martes, 30 de noviembre de 2010

Leslie Nielsen (1926-2010) y Mario Monicelli (1915-2010): La risa en dos estados diferentes


Decía Groucho Marx que Margaret Dumont resultaba tan graciosa porque nadie le decía que lo que se estaba rodando era una comedia. Es decir, mientras que Groucho ejercía de cómico, la Dumont se mantenía en ese papel acaramelado y romanticón como de rollo galante. La mezcla era fantástica y, aunque como siempre me faltan datos, creo que fueron los Marx los primeros en llevar a la pantalla ese gran truco: desubicar a un personaje dentro de una comedia o, mejor aún, introducir un personaje con un registro diferente que sirviera para aumentar el efecto cómico. 

Leslie Nielsen se estrenó en una comedia "Aterriza como puedas" haciendo ese mismo papel: mientras que los demás jugaban al despiporre el bueno de Nielsen hacía el papel de un médico serio. En realidad "Aterriza como puedas" era parte de una enorme desubicación: copiaba casi plano por plano el éxito "Aeropuerto" añadiéndole escenas cómicas. Échenle un vistazo comparativo y verán que hay veces que no pueden diferenciar una película de otra en algunos pasajes. Es decir, los hermanos Zucker y Abrams, tenían bastante claro que "Aeropuerto" era una película tan trágica, donde las desgracias se sucedían con tanta premura, que al final resultaba, en sí, una especie de broma pesada, como un drama al que alguien le había dado la vuelta como si fuera un calcetín. 

Cuando Leslie Nielsen ya se había convertido en un actor de comedia puro, de comedia del disparate y la referencia paródica (hasta darse el mismo la vuelta como un calcetín y convertirse en una referencia autoparódica de todo un género), participó como protagonista en "¡Vaya un fugitivo!" donde Richard Crenna se autoparodiaba en un papel que era un cruce de identidades entre el marshall que interpretó Tommy Lee Jones en "El Fugitivo" (la versión cinematográfica de la serie televisiva protagonizada por Harrison Ford) y, claro está, el personaje del Coronel Trautman que él mismo llevó a la pantalla en "Acorralado". 

El propio Crenna, un hombre serio y de grandes dotes dramáticas, no tuvo ningún empacho en reconocer que el papel del Coronel Trautman y ese monólogo en el que comentaba aquella frase de "Rambo sería capaz de comer cosas que harían vomitar a una cabra" le pareció en su momento algo desfasado pero que, al repetirlo en un entorno de comedia, le pareció que tenía mucha gracia.


Curiosamente Leslie Nielsen siempre tuvo algo de mala suerte. Fue un tío guapo, para los cánones de su época, y siempre destacó en papeles dramáticos. Su familia era, incluso, lo más alejada a un asunto de feriantes que uno pueda imaginar y siempre se postuló para papeles serios. Incluso para papeles de acción como en "Planeta Prohibido" donde interpretó a un intrépido soldado espacial. Por si fuera poco, con la madurez, esa seriedad y ese gusto por el teatro comenzaron a dirigirlo hacia los personajes de terror, dicen que inclusó hizo una audición para el protagonista de "El Resplandor"...y no hay más que verle en "Creepshow" haciendo de marido en pleno ataque de cuernos. Pero nada funcionó y, al final, Nielsen encontró un hueco en la comedia donde, su planta, daba perfectamente el ejemplo de lo que es un actor que no parece un actor de comedia y que, sin embargo, es capaz de cualquier cosa con tal de hacer que la audiencia se tronche. Completamente metido en su papel cómico dio algunas de las entrevistas más locas de promoción que se recuerdan, es más, dio entrevistas de promoción que eran bastante más graciosas que las películas que le tocaron en suerte en muchas ocasiones. 

