martes, 16 de noviembre de 2010

Sensibilidades contradictorias


Hoy Esteban González Pons hablaba de sensibilidad. Sí, decía que el gobierno de Zapatero parecía insensible a los asuntos del Sahara Occidental y que asistía casi impertérrito a las revueltas de El Aiuun sin tener en cuenta ni el dolor, ni el sufrimiento del pueblo saharaui.

Muchas veces, más que la camisa que elegimos para salir en televisión, o el discreto grado de rayos UVA que nos ponemos para parecer siempre saludables y descansados (un must de la clase política valenciana) o los gestos como abrazar a manifestantes cuidándonos muy mucho de que la cámara capte nuestra beatífica cara de apoyo sin fronteras y máxima sensibilidad y cercanía con la causa del Sahara Occidental, nos suele traicionar algo tan tonto como las palabras que elegimos. 

González Pons, como muchos políticos españoles y mucho más triste muchas plataformas y organizaciones de apoyo al Sahara Occidental, usa un término curioso: pueblo saharaui. 

Hagamos un pequeño análisis de las implicaciones morales que tiene utilizar unos vocablos de este calado. Así a vuela pluma se me vienen a la cabeza unas cuantas: 

- Hablar de "pueblo saharaui" no implica que en nuestro discurso reconozcamos, ni de lejos, la independencia del Sahara Occidental. Es decir, preferimos el uso de unos términos difusos y ambivalentes que hablan de un sentimiento pero no de una nación. Diciendo cosas como "pueblo saharaui" no decimos nada, excepto la enunciación de un tópico vacío.

-Las connotaciones colonialistas de estos términos serían más propias de la visión de un explorador del Siglo XIX que las de una persona que vive en nuestro siglo. Si el uso, asquerosamente populista, de términos como "Pueblo español" es una herencia del discurseo franquista más añejo y apestoso que aludía directamente a la neblinosa forma de entender España como un cúmulo de accidentes folclóricos unidos bajo la misma bota de montar la imputación de eso de "pueblo saharaui" no nos deja muy bien parados pues, en la misma contradictoria expresión, se encuentra ese puntito de exotismo, de lejanía y de necesidad de apadrinamiento sobre un grupo de personas que, en el fondo, entendemos como inferiores a nosotros. 

-Lo normal es que, sin temor a equivocarnos, fuéramos capaces de hablar simplemente de saharauis (como nacionalidad, si ese es nuestro propósito) y de Sáhara Occidental o de República del Sahara Occidental o del nombre que los saharauis quieran darle a su país. 

-Es muy divertido que Pons, a estas alturas algo así como el director de comunicación del PP y el responsable de gran parte de la política mediática del mismo, aluda a un término como "sensibilidad" para atacar la postura del gobierno español frente a la situación que se vive en El Aiuun. Es curioso porque, si echamos la vista atrás y volvemos al momento Aznar, nos encontraremos con un partido político que antepuso los intereses de la nación a la sensibilidad de los ciudadanos de la misma para apuntarse a la II Guerra del Golfo que, al parecer, nos garantizaría unos beneficios diplomáticos y económicos a largo plazo que justificarían cada bombardeo sobre población civil iraquí.

Los argumentos, en este caso, son intercambiables. Es decir, me imagino que si el PP estuviera en el poder se tendría que tragar el sapo del Sahara como se lo está tragando el actual gobierno por algunas de estas razones: 

- El entramado comercial español en Marruecos.
- El control del Estrecho. De esto no suele hablarse pero, una de las bazas de Marruecos, es desinteresarse de pronto por el flujo de la inmigración ilegal o el tráfico de drogas (no solo hachís, desde hace tiempo las rutas comerciales de la cocaína o la heroína tienen puestos sus intereses en la zona). 
- Un viraje del Gobierno de Marruecos hacia posiciones menos pro-occidentales en materias como la religiosa lo que siempre pone de los nervios a Estados Unidos y la UE. 
-Y, en términos menos importantes porque el riesgo es mucho menor, el hecho de que Ceuta y Melilla estén en la posición geográfica y estratégica en la que están.

Teniendo en cuenta todos estos puntos entenderán ustedes que los intereses de la clase política (esta que es tan sensible con el conflicto Marruecos-Sahara Occidental según ocupe unos escaños u otros) alejan El-Aiuun de un modo real del mapa de las decisiones que tienen importancia y que, en realidad, todo atiende a remover la polvareda más que a tomar medidas reales porque, como bien apunta el discursillo del señor Pons, ni él mismo se cree lo que promulga. 

Si la clase política española no siguiera tratándonos como a unos imbéciles posiblemente alguien se hubiera dignado a explicarnos la cruda realidad de una vez sin subterfugios, ni disimulos. Unas explicaciones que son tan sonrojantes como los intentos del gobierno marroquí por extender un puente ideológico entre Al-Qaeda y el Frente Polisario. 

