jueves, 22 de julio de 2010

Lecturas de dos rombos



La llegada de cartas de los lectores a la redacción siempre era motivo de fiesta. Alex se encargaba de mirarlas todas y elegir las que rellenarían la sección. Antes de trabajar en una revista jamás me había planteado que este tipo de material es fascinante. Después de eliminar las aburridas (lo hacéis guay, mandadme una camiseta...), las quejas simples (bajad el precio, no moláis nada voy a comprar otra, dedicadle más páginas a las tías que hay mucha letra, le dedicais demasiado espacio a las tías poned más artículos), las quejas complejas (¿Cómo es posible que no hayáis hecho un artículo sobre la disco de mi pueblo?, se nota que sois unos fascistas de mierda, se nota que sois unos rojos de mierda, habéis perdido un lector por meteros con la selección argentina, voy a hacer campaña contra vosotros) y las peticiones delictivas (dadme el teléfono de tal actriz que soy director y quiero hacerle una prueba, soy fotógrafo profesional y estaría encantado de que me echárais una mano para encontrar la dirección de X porque quiero hacerle un posado) o desesperadas (me suicidaré si no conozco a tal persona) nos centrábamos en el material que valía la pena: lo que se iba a publicar (buenos textos, fotos descacharrantes...) los correos electrónicos amenazantes (siempre intentos de demandas por cosas estúpidas o veladas amenazas de se donde trabajáis...nos ha jodío el Mike Hammer como que la dirección viene en la revista) que siempre eran recibidos con jolgorio y contestación jocosa -lo que atemorizaba a nuestro sufrido director- y sobre todo el material que, pese a ser impublicable merecía estar en una antología. Es decir, gente locuela o con un sentido francamente extraño de la realidad. 

Lo primero los dibujos, gente que mandaba dibujos. Nadie que no haya visto esas cosas se puede imaginar la cantidad de gente sin talento que piensa que sabe dibujar y que te manda una carta diciéndote que su material es oro y que está dispuesto a hacerte un hueco en su agenda para ilustrarte cuarenta o cincuenta páginas. ¿Era posible que en pleno siglo XXI la gente te mandara unicornios saliendo de arco iris, tíos cachas con rollo Conan El Bárbaro, siluetas femeninas que harían avergonzarse a los buscadores de fenómenos de feria del Circo P.T. Barnum? Pues sí, lo era. Es una pena que no nos permitieran hacer un especial sobre ese material por miedo a que algún lector sensible se arrancara los ojos pero aquello era tan feo que, incluso molaba, no se, era como mirar los brazos tatuados de un ex legionario viejo. Lo más grande era que, los que menos talento tenían, solían solicitarnos la devolución de "sus originales" por miedo a que los publicáramos sin su permiso. Ya después nos venía la típica amenaza del enorme bufete de abogados del artista dispuesto a hacernos picadillo y mandarnos de una patada en el culo a la indigencia.

Otra cosa que nos gustaba bastante era encontrarnos cartas de presidiarios. No eran muchas y la mayoría eran correctas pero había algunas con testimonios que, la verdad, hubieran dejado a Ramón "El de Pitis" al nivel del betún. 



Pero lo mejor, lo mejor de todo eran dos lectores: uno que nos contaba que convivían en él tres personalidades distintas (él mismo, un tal Tony y luego un tal Loki) y que decía ser bastante feliz porque de pronto estaba en el parque de su barrio y al momento en un palacio decorado con arabescos y salvaguardado por un ejército de amazonas o en un páramo arrasado por hordas de orcos. Lo mejor era que, al parecer, utilizaba sus tres personalidades para cosas distintas de forma intercambiable: hacía las gestiones y la vida diaria como él mismo, ligaba y se ponía gallito como Tony y era con Loki con el que iba por ahí a vivir aventuras por esos mundos de Alá creados por su fantasía. Eso era lo que tenía menos controlado porque los arrebatos de Loki por arrastrarlo hacia esos otros universos de Espada y brujería eran imprevisibles y, a lo mejor, lo cogían en medio de una clase, de una entrevista de trabajo o en el parque. Como vio que no le dábamos mucha bola comenzó a mandarnos sus fantasías dibujadas (una jodida mina) y ahí fue donde comenzamos a cogerle un poco de miedito aunque, la verdad, siempre nos contaba que se sentía super colega nuestro y que entendía que no le publicábamos ni las cartas ni los trabajos ilustrados (pintados con rotuladores) porque presentía que, quizás, su trabajo fuera excesivamente vanguardista o moralmente avanzado. En el sentido en que pueden serlo historietas de aventureros que buscan espadas luminosas que básicamente dividían a las mujeres en dos grupos: las que estaban dispuestas a zumbárselo nada más verlos y las que necesitaban de ser violadas para darse cuenta de que estaban frente al hombre de sus sueños. 

Tras este lector, nuestro preferido era un hombre mítico...bueno, no tanto porque nos ahorraba el trabajo de hacernos una idea de como era adjuntándonos una fotocopia del DNI junto al texto. El caso es que el hombre, que se llamaba Josep, siempre nos llenaba de alegría con sus misivas que, durante un tiempo, se hicieron aún más reconocibles que su intrincada caligrafía gracias a unas graciosas senyeras catalanas primorosamente pegadas al sobre junto al rostro del sello.

Cada vez que una de estas cartas llegaba (con su senyerita o un ruego que creo recordar era "publicar por favor") nos llenábamos de jolgorio y Alex, Cosca y yo comenzábamos la coreografía del loquito poniéndonos las palmas de las manos sobre los ojos y abriéndolas y cerrándolas mientras decíamos "cu-cú, cu-cú".

Josep era un poco monotemático y, aunque un par de veces nos escribió expresándonos su gran dolor por la incomprensión que la peculiaridad de la nación catalana provocaba en el resto de España, siempre se centraba en dos temas que le tenían preocupado: que la publicación no se había dado cuenta de que había lectores como él que notaban que las modelos eran demasiado jóvenes y que había que sacar más maduritas y otro, más peliagudo, que era la búsqueda de consejo en torno a la atracción que sentían todas las maduritas de su alrededor por él. Algo que, pese a llenarle de placer, le obligaba la mayoría de las veces a abandonar su quehacer y el cumplimiento de su trabajo.

Aquí la cosa se volvía un poco confusa porque Josep trabajaba de tantas cosas que era imposible imaginar a alguien más ocupado: era jardinero, repartidor, chofer, mecánico, dueño de una tienda...

Allá donde fuera Josep siempre encontraba a una madurita dispuesta a darle placer lo que hacía sin contemplaciones pero que, a veces, tomaba como un estorbo. Por ejemplo, estaba regando el jardín de un matrimonio y ahí estaba la dueña de la casa insunuándosele con gestos delicados como bajarse las bragas para masturbarse delante de él o llamando a una amiga (igualmente madurita y de buen ver) para hacerse un trío sin ni siquiera esperar el parón del bocadillo. Josep, cumplidor, les hacía el amor (en diversas posturas y de modo bastante gimnástico lo que nos hacía pensar que detrás de la foto del carnet no le hacía justicia y que era un hombre versado en los placeres del sexo y francamente viajado) no tanto por su propio placer sino porque en todas ellas veía la insatisfacción.



Sí, al igual que nuestra revista, muchos de sus maridos habían olvidado que vivían con una mujer que tenía necesidades y miraban tontamente el fútbol, se entretenían en otras cosas olvidando a sus esposas. Ahí era donde decía Josep que hacía un buen servicio de caracter casi social.

¿Corría peligro Josep? Nos lo planteamos muchas veces y muchas veces temimos que acabara sus días desmembrado por una pandilla de maridos indeseables y cornudos que lo persiguieran como si fuera un nuevo Casanova pero no, y esto era importante, aquellos hombres veían a Josep como un buen hombre que se encargaba de sus esposas. Es más, en muchos casos, le agradecían que pasara por ellos el engorroso trance del débito conyugal, charlaban animadamente con él y le daban palmaditas en la espalda o propinas por el servicio extra. Muchos de ellos se quedaban incluso a mirar pero, como nos decía Josep, jamás les permitía participar porque él no era homosexual aunque entendía el hecho del voyeurismo como una señal de que algunos de aquellos maridos sí lo eran.