Sin duda, en ese sentido, Nielsen se parece bastante a George Peppard cuyos arranques en el cine fueron los de una prometedora estrella del drama y de la acción en la gran pantalla para ir quedando reducidas a un estrellato televisivo intermitente (Banacek en los 70 y El Equipo A en los 80) sin que nadie consiguiera rescatarlo de aquella medianía ("medianía" en el contexto de lo que suponía la producción televisiva en otros tiempos). 

No fue nunca un tipo sin éxito Mario Monicelli, que también se ha largado de esta cochina roca, que frente a todos estos cómicos accidentales siempre quiso hacer reír y está considerado como el papá de la "Comedia alla Italiana". Desde las películas que hizo con Totó hasta obras maestras como "La Gran Guerra",  la saga de "Amici Miei", "La Armada Brancaleone", sus episodios para "¡Viva Italia!"  , "Rufufú", "Mortadela"...es imposible calcular en términos de calidad lo que ha aportado Monicelli y lo mucho que uno se ríe y aprende con sus películas. 

Monicelli es un genio, un genio que no ha tenido tanta repercusión por contar cosas en clave de comedia. Y es que todavía nos resistimos a pensar que lo cómico pueda entrar dentro de esa etiqueta, cada vez más vacua y manoseada, de "obra maestra".
El director y guionista italiano fue, sin duda, un taquígrafo de su tiempo y nadie como él ha sabido interpretar a su país (ni siquiera Moretti, que tanto le debe) con la carcajada amarga de Monicelli que era capaz de convertir cualquier drama en una comedia y a personajes tan miserables como humanos en los protagonistas de comedias descarnadas que, como dicen algunos por ahí, eran la vida misma. 

Si Nielsen fue un cómico que representó los valores de una comedia ligera y de consumo rápido condenada al arduo trabajo de generar dos gags cada treinta segundos (lo que hace de cada película una acumulación imposible de chistes reguleros, rematadamente malos y divertidos) lo de Monicelli fue siempre el trabajo de un tipo condenado a representarnos a todos en plan guiñol, siendo dibujados siempre con la sombra de la burla, creando chistes a costa de la decepción, la infidelidad, la envidia, la avaricia y, sobre todo, la pobreza. La de verdad, la de pasar hambre, y la otra, la de espíritu. 

Si las películas de Nielsen son una burla sobre una burla (comedias que se mofan de películas que aspiran a venderse como verdaderamente heroicas o como verdaderamente dramáticas) el cine de Monicelli siempre fue un análisis cómico de la realidad, es decir, una burla de la burla que supone la vida diaria. 

Groucho Marx decía que Margaret Dumont no sabía que su personaje estaba en otro registro, en un registro antagónico al de la comedia...y los personajes de Monicelli tampoco estuvieron nunca avisados (si quitamos de la lista a los protagonistas de "Amici Miei" que eran unos descreídos como el propio director italiano) de que sus vidas iban a ser objeto de continuas carcajadas, unas carcajadas (y en eso hay una gran lección que aprender) que siempre se establecían de abajo a arriba y nunca de arriba a abajo. En un gag de Monicelli ha habido siempre más verdad, más crítica y más mala hostia que en todo el cine social del siglo XX y, me imagino, que eso es algo que también puede aplicarse a la primera década del XXI. 

Con Monicelli y con Nielsen (entiéndase la diferencia) se nos van dos formas de hacer humor que han marcado una época.  Dos caminos por los que llegar a la carcajada del público, dos formas de entender un mismo oficio y los que acudimos a la sala de butacas como único rito se nos corta la respiración al asistir a la desaparición de una generación completa de peliculeros.

