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lunes, 21 de febrero de 2011

La Defensa Ruiz Mateos



Allá por mis años universitarios a alguna de aquellas inquietas asociaciones de extrema derecha que pululaban por el campus atribuyendose la autoría de la famosa pitada a Felipe González (desde las antiabortistas hasta las vinculadas ideológicamente con la Falange Española) se le ocurrió la feliz idea de invitar a José María Ruiz Mateos para dar una charla aposentada sobre las dos cosas que más sabe el empresario jerezano: política y negocios. Bien debe de saber Ruiz Mateos, que fue feliz miembro de Opus Dei, que si que tres entes diferentes sean uno y trino a la vez es un misterio y entenderlo es una infinita demostración de fe, bien se pueden resumir estos dos pilares de la historia de Nueva Rumasa en una sola idea: escurrir (y muy bien, por cierto) el bulto y evitar así la ruina y la cárcel.

El acto, que en realidad, era un acto electoral para la candidatura de Ruiz Mateos a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid o la alcaldía, no recuerdo bien, fue prohibido por el rectorado de la Universidad lo que no impidió que, en fecha y hora acordada, Ruiz Mateos se presentara con uno de sus famosos trajes cruzados haciendo la "V" de victoria para contar unos cuantos chistes sobre Rumasa, epatar al personal que lo aplaudía a rabiar y dar un mini-mitin desde una furgoneta que fue la guasa. Desde la aparición de unos autobuses de Seven Up que repartían botes de la gaseosa americana a diestro y siniestro nadie había conseguido reunir a tanta gente alrededor de un automóvil. Entonces, y ahora, pensé que esa broma de Ruiz Mateos nos estaba saliendo cara.  

Como ustedes saben allá por la Transición, la dos administraciones de UCD comandadas por Adolfo Suarez y Leopoldo Calvo Sotelo, se inhibieron a la hora de meter mano a Rumasa. Ya se sabía que, al igual que en el caso de SOFICO, cuando se entrara en el famoso holding empresarial iba a temblar el misterio, que las cuentas de la Seguridad Social (llegaron a los 73.000 millones de pesetazas de hace casi 30 años) subían todos los años sin que nadie se hiciera cargo, que existían irregularidades en las cuentas, en la contratación, que se manejaba mucho dinero B y que, por ende, el grupo Ruiz Mateos estaba, además, derivando dinero a cuentas suizas.

Los contactos de Ruiz Mateos (dentro de la Iglesia y dentro del propio Estado) sirvieron para frenar ese primer intento de intervención pero, claro está, también el hecho de que ni Suarez, ni Calvo Sotelo, se sentían con fuerzas de iniciar un proceso judicial que amenazaba con trasladar la tensión que se vivía en la esfera social a la esfera económica que ya tenía suficiente con la ominosa devaluación de la peseta llevada a cabo a finales de los 70. 

Como se suele decir: El expediente Rumasa se quedó sobre la mesa de La Moncloa cuando se marchó Suarez, permaneció ahí durante la fugaz legislatura de Calvo Sotelo y fue Felipe González el que se encontró el pastel nada más aposentarse en el despacho presidencial. El PSOE, que por aquellos años acumulaba a unas cuantas primeras espadas de la economía en su ejecutivo, fue el que tuvo que comerse el marrón que, en un primer momento, tenía todos los ingredientes necesarios para ser una de esas batallas de prestigio: Rumasa , el caso Rumasa, podía servir para mandar un claro mensaje a todos los empresarios que seguían saltándose la ley a la torera, iba a ser un caso ejemplarizante y, lo mejor de todo, asentaría las bases del camino a la modernidad, esa que decía que se habían acabado los privilegios. Corría el año 83 y la expropiación corrió a cargo del propio gobierno.

Miguel Boyer, ministro de Economía de aquel entonces, fue la persona indicada para ponerle las esposas a Ruiz Mateos y, como ya saben, aquello se convirtió en un desastre total y absoluto. La derecha, a piñón, cerró filas con el empresario convirtiéndolo en un martir de la causa y, lo que es peor, con muy buen tino Ruiz Mateos supo representar a la perfección el papel del hombre acorralado por el Estado. La cantidad de anécdotas casposas, momentos delirantes y artículos de prensa sospechosamente hagiográficos en el personaje no dejaban dudas de que, en realidad, Ruiz Mateos era un tipo dispuesto a echarle cara dura y con suficiente capital personal como para comprar voluntades y ejercer de fugitivo a tutiplén. El discurso no se alejaba mucho de utilizar sospechosas llamadas al "Pueblo", al uso de "cheka" por celda y la sorprendente justificación de que respondería ante el pueblo y no ante la justicia...por encima de ello la llamada al Altísimo y su posicionamiento como creyente frente a un gobierno "rojo" que lo "martirizaba", que lo "perseguía"...sin que se supiera bien si lo hacía por defraudar o por ser católico. 


Los sorprendente es que efectivamente se supo todo lo que estaba mal, se cifró cada delito y cada irregularidad, de hecho se acumularon tantas causas en una que era imposible no creer que Ruiz Mateos no era un delincuente pero, ah, la cuestión no era si Rumasa era un avispero (y no un panal de rica miel) si no las razones que habían llevado al empresario a saltarse la ley. ¿La defensa esgrimida? Me salté la ley pero también daba muchos puestos de trabajo. Toma. De pronto este señor tan loco de Jerez se convertía poco a poco en un Robin Hood que se comportaba como un delincuente económico porque era, en realidad, un jugador de equipo, un martir que se estaba sacrificando por los demás. Y así quedaron las cosas.

Ruiz Mateos obstaculizó su juicio cientos de veces con trucos bajoneros pero efectivos: contrató a unos abogados norteamericanos que no podían ejercer en nuestro país al no estar colegiados, pidió una especie de receso para reorganizar su defensa y, nada más comenzar el juicio, recusó a su abogado alargando más aún el asunto (el abogado se negó a trasladar la causa a otro letrado hasta que Ruiz Mateos no le pagara unas facturas atrasadas...lo que sonaba un poco a truco). Tras esto montó una fuga que él mismo contó en términos cómicos (una peluca de Harpo Marx, unas gafas, un motorista fantasma y una escapada frente a todos los periodistas que estaban a la puerta del juzgado...lo que sonaba a truco) que perseguía ridiculizar al Ejecutivo socialista (díganme si alguien puede escaparse de un juzgado sin pagar un solo soborno y delimitando un plan para ello un poco más serio), se vistió de Superman y, lo que es mejor, decidió presentarse a las elecciones europeas siendo prófugo de la justicia e, incluso, se permitió el lujo de grabar un mensaje en vídeo desde la clandestinidad pidiendo el voto para sí mismo y aprovechando los espacios electorales gratuitos para declararse inocente. Consiguió el escaño, por si hay alguna duda, y se convirtió en aforado, por lo tanto, no se le podía llevar a juicio.

Ah, también le dio una colleja a Miguel Boyer diciendo aquello de "que te pego leche" que tanta gracia nos hizo y que, en su renacimiento como empresario, usó como claimer para unos anuncios de bombones Trapa (decía aquello de "¡Que tatrapo, leche!"). 



La maraña de hechos encandiló a la opinión pública que veían a Ruiz Mateos como una especie de tío gracioso y simpático pero, más allá, como un hombre que se había vuelto un poco loco por la persecución de la que había sido objeto...y digo bien lo de persecución porque ese es el término más utilizado por la prensa para referirse al pulso que este hombre mantuvo con la Administración González. Lo mejor es que, pese a que decía estar completamente arruinado, poco a poco Rumasa volvió a primera línea cambiando esta vez bancos y grandes almacenes por el sector alimentario. Un producto familiar e inofensivo que era la teórica base de nueva Rumasa, un producto familiar e inofensivo que ya era sinónimo de este empresario que no tuvo ningún empacho en poner a su señora a los mandos de un club de fútbol familiar y obrero como es el Rayo Vallecano. 


Ni que decir tiene que, en estos años, los Ruiz Mateos no han pasado por muchas apreturas pese a que siempre dijeron haber estado "arruinados". Han mantenido su discreto y buen tren de vida y Nueva Rumasa se hizo con el control de Dhul, Clesa, Trapa, Cacaolat...todo muy dulce. Durante todo este tiempo Ruiz Mateos no dejó la campaña de limpieza de imagen y no era raro encontrarse con una avioneta con el enorme cartel de "justicia para Rumasa", carteles, pegatinas y, lo que es mejor, delicadas entrevistas a corazón abierto como la que la familia, en pleno, regaló a Pepe Navarro en "Esta noche cruzamos el Mississippi" en la que solo les faltó besarse a todos e invitar a Navarro a ser el padrino de alguna celebración familiar.



En todos estos años, pese al fraude y al delito, los Ruiz Mateos se han jalonado una estupenda fama: paternalistas con el obrero, sencillos en sus declaraciones, siempre tan limpitos, tan adecuadamente chistosos, tan seriecitos, tan bien casados, tan familiares, tan de perro, misa y ABC bajo el brazo, tan jerezanos y tan flamencos pero sin pasarse, tan de juerga sana, tan buenos...sin duda han representado el ideal familiar de muchos, muchísimos españoles que, córcholis, también dejarían de pagar impuestos si no pudieran poner pan sobre la mesa para alimentar a 14 hijos. Que también les gustaría vivir en ese idílico chalet rodeados de su descendencia. 

Desde hace dos años venimos viendo esos anuncios de Nueva Rumasa donde se invitaba a los ciudadanos a invertir un poco de su dinero en una empresa tan dulce, tan familiar y tan, en el fondo, maja. Una empresa respetable (sí, se decía respetable) que nos alegraba el desayuno y olé. El texto del propio anuncio no dejaba dudas de que, por el tipo de operación y sus especiales características, la inversión no pasaba controles de ningún tipo. No, no los pasaba. De hecho, si uno rebuscaba en la letra pequeña del anuncio o de esos fabulosos encartes que te encontrabas en la prensa de cuando en cuando te enterabas de que la inversión no estaba garantizada por Nueva Rumasa si no por una especie de empresa paralela. De hecho, si rebuscabas un poco, te enterabas de que muchas de las empresas de Nueva Rumasa (las que no tenían que ver con los lacteos) estaban derivadas a paraísos fiscales. 

¿Y qué? Nada. A ningún trilero de esos que se ponen con el cartón y la bolita en las inmediaciones de la Estación de Atocha se le ocurriría decirle al idiota que apuesta 50 euros que, en realidad, aquello era un timo pero a Ruiz Mateos no le importó decirlo. OK, quizás no es un timo como el del Trile pero, cuidado, que te estaba advirtiendo que aquel dinerillo, a lo mejor, no era una inversión segura. 


