domingo, 31 de enero de 2010

Madrid-Salinger



Una perroflauta vocifera en medio de la calle. Es difícil entenderla porque no deja de caminar mientras da vueltas sobre sí misma para increpar a gente inexistente. Sus gritos se mezclan con el silbido del viento que azota la ciudad, un viento rápido y helador propio de las mañanas de los sábados.

Anoche una anciana completamente ida imploró al conductor que la "llevara a la Sierra". A cualquier pueblo de la Sierra donde hubiera un sitio donde pudiera descansar porque los vecinos (no explicó cuáles) no le dejaban dormir desde hacía dos o tres años. Detrás de ella uno de los vigilantes jurados de la estación de autobuses -uno de esos tíos a los que el uniforme les regala un aspecto de vagos aún mayor que el que tienen que tener sentados en su casa cualquier domingo nada más levantarse- hacía gestos con las manos de que estaba chalada. En realidad no era necesario. Un buen amigo mío compartía planta con un vecino que le mandaba mensajes escritos en papeles sucios pidiéndole que le tuviera al corriente de las últimas noticias del frente y, sobre todo, que llamara  a su puerta el día que la Guerra (una Guerra total, con mayúscula) por fin hubiera terminado y no se tuviera que encontrar cadáveres podridos en cualquier esquina.

Madrid a veces parece un desquiciado zoo humano por el que paseas preguntándote si no serás también tu otra de las fieras expuestas detrás de los barrotes mostrándole al mundo, inconscientemente, tu propia rareza, el exotismo que te hace único y que cualquier biólogo podría perfectamente catalogar dentro de una exacta subcategoría, de un preciso fenotipo. Quien sabe, nunca tenemos demasiado tiempo para ponernos a pensar en estas cosas porque, la mayoría de las veces, la mediocridad propia, heredada, impuesta o aceptada nos obliga a seguir caminando alegremente moviendo la rueda de la jaula.

Miro a la gente que duerme en la calle este invierno tapada por mantas viejas, plásticos y cartones que complementan su vestuario con forros hechos de papel de periódico gratuíto preguntándome si no son siempre demasiados los que viven en esta situación. Invisibles. Silenciosos y alcoholizados, con los ojos inyectados de sangre amarillenta. Tom Waits hablaba en "El Rey Pescador" (Terry Gilliam, 1991) de que los vagabundos chiflados cumplían un estupendo papel social: eran semáforos morales. Justo el día en el que ibas a mandar a la mierda tu trabajo para buscar algo mejor o abandonar a tu familia te cruzabas con uno y, rápidamente, te planteabas cosas como que, al menos tú tenias todas tus extremidades o un lugar donde ducharte. Rojo-Stop. Luego seguías caminando. Verde-continúe. A otra cosa.

Un profesor me dijo una vez que procurara no caer en la vulgaridad. Me agarró por banda, copa en ristre, y me soltó la frase "procura no caer en la vulgaridad". Nunca he sabido muy bien a qué se refería, es posible que fuera una de esas frases vacías como "Vive con la pregunta" o "Me cuesta creer que a estas alturas nadie sepa, a ciencia cierta, en qué gastan el dinero las diputaciones provinciales". A lo mejor solo era la frase de un tipo que se había bebido demasiados whiskys con hielo pero, al menos, lo respetaba y siempre que inicio algo me acuerdo de la forma en la que, sentenciosamente, me dijo aquello. A lo mejor yo era todavía demasiado joven para entenderlo porque, todavía, eso de la vulgaridad me persigue cada vez que me siento a escribir. Me lo tomé por ahí y por lo de irme fijando en todas las cosas que pasan a mi alrededor, en la forma en la que la gente se sienta o, en el modo, en el que una persona habla a otra. Incluso cuando hablan con personas que ni siquiera están ahí o tienen riñas con vecinos inexistentes.

Ha muerto Salinger que, en "El Guardián en el centeno", nos transmitió toda la tensión de despertar en medio de una ciudad que nos parece ajena, de la tristeza de ser joven, de la pérdida pero, también de como no caer jamás en la vulgaridad diciendo lo justo. Obra pequeña y gran impacto. No hay que escribir 150 libros en tu vida, que aprenda más de uno, para pasar a la historia como un genio que nos transmitió la angustia de fijarse en las cosas demasiado. Caigo en la cuenta de que escribir de Salinger es bastante vulgar.

Será que en la adolescencia me sentía de un modo raro (gases pensaba) y leí "El Guardián entre el centeno" -horrible traducción de "The Catcher in the rye"...el catcher es el jugador que se pone detrás del bateador en el baseball y Holden Caulfield conserva un guante de baseball sobre el que su hermano escribió algunos poemas- y descubrí que era normal sentirse ansioso y sobrepasado por las circunstancias. Con la edad es muy posible que hagas más duro. Sólo posible.  

martes, 26 de enero de 2010

Ignatius



A nadie en su sano juicio se le ocurriría decir las cosas que dice Ignatius encima de un escenario. Se agradece. Ignatius es uno de los pocos cómicos españoles de micrófono que ha tomado la difícil senda de gente como Lenny Bruce, Andy Kaufman o Richard Pryor.

El cómico canario tiene la pinta que debería de tener una criatura resultante del cruce entre un Ángel del Infierno y Allen Gingsberg. Es feo, tripón y sale al escenario vestido para molestar cultivando un medido look chungo que combina las bermudas con el zapato con calcetines y la camisa...o sea, imagina saliendo a tu padre de la playa en dirección al apartamento y sabrás cuál es el "rollo Ignatius". Juega a la contra, se agradece y, por eso quizás (además de su talento), se mantiene en la lista de cómicos de Paramount Comedy.

