Hay que aprender muchas cosas de Francisco Ayala pero, sobre todo, hay que aprender de su infinito optimismo.
Hace unos años Jaime Peñafiel dijo que Ayala estaba "gagá" porque el intelectual y escritor (algo que nunca será Peñafiel por más libros sobre la Casa Real que saque) había comentado un feo gesto de Esperanza Aguirre (Jefa de SPECTRA y jefa de la Mara "Liberals Don´t Play") hacia nuestro monarca Don Juan Carlos en una cena en la que había intentado que el Borbón le hiciera un gesto de colegui a Jiménez Losantos después de que el Pequeño Gran Comunicador
Me asqueó que semejante chafardero osara acusar de ser un "viejo chocho" a un tipo sereno y tranquilo que siempre ha mantenido la calma y que jamás se ha metido con nadie.
Mi amigo Cesar escribió un libro titulado "Besando la lona" basado única y exclusivamente en esos periodos de tu vida en los que caes redondo. Piensas que eres un buen fajador pero, recibes tantos golpes, que al final te desplomas sin tiempo ni siquiera para escuchar la cuenta de los diez segundos. Te quedas ahí, como un puto trapo, mientras que el público asistente abandona el Pabellón y las luces se apagan detrás de ti.
Lo malo no es eso, lo peor es que simplemente dejas de existir porque el olor a fracaso es un perfecto repelente para la gente. La vida se te para y pasas días y días sin escuchar el ring del teléfono, al parecer te has convertido en el hombre invisible y ya no cuentas para nadie. Tocado y hundido. Game Over. Da igual que hayas ganado varios combates por KO porque, en realidad, para el personal sueles valer lo que vale tu última pelea...y nada más.
Con la cara rota es difícil mostrar tu mejor rostro.
Ayala sobrevivió a un exilio que enmudeció a casi todos o los desorientó para siempre. Salinas, paradójicamente amante de la obra de Proust, escribió un sólo y estremecedor poema titulado "Cero" que siempre dijo estar inspirado en la bomba de Hiroshima pero que, de un modo curioso, parecía más bien un repaso doloroso e inquieto por las sensaciones de una generación de personas obligadas a vivir lejos de sus casas, de sus amigos...
Por el escombro busco yo a mis muertos;
más me duele su ser tan invisibles.
Pasar la travesía por el desierto intentando no ir afilándote los dientes en cada piedra del camino para poder vivir el resto de tu vida sin el menor atisbo de rencor, no detenerte viciosamente en la imagen de un monte plagado de picas decoradas con las cabezas del enemigo o no entonar de cuando en cuando el dylaniano "how does it feel/how does it feel" tiene que ser difícil porque siempre es difícil ser un santo ateo.
Pasar por encima de las cosas y de los hechos, procurar que este "no sea un día precioso hasta que venga el típico gilipollas y lo joda" es complicado pero parece saludable, tanto como para llegar entero a los 103 años de edad y largarte de esta sucia roca con un torero "ahí se quedan ustedes".
Es triste vivir en unos tiempos que premian con sorna a los mediocres bendiciendo un tipo de espectáculo mierdoso, casposo y estomagante que haría vomitar a una cabra sana y es más triste comprobar como dichas propuestas han extendido un modelo de negocio que es producto de una sociedad en la que su generación más preparada malvive en un régimen de esclavismo legal y que se va a marchar sin tocar pelo mientras es tachada de inmadura o de, directamente, soñadora a la par que imbécil.
Es triste vivir en un país donde la clase política ha perdido la perspectiva de lo público y lo privado formada por apuñaladores especializados en eliminar a gente competente, arribistas sin escrúpulos y monigotes que sólamente se mueven por pulsiones infantiles y trufan sus negocietes con puterío barato, farlopa mala, comistrajos y joyones que se han creado un código ético que sonrojaría a Tony Montana.
Es triste, todo es muy triste, pero al menos puedes levantarte todas las mañanas diciendo no le comprarás un libro a Paulo Coelho ni para ponértelo debajo de los pies y que el agua no te llegue al cuello. Puedes levantarte todas las mañanas sabiendo que no tendrás el aspecto de ir siempre con los dedos pringados de aceite de lata de sardinas como le ocurre a Garci o que tienes autoridad moral e intelectual para jiñarte en De Prada. Puedes levantarte todas las mañanas sabiendo que has viajado, que has vivido, que sabes como saben las tellinas. Puedes levantarte todas las mañanas y saber que hay alguien por ahí que no respirará a gusto hasta que te vea girar la esquina, que te espera tomándose una cerveza en un bar, que siempre te querrá más por tus defectos que por tus virtudes o que te calentará el lado exacto de la cama. Puedes levantarte por la mañana sabiendo que "vas a ver a estos" o pensando en la chorrada que pondrás en el twitter. Puedes levantarte por las mañanas sabiendo que el hombre llegó a la Luna y que no hay un reclutamiento forzoso a la vista, que la Guerra seguramente no estallará mañana y que, gracias a Dios, hay suficientes películas buenas para ver como para soportar otro naufragio, que siempre hay un mejor doctor, una cura infalible, que mañana puedes convertirte en el Obama de tu barrio o que, gracias a Alá, puedes dar gracias por no ser un colaboracionista de todo esto.
Que no les toquen demasiado los huevos y, recuerden, cuando todo esto pasaba ustedes estaban intentando llegar al banco para pagar su hipoteca o haciendo cola en la Oficina del paro.
PD: Lo siento, pero ese vídeo de Marisol me mola.
3 comentarios:
Joé, este es un post de tenpoints. Y encima la lona siempre está fría, muy fría la jodida.
Dichoso Peñafiel, amargado y envidioso, quiero-y-no-puedo.
Cada vez quedan menos intelectuales de verdad (y no culturetas) en este pobre país.
"Cuando un hombre cae y se levanta, ha ganado el combate. No necesita, ni siquiera, vencer al contrincante."
Gonzalo Suárez, "El secreto del cristal"
Si hubiera que hacerle caso a los mediocres estaríamos arreglados.
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