¿O no? Rebuscando un poco en el texto, en estas cosas hay que rebuscar, se me planteó la necesidad de entenderlo desde dos ángulos diferentes: ¿Qué quieres decir cuando dices que "la inversión no requiere del registro previo de un folleto en la Comisión Nacional de Valores"? A) Que, a lo mejor, ese dinero no sabes a donde va B) Que ese dinero "no está sujeto a control" y, por lo tanto, es una especie de inversión que se hace de espaldas a Hacienda, que forma parte de una partida de dinero que puedes invertir y no declarar. 

Volviendo al simil de la estafa: El que se cree estafador acaba descubriendo que ha sido estafado.

¿Se acuerdan ustedes el pollo que Ruiz Mateos montó con una empresa de seguros? ¿no? La empresa se llamaba Iberia de Seguros. El escándalo es del 98. Ahí el empresario mantuvo públicamente que rescataría a la empresa pero, simplemente, la dejó morir dejando a mucha gente en la calle. 

¿Saben que Ruiz Mateos acumulaba, de nuevo, una deuda de impagos con la Seguridad social de unos cuantos, muchos, millones de euros?

Y ahora en serio: ¿Se puede volver a construir un imperio mediático desde "la ruina total"? Pues parece ser que sí, pero sobre todo, lo que se puede conseguir es limpiar tu imagen y que, además, gente como Alfonso Arús (en uno de los vídeos está la prueba) diga de uno que es un ídolo, que es mítico y que no se cansa de verlo. El chiste sobre Ruiz Mateos ha salido bastante caro.

Lo sorprendente es que, teniendo en cuenta el recorrido y los datos sobre las empresas, Nueva Rumasa haya conseguido levantar en estas ampliaciones de capital 140 millones de euros sacados de los bolsillos de 5.000 españoles que, pese a las advertencias del propio Ruiz Mateos, no han tenido empacho en soltar casi 3.000 euros cada uno. ¿Le darían ustedes 3000 euros a este señor? A lo mejor ustedes no, pero como antaño, ya se están levantando voces a favor del empresario jerezano que, horreur, amenaza con volver a los juzgados y regalarnos un nuevo show mediático, esta vez, sin Boyer como receptor de los bofetones. Ya se habla de que la falta de liquidez se debe a que los bancos no han querido dar créditos e, incluso, en la neoliberal Intereconomía se clamaba el viernes por la noche por una necesaria intervención de rescate financiero a cargo del estado para, otra vez, salvar cientos de puestos de trabajo.

De nuevo, Ruiz Mateos vuelve a usar a los obreros de sus empresas como rehenes y exhibe el mismo discurso populista que ha mantenido en estos 30 años sin que a nadie se le ocurra, ni por un instante, pensar que a lo mejor no es bueno darle 3000 eurazos a un tipo que se viste de Superman por muy perseguido que se sienta por un Ministro de Economía. La chufla y la guasa, el chiste, ha costado a 5.000 incautos un dinero que podrían haber quemado en sus chimeneas, perfectamente. Piensen bien: 5000 personas. ¿Tiene el Rayo Vallecano tantos abonados?

Desde un punto de vista de marketing no hay duda de que la operación Ruiz Mateos le ha salido bien. El defraudador de la Hacienda Pública, el tipo que se llevó dinero a Suiza, que luego se aprovechó de los paraisos fiscales, que con mucha cara reclamó dinero al Estado por al expropiación de sus empresas no es en nuestro país un villano si no, por el contrario, un personaje del folclore popular que ha conseguido recaudar 140 millones de euros que, ahora, nadie sabe donde están. Bueno, Ruiz Mateos sí, pero a ver quien le pregunta.

En el ámbito social la figura de Ruiz Mateos inauguró un sistema de defensa que han utilizado otros. La escapada hacia adelante, el no dar marcha atrás, el no reconocer la estupidez como gestores, la incapacidad para hacer nada dentro de los márgenes de la ley ha sido esgrimida como escudo también por personajes como Mario Conde que, oh la lá, se aparece en Intereconomía exhibiendo sus armas ideológicas de destrucción masiva y hablando con toda tranquilidad sobre la justicia española o la economía del mismo país habiendo sido el culpable de uno de los mayores escándalos financieros de nuestra historia. Antes de eso, Jordi González en ese programa llamado "La Noria" ya le había permitido un enjuague de rostro en una de esas entrevistas en las que, aparentemente, se persigue encontrar "el rostro humano" del personaje. Apareció por allí Mario Conde como un corderillo que, tras haber probado las mieles del poder, degustaba ahora las maravillas de la poesía, se colaba en foros de internet para compartir versos y había metido "sus pocos ahorros" en un negocio de aceite andaluz. Un negocio pequeñito alejado de los canibalescos círculos de la alta economía donde tan mal se le trató. Incluso, maravillosamente, llegó a mandar un recuerdo a todos los compañeros de talego y a afirmar, muy adecuadamente, que hay más ladrones fuera de esos muros y peores personas que dentro pese a que, como ustedes saben, etarras, violadores, mafiosos y asesinos a sueldo engrosen las listas de presos en nuestro país ¿Por qué Jordi González no le preguntó donde vivía? ¿De qué vivía? ¿Había tenido que cambiar el chalet por el piso de 20 metros cuadrados? ¿Ganaba un sueldo trabajando como reponedor en un supermercado mientras memorizaba versos de Neruda o Machado?

Con Conde y con Ruiz Mateos, huelga decirlo, el dicho de que el tiempo pone a cada uno de nuevo en su lugar toma un siniestro significado.

En el asunto político ha marcado estilo también Don José María. Ahí tienen a los imputados en casos de corrupción (trajes, maletines, fiestacas, coches, relojes...) van a mantenerse en su puesto defendiendo a capa y espada el estatus, sin dar un paso atrás y mirando hacia el frente haciendo oídos sordos, defendiendo lo indefendible y dando razón a los que piensan que la realidad, pese a ser mostrada, deja a todo el mundo indiferente porque, por encima de los hechos que hayan protagonizado, nos mueven otros sentimientos que nos hacen mantenernos al lado del villano aunque este lleve, en una bolsa, la cabeza de un bebé.

Ya saben cual es la defensa: negar, negar, negar, luego reconocer pero negar, luego reconocer negando y echándole mierda al denunciante creando la falsa sensación de que es malo, de que lo mueven aviesas intenciones y, para más inri, generar la sensación de que es usted un delincuente pero un delincuente con corazón. Luego solo tiene que seguir negando, que seguir victimizándose, que pagar unos dineros a unos señores para que les pongan a ustedes bien delante de los demás y después seguir hablando de otras cosas, de las circunstancias del delito. Seguro que encontrarán a 5.000 incautos que les entregarán, incluso su dinero, para demostrarles su afecto. Ah, esta defensa, no es válida si el delito es pequeño. Es decir, si ustedes entran en un banco para atracarlo y les pillan no le vengan a juez con tonterías como es que no tuvo más remedio y que tiene hambre porque, sinceramente, se van ustedes a ir a la mierda aún más rápido si cabe. Para parecer inocente hay que pagarse el estatus de inocencia. Eso todos lo tienen bastante claro.

La broma ya ha durado bastante. El show, la segunda parte del show, ha terminado de forma abrupta pero, no se crean, los delincuentes y los malos gestores como los zombis vuelven siempre de la tumba. La invocación para que ocurra se consigue agrupando un estupendo grupo de seguidores. No hay más que ver es el increíble número de mensajes de apoyo que tiene en toda la red.

BOLA EXTRA: Les dejo un docu de Rumasa emitido por Canal Sur que alguien ha editado bajo el título "Arriba héroe!".


martes, 8 de febrero de 2011

Princesas de barrio o la realidad según Almodovar


El domingo vi "Princesas de barrio", un docu-show que se ha sacado La Sexta de la manga y que, me imagino, que es como una especie de spin off de aquel programa que se titulaba "Mujeres ricas". 

Allá por los años 80 Pedro Almodovar se dedicó a reivindicar a la mujer de extrarradio o, más bien, eso entendimos nosotros porque si le echabas un tiento a "¿Qué he hecho yo para merecer esto?" te dabas cuenta, un poco, de que lo que hizo Almodovar fue crear a unos cuantos personajes y hacer una ficción donde una señora que se dedicaba a limpiar mostraba una vida muy perra soportando a un hijo delincuente y porrero, a un hijo menor chapero, a una suegra completamente ida de la olla y a un marido taxista y maltratador enamorado de una alemana y que era la llave de unos pretendidos diarios de Adolf Hitler. 

Almodovar, como muchos de nosotros, solo utilizó de partida la vida de los barrios de inmigrantes interiores de la capital de Madrid (su hermana vivía en Parla y estaba casada con un Guardia Civil, si la memoria no me falla) para sacarle al asunto punta desde un punto de vista un tanto aberrado: niñas con poderes telequinéticos, monos de tranquilizantes para los que no hay recetas, Jaime Chávarri hablando del tamaño de su chorra frente a una prostituta de buen corazón, un asesinato utilizando las técnicas del Kendo japonés y un largo etcétera de situaciones que incluían a Javier Gurruchaga haciendo de lascivo dentista, un lagarto llamado "Dinero", Gonzalo Suarez emborrachando a Gutierrez Caba con vino peleón...

Era el director manchego, por aquellos años, un remedo de John Waters cañí que, de pronto, jugaba a la contra de la modernez de La Movida (dispuesta a quemar todo lo viejo o, al menos, a meterlo debajo de la alfombra hasta que pasara el temporal) reivindicando las conversaciones de vecinas y lo que parecía no una vida de sueldos bajos y casas de protección oficial si no una especie de chispeante aventura de la lampancia diaria repleta de personajes colgados y situaciones carcajeantes. Almodovar fue, ya por aquella época un postmoderno incomprendido.

