En 2008 RTVE no tuvo más remedio que mandar a Rodolfo Chikilicuatre como representante a Eurovisión. Mucho. Aunque una semana antes ya comenzara a sentir las nauseas que me persiguen cuando una broma se alarga demasiado apoyé como un verdadero fans al inventor del "Chiki-Chiki". Me gusta la música y me chupa un huevo Eurovisión que es un dinosaurio televisivo que corría en pos de su extinción pero que, por una de esas contrapartidas de la caída del Muro de Berlín, de pronto se ha sentido bien de salud a costa de incorporar el interés de los telespectadores de los países del Este (y más allá, Azerbayán, o más acá, Andorra) que me imagino que antes sólo podrían entretenerse con competiciones televisadas entre koljós o carreras de tractores.
Pensé que, gracias al Chikilicuatre, toda la fiebre eurovisiva iniciada en 2002 por OT y que tuvo como víctima propiciatoria a una muchacha granadina llamada Rosa ("De España") sobre la que pusimos la responsabilidad de limpiar no se qué narices de honor patrio mancillado en dicho certamen se acabaría definitivamente. Me equivocaba más que la paloma de Ana Belén porque, en realidad, los daños que había causado OT en nuestra fibra moral iban más allá de lo méramente auditivo. Gracias a OT y a sus estupendas votaciones se había despertado el infierno, casi olvidado ya, de los clubes de fans. Horror. Los fans, los putos fans. Esa masa incandescente, nerviosa, chiflada y sin cara que representa el lado oscuro del derecho consitucional de reunión de pronto renacía de sus cenizas.
Los granos, los brackets, las bajadas de azucar, las lágrimas incontenibles, las pancartas sonrojantes hechas en cartulina, las risotadas, las carreras por los aeropuertos, los lanzamientos de bragas, las caritas pintadas con los nombres de ídolos como Miguel Bosé, Ivan, Los Pecos, Hombres G, Take That, NKOTB y otras lindezas que me habían acompañado desde mi niñez a mi infancia y que creía muertas de pronto volvieron. Así, de repente. Todo el mundo necesitaba un triunfito al que adorar y, curiosamente, cuanto más bajonero el triunfito, más bajonero el fan, porque el fan ya no era una adolescente insegura de sus regordeces, ni su amiga delgaducha y dientona, nerviosa hasta la nausea que la acompañaba dando saltitos y repitiendo un mantra "tía, tía, que fuerte, tía, tía"...el fenómeno había saltado la valla del sexo y también se había instalado entre los muchachos, primero entre los definitivamente gays y luego entre los heteros y, después, oh, después, entre sus madres que decían eso de "yo al Bisbal me lo picaba tan divinamente". Arf. Peor que la peste negra.
De entre las catacumbas del movimiento fan emergieron los "eurofans". Lo peor. ¿Cómo definirlos? Digamos que si un fan fuera un embutido sería el chopped. Un eurofan es la cabeza de jabalí de los fans. Agazapados durante años, dedicados a la ardua tarea de recopilar todos los datos posibles sobre participantes, canciones, lugares de celebración del certamen y otras paridas que no podrían entretener a nadie durante más de quince segundos los eurofans se replegaron cuando decayó el interés por el festival en nuestro país. De todas maneras siguieron ahí, a sus cosas, mandando cartas a Uribarri para protestar por la falta de cobertura del Festival, entrelanzando relaciones. En definitiva, se tomaron su tiempo al igual que lo hacen las garrapatas que se adhieren a un árbol durante unos cuantos meses hasta que un perro se detiene para mear debajo de la copa y caen sobre él para chuparle la sangre. Ñam, Ñam.
Los eurofans vieron que la materia de su obsesión (y de su estudio) de pronto cobraba un enorme interés y creyeron que era la suya. Ellos que habían acompañado a Eurovisión por la travesía del desierto catódico no iban a quedarse de brazos cruzados y tomaron la voz...para evitar que Rosa fuera al Festival y mandaran a Chenoa en su lugar que, flipa, ganó el Festival que los Eurofans organizan por su cuenta y riesgo.
Henchidos de razón han seguido dando la barrila desde entonces. Mucha barrila, pese a que D´Nash (una elección muy eurofan) cosechó un pobre puesto 21 en 2007. Rebasados por izquierda y derecha por una pizpireta María Isabel que se alzó con el triunfo en el Eurojunior con su canción "Antes muerta que sencilla"...algo que creo que tiene que ver con la laxitud que hay en España con las leyes sobre trabajo infantil.
En 2008 creímos tener a toda esa caterva contra las cuerdas. Sí. Oh, sí. No olvidemos que Chikilicuatre se enfrentó contra una candidatura moderna (La Casa Azul y su "Revolución sexual"...un temazo) y una Eurofanística que recayó en Coral. Esta chica de aquí:
¿Les suena semejante horterada? ¿Cruce de cables entre Dana Internacional, Rocío Jurado y Mónica Naranjo? ¿Alguien cree que esta chica hubiera quedado mejor que el Chikilicuatre? Quedó segunda en la votación final, el país estaba dispuesto a quedar claro que Eurovisión nos chupaba un huevo. Así fue. Ni épica, ni leches. Se acabó...pues no. No se acabó. Los eurofans volvieron con nuevos bríos, heridos en su amor propio y este año hemos vuelto a hacer el ridículo más espantoso que es el de intentar que todo un país se tome en serio una caspa semejante. Mandamos a Soraya, una representante adorada por el "eurofanismo", y asi nos fue.