Están poniendo por estos días una actuación suya que se encuadra dentro de un programa llamado "Pata Negra" que quiere recoger lo mejor de la cadena que ha hecho los monólogos famosos para el personal en nuestro país. No se lo pierdan porque, en realidad, dicen que es "políticamente incorrecto" pero a muchos nos parece que lo único que hace es contar verdades como puños.

La primera verdad de todas es una verdad que dice a grito pelado: "¡Hay que construir la nueva Jerusalén del humor!". Es cierto, es posible que nos falten más cómicos como Ignatius que, con eso de parecer que están loquitos, son capaces en el mismo monólogo de cagarse en eso que en España se vende como "humor inteligente". La víctima propiciatoria es la cabeza de esa iglesia del humor de las cosas pequeñas que firma libros con títulos como "Aunque un fruto seco se caiga en una piscina sigue siendo un fruto seco" o "¿Cada cuanto tiempo hay que lavar el pijama?". Se refiere, a tumba abierta, a Luis Piedrahita.

En un episodio de Los Simpsons Krusty, que de pronto se convierte en una suerte de George Carlin, dice estar hasta las narices de esos humoristas que hacen monólogos basándose en lo que les cuesta abrir la bolsa de cacahuetes del avión preguntándose ¿A quién narices le interesa que tú seas un inadaptado y que no entiendas las normas básicas de la apertura de una bolsa que cualquier imbecil podría abrir?

Nada tengo en contra de Piedrahita en lo personal pero, como Ignatius, me sospecho que este humor amable que va de fotocopiadores y señoras que se ponen bolsas en la cabeza tiene más que ver con una tradición de la comedia española que es tolerada porque, en realidad, no es capaz de meterse con nadie. Humor azucarado y global sobre "cosas que nos pasan a todos" sin capacidad para ir más allá de retratar la tontería cotidiana.

Lo otro, lo que hace Ignatius, que es gritar "¡A mi me la suda el humor inteligente!" es mucho más difícil y, como bien dice el mismo cómico desde el escenario, "los que no lo entiendan tienen la puerta abierta, prefiero hablar para los creyentes, para un grupo pequeño pero fiel de personas desesperadas". Es posible que cierto tipo de chistes sólo sean para una minoría que está dispuesta a que la zarandeen. Gente que prefiere la montaña rusa al tren de la bruja.

No alcanzo a saber qué compromiso tiene Ignatius con su escuela del humor ni con el camino que ha tomado pero, sin duda, es francamente honesto desde un punto de vista artístico: vende lo que tiene y no atiende ni a derivas del mercado, ni a discursos sobre lo que a la gente le gusta escuchar y lo que no le apetece que se diga. Tristes tiempos estos en los que la honestidad parece "políticamente incorrecta".

Lejos de mi ánimo está decir que todos los demás se venden. Niet. Más o menos y, en algún momento de nuestra vida, hemos roto ese pacto que teníamos con nosotros mismos de no trabajar nunca haciendo productos complacientes para con la masa y, de pronto, hemos notado que alguien manipulaba sutilmente nuestra maquinaria y, de pronto, apretaba el botón donde pone "vanidad" o el botón donde pone "dinero" y nos hemos ciscado en unos principios que creíamos sólidos tras apretarnos una buena dósis de ese sedante llamado "autoengaño". Es dificil que, en un mercado como este, no hayamos alterado alguna línea que se nos ha sugerido molesta o inoportuna o hemos tragado con este u otro trabajo engorroso que rápidamente hemos justificado como "engorroso".  Por eso, porque soy consciente del tamaño de la empresa de Ignatius, me parece arriesgado y de valor incalculable...ni que decir tiene que la apuesta de Paramount por mantener a un cómico como este me resulta igualmente arriesgada en un momento en el que la más mínima protesta por parte de una asociación de telespectadores reunidos alrededor de unas larguísimas siglas (algo que sospecho es más largo cuanto menos son los telespectadores adheridos a la causa) puede hacer tambalear a una parrilla entera por chistes mucho más flojos que los que Ignatius declama entre risas histéricas detrás del micro.

El hecho fehaciente es que el humor de Ignatius deberia de ampliar el menú de nuestros consabidos registros cómicos, que se entendiera un poco mejor que está bien hacer monólogos sobre aeropuertos, el número de veces que las chicas van al baño juntas y una enorme cantidad de temas interesantes tales como la incapacidad para entender al sexo opuesto o la cara que ponen los padres cuando te ven llegar borracho a casa pero, la verdad, sería interesante que se hablara de otras cosas.

Los que dicen que Ignatius es políticamente incorrecto o que emiten ese adolescente "jó, como se pasa" son los mismos que dicen "no, si a mi me gusta un buen chiste como al que más pero, mira, te voy a hacer una lista de los 879 temas de los que no puedes reírte en mi presencia". Seguro que, al menos, uno de ellos es un tema al que usted le hacen una gracia enorme.

Mientras tanto Ignatius sigue ahí, haciendo el grito sordo, subido en el escenario rascándose el tripón y pensando en cuál será la mejor manera de que un espectador se ría y veinte salgan de la sala antes de que termine su actuación. Es verdad, "hay que construír una nueva Jerusalén del humor" y, a partir de ahí, posiblemente la ciudad completa a ser posible libre de cretinos.

