La vida tiene dos manos. Con una
te acaricia y con la otra te golpea. Drama y comedia. Te mece o te arrea. Unas
veces suave y otras con fuerza.
A nosotros, durante un tiempo, la
vida nos sacudió con ceguera y rabia.
Para mitigar estas malas
circunstancias mi padre nos embarcó en un viaje a Granada a mi hermana y a mi
con la intención de que no olvidáramos que, al menos, seguíamos juntos y sobre
todo que todo aquello pasaría.
En Granada visitamos a nuestros “titos”,
Manolo y Miguel. En realidad ni siquiera son familia nuestra pero los llamamos “titos”,
si algo nos ha enseñado padre es que tienes a tu familia impuesta pero que,
aleatoriamente, puedes ampliarla incorporando a amigos y personas que te hacen
sentir siempre como si estuvieras cerca de casa y que tienes que corresponder
abriendo las puertas de la tuya para que todo el que quiera se pueda tomar un
respiro y descansar.
Granada para nosotros significa muchas
cosas: playas de la infancia, amistades, música…
Los titos nos llevaron un día de
cañas. Un recorrido larguísimo de Alhambras en cada bar, de tapas y de
flamenco. Acabamos dando con nuestros huesos en un pequeño local regentado por
un personaje llamado Antoñito “El Triniá”. Cantaor. Amante ortodoxo del
flamenco. Un poco tartamudo.
Era inevitable que, entre cerveza
y cerveza, se nos soltara la lengua y por la conversación discurrieran las
diferencias entre la forma de entender el flamenco en toda Andalucía, incluso
en España. “El Triniá” denostaba el flamenquito y hacía una llamada a “la
pureza” mientras que yo me empeñaba en intentar explicarle –maldita cerveza-
que el arte (tampoco el flamenco, ningún tipo de arte) puede sobrevivir
intacta, suspendida en el tiempo y circunscrita a su espacio geográfico
original y que, si bien, las raíces han de ser conservadas y necesitan para
ello de la ortodoxia y sus creyentes también es bueno, de cuando en cuando,
mezclarlas con otros ingredientes para que puedan así conformar otras formas de
expresión artística.
-“A mi es que estos modernos de
las lagartijas y los universos…pues que no, no sé qué pensarán en Madrid o en
Sevilla”.
-“¿Y Morente?”
-“Morente es caso aparte porque
Enrique Morente puede hacer lo que quiera, niño, ese no pierde la raíz”.
-“¿Y Camarón?”
-“Ese igual, ese era un cantaor
de toda la vida por más que os empeñéis…aunque hiciera sus mezclitas y sus
cosas…esos son genios y son casos aparte. Pero lo otro, lo del uyuyuyuy y la guitarrita eléctrica y la
rumbita…eso no es de aquí”.
-“¿Entonces?”
-“Pues que los experimentos para
los que sepan experimentar o que le pongan gaseosa”.
Pensaba yo que Antoñito “El
Triniá” era de los que pensaban, erróneamente, que el flamenco partía de un
lugar incierto llamado “Duende”. Esa manía de reducir el arte a un asunto de
iluminados y elegidos, un tipo de arte que no se puede aprender y para la que
tienes que estar predispuesto de una forma mágica.
Entre la ortodoxia se suele
pensar así: El flamenco es/existe porque se genera de forma espontánea. Sin
aviso, un poco como te golpea o te acaricia la vida.
El nacimiento de la heterodoxia (el nuevo flamenco) impulsado desde
finales de los 60 y conocido como nuevo flamenco, sin embargo, nace del
pensamiento contrario: El flamenco es y existe en sus raíces pero puede
aprenderse, puede estudiarse y, claro está, puede expresarse y disfrutarse por
personas ajenas a sus raíces.
El ortodoxo cree en la pureza y
en el linaje mientras que el heterodoxo cree en la mezcla y en la
internacionalización. Para el ortodoxo, el más ensimismado, el flamenco no
podría contar con cátedras para su estudio o con escuelas para su aprendizaje.
Así, los heterodoxos, se
agarraron al flamenco identificando a la música popular andaluza con las mismas
virtudes que al “sonido progresivo” (con su poquito de rock y su poquito de
psicodelia…a un arte nuevo, en definitiva) y expresaron sus intenciones
artísticas en un texto conocido como “Manifiesto de lo borde”. Reproduzco solo
sus tres últimos puntos para mejor comprensión:
I. No se trata de hacer “flamenco-pop” ni
“blues aflamencado”, sino de corromperse por derecho.
II. Sólo puede uno corromperse por el palo de la belleza.
III. Imagínate a Bob Dylan en un cuarto, con
una botella de Tío Pepe, Diego el del Gastor, a la guitarra, y la Fernanda y la
Bernarda de Utrera haciendo el compás, y dile: canta ahora tus canciones. ¿Qué
le entraría a Dylan por ese cuerpecito? Pues lo mismo que a Manuel [Molina]
cuando empieza a cantar por bulerías con sonido eléctrico:
“Aunque digan lo contrario,
yo sé bien que esto es la guerra,
puñalaítas de muerte
me darían si pudieran”.
