneas y experimentales a la altura!) y que me habían programado en una sesión en la que todas las películas eran video-danzas, cosas en blanco y negro grabadas en un video chusco donde los personajes repetían mucho cosas absurdas, películas hechas a la remanguillé tirando de los peores efectos estroboscópicos posibles y un largo etcétera de atrocidades (¡verás lo que vas a aprender de esta gente que está a la última!).

Con la sala repleta de personal (todos con pinta de ser los más tontos de Bellas Artes) me tocó salir a la palestra en un rarísimo cine-forum posterior junto a unos tíos austriacos que parecían los primos de los Kraftwerk y una videoartista que dijo que venía de grabar una rave y que se rascaba mazo. Preferí no preguntar.

Tras ello, y en los copazos posteriores, tuve el honor de recibir todo tipo de insultos como "me he reído con tu película pero es una chorrada" o "no esperaba encontrarme algo así, no niego que me he reído y que le ha dado un poco de frescura pero me ha resultado ramplona y comercial...una pena" y, finalmente, una palmadita en la espalda de los organizadores diciéndome: "Venga, que al menos has venido y lo estás pasando bien". Conseguí darles esquinazo cuando marchaban todos a un concierto de cantos esquimales o algo así y conseguí llegar al hotel para poder tirarme en el suelo y llorar y patalear hasta que me quedé dormido.

El caso es que a la tropa de Clavijo le ha ido mucho mejor que a mi y, seguramente, mejor que al resto de los cortometrajes españoles estrenados este año porque ya tienen en su cuenta 29 premios en todo tipo de festivales (nacionales e internacionales). El último, y más sonoro, el premio del público en el I´ve Seen Festival que organiza, entre otros, el actor Rutger Hauer. Para que vean que no me lo invento aquí les dejo el vídeo de la entrega del premio (recibido el viernes de la semana pasada) en el que estos muchachos decidieron regalarle a Hauer una paloma para agradecerle su trabajo en "Blade Runner".



"Intercambio" es un cortometraje que reflexiona sobre el totalitarismo desde un punto de vista crudo atacando el asunto desde una perspectiva realista : un pequeño pueblo ve como toda su producción de grano tiene que ir a las arcas del estado quedando sus habitantes sumidos en el hambre. Por desgracia el hecho no es política ficción y hechos como estos ocurrieron durante el mandato de Stalin. A partir de ahí "Intercambio" escarba en el monstruo de las dictaduras desde un punto de vista donde no hay cabida para el maniqueismo. Brutal y sincera, la narración desemboca en una reflexión que se aleja bastante de los habituales cánones de nuestro cine social y político: la pobreza y el hambre arrastran a la desesperación y a la consumación de actos terribles e inhumanos. Pero, por si fuera poco, se señala a los culpables y, allá a lo lejos, se trazan los elementos necesarios para que este tipo de actos se produzcan.

Y digo que se aleja de los habituales cánones de nuestro cine porque, en realidad, nosotros preferimos manosear un discurso que se parece sospechosamente a una clase de catecismo: la pobreza es digna y su existencia permite que la sociedad tome conciencia y se redima. Partiendo de ese sin sentido judeocristiano (implícito en la noción que lo moderno tiene de la injusticia social) preferimos regodearnos en una narración que tiene a la misma pobreza y a sus sufridores protagonistas como ejemplos de santidad y martirio pero nos obcecamos en no señalar a los culpables, ni siquiera allá a lo lejos en el horizonte.

Además de sus innegables valores técnicos y formales (la fotografía de Villarías, el trabajo actoral, el diseño de producción, el ímprobo trabajo de maquillaje y vestuario etc.) nos encontramos con una película cruda que, aparentemente construída en la ficción, nos llega como un sopapo documental.

Es una pena que el Ministerio de Cultura, pese a sus 29 premios, la haya tenido en poca estima y haya alcanzado la puntuación de "0" en el ranking en el que se otorgan los dineros públicos. Pese a la mala noticia que eso supuso para "Intercambio" no dejo de pensar que es una buena noticia para el cine español: si esta gran peli no ha recibido un duro es porque, sin duda, la competencia era muy buena. Habrá que estar atentos este año. Sin duda.

También es una pena que los éxitos de una producción española hayan pasado completamente desapercibidos para los medios de comunicación de masas de nuestro país. Sorprende cuando otros éxitos gastan tanta tinta y tantas tarjetas de memoria que "Intercambio" o que la nueva peli de Vigalondo o que lo nuevo de este o del otro casi pasen desapercibidas. ¿Saben que "Buried" de Rodrigo Cortés es un exitazo internacional? ¿A que no?