Josep también hacía footing. Hacía footing por la montaña, despreocupadamente, para mantenerse en forma (normal) e, incluso allí arriba, se encontraba en el arcen de la carretera provincial a dos maduritas -era discreto pero dejaba caer que era la mujer de un concejal o de un director de un banco- entregadas al placer de lesbos. Como hombre de mundo Josep tenía una teoría muy vanguardista sobre el lesbianismo: no había mujeres lesbianas, simplemente había mujeres insatisfechas que tenían que entregarse a esas raras pero atrayentes prácticas porque no habían conocido a un hombre de verdad, no habían puesto a un Josep en su vida. Y otra vez al rescate y el footing sin hacer.

Tan amigos nos hicimos de Josep, pese a que jamás le contestamos, que un día nos contó que estaba casado. Su mujer era una mulata cubana muy joven a la que había conocido (no nos dijo como, pero entendimos que con la buena fama que tenía se presentó en su casa con las bragas en la mano) y ambos vivían felices, ella era muy hacendosa y tenían una vida sexual francamente buena. Él lo sabía porque ella le decía siempre que hacían el amor que no había encontrado en su país de origen a un hombre tan ducho en el kamasutra y también porque ella siempre alcanzaba el éxtasis (tampoco informaba si este era más carnal que místico o, de ser mezcla, el porcentaje de cada cosa).

Semejante giro nos hizo sospechar que las cartas de Josep iban a centrarse en un erotismo más intimista, más francés, pero no. Porque, a veces, nuestro destino es más fuerte que nosotros mismos y, detrás de la esposa joven se presentó una suegra ¡Madurita! ¡Atractiva! ¡E igualmente ardiente! Como nos dijo Josep una versión con más años de la hija. ¡Toma ya!

Nos sorprendió que no conociera a su suegra en la boda o que su esposa le hubiera enseñado algunas fotos pero, la verdad, sabiendo como era ese torbellino estábamos seguros de que se habían casado de improviso y sin dar tiempo a avisar a nadie por miedo a que las maduritas se hubieran presentado en tromba en la iglesia o juzgado para impedir el dichoso enlace.

¿Y qué pasó? Pues que el irresistible Josep hizo mella en la suegra que comenzó a insinuarse con las artes más sinuosas: dejar la puerta del baño abierta mientras se duchaba, agacharse para fregar el suelo cuando él estaba leyendo en el salón dejando entrever sus pantorrillas y, cuando ya no pudo más, arrinconando a nuestro lector en cualquier parte de la casa sin tener en cuenta que la hija estaba en la casa. Josep resistió los embates de aquella mujer e, incluso, avisó a su esposa de que "tendrían problemas" pero ella, más joven e inexperta, le decía "déjala, está sola la pobre". ¿Y el suegro? Quizás en Cuba, tranquilo fumándose un puro, sabiendo que Josep se encargaría de todo.

El caso es que un día, un día cualquiera, los tres fueron alegremente a visitar una feria porque nuestro protagonista estaba un poco cansado del acoso en el propio domicilio y pensó que el arrullo del sonido de los coches de choque y el olor de las vomiteras apaciguarían los ánimos de la suegra. Pero, ah, esa mujer estaba decidida a probar los placeres de lo prohibido y pidió insistentemente montar en la atracción estrella de todas las ferias: El tren de la bruja. Estaba claro que no tenía edad para semejantes actividades pero se puso pesada y dijo que montaran los tres. La hija, miedosa, dijo que a ella todas esas cosas le mareaban y dijo a su madre que montara con Josep en la atracción. Pese a que las perspectivas de montar en dicho aparato son el ser golpeado en la cara con una escobilla de water húmeda por un ex presidiario vestido con una bata roñosa y una máscara de vieja Josep no se arredró y allá fue, a encontrarse con su destino. Un destino fatal: las insinuaciones fueron subiendo de nivel y nuestro protagonista tuvo que cumplir con la suegra haciéndole el amor desaforádamente cuando el tren se metía en el tunel donde estaba agazapado el yonqui travestido y parando la actividad cuando los vagones volvían a salir a la luz para ponerle buena cara a la esposa que les saludaba al otro lado de la valla. Siempre imaginamos con jolgorio algunas cosas: ¿El tío vestido de bruja les seguiría golpeando mientras estaban a lo suyo o se quedaría paralizado por la escena de dos amantes calentorros metidos en años montándoselo en un vagón de la atracción? ¿Qué pensarían los niños y padres de las vagonetas colindantes? ¿Aplaudirían y darían ánimos? ¿Los padres aprovecharían el trance para explicarle a sus retoños el secreto de donde vienen los niños? ¿Serían algunos de esos padres los beneficiarios de los servicios especiales de Josep? ¿Los que se quedaron mirando eran simplemente voyeurs o homosexuales que no habían salido del armario?  



En aquella carta Josep pedía consejo a la redacción y a los lectores que leyeran su emocionada misiva y que hubieran pasado por la misma situación sobre un particular: ¿Debía informar a su esposa de lo acontecido en la feria? ¿Se lo tomaría bien? ¿Mal?

Desgraciadamente como el número de lectores que se habían beneficiado a su suegra en el Tren de la Bruja era mínimo no pudimos publicarla pero, la verdad, nos hubiera encantado que todo el mundo conociera a Josep y sus aventuras.

Redactor febril Josep estuvo mandando cartas a nuestra redacción durante todo el tiempo que permanecí allí y, más tarde, nos llegó una fotocopia de una carta que había mandado a la revista QUO en la que pedía a la dirección un aumento de temas de sexo, les contaba alguna que otra aventura inédita para nosotros y, claro está, les solicitaba que pusieran fotos de mujeres metidas en años. Ni que decir tiene que los consejos de Josep cayeron en saco roto.

Un tiempo después de abandonar dicha redacción estaba en casa de un amigo que tiene una de las mayores colecciones de revistas de los años del destape que haya visto jamás  y, como sintiendo un pálpito, supe que quizás podía encontrar algo de Josep, algo me decía que el rastro de ese prohombre, de ese satisfactor de maduritas estaría por allí. No tuve más que abrir un número de Papillón (una mítica revista de Barcelona en la que Chelo García Cortés hizo fotos y José Manuel Parada escribía algunos textos) en la que se anunciaba el portada la entrevista exclusiva con un dirigente de Fuerza Nueva que justificaba los atentados de la ultraderecha contra medios, periodistas y sindicalistas (palabras que luego fueron reproducidas por Carlos Giménez en una historieta recogida en uno de los volúmenes de la trilogía "España Una, Grande y Libre" y que originalmente fue publicada en "El Papus") al lado de una de aquellas señora estupendas setenteras y miré en las cartas de los lectores para darme de bruces con una carta de Josep en la que explicaba una de sus historias con un matrimonio de turistas mayores extranjeros. Josep, casi treinta años antes, me sentí como Indiana Jones.

Y mientras que esto pasaba teníamos tiempo para escribir artículos sobre Terry Richardson (antes de ser famoso en España y que todos los modernos le copiaran el look) o entrevistar a Bebe (antes que nadie y descubrirla a un público que no era muy de cantautores)  o escribir sobre la matanza de Columbine (con uno de los supervivientes), tener una de las mejores secciones de humor de la historia de las revistas en nuestro país y, seguramente, una de las mejores revistas del mercado que, al parecer, como decían nuestros detractores estaba hecha por pajilleros que escribían para otros pajilleros. No era verdad, el nivel de la redacción era y es espectacular (la envidieja del mundillo) y, claro, vendíamos tanto que era imposible que, al menos, dos lectores no se hicieran pajillas. No más, porque en realidad todos sabemos que esas cosas las hace gente que no ha puesto un atleta sexual en su vida como Josep o como una versión femenina de Josep.