Desgraciadamente la explosión
primera (macarra, viva, sentida, brutal, contradictoria porque era a la vez “universitaria”
e “internacionalista” y a la vez callejera) que alumbró a Smash, la figura de
Silvio Fernández Melgarejo –y todos sus proyectos musicales-, a Triana, Veneno,
Pata Negra, Camarón de la Isla y a toda una serie de virtuosos que añadieron
sus raíces flamencas al jazz (Chano Domínguez) o que jugaron con excelencia en
los márgenes de la experimentación y de la pura ortodoxia (Enrique Morente o
Paco de Lucía) o, incluso, el “arrancón” primero de la misma rumba catalana (El
Pescaílla y Bambino) o de la traslación de ese sonido –ya mestizo- a “los
Chichos” o a los propios nietos de Porrina de Badajoz (“Los Chunguitos),
incluso a los “Medina Azahara” (el flamenco y el rock mezclado con el sinfónico)
también ha generado monstruos. Es normal. No hay un estilo musical puro que en
el cambio de manos, de tiempo y de lugar no haya sido vejado por la propia
industria. Convengamos en que, aunque la raíz sea la misma, no es lo mismo el “Miami
Sound” de Emilio Stefan que Ruben Blades o Willy Colón.
¿Es el flamenco algo mágico como
sostienen los ortodoxos?
Así le ataqué a Antoñito “El
Triniá”. Como dicen los taurinos: por delante y por derecho.
-"¿Entonces esto sale por que sí?".
-"A veces sí y a veces no".
-"¿No se puede aprender?"
-"Mira, cuando tu ves a Tomatito
acompañando a Camarón piensas en que ese es un guitarrista para un cantaor.
Algo específico. Uno para el otro. Otra cosa es cuando ves a Paco de Lucía. Y
tú lo ves tocar y piensas que ese tío tiene algo. Que lo tiene. En la punta de
los dedos. Pero también es verdad que cada vez que él pone un traste y saca una
nota seguro que no piensa en si eso le sale de dentro o no. Seguro que piensa
en las broncas que le echaban por poner mal los dedos y en las horas y horas
que hay que dedicarle para tocar así la guitarra. Así de bien. Como todo para
esto hay que valer. Hay que sentirlo y hay que tocarlo pero también hay que
echarle tiempo y perfeccionarlo porque si no, no vale la pena".
-"¿Entonces?".
-"Pues que unos sí y que otros no…pero
un japonés tocando la guitarra, por muy bien que lo haga, nunca va a ser lo
mismo. Solo hay que verlo. Eso es un robot. Paco de Lucía es otra cosa, no
porque lo digan desde fuera. Aunque tocara todavía de tablao en tablao sería
otra cosa. Algo tendrá cuando se lo rifan. Y ahora perdonarme que os voy a
preparar una pipirrana y os voy a poner otras cuantas cervecitas. No le demos
más vueltas".
Convinimos pues en estar de
acuerdo en que estábamos en desacuerdo.
La desaparición de Paco de Lucía
se lleva por delante un pellizco importante de nuestra historia musical,
posiblemente de la más personal –si es que los países tienen personalidad- y
seguramente una de las más atrevidas de este país tan normalmente pacato. Se
lleva por delante al hombre que mejor entendió que todo era trabajo y un
poquito de inspiración, al talento y al estudio, al tipo que estaba sentado en
el punto justo en el que la ortodoxia y la heterodoxia se daban la mano.
Escuchando “Rosa María”, esos
tangos tan clásicos y a la vez tan peculiares porque están personalizados en la
siempre nueva voz de Camarón y acompañados por una guitarra que siempre suena
clásica y, a la vez, vanguardista, me emociono recordando aquella pérdida
dolorosa y aquel viaje agridulce, a los titos, a mi hermana y a mi padre
acodados ya a unas horas tardías de la sobremesa en la barra de aquel pequeño
bar de Granada que ni siquiera sé si sigue en pie.
El flamenco, como la vida, tiene
dos manos. Unas veces da palmas por alegrías y otras veces se cierran en un
gesto de dolor enorme. Unas veces son unas manos nuevas que se abren paso a
través de un camino también nuevo buscando aire y reclamando espacio y otras
veces se agarran con fuerza a las raíces como las manos de Paco de Lucía
rasgando las cuerdas de la guitarra. Como dice mi amigo Pablo: Hoy este mundo
es un poco peor.
3 comentarios:
muy bueno lo que escribiste... excelente blog. te sigo...
Demuestro que no soy un robot,ahora mismo:soy una gaditana heterodoxa,no me gusta la endogamia,cosa de la que se nos acusa a veces a l@s gaditano@s, pues hace tiempo que miro hacia Oriente.Dicen que Camarón era Oriente,vamos y lo sigue siendo,los genios mueren sólo en pequeños colapsos de tiempo,pero como van dejando migas de arte-recuerdo por el camino,siempre alguien difumina esporas de "el melo" del artista con sólo hablar de él.Paco de Lucía,era una graná abierta de par en par ,una sola fruta y henchida de radiante multiuniverso.La mística del corazón sale a repique cuando hablamos de flamenco.A mí que también se me murió un amigo,Miguel García,(que además ,alejada del mundanal ruido,ni me enteré del proceso,así voy de empaná por la vida),me gusta corromperme por derecho,trastocar las cosas como lo hacen los duendes porque nadie los ve,y luego exploto como una supernova,una cosa es la heterodoxia y otra ser Kamikaze,digo yo.¡Que no hay quien me aguante!.A veces,por pintarme más blue,intento cantar alguna cancioncilla en clave de jazz,a veces sueño que soy negra,aunque en una ocasión ,lo era sólo hasta la cintura.Tal vez por eso no cante bien,por ahora.Me declaro militante del Manifiesto de lo borde.Escribe usted con mucho "tronío",Señor Insustancial.
Hola guapo, me alegra saber que sigues manteniendo tu blog. Seguiré visitándote como antaño.
Un besazo enorme.
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