Nota del Insustancial: el vídeo del monólogo de Ignatius que encabeza la entrada no tiene que ver con el que hace en "Pata Negra" pero creo que resume bien la línea que sigue el cómico.

miércoles, 20 de enero de 2010

"No puedo vivir sin ti" de Manuel Longares


Manuel Longares (Madrid, 1943) es uno de los escritores más brillantes de nuestro país. Es una pena que su brillantez sea desconocida para el gran público y que sólamente una de sus novelas, Romanticismo (publicada en 2001), haya conseguido el reconocimiento que se merece ganando el Premio Nacional de la Crítica y finalista del Premio Nacional de Narrativa y haciéndolo un poco más reconocible para el público en general.

Efectivamente era Romanticismo una novela sorprendente. No porque fuera terriblemente moderna si no porque era terriblemente clásica pero que arrancaba no desde los terrenos de la novela social (la lucha de una familia humilde por democratizarse y salir del agujero en plan "Cuéntame") sino desde la historia costumbrista de una familia nacida, criada y empadronada en el muy pijo Barrio de Salamanca de Madrid. Con mucha mano Longares contaba una historia de seres humanos inmersos en tremendos cambios que, curiosamente, se producían en su mismo barrio destruyendo así el mito de que la Transición fue un movimiento impulsado desde la clase trabajadora (eso más bien se lo dejamos a la Revolución de Portugal) y daba una perspectiva histórica más realista retratando la sacrosanta cruzada democratizadora desde donde nació hablando de las diferentes oleadas de padres bien (UCD) que criaron hijos "progres y rogelios" (PSOE) y que recriaron a la actual muchachada neoliberal y a su lucha contra los maricomplejines (PP) dando un estupendo repaso humano e histórico a la historia reciente de España.

De todas maneras, y pese a gustarme mucho "Romanticismo", yo me quedo con "No puedo vivir sin ti". Hace años que intenté adquirir los derechos para hacer un guión con ella -se me resistió, ciertamente- por la recomendación de un amigo que me la descubrió. Me la leí de un tirón y quedé completamente fascinado. A medio camino entre el costumbrismo de Baroja y Galdós y el esperpento de Valle-Inclán o, lo que es lo mismo, dando una de cal y una de arena "No puedo vivir sin tí" (1995, Ed. Planeta) es una de las mejores novelas españolas de los años 90.

No sabría muy bien definir la novela de Longares que, muchas veces, se mueve entre lo ridículamente cómico y lo brutalmente realista. Más o menos como es la vida en general. Entiendo que es una historia sencilla y honesta sobre una adolescente en las nubes con una vida de mierda (huérfana acogida por sus tíos, trabajadora-esclava del bar familiar) y sin ningún futuro (no es demasiado lista, no es definitivamente guapa) cuya vida, marcada por la tragedia, se sujeta a la esperanza por un fino hilo: está enamorada del delantero estrella del Atlético de Madrid y sueña con que él se enamore de ella y la saque del barrio. Nada más. Y nada menos.

El día que el delantero se lesiona en un partido de pretemporada la protagonista decide no volver a quitarse la elástica del equipo lo que suena a más que una declaración de un fanático a colocarse una mortaja.

El hecho, completamente ridículo para alguien que no estuviera desamparado o viviera en la adolescencia, se convierte en un momento crucial para la vida de la protagonista y...

Y ya no les cuento más. Léanla.

No se dejen engañar por la sinopsis. Entiendo que para cualquier guionista de medio pelo la historia podría ser perfectamente el arranque de un nuevo y futbolero "Betty la Fea" pero en manos de Longares alcanza unos altos niveles de realismo. "No puedo vivir sin ti" es una novela impecablemente escrita, perfectamente narrada y que está llena de personajes fantásticamente construídos. No es dulce, es más bien amarga pero, de cuando en cuando, no está mal darse un bañito de realismo costumbrista.

¿Y por qué este tipo de novelas no triunfan? Pues por la misma razón que la Academia de Hollywood tiene fama de dar un Oscar a todos los actores que interpretan papeles de personas discapacitadas pero, como bien decía Robert Downey Jr. en "Tropic Thunder", en realidad se lo da a "discapacitados que no lo son tanto". Vean la lista: Dustin Hoffman por Rain Man (autista pero con aptitudes memorísticas increíbles), Daniel Day Lewis por Mi pie izquierdo (parapléjico pero estupendo pintor), Al Pacino en Esencia de mujer (ciego pero estupendo bailarín...y decía eso de ¡Juja!)...y, sin embargo, Sean Penn se comió la mierda en "Me llamo Sam" porque el disminuído psíquico que interpretaba era en realidad sólamente un disminuído psíquico. Es posible, sólamente posible, que lo que más nos guste sean los dramas dulces y que nos alejemos mucho, muy mucho, de los dramas realistas. Es sólamente una opinión.     

martes, 19 de enero de 2010

Talento




Nota del Insustancial: Scott Dunbar es un cantante folk canadiense que se dedica a hacer versiones de grandes éxitos del pop acompañado de un acordeón, un pedal de batería y una maleta vieja...aquí está su myspace por si os apetece echar un vistazo porque, al parecer, hace bastantes más cosas y es menos tiradillo de lo que quiere hacer entender. Cosas del show bussiness.

Veo a la ingente cantidad de personas que se han apuntado a las pruebas para encarnar a Michael Jackson en el musical dedicado a su persona y recuerdo los tiempos en los que me embarqué en un equipo de casting que buscaba gente para un musical enorme.

De aquella estupenda experiencia saqué algunas conclusiones como que todo el mundo cree tener talento. Sólo tienes que escarbar un poco en cualquier persona y creerá que tiene una habilidad artística especial.