Nota del Insustancial: Calle 13 y Café Tacvba son dos bandas norteamericanas (puertorriqueños los primeros, mexicanos los segundos) que grabaron este "No hay nadie como tú" que es un hit. Además de que dicha canción ha sido la banda sonora de un anuncio de un periódico (y como hablaba de revistas...) y de que el texto va de definir en plan "Manuchao" la confusión de los tiempos modernos (y como hablaba de gente de todo tipo...) lo ciento es que encabeza esta entrada porque el reggeaton en la música que más le gusta a mi amigo Slim Ferretti con el que trabajé en esa redacción. Disfruten.

martes, 20 de julio de 2010

Una ardilla de verano


Mi padre me ha informado de que una ardilla roja se ha quedado a vivir en el pino de casa. Las implicaciones medemianas o medenianas del asunto me han provocado tremendos escalofríos y más cuando mi padre me ha comentado que el bicho ha bajado a comerse unas nueces que mi padre le ha dejado al pie del árbol. Le he advertido que, de morderle, seguramente comenzará a ver la vida de manera diferente y a decir cosas como que hay cuentos con agujeros en medio o a imaginar rebaños de ovejas destruídos por un rayo.

En una familia más afortunada que la nuestra estoy seguro de que, de provocarse un giro del guión cotidiano de tipo Medem, seguramente hubiera sido Emma Suarez (o señora estupenda similar) la que se hubiera ido a vivir al árbol del domicilio y no una curiosa alimaña que, de seguir la racha, es posible que esté infectada no sólo con el virus de la cinefilia sino con algún tipo de cepa de peste que se pensaba extinguida o con una variante del solanum. Cosas más raras se han visto.

La amistad entre un jubilado y una ardilla podría ser parte de un guión de Disney -trufado de canciones de Randy Newman-, la base para un cómic japonés pero, sobre todo, una de esas historias que suelen poblar los dominicales de los diarios en estas fechas.

El dominical es, como bien dice un amigo, una revista donde se dan la mano dos temas de siempre: hambrunas y decoración. Parece una tontería pero si el dominical ya está concebido como esa lectura ligera que te acompaña hasta el baño en esta época se pone insoportáblemente cursi...si exceptuamos, claro está, que el Semanal tiene entre sus columnistas al muy sesudo Arturo "Te meto dos hostias" Pérez Reverte y al siempre simpático Juan Manuel "A Dios rogando y con el mazo dando" de Prada que de machos (cada uno a su modo, uno descamisado aventurero el otro defensor de la fe y martillo de infieles de sacristía) rebosan de sus columnas y que creo que no paran de dar cera en todo el periodo estival porque ambos son legionarios de la palabra y todas las semanas tienen algo interesante para decir...

Por lo demás, todo igual pero un poco más exagerado: descarados artículos de autoayuda, reportajes de colorín de ignotos páramos donde la gente pasa hambre y doscientas páginas con ideas "divertidas" sobre como decorar un loft de 1800 metros cuadrados sito en Manhattan y un editorial de moda con modelos escuchimizadas en posiciones absurdas vestidas con ropa de Moschino de a 4.000 leros el complemento para olvidarte del lugar ignoto donde la gente es pobre y no ha oído en su vida hablar de la cocina concebida bajo los preceptos del Reiki que te permite canalizar tus niveles de energía me imagino que para conseguir ganar el dinero suficiente para comprarte un loft de 1800 metros cuadrados y reírte, más si cabe, de los peces de colores. Ahí, en ese universo paralelo, un jubilata y una ardilla tienen cabida. Es posible que a la ardilla haya que ponerle un conjunto de sport perfecto tanto para una cita informal como para asistir a la oficina en un casual friday cualquiera pero sí, creo que la cosa va por ahí por mostrar diferentes caminos de alcanzar la felicidad y darte la punzadita sentimental.

El otro día me crucé por la calle con Rafa Medina, hijo de Nati Abascal y Rafael Medina Duque de Feria, y me dio la sensación de estar metido de lleno en una de esas editoriales de moda...qué agobio sentí al ver a ese presunto líder de opinión fashion (a mi me parece un muchacho andaluz incluso un poco hortera pero, la verdad, yo llevo unos pantalones cortos que harían que Paquirrín se sintiera en el derecho de correrme a collejas y estoy un poco clueless en el tema trapitos) vestido con un traje azul y una camisa a juego tirando de un chihuahua enano que se empeñaba en buscar un charco donde meter las patitas y beber un poco de agua maloliente...la verdad, si un perro que proviene de un país tan caluroso como México se comporta como un extraviado en el desierto y no le importa meter el hocico en un oásis formado por un líquido formado por agua manchada, gotitas de combustible que caen de los tubos de escape de los taxis y caca de otros perros es posible que sea momento para aceptar la realidad y ponerte una camiseta imperio y unos pantalones cortos...aunque aparezca Paquirrín por una esquina y, armado de razones, se líe a collejas contigo. La vida es así.

De hacer caso a los mandatos de los dominicales todos tendríamos que vestir como Rafa Medina (una cosa que haría exclamar a mi abuela Petra eso de "Iba un hombre muy ufano vestido de invierno en verano", que es un chascarrillo de toda la vida) y tomarnos la vida con la misma indolencia burguesa con la que los pudientes se filfan un martini seco (bebida igualmente cabezona tanto si es agitada, removida o pasada por la turmix) es, verdaderamente una pena, que la realidad siga ahí fastidiános nuestros planes de alcanzar un peldaño superior de existencia donde, mires donde mires, sólo encontrarás una buena razón para darte a la molicie si es que puedes pagártela.

Echen un vistazo si no a las listas de libros recomendados por los dominicales en estas fechas y al mensaje subliminal de que es posible que las bicicletas sean para el verano pero no así cualquier escritor con vitola de sesudo. "Deja de leer a Dostoievsky en estas fechas para sumergirte en algo ligero". Claro, como si la gente leyera filosofía danesa durante el periodo otoñal e invernal, se diera al Madrigal y a la poesía dadaísta en primavera y se mereciera un descanso de tanto trajín y tanta acalorada discusión intelectual.

Ligero, todo tiene que ser ligero en verano, y "divertido" que es un adjetivo que se da igual a una línea de ollas express dibujada por el ahora tan denostado Jordi Labanda como para unos pendientes o una kermesse ofrecida por el embajador tailandés.

El verano es momento para hacerse tratamiento con piedras milagrosas, seguir un curso de aromaterapia, descubrir las bondades del feng-shui y, quizás, comprarse alguna cosita de ese diseñador que está tan de moda, pasear un perro mexicano bajo la solanera, comer cosas pequeñas y muy monas que casi da pena comérselas y cosas así. Olvídate de la paella, la sombrilla y el tinto de verano que no eres de la familia Alcántara y dale una nueva oportunidad (otra más) a la gilipollez sin fronteras. Ya sabes, el verano está ahí para hacer cosas locuelas y un pelín atrevidas como mirar a un jubileta que le deja nueces a una ardilla.

Nota del Insustancial: "Summer in the city" (Verano en la ciudad) es uno de los éxitos de los americanos Lovin´Spoonful una banda que alcanzó cierto éxito en los años 60 y que, entre otras cosas, compuso la banda sonora para la película de Francis Ford Coppola "You are a big boy now" y apareció en la chiflada "Lily la Tigresa" de Woody Allen.   

domingo, 18 de julio de 2010

Harvey Pekar (1939-2010)




Se ha muerto Harvey Pekar. Era el padre de esa rama autobiográfica del cómic underground que han seguido alimentando autores tan dispares como Robert Crumb, Daniel Clowes, Peter Bagge o, en nuestro país,  Ramón Boldú (en los muy recomendables Bohemio pero abstemio y Memorias de un hombre de segunda mano) o Eduardo "Lalo Kubala" Giménez (Los bonitos recuerdos de Palmiro Capón, por entregas en El Jueves). 