Nota del Insustancial: Pese a no ser una obra ni de Monicelli (ni de Nielsen, evidentemente) he querido pinchar el tema de "Amarcord" (Federico Fellini) por las connotaciones de la misma escena y, sobre todo, por una frase que una vez me dijo alguien: "Si hay un cielo, espero que cuando se abran las puertas suene esta canción". Soy ateo redomado pero la imagen de esa canción recibiendo a la gente en la otra vida me ha hecho siempre bastante gracia. 

sábado, 27 de noviembre de 2010

Otra opinión que nadie me ha pedido: The Walking Dead


Dentro de unos años “The walking dead” será reinterpretada desde el punto de vista del momento histórico en el que se estrenó. No me cabe duda de que, no faltando demasiado tiempo, alguien más aburrido que de costumbre o con más tiempo que de costumbre o con una imperiosa necesidad de escribir una tésis que destaque de entre todas las demás reutilizará todo el material crítico y analítico sobre George A. Romero, le pegue un pulido, le quite un poco las telarañas y lo use como base teórica para analizar la serie de zombis y, quizás por extensión, la explosión del fenómeno zombi.

Por no sacar demasiado los pies del tiesto, me parece que los zombis van a quedar como todos estos defensores a ultranza del capitalismo que, abandonados a una existencia sin más pulsiones humanas que las de satisfacer su brutal apetito, acaban por convertirse en unas criaturas peligrosas y destructivas que amenazan la vida de las pocas almas buenas que quedan escondidas en el planeta. Ya saben, el apetito sin freno (por carne humana o por dinero) acaba por joder el invento.

La teoría no tiene ningún fundamento y dudo mucho que se haya construido con esa intención pero, sin duda, es una de esas cosas que pueden decirse y quedar muy bien.

Lo único que la apoya es el hecho de que Frank Darabont es uno de sus cabezas visibles y que rodó películas como “La niebla” o “The Majestic” que sí parecían guardar una moraleja política clara.  

Lo mejor de todo esto es que se puede prescindir de la teórica para disfrutar de la serie como un vehículo de entretenimiento. “The Walking Dead” está concebida como una de esas series de género que intenta atrapar a un público, que hasta la fecha, no se ha fijado en el género y que cae en él por cuestiones de moda o porque, como yo teorizo seguramente de manera errónea, los tiempos se han vuelto tan conservadores que es necesario volver a los viejos hábitos de contar cosas sin que nadie se de cuenta de lo que queremos contar en realidad para que nadie pueda sentirse herido en su sensibilidad.

De hecho “The Walking Dead” no falta a cierto planteamiento tradicional: fuera de la moda de los episodios autoconclusivos de series como “The Sopranos” o “Breaking Bad” esta opta por la fórmula más clasicona de dejar al espectador con dos o tres tramas abiertas que se solucionan en el siguiente episodio. Tiene cierto agradable olorcillo a los seriales radiofónicos.

Es más, resulta en el fondo una serie clásica: los zombies están quietecicos (como tiene que ser), la realización es sobria y sus personajes son absolutamente clásicos…como ese pedazo de sheriff que parece un héroe dispuesto a conservar los últimos vestigios de humanidad frente a los caminantes pochos.

No creo que la serie de AMC sea un producto de temporada al uso, de hecho escapa bastante de los trucos de las películas de terror actuales y se desmarca definitivamente de esa línea de “teen terror” predominante para colarte una de esas historias de toda la vida que provocan miedo tirando de la memoria fílmica del espectador: puertas que dejan entrever varias manazas podridas, apariciones de “hola soy yo, el zombi chungo”, los primeros planos sobre el bocado con toda la piñata verde del bicho sobre un brazo, los trucos tontorrones como “vamos a embadurnarnos de sangre zombi que así no nos huelen”. Joder, si incluso han metido un entrañable personaje asiático que te recuerda a Tapón…

Tras un fantástico arranque la serie pareció decaer un poco para revivir (cual afectado de solanum) en un vibrante final del cuarto acto y se encamina hacia el final de la temporada (la cosa va a durar nada más que seis episodios) prometiendo más sustos, más sangre y, sobre todo, más buenas intenciones porque, sorprendentemente, “The Walking Dead” es una de esas obras concebidas para contarte que, aún en el peor de los escenarios posibles, los buenos y valientes, los que no tienen miedo, siempre acaban solventando sus problemas. ¿Recuerdan el final de “La Niebla”? Pues algo parecido.

