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sábado, 11 de octubre de 2008

Fantasmas centroeuropeos


Me incluyo entre los que no tenemos Dios y aspiran a no tener amo. Carente de cualquier tipo de idea de trascendencia,transustanciación o esperanza sobre la vida eterna del alma humildemente espero marcharme de este planeta con las cosas más o menos terminadas y sin que una parte de la humanidad respire aliviada. Me conformo con eso.

Espero que no me pase como a Jörg Haider, líder de la ultraderecha austriaca y presunto futuro catalizador de las tendencias derechistas más radicales de europa, que esta madrugada a muerto al volante de su potente auto de fabricación alemana.


Como mis firmes creencias en la no existencia en ningún ser superior o fuerza cósmica superior que rija los destinos de este puñetero caos que paradójicamente llamamos Cosmos me inhabilitan para pensar que el espíritu de Herr Haider tendrá una vida posterior perpetua en un lugar llamado infierno me muerdo la lengua y saco la conclusión de que la peor condena posible es descubrir que un gran número de seres humanos que han compartido contigo planeta, continente, país, calle, barra de bar, descansillo de escalera o cualquier zona comunal se tome su desaparición con un conclusivo levantamiento de hombros y un "ni me entristece, ni me alegro".


Haider se las pira entre un silencio acusador roto por los flashes de las cámaras que han inmortalizado los trozos retorcidos de su coche y el sonido de las teclas de los ordenadores en los que se han escrito las crónicas desapasionadas sobre el suceso y que destilan en un perfecto tono neutro el recorrido de este lider que despertó los fantasmas del nazismo tocando los botones del odio, el terror y la violencia. La falta de adjetivos puede achacarse no a una recuperación momentánea del sentido común por parte de los informadores si no, más bien, al hecho de que una biografía política como la del austriaco se explica por sí sola, no necesita de mucha leña para ser iluminada.

Pocas vidas han sido tan inútiles y carentes de sentido como la de Haider que en su camino no tuvo ni un segundo para pararse en el camino a olisquear el edelweiss, tanta energía, tanta agitación y tantos esfuerzos porque las cosas se pusieran del peor color posible se han quedado en nada. No nos queda un testamento político decente, ni muchas obras públicas reseñables, ni algunas ideas que no hubiéramos escuchado ya de otras bocas más sucias que la suya.

En Amarcord, (Federico Fellini, 1973) el último partidario vivo de Mussolini se dedicaba a recorrer la localidad a lomos de una ruidosa motocicleta ante el cabreo generalizado de los vecinos. Forges dijo que eso era la mejor manera de representar al fascismo, como una moto ruidosa y transitóriamente incómoda que, de cuando en cuando, agitaba a este vecindario llamado Europa. En un tiempo record el recuerdo de Jörg Haider se está alejando por la avenida principal de la historia para reunirse con otros líderes de su pelaje que le esperan en el rincón menos iluminado de la Historia como Pim Fortuyn (lider holandes ultraderechista asesinado en 2002). Ya no son nada. Ni siquiera ruido.