Nacido en Cleveland (Ohio), ciudad donde residió toda la vida, Pekar básicamente descubrió que su vida y sus alrededores eran tan poco interesantes como para pasar a la historia. Tan interesante como para que Robert Crumb, ya toda una eminencia del cómic americano, se decidiera a pasar a limpio su biografía que irónicamente titularon como "American Splendor". Pekar y su primer dibujante se conocían porque ambos eran coleccionistas de discos de pizarra y habían estado frecuentando los mismos círculos, las mismas ferias y las mismas tiendas.

Representando siempre su papel de chiflado Pekar se dejó dibujar por Crumb como un sudoroso y poco amable ser humano obsesionado con ganar dinero y con recordarle a todo el mundo que era molesto e idiota. A pekar no le importó esa fama automática porque, gracias a ella, se convirtió en una especie de personaje público que acudía al programa de David Letterman cada semana a plantearle todo tipo de delirios. Las cosas con Letterman terminaron mal porque Pekar decidió ponerse una camiseta en apoyo de los trabajadores de NBC que estaban en ese momento en huelga y jamás volvió a ser contratado por el programa. Todo esto, y algunas cosas más, se cuentan en la curiosa "American Splendor" (Shari Springer Berman y Robert Pulcini, 2003), adaptación homónima del cómic, en la que se pudo ver a Paul Giamati interpretando a Pekar que, claro está, también salía en la película.

El trabajo de este guionista abrió el campo a otros, como ya he comentado, para contar sus propias vidas y apropiarse de eso que ampulosamente Pekar llamaba "la literatura del yo" y que, de algún modo, enraiza con "Ulises" de James Joyce o, al menos, con ese fascinante experimento de narrar las cosas sencillas como si fueran verdaderas aventuras.

La vida cotidiana de Pekar no tuvo nada de sencillo, en realidad, su trabajo en el archivo de un hospital (donde estaba rodeado de algunos freaks benignos) y sus charlas con los viejos faltos de adecuada medicación le dieron el material idoneo pero, lo interesante de todo, está en el ojo del propio Pekar y en su capacidad para darse de bruces, continuamente, con el absurdo cotidiana para ponerlo delante de nuestros ojos. La realidad, en manos de Pekar, era siempre triste y entrañable a la vez. Comparativamente el trabajo de Pekar siempre será más costumbrista que el de Crumb que, al explotar el mismo filón, se embarcó en un trabajo con el que pretendía exorcizar los muchos demonios que le han perseguido y, sobre todo, de normalizar sus propias chifladuras (las chicas fuertes, la casa familiar con olor a pis de gato, el lado más bajonero de la cultura de los 60...). Si Pekar siempre parece decir que "la vida es así" Crumb parece querernos decir "soy raro, aceptarme" y si no que se lo digan a Terry Zwigoff que dirigió "Crumb" (1994) el documental en el que el propio autor cuenta la historia de su vida.

En realidad había muchas similitudes entre ambos pero también muchas diferencias: Crumb disfruta de su fama hasta la saciedad (o más bien como vehículo para saciarse) y Pekar la utilizó para seguir viviendo en Cleveland con su esposa Joyce. Esplendor americano en estado puro.

Además de American Splendor Harvey Pekar deja detrás de él una estupenda carrera como crítico musical (centrada en el jazz) y dos albumes espectaculares: "Our Cancer year" (Premio a la mejor novela gráfica de 1991) y "The quitter", su último gran trabajo. Pero, sobre todo, la gran enseñanza de que cualquier cosa puede ser llevada a un libro, a una canción  o a una película sólo hay que tener la maña adecuada para que nos resulte interesante.

Nota del Insustancial:  Huddie William Ledbetter, más conocido como Leadbelly, es una de las grandes voces del blues y del flok americano. Guitarrista espectacular y gran intérprete se ganó la vida con la música desde muy joven pero, como también era un poco gambitero, se vio metido en problemas con la ley derivados de su gusto por andar frecuentando camas ajenas y por distintos delitos. Después de pasar quince años en prisión por intento de asesinato su vida delictiva pasó a mejor vida y volvió a centrarse en la música grabando temas como "Tell me where did you sleep last night", "The house of the rising sun" o "Midnight Special" no tengo ni idea de qué dinero le reportaron a Leadbelly pero sólamente esos tres temas, versionados por Nirvana, The Animals y Credence Clearwater revival se hicieron famosísimos. Ahí queda.

martes, 13 de julio de 2010

Alejandro Cao de Benós: ese hombre, esa incógnita.



Lo he hecho público varias veces y lo voy a hacer otra vez: quiero viajar a la República Popular Democrática de Corea, o sea, a Corea del Norte.

¿Que por qué flipo con dicho país? Para mi lo tiene todo: un líder carismático, un sistema político de esos que ya no se ven, mucho exotismo y, sobre todo, tan poca información que parece uno de esos sitios del mundo donde, en realidad, uno puede encontrar el perdido espíritu de la aventura. Sabemos muy poco de la realidad de Corea del Norte, tan poco que tienen a Occidente completamente arrinconado, es decir, si por ejemplo anuncian unas pruebas nucleares y los contadores richter registran que, efectivamente, ha habido un movimiento sísmico parecido al que provocaría la detonación de un pequeño ingenio nuclear mata capitalistas resulta que no se sabe si en realidad dicho artefacto es de verdad o al siempre ingenioso Líder se le ha ocurrido explotar unas cuantas toneladas de TNT dentro de una mina abandonada para crear la ilusión de que la temible Corea del Norte posee un artefacto de dichas características.

En una época en la que la gente retransmite su vida por las redes sociales es aplaudible que un país entero sea capaz de ser tan discreto y de no decir ni ay. Valga como ejemplo de la insana fascinación que existe sobre el país el hecho de que en "Guerra Mundial Z" (Max Brooks) se cuente que, en los primeros días de la intoxicación mundial, los norcoreanos desaparecieron dentro de sus propios bunkers y jamás han vuelto a ser vistos o dar señales de vida. Incluso en dicha ficción se barajan dos posibilidades: que hayan refundado su ordenada sociedad bajo tierra en plan los Morlocks de "La máquina del Tiempo" (H.G. Wells) o que, por el contrario, en los bunkers sólo exista una horda de millones de infectados por el virus solanum. El miedo a lo desconocido mantiene al resto del planeta alejado de las puertas de los bunkers tanto por lo primero como por la amenaza de que haya que combatir a otra marea de comecerebros.   

La falta de información, y una pizca de interesada desinformación y otro poco de interesada contrainformación, suelen generar los conocidos "mitos mediáticos": que si el Gran Líder secuestró a un director surcoreano y a su esposa para producirse una película de ciencia ficción titulada "Pulgasari" (apasionante historia que puede leerse aquí), que si el tío tiene una colección de películas que lo flipas, que si no hay ni un gay en todo el país, que si el Gran Líder se ha construído un edificio que no puede terminar, que si nació en un campo de refugiados en la URSS que si tiene a toda la población armada y dispuesta al combate etc., etc.

Si hacemos caso a todo lo leído Corea del Norte es el escenario ideal en el que las fantasías de la propaganda capitalista se han hecho carne, es un cómic hecho país, una distopia real, una ucronía sobre ruedas deslizándose sobre una dirección política que, con el paso de los años, ha ido mezclando la ideología comunista (toda ella, de cualquier escuela oriental y occidental) con la espiritualidad de la zona y entroncándola con las tradiciones históricas del lugar: si hace 1000 años los viejos reyes coreanos pudieron sobrevivir pasando casi inadvertidos y siendo bastante celosos de sus secretos la historia, al parecer, sigue bastante vigente.