A mi me vale, pero es que yo no soy muy fan de los zombis que corren (ni ustedes tampoco deberían…y dejo fuera de eso a “28 días después” que eso son infectados), ni de los fantasmas japoneses que se te cuelan en casa cuando usas el móvil, ni quiero volver a ver ni en pintura una nueva revisitación de “Viernes 13”.


Nota del Insustancial: Tengo pendientes los cómics...I know. 

viernes, 26 de noviembre de 2010

Otro viernes más: En mis apis por tus cookies

Como cada viernes nos trasladamos a "Mis apis por tus cookies" cumpliendo ya la tercera entrega. Hoy toca ese asunto recurrente: "El Hormiguero". Pueden leerlo aquí

Todo el asunto me ha recordado a esta escena de "Lost in traslation"...

martes, 23 de noviembre de 2010

Franco experience...visite El Valle de los Caídos.


Dice la leyenda que Felipe II se dejó aconsejar por toda una tribu de sabios de su época para buscar el emplazamiento de esa obra magna que es el Real Sitio de San Lorenzo del Escorial. Pese a que, evidentemente, el lugar elegido era idoneo por tener caza, pesca, una cantera cercana, un acceso casi inexpugnable y algunas lindezas más (como que Felipe II, muy conservador él, buscaba un refugio silencioso alejado de la francachela que a su papá Carlos I le gustaba tanto...) los investigadores de lo paranormal no dudan en señalar que el Real Sitio de San Lorenzo del Escorial se construyó allí porque una serie de magos y alquimistas varios lo señalaron como el oportuno lugar donde convergían diferentes energías telúricas que convirtieron al complejo de edificios (basílica, monasterio y palacio real) en una especie de emisor de la fuerza del Imperio, una especie de amuleto gigantesco, un escudo contra la energía negativa. 

Poco importan para estas razones tan científicas que Felipe II fuera un entusiasta perseguidor de cualquier persona o institución (no creo que fuera muy amigo de brujerías) contraria a los dictados de la fe de Roma o que la construcción del edificio no evitara, por ejemplo, el desastre de la Armada Invencible o el crónico endeudamiento de la Corona Española con el capital privado proveniente de los Países Bajos así como, por ejemplo, algo tan nímio aparentemente como que tuviera que ser el propio monarca el que, al no encontrar ningún funcionario dispuesto a la tarea, se pasara a mano de su realísimo puño y letra gran parte de los legajos del conocido como Archivo de Simancas. 

El caso es curioso porque esta historia, muy parecida, se publicaba en la revista "Más Allá" a mediados de los 90 con gran profusión de datos chiflados pero cambiando un poco los términos: Se había cambiado San Lorenzo del Escorial por el Valle de los Caídos pero, siguiendo esa misma línea de pensamiento, se aludía a que el dictador habría tirado de los conocimientos de los masones y de una especie de "brujos nazis" (se daba como prueba que el lugar tiene dos ángeles custodios que el autor del artículo dice que eran de inspiración teutona) para encontrar el emplazamiento adecuado y que, curiosamente, se eligió un lugar cercano al Real Sitio de San Lorenzo del Escorial porque el Monte Abantos y Cuelgamuros son dos lugares mágicos que en otro tiempo fueron lugares sagrados para los íberos y gente así, de la antigüedad. 

Lo que sí es cierto es que, como tantas otras veces, Franco quiso que su mausoleo privado estuviera cerca del complejo construido por Felipe II por una sencilla razón: la necesidad de unir su régimen a la institución monárquica, es decir, hacer indivisible su figura a la de la España donde nunca se ponía el Sol. Para ello la maquinaria propagandística del régimen dictatorial no paró en barras ni en desbarres: Franco paseándose bajo palio por todas las catedrales españolas, asumiendo los símbolos de Austrias, Borbones y Reyes Católicos, usando palabras como "Cruzada" o dejando a la imaginación de los intelectuales orgánicos de la época la inequívoca identificación entre ese pasado y su régimen. Como muestra un botón: la creación de un hecho histórico falso alrededor del cautiverio de Luis Moscardó, hijo del General Moscardó defensor del Alcazar de Toledo, que tenía como inequívoca fuente (resaltada y nunca escondida) el gesto que Guzmán el Bueno tuvo al no rendir Tarifa en 1294 ante la amenaza de las tropas de Yusuf y del Infante Don Juan de decapitar al hijo de este que tenían cautivo.

