“Guerra Mundial Z” es un libro
optimista. Max Brooks, su autor, que ya nos enseñó a prevenirnos contra un
estallido de caminantes en “Manual para la supervivencia zombi” tiñó las
páginas de su segundo libro en la certeza de que el ser humano sería capaz de
superar un brote violento de virus solanum.
Posiblemente ese rasgo marque eso
que se llama “avance” o “redireccionamiento” del género. “Guerra Mundial Z” es
tremendamente respetuoso con la tradición inaugurada por George A. Romero en lo
esencial (los zombis lentos) pero incide en el optimismo y, por tanto, en la
épica de la que el director norteamericano prescindió en “La noche de los
muertos vivientes” y cuyo veto ha ido manteniendo en obras posteriores.
El pesimismo, o realismo, de
Romero se ha filtrado en otras producciones del género, desde el “remake” de
“El
amanecer de los muertos” hasta las series “Dead Set” y “Walking dead” que nos
recuerdan que la muerte se abre paso con facilidad en un territorio dominado
por unas formas de vida que han subestimado a la propia naturaleza y viven
dominadas por una errónea percepción moral.
Más allá de la amenaza del zombi,
Romero dejó claro que el peor enemigo del ser humano era el propio ser humano y
su capacidad para tomar malas decisiones. La peor de todas, la que lo empuja
hacia un desenlace fatal, no es otra que su renuencia a actuar como grupo y a
olvidarse de la individualidad. Todos los grupos de superviviente del género
zombi son incapaces de llegar a esa conclusión y, por tanto, acaban siendo
devorados. La solución es mostrada sin disimulos, es una puerta abierta que
desasosiega al espectador porque la percibe cercana y simple pero inalcanzable
para los personajes implicados en la trama. Ni siquiera Danny Boyle, que se
sacó de la manga a los zombis rápidos como balas, fue capaz de renunciar a
lanzarnos esta moraleja mezclada con la de un aviso que se recoge en “Guerra
Mundial Z” también: la naturaleza acabará por descubrir la forma de
aniquilarnos y prevalecer sobre nosotros.
Fuera de esta idea (la del
optimismo) las semejanzas entre la novela “Guerra Mundial Z” y su adaptación
cinematográfica son casi nulas. Ningún fan del libro reconocerá muchos más
rasgos de unión (excepto el intento por mostrarnos una confrotación global)
entre ambas obras.
La película dirigida por Marc
Foster se mostrará dentro de unos años como un ejemplo de todo lo bueno y lo
malo del cine de comienzos del siglo XXI.
En el apartado de “lo bueno” está
el haber rodado una película técnicamente impecable. Es este título una de esas
producciones que más se asemejan a un cohete de la NASA pues en su producción
confluyen todos los avances tecnológicos en el campo audiovisual, desde las
espectaculares cámaras digitales armadas con unas ópticas de última generación
e instaladas sobre robots para alcanzar hasta el punto más alejado de la
secuencia hasta unos efectos digitales, mezclados con el efecto especial hecho
a mano, de esos que a la generación que nos criamos viendo efectos sobre chroma
hacen que se nos salten las lágrimas de la felicidad.
Marc Foster, como ya hizo en “Quantum
of Solace”, nos ofrece unos primeros quince minutos de película completamente
espectaculares con un estructura visual (pienso en los story boards y en la
planificación de rodaje y se me hace la boca agua) que, bajo mi cortísima
experiencia, yo diría que es la propia de alguien que entiende muy bien esto de
hacer películas. No es fácil hacer avanzar una trama a través de una
planificación de 5 o 6 cámaras que haga aumentar la tensión a costa de una
técnica curiosa y efectiva: ir desde los planos panorámicos, hasta planos cada
vez más cortos que finalizan poco a poco en secuencias de primerísimos planos
para irnos mostrando poco a poco el horror. Lo mejor es comprobar que Foster no
se pierde en esa maraña compleja, en ese truco (el cine es todo truco) que en
manos de otro hubiera resultado el típico batiburrillo de planos nerviosos y
sin conexión. En algún momento pensé en las escenas del desembarco de Normandía
de “Salvad al Soldado Ryan” y en que Foster había prescindido de la fórmula “spielbergiana”
de insertar planos fijos a favor de transiciones de barrido que le dan aún más
fortaleza y sensación de realidad a las primeras secuencias.