Como nada puede sorprender de la República Popular Democrática de Corea porque, como ya digo, es muy difícil diferenciar entre la verdad y la mentira o, mejor, entre la medio verdad, la farsa y la leyenda no es muy raro que dentro de su gobierno haya espacio para  Alejandro Cao de Benós, español de 36 años nacido en Tarragona, que fundó en el 2000 la Asociación de amistad con Corea  y que, a partir de ahí, ha ido acumulando una serie de cargos honoríficos (miembro del ejército, miembro del partido, miembro del gremio de periodistas de dicho país) y oficiales que lo convierten de facto en una especie de diplomático y asesor, portavoz delante de algunos países europeos y latinoamericanos del régimen y unas cuantas cosas más.

¿Qué hace un catalán como Cao de Benós en Corea del Norte? Pues nadie lo sabe a ciencia cierta pero, si hay que hacerle caso, el tío siente una profunda admiración por dicho país asiático y, literalmente, lo flipa con el tema norcoreano.

Occidente suele tener la opinión de que, en realidad, la RPDC no es más que un trampantojo gigante que utiliza técnicas de supervivencia parecidas a las de algunas especies animales inofensivas que son capaces de adoptar un aspecto fiero para asustar a los depredadores. Es más, cuando el think tank de Bush se puso a buscar elementos para rellenar su cachondo eje del mal incluyó a Corea del Norte dentro del paquete de naciones enemigas por la sencilla razón de que se necesitaba un enemigo exótico y con tan mala prensa como Irán e Irak que no fuera Libia (derrotada ya en el 86 después de unos cuantos bombardeos) o alguna de esas más que chungas dictaduras que nos ha dejado de herencia la desintegración ed la URSS (demasiado cargadas de gas o petroleo o bien colocadas estratégicamente como para enemistarse con ellas).

El caso es que Corea del Norte sigue ahí, silenciosa, incluso un poco altiva esperando que de verdad se hagan ciertas las amenazas de la invasión sudcoreana o el inicio de la carga de los cosacos rusos blancos.

Si nos hemos criado en esas sensaciones, de que estamos ante un enemigo prefabricado al que alimentamos sus propias mentiras como ya hicimos en su día con aquel tío malvadísimo llamado Sadam Hussein que parecía dispuesto a comenzar un Yihad de bigotones, es sorprendente que Alejandro Cao de Benós, tarraconense, aparezca ante los medios de comunicación como el modelo perfecto de coreano del norte, un coreano de manual que diría aquel. Tan integrado (y tan apocalíptico) está el hombre que incluso ha adoptado el nombre coreano de Zo Sun-Il que significa "Corea es una". Toma ya.

Aficionado a aparecer en los medios gastando el traje típico de los políticos coreanos o vistiendo uniforme militar, no me consta en qué graduación, Alejandro loa los avances del régimen de Kin Il Jung hasta sus últimas consecuencias avisando a los pocos periodistas que pueden visitar el país (se las tuvo con Jon Sistiaga) que no filmen ni a izquierda ni a derecha en los diversos tours porque las veredas de Corea del Norte están llenas de material militar preparado para la siempre inminente invasión...¿Existen esas armas? Dicen que, a primera vista, no se ven pero recuerden que Corea del Norte es una puñetera incógnita. Es posible que hayan inventado las armas invisibles.

Por si fuera poco Alejandro Cao de Benós es descendiente de los Barones de Les, condes de Argelejo y marqueses de Rosalmonte...

¿Qué lleva a un noble de cuna a pasarse no al otro bando sino a capitanearlo? A lo mejor Alejandro sólo quería un poco de aventura, de chicha, de experimentación con las cosas raras y, mientras que a unos les da por comerse unas setas y subirse a un monte a esperar que le estalle la quijotera, el tarraconense prefirió hacer una inmersión en un trip menos químico y más físico compadreando con una de las últimas dictaduras comunistas.

Tildado de fanático por su incapacidad para reconocer el más mínimo rasguño en el escudo de armas de Corea y, muchas veces, incluso de emplearse tan dúramente como lo harían los malvados de las películas de James Bond con algunos periodistas empeñados en publicar lo que les da la gana sobre la nación de sus amores lo cierto es que Alejandro Cao de Benós está viviendo su sueño, es posible que este sueño, esta nube, sea una pesadilla para otros pero no es menos cierto que él mismo dice que cuando llega a Corea siente que está en su casa, que está rodeado de sus amigos y que ha encontrado en el remoto país asiático una especie de paraíso en el que recibe honores de estadista y tratamiento de gran estrella mediática.

Es posible, como no, que pensemos que Cao de Benós es un tipo que niega la realidad de vivir en un régimen que se sustenta a duras penas agarrado al borde del abismo de la historia pero, no me negarán ustedes, que entre nosotros hay también muchos interesados en practicar el mismo fanatismo a la contra y negar con la misma alegría que vivimos en un régimen que huele a cuco y que nos ha arrastrado a una de las peores crisis económicas y morales de los últimos años. No encuentro mucha diferencia entre Zo Sun-Il y esos tiparracos que se sacan de la manga nomenclaturas absurdas para medir los baremos de las economías mundiales o que van a la guerra a defender esa entelequia renegra llamada "Los Mercados".

Si alguna vez me lees, Camarada Zo Sun-Il, te pediría que me llevaras a Corea contigo que estoy deseando descubrir si vives en un decorado o en el mejor de los escenarios posibles.

lunes, 12 de julio de 2010

Fútbol sin caspa



Hoy más que nunca me acuerdo de "Fiebre en las gradas" (Anagrama). Es una especie de ensayo, muy divertido, del escritor Nick Hornby en el que desentraña las razones que lo han llevado a convertirse en un incondicional del Arsenal.

Hornby, con un humor muy fino, cuenta que lo único que no ha cambiado en su vida desde niño es su pasión por dicho equipo londinense que, pese a haberlo decepcionado tantas veces, sigue impreso en su ADN. Da igual que el Arsenal (un Arsenal anterior a la conquista del título frente al Liverpool en 1989 y que nada tiene que ver con el actual que dirige el francés Arsene Wenger) fuera un club "ascensor" que subía y bajaba de categoría, que fichaba a jugadores estrambóticos, que se manejaba por arreones de negligencia técnica, que era modesto, errático...en definitiva, un desastre que, sin embargo, arrastraba a una masa -en la que se incluye el escritor inglés- que vivía con la misma penuria y chifladura los vaivenes del club sin dejar de prestarle su aliento. A Hornby todo eso le da igual porque, de algún modo absurdo, está unido a los colores del Arsenal para siempre. 

Los ingleses, no sólo Hornby, han sido los más interesados en soncacarle al fútbol ese misterio de la adhesión ciega porque su fútbol está marcado por dos tragedias sangrientas: la final de la Copa de Europa celebrada en el Heysel Stadium en 1985 en la que los hinchas del Liverpool cargaron contra la zona del campo donde se encontraban los aficionados de la Juve (39 muertos, 600 heridos) y la "tragedia de Hillsborough" en la que una avalancha parecida (pero provocada por el pánico y una deficiente organización) acabó con la vida de 96 hinchas del Liverpool -equipo que debía enfrentarse esa tarde al Nottingham Forest-. 

Una película como "I.D." (Philip Davis, 1995) retrata de manera cruda el ambiente del hooliganismo dentro de la afición de un club pobre de la segunda división inglesa haciendo aún más interesante la pregunta de por qué nadie perdería la cabeza por un equipo tan penoso, tan alejado de la gloria deportiva que es la que, se entiende, es la que atrae a las masas de aficionados y, por tanto, a la locura desatada por unos colores.

Si la cosa no tiene que ver con ganar o con perder o, en muchos casos, con el sitio que ocupas en la escala económica o social el asunto hay que buscarlo, como dice Hornby, en una especie de trasunto romántico que enlaza algunos buenos recuerdos de la infancia con el club de nuestros amores.

Ese trasunto romántico es el más interesante. El más humano. El otro, el del lado oscuro de tener un Presidente de la federación que se empeña en decir "fubol" en lugar de fútbol, el de una prensa deportiva lamentable que parece elegida entre los clientes de un disco pub de barrio para cuarentones o el de un grupo de políticos paletos dispuestos a sacar beneficio de cualquier triunfo que le es completamente ajeno, es el que da miedo.