Como estas historias otras tantas que pueden sondearse en los libros de historia como, por ejemplo, la biensabida frase hecha que, dice mi padre, que había que saberse de carrerilla: "Francisco Franco, caudillo de España, fue general a la misma edad que Hanibal, los 33 años...". Ya ven, Franco y Hanibal, primos hermanos. 

Cada vez que escucho eso de que hay que proteger el Valle de los Caídos como se concibió y las enardecidas defensas que del lugar se hacen aludiendo a la tradición, a su carácter de monumento histórico (algo bastante discutible teniendo en cuenta la edad del lugar) se me vienen a la cabeza todas esas imágenes de ciudadanos del Telón de Acero dando cuenta públicamente y ante las cámaras de Occidente de las estatuas de Marx o de Lenin (ya no quedaban estatuas de Stalin que se habían mandado eliminar con tanta celeridad como aquellas otras que elevaban a la categoría de dioses a la Banda de los Cuatro en China...) y los entusiásticos comentarios que aquellos actos de eliminación pública de los símbolos del Antiguo Régimen provocaron entre nuestros medios. La gente era tan libre que no sólo podía abrazar la democracia sino que armados de unas cuerdas y unos cuantos martillos podían mandar a paseo los totems del pasado para entrar limpios de polvo y paja en el paraíso capitalista que les esperaba a la vuelta de la esquina. No solo eso, la retransmisión en directo de la caída de la estatua de Sadam Hussein en Bagdad fue tomada, quizás apresuradamente, como el acto fundacional de los nuevos y buenos tiempos que viviría Irak.

¿No se dijo en aquella época que todos los grandes regímenes culminaban con la destrucción  de sus símbolos que eran sustituídos por unos nuevos?  

¿Fueron menos dictadores Breznev, Hoxha, Tito, Jaruzelski, Ceaucescu o Hussein que Franco?

La pregunta la dejo ahí y que la recoja quien quiera.

Si el Arca de la Alianza, al ser abierta en "En Busca del Arca Perdida", emanaba un mal rollo criminal que licuaba los cuerpos de los nazis (una especie de venganza de los habitantes del Antiguo Testamento por estar pasando a cuchillo a sus predecesores) no es menos cierto, y a lo mejor los de la revista "Más Allá" tenían razón, que el edificio en sí y su configuración emanan una imagen bastante concreta y traducible al granito del Monte de Abantos.

Y es que, en realidad, El Valle de los Caídos es el propio franquismo. Es el propio régimen por ser un agujero en la roca, un agujero oscuro y acojonante de proporciones astronómicas. A ningún dictador que esté en sus cabales se le pasaría por la cabeza construir un hueco en medio de la historia para ser enterrado dentro y dejar testimonio. Un lugar gris e inhóspito, aburrido hasta decir basta, un esfuerzo absurdo, un gasto innoble del presupuesto exiguo de un país hambriento y mísero en aras del ego de un señor muy bajito construido, por si fuera poco, con el concurso de un nutrido grupo de presos de guerra empleados como simples esclavos. Si la convección de las fuerzas telúricas y masónicas del Monte Abantos llevaron a Franco a construirse un nicho de proporciones gigantescas en medio de la nada como una especie de forma de resguardarse de los malos augurios lo cierto es que más que convertirse en ese ansiado amuleto que ahuyentara a las meigas rojas o al espíritu de Azaña el sitio se ha convertido en un emisor de lo que, indudablemente, es un rayo cósmico de mal rollo que, a día de hoy, todavía provoca los efectos licuantes de las energías escondidas en el Arca de la Alianza.