Y es una pena porque las películas serían una interesante industria. Las películas dan trabajo a mucha gente, y no me refiero solo a actores y técnicos, me refiero a conductores, taxistas, electricistas, economistas, administrativos, abogados, carpinteros, fontaneros, publicistas, diseñadores gráficos, trabajadores de la industria textil, modistos, sastres, peluqueros...por no hablar de que, indirectamente, generan beneficios en agencias de viajes, bancos, empresas de publicidad estática, medios de comunicación etc. etc.

Evidentemente no digo que la producción audiovisual sea la panacea pero, en realidad, en estos tiempos no nos vendría mal que unas cuantas industrias de este tipo se dedicaran a dar empleo. ¿no?

Es una pena que nuestras películas sean directamente las mayores damnificadas del momentos político y social que vivimos, que hayan sido elegidas como las cabezas de turco, como las víctimas propiciatorias y que, en un mundo informativo tendente a la extrema derecha, sean ignoradas. Por desgracia, los que deberían de estar haciendo patria, también parecen mirar para otro lado, quizás más interesados por otros mundos artísticos que, por desgracia, no están en este.

Les dejo pues con el recomendatorio de "Intercambio". Échenle un vistazo, si les apetece recomiéndenla a sus amigos y, por favor, no pierdan la oportunidad de decir que la han visto, de comentarla porque, con ello, quedarán ustedes como unas personitas informadas, que están a la última, que son capaces de descubrirles cosas a sus amistades. Háganlo de pasada, en plan, "¿Aún no habéis visto Intercambio? Pues es buenísima". Se van ustedes a convertir en los amos de la fiesta sin tener que pagarse ese curso de guitarra española que ofrecen en CCC. Bueno, a lo mejor no, pero sin duda habrán ustedes contribuído a que un emergente productor pueda seguir haciendo películas lo que, en el fondo, me hace recordar que cada vez que se hace una buena película un pobre desgraciado sale del paro.

Pueden disfrutarla aquí.

lunes, 11 de octubre de 2010

El día en que le recomendé a un premio Nobel que viera "Los Soprano"



Estaba en la FNAC con mi amiga Leonor comprando unos libros cuando me encontré con Thais. La  peruana había aparecido por casualidad en mi vida y como por ensalmo había desaparecido sin dejar rastro.  Era de esa gente que siempre tiene una frase genial en la boca, aunque siempre la recordaremos por un "¡Ay Diosito, sálvame!", una especie de plegaria que entonaba a la tercera o cuarta copa de ron, y por arrastrar detrás de sí una ingente cantidad de vivencias, anécdotas y personajes (entre ellas una peruana de ascendencia judía que andaba buscando un productor que le financiara un espectáculo de marionetas porno...algo sin igual, créanme) que, para mi, que apenas había salido de los límites de la Europa Sur eran algo impresionante.

Sin tiempo para demostrarle mi cabreo por su desaparición o pedirle alguna explicación la mujer aquella se me abalanzó  elevando otra plegaria ("¡Ay Diosito, gracias por poner al gordo de nuevo en mi camino!") lo que hizo que me sintiera como cuando Elmer el Cazador se encontraba con Bugs Bunny y este le decía eso de "¿Qué hay de nuevo, viejo?".

"Que alegría verte, qué alegría Insustancialito, sufrí mucho porque dejamos de vernos...¿Tú sabes algo de dividís, verdad? ¿Sí, seguro que sabes de dividís, cierto? Ve ahí y ayuda a esa pobre gente que viene conmigo que no se entera de nada mientras me pongo al día con Leonor...que bueno que te vi Leonor, que tal todo, cuentame, anda Insustancialito, ve". 

Todavía en shock me dirigí hacia un matrimonio al que sólo veía de espaldas, acompañado por un chaval más joven. Trasteaban con unos DVD (dividís) en las estanterías de la FNAC. El hombre se giró y me quedé parado. Tieso. De corchopán. Esa "pobre gente" a la que mi amiga acompañaba y que, al parecer, no tenía algún problema con los DVD era, nada más y nada menos, que Mario Vargas Llosa, su mujer y uno de sus hijos. Desde la lejanía escuché decir a Thais un "Fíate de Insustancialito que es un gran amigo y sabe de todas esas cosas...¡además escribe como vos!".

-"Esto...escribo bastante peor que usted, la verdad".
-"Bueno, el día que lea algo suyo ya le diré...".

Mi diálogo interior en ese momento era "hostiashostiashostiashostiashostias". Nada más.