Cuando veía a toda esa gente subirse al escenario no dejaba de pensar en los días previos al Día de la Madre o del Padre en el que, en el cole, te obligaban a hacer un collage con pasta, lentejas o garbanzos, algún tipo de cenicero de arcilla pintado con témperas o algún tipo de horror peor como un payasito dibujado y coloreado haciendo pequeños puntos con los rotuladores Carioca (puntillismo se llamaba aquello) y ese tipo de historias. La profe o el profe descansaba del horror diario de desasnarnos invitándonos a hacer un trabajo manual estandar que pudiéramos entregar orgullosamente a nuestros progenitores como pruebas de que nosotros, además de El Corte Inglés, nos habíamos acordado de tan importante fecha.

Madres o padres de toda la geografía española (y más allá) aguantaban estóicamente el momento en que sus pequeños monstruítos se acercaban al lecho con una cartulina que apestaba a pegamento Imedio diciendo eso de "Mama, que te traígo un regalo". Amantísimos ellos recibían la muestra de cariño mirando la cosa con una mezcla de ternura y mareo descubriendo que ya podían tachar de la lista cualquier profesión que tuviera que ver con el manejo de las manos. Horror, el niño ya no podrá ser cirujano porque si es incapaz de hacer la silueta de un corazón con papel maché imagínate el estropicio que podría crear con un escalpelo entre sus manos.

Pese al desastre el progenitor decía eso de "anda, qué cosa más bonita". Y tu te quedabas tan pancho. Guay. Eso si es triunfar. Luego esperabas que la cosa tuviera un lugar preferente en el hogar para que todo el mundo pudiera ver las cosas que podías hacer.

Los papás suelen actuar así con los hijos. Si quieren jugar al fútbol les animarán a que lo hagan aunque el niño tenga menos cintura que un armario empotrado y, si les da por la guitarra, aguantarán horas y horas de "clin-clin-clin". Esperan que te aburrás tú antes que ellos.

El problema no está en que el niño se crea un artista sino que los padres de verdad crean que tienen un pequeño Tapiés o un Paco de Lucía en potencia en la casa. Entonces, aunque el crío se aburra de dar volteretas en el gimnasio en plan Bruce Lee o de tocar la pianola Casio delante de las visitas, le animarán hasta convencerlo de que tiene un talento natural y de que "si persevera llegará lejos". Guau. Los padres chiflados son aquellos que se toman en serio lo de pertenecer al APA del centro o que dicen cosas como "mis hijos son mis amigos" o, peor, son los que van a ver los partidos de alevines de su descendencia y acaban zurrándole al árbitro si creen que este se comporta de manera injusta con su hijo.

Una antigua compañera de trabajo contaba con terror como las mamás que acompañaban a los chavales a los castings de la productora donde trabajaba los llevaban allí con fiebre o diciéndoles cosas como "si le dices a estos señores que has perdido cole para venir aquí no te voy a querer más". Por suerte, el número de tarados en nuestra sociedad es bajo.

Normalmente los delirios de grandeza culminaban en la adolescencia: tobillos débiles, dedos incapaces de seguir una partitura, caritas comidas por el acné. Los papás abandonaban sus proyecciones y dejaban que la grey pudiera por fin irse a drogar con los amigos al parque o les permitían apuntarse a una carrera de letras.

Muy pocas personas reconocen que el trabajo es muy importante, que entrenarse o ejercitarse es esencial, que la preparación es vital pero que, en realidad, hay algo especial en muchas personas que se llama talento. Algo innato y aleatorio que diferencia a Goya, por ejemplo, de todos los pintores de su época y a Lennon de, por ejemplo, José Luis Perales.

Por desgracia para nosotros se ha extendido la falsa idea de que "cualquiera puede ser una estrella". No, vuelvo al principio, se nos invita a "seguir nuestros sueños a cualquier precio" como si perseverar en la fantasía fuera el pasaporte imprescindible para que los demás se arrodillen ante ese brillo artístico que llevamos con nosotros y que se hará evidente cuando los demás lo descubran. Como bien dice mi amigo Fran: en la sociedad actual no vale que seas una buena persona porque si lo eres y nadie se entera todo el mundo tiene la sensación de que has tirado tu vida por la ventana. Es una verdad como un templo.

Además de la televisión y sus Famasabailar y sus operacionestriunfo que han sustituído a nuestros padres en eso de alimentarnos la falsa idea de que todo el mundo puede correr como Usain Bolt o cantar como Bob Dylan si le pone un poco de empeño una plétora de escuelas de guión, interpretación, danza, música y un largo etcétera de modalidades artísticas extienden unos estupendos títulos donde te dicen "Enhorabuena, ya es usted un artista". Mentores desalmados incapaces de decirle a sus alumnos que mejor se vayan a intentar otra cosa y un enorme número de agencias de artistas que llenan a sus clientes potenciales (que suelen gastarse un dinerito en eso de hacerse books, videobooks y otras zarandajas) de ideas chorras como que son el nuevo Javier Bardem se encargan además de llenar esas colas de los castings de personas que, en realidad, no valen para cantar, ni para bailar, ni para nada que se trate con entretener al público desde un escenario.

Nadie se encarga de decirle a nadie que hay caminos que son duros y que, al final, aunque le pongamos mucho empeño, y mucho tiempo y mucho dinero, y muchas ganas, y lo mejor de nosotros, y nos dejemos la piel etc. tienen recompensa que es una cosa que nadie está dispuesto a aceptar porque, como estamos en ese momento en el que estamos, todos entendemos que si pagamos un precio por algo recibiremos algo a cambio.

Todo este disparate de hoy viene no solo porque este casting de Michael Jacksons de palo cargados de freaks de todo pelaje (mi preferido es el doble oficial de Michael Jackson en nuestro país que se llama Paco Jackson y es valenciano. Un tipo increíble que al ser preguntado sobre qué hubiera hecho de haber sido invitado al funeral de Michael dijo que "mantenerse en un discreto segundo plano") que no saben que, simplemente, sirven como reclamo para que todas las televisiones acudan al casting y den un poco de bombo a la producción si no porque el amigo Edu Galán me ha pasado un vídeo del filósofo Gustavo Bueno -en un momento en el que estaba más en sus cabales que en la actualidad- en el que afirmaba que el verdadero respeto hacia los demás comenzaba cuando les decías que estaban completamente equivocados si es que lo estaban. Y me ha parecido bien compartirlo con todos ustedes, que sí que valen.





lunes, 18 de enero de 2010

Perdido en Pynchon


Me he vuelto a perder en Thomas Pynchon. Me pasó el año pasado, más o menos por estas fechas, cuando estaba leyendo "El arco iris de gravedad" y, ahora, me ha vuelto a pasar con "V" que es la primera novela que publicó en 1963.

Pynchon es ya el único escritor norteamericano que no concede entrevistas. No se sabe nada de él, ni donde vive, ni si es soltero o está casado y, lo más increíble, es que apenas hay seis o siete fotografías de este buen hombre en sus años mozos (Universidad y ejército). Mucha gente teme que todo lo que se cree saber sobre el escritor es purrela inventada por el mismo Pynchon -o la persona que está detrás de semejante seudónimo- para despistarnos a todos.

Me parece normal que un escritor que suele escribir sobre la chifladura, o que imprime a sus obras una buena dósis de la misma, haya optado por esta sencilla forma de marketing: no hablar de sí mismo para que otros puedan hablar continuamente del misterio que le rodea. Para hablar de Pynchon, por lo tanto, sólo podemos leer sus libros.

Sin el enganche de conocer la ideología, la situación familiar y económica, lo que ve a través de la ventana de su casa o la opinión que tiene sobre la Administración Obama nos encontramos ante unos textos que pueden ser leídos sin los prejuicios propios a los que nos enfrentamos a la hora de leer a otros autores. Cualquier cosa que se sepa sobre el autor lo será a toro pasado cuando este doble la servilleta.

"V" es la historia retorcida de un personaje perdido, de un "yo-yo" humano", que viaja de aquí para allá en pos de una obsesión. Así de sencillo. Por poner un ejemplo: su protagonista, Profane, se emplea como cazador de cocodrilos albinos (entre otras cosas)...cocodrilos albinos que viven en las alcantarillas de Nueva York después de que sus dueños los tiraran por el retrete tras descubrir que se iban a convertir en unas mascotas demasiado molestas. Ahí tienen el germen de una de las leyendas urbanas extendidas por todo el mundo y que tiene su arranque en una novela.

A golpe de pincelada "V" es una novela que recoge, sin empacho, lo mejor de la tradición Beatnik, mordiscos de Steinbeck, O´Henry o Dos Passos o Twain y, sin duda, es uno de los escritores (Junto a McCarthy, De Lillo o Roth) de la nueva novela americana. Es más, se podría decir que el estilo de Pynchon es definitivo para entender a Dave Eggers, Michael Chabon o el fallecido David Foster Wallace por poner tres ejemplos de nuevos grandes escritores.

¿Es un beatnik? ¿Un naturalista? ¿Un escritor de género fantástico? Ni idea, sinceramente. Al igual que los otros tres Popes de la literatura americana ha picoteado en todos los géneros sin que nadie se ponga de acuerdo en saber de qué coño va este tío. Digamos que es simplemente un GRAN ESCRITOR que, gracias a su discreta vida privada, ha permitido que por primera vez en mucho tiempo cualquier estudio sobre su obra no aparezca contaminado por comentarios como "es la obra prototípica de un nuevo marxista norteamericano" o por párrafos que comiencen por frases tan manidas como "Influenciado por una infancia en la que ya se reveló contra el autoritarismo de sus padres...".

En mis años mozos, cuando era un imberbe estudiante, tuve que soportar a muchos "opinadores". Es lo malo que tienen las carreras de letras en nuestro país que, nada más pasar las sagradas arcas de la Facultad, cualquiera se siente en el deber de comportarse como un intelectual. Yo mismo era uno de ellos. El problema no es tener que escuchar durante unos cuantos años a una ingente cantidad de personas mal informadas sus opiniones poco fundadas sobre este o aquel escritor...lo malo es comprobar como muchos de los profesores utilizaban el mismo método "intuitivo" para revelarte las mismas opiniones insulsas y apriorísticas que solía utilizar el alumnado como dividir a los autores por pobres y ricos, modernos o postmodernos...

Al ser preguntado un profesor sobre las características propias de la obra de Cervantes este contestó sin empacho que "Cervantes olía a Cervantes". Punto pelota. Sin más. Ni estructuras, ni arbolitos, ni estudios...uno podía saber que un texto era de Cervantes porque el Manco de Lepanto cantaba la Traviata. Destripada la biografía de Cervantes, por tanto, se podía hacer un paralelismo entre este incidente o aquella anécdota y clavarla en este o aquel texto. Toma ya. Birli-Birloque. Vudú literario. Ciencia infusa ven a nosotros. ¡Cualquiera, por tanto, podía publicar una edición comentada de lo que le diera la gana! ¡Sólo había que tener olfato!

Gracias a Alá también tuvimos profesores que nos enseñaron a no tener prejuicios.

Por suerte cuando uno se enfrenta a Pynchon no tiene más que agarrarse a lo que lee y perderse en la novela que tiene entre las manos. Ya advierto que no es fácil pero es francamente divertido.

Y todo esto viene a cuento de que estoy leyendo a Pynchon y de que hoy me he topado con un artículo de Elvira Lindo titulado "Lo que vale un pene" en las páginas de El País donde, con muy poco olfato, demostraba orgullosamente no haber entendido nada sobre la última novela de Philip Roth, The Humbling/La Humillación, una historia  sobre un actor teatral viejo y harto que seduce a una jovencita. Y dice que no lo entiende porque no cree que un viejo pueda conseguir semejante hazaña para luego cargar contra Woody Allen por haber jugado al mismo juego en "Si la cosa funciona".

Tan norteamericana y neoyorquina Elvira Lindo se queda patidifusa ante su falta de conexión con las dos obras que, por mor de ser de corazón super yanqui, le deberían de haber pirrado. Pero no. Resulta que no se traga el sapo...que los dos les parecen unos viejos verdes que se creen que por haber leído mucho y haber escrito mucho pueden conquistar a cualquier chavalita impresionable. Dos machistas, vamos.

Es lo que tiene no centrarse en el texto o en la pantalla y llegar a todos sitios cargados de prejuicios pero, bueno, eso como todo es una opinión de lo más personal. Por mi parte, y también personalmente, les recomiendo perderse en Pynchon, seguir viendo películas de Allen y leer The Humbling que, también en mi opinión, es una obra honesta, dura y escrita a cara de perro que va sobre otras cosas que no tienen que ver con perseguir jovencitas como un sátiro.

domingo, 17 de enero de 2010

Lisboa-Puerto Príncipe



Nota del Insustancial: Esta fantástica canción de Woody  Guthrie, titulada "La cosa más importante que ha hecho el hombre", es un repaso de todas las gestas que según el cantautor estadounidense el hombre (el hombre sencillo  y anónimo, el ser humano insignificante) había conseguido con su esfuerzo...me parecía que venía que ni al pelo para ilustrar esta entrada aunque es posible que me equivoque. La letra, extendida, puede encontrarse aquí.


28 horas. Madrid-Lisboa-Madrid. Las cosas así hacen que entiendas por qué la cabeza de Tyler Durden hizo catacroker. Cena y fados en el Barrio Alto y, por la mañana, entrevista con Joao García, el primer alpinista portugués en coronar la cumbre del Everest. Lo consiguió el 18 de mayo de 1999 junto al belga Pascal Debrouwer. Lo hace sin  oxígeno suplementario como le enseñaron los alpinistas polacos (tienen fama de ser los más duros y estóicos) con los dio sus primeros pasos por la cordillera del Himalaya en 1993.
En el descenso  los pequeños errores que los dos compañeros cometen en la ascensión (falta de hidratación, abandono de material que llevaban en la ascensión...) de pronto se suman para convertir la gesta en una tragedia. El mal tiempo les sorprende, se desorientan y cualquier paso es lento y costoso. Pascal, muy debilitado, se queda en el camino mientras que Joao inicia una carrera contra el reloj para alcanzar el último campamento. Cuando llega, y pese a las malas condiciones metereológicas, decide tomar fuerzas y volver a por su compañero. No lo consigue. Pascal fallece.

A la muerte de su amigo, con el que llevaba tres años intentando alcanzar la cumbre, se unen las secuelas de la expedición: Joao tiene la cara y las manos destrozadas por la congelación. Pasa tres meses en el Hospital de Zaragoza donde le reimplantan parte de la nariz y le amputan falanges de varios dedos. Dice que se sintió más solo y desorientado en la habitación de aquel hospital que en medio del Himalaya.

Joao tardó dos años en recuperarse física y mentalmente de aquello pero volvió a la montaña dice que "demostrando que lo más importante es creer" mientras se lleva una mano a la cabeza y sonríe tímidamente. "La montaña te lo da y la montaña te lo quita".  En abril de este año intentará escalar el Annapurna y, si lo consigue, entrará en la selecta lista de escaladores que han conseguido encaramarse a los 14 "ochomiles" que hay en el mundo.

Conociendo la historia de Joao creo haber entendido la diferencia que hay entre la obsesión y la determinación.

Es posible, y es sólamente un juicio personal, que el primer Joao García que subió el Everest lo hiciera movido por la obsesión de alcanzar una meta que se le había resistido dos veces anteriormente. La perentoria necesidad de llegar arriba le hizo tomar demasiados riesgos porque lo único importante era llegar. El Joao García que reinició su carrera dos años después era un tipo diferente, alguien movido por la determinación de culminar su sueño pero entendiendo que "el alpinismo es una escuela que cultiva la paciencia" en un mundo en el que creemos que todo tiene que ocurrir inmediatamente.

Las tragedias tienen el curioso efecto de recolocar automáticamente nuestras prioridades y de darnos la oportunidad de tener una visión más amplia y certera del espacio exacto que ocupamos, de la sombra que hace nuestro cuerpo y nuestros actos. Las cosas que parecían no tener importancia pasan a un primer plano y las que parecían ser cruciales nos parecen gilipolleces en las que hemos perdido demasiado tiempo.

Mientras revisaba la cinta con la entrevista a Joao no he podido dejar de preguntarme sobre el efecto que la tragedia de Haití tendrá sobre el planeta, sobre si alguien que pueda hacer algo de verdad (me refiero a aviones, comida,agua, millones de dólares para la reconstrucción de un país...está muy bien mandar diez euros a una ONG pero todos sabemos que se necesita más de un grano de arena para hacer una playa) pensará ahora que Haití y el tercer mundo en general es más importante de lo que, en un primer momento, parecía. Es posible que alguien que pueda hacer algo de verdad caiga en la cuenta que haber permitido que un país  sufriera las iras de dictadores como Torrijos (pese a ser el dirigente de la República Dominicana no tuvo empacho en iniciar unas cuantas operaciones que tenían como objetivo reducir el número de haitianos dentro de sus fronteras con la excusa de que "había demasiados negros en la isla") o de tener dirigentes como los Duvalier (padre e hijo esquilmaron el país, perpetuaron un régimen de terror alimentado por un extraño coctel de vudú y aniquilación servido por los machetes del Ton Ton Macoute) sea la causa directa de que un país entero haya desaparecido ante nuestros ojos porque el terremoto simplemente ha removido los cimientos de un país que llevaban siglos siendo sistemáticamente carcomidos por la miseria, la corrupción, el analfabetismo...males todos ellos engendrados por el olvido.

martes, 5 de enero de 2010

Antes James Cameron molaba pero ahora es la mierda


Mucho más que los entusiásticos comentarios sobre Avatar (James Cameron, 2009) me ha sorprendido que toda la cohorte de defensores de la cinta no hayan hecho ninguna mención a la influencia que el trabajo de los dibujantes Boris Vallejo, Moebius o Richard Corben (su considerada obra magna, Den, tiene bastante que ver con la película en muchos aspectos) han tenido sobre los diseñadores del Planeta Pandora, escenario único de la película.

Será porque muchos de esos defensores hasta hace bien poco cargaban sistemáticamente contra cualquier película de género que asomase la gaita por nuestra cartelera y la mayoría consideraban el cómic como un arte menor. El entusiasmo, parece ser, es uno de los rasgos definitivos de cualquier converso que se ve obligado a aplaudir con las dos manos bien abiertas y en pie a cualquier cosa que lleva la etiqueta de moderna.

Nadie que haya visto esa película y que tenga dos dedos de frente, o que esté en sus cabales, puede creerse eso de que "Avatar es la película que cambiará la historia del cine" como se nos ha repetido machaconamente desde la bien desplegada maquinaria propagandística del film. Es una película mediocre, con un guión muy malo, es descabellada en todo su planteamiento, plana hasta lo infantiloide (que no hasta lo infantil porque sólo en el primer fotograma de Los Increíbles -Brad Bird, 2004- hay más cine que en todo la nueva de Cameron) y larga como un día sin pan.

De hecho hay algo inquietante en que se diga eso de que Avatar cambiará la historia del cine...espero que no. De verdad. No me puedo imaginar como está, en general, el cine si avanza con ejemplos como este.

Hay algo en todo el entramado publicitario de la cinta que recuerda bastante (y un poco más) al movimiento que Cameron hizo con Titanic (1997). Al parecer Cameron también declaró que había tardado varios años en acometer el proyecto porque la tecnología no estaba lo suficientemente avanzada para retratar fielmente el hundimiento del barco (aunque no tuvo empacho en colocar el cuadro "Las señoritas de Avignon" dentro del propio Titanic pese a que el lienzo de Picasso cuelga en el Museo de Arte Moderno de NY dando a entender que lo importante son los medios y no el mensaje) y la oficina de prensa también dijo eso de que la película cambiaría definitivamente el rumbo de la historia cinematográfica.

¿Nos podíamos creer semejantes cosas sabiendo que el tema principal estaba cantado por Celine Dion?

Cursi, predecible como las películas bíblicas y con un guión deficiente Titanic es, poco a poco, recordada como un bluff, como una especie de locura colectiva. Se llevó 11 oscars. Una cifra escandalosa en su momento y que ahora con cierto sentido común le parece una broma pesada.

Habría que preguntarse por qué a la gente le pareció tan mala Waterworld (Kevin Reynolds, 1995) y, sin embargo, halaga con desvergüenza a estas dos películas ¿No será que Costner se quedó sin dinero para promocionar convenientemente su película? ¿Que tendría que haber despedido a su jefe de prensa? Es posible que así sea porque, sinceramente, no se me ocurren razones técnicas por las cuales Avatar sea superior a la película de Reynolds. De hecho tienen más o menos lo mismo: agua, barcos, una historia de amor, gente repelente a raudales y cosas que dan cosica como Kevin Costner vestido de Aquaman y con unas branquias debajo de las orejas...sustituyamos a Costner por Di Caprio intentando hacerse pasar por un bohemio bebedor de absenta de pasado torturado y tortuoso -pese a tener aspecto de estar recién salido del gimnasio- y tenemos dos películas gemelas. Incluso ganaría la primera que tiene a Dennis Hopper.

En todo caso Avatar es muy mala. Es una película débil que, sólamente se sostiene por el espectáculo visual (no muy original) que supone su metraje.

La cosa va de una corporación malísima que intenta arrebatarle a los habitantes de Pandora un mineral apreciadísimo (no se nos explica para qué sirve) que puede extraerse de debajo del lugar donde viven. A estas alturas ya es para pensar que la cosa es un "Bailando con lobos" (1990, Kevin Costner) -another bluff- o un "Un hombre llamado caballo" (Elliot Silverstein, 1970) o cualquier película que tenga que ver con un hombre que acaba conectando con una tribu extraña a la suya. No es raro pues que el malo sea una especie de remedo musculado, y un tanto gay, de John Wayne. Un malo tan chulo, tan redicho y tan idiota (tanto que revela sus planes, más o menos, en su primera intervención) que cada vez que aparece tienes que reírte un poco.

Sin ninguna explicación, ni de personajes secundarios, ni siquiera en realidad del nombre de la malvada corporación, todo consiste en sentarte y en disfrutar del espectáculo visual. Vaya. Como mirar un Matisse o ver uno de esos montajes que la Fura des Baus monta para la Comunidad de Madrid y que van de epatar mucho al personal pero de no contarte nada ya que, en realidad, los colores y los bailoteos valen igual para celebrar el bicentenario de una ciudad que para saludar la candidatura olímpica.

Es Avatar una película sin significado y sin trascendencia, con una falta de mensaje dolorosa (en tanto en cuanto va de película profunda que quiere contar muchas cosas) y también por desgracia con series contradicciones que nos hacen pensar en que Cameron es un tipo incapaz de articular nada con un discurso medianamente decente. En este punto quiero dejar claro que no creo que, necesariamente, una obra tenga que tener mensaje pero que se exige que, si no lo tiene, al menos no se quiera vender uno. En este caso Cameron invierte 2 horas y 40 minutos en contarnos que "hay que ser bueno con la naturaleza". Guay. Estoy de acuerdo en esto último.

Pero, la verdad, la imagen que Cameron tiene de la naturaleza y, sobre todo, el inquietante hecho de que todos los habitantes de Pandora estén interconectados por una especie de cable USB universal que permite que, entre ellos, se comuniquen a la perfección dando igual que uno sea animal, mineral o vegetal me hace plantearme que Cameron no entiende muy bien las reglas de la biología y que pretende vendernos una especie de extraño discursillo sobre la incapacidad del hombre para "conectar" con su propio planeta cosa por la cual nos lo estamos cargando. Francamente una idiotez repetida mil y una veces y que, claro está, deja fuera del debate el hecho de que la destrucción del medio ambiente planetario tiene más que ver con cuestiones económicas que con cuestiones metafísicas.

Por desgracia para nosotros el director si entiende que el cine es más economía que metafísica o, al menos, más economía que guión. Es por eso que Avatar nos regala algunos de los momentos más sonrojantes de los últimos tiempos y que su guión sea una sucesión de lugares comunes, frases hechas y poses mil veces vistas. Si hubiera que salvar algo yo diría que Michelle Rodriguez, que se llama Trudy Chacón (hace de soldado...una coincidencia en el apellido con nuestra Ministra de Defensa), es lo más salvable de la misma.

Sin duda me quedo con la frase que dijo mi amigo Alex nada más salir del cine y que es el título de esta entrada: "Antes James Cameron molaba pero ahora es la mierda". Un sabio, sin duda.

sábado, 2 de enero de 2010

Propósitos y fiestas de Nochevieja



En estos primeros días del año son en los que suelen fracasar todos los planes dos semanas antes para llevar a cabo en el siguiente curso. La culpa es de la Fiesta de Nochevieja, la de después de las uvas, que nos coloca de nuevo en nuestro lugar: Lo de no beber o beber menos se lo lleva por delante la barra libre, lo de no hacer el tontaina se lo lleva por delante la conga que iniciamos en plena calle, lo de aprender idiomas se torna una misión imposible y estúpida tras haber intentado sin éxito comunicarle al gorila de la puerta de diversos locales que teníamos que entrar porque nos estaban esperando dentro y, finalmente, lo único que vamos a cumplir es eso de comer más fruta, exactamente doce uvas que, año sí, año también amenazan con llevarnos con el creador después de varios intentos frustrados de nuestros familiares por hacernos la maniobra Heimlich esa.

Yo este año lo he pasado en el infierno. Quiero decir que todo estaba bien hasta que alguien arrancó una bandera de España de la recepción del hotel y la introdujo en el salón de baile llevándola como si se tratara de un tuno o un hincha de la selección (¿Este año la llamamos la Roja o la seguiremos llamando la Furia como lo hemos hecho de toda la vida de Thor?) provocando un efecto dominó que llevó a muchos de los fiesteros a irrumpir en "Vivaspañas" desaforados y dolorosos, Tarareos del himno nacional (Lelo-lelo-lolelolelolelo...) y finalmente acabar en una vorágine de brazos levantados y chuscas interpretaciones del "Cara al sol" a sotto voce.

La muchachada, más o menos insultada, no tanto por la presencia de la bandera nacional como por la demostración de que con un par de anisetes en el cuerpo cualquier idiota se convierte en nuestro país en un soldado dispuesto a defender Perejil hasta la última gota de sangre tuvo que salir de allí escopetada con la copita a medio tomar por diversas razones que van desde "Hostias, a lo mejor nos dan dos leches al ver nuestra falta de ardor patrio" a la de "me largo no vaya a ser que se crean que hemos venido con ellos".

¿Lo ven? Un par de malas elecciones al combinar dos bebidas espirituosas y todo nuestro disfraz de rancios demócratas y defensores y garantes de las libertades se va al garete porque, no se confundan, la ciudad es pequeña y todos sabemos que muchos bracitos levantados son los mismos que, en las fiestas de guardar, son los que depositan un voto pepero en la urna. Parafraseando a nuestra Reina Sofía, a la que Alá guarde muchos años, "que los llamen lo que sea pero si levantan el brazo y cantan el himno de la Falange, que no los llamen demócratas".

Y es que, aunque pasemos de año, los malos hábitos no suelen quedarse atrás y seguimos repitiendo los mismos errores. Incluso aumentando un día nuestra estupidez si el año es bisiesto.

Por lo demás espero mucho de este año: espero dejarme una barba como la del cantante de Eels y aprender a tocar la guitarra, sacarme el carnet de moto/coche/camión y, claro está, llevar una vida más sana.  Ustedes sigan bien, disfruten, pasen la postresaca con paciencia tibetana y sean buenos hasta el día cinco por la noche porque el seis los Reyes Magos les sorprenderán trayéndoles el último libro de Pérez Reverte si son niños y el último de la Etxeberría si son niñas...y entonces será cuando pueden tener una justificación para ser malos, más que malos.