Esta espectacularidad visual, que
vuelve incluso con más fuerza en las escenas que se desarrollan en el Jerusalén
asediado (cero polémica sobre el asunto del muro o más bien polémica alimentada
por algún avispado agente de prensa para que se hablara de la película) por los
zombis se entremezclan con escenas mucho menos anticlimáticas en las que el
director opta por ofrecernos una película de terror más clásica (sombras,
sustazos, bruma, lluvia…ese tipo de cosas).
Por desgracia no puedo dejar de
pensar que estos cambios de ritmo son siempre un poco forzados en el cine
actual y que se deben a dos cosas que entran dentro de la lista de “cosas malas
del cine actual”: un desentendimiento del ritmo idóneo que obligan a diseños de
producción donde los recursos económicos (que siempre hay que tener en cuenta)
van menguando de tal modo que es obligatorio insertar escenas menos
artificiosas para sostener los presupuestos. Esto pudiera parecer el comentario
de un contable pero, en realidad, también mi corta experiencia me dice que ese
despilfarro dirigido a captar la atención del espectador en los primeros tramos
de película, hacerlo pasar por un desierto en el nudo e intentar una pirueta
final en el desenlace ha lastrado a más de una y a más de dos películas (acaso
a tropecientas).
Todos los esfuerzos técnicos,
muchísimos, afectan de manera directa al guión de “Guerra Mundial Z” que es una
pieza, en ese aspecto, aseada y correcta pero que no alcanza las cotas más
altas de la novela. Nos encontramos con un guión soso, más bien, con unos
diálogos un tanto sosos y, de cuando en cuando, también demasiado planos,
tremendamente informativos (el juego de “pato-pato” que dice un gran realizador, consistente en mostrar un pato en pantalla y que los personajes
digan “mira eso es un pato” para remarcar que ahí hay un pato y nadie pueda
despistarse, ni perder el hilo) y que, de cuando en cuando, me recordaron a
otras superproducciones del género, en especial, a las pelis de Roland
Emmerich.
Quizás este sea uno de los puntos
negros de la peli: los dichosos diálogos. Seguramente también porque poco
pueden aportar a una historia que podría haber sido casi muda debido a que
funciona tan bien visualmente que es difícil remarcar más aún la tensión de las
escenas o aumentar la información sobre la propia trama.
En un tiempo en que las películas
se producen para ganar mucho dinero rápidamente y ser olvidadas también
rápidamente es curioso que en “Guerra Mundial Z” se haya hecho un esfuerzo
enorme por alcanzar una vida más larga, se haya intentado por todos los medios
que la película quede en la retina de sus espectadores. No sé si lo conseguirá,
aunque me temo que el ruido informativo ha sido tan grande que ya han
conseguidopolarizar la opinión, pero lo cierto es que “Guerra Mundial Z”
quiere ser un resumen de todo un género y opta por esa opción por esto que
acabo de comentar pero, también, para hacer funcionar la maquinaria de la propia
película. En la cinta te encuentras con los zombis de Boyle (los modernos) que,
a su vez, también son los zombis de Romero (los lentos) y te encuentras
homenajes a películas contemporáneas del género y a las películas clásicas,
cada homenaje a cada película se encuadra en ese juego de “escenas rítmicas” y “arrítmicas”
que marcan un tempo extraño pero, a la vez, elegido conscientemente para darle
una vuelta de tuerca al espectador que crea que ya lo tiene todo visto en el
género zombi. Este intercambio, estos ritmos, son una de esas estrategias que
sacarán de quicio a los más ortodoxos.
Estaría bien comentar, bueno, lo
comento porque me ha hecho gracia que fuera del género zombi existe en las
escenas de desenlace de “Guerra Mundial Z” un sentido homenaje a una de las
escenas más pavorosas de “Cube” y otro completamente indisimulado a “Terroríficamente
muertos”. Se darán cuenta, no se preocupen.
“Guerra Mundial Z” resulta una
película divertida, una película para pasar el rato de la mejor manera posible
recibiendo alguna pequeña conseja pero, sobre todo, un curioso mensaje de
optimismo. También lo descubrirán sin dañarse mucho los ojos, no hace falta ser
muy espabilado. En todo caso está bien porque también es inherente al género,
lo del mensaje digo, y más ahora cuando el número de producciones de género
fantástico (terror, ciencia ficción, superhéroes etc.) supera con creces al de
otros géneros. Desde Whale a Frankenheimer, pasando por Romero, Lucas o
Carpenter han usado este fenómeno popular para transmitirnos alguna opinión un
tanto desasosegante o tranquilizadora (según
tocara) del mundo en el que vivimos.