-"¿Me puede echar una mano con estos DVD?"
-"A ver si puedo, dígame". 
-"Pues que no dejo de oir hablar de esta serie y me gustaría comprarla". 

Era la primera temporada de Los Soprano. 

-"Es muy buena, es cojonuda". 
-"¿Y la puedo ver aquí, en España? Es que esto de los numeritos de los DVD, no me aclaro". 
-"Si tienen un 2 puede verlos aquí pero no en Estados Unidos o, creo, en Hispanoamérica. Para ver los que tienen un número 1 o cualquier otro número necesita un aparato que sea multizonal". 
-"¿Cómo?". 
-Pues un aparato que acepte los discos de cualquier país, que  los lea. Lo puede comprar en la calle Barquillo porque aquí no creo que los vendan". 
-"Sabe usted muchísimo joven. ¿Me puede decir donde comprarlos?". 

Al instante me vi apuntándole en un papelito, la cuenta de un restaurante, la dirección de una tienda de la Calle Barquillo donde se podían comprar reproductores de DVD que leían cualquier disco. Ni que decir tiene que la gente que pasaba alrededor de nosotros estaba pensando "Coño, mira que famoso será el tío ese que Vargas Llosa le está pidiendo un autógrafo". 

Luego ya le pude decir lo mucho que me gustaba como escritor, allí parado, en medio de la FNAC con un montón de gente sosteniendo libros  suyos para que se los firmara y él, bastante divertido, me volvió a dar las gracias y a decirme que perseverara en lo de escribir si es que me gustaba que él hacia lo mismo. Le pregunté por Pantaleón y por La Tía Julia y me contestó amablemente durante unos poquísimos minutos. Después nos despedimos también de forma muy agradable y me dijo que "vería la serie, a ver si era tan buena". Quedé con mi amiga Thais en vernos sin falta unos cuantos días después. Era puente y se quedaba en Madrid unos días antes de largarse a Líbano a no se que historia del ACNUR.

Siempre me ha interesado mucho más el Vargas Llosa "escribidor" que el Vargas Llosa "opinador". El Llosa opinador, ese señor empeñado en que sepamos su opinión sobre todo, no me mereció mucho respeto porque traicionó al primero. Es decir, la bibliografía de Vargas Llosa apuntaba a una revolución, era en sí un proyecto de renovación de los géneros literarios hispanoamericanos y aspiraba a cambiar para siempre el rumbo de la literatura en español cargándose las diferenciaciones entre alta y baja cultura y fortaleciendo así los lazos de los intelectuales con sus lectores.

El Boom de escritores hispanoamericanos supuso una revolución consciente y la necesidad de articular diferentes nacionalidades a través de una misma voz compartiendo una serie de valores y de raíces comunes donde se anudaran el indigenismo con la tradición literaria española dando así sentido a un mix, a una reinterpretación de una cultura rica, transnacional y sabrosamente criolla lo que hacía que, de un tirón, todo tuviera sentido. Al igual que en la rica cocina peruana la cultura hispana bien podía tomar los derroteros de convertirse en un cruce de caminos entre lo de ayer y lo de hoy, entre Uslar Pietri y Carpentier, Llosa y Montalbán, Márquez y Cervantes. Así fue.

De hecho, y siguiendo con el simil culinario, si en la cocina peruana se podían encontrar estas dos tradiciones y la aportación de la cocina oriental bien podía la literatura hispana agarrarse a otros moldes, a otros usos y a otros sabores sólamente por enriquecerse. En ese punto es donde Vargas Llosa emerge (de la mano de Borges) en un elemento aún más revolucionario que no es otro que la mezcla con otros estilos, en el interesante camino de llevar la tradición hasta nuevos lugares propios sin desmerecer a una novela por ser, por ejemplo, policiaca.

Es una pena que lo personal (el distanciamiento con Márquez) y en lo político (la absurda dicotomía entre Castro sí y Castro no) acabaran por obstaculizar este camino emprendido por Vargas Llosa que, aunque ha tenido escuela, no ha dejado de nacer un poco muerto ante el empuje de otras cuestiones menos literarias.

Contra Vargas Llosa no tengo otra cosa que el hecho de que se haya convertido en un escritor menos preocupado por escribir que por permanecer en el ojo público el mayor tiempo posible.

No concibo como un tipo tan inteligente, un tipo que siente la necesidad de ver "Los Soprano", sea capaz de apoyar sin dudas de ningún tipo a un candidato tan poco agraciado políticamente como Aznar. Es decir, no concibo como alguien puede apoyar a un tipo que, evidentemente, no ha leído nunca nada que haya escrito o ha tenido el menor interés en hacerlo. Es más, y en esto soy francamente malvado, no le concedo a Aznar ni siquiera la capacidad para entender nada que haya hecho Vargas Llosa ni siquiera leyéndolo.