Tras Almodovar se puso de moda la palabra "maruja" (muy celebrada) e incluso artistas como Martirio se permitieron la licencia cómica de jugar con dichos términos (cantaba por aquella época la eximia cantante andaluza aquello de "Son las osho menos cuarto/me tengo que levantá/necesito una pastilla pá ponenme a funsioná...) y un cierto jolgorio alrededor del ama de casa que vestía con bata y atendía como una esclava a "su santo" fue filtrando hasta convertirse en una caricatura. No me cabe duda de que la relectura que Almodovar proponía de su propia vida (infancia en La Mancha, adolescencia en Extremadura, madre dicharachera, estudios becados, un padre currante en una gasolinera, el despegue del estrellato desde un trabajo en Telefónica) tenía algo de cariñoso y también de agresivo. Con razón. Vender en España que uno ha salido de las estrechuras y ha triunfado gracias a su talento es para nosotros algo vergonzante...sólo echenle un vistazo a las biografías de nuestros personajes más reconocibles y verán ustedes cuantos de ellos reconocen haber tenido una infancia flojilla. Ser pobre, o haberlo sido, siempre es en nuestro país algo sospechoso de no ser buena persona o no ser de fiar porque siempre flota la pregunta: "¿Cómo lo habrá conseguido?".

"Princesas de barrio" es un programa que parte de la falsa percepción de que el extrarradio de las ciudades y sus habitantes es un semillero de historias escritas por Almodovar y que si se te ocurre dar una patada a un bote en un descampado te salen cinco o seis Belen Esteban dispuestas a rellenarte cuatro o cinco horas de chisme-televisión. No es el caso. De hecho seguir el periplo laboral de una madre soltera que tiene a su hijo viviendo con su abuela, a su vecina, a una go-go de Pachá que se quiere poner un culo falso, a la cantante de una orquesta y a una chica que vive con un novio pescadero parece no dar para una chispeante ficción de esas que parten de la premisa: "Son pobres pero se lo pasan guay".

La mirada zoológica hacia las estrechuras ajenas nunca me ha resultado excesivamente interesante. Sea porque vivo en un barrio normalucho, sea porque soy normalucho y de clase media o sea porque, desde nunca, me han gustado las bromas que parten de otras personas. Yo creo que, el humor bueno, parte de uno mismo y luego va hacia los demás.

Ficcionar la realidad y que no se note es una ardua tarea que, sin duda, "Princesas de Barrio" no sabe hacer. Ya sea porque las protagonistas están muy interesadas en llamar la atención y pierden naturalidad, ya sea porque se provocan una serie de situaciones (la visita de una vendedora de un robot de cocina, un concierto de Camela) que quieren colar como reales. Un bluff. Una pedorreta merecida porque, sinceramente, no se puede uno lanzar a la producción de un programa sin haber sondeado el material con el que se quiere contar y sin haber testado la fuerza de la idea del mismo.

Si "Princesas de Barrio" ha sido un intento de hacer un "Operación Esteban" ha fracasado tan estrepitosamente como en su intento de convertirse en un chiste sobre unas cuantas chonis. Desgraciadamente de todas las protagonistas dos parecen dedicarse al mundo de espectáculo (¿No es asquerosamente moralista mostrar a una go-go como si llevara malos pasos?) y las otras tres parecen ser retratadas más desde su situación laboral y social que desde el hecho de que sean, efectivamente, unas chonis que hablan fatal...incluso, en este punto, parece que se obliga al personal a hablar fatal.

Es posible que, en otros países como Estados Unidos o Inglaterra, donde la clase media vive una situación mucho más desahogada que la nuestra y donde la diferencia entre el barrio obrero y el barrio de funcionarios o PYMES es mucho más grande este tipo de programas tengan su razón de ser e incluyan esta mirada zoológica a otras clases económicas que no comparten ni nuestro suelo, ni nuestros barrios, ni siquiera nuestros mismos colegios o centros de trabajo pero, sinceramente, en un país donde las diferencias son tan estrechas y donde todo el mundo ha asistido a una boda donde la gente acaba por hacer el gilipollas poniéndose estupideces en la cabeza es normal que tengamos que forzar la maquina y alejar al objeto de nuestra observación para que nos resulte interesante.

Y, por otro lado: ¿Por qué las protagonistas siempre son mujeres? ¿Es que todos los tíos de este país son uno gentlemen? 

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Estados carenciales


Lo bueno de la fiebre es que te da como una especie de chute emocional, te pone el cuerpo de goma y te invalida para otra cosa que no sea dormitar. Ese estado es una especie de tránsito entre lo que tienes en tu cabeza y flota de manera coherente y lo otro, lo que se esconde en el subconsciente y que pertenece a la imaginería propia. La fiebre permite mezclar con bastante coherencia ambos estados. Es como una ingesta leve de setas pero con dolores de articulaciones. 

Lo último que he hecho perfectamente despierto ha sido ir a ver "Biutiful", es una película que he ido retrasando porque no me apetecía demasiado. Ya sabes, tiene uno un momento lo suficientemente flojo como para no chutarse un drama en vena. El caso es que la ponían en el cine del pueblo (tres salas estupendas, con proyección tradicional, digital y 3D mantenida por unos hermanos que son unos locos del cine) y me dejé embaucar no ya por la película sino por pasar un rato con unos amigos y, después, comentar la jugada en el primer bar abierto que estuviera surtido en ginebra y whisky. Nada demasiado difícil en este país. 

Qué decir de "Biutiful" que no se haya dicho ya. Llego tarde y, por lo tanto, solo diré que es una película curiosa en tanto en cuanto su creador ha decidido no hacer el recorrido vital de unos personajes sino, más bien, un interesante decálogo de todas las desgracias posibles donde se cruzan: mercadeo de inmigrantes ilegales, drogodependientes, familias desestructuradas, miseria, pobreza...y todo, de un modo algo extraño, afecta a los personajes de la peli, como si estos fueran los depositarios de todas las miserias del mundo. Por si fuera poco Bardem tiene un extraño poder mental: es capaz de comunicarse con los muertos y llevarlos de la mano hacia otro estadio de existencia. 

Es un drama tan grande que, en algún momento, se hace completamente previsible y, lo que es peor, consigue que te coloques fuera de la misma cinta y te dediques a contabilizar los planos que faltan para que el guión pueda llevarte hacia el siguiente bajón. 

En todo caso, como hablaba con una amiga, Nathalie, es una de esas películas que parece que está hecha para que te guste. Me explico: hay películas que nos da vergüenza reconocer que no nos han gustado, del mismo modo que hay películas que nos cuesta reconocer que nos gustaron. 

Del segundo grupo, normalmente, todos los títulos son comedias. A nadie le hace gracia decir en una reunión de ex compañeros de facultad que se ha reído con una comedia tonta, a no ser que esta comedia tonta sea algo completamente generacional o que la comedia te haya garantizado una buena dosis de intelectualidad que justifique no no has perdido el tiempo. Lo otro, sería algo digno, solamente, de gente con mucho tiempo libre, de personas ociosas. En ese caso se demuestra que la comedia es el mejor método para descubrir, tasar y, por ende, aislar, a la mayoría de snobs que nos rodean. Es una gran herramienta. 

Las películas que nos tienen que gustar se dividen en dos grupos: 
1. Películas de moda. 
2. Películas con carga moral o intelectual sea este real o impostada.

Las películas de moda son cosas como "avatar". Un enorme truño que, a costa de ser publicitada, parece una de esas películas llamadas a pasar a la historia y, por tanto, a que se conviertan en clásicos instantáneos. Las películas de moda suelen ser películas que, con el paso de los años, la gente dice que han "envejecido mal". Error, puesto que las películas no envejecen. 

El caso de Avatar es sangrante porque pese a que la historia es mala, los personajes son flojos, el desarrollo de la historia es lamentable y, en general, su discurso se asemeja bastante al del balbuceo de un niño de cinco años lo cierto es que todo el mundo lo justifica por sus grandes hallazgos técnicos. OK, nadie duda, por ejemplo, que la ropa ignífuga o el chaleco antibalas son dos grandes avances tecnológicos lo que, sin embargo, ha evitado que nuestra ropa se haga en un tejido resistente al fuego o que vistamos todos con placas de kevlar ligero. 

Lo curioso es que, por otro lado, los discurseos sobre la calidad de Avatar suelen venir de gente que, normalmente, no ve muchas películas o que lleva bastante tiempo sin ir al cine. Nada en contra de ellas, la gente va al cine cuando quiere, pero es innegable que alguien que dice "es la mejor película que he visto en los últimos 10 años" debería de ir al cine, al menos, dos veces al mes para sostener esa afirmación o, al menos, ver dos pelis a la semana en su casa. ¿no? Cuando yo tenía 10 años pensaba que la mejor película que había visto nunca era "Acorralado"...sigo pensando que es bastante buena pero, la verdad, he visto otras cosas que la han desplazado de mis 10 películas preferidas de todos los tiempos. 

Las del segundo grupo, esas películas de carga moral y carga intelectual, son otra cosa. Nadie duda que muchos genios (pretendidos o no) nos han colado de cuando en cuando una mala película que, sin embargo, pasa por ser una gran película que contiene "muchos valores". Unos valores que, pretendidamente, están por encima de la propia película y que, el simple hecho de resaltar ya hacen que la obra pase a otro estadio de calidad completamente distinto. 

La lista de directores y de películas es grande pero, bueno, no pienso hablar mal de nadie (un propósito nuevo, un año nuevo) y prefiero que sean ustedes los que desenmascaren a esos tunantes. Es bastante sencillo, cuando una película les parezca mala pero su entorno se empeñe en decirles que es una maravilla solo pueden defenderse haciendo una sencilla pregunta: ¿Por qué te ha gustado la película? 

Después solo tienen que sentarse a escuchar la lista de obviedades, frases hechas y evasivas que les van a regalar en los próximos minutos y que nada tendrán que ver con la película en si sino con el objeto o la situación que retratan. Si para alguien que no ha visto una película en 10 años es bastante fácil decir que Avatar es lo mejor que ha visto en su vida sería igualmente fácil para alguien que no ha conocido a un inmigrante en su vida que esta o aquella película retrata bastante bien la vida de los inmigrantes porque, en cierto modo, el retrato que se hace es tan bueno y tiene tanto que ver con nuestra educación que siempre lo daremos por bueno. 

Y es que hay cosas que nos deben de gustar porque, simplemente, queremos que nos gusten. Porque queremos que todo el mundo sepa que somos sensibles, que entendemos, que estamos en la pomada...no se asusten, muchas de esas películas no tienen nada de real porque, al igual que en las comedias, todo se prepara para hacerles caer a ustedes en todas las trampas posibles y hacerles saltar una lagrimilla. 

Estas cosas malvadas son las que pienso cuanto tengo fiebre. Ya ven, no hago más que perder el tiempo...

