jueves, 2 de septiembre de 2010
Mala Rodriguez cree que no cree (Conspiranoia alevosa)
martes, 25 de noviembre de 2008
¡Vade Retro, ateo!
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1. Desaparecer (que parece lo más comodo).
2. Transustanciarse (sólo pronunciarlo da pereza) en otra forma de vida espiritual o, como apuntan los budistas, ocupar otro cuerpo de superior, inferior o igual valor que el que ocupamos en la actualidad.
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Si la deidad que me espera es Alá u Odín ya nos podemos dar por jodidos porque ni he hecho la Yihad, ni me he repasado dos o tres aldeas a sangre y fuego. La verdad es que no tengo ni idea de cuál es el castigo eterno de los pecadores en dichas religiones me imagino que, en el primero, estar atento a que los ríos de miel no se ensucien o currar de segurata en la puerta del haren de las vírgenes esas, como castratti, claro. En el caso de la religión vikinga supongo que me tocará vestirme de bávara y repartir cerveza soportando requiebros chuscos, pellizcos en la ingle y otras morisquetas de los señores con cuernos.
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Si me tocara hablar con Dios, bueno, con el nuestro lo primero sería identificar si es el que preconizan los protestantes (y dentro de los mismos saber si es el de los adventistas, los testigos de jehová, los baptistas...), el que dicen los católicos o del que hablan los judíos lo tendría claro:
-"Lo siento, tío ¿Yo que sabía?".
Y a esperar a misericordia. Si no me va a tocar cocerme en la misma olla de Richard Dawkins y de Bill Maher (al menos espero vivir más que esos dos vejestorios) que, mira, si hay descanso pues siempre seráb buena compañía aunque les guardaré rencor por haberme llevado a una vida de completa y absoluta ignorancia. Por cierto. De todas maneras me temo que muchos de los próceres de las diferentes religiones (rabinos que llaman a la exterminación de los árabes, curas que abusan sexualmente de chiquillos, mulahs que llaman a la exterminación de todo Cristo) también van a tener que responder ante sus diferentes deidades y tendrán que justificar como mensajes a priori tan puros han sido interpretados tan mal.
Hay un chiste muy viejo que cuenta como un tipo llega al cielo y allí no hay ni pirri. Al preguntar por la falta de animación un San Pedro algo hastiado le dice: "Joder, para cuatro que vienen no vamos a comprar un radiocassette". Pues eso, que el infierno tiene que estar más petado que Marina D´Or en sus golden years y el cielo -por la absoluta imposibilidad de seguir coherentemente ninguno de los códigos éticos que se proponen en los libros sagrados que invitan igual a sacrificar cabras que a, un poco más tarde, aniquilar a los faraones o ser virgen- pues tiene que estar un poco vacío.
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Saco el tema porque me ha sorprendido muchísimo la reacción de Rouco Varela (mi capacidad de sorpresa es siempre grande incluso para personajes como este) donde nos invita a vivir nuestro ateísmo de puertas para adentro y circunscribirlo al ámbito de lo privado. Curioso, curioso, curioso. En plan San Manuel Bueno Martir, el gran Rouco, nos ordena que no andemos por ahí tocándole las narices con nuestras miserias intelectuales y que, en caso de no creer, callemos. Es decir, no protestemos por los crucifijos en las escuelas, por el pertinaz e indisoluble compadreo entre Iglesia católica y Estado y hagamos como Bono, o sea, que llevemos en una mano el capital y en otra la Biblia a ser posible y que si no lo es simplemente callemos.
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No diré que soy de los que se quejan de los crucifijos, es más, me dan bastante igual. No me agrede ver símbolos religiosos. Soy de esa generación de españoles que todavía tuvo que bregar con profesores que te hablaban muy bien de Franco y no pude elegir entre ética y religión hasta quinto de E.G.B. por lo que tengo los ojos más que acostumbrados a todas estas cosas.
Otra cosa es que me parezca que Rouco Varela, por representación, y la Iglesia Católica por extensión deberían de aplicarse el cuento -obrar según lo que predican- y llevar todo este asunto de la religión al ámbito de lo privado. Cuando digo esto no quiero, evidentemente, que los cristianos vuelvan a las catacumbas pero, en realidad, me gustaría que los símbolos externos de mi país fueran lo menos religiosos posibles. Y digo de todos los símbolos religiosos: ni cruces, ni medias lunas (medias noches sí, de esas con jamón serrano de los cócteles elegantes que te cuesta mucho alcanzar porque la gente es bastante puerca y gorrona y van a los sitios que paree que no han comido en la vida...pero eso es otra historia), ni estupas a Buda, ni estrellas de David. Cero, nada.
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Cuando yo tenía como diez años todavía iba todos los domingos a misa e, incluso, me lo curraba como monaguillo de cuando en cuando. Un servicio por cierto sin el traje ese que me hacía bastante ilusión, o sea, que he sido monaguillo de paisano. De hecho es que ni siquiera era en una iglesia porque, en mi barrio, un lugar un poco raro no había templo con lo que el servicio religioso único (el de los domingos) se hacía en el ¡Bar! del barrio también único. Una cosa rara ya les contaré algún día. Pues un día se me ocurrió preguntarle al cura, juro que con toda inocencia, que cómo era posible que Dios y Jesucristo fueran la misma persona y que se hubiera mandado así mismo a la Tierra para ser despedazado por aquellos salvajes que ocupaban Judea que, por ende, eran criaturitas creadas por él.