Sí entiendo al Vargas Llosa "opinador", ese bicho político, que busca soluciones hasta debajo de las piedras, es decir, que cree que la economía de mercado puede salvar a Hispanoamérica. Vale, lo que no entenderé nunca es las razones que llevaron a Vargas Llosa, un derechista suave a la europea que siguió clamando contra Pinochet y contra Fujimori,  a apoyar a un partido tan anclado en la tradición y amante de los mismos rasgos de poder que quiso combatir en un momento determinado.

Si Jaime Baily me parece un "posturitas", un tipo que juega con los símbolos externos de la liberalidad de derechas diciendo chorradas. Y sólo chorradas. Si la deriva de escritores que sonoramente aparecieron en el mercado vendiéndonos un libro llamado "Coños" y que ahora parecen no haber salido de la sacristía me parecen aún más sangrantes por necios y reduccionistas no dejo de pensar en Vargas Llosa como un intelectual que clamó en un determinado momento por la injusticia (lean sus escritos en contra de la pena capital que sigue manteniedo vivos, lean sus crónicas sobre las dictaduras militares hispanoamericanas) y lo siguió haciendo en un momento en que Castro ya era todo un exceso.

Le achaco a Vargas Llosa haberse convertido en un escritor menos interesante o, a lo mejor, en un escritor menos feroz, menos incisivo, menos molesto, más integrado, más aburrido en algunos pasajes pero, que se "haya hecho de derechas", me hubiera parecido un pecado venial de haber seguido siendo tan buen escritor como lo fue antaño o como nos demostró en "La Fiesta del Chivo".   

Me alegro por el Premio Nobel concedido al Mario Vargas Llosa escritor y no al Mario Vargas Llosa opinador. Me alegro porque le hace justicia al otro genio de la generación del Boom hispanoamericano, ese que vendió muchos menos libros que García Márquez porque siempre fue mucho más difícil de leer (aunque les invito a leer "Pantaleón y las visitadoras" y "La tía Julia y el escribidor" para que rían a gusto) y que, sin embargo, convertía cada novela en una estructura preciosista, con un ritmo ideal para la narración, con unos personajes increíbles. Es por ese Vargas Llosa por el que me alegro.

Días después aquello volví a ver a mi amiga Thais. Fuimos a cenar a un restaurante mexicano (no al que normalmente frecuentábamos sino a "la panza es lo primero") a trasegar tequilas y a hacer la ruta de nuestra memoria que incluía el "Pepe Botella", el "Manuela", el "Fantasía" y "La Vaca Austera". Como tantas otras noches terminamos en el pequeño salón de su casa, casi de amanecida, tumbados en el sofá entre plegarias a ese Diosito suyo (ambos tan ateos sólo podíamos rezar a un Dios de pacotilla inexistente y caricaturesco) y el humo de la mota.

-"Ay no sabes Insustancialito el favor que me hiciste el otro día...mira que a lo mejor te lo puse difícil, ¿un poco solo, no?".
-"No, me encantó conocerlo, en serio".
-"Me dijo Mario que si sabes tanto de dividís como de escribir vas a ser grande...".
-"Cochina exageración la tuya".
-"Lo dijo, que lo dijo, Insustancialito, que quedó encantado".
-"Ya, ya...".
-"¿Y qué andas escribiendo ahora, dime? Cuéntame una de tus historias".

Y seguimos charlando un rato y le conté de esto y de lo aquello. Historias. Y me sentí, como siempre que estaba con Thais, como un escribidor, como un contador de historias.

Después no nos hemos vuelto a ver.

Nota del Insustancial: Si el boom literario encabezado por los escritores hispanoamericanos de los años 60 fue una revolución estética e ideológica notable que pretendía cambiar para siempre la historia de la literatura en español y también como motor de reinvindicación de la tradición literaria del continente frente a la pujante cultura anglosajona no fue menos interesante el trabajo que Ruben Blades, Willie Colom, Hector Lavoé y todos los músicos hispanoamericanos hicieron en los años 70 para sacar el folclore de todo el continente del mismo y hacerlo popular en todos los lugares del planeta. Por cuestiones meramente sentimentales "pincho" este "Telefonito" pero podría haberme decidido por cualquier tema grabado por Fania Records o por cualquier pieza de Paquito de Rivera o cualquier pieza de la Fort Apache Band.