Nota del Insustancial: "Bohemian Like you" es una canción del grupo Dandy Warhols que va de eso, de ser cantidad de bohemio...me parecía pintiparada. 

lunes, 20 de diciembre de 2010

Cuestión de adjetivos (diga no a los gurús y a los analfabetos funcionales)


Habíamos trabajado mucho. Cuando quiero decir mucho quiero decir muchas horas y muy bien empleadas...de hecho habían estado tan bien empleadas que ya teníamos los síntomas del agotamiento físico y mental: estás crispado y, de pronto, todo parece un mundo pero, al segundo siguiente, lees una receta de cocina y comienzas a descojonarte porque la palabra "sofreir" te parece la monda. Era como tener el cerebro hecho de algo mullidito, sí, esa es posiblemente la mejor descripción notas que la cabeza se te queda por dentro como acolchada, como si estuvieras más ligero. 

Pónganse en nuestro lugar: como 9 o 10 personas con esa sensación sobre los hombros, hartos de comida basura deglutida a toda leche en la misma mesa de trabajo, fumando un cigarrillo tras otro y soportando el tirón con coca-cola y alguna cerveza furtiva. 

No era el peor panorama posible que había visto en lo laboral. Unos años atrás había estado montando efectos especiales con un equipo durante unas 40 horas seguidas en una vieja nave industrial a la que le faltaba como la mitad del techo. Aquella noche, una de las chicas del equipo estaba tan derrengada que le atacó el "síndrome del cerebro mullidito" y se curró una especie de suite nupcial con cartones y unos plásticos industriales. Supimos que había triunfado y que el habitáculo era una bicoca cuando, al transcurrir la hora que quería dormir fuimos a despertarla y nos encontramos con que estaba abrazada a un perro abandonado lleno de pulgas que se había colado allí para calentarse un poco. Lo peor fue que el perro se puso bastante pesado con que no la despertáramos y nos enseñó sus dientes amarillos varias veces. Al final el perro salió de allí (a cambio de unos cuantos trozos de bocadillo que rescatamos de la cena) y sacamos a la chica completamente dormida y diciendo: "Joder, huelo como si me hubiera restregado con un perro". Unas risas....y una pena...

El caso es que, pese a todo, en aquella redacción apestaba a agotamiento que es el olor a perro del oficinista. Serían como las 21 horas y seguíamos con el trabajo a media hacer. Era normal. Siempre estábamos con el trabajo a medio hacer pero, al menos, lo cierto es que habíamos conseguido entregar a tiempo dos maquetas diferentes de la revista. Una maqueta, o número cero, es una publicación que se hace para saber por donde van a ir los tiros de lo que va a salir al kiosco. Pese a que pudiera pensarse que es una especie de trabajo absurdo (una revista que nadie va a leer) lo cierto es que cumple muchos objetivos: sirve para que la gente pueda hacerse una idea de donde se mete, sirve al departamento de publicidad para ir por ahí mostrando el lugar donde van a insertarse las páginas de publicidad y también, como no, para que el material sea examinado bien por expertos en la materia a los que las editoriales pagan un montón de pasta por dar su opinión y como material de trabajo para llevarlos a esos test donde un montón de futuros lectores dan su opinión sobre si comprarían algo así o, mejor, porqué no comprarían una revista así y que mejoras le harían. 

Me imagino que, por aquel entonces, nuestro jefe supremo también estaría ya sufriendo el síndrome del "cerebro mullidito" y no tuvo mejor idea que colocar una reunión con un señor que presentó como "asesor editorial" a eso de las 21:30 horas. Digamos que, el tío no era la alegría de la huerta, y que se gastaba un look entre el de un psicólogo de una película americana, un profesor universitario de un telefilm y hablaba como cantidad de despacio y cantidad de bajito. Hay gente que cree que por hablar despacio está cargada de razones (yo creo que una gilipollez es una gilipollez independientemente de la velocidad que se utilice) y lo del rollo hablar bajito no es más que un truco bajonero para intentar captar la atención. Ahí tengo también mis dudas porque si es un truco que, difícilmente, le funciona a un maestro en una clase de alumnos de 9 años es posible que, entre adultos, tampoco sea una medida demasiado disuasoria. Si, encima, es entre adultos que se han pasado los últimos dos meses trabajando como si estuvieran en una mina de sal y que, están tan reventados, que apenas pueden escucharse entre ellos es posible que la cosa comience con un "¡habla más alto, por favor!" desquiciado que fue contestado con un "por favor, no fuméis en la sala porque tengo la garganta mal y esto se llena de humo" proferido por el visitante. Aquello llamaba a la rebelión absoluta. 

Teníamos frente a nosotros a una persona que llevaba la ropa limpia, quizás no con un look guay, pero sí limpio. Calculaba que había desayunado y comido bien, se habría hecho su sobremesa, su tacita de té o de café...es más olía como si se hubiera duchado como dos o tres veces en lo que iba de día y, es más, se movía al ritmo parsimonioso y educado que roza la cursilería, del que cree profundamente en que el equilibrio interior está en esa serie de gestos de mayordomo oriental que van como a 16 RPM. Frente a él, una tribu de oficinistas resentidos con su destino de galeotes, sudaos, malcomidos, con el estómago ardiendo por el chino, la hamburguesa y las bebidas gaseosas, los ojos hinchados, las manos temblorosas por la falta de fumeque que, a esas alturas, ya había conectado tan bien que se comunicaba por gruñidos ininteligibles y se movía con alegría entre el caos. Lo teníamos claro. De alguna manera extraña percibíamos que el olor de ese tío era, en definitiva, el enemigo. Su impresión de nosotros no tuvo que ser mejor, la verdad. 

El tipo eligió como al azar el último de los "números cero" que habíamos terminado (hecho esta vez en papel guay y con la medidas exactas para su impresión) y comenzó a hojearlo. En silencio. Pasaba las hojas como con desgana, mirando arriba y abajo las páginas como si estuvieran llenas de noticias malas, de noticias horribles. Todavía sin hablar y con uno de los puños sujetándole el mentón intercambiaba una especie de comentarios por lo bajini con nuestros jefes supremos que intentábamos escuchar. Nada, cero, más nos hubiera valido habernos traído un perro pulgoso a la reunión para que escuchara aquel discurso inaudible y catastrofista. 

Finalmente, levantó la cabeza, nos miró, se ajustó las gafas metálicas, tosió un poquitín y emitió su veredicto: "Vuestro trabajo es grotesco". 

Aquello, de pronto, fue como una de esas películas de acción en la que alguien tira una bomba y el universo entero se congela. Después la vida se aceleró un tanto y comenzó a escucharse un "¿quécómocuálestoquecojonesquieredecir?" y sobrevino una especie de aullido feroz. Este que escribe dijo que aquello era un insulto y se llevó una reprimenda del carajo y lo que vino después fue una especie de nuevo berrido tribal. Ante el berrido tribal vino una pregunta reformulada: "¿Puedes decirnos qué significa para ti "grotesco"? 

Ni que decir tiene que el tipo no supo contestar a tan sencilla pregunta, venga estírate sobre el significado de un adjetivo que estás usando a ver si yo me aclaro de lo que quieres decir...nada, no hubo manera, lo más que llegó a explicar era algo así:
-"A ver, ¿Estamos todos de acuerdo con qué significa grotesco, no? Pues a eso me refiero". 

"Grotesco" significa "Ridículo, extravagante o de mal gusto" . No supo verbalizarlo. 

El caso es que estuvimos reunidos con aquel hombre, bueno, estuvimos intercambiando pedradas con él como dos horas sin que no supiéramos muy bien ni para qué había venido, ni qué razones tenía para demoler el proyecto entero. El tipo se largó después de aquello y, ni que decir tiene, que tras la caótica reunión pedimos unas pizzas y seguimos trabajando con un retraso en nuestro planning de dos horas exactas. Si no recuerdo mal se le despidió con un sonoro desprecio y, a cambio, nos dejó una especie de órdenes que nos aseguraban una especie de éxito seguro. 

1. Un recomendación para la portada. 
2. Una reducción sintomática de lo que llamó "artículos de mal gusto". 
3. Una sugerencia sobre un cambio de formato a otro más pequeño con unas medidas exactísimas, sorprendentemente exactas.

A los pocos días todos los cambios se tornaron absurdos y futiles: la portada sugerida como la de éxito sufrió la puntuación más baja en los test de futuros lectores, los artículos que pidió que suprimiéramos fueron los más aplaudidos y, curiosamente, las medidas recomendadas eran completamente imposibles de llevar a cabo en una imprenta como la nuestra. 

¿Qué hubiéramos sacado en claro de haberle hecho caso? Hubiéramos fracasado estrepitosamente pese a que el aplomo y la calma que utilizaban garantizaban un total y absoluto éxito. Vaya. Aquellos fueron los primeros días en los que escuché la palabra "gurú". Antes solo lo había escuchado para referirse a gente chiflada como el Maharisi Yogui o Sai Baba, ya saben, santones hindúes pero, aquellas fechas, resultaron reveladoras puesto que me enteré de que por los USA comenzaban a hacerse famosos los asesores, consejeros o, también llamados, gurús que con su trabajo aumentaban las posibilidades de éxito de cualquier empresa. También fueron aquellos los días en los que prometí ponerme al abrigo del primer bunker nuclear en cuanto escuchara la palabra esa de "gurú" o me presentaran a alguien que dijera que tenía esa profesión. 

Lo que sí me sorprendió de todo aquello no fue tanto el hecho de que aquella persona, evidentemente, demostraba no conocer para nada el paño con el que estaba trabajando y que, me imagino, que se marcaba el sencillo objetivo de dar una serie de leves directrices marcadas por sus gustos y otras que, directamente, eran una especie de plantilla base que aplicaba a cualquier revista fuera esta de cine, gastronomía o punto de cruz. Luego, la experiencia, me ha ido revelando que estos asesores o gurús suelen tirar de esas cosas que se llaman "hojas de ruta" previendo que todos los problemas pueden solucionarse siguiendo un protocolo estrictamente parecido en todas las situaciones dadas. ¿Se imaginan si el mundo funcionara así? Sería facilísimo. Desgraciadamente la experiencia también me dicta que el gurú es mucho mejor cuando habla que cuando calla. Siempre puedes hacer justamente lo contrario de lo que dice, que fue nuestro caso, y seguir tu camino tranquilamente. 