Tras el collejón me dijo que todo era una cuestión de fe y que era mejor que no preguntara nada, que me concentrara en creer. Se lo comenté a mi padre que, al fin de semana siguiente, se acercó para decirle al buen señor que no se le ocurriera volver a darme una colleja en su puñetera vida (porque estaba estudiando y porque se reservaba el derecho presente, pasado y futuro de zurrarme cuanto quisiera...el hombre se lo ha reservado tanto que nunca me ha tocado un pelo...así he salido, claro) y al explicarle el hombre los hechos le dijo:
-"Mire, el chaval...es que el chaval... se lía con sus cosas y está todo el día a por uvas. A nosotros nos gustaría que fuera un delincuente juvenil o idiota. Lo primero nos permitiría quitárnoslo de encima de cuando en cuando y que durmiera en el reformatorio que, quiera o no, pues nos daría a mi señora y a mi un poco de libertad y lo segundo nos regalaría unas cuantas subvenciones ministeriales...pero, fíjese que le ha dado por pensar y decir idioteces. En la medida de lo posible, si tiene preguntas que hacerle se las hará porque está muy consentido por su madre y era cojito de pequeño y usted, en la medida de lo posible lo mejor que puede hacer es contestarlas porque se pone bastante intenso. A nosotros nos tiene la cabeza como un bombo y mire, aquí estamos".
-"Yo no tengo la culpa de que su hijo haga esas preguntas y no me voy a poner a explicarle cosas tan complicadas a un niño. Lo que tendría que hacer es no dejar que lea tanto que el niño es un repipi".
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...Vale...mi padre no le dijo eso al cura (me apetecía guionizar un poco, que el tema es aridísimo), le dijo que no me zurrara y que en mi casa se contestaban todas las preguntas, que pese a que no le hacía gracia que fuera a misa pues que esperaba que al menos no volviera con la cabeza como un bote. Ni que decir tiene que la respuesta del cura si se acoge bastante a la realidad. Ni que decir tiene que mi padre me prohibió ir a misa con ese cura pero se ofreció para que fuera a la iglesia que quisiera. Eso hice, hasta que me di cuenta de que, en realidad, nunca iba a hallar ninguna respuesta y me desconecté por completo.
La Iglesia católica en España tendría que iniciar un proceso de reflexión bastante grande y replantearse por qué pierde fieles y no echarle la culpa al proselitismo ateo, a Zapatero, al relativismo filosófico o a que haya unos padres en Valladolid que quieren que sus hijos no reciban educación pública debajo de una cruz. Eso es un síntoma. En la inclasificlable Molocai (1959, Luis de Lucía) contiene una interesante escena: el protagonista, un padre misionero del Sagrado Corazón, reparte escopetas y escapularios a los autóctonos para defenderse del ataque japonés. ¿Es esa la imagen que quiere mantener la Iglesia de sí misma? Pues parece que sí, no me cuesta mucho imaginarme al Alto Mando Católico repartiendo pistolas para defender la parcelita de poder.
En definitiva yo no hago proselitismo porque no me apetece, no lo creo necesario, no explico por qué no creo porque entiendo que no hay motivos para subrayar lo evidente, porque entiendo que la razón (la científica, no el periódico) está conmigo pero no me callo si me preguntan del mismo modo que Rouco es muy señor (¡Oh, Señor!) de decir lo que le venga en gana. Si las religiones pierden clientes será porque su papel en la historia reciente española no ha sido el más honroso, porque han paseado a un dictador debajo de un palio, porque han participado en terribles atrocidades, porque divulgan un mensaje que necesita de un terreno poco abrupto para que llegue a todas partes y que ya, actualmente, no entra a golpe de colleja. Seguramente también porque mantienen un entramado informativo llamado COPE que no obra con la prédica central del cristianismo, quizás el problema sea que el mensaje que llega es de total intransigencia que muy poco tiene que ver con el amor fraterno. Que no me digan que yo empujo, acoso, derribo o pongo chinas en los zapatos de la gente que va a misa porque no lo hago. No agredo si no que, contínuamente, soy obligado a explicarme, a postrarme o a mantener un educado silencio ante las creencias de los demás. Esto último lo hago cada vez con menos gusto, pero lo hago aunque sólo sea por ahorrarme problemas, amargas discusiones o dañar a personas cercanas.
Si la Iglesia quiere que me calle ante las procesiones, que transija con los gastos que nos ocasiona un culto en particular al menos les pediría que tuvieran el mismo respeto o que, al menos, me concedan el beneficio de la duda. Yo ya tengo un plan si me encuentro con Dios:le voy a pedir perdón y luego explicaciones ¿Donde estabas tú cuando toda esta gente se estaba muriendo de hambre? ¿No pudiste fulminar al creador de OT? ¿No te parece que ya hemos sufrido un infierno en vida para ponernos ahora tiquismiquis?