lunes, 15 de noviembre de 2010

Dino de Laurentiis y Luis García Berlanga


Dino de Laurentiis estaba tan a partir un piñón con David Lynch que, cuando a la hija del productor italiano, le extirparon el útero a ambos le pareció buena idea meterlo en un bote de formol y regalárselo al director norteamericano que, al parecer, lo tiene por su casa aunque, ha desmentido en varias ocasiones, que esté encima de la mesa de su despacho como el productor afirmaba en el documental que se hizo sobre su vida. 

Es decir, echándole un vistazo a la trayectoria de David Lynch uno bien pudiera pensar que podría ser una de esas personas a las que no le importaría tener un objeto decorativo semejante en su despacho. El asunto encaja. Sumemos: Lynch+fascinación por lo rarito=¿Sabes que tengo el útero de Rafaella de Laurentiis en mi despacho? ¿Quieres verlo?

Si una cosa caracterizó a Dino de Laurentiis en toda su vida fue su innata capacidad para vender historias de este estilo. John Millius contaba que el italiano intentó convencerlo para que se encargara del guión de "Flash Gordon" cosa que a Millius (que andaba intentando sacar para adelante "El gran miércoles") no le hizo mucha gracia. Le dijo muchas veces que no y en todas Don Dino le contestaba de la misma forma. El director y guionista americano lo contaba más o menos así: "Se ponía delante de mi y con su acento italiano me decía va a ser una  gran producción, voy a hacer una gran película de efectos especiales, que será más grande que La Guerra de las Galaxias...luego vi la película, y la verdad, aquello no tenía nada que ver con lo que Dino me había contado pero es que las cosas eran mucho mejores cuando te las contaba él".

Sumen otra vez: ¿No se alimenta mucho mejor la fama de "extraño" de Lynch si se cuenta que tiene un útero sobre la mesa de su despacho? 

Fernando Trueba cuenta, entre carcajadas, que cuando fue a visitar el rodaje de "Conan El Bárbaro" (creo que en calidad de crítico, todavía) que se estaba filmando en España alguien de la película le dijo: "Te voy a llevar a que conozcas al actor principal...va a ser una gran estrella de Hollywood en el futuro". Dice que lo que vio fue a un tío musculoso embutido en un braguero de piel que, a duras penas, se expresaba en un inglés con acentazo alemán. Era Arnold Chuacheneguer, claro. En ese caso, como en tantas otras ocasiones, Dino de Laurentiis acertó (no como con Flash Gordon que se dio el hostión). 

Dicen los titulares de estos días que con la muerte del italiano se cierra una especie de capítulo de la historia de los productores. Dudo mucho que esto sea así teniendo en cuenta que ahí están los hermanos Weinstein que, al igual que De Laurentiis, han dado mucho al cine pero, claro está, también le han quitado mucho. Echen un vistazo, y volvemos a Lynch, de ese crossover de personalidades que se encuentra en "Mullholland Drive" en el que se caricaturiza, con un humor propio de Lynch, a un productor italiano obsesionado por tener un buen café expresso encima de la mesa y al que se añaden también personalidades diversas de otros loquitos del cine como Brian Grazer o los propios Weinstein dibujados a lápiz grueso. Nadie hizo tanto por disimular su desprecio a tantas personas y le quedó tan evidente. 

Y es que la lista de productores que sobreviven en el negocio con las mismas etiquetas que los norteamericanos le colgaron a De Laurentiis es sumamente larga. 

Los productores están todos mal vistos. Fíjense, por ejemplo, en esta descripción del trabajo de producción que se atribuye (si no me equivoco) a Billy Wilder: "Un productor es ese hombre al que llamas desde la habitación de un hotel en la que te has citado con una mujer y, sin querer, has matado. Se presenta allí en mitad de la noche, te entrega dinero en metálico, un pasaporte con una nueva identidad y un billete hacia un país extranjero...pero antes de todo eso se acuesta con la muerta". 

Tacaños, interesados, ventajistas, figurones, desquiciados, analfabetos, ególatras, negreros...todos los productores del mundo comparten una larga lista de adjetivos negativos y, curiosamente, en algún momento de su vida bregarán con  una interesante pregunta muchas veces sin respuesta: ¿Cómo alguien así ha querido dedicarse a hacer películas? 

Una pregunta dolorosa porque, la mayoría de los productores, se consideran así mismos una especie de artistas que disfrutan metiendo mano en el guión o dando órdenes sobre montaje y dirección. Sin embargo, ni escriben, ni dirigen, ni actúan...¿Por qué? Porque no tienen tiempo...o, al menos, esa es la sensación que te da cuando hablas con algunos de ellos. Con una pasmosa facilidad De Laurentiis era capaz de atribuirse el éxito de esta o aquella producción (al igual que por ejemplo ese personajazo que es Robert Evans) y, sin embargo, quitarse del medio con la misma elegancia en el caso de que el asunto resultara un fracaso. ¿Por qué? Ya estaba buscando pasta para hacer otra película y nadie quiere tratar con alguien que ha sufrido un severo correctivo. 