Más allá de eso, lo que no cuenta el PP es que tampoco tiene demasiadas soluciones o que exige soluciones que tampoco llevaría a cabo de gobernar. El aumento de la presión diplomática sobre Marruecos es una opción descartada porque tiene que contar con el apoyo de los norteamericanos que, con Obama o sin Obama, creen que Mohamed VI es un valedor del control del islamismo radical en la zona y, por otro lado, ansían poder controlar los fosfatos del Sahara para su explotación así como una futura prospección del Atlántico en la zona para saber, si de una vez por todas, se encuentra allí una gran bolsa de petroleo de la que podría nutrirse alguna compañía yanqui. 

No me cabe duda que al PP le va este tema de la fuerza militar. Ya saben, el rollo épico. La Isla Perejil. Con viento fuerte de Poniente. El Cid. Moros y Cristianos (eso si que le gustaría a Pons, tan levantino). 

Decía Colin Powel, en una entrevista concedida a la edición norteamericana de la revista GQ, que uno de los momentos más ridículos de su mandato fueron aquellos en los que una llamada de Federico Trillo lo despertó de su letargo para informarle de que Marruecos había invadido España. Claro, un marrón. Pensando que los marroquíes andaban cortando cabezas por Sevilla el hombre se dispuso a ponerse al mando de la crisis (Europa invadida, no les digo nada) y, al llegar a su despacho le informaron de que lo que se estaba dilucidando era la soberanía sobre una pequeña roca. Mosqueado como una mona se volvió a la cama no sin antes pedirle a sus homólogos marroquí y español que, por favor, no lo despertaran por nimiedades y menos cuando ambos le pidieron una declaración de esas en las que tenía que prometer que no tomaría partido por ningún bando...algo que no pudo hacer puesto que para el texto de la declaración ninguna de las dos partes se ponía de acuerdo en que en ella se nombrara al islote como Perejil o como Laila ("perejil" en árabe).

Nos podemos poner gallitos y hacer como esos ridículos que, en los bares, inician una pelea y luego se ponen en plan "sujétame que como me sueltes la lío" pero, en realidad, si ir a la guerra por unas futuras promesas sobre petroleo e infraestructuras resultó ser un endeble argumento no lo es menos intentar meter los carros de combate en una nación extranjera aduciendo una "infinita sensibilidad con el Pueblo Saharaui". Entiendo que la imagen de la bandera rojigualda siendo izada en Rabat sea algo que pueda poner el orcate calentorro a cualquiera...sí, claro, el rollo de Alhucemas y del Desfiladero de El Lobo y tal y Santiago y Cierra España pero, sinceramente, no es lo mismo entrar en una roca baldía y matar a una pobre cabra que meterte en una guerra de verdad. 

Por otro lado, seamos serios: no es que el PP parezca ser un partido que pueda alinearse con los habitantes del Sahara aunque sólo sea por el hecho de que son musulmanes. ¿Ven ustedes a Mariano Rajoy comiendo cous-cous o descalzándose para entrar en la zona de rezo una mezquita? 

¿Soluciones? Bueno, pues hay pocas soluciones para el Sahara. Cuando Koffi Annan dejó el cargo en 2005 advirtió sobre que era un conflicto que tenía pocos visos de arreglarse. Si la democratización de Marruecos es ya una empresa casi imposible (más que nada porque la democratización de Argelia que los franceses intentaron consolidar se resolvió con la subida al poder del FIS que no era un partido muy pro-occidental y, por tanto, se llevó a cabo una vuelta a los tiempos del palo y tentetieso) el hecho de que  renunciara a la soberanía sobre unos territorios golosos en muchos términos  (fosfatos, pesca, petroleo, control estratégico sobre las actividades mauritanas y argelinas...) por medio de un referendum parecen una quimera. Es posible que todo este asunto se acabara si, de algún impreciso modo, la gente comenzara a tener una conciencia y una sensibilidad real y no le importara coger el toro por los cuernos en ciertas cuestiones. Es decir, quimera sobre quimera. Me pregunto cuanto tiempo tardarán nuestros políticos en olvidarse de todo esto.Como bien dice mi tío, que es tunecino: "los europeos nos miran como si fuéramos algo exótico...pero estamos sólo a unas horas de barco y todavía se empeñan en ver nuestros problemas como algo que no va con ellos, como si no fueran los culpables de nada y no fuéramos más que unos salvajes riñendo entre ellos".  

Mientras tanto, podríamos pensar también en ese otro conflicto olvidado llamado Guinea Ecuatorial por el que parece ser que no conmueve tanto a nuestra clase política...y ahí si que somos honestos: Teodoro Obiang vive sentado sobre un pozo de petroleo real y palpable. 

1 comentario:

Jo dijo...

la contradicción es que hoy en día uno pareciera que a razón de las distancias... se piensa que no puede uno fijarse de nada

el mundo esta de aquel lado y la gente no sufre... aparentemente


aparentemente uno cree que el mundo esta funcionando como debe

que las atrocidades ya no pasan en ninguna parte o muy lejos...
entonces para que tener sensibilidad a eso...


triste en pleno sigloXXI