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"Dime que será de mi cuando no sea la número 1" dicen que le soltó Janis Joplin a su representante en medio de una resaca de infarto y unas pocas fechas antes de morir. Una pregunta demasiado grave para alguien que había superado, entre otras vejaciones, ser nombrada "mujer más guapo de la Universidad" por su condición hombruna, su porte poco atractivo y por su murmuradísima bisexualidad.
Los arrestos para cantar y las voces rotas son, la mayoría de las veces, más producto de estos incidentes que de unos años a dieta exclusiva de Southern Comfort y heroína.
La Joplin se tomó la fama como el remedio perfecto para esconder sus carencias afectivas y para maquillar sus adicciones. Una estrella siempre tiene los bares abiertos y gente dispuesta a hacerle pasar un buen rato...fuera de ahí no eres más que la alumna feorra y con mal gusto que bebe como una cosaca y que no encuentra con quién ir al baile de graduación. Una pena. Lo malo no es dormirse en los laureles, lo malo es despertar entre dos contenedores con la pantorrilla recién meada por un perro callejero o, peor, siendo arrastrado hasta el programa ese de las canciones de Carlos Sobera para mover la boca mientras suena un playback de un éxito tuyo que grabaste en 1978.
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Gracias a esos programas que regalan un trocito del pastel mediático tenemos una concepción algo errónea de la fama, la fama es horrorosa y se traduce en carreras de fans, firmas de autógrafos, muchachada que se cuela en tu hotel, entregar tu alma a la industria...nada de eso, en serio, Harrison Ford se paseó por Barcelona cuando su novia, Calista Flockhart, rodaba "Frágiles" con Jaume Balagueró y no sucumbió a la marabunta. Simplemente iba por ahí comprando el pan, entrando en una librería, visitando el MACBA, de acuerdo, seguramente más de uno y más de dos lo paró en un paso de cebra y le dijo "¿Es usted Indiana Jones? Pues vaya puta mierda, caballero"
porque como dice Joaquín Reyes el personal se ve en la obligación moral de hacerle saber su opinión a un famoso si se lo encuentra de cara: primero suele decir lo que le gusta y luego cagarse en lo que no le gusta. Es así, va con el precio que se incluye en el contrato, si es absurdo pagar 95 millones de euros por un futbolista pensad que todas esas incomodidades van con el precio...y ahora la pregunta: ¿Estarías dispuesto a ser asediado de cuando en cuando por unos cuantos modorros a cambio de cobrar 9 millones de euros al año por hacer lo que te gusta? Yo digo sí, estoy dispuesto a hacerlo y cualquiera en su sano juicio debería de hacerlo. Se pueden comprar muchas casas discretas y estupendas por ese precio...y por menos, yo estaría dispuesto a convertirme en el objeto de deseo de la masa por el salario mínimo interprofesional, un bonobus mensual y una chequera de tickets restaurant. Pero yo sólo aspiro a ser importante para quien quiero ser importante y eso creo que no tiene precio en el mercado.
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Es por eso que no entiendo que le ocurre a Susan Boyle que ha vuelto a caer en una especie de crisis nerviosa que le impide cantar en público, ¡Susan, por favor! ¡Despierta!
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Yo le perdonaría una mala actuación pero no le perdonaría que, ahora, que puede deje pasar la oportunidad pero, sobre todo, lo que no le perdonaría es que, para salir a la calle, lo hiciera con unas gafas enormes y una especie de pamelón que es el uniforme de los famosos que quieren pasar desapercibidos. Que sepan, Susan y los demás, que es la peor forma de llamar la atención y de decir "en realidad quiero que todo el mundo me conozca pero, por favor, no se lo digais a nadie".
Nota del Insustancial: Hoy ha fallecido el actor Fernando Delgado, uno de esos actores de toda la vida y, la verdad, nadie se ha preocupado demasiado por hacerle el homenaje que se merecía.