Una muchachada inane aquejada del mal gusto musical que persigue a este país (algo que yo achacaría a nuestra malísima educación escolar en cualquier tipo de expresión artística, entre otras cosas) resulta que es la que quita o pone representanta, presiona y pierde el tiempo en estas cosas tan lamentables.
Desprecio profundamente a los fans (euros o no). Desde siempre. El fanatismo me asquea. Me asquea porque el fan-ático procurará siempre convertirse en la voz de su amo, de reinterpretarla según sea su proyección sobre el objeto de culto...¿Sabéis cuantas interpretaciones hay de "Ojalá" de Silvio Rodríguez? ¿Cuántas peleas perroflautistas inicia un verso como "Ojalá pase algo que te borre de pronto/una luz cegadora/un disparo de nieve/ojalá por lo menos que te lleve la muerte/para no verte tanto/para no verte siempre/en todos los segundos/en todas la visiones"? He llegado a escuchar que estaba dedicada a Franco...por lo del disparo de nieve...por desearle la muerte a un dictador...pese a que dice eso de "ojalá que la lluvia deje de ser milagro que corre por tu cuerpo". ¿Cómo es posible que hable de las películas de Kubrick conociéndolas mejor que su propio autor como aquel crítico que justificaba la poca pegada de "Eyes wide shut" diciendo que su falta de ritmo y su profusión de saltos estúpidos en el guión no eran más que una "bella oquedad" que el propio Kubrick había puesto ahí para calentar el orcate intelectual de aquellos aficionados a su cine? ¿Cómo es posible saber de Kubrick (o de Lynch) más que ellos mismos? ¿Cómo es posible saber de los gustos musicales letones o estonios cuando no se ha pisado su suelo ni se ha escuchado su música?
Los eurofans se creen, como todos los fanáticos, la reserva moral de Eurovisión y se permiten el lujo de analizar el asunto con una seriedad que provoca risas y miasmas a partes iguales. Pero hay otros, como esos heavys que sentencian acodados en la barra del Excalibur sobre quién es digno de llevar una camiseta de Iron Maiden y quien no y, claro está, los hay también que se creen en la obligación de sentirse los comisarios políticos del blues, el "indie" o la conga.
No es extraño que muchos de estos talibán hayan llegado a las páginas de los periódicos o a las portadas de las páginas de internet sentenciando (en muchos casos sin haberse acercado ni a una flauta dulce) a vida o a muerte. Bueno, en este caso, más a muerte.
El problema no es ya que se opine, que a veces se opina de esa manera que todos sabemos que es sin tener mucha idea de lo que se está diciendo, que es la base de la maldad de la crítica y la que la ha convertido en todo un género literario si no que se intente dirigir el cotarro. Así, nos encontramos críticas, por decirlo de algún modo, como esta del fanzine commonpeoplemusic.com sobre el nuevo disco de Love of lesbian, 1999, se emplea la mitad del texto en cagarse en Vetusta Morla (cosa gratuíta) y la otra mitad no solo en criticar el disco (salvando tres canciones) si no en extender topicazos como "estos tíos antes molaban" o "sus discos en español son mucho más flojos" para terminar en un "si hicieras esto...". El crítico, como los eurofans, emerge no como observador si no como director enseñándonos el camino de cómo habría de ser en realidad la escena musical española (curiosamente defendiendo que habría que cantar en inglés para no dar "vergüenza ajena") y de lo que adolece para luego caer de nuevo en los consabidos tópicos y gracietas.
Una amiga guionista decía que no concebía como alguien podía criticar la televisión sin haberse pasado por una redacción o haber escrito un guión...yo tampoco excepto que el señor/a sea una especie de eminencia y que tenga buen gusto pero, sobre todo, que no le interese hacer juicios de purismo baratos. Le pasaba a Carlos Pumares, el egregio Carlos Pumares, que en su faceta de guionista ofreció al mundo joyas como "El extraño amor de los vampiros" (1974, Leon Klimovsky) entre otras.
Así el fan, el crítico o el que sea se da la autorización para entregar el diploma de lo que es auténtico y lo que no, de lo que es digno y lo que no y, a partir de ahí, de detectar lo que envilece o descafeína una tradición entera ya sea esta la de Eurovisión (que no se si es que es necesario ampliar el número de gritos y lentejuelas), la del cine de autor o la de la música.
Estas actitudes, las de creernos parte indispensable de algo, la de arrogarnos la categoría de haber llegado los primeros, de ser sus descubridores y, por tanto, parte de algo son las que acaban por aburrir, envilecer y sectarizar cosas interesantes, de encerrarlas, de enmohecerlas, de joderlas y en definitiva de alejarlas cualquiera que pudiera acercarse a ellas y que, por no ser auténtico, las abandona...y, evidentemente, no me refiero a Eurovisión. Eso ya está muerto y enterrado aunque intenten vestir el santo diciendo que "Europa nos odia".