Cuando el lugar vuelva a reabrirse hagan como este servidor de ustedes y dense un edificante paseo por el lugar, por ese gigante parque temático coronado por una cruz que un profesor de mi colegio (conocido como "El calvo", una especie de caricato fachón que había sido director de un centro de Auxilio Social muy parecido a los que retrata Giménez en "Paracuellos") nos glosó con frases dignas de estar en un cartel de una superproducción hollywoodiense: "¡Se utilizó más hormigón que para construír el Reichstag!¡Es más alta que la Torre Eiffel! ¡Encima de la cruz un camión de doble eje podría dar vueltas sobre sí mismo! ¡Desde la cima de la misma se puede ver toda Castilla La Vieja!". Y después de aquello nos dijo: "¿No estáis orgullosos de que un monumento así esté aquí, en España?". Y no supimos que decir ante aquella cruz, pero de puro acojone ante el emocionado discurso de un hombre que, normalmente, sólo ponía entusiasmo en dos cosas: dar hostias como panes y en comer el mayor número de empanadillas posibles en el comedor escolar. De hecho la emoción que las empanadillas le provocaban a ese hombre eran nada más que un temblor de su fino bigotillo comparado con el entusiasmo que le producía aquella cruz inmensa.

Echen un vistazo ustedes mismos, mézclense con los turistas japoneses con cara de "no entiendo ni papa" a los que trasladan allí para contarles milongas, a las familias de nostálgicos que hablan en voz baja como si de verdad los rojos hubieran colocado micrófonos en el lugar para identificar a los que se identifican, jueguen a encontrarse con los morbosos y curiosos que acuden al lugar con la única intención de hacer un chiste y comprueben que, ante las malas vibraciones que produce el mausoleo, quedan mudos y extasiados. Es un espectáculo humano tan sorprendente que uno no puede dejarlo de sentir, al menos, una vez en la vida.

Yo opto porque el sitio se quede donde está como ya he dicho, aunque sólo sea porque proporciona un chute tan insano, tan bajonero y tan crudo que te da la sensación de que a la boca se te viene el sabor entero del franquismo, como de pan de almortas y de alcohol de curar tintado con yodo para que pase el mal trago...

Quizás todo eso no sería necesario si, de una vez, alguien instalara en el lugar un sitio donde se explicara qué hace aquello allí en medio y con qué fines concretos fue construido...¿Despolitizarlo? ¡Ja! ¿Cómo vas a despolitizar un lugar concebido para ser un símbolo político?

No creo que nada evite que cada 20-N o cada 18 de julio (fecha del Glorioso Alzamiento Nacional) el lugar vuelva a emanar su mal karma y convoque manifestaciones y paseos hasta sus alrededores para que se celebren las consabidas muestras de cariño y devoción al dictador o a José Antonio Primo de Rivera. Es más, aunque exhumaran los cadáveres de ambos y se llevaran a los republicanos de allí nada evitaría que el lugar fuera recordado por lo que tiene que ser recordado que es para lo que se hizo. Es lo que tienen los lugares enclavados entre las coordenadas donde confluyen las energías telúricas indicadas por los libros de masones y brujos nazis que no dejan de ser imanes y emisores del bajón...

Pero recuerden el sabio consejo que Indiana Jones le da a Marion cuando el Dr. Belloq abre el Arca: "No abras los ojos, no mires hacia el Arca". Nada podemos hacer contra ese poder maligno que se revuelve cada vez que alguien osa tocarlo, por lo tanto, no lo toquemos...aunque, si pueden, no dejen de disfrutar de la "Franco Experience" que produce el lugar es, casi, casi inenarrable.

Nota del Insustancial: "El fantasma de la Transición" es una canción de Triángulo de Amor Bizarro incluída en el disco del mismo nombre editado por Mushroom Pillow en 2007.

BOLA EXTRA
Desde mi más tierna infancia he contemplado las manifestaciones franquistas no desde un punