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martes, 18 de enero de 2011

El humor de Ricky Gervais y la mala digestión de Hollywood.


"Tocando el viento" (Mark Herman, 1996) es la historia de la banda de música de una mina del norte de Inglaterra allá por los años en los que Margaret Thatcher decidió deshacerse de todas las explotaciones de carbón inglesas y poner de patitas en la calle a unos cuantos de miles de trabajadores sumiendo en la miseria a gran parte del país. 

¿Las razones? Según en qué sistemas es más rentable destruir empleo que generarlo. La película, agria y tragicómica, repleta de historias sangrantes y verdades como puños pasó casi desapercibida tanto en su país como, un año más tarde, en su explotación extranjera. Más que nada porque ese mismo año, otra película de corte parecido pero de espíritu mucho más amable titulada "Full Monty" (Peter Cattaneo, 1997) estaba arrasando en todo el planeta y, pese a que partía básicamente de la misma sinopsis (la destrucción del tejido industrial por parte de Margaret Thatcher) la historia se hacía cuanto menos mucho más tragable aunque solo fuera porque obviaba explicar la raiz del problema, cosa en la que escarbaba "Tocando el viento", y porque en el fondo "Full Monty" era un canto de esperanza, una especie de cuento de moraleja conformista donde los malos no existían y los buenos se podían ganar el pan desnudándose en un bar-cuchitril de una ciudad industrial comida por la crisis. 

"Full Monty" era una de esas películas que encantan en Hollywood y, por ende, en todo el mundo. Ya sabes, los pobres son simpáticos, de buen corazón y como pobres que son tienen salidas para todo porque, todo el mundo sabe, que la gente que acumula buenos sentimiento acaba, de un modo u otro, saliendo hacia adelante...por lo menos en las películas y porque juguetea con una idea religiosa generalizada: el bien, aunque sea de manera muy loca, siempre acaba triunfando. 

Este espíritu es bastante palpable en los remakes que Hollywood lleva a cabo de cuando en cuando: las versiones originales, normalmente europeas, suelen ser bruscas o contener detalles que a los americanos no suelen gustar. Hace poco se conocía que Will Smith había comprado los derechos de "Bienvenidos al Norte" (Dany Boom, 2008) para hacer un remake americano en el que, me imagino, que Will Smith será destinado a un estado del Sur Profundo o a Alaska donde dará cuenta de que, en el fondo, pese a las diferencias evidentes de civilización lo importante es que todos somos seres humanos y, ya sabes, sangramos, sudamos y lloramos por las mismas cosas que es una forma conciliadora de narración que gusta a todo el mundo porque todo el mundo quiere estar contento con sus cositas: vale, yo soy un cateto de Texas que creo que está bien segregar a negros y blancos en las escuelas y tu eres un neoyorquino estirado que cree que habría que tener más control de armas pero, ey, en el fondo somos iguales porque nos pirramos por las hamburguesas y se nos caen dos lagrimones cuando vemos una bandera con las barras y estrellas. ¿Mola no? Todos diferentes pero, en el fondo, todos iguales. Eso vende mucho más que la cruda realidad. De hecho, la adaptación de los guiones de la original "The office" han ido derivando en su versión norteamericana en otro tipo de producto cómico de gran calidad pero de espíritu francamente diferente. El jefe de la oficina inglesa caía mal y provocaba vergüenza ajena, el de la norteamericana, en la mayoría de los casos, produce una enorme ternura.

Menos mal que, de cuando en cuando, en todo este status quo de buenas intenciones, se cuela alguien que, obcecadamente, prefiere mantener su visión global de las cosas sin tener en cuenta frente a quien o para qué hace las cosas. 

Mi sorpresa fue mayúscula cuando me enteré de que el cómico inglés Ricky Gervais había sido designado para ser el presentador de la Gala de los Globos de Oro. Solo hay que echar un vistazo a su carrera para saber que, a lo mejor, no es el tipo más indicado para dirigir una celebración de algo tan oficial y tan campanudo como la entrega de unos premios de la industria americana (o los críticos de cine...que lo mismo da). Gervais no es uno de esos humoristas cómodos, es más, es uno de esos cómicos que hace chistes de cosas profundamente dolorosas y que se caracteriza por tener un humor vitriólico a prueba de bombas. Por extensión Gervais es un cómico minoritario (pese a que la audiencia global de su producción pueda decir lo contrario) que siempre está más acertado cuando trabaja con su propio material que con material ajeno. 

Ni que decir tiene que, hasta la fecha, Hollywood no ha sabido absorber el talentazo de Gervais, ni mucho menos entender que, por mucho que se empeñe, no va a ser capaz de convertirlo (ni a él, ni tampoco a ese naúfrago llamado Steve Coogan) en una pieza que encaje dentro del Star-system al uso. De hecho la carrera del inglés en tierras americanas ("Me ha caído el muerto", dos pequeños papeles en "Noche en el Museo" y la fallida "Increible pero falso") demuestran la incapacidad de las productoras americanas para encontrar un sitio donde encajar al creador de "The Office" o "Extras" y a su particular forma de entender el ejercicio de hacer reir. 

El paso de Ricky Gervais por el escenario de los Golden Globes se ha solucionado de una forma tajante y algo ridícula: se le ha vetado. Así, directamente. Jamás volverá a presentar dicha gala porque, según los organizadores, muchos agentes de las estrellas presentes a las que hizo alusión (Charlie Sheen, John Travolta, Tom Cruise, Angelina Jolie, Brad Pitt...) han presentado quejas sobre el trato que sus representados recibieron del actor inglés. 

En realidad Gervais solo hizo de Gervais que, hasta ahora mismo, es lo mejor que sabe hacer: sacar colmillo. Bravo por él, aunque solo sea por demostrar que está por encima del bien y del mal y que al star system mundial no le hace ni puta gracia que le anden tocando las narices. Da igual que Robert de Niro o Alec Baldwin tuvieran un ataque de risa público y que, literalmente, se les cayeran los mocos de la risa porque, seguramente, lo que opinen las viejas glorias (que vienen de un sistema donde el humor por muy bajonero que fuera era parte del juego y la crítica feroz era algo con lo que debías desayunar todos los días) porque lo que importa ahora es, básicamente, que nadie moleste a las grandes estrellas. 

Contratar a alguien para hacer algo que no está dispuesto a hacer o, más lejos de ello, que no sabe hacer es una constante en el negocio del show bussiness. Lo que ocurre es que la mayoría de la gente traga o parece tragar con eso de ofrecer la cara más suave y menos afilada de su registro. Solo así se explica que cómicos tan grandes como Eddy Murphy o directores como Pedro Almodovar hayan preferido limarse las uñas a cambio de un puesto en el Olimpo. Es humano y es justificable, otra cosa es que todo el mundo esté dispuesto a jugar a lo mismo. 

Gervais ha dado una lección de saber estar y, sobre todo, de como, a veces, es mejor hacer lo que a uno le de la gana antes de venderle el alma al diablo a cambio de unos réditos que, a la larga, no van a ser ni la mitad de jugosos de lo que uno espera. Si alguien se hubiera permitido perder el tiempo durante unos segundos para ver el pequeño monólogo que el cómico inglés hace en Extras se habría dado cuenta de que era un poco inútil hacer el esfuerzo de contratar a alguien cuyo humor resultará incómodo para una gran mayoría de personas. Los fans del cómico inglés nos quedamos a gusto sabiendo que todavía podemos disfrutar de él y de su forma de entender el humor. Enhorabuena, por la parte que nos toca. 


La frase de Tom Hanks, la contestación de Tom Hanks y Tim Allen desde el escenario fue definitoria de lo que a un tipo de Hollywood le estaba pareciendo todo aquello:

-"¿Recuerdan cuando Ricky Gervais era un cómico algo gordito pero agradable?
-"Pues ya no es ninguna de las dos cosas".

Es posible que solo hubieran visto sus películas americanas. 

viernes, 30 de enero de 2009

El triunfo del bufón



Anoche vi "Ghost Town" (David Koepp, 2008) una película que ha escrito y dirigido el guionista de la última entrega de Indiana Jones -entre otros taquillazos- y protagoniza el cómico inglés Ricky Gervais. Cuando estoy fatal me paso por Wikipedia y me leo enterita la biografía de Gervais para darme ánimos porque, seguramente, sea una de las historias de superación más interesantes del show bussiness.

Ricky comenzó siendo el 50% dek dúo pop Seona Dancing con la que la otrora todopoderosa London Records quería partir la pana. Sus dos primeros singles jamás llegaron al Top40 de las listas y se hundieron en el puesto 117 uno y en el 70 otro. Su discográfica los abandonó y el dúo se disolvió. Aquí están los resultados que, dicen las malas lenguas británicas, que inspiró a Hugh "de viejo me pareceré a mi Tía Margaret" Grant para currarse su papel de músico acabado en "Tu la letra y yo la música" (Alex Fletcher, 2007).









Después del fracaso de Seona le tocó quedarse entre bambalinas por algún tiempo y tragar saliva y bilis, tales como pérdida de colegas, ingresos, novias requeteoperadas y otras delicias de la fama. Ricky se tuvo que tragar su orgullo y comenzó a trabajar en la secretaría de una universidad y en varias oficinas. A finales de los 80 fue manager de los Suede pero estos, en cuanto vieron el color de las libras, decidieron abandonarlo y Ricky se volvió a comer los mocos.

En los 90 lo intentó en la tele, otro fracaso, y en la radio donde comenzó a remontar el vuelo y conoció a su socio Stephen Merchant que no lo ha abandonado desde entonces. En el 2000 y tras varios sinsabores más Gervais se reivindica como un espectacular cómico de escenario y se convierte en una gran celebridad.


En realidad Ricky consigue su éxito interpretando a un fracasado de mediana edad, mediocre y resentido que bebe cerveza Carlin en el escenario y no tiene empacho en cargar las tintas contra el ser humano. Su show, un canto a la mala hostia y al desencanto, definitivamente lo catapulta entre una nueva generación de cómicos tan poco agradables visualmente como Johnny Vegas, David Walliams & Matt Lucas (Little Britain), Leigh Francis (Bo´Selecta), Simon Pegg, Nick Frost...cómicos que parecen sacados de la barra de los pubs o de los rincones más oscuros de las residencias universitarias y que, sin embargo, han conseguido darle al término "cool britannia" un toque aceitoso de fish&chips envuelto en revista cochinorra más allá de Trainspotting y las comedias tipo "Love Actually".


Dispuesto a sacarle los colores a la sociedad británica se saca de la manga "The office" (que funda "el humor de lo incómodo", un tipo de humor basado en remarcar cruelmente ciertas inconveniencias sociales) e, incluso, se permite el lujo de publicar "Flanimals" un libro infantil que es todo un éxito. Tras eso Ricky se convierte en una celebridad mundial y estrena "Extras" una serie aún más bruta pero centrada en el mundo del espectáculo y que se convierte en una puñalada trapera a la BBC (los dos jefes de producción propia son dos gays despiadados) que, curiosamente, le permite a Gervais la crítica porque ya es una celebridad.


Gervais que se ha pasado toda la vida intentando ser amaestrado y aceptado por la comunidad artística se coló entre ellos mostrando todos los defectos que alguna vez intentó por todos los medios esconder como que era un bajito rechoncho de sonrisa criminal y corte de pelo a lo nazi que, en primera instancia, la verdad es que sólo provoca rechazo. Que un tipo así se haya metido en un star system como el americano, donde cuesta muchísimo diferenciar al reparto de Gossip Girl o al de Hig School Musical y que está cada vez más estandarizado (cosas de las modas) es algo como para tener en cuenta.


La lectura de la biografía de Gervais y, sobre todo, de la envidiosa reacción de gran parte del amarilleo británico (más despiadado pero más elegante que el nuestro) para con el éxito de este cómico me refuta en mi opinión de que muchas veces es hacer de tus defectos una gran virtud que intentar que te crezcan las virtudes como por arte de magia.


Por cierto que "Ghost Town" les ha quedado un poco demasiado ñoña para lo que puede dar de sí un tipo como Gervais aunque jugando a la contra, no se me ocurre alguien peor para ser el prota de una comedia romántica sobrenatural y mucho menos que acabe encandilando a Tea Leoni, encuentra algunos chistes bastante divertidos. Dicha película me refuta en mi teoría de que el cine fagocita la libertad de los cómicos televisivos y se lleva por delante carreras enteras como ya hizo con tipos tan honestos sobre el escenario como Chris Rock, Eddie Murphy, Dave Chapelle, Bill Murray o Steve Martin. Y si no me creeis comparad: ¿Era mejor el Murphy que hizo "Eddie Murphy´s Raw" o el tontako que ha rodado "Norbit"?


Y ya, como colofón, diré que Pablo Motos podría ser nuestro Ricky Gervais porque no hay nadie que lo haya intentado con tanto empeño, tenga tantas pocas cosas a su favor y haya conseguido elevarse sobre todos los demás algo que siempre admiraré del pequeño Hércules de la comedia...otra cosa es que el resultado me parezca corto y el estilo que ha desarrollado simplemente facilongo. A Motos lo que es de Motos y a Ricky lo que es de Ricky.