Y, como colofón, me gustaría
salirme de la crítica para mandar un mensaje a muchos de los que vieron la
película ayer conmigo: IDOS A TOMAR POR CULO.
¿A qué viene este mensaje?
Bien, “Guerra Mundial Z” es una
película de género. Sin más. No entiendo por qué hay un grupo de gente empeñada
en olvidar el carácter eminentemente festivo de ir a ver una película de zombis
para, curiosamente, adoptar una pose faltona, absurda y francamente payasa que
pretende que el asunto se convierta en un pase de la Filmoteca Nacional.
Analfabetismo en estado puro, protestantismo posturero de la más baja estofa y,
sobre todo, la reclamación de un nivel de exigencia intelectual exigido por una
pandilla de anormales que creen ser unos entendidos en estas materias después
de un par de lecturas de “Crepúsculo” y “Harry Potter”.
¿A dónde vamos? Pues no lo sé,
pero si ya en tiempos la visión de un tipo con bufanda y cuello cisne sentado
en una sala de cine haciendo comentarios estúpidos sobre el cine de autor me
provocaba unas enormes ganas de echar la raba comienza a pasarme lo mismo con
esa nueva tribu de “nuevos cinéfilos” vestidos con camisetas de mensajes
postmodernos que van derramando suficiencia y discursos de vuelo bajo. A ser
posible muy alto para que todo el mundo perciba que hay un cateto en la sala.
Los catetos de ayer decidieron
que NO les gustaba la película. Oh, sorpresa. Gente protestando con
presupuestos personales ínfimos sobre algo que no entiende y pontificando. Oh,
requetesorpresa. Comparaciones entre la película que estás viendo y “X Men” o “Los
Vengadores”. Oh, nueva sorpresa. Nuevos juegos comparativos con la temporada 3
de “Walking Dead” y sobre la credibilidad. Oh, requetequetequetesorpresa.
Y lo mejor: es que hay chistes.
Y eso no. Bueno, imposible, jamás
se ha visto una película de estas características donde ha nadie se le haya
ocurrido meter una línea o un instante de sonrisas cómplices. No, no. A nadie,
joder. No somos animales, que no nos saquen de la profundísima trama sobre
muertos que vuelven a la vida para darnos un respiro, para marcarnos un farol.
NO. No vaya a ser que alguien se piense que ir al cine no es otra forma más de
ir a misa. IDOS A CAGAR.
Como ejemplo final pondré estos
dos vídeos:
Sí es el final de “V de Vendetta”. Con la Obertura 1812 de Tchaikovsky sonando a todo trapo. Y ahora...
Sí, es el final de “El Club de
los chiflados”.
¿Se dan ustedes cuenta de los
paralelismos entre ambos finales? ¿Se dan cuenta de que James McTeigue le
hizo un homenaje a esta comedia chiflada para remarcar los aspectos
tragicómicos, el tono de enorme de descarnada burla que contiene la obra de
Moore? Pues eso, seamos más libres, divirtámonos y, sobre todo hablemos cuando
nos toque.
4 comentarios:
Eres un genio, piensas libremente y tienes dos cojones. A mí me gustó, me pareció razonablemente correcta, entretenida y comí palomitas en un maravilloso cine en Copenhague. Fui al cine RELAJADO, como se lee o se escucha a Berlioz. No postureando.
Yo quiero un zombi en mi vida joder a que esperan. que los fabriquen en serie."" ponte un zombi en tu vida""
Fantástico texto, no quisiera encasillarlo como una crítica cinematográfica sino más bien como una pequeña catarsis. Aun no he visto la película pero si he leído el libro y tras leer sus comentarios creo que esperaré a ver una versión gratuita. Respecto al tema "modennos que hacen cátedra sobre los consejos nutricionales de una caja de cereales" lo sufrí en mis carnes cuando asisití al estreno de "Antiviral" y me vi rodeado por hordas de zombies con gafas de Optica Toscana y camisetas de pico en plan Geordie Shore. Desde ese día odio a Cronenber y a su prole y solo veo películas de Saenz de Heredia o de Pedro Lazaga y llevo jerseys Cangrejus.
Qué gustazo el leerte! La verdad es que sí...las mentes obtusas son realmente agotadoras. Lo que no se puede hacer es ir predispuesto al cine para criticar sí o sí una película. Quédate en tu casa por dios y la virgen o todo el olimpo de los dioses!! Ve a disfrutar y no critiques por sistema cuando lo que tendrías que haber hecho es informarte
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