El británico Brian Clough fue, a mi entender, el primer entrenador de la historia en pasarse el lado oscuro por el forro. Tras retirarse por una lesión comenzó a entrenar en 1965 a Hartlepools United un equipo que jugaba de forma lamentable hasta que llegó él con sus métodos de entrenamiento y sus nuevas tácticas. Allí comenzaría una constante de toda su carrera: no hacer caso a la directiva y enfrentarse a ella. 

Tras dos años fichó por el Derby County al que subió a primera y dio su primer título de liga. Tras una desastrosa relación con la directiva Clough abandonó el club para irse a la tercera división donde, pese a fracasar estrepitosamente en el banquillo del modesto Brighton&Hove Albion fue fichado por el Leeds United hasta entonces fichado por Don Revie, un entrenador clásico que aborrecía los métodos de Clough, que había aceptado el puesto de seleccionador nacional. Su paso por el Leeds, cuya plantilla lo recibió con la escopeta cargada, fue igualmente desastroso que su paso por la tercera y Clough hizo las maletas para dirigir al Nottingham Forest. 

El Forest, un equipo de segunda, reverdeció en manos de Clough que en sólo tres años lo devolvió a la primera división. Esa temporada del regreso, la 77-78, estaría marcada por una gesta: Liga y Copa. En los años sucesivos Clough levantaría dos veces la Copa de Europa, una vez la Intercontinental y dos copas inglesas más. Dejó el fútbol en 1993 por diversos escándalos, zurró a unos aficionados, derivados de sus problemas con el alcohol. 

La biografía de Clough está recogida en el estupendo libro "Damned United" (David Peace) del que se hizo una estupenda adaptación cinematográfica con el mismo título dirigida por Tom Hooper y protagonizada por Michael Sheen, por cierto, una de las pocas películas sobre fútbol que reflejan bien el  fútbol.   

Es por historias como estas por las que a mi me gusta el fútbol (un poco) por tíos como Guardiola, Sánchez Flores, Pellegrini, Del Bosque o, en otro tiempo, Valdano (el entrenador no ese hermano gemelo malo que dice que es secretario técnico). Tíos que le quitan la caspa y la bilis a este deporte. Porque cuando le quitamos a este deporte la caspa y la bilis y aparcamos todos los malos rollos somos capaces, incluso, de ganar un Campeonato del Mundo cosa, hasta ahora, reservada a selecciones como la de baloncesto, la de fútbol sala que hace tiempo que se quitaron toda la mierda de encima y se dedicaron simplemente a hacerlo bien.
   
Nota del Insustancial: Si se reconoce a Brian Clough como uno de los primeros entrenadores modernos estaría bien que reconociéramos a Iñaki Fernández, cantante de Glutamato Ye-yé, el ser el primer moderno que sin cortarse un pelo reconoció ser un futbolero de pro cuando en este país el personal que se quería dar un toque intelectual decía aborrecer eso del balompié. Por si fuera poco lo hizo componiendo una letra surrealista, muy en el tono de su grupo, que utilizaba como base musical "El novio de la muerte", himno de la Legión, para dar ánimos al Atlético de Madrid (el Atleti venía también al pelo para el tema tratado). El tema está recogido en el disco en directo "Esto fue todo" (Twins, 1987) que recogía el concierto de despedida de la banda que, gracias a Alá, ha vuelto tímidamente a los escenarios.

jueves, 8 de julio de 2010

España y "El España"

El otro día Raúl Ruiz, un ex futbolista bastante comedido y muy buena persona con el que tuve el placer de trabajar hace mucho tiempo, hizo uno de esos comentarios torpes indignos de un tipo que, ya digo, es buena gente. Más o menos vino a decir que esta selección había permitido a la gente quitarse los complejos y sacar a pasear las banderas nacionales y decir orgullosamente que es español. 

Al comentario, un poco rancio y fuera de la realidad (de unos años a esta parte no se habla de otra cosa que de ese presunto "orgullo nacional"), se le unió la coletilla del ex portero Santiago Cañizares que dijo haber detectado que, en todos los estratos de la sociedad, había "ventajistas" que se subían al carro sólamente en los momentos de celebración. Claro. La gente sale a la calle a celebrar cosas cuando hay cosas que celebrar y por esos son mas visibles.

El comentario era sorprendente porque, si ustedes conocieran al personaje, sabría que se gasta un  pelo rubio teñido de lo más sospechoso (lo que nos llevaría a plantearnos si el ex cancerbero no siente cierto complejo por ser moreno, que es una cosa tan mala como acomplejarse por ser español) y, de un tiempo a esta parte, ha criado un suave y melífluo (y raro y forzado) acento argentino que utiliza para hablar de fútbol (lo que nos llevaría a plantearnos si el ex deportista metido a comentarista no siente cierto complejo ante el buen uso que del español suelen hacer "ashende" los mares).

¿Quería decir Cañete que él había sido español de toda la vida y supporter de la selección (antes conocida como La Furia, porque no había más remedio que suplir nuestra inferioridad técnica con mucho tesón) antes de que las masas fliparan, literalmente, con este equipo? Pues si no lo quiso decir pareció que quiso aunque, es verdad, que su mal uso de la palabra "ventajista" como sinónimo de "oportunista" nos lleve a pensar que todo se debe a uno de esos lápsus tan habituales en el actual periodismo deportivo...tan habituales que cualquiera diría que las redacciones están llenas de disléxicos incurables.

Es muy habitual que las gentes como Cañete se ofrezcan alegremente a convertirse en candidatos a entregar los carnets de autenticidad que, al parecer, se necesitan para ser digno a militar en algo. De hecho este es un pensamiento muy habitual entre los grupos ultras de todos los equipos de fútbol que se creen con derecho a convertirse en parte de los clubes esgrimiendo que son los únicos que están ahí siempre, apoyando al equipo, llueve o truene, se pierda o se gane...una imagen casi tan poética y dulzona como la visión de un unicornio en un prado verde pero, en realidad, tan falsa como esta.

El ultra muy pronto descubre que su militancia es un chollo: entradas gratis, viajes gratis, acceso a los jugadores de la plantilla y la directiva y un largo etcétera de prebendas. Es verdad que, para alcanzar al estatus, hay simplemente que comportarse como un descerebrado en la mayoría de los casos pero ese es un precio pequeño teniendo en cuenta todo lo anterior. Además, y por si fuera poco, el ultra descubre que al igual que puede ser un modélico perro guardián (recordemos a aquella graciosa peña barcelonista llamada "Los Morenos" -un folclórico nombre puesto por ellos mismos para demostrar su filiación de charnegos barcelonistas- que tanto bien procuró al President Nuñez en los 80 obstaculizando el trabajo de los periodistas, los Ultras Sur que le hacían la rosca a ese triunfador llamado Ramón Mendoza, el Frente convertido en la legión personal de Gil...) también puede demostrar una ira ciega hacia el equipo de sus amores y revolverse como una hidra. Hay están aquellos tíos del Frente que irrumpieron en un entrenamiento de la primera plantilla para acojonar a los presentes o los que tiraron huevos a Toni por cometer un error en la Copa del Rey o, por ejemplo, los de todo signo que acuden sin ser citados a las oficinas de cualquier club de Primera División a exigir explicaciones (repito, muchos ni son socios ni han pagado una entrada en su vida) por cualquier absurda razón.

Si la ciega militancia en unos colores es casi tan ridícula, aunque menos pasajera, que pertenecer al club de Fans de Milley Cyrus la cosa se complica cuando, con la cosa de la selección, comenzamos a mezclar asuntos de españolidad y selección española.

Hoy, cuando viajaba por la línea 10, he visto a muchas personitas (insultántemente jovenzuelas) vestidas con los colores del combinado nacional y portando banderas de nuestro país. Entre ellas había muchos inmigrantes y muchos extranjeros que, me imagino, quieren darse una alegría y hacer la gracieta...mola. Tengo claro que un altísimo porcentaje de esas personas no salen a la calle por celebrar que son españoles o movidos por un renacido sentimiento nacional. Quiero decir, la gente anima a España que es un equipo que se enfrenta contra otros equipos que tienen nombres coincidentes con otros países. Y ya.