Es posible que fuera un roñoso italiano que no se enteraba de la misa la media (que no supiera diferenciar entre una obra maestra y un tiro por la culata...lo que dudo porque nadie te asegura una vida tan larga si eres tan tonto)  o que mirara el centavo al peso (tendrían ustedes que saber qué producción española repartía día sí y día también bocadillos de pisto como único cátering por orden de un productor de cuyo nombre nadie quiere acordarse...tampoco de la película...) pero, lo cierto, es que siempre lo estuvo intentando, exagerando las verdaderas posibilidades de la empresa, forzando la máquina, vamos. 

Tanto por bueno como por darle la vuelta al calcetín, es decir, por conseguir que algunas atrocidades se convirtieran en "malas buenas películas" (El remake de King Kong, Flash Gordon, Tai Pan, Huracán...) Dino de Laurentiis pasará a la historia del cine como el arquetipo del productor espabilado que comenzó en la miseria y se alzó a base de echarle morro sobre el común de los mortales. 


Si con Dino de Laurentiis el mundo se ha llenado de titulares sobre ese presunto cierre de un capítulo lo cierto es que la muerte de Luis García Berlanga nos deja a los españoles con el sabor de que se nos ha ido el padre del cine español. No quisiera yo meter el dedo en la herida pero me ha parecido impresionante que el despliegue de noticias haya sido inmenso en comparación con el de la muerte de Azcona al que, y ustedes berlanguianos me perdonarán, considero yo uno de los mejores guionistas del planeta y, arriesgándome a que en Alfa Centauri haya una civilización desconocida, de la Galaxia. 

Lo que me queda claro es que Berlanga era un icono. Mucho me ha sorprendido la confluencia de tirios y troyanos (peperos y socialistas) en los actos fúnebres donde, por desgracia y con la habitual falta de interés por la cultura nuestra clase política se ha retratado en las declaraciones de Doña Dolores de Cospedal a la que no se le ha movido un músculo al afirmar: "Cuando me he enterado de que dirigió Bienvenido Mr. Marshall con 31 años...". Es decir, no parece que Doña Dolores supiera mucho del cineasta más importante (o uno de los más importantes del cine español) hasta que alguien le ha pasado una notita con algunos datos de la Wikipedia. Qué pena, ¿no? 

Y es que, como decía Azcona: "Yo no estaba interesado en hablar de política en las películas y Berlanga bastante menos que yo". Ahí queda eso. 

Me hace gracia la frase, resaltada con malicia por cierto, porque Berlanga pareció demostrar durante toda su vida cierto desprecio por las cosas conservonas y los meapilas, por echar unas risas con eso de la tradición y los curas, por no tener el más mínimo aprecio por las festividades sino era para usarlas como arma arrojadiza y, sin embargo, ahí están todos ellos dando el último adiós con esas palabras solemnes. 

Más de una vez en mi vida me he quedado yo también con esa duda de saber si era un tipo que me caía bien o me caía mal pero, ante la duda, siempre veía Plácido o El verdugo y me volvía a reconciliar con el director y con el personaje que siempre ha vivido como le ha dado la gana, cosa que aprecio bastante. 

Adoro de Berlanga esos planos secuencia largos y esa acidez, la amargura de su humor, su pasión por el exceso y por la plasmación del mismo: las colecciones de velo púbico del marqués, la muñeca de Piccoli, el yerno de El Verdugo, el cojo que iba detrás de la comitiva que cantaba "Americanos", la boda de Plácido, el tontico de "La Vaquilla" diciendo que prefería esperar a "La Mora, que hace el francés", el torero y el toro de Calabuch, Pajares jugando al billar en "Moros y cristianos" o ese cartel del final de "Paris Tombuctú" donde se leía "Tengo miedo"...

Como siempre, corremos el riesgo de que a Berlanga lo despedacen con la intención de repartirse los trozos más jugosos y que, en estos días, escuchemos muchas paridas con respecto a su vida y a su muerte. Tengo claro que la mayoría de la gente que hablará de él, al igual que Doña Dolores, no tendrá ni idea de quién era Berlanga y de lo que ha supuesto para este país porque, sinceramente, si sólo se te ocurre que era joven cuando rodó una de sus películas es porque, posiblemente, no te has interesado ni lo más mínimo por ver una de sus películas.

Es estúpido intentar valorar si Berlanga era un señor de derechas o un señor de izquierdas, algo que está ahí un tanto candente en las crónicas de su fallecimiento, cuando es el autor de algunas de las mejores películas de todos los tiempos. No estoy para nada interesado en saber si tomaba café con unos o con otros porque eso, sinceramente, me parece de muy corto vuelo. Creo que metiéndonos en semejantes berenjenales estaremos haciéndole un flaco favor a la obra de Berlanga y, en cierto modo, dando por buena esa interpretación de la historia de España que, a mi corto entender, es ese plano final de "La Vaquilla" en la que el pobre animal aparece banderilleado y comido por las moscas en medio de las trincheras sin que nadie haya sido capaz de darle ni dos pases de pecho decentes. 

Me quedo con el director de cine, con el tipo que hizo siempre lo que le dio la gana, con el que ni la Censura (esa que está ahora tan de moda de nuevo) pudo batallar. Lo demás es todo pura purrela. 

Esta semana se han ido dos peliculeros...qué penita. 

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