En todo caso me quedo con el hecho de que alguien que trabaja con palabras no sepa definir ajustadamente el significado de un adjetivo como "grotesco". No digo que la gente tenga que llevar un diccionario en la cabeza y saber todas las palabras del diccionario pero, si es verdad, que nos comenzamos a acostumbrar al mal uso de ciertos adjetivos. A mi me pasa con la información, con el ejercicio de la información, las noticias están llenas de errores de bultos a este respecto. Échenle un vistazo al uso que una redactora del telediario de TVE daba hoy, en la edición de las 15.00, del uso del adjetivo "caótico" en esta frase: "El tráfico aéreo europeo está en una situación caótica debido al fuerte temporal". Veamos que significan "caos" y "caótico": 

CAOS: 
  1. m. Estado de confusión y desorden en que se hallaba la materia hasta el momento de la creación del cosmos.
  2. Confusión, desorden. 

CAÓTICO:
  1. adj. Del caos o relativo a él.
  2. Desordenado, confuso

Lo mejor es que en las imágenes de la pieza se veían aeropuertos ingleses con unas imágenes de calma chicha y, lo que es mejor, las camas que las autoridades de dicho país habían dispuesto para las personas que se habían quedado atrapadas por el temporal así como otras medidas de socorro como garantizar la comida o la higiene de esas personitas. Algo bastante alejado de, por ejemplo, las imágenes de pasajeros dejados en tierra por Air Comet moviéndose por el aeropuerto sin saber a quien reclamar. Eso si parecía un tanto caótico. 

"Caos", "Desastre", "Apocalíptico", "Tragedia"  y en un aspecto positivo frases hechas como "Obra maestra", "Lo mejor del año", "Lo mejor de la temporada" son utilizadas hasta el límite de que pierden por completo su significado y, lo peor, deforman de forma evidente la realidad de las cosas poniéndolas en un plano completamente diferente. Como decía Gato Pérez "se fuerza la máquina" de la lingüística hasta límites insospechados para darle importancia a cosas como que los aeropuertos se cierren en invierno por unos días lo que es, teniendo en cuenta las fechas, una cosa bastante normal. Utilizamos adjetivos altisonantes para que nos presten atención, para obligar a los demás a girarse en nuestra dirección. Mal asunto. 

Nota del Insustancial: The Hives son un grupo de Fagersta (Suecia) que le dan al sonido garajero como se debe hacer, es decir, con elegancia y aspereza. Su "Hate to say I told you so" (Odio decirte que ya te avisé) es una canción incluída en su mítico "Tyranosaurus Hives" (2004) resulta cercana al tema tratado. Bueno, un poco...

sábado, 27 de noviembre de 2010

Otra opinión que nadie me ha pedido: The Walking Dead


Dentro de unos años “The walking dead” será reinterpretada desde el punto de vista del momento histórico en el que se estrenó. No me cabe duda de que, no faltando demasiado tiempo, alguien más aburrido que de costumbre o con más tiempo que de costumbre o con una imperiosa necesidad de escribir una tésis que destaque de entre todas las demás reutilizará todo el material crítico y analítico sobre George A. Romero, le pegue un pulido, le quite un poco las telarañas y lo use como base teórica para analizar la serie de zombis y, quizás por extensión, la explosión del fenómeno zombi.

Por no sacar demasiado los pies del tiesto, me parece que los zombis van a quedar como todos estos defensores a ultranza del capitalismo que, abandonados a una existencia sin más pulsiones humanas que las de satisfacer su brutal apetito, acaban por convertirse en unas criaturas peligrosas y destructivas que amenazan la vida de las pocas almas buenas que quedan escondidas en el planeta. Ya saben, el apetito sin freno (por carne humana o por dinero) acaba por joder el invento.

La teoría no tiene ningún fundamento y dudo mucho que se haya construido con esa intención pero, sin duda, es una de esas cosas que pueden decirse y quedar muy bien.

Lo único que la apoya es el hecho de que Frank Darabont es uno de sus cabezas visibles y que rodó películas como “La niebla” o “The Majestic” que sí parecían guardar una moraleja política clara.  

Lo mejor de todo esto es que se puede prescindir de la teórica para disfrutar de la serie como un vehículo de entretenimiento. “The Walking Dead” está concebida como una de esas series de género que intenta atrapar a un público, que hasta la fecha, no se ha fijado en el género y que cae en él por cuestiones de moda o porque, como yo teorizo seguramente de manera errónea, los tiempos se han vuelto tan conservadores que es necesario volver a los viejos hábitos de contar cosas sin que nadie se de cuenta de lo que queremos contar en realidad para que nadie pueda sentirse herido en su sensibilidad.

De hecho “The Walking Dead” no falta a cierto planteamiento tradicional: fuera de la moda de los episodios autoconclusivos de series como “The Sopranos” o “Breaking Bad” esta opta por la fórmula más clasicona de dejar al espectador con dos o tres tramas abiertas que se solucionan en el siguiente episodio. Tiene cierto agradable olorcillo a los seriales radiofónicos.

Es más, resulta en el fondo una serie clásica: los zombies están quietecicos (como tiene que ser), la realización es sobria y sus personajes son absolutamente clásicos…como ese pedazo de sheriff que parece un héroe dispuesto a conservar los últimos vestigios de humanidad frente a los caminantes pochos.

No creo que la serie de AMC sea un producto de temporada al uso, de hecho escapa bastante de los trucos de las películas de terror actuales y se desmarca definitivamente de esa línea de “teen terror” predominante para colarte una de esas historias de toda la vida que provocan miedo tirando de la memoria fílmica del espectador: puertas que dejan entrever varias manazas podridas, apariciones de “hola soy yo, el zombi chungo”, los primeros planos sobre el bocado con toda la piñata verde del bicho sobre un brazo, los trucos tontorrones como “vamos a embadurnarnos de sangre zombi que así no nos huelen”. Joder, si incluso han metido un entrañable personaje asiático que te recuerda a Tapón…

Tras un fantástico arranque la serie pareció decaer un poco para revivir (cual afectado de solanum) en un vibrante final del cuarto acto y se encamina hacia el final de la temporada (la cosa va a durar nada más que seis episodios) prometiendo más sustos, más sangre y, sobre todo, más buenas intenciones porque, sorprendentemente, “The Walking Dead” es una de esas obras concebidas para contarte que, aún en el peor de los escenarios posibles, los buenos y valientes, los que no tienen miedo, siempre acaban solventando sus problemas. ¿Recuerdan el final de “La Niebla”? Pues algo parecido.

A mi me vale, pero es que yo no soy muy fan de los zombis que corren (ni ustedes tampoco deberían…y dejo fuera de eso a “28 días después” que eso son infectados), ni de los fantasmas japoneses que se te cuelan en casa cuando usas el móvil, ni quiero volver a ver ni en pintura una nueva revisitación de “Viernes 13”.


Nota del Insustancial: Tengo pendientes los cómics...I know. 

lunes, 15 de noviembre de 2010

Dino de Laurentiis y Luis García Berlanga


Dino de Laurentiis estaba tan a partir un piñón con David Lynch que, cuando a la hija del productor italiano, le extirparon el útero a ambos le pareció buena idea meterlo en un bote de formol y regalárselo al director norteamericano que, al parecer, lo tiene por su casa aunque, ha desmentido en varias ocasiones, que esté encima de la mesa de su despacho como el productor afirmaba en el documental que se hizo sobre su vida. 

Es decir, echándole un vistazo a la trayectoria de David Lynch uno bien pudiera pensar que podría ser una de esas personas a las que no le importaría tener un objeto decorativo semejante en su despacho. El asunto encaja. Sumemos: Lynch+fascinación por lo rarito=¿Sabes que tengo el útero de Rafaella de Laurentiis en mi despacho? ¿Quieres verlo?

Si una cosa caracterizó a Dino de Laurentiis en toda su vida fue su innata capacidad para vender historias de este estilo. John Millius contaba que el italiano intentó convencerlo para que se encargara del guión de "Flash Gordon" cosa que a Millius (que andaba intentando sacar para adelante "El gran miércoles") no le hizo mucha gracia. Le dijo muchas veces que no y en todas Don Dino le contestaba de la misma forma. El director y guionista americano lo contaba más o menos así: "Se ponía delante de mi y con su acento italiano me decía va a ser una  gran producción, voy a hacer una gran película de efectos especiales, que será más grande que La Guerra de las Galaxias...luego vi la película, y la verdad, aquello no tenía nada que ver con lo que Dino me había contado pero es que las cosas eran mucho mejores cuando te las contaba él".

Sumen otra vez: ¿No se alimenta mucho mejor la fama de "extraño" de Lynch si se cuenta que tiene un útero sobre la mesa de su despacho? 

Fernando Trueba cuenta, entre carcajadas, que cuando fue a visitar el rodaje de "Conan El Bárbaro" (creo que en calidad de crítico, todavía) que se estaba filmando en España alguien de la película le dijo: "Te voy a llevar a que conozcas al actor principal...va a ser una gran estrella de Hollywood en el futuro". Dice que lo que vio fue a un tío musculoso embutido en un braguero de piel que, a duras penas, se expresaba en un inglés con acentazo alemán. Era Arnold Chuacheneguer, claro. En ese caso, como en tantas otras ocasiones, Dino de Laurentiis acertó (no como con Flash Gordon que se dio el hostión). 

Dicen los titulares de estos días que con la muerte del italiano se cierra una especie de capítulo de la historia de los productores. Dudo mucho que esto sea así teniendo en cuenta que ahí están los hermanos Weinstein que, al igual que De Laurentiis, han dado mucho al cine pero, claro está, también le han quitado mucho. Echen un vistazo, y volvemos a Lynch, de ese crossover de personalidades que se encuentra en "Mullholland Drive" en el que se caricaturiza, con un humor propio de Lynch, a un productor italiano obsesionado por tener un buen café expresso encima de la mesa y al que se añaden también personalidades diversas de otros loquitos del cine como Brian Grazer o los propios Weinstein dibujados a lápiz grueso. Nadie hizo tanto por disimular su desprecio a tantas personas y le quedó tan evidente. 

Y es que la lista de productores que sobreviven en el negocio con las mismas etiquetas que los norteamericanos le colgaron a De Laurentiis es sumamente larga. 

Los productores están todos mal vistos. Fíjense, por ejemplo, en esta descripción del trabajo de producción que se atribuye (si no me equivoco) a Billy Wilder: "Un productor es ese hombre al que llamas desde la habitación de un hotel en la que te has citado con una mujer y, sin querer, has matado. Se presenta allí en mitad de la noche, te entrega dinero en metálico, un pasaporte con una nueva identidad y un billete hacia un país extranjero...pero antes de todo eso se acuesta con la muerta". 

Tacaños, interesados, ventajistas, figurones, desquiciados, analfabetos, ególatras, negreros...todos los productores del mundo comparten una larga lista de adjetivos negativos y, curiosamente, en algún momento de su vida bregarán con  una interesante pregunta muchas veces sin respuesta: ¿Cómo alguien así ha querido dedicarse a hacer películas? 

Una pregunta dolorosa porque, la mayoría de los productores, se consideran así mismos una especie de artistas que disfrutan metiendo mano en el guión o dando órdenes sobre montaje y dirección. Sin embargo, ni escriben, ni dirigen, ni actúan...¿Por qué? Porque no tienen tiempo...o, al menos, esa es la sensación que te da cuando hablas con algunos de ellos. Con una pasmosa facilidad De Laurentiis era capaz de atribuirse el éxito de esta o aquella producción (al igual que por ejemplo ese personajazo que es Robert Evans) y, sin embargo, quitarse del medio con la misma elegancia en el caso de que el asunto resultara un fracaso. ¿Por qué? Ya estaba buscando pasta para hacer otra película y nadie quiere tratar con alguien que ha sufrido un severo correctivo. 

Es posible que fuera un roñoso italiano que no se enteraba de la misa la media (que no supiera diferenciar entre una obra maestra y un tiro por la culata...lo que dudo porque nadie te asegura una vida tan larga si eres tan tonto)  o que mirara el centavo al peso (tendrían ustedes que saber qué producción española repartía día sí y día también bocadillos de pisto como único cátering por orden de un productor de cuyo nombre nadie quiere acordarse...tampoco de la película...) pero, lo cierto, es que siempre lo estuvo intentando, exagerando las verdaderas posibilidades de la empresa, forzando la máquina, vamos. 

Tanto por bueno como por darle la vuelta al calcetín, es decir, por conseguir que algunas atrocidades se convirtieran en "malas buenas películas" (El remake de King Kong, Flash Gordon, Tai Pan, Huracán...) Dino de Laurentiis pasará a la historia del cine como el arquetipo del productor espabilado que comenzó en la miseria y se alzó a base de echarle morro sobre el común de los mortales. 


Si con Dino de Laurentiis el mundo se ha llenado de titulares sobre ese presunto cierre de un capítulo lo cierto es que la muerte de Luis García Berlanga nos deja a los españoles con el sabor de que se nos ha ido el padre del cine español. No quisiera yo meter el dedo en la herida pero me ha parecido impresionante que el despliegue de noticias haya sido inmenso en comparación con el de la muerte de Azcona al que, y ustedes berlanguianos me perdonarán, considero yo uno de los mejores guionistas del planeta y, arriesgándome a que en Alfa Centauri haya una civilización desconocida, de la Galaxia. 

Lo que me queda claro es que Berlanga era un icono. Mucho me ha sorprendido la confluencia de tirios y troyanos (peperos y socialistas) en los actos fúnebres donde, por desgracia y con la habitual falta de interés por la cultura nuestra clase política se ha retratado en las declaraciones de Doña Dolores de Cospedal a la que no se le ha movido un músculo al afirmar: "Cuando me he enterado de que dirigió Bienvenido Mr. Marshall con 31 años...". Es decir, no parece que Doña Dolores supiera mucho del cineasta más importante (o uno de los más importantes del cine español) hasta que alguien le ha pasado una notita con algunos datos de la Wikipedia. Qué pena, ¿no? 

Y es que, como decía Azcona: "Yo no estaba interesado en hablar de política en las películas y Berlanga bastante menos que yo". Ahí queda eso. 

Me hace gracia la frase, resaltada con malicia por cierto, porque Berlanga pareció demostrar durante toda su vida cierto desprecio por las cosas conservonas y los meapilas, por echar unas risas con eso de la tradición y los curas, por no tener el más mínimo aprecio por las festividades sino era para usarlas como arma arrojadiza y, sin embargo, ahí están todos ellos dando el último adiós con esas palabras solemnes. 

Más de una vez en mi vida me he quedado yo también con esa duda de saber si era un tipo que me caía bien o me caía mal pero, ante la duda, siempre veía Plácido o El verdugo y me volvía a reconciliar con el director y con el personaje que siempre ha vivido como le ha dado la gana, cosa que aprecio bastante. 

Adoro de Berlanga esos planos secuencia largos y esa acidez, la amargura de su humor, su pasión por el exceso y por la plasmación del mismo: las colecciones de velo púbico del marqués, la muñeca de Piccoli, el yerno de El Verdugo, el cojo que iba detrás de la comitiva que cantaba "Americanos", la boda de Plácido, el tontico de "La Vaquilla" diciendo que prefería esperar a "La Mora, que hace el francés", el torero y el toro de Calabuch, Pajares jugando al billar en "Moros y cristianos" o ese cartel del final de "Paris Tombuctú" donde se leía "Tengo miedo"...

Como siempre, corremos el riesgo de que a Berlanga lo despedacen con la intención de repartirse los trozos más jugosos y que, en estos días, escuchemos muchas paridas con respecto a su vida y a su muerte. Tengo claro que la mayoría de la gente que hablará de él, al igual que Doña Dolores, no tendrá ni idea de quién era Berlanga y de lo que ha supuesto para este país porque, sinceramente, si sólo se te ocurre que era joven cuando rodó una de sus películas es porque, posiblemente, no te has interesado ni lo más mínimo por ver una de sus películas.

Es estúpido intentar valorar si Berlanga era un señor de derechas o un señor de izquierdas, algo que está ahí un tanto candente en las crónicas de su fallecimiento, cuando es el autor de algunas de las mejores películas de todos los tiempos. No estoy para nada interesado en saber si tomaba café con unos o con otros porque eso, sinceramente, me parece de muy corto vuelo. Creo que metiéndonos en semejantes berenjenales estaremos haciéndole un flaco favor a la obra de Berlanga y, en cierto modo, dando por buena esa interpretación de la historia de España que, a mi corto entender, es ese plano final de "La Vaquilla" en la que el pobre animal aparece banderilleado y comido por las moscas en medio de las trincheras sin que nadie haya sido capaz de darle ni dos pases de pecho decentes. 

Me quedo con el director de cine, con el tipo que hizo siempre lo que le dio la gana, con el que ni la Censura (esa que está ahora tan de moda de nuevo) pudo batallar. Lo demás es todo pura purrela. 

Esta semana se han ido dos peliculeros...qué penita. 

miércoles, 20 de octubre de 2010

"A Serbian film" (Srdjan Spasojevic, 2010): sobre el compromiso artístico y las formas que hay de retratar lo bueno y lo malo. Diferencias entre lo correcto y lo incorrecto.


Ayer mismo, con el poder de sintetización alemán* que caracteriza a este blog, se les abrasaba a ustedes con el significado y el significante de la música pop y como, lo que nace con una intencionalidad simplemente estética puede al ser entregado al público convertirse en todo un discurso muchas veces entendido desde perspectivas completamente nuevas y novedosas enfrentándose a una relectura feroz que, muchas veces, lo aleja del objetivo primigenio de su creación.

En el asunto flotaba, creo yo, mi repudio hacia eso que se llama “compromiso”.

“Compromiso” es un término asqueroso que, como todos los términos que se manosean, acaban por no tener ningún sentido.

Más allá de lo que entendemos por “artista comprometido” (digamos, por ejemplo, un artista que es nombrado embajador de buena voluntad de UNICEF o que pone su rostro en una campaña de Amnistía Internacional o participa activamente en el salvamento de ballenas varadas en la costa) existe ahora la percepción terrible de que la obra del artista tiene que estar comprometida con unos valores que se entienden como buenos (los que sean) y que la conciencia artística tiene que estar, en cierto modo, regida por una especie de conciencia del bien común. Es decir, aunque no los comparta, el autor tiene que responsabilizarse públicamente sobre las repercusiones que su obra va a tener sobre la sociedad y hacer una especie de examen de conciencia previo antes de llevarla a cabo haciéndose todo tipo de cuestiones morales y, más o menos, testando si esta aportaría algo a la sociedad en general. De no ser así, por tanto, el artista debería de ejercer una especie de censura previa para evitar males mayores.

La polémica un poco burda que la película “A Serbian film” (Srdjan Spasojevic, 2010) ha provocado tras su paso por Sitges viene que ni al pelo para hablar de todo este asunto.

Una airadísima crítica del diario El Mundo recogía de forma bastante explícita algunas de las escenas más fuertes de la película. De ellas se hacía eco Concha García Campoy en su tertulia de por las mañanas de esta forma. Vean y juzguen.


Es casi todo espeluznante ¿Verdad?

Cinco periodistas alrededor que, indisimuladamente, piden explicaciones por la exhibición pública de una película y, más espeluznante aún, sentenciando sobre lo que es bueno ver y abogando a la responsabilidad y la sensibilidad primero de un director de cine serbio y, luego, claro está señalando con el dedo al director del Festival de Sitges, el muy buena gente Ángel Sala.

Suena mucho más divertido el asunto cuando Nacho Vigalondo se hace eco en su blog del asunto sentenciando, con muchísima razón, que hay una diferencia básica entre la ficción retratada por “A serbian film” y el material pederasta que se intercambia en la red.

Mucho mejor es el comentario del director cántabro cuando asegura que le parece absurdo que en el propio debate los propios contertulios salven de la quema moral a un título tan bestiajo como “Saló o los 120 días de Sodoma” que tiene un contenido aún más brutal pero que, al parecer, sí tiene derecho a ser exhibida por estar firmada por Passolini.

Concha García Campoy, que es uno de los destacados miembros de la ya algo pesadita Generación de la Transición, hace lo que actualmente está muy de moda hacer entre los periodistas que no es otra cosa que sermonear. Y sermonea porque les dejamos sermonear y, también, porque como la propia presentadora deja bastante claro en su blog cree estar en el poder de la verdad absoluta y, lo que es mejor, se permite el lujo de pensar que la generación posterior a la suya (este grupo de, al parecer, lamentables paniaguados que no hemos vivido el Franquismo) tiene que ser dirigida y, claro está, educada en no se muy bien que retorcido ideario moralista, que no moral.

No hay más que echar un vistazo para que quede constancia de que, no solo no se baja del carro, sino que además se atribuye la suficiente carga de conocimiento y visión panorámica adulta como para dirigirse a Nacho Vigalondo del modo más paternalista posible señalando que “utiliza una pedagogía muy básica”.

Bien, si ustedes le echan un vistazo al texto se darán cuenta de la cantidad enorme de contradicciones con el que está hilado y la muy ramplona y pobre explicación de la polémica que da la periodista pero, no sólo eso, sino que contradiciendo un poco los límites de hasta donde llega el ejercicio del periodismo se alegra por la discordia que ha sembrado pese a que, para ello, haya tenido que utilizar unos métodos que salen directamente del periodismo más amarillista posible y que tienen que ver con deformar la realidad para que los hechos aparezcan retratados desde el punto de vista más viscoso posible.

A la lista que tenemos de “titos y titas regañones” entre los que estaban el Tito Marías, el Tito Prada, el Tito Pérez-Reverte y alguno más tenemos que añadir ahora a la Tita Concha a la que parece que no le tiembla el pulso para denunciar algo, aunque sea de oídas.

Francamente, entiendo que a la Campoy como ciudadana despistada que se está tomando un café por la mañana leyendo la prensa le espante la temática de “A Serbian film”, no me cuesta imaginarme a la periodista mojando una galleta María en el tazón mientras lee la crónica sobre Sitges y, de pronto, que su cara se quedara congelada con la galleta humedecida y blandurria en la mano a medio camino entre la taza y la boca mientras que ella leía la noticia completamente anonadada. Yo, que soy muy partidario de que no incluir titulares que te jodan el desayuno, creo que soliviantar al personal y calentarlo ya de buena mañana es fatal para los que vamos en el Metro todos los días y, de verdad, lo entiendo. Más que nada porque la crónica también es amarillenta y se regodea en las peores escenas del film. OK, hasta ahí la labor de la ciudadana despistada: cagarse de miedo. Flipar. Alucinar.

Es entonces cuando la ciudadana Campoy tiene que dejar paso a la Periodista Campoy que, ya desayunada, tiene el cometido principal de separar el grano de la paja e informarse para informarnos.

Es decir, si una noticia te llama la atención, lo normal es llamar a los críticos que el periódico de tu grupo mediático tiene en nómina y preguntar: ¿Esto es verdad? Cuéntamelo que, a lo mejor, tu tienes más gracia. Después llamar al propio director del Festival para que te explique el asunto y, después, valorar si vale la pena levantar la perdiz.

El director de “A Serbian film” no tiene que hacer el ejercicio previo de valorar si moralmente o estéticamente o ideológicamente su obra vale la pena, si puede llevarse a cabo. Nein, nein, nein. Lo diré en palabras de Santiago Segura, amigo del marido de Concha García Campoy y con el que debe de haber compartido dos o tres cenas por lo menos, cuando le preguntaron por si no le daba corte que, a lo mejor, alguien se tomara en serio al personaje principal de su cortometraje “Evilio” (una especie de vagabundo que secuestraba jovencitas y las mataba si no contestaban a sus preguntas correctamente…vaya, jovencitas, violencia, sangre, secuestro…vaya…) y que dijo algo así: “bastante tengo yo con escribir el guión y rodar mis peliculillas como para preocuparme por lo que va a pensar la gente”.

El compromiso del artista siempre debería de recaer sobre lo que hace mientras que el del periodista debería de recaer, única y exclusivamente, en informar. Es decir, en ajustarse lo más posible a la realidad, en no engañar a nadie o, por lo menos, en no soliviantar a la gente o asustarla o calentarla o, lo que es peor, acojonarla (como ocurre actualmente en el 90% de los telediarios donde cada noticia parece indicar que vivimos en la peor parte del Bronx). Lejos de la labor de informar quedan la de educar y, por descontando, exhibir una pobre pedagogía para diferenciar lo que está bien de lo que está mal que, por otro lado, como tantas lecciones suelen darse sin el consentimiento de los propios oyentes/lectores/telespectadores.

Mucho más obsceno que “A Serbian film” resulta la innata capacidad que muestra el ejercicio periodístico de sentenciar incluso antes de haber visto la dichosa película.

Pese a todo la Ciudadana y la periodista Campoy siguen enrocadas en su posición diciendo que “no está mal” (es decir, es un derecho inalienable) el decir si a uno las cosas le han parecido bien o mal. Pues no, puesto que el compromiso del periodista no es sentenciar sino describir la realidad.

Esto de describir la realidad es algo que se le exige mucho últimamente a los artistas, que plasmen la realidad, que nos la cuenten, que se impliquen, que se mojen, que discurseen…pues no, sinceramente, no es labor del cineasta plasmar ni una micra de la realidad que lo rodea, ni siquiera implicarse en ella si no quiere y, mucho menos, tiene que convertirse en un responsable de las tensiones, convulsiones y comentarios que de su obra se produzcan.

En cierto modo el artista decir “ahí os dejo esta cosita a ver que os parece” y luego, si quiere, diluirse.

No estoy en contra del artista comprometido, tampoco del artista que transmite un mensaje, es más, la mayoría de las veces agradezco estas posturas y me parece bien que las personas pierdan su tiempo y den la cara por esta u otra causa. Me parece bien que protesten en contra de la guerra, que escriban canciones que cambien conciencias, que rueden películas que denuncien hechos terribles, que tomen una postura, que hagan tomar conciencia al personal pero, sinceramente, esa es una opción entre muchas otras y nada más.
Lo más curioso de este debatito pequeño es que, en realidad, “A serbian film” es una película de género que quiere hacer una especie de retrato alucinado de la situación que se vive en Serbia. Es decir que, en definitiva, Spasojevic no sería más que un artista que ha tomado conciencia y que se encuentra comprometido con el hecho de retratar los males que asolan a su país. El problema es que, al parecer, ha elegido una forma poco adecuada de hacerlo. Claro.

La cosa va de un ex actor porno que es contratado para una última película, una especie de porno experimental. Los paralelismos con la realidad, están pespunteados con gracia dentro de la narración, es más, el tipo que produce y dirige el cotarro es un psicólogo (Radovan Karadzic, criminal de guerra, era psiquiatra) y por la narración se van entreviendo los males que aquejan a la actual Serbia y, como no, una especie de lectura asilvestrada de los fantasmas del nacionalismo y, por ende, de la manipulación que se hizo de la población para que, como el protagonista de la cinta, acabara asesinando, violando y matando no ya en nombre del cine (la obsesión de este malo es el cine) sino en el nombre de algo tan etéreo como el concepto de patria. Mucho habría que hablar también sobre la estructura de la película (una especie de relectura de la también excesiva y muy mostrenca “Irreversible”) y del final de la misma que no les reventaré por si acaso ustedes se atreven a verla. Desde aquí les advierto: es más un thriller que otra cosa y, sí, es una película que no es apta para estómagos sensibles pero, la verdad, asistimos con enorme pasividad al horror de manera diaria (un horror completamente real) y eso parece hacernos menos daño que una película.


No se me escapa que el tema de los Balcanes es un tema sangriento, violento y con un trasfondo tétrico gigantesco que, para nosotros, espectadores del conflicto bien puede ser algo inentendible desde la distancia. Se me escapan sin embargo, y por completo, los efectos colaterales que la población de Serbia y de los otros países implicados en el conflicto viven día a día, del terrible awakening que debe de suponer despertarse en un país roto por la guerra y que ha nacido tras una historia brutal de genocidio.

“A serbian film” me ha resultado una vomitera, no se si una vomitera buena de esas que te dejan dormir tras un buen empacho, pero sí me da la sensación de que es una película concebida como elemento exorcizador de muchos fantasmas. Fantasmas que su autor ha decidido retratar en forma de notable película de terror, de viaje alucinado por el pasado implicando a la pornografía, a la familia, a la chaladura colectiva y pasajera que provocan un cocktail de drogas de diseño o un buen chute de terrorismo institucional.

No es cosa de dejar atrás tampoco el hecho de que la película que se está rodando dentro de “A serbian film” es algo que va a venderse al extranjero, para que sea disfrutado por un público ajeno que, en palabras del malo de la cinta (Vucjick se llama el amigo) “devora todo lo que tiene que ver con las víctimas”. Dice él mismo que las víctimas es lo que más vende, que es el mejor objeto para ser exportado. Interesante. El director postula, no sin cierta razón, que Serbia exportó un horror televisado que fue digerido por el planeta entero con alegría y que, como todo lo que se ve por televisión, parece rodeado de un halo de irrealidad. Es interesante que todo esto, todo este asunto, se haya disparado por la incapacidad que a veces demostramos por discernir entre lo real y lo ficticio.

Sería sin duda haber hecho una película de buenos y de malos. Spasojevic ha decidido hacer una película sobre un puñado de hijos de puta. Unos hijos de puta que, como ustedes y como yo, navegan todos los días en la difusa frontera que hay entre lo correcto y lo incorrecto. Es posible que estemos ante una peli que evalúa entre los diferentes niveles de "hijoputismo" sin entrar en la tarea de dividirlos pero, también, incidiendo en el terrible hecho de que, de un modo u otro, todos podemos ser tentados por la maldad (aunque esta se aparezca de modo evidente) y participar de ella de un modo activo o pasivo.

Es también posible que el director serbio haya prescindido de ese discurso de "somos una nación dañada y psicológicamente al borde del colapso" y lo haya suplantado por uno más directo que vendría a decir algo así como "A Serbia le dieron por el culo, tenemos el culo abierto y, por desgracia, ha habido tal lío que no sabemos quién es culpable de darle por el culo a quién, quién recibió más y quién dio menos o viceversa. El caso es que estamos hechos un lío y francamente mal de la mollera".

En definitiva “A serbian film” es el intento de un director de cine por transmitirnos cosas, por transmitirnos cosas desde una perspectiva personal, sin censuras previas, sin intentos por moralizar. “A serbian film” es una película de terror, un asunto de género, una peli de la que se va a hablar un montón y que, no me extraña, vendrá precedida de una polémica enorme y se estrenará bajo una terrible presión mediática. El horror balcánico, como el del Tío Creepy, llama a nuestra puerta de nuevo. No esperen una película al uso de las tantas y tantas que se han hecho sobre la Guerra de Los Balcanes, no esperen piedad o misericordia. No. Ahora tienen la oportunidad de disfrutar de un análisis artístico del asunto, de verlo desde otra perspectiva completamente nueva. De eso se trata el compromiso del artista ¿no? De ofrecernos algo, de entregarnos materia con o sin mensaje. Esta es una película que divaga sobre lo correcto y lo incorrecto, sobre la delgada línea que hay entre verdugos y víctimas.Nada más. El ruido lo ponemos nosotros.

Nota del Insustancial: (*) "Sintetización alemana". Un profesor de filosofía de mi instituto decía, jocósamente, que los alemanes eran los únicos capaces de escribir una "Pequeña introducción al estudio de la letra L" y que esta tuviera una extensión de 40 tomos. Desde entonces me atribuyo esa interesante capacidad. 

Nota del Insustancial 1:  Disculpen, como siempre, la extensión insoportable de estos dos últimos post.

Nota del Insustancial 2: Mañana intentaré volver por la senda de lo que es sólamente bueno y bonito. Aunque, la verdad, no les prometo nada.

Nota del Insustancial 3: Si escarban un poquillo y miran a la derecha encontrarán una frase del dibujante Miguel Ángel Martín (perseguido siempre por la polémica) donde hallarán una interesante conseja sobre lo políticamente correcto.

sábado, 16 de octubre de 2010

Las mujeres primero (Marcos Borregón, 2010)


(Foto tomada del blog xavisuescun.blogspot.com) 

El amigo Marcos Borregón ha finalizado "Las mujeres primero" un documental sobre el programa de microcréditos para mujeres que la ONG "Amigos de Tara" está desarrollando en India.

La cosa le ha quedado tan interesante y tan bien hecha como "Soy Meera Malik", su anterior cortometraje documental que estuvo nominado a los Premios Goya y que resultó la sorpresa de su año pese a no alzarse con el premio finalmente, y persigue el mismo objetivo: concienciar. Esta vez, utilizando testimonios más directos y usando varias voces.

Sin discurso moralista de fondo Marcos, que es cooperante de "Amigos de Tara", va desentrañando el trabajo de esta y va bosquejando el ideario de esta organización que persigue el asentamiento de bases económicas, sociales y educacionales que garanticen el futuro de India desde un punto de vista más directamente informativo y menos cinematográfico.

Mi reflexión después de verla es que está bien que haya gente que echa una mano por el mundo pero, sobre todo, da mucho gustito saber que es gente que lo hace de forma inteligente.

Pueden ustedes verlo aquí

Si quieren ustedes saber algo más sobre las actividades de "Amigos de Tara" pásense por aquí.  

lunes, 27 de septiembre de 2010

Extraterrestres y embajadores especiales


Nota del Insustancial: "Los Platillos volantes" es una canción original del grupo barcelonés Los Salvajes de 1968. Por desgracia no he encontrado la versión buena y cuelo esta versión de Siniestro Total incluída en el disco "Cultura Popular". Me hubiera gustado encontrar también la canción que acompaña a los créditos de "Platillos Volantes" la peli de Oscar Aibar pero no tengo ni idea de quien la canta. ¿Alguien sabe algo?

Hoy La Sexta Noticias y Antena 3 Noticias (ambas en su primera edición) nos han informado de este chocante hecho interestelar: "La ONU ha nombrado a la astrofísica malaya Matzlan Othman como la embajadora de los humanos frente a los extraterrestres".

Lo primero que he pensado ha sido en que debía de sentarme al ordenador y escribir una especie de disculpa para todo el mundo de la investigación ufológica. Yo, maldito insensato, que desde hace años me río de Iker y de su señora, de Caballo de Troya, de Sierra, de la revista Más Allá, de las paridas de Carballal...qué duro iba a ser pedirle perdón a esta gente y reconocer que sí, que tenían razón y que todos esos catetos americanos secuestrados y todas sus teorías que siempre me habían parecido hechas con trozos de trolas y retazos de imágenes de películas sobre extraterrestres eran una verdad como un templo.

Mi siguiente pensamiento ha sido para la propia embajadora. Es decir, creo que por interés de todos los seres humanos habría que hacerle llegar una nota requiriéndole que hiciera la siguiente pregunta: "¿A qué viene eso de estar mirando en los culos de los humanos desde mediados del siglo pasado? ¿Era por investigación o por algún rollo morboso?". 

Y en eso también vi que había un embrollo diplomático de alto nivel porque, vamos a ver, habría que pedir ciertas responsabilidades: se han oradado muchos culos humanos inocentes con una serie de aparatos de medición no homologados por ninguna autoridad sanitaria del planeta Tierra, ¿podrían garantizarnos que todas esas sondas y esos tubos estaban, al menos, limpios?

El tema de la sonda anal extraterrestre siempre me ha llenado de dudas, es decir, de ser los humanos los que subrepticiamente hubiéramos estado secuestrando extraterrestres para meterles material de prospección por los bajos seguramente, al entrar en contacto directo seríamos preguntados por los perplejos seres de la otra galaxia (mancillada, quiero añadir)  sobre las razones y, no me cabe duda, los seres humanos como raza preferiríamos arrasar dicho planeta antes que ponernos a dar farragosas explicaciones sobre el asunto que siempre darían pie a malas interpretaciones o a dudas sobre la sexualidad de todo un planeta.

Sí, es verdad, cuando se descubre una raza nueva lo normal es hacerle una serie de exploraciones pero, de verdad, creo que a partir de la prospección rectal nº 20 el proceso, por narices, tiene que volverse mecánico y arrojar los mismos datos, es decir, que ya se hace o por vicio o porque uno manda a estas misiones a científicos tontos de remate que no son capaces de encontrar lo que andan buscando.

Es decir, que por no reconocer ni lo uno ni lo otro lo normal es que prefiramos aniquilar a la otra civilización y dedicarnos a otras cosas.

Dejando a parte estas cuestiones de la sonda anal (tan importantes) luego me planteé la idoneidad de la embajadora y pensé que no era la más adecuada: en España sabemos que lo que les gusta a los guiris es ver cosas típicas y, por lo que yo se, los científicos normalmente se acuestan pronto y parecen un poco muermos en general...con lo que se valora últimamente el haber estudiado "en la universidad de la calle" lo normal es que elijamos a alguien que, de verdad, pueda entretener a las entidades de otro mundo y pasearlas por los lugares más típicos de los diferentes países: fumaderos de porros, lupanares de todo tipo, baretos, juergódromos...

Si ven que somos una gente sandunguera que sabe montar una fiesta a unas personas que deben de estar hartas de mirar los Rayos C más allá de la puerta de Tanhauser (un espectáculo que, al principio, tiene que molar pero que luego tiene que hacerse tan mecánico y repetitivo como un sondeo anal) es posible que sus aviesas intenciones de esclavizarnos, convertirnos en comida o, simplemente, llevarnos por delante por las mismas oscuras razones que por las que llevan ahí desde hace años mirándonos como el que mira a un chimpancé en el zoo, amainen un poco y, al menos, podamos convertir el Planeta Tierra en una especie de gigantesco Parque Temático Interestelar mitad Montañas rusas, mitad Marina D´Or...¿No ven ustedes las inmensas posibilidades de poder reconvertir su piso en un hostal con encanto y clavarle a esos guiris de Orión un pastizal por un servicio deficiente y una comida que da mucha pena? ¿Que las culturas superiores no se dejan engañar así como así? ¡Ja! ¡Miren en los Chiringuitos! ¡Se acabaría el paro de un plumazo!

Es por eso que lo mejor sería que el Embajador de la Humanidad ante la potencia extraterrestre fuera alguien con sentido del humor contrastado, que tuviera hígado de rata y  no le importara pasar cuentras astronómicas a la ONU por valor de todas las juergas y cachondeos posibles: elijamos a alguien de la Operación Malaya, a esos diputados ingleses tan juerguistas, a un tío en plan Berlusconi...lo iban a flipar...pero, por Thor, si le ponemos a una astrofísica es posible que directamente piensen: "Estos bichos son un muermo pero...¡parecen tiernos!".

En caso de que la invasión fuera mutua, es decir, que nos permitieran ir a su planeta para establecer algo así como bases o embajadas no tendría duda en que no elegiría a ningún militar, ni a ningún diplomático al uso. Yo me decantaría por encargarle esa misión al Jefe del departamento de expansión de Mercadona. ¿A que ya no se acuerdan de cuando Mercadona, simplemente, no existía? Pues esos chiflados de Valencia han conseguido poner un supermercado en cada esquina...no hay duda, en menos de tres meses el Planeta que fuera estaría tarareando ese jingle tan pegadizo: "Mercadooona/Mercadona/Mercadooona/Mercadona".

No tengo tampoco ninguna duda en que prohombres europeos como Sarkozy o los representantes catalanes del PP mirarían al cielo aliviados cuando vieran la primera nave entrar en la troposfera. No sentirían ninguna presión porque habrían descubierto como quitarse de encima a todos esos rumanos tan molestos, a los gitanos...es más, no me cabe duda de que más de uno en Madrid pensaría que esa era la mejor oportunidad de quitarse a los catalanes de encima, mandándolos al Espacio Exterior donde, recuerden, nadie podría escuchar sus gritos.

Pensándolo bien, y pese a ese asunto tan molesto de la sonda, el contacto con los extraterrestres sería algo así como la bomba, la panacea, lo guay. Vale, quizás las religiones reinantes se lo tomarían mal porque ninguno de sus libros sagrados observa la posibilidad de que exista un experimento de vida fallido como el nuestro pero, bueno, borrón y cuenta nueva: Los dioses nos hicieron así como defectuosos y no nos vamos a poner tiquismiquis porque otros les hayan salido más listos pero con dos antenas o una trompetilla de verbena por nariz.

Para lo único que me quedaban dudas a esas alturas era para explicar la programación de Telecinco, en general. Un hecho inexplicable que, si nos observan, les tiene que tener entre atónitos y acojonados.

Es una pena que, al mirar por internet, la noticia se haya revelado como completamente FALSA. Es decir, que es simplemente uno de esos disparates publicados por un periódico inglés, el Sunday Times, que es una especie de periódico dominical de gran tirada y, por lo que se ve, poco informado. Como si fuera cosa de Ciencia Ficción, aunque cada vez es más frecuente, este bulo se ha colado en el semanal y, desde aquí, hemos hecho eso tan bonito de "copiar y pegar" pero añadiéndole algo más de chicha por si alguien se daba cuenta.

The Guardia, que si es un medio serio, se ha preocupado por preguntarle a la presunta embajadora y esta ha dicho que no, que le da pena, pero que la ONU todavía no tiene un departamento de estas características. Aquí.

Nuestro gozo en un pozo, bueno, en un agujero negro. Al parecer estamos todavía a millones de años luz de semejante invasión pero, tranquilos, el día que lleguen nos enteraremos, mal, pero nos enteraremos si es que, justamente, el día del aterrizaje no están todas las televisiones emitiendo el nacimiento de un nuevo hijo de Belén Esteban o nos jugamos la final de badminton. Entre que llegan y no llegan vayan haciendo acopio de fruslerías para venderle a estos seres del Espacio Exterior, ya saben lo tontos que se ponen los turistas con los souvenirs. No pierdan la oportunidad.