Cuando unos países quieren reinvindicar su hegemonía sobre otros lo que suelen hacer es mandar al ejército y no a un puñado de tíos en pantalón corto, digo yo.

Está claro que hoy la selección (o "El España" como decía sabiamente mi colega Fita Benítez) le ha pegado un buen repaso a los alemanes (léase que no me incluyo porque, lo juro, eso de "les hemos dado un repaso" es una cosa que dejo para gente como el entrañable Tomás Roncero que de verdad parece que ha marcado el gol de la victoria) pero que eso sirva para pensar que somos mejores que Alemania es mucho decir. Ellos tienen la Volkswagen y nosotros andamos un poco renqueantes en esos asuntos. 

Pensar que la gente verdaderamente española es la que cuelga la bandera nacional de su balcón o que acude al trabajo vistiendo la camiseta de "La Roja" es proyectar una imagen simplista de algo tan complejo y abstracto como son todos esos asuntos de la nacionalidad. No me cabe duda de que los regímenes totalitarios (y los muchos que aspiran a ese poder plenipotenciario sea con o sin urna de por medio) trabajan mucho en alimentar la absoluta simplificación de pertenecer a una sociedad. Ese es el primer paso. No tengo ninguna duda de que los mismos mecanismos que empujaban a la gente a levantar el brazo al paso de Hitler o a vestir a sus hijos con camisas pardas son los mismos que empujan al personal a salir a la calle haciendo esas demostraciones coloristas. Cuidado que no quiero decir que sean iguales que los nazis, simplemente que los símbolos de fuerza, los excesos, el jolgorio etc. etc. es parecido y se dispara con los mismos artificios propagandísticos. Unas veces para algo tan inocente como demostrar tu apoyo a una selección y otras tan perversas para iniciar una Guerra Mundial. 

Me imagino que  muchos alemanes no se tomaron en serio a Hitler pero que se fueron animando a medida que este iba conquistando países y recolectando victorias. Esos serían los que Cañizares definiría como "ventajistas", claro.

En nuestra mano está no caer en esos simplismos estúpidos, en poner cada cosa en su lugar y en entender que, para ser español, sólamente hay que tener un pasaporte que lo certifique, es opcional el hecho de llevar la carita pintada de rojo y amarillo, llevar una camiseta roja o hacer sonar el claxon del coche para animar a la muchachada. Sólo los más idiotas pensarían que algo tan accidental como la nacionalidad es un rasgo que es necesario sacar a pasear todo el tiempo.

Y ahora una pregunta: ¿Que habrá hecho José Antonio Camacho para no sudar? ¿Se habrá trasplantado unos sobacos de madera?

Nota del Insustancial: "Hay un hombre en España" es una canción de Astrud, el dúo formado por Genís Segarra y Manolo Martínez, incluído en su disco "Performance". Efectivamente, escuchando hablar a ciertas personas uno da por hecho que llevan sobre sus hombros el peso y las responsabilidades de esta gran nación y lo expresan así, casi con tanto surrealismo como los Astrud.

domingo, 4 de julio de 2010

La oportunidad y el oportunismo (Formas de hacer política)



La frase de Karl Marx que todo el mundo recuerda es eso de que el opio del pueblo era la religión. "Fíjate si era malo ese hombre que se le ocurrió comparar a Dios con una droga" me dijo una vez una profesora espantada por la manera en que este señor sacaba los pies del tiesto ya en el siglo XIX.

El caso es que se quedó corto porque en nuestro país, esta España que se despista con el vuelo de una mosca como si fuera un alumno de esos que se sientan en las últimas filas de las aulas, el número de opios con los que perder la atención es innumerable. Aquí se podría decir que Belén Esteban, el fútbol, Intereconomía o las maniobras orquestales en el senado del ala conservadora (que comienza a aunar a nacionalistas y peperos en un totum revolutum menos contra natura de lo que nos hacen pensar unos y otros) para generar más ruido a costa de si las mujeres musulmanas tienen o no tienen que llevar burka son de por sí algunas de las drogas que, de cuando en cuando, se nos administran para que nos olvidemos de lo importante. Si es que hay, en realidad, algo más importante ya que a mi, a estas alturas del match, ya me cuesta diferenciar entre si es mejor ocuparse del mar y, en caso positivo, si hay que cuidar de las olas o de las mareas.

En "Oh, Brother" (Joel Cohen, 2000) el Gobernador Pappy O´Daniel -interpretado por el actor Charles Durning- concede el perdón del estado a Everett (George Clooney) y sus compiches porque, pese a haberse escapado de la cárcel, descubre que son los Soggy Bottom boys autores de la canción de moda que arrasa entre la masa de electores paletos asegurándose así una nueva reelección. El chiste no es desconocido para los norteamericanos cuyas campañas electorales han estado repletas de trucos y volteretas de sus candidatos que han ido desde Jommy Davies, gobernador de Luisiana del que he hablado alguna vez, cuyos mítines eran en realidad conciertos de bluegrass donde cantaba su éxito "You´re are my sunshine" en los que se hacía acompañar de actores enanos que portaban escobas con las que ejemplificaba como barrería la corrupción del estado (él, que era un poquillo corrupto) hasta las piruetas mediáticas del Giuliani que, siendo alcalde de Nueva York, se grabó a sí mismo comprando droga en la calle para demostrar que la situación de la Gran Manzana era insostenible en materia de delitos comunes y que, con esas pírricas pruebas, aplicó una curiosa teoría anti delictiva que permitía que se aplicaran penas absurdamente desproporcionadas contra los delitos menores (la llamada "Ley de la ventana rota") para que los grandes delincuentes cogieran miedo lo que no evitó la multiplicación de delitos violentos y, lo que es peor, una ola de asesinatos injustificados producidos por su propio departamento de policía que se tomó el asunto como, claro está, una carta blanca. 

Hasta hace pocos años las piruetas y volteretas políticas no parecían ser del agrado de los políticos europeos. Es decir, el espectáculo se dejaba para los candidatos que, sin posibilidades, necesitaban de un poco de eco mediático. Acción católica, por ejemplo, llevaba en su programa electoral la promesa de restablecer la pena de muerta para casos de terrorismo por una sencilla teoría: por cada Guardia Civil o Policía Nacional muerto se fusilaría a 100 etarras. Teniendo en cuenta que en España hay alrededor de 600 etarras encarcelados la medida parece un tanto expeditiva. 

En el otro lado el PORE (Partido de los Obreros Revolucionarios de España) acude todos los años a las elecciones brindando la posibilidad electoral de liquidar el sistema actual y hacer una transición hacia un sistema de corte soviético. Desgraciadamente, pese a lo interesante que sería el experimento  que permitiría a España ser una nación vintage de pleno derecho y digna de ser nombrada como primera de una lista de naciones que siguen las tendencias, los dirigentes del PORE se retiran de las elecciones con un doble objetivo: no seguirle el juego al estado y hacerle gastar un dinerete en papeletas y sobres de votos.

Los partidos mayoritarios, los que van de serios, normalmente solían darle poco a la estridencia. A lo más que llegaban era a ponerse cosas estúpidas en la cabeza en visitas oficiales: Jordi Pujol se puso un casco de los extintos Barcelona Dragons en una recepción oficial que, la verdad, no le quedaba como un guante y en alguna ocasión, de visita por Bolivia creo, Felipe Gonzáles tuvo que encasquetarse uno de esos gorros andinos "a la moda de Manu Chao" y permanecer impertérrito ante, lo que siempre he sospechado, era un chiste privado entre los dirigentes de nuestras ex colonias.

Es verdad que, por ejemplo, el PP tuvo a un díscolo Presidente de Cantabria (llamado Hormaechea) que entre otros faraonismos creó el Parque Natural de Cabárceno y que fue el dueño de frases tan inteligentes como "A mi Isabel Tocino no me aguanta medio polvo" o "No se si Cabárceno valdrá para algo pero, a mi, con que una sola pareja se eche un polvo aprovechando esta tranquilidad me vale" (obsesionado que estaba el hombre) y que la lista de talibanes del exceso son muchos (sólo en el Ayuntamiento de Madrid hubo varios) pero en realidad la cosa no pasaba por ser cosa de personas escandalosas.

La stravaganza pública se había quedado para  la Realeza (El Príncipe Carlos vestido de maorí o de travesti escocés, nuestra Infanta Elena desmelenada en el concierto de OT en el Bernabéu, Cristina de Suecia vestida de G.I. Joe) mientras que el poder civil se solía cuidar de tontadas.

Pero los nuevos tiempos exigen nuevos modelos y, claro está, la pujante aparición de la nueva Metrópolis (en este caso Washington) hizo que en España y en toda Europa -o viceversa- se adoptaran esas manías impulsadas por Reagan (disfraces de cowboy), Clinton (tocar el saxofón, hacer footing), Bush Sr. (marearse por un sushi en mal estado) o Bush hijo (pongan ustedes lo que plazcan que hay donde elegir) que nos invadieron más o menos después de que el hermano gemelo malo de Aznar iniciara su mandato.

Como siempre la raiz de la cosa hay que buscarla en la evidente invasión cultural de la Metrópoli norteamericana (ese espejismo de triunfo rápido y arrebatador) pero, más cerca, habría que fijarse en lo que indiscutiblemente se estudiará como la "Escuela Valenciana" -un caso que se estudiará-. 

Sus miembros, todos ellos hijos de la huerta y de los rayos UVA, han iluminado con sus estupendos bronceados una forma de hacer política tan nueva como efectiva que consiste en utilizar una imagen de exceso público como escudo para el exceso privado. Enhorabuena. Lo han conseguido. 

Si te pillan metiendo la mano en la caja haces una rueda de prensa para anunciar la inminente construcción de un Aeropuerto y si tienes un lío amoroso pues nada, dices que vas a traer la Copa América o, tachán, tachán, que has conseguido acabar con la delincuencia en el Cabanyal. España, la actual, le debe mucho a Valencia, la verdad.

El otro día, Antonio Basagoiti, uno de los nuevos valores del PP se rompió el tobillo en una pachanga futbolera. ¿Qué hacía un tío tan fuera de forma como Basagoiti jugando un partido de fútbol? Está claro que intentar dar una imagen simpática de su formación allá por su tierra y, claro está, enseñar unas camisetas donde se podía leer "sigue con nosotros hasta PRIMERA". Mal, Basagoiti, mal. No vale con calentar a la grada organizando conciertos de Pignoise o de Pitingo para animar el cotarro, para hacer deporte hay que calentar de verdad, hacer estiramientos...

Yo tomaría nota sobre este tipo de política de circo teniendo en cuenta que Basagoiti se ha roto un tobillo haciendo el tonto. El siguiente podría partirse la crisma intentando hacerse un doble mortal en una piscina vacía. Da igual que la cosa sea sobre el burka, el aborto, la reducción de cargos públicos o lo que sea. Necesitamos tranquilidad y tiempo para pensar, necesitamos algo de mesura, algo de dignidad, que la gente que está al frente se mantenga fría y que gaste su tiempo en hacer algo más que el idiota. ¿Saben que nos ha costado la maniobra pepera del burka? ¿Cuantos euros cuesta sacar adelante una cosa de esta magnitud? ¿Cuanto costará de llevarse a cabo si es que se lleva a cabo? Pues un pastizal que podría, por ejemplo haber valido para proponer medidas efectivas contra el paro (medidas reales de verdad).

El político convertido en trapecista es un dispendio que no nos podemos permitir y, sobre todo, es una oportunidad como otra cualquiera de que la clase política se retrate tomándonos como lo que piensa que somos: el público incómodo, estúpido y necesario que paga su entrada para que el circo siga abierto.

Nota del Insustancial: "Man of Constant Sorrow" fue la canción más alabada de la BSO de la película de los Cohen de la que hablo en el texto que ganó un grammy en 2001 a la mejor producción de Música folk del año. El cantante  Dan Tyminski es el intérprete, el autor es Harley Allen y la parte musical fue cubierta por la banda de bluegrass de Pat Enright.

jueves, 1 de julio de 2010

"King of Kong"



He visto King of Kong (2007, Seth Gordon) un documental que me ha pasado mi colega el actor portugués Zé Bernardino y la he gozado. Va de la historia de Steve Wiebe un profesor de ciencias de Redmond (Washington) que intenta batir el record mundial de Donkey Kong, el video juego.

En el momento en el que se rodaba el documental ese record estaba en manos de Billy Mitchell conocido como "El mejor jugador de videojuegos de la historia" ya que había sido la primera persona en hacer una partida perfecta en Pac-Man, ostentaba el record de Centipede, Burguertime y Donkey Kong Jr.

Gracias a ello Billy Mitchell pudo abandonar el noreste de los EE. UU e irse a vivir a Hollywood...bueno, no al Hollywood de las película sino a una urbanización del mismo nombre cercana a Miami (Florida) donde se ha hecho con un capitalazo gracias al negocio de salsas picantes que dirige. Mitchell, una persona con un ego desmadrado dice de sí mismo en el documental que hablar de su persona genera la misma controversia que hablar del aborto, se pasó varias décadas viviendo de las rentas de sus logros frente a las máquinas de los bares pero, cosas de la vida, en si camino se cruzó Steve Weibe.

Steve es una de esas personas que intentó triunfar en casi todo: de adolescente fue un prometedor jugador de beisbol retirado antes de alcanzar los campeonatos regionales por una lesión, después lo intentó con la música y pese a que aprendió a tocar la batería y el piano de una forma magistral y su grupo comenzó a destacar en la siempre exigente escena de Seattle (ciudad cercana a Redmond) no pudo superar una especie de pánico escénico que lo apartó de las escenarios también de forma prematura. Acto seguido se trabajó en la empresa aeronaútica McDonnell Douglas donde tampoco consiguió destacar y acabó siendo profesor de Álgebra.

A estas alturas ya habrán descubierto que Steve es una persona con un desorden obsesivo compulsivo del que su mujer, una santa, define de esta manera: "A veces es desesperante que Steve descubra algo nuevo...entonces sólo se interesa por eso y no quiere hacer nada más. Hasta que encuentra otra cosa".

La historia del perdedor frente al ganador se representa en un universo paralelo de frikis que dan grima (nada que ver con los entrañables bichos de The Big Bang Theory) que pululan por Salones Recreativos infectos y pasados de moda. Tan pasados de moda que Mitchell, un tipo que se viste como Chuck Norris y tiene el pelo del cantante de Modern Talking, es simplemente el modelo a seguir, el tío guay, el macho alfa, el puto amo. Tramposo, bajonero, egomaniaco y manipulador hasta el tuétano es el perfecto malvado de esta cinta donde el presunto héroe tampoco es que sea un dechado de virtudes y la cosa funciona no como en Rocky sino más bien como en The Office donde el listón más alto lo ponen el que hace más el mamarracho. 

Con mucho pulso y mucha intriga se desarrolla este documental que alcanza algunas cotas míticas durante su metraje y que consiguió despertar la conciencia de otros tantos frikis que al saber de la historia de los records en este campo y sin estar dotados nada más que para ponerse delante de una pantalla de ordenador han atacado los records de Weibe y Mitchell (y otros igualmente míticos) alegrando una parcela oculta y sinsentido de la competición y, de un tiempo a esta parte, ni Mitchell conserva algunos de sus records lo que le ha obligado a volver a competir para recuperar el trono, ni las salas de recreativos estuvieron tan llenas de adultos no a la búsqueda de un roce ilegal sino de domar al Gorila más famoso que jamás combatió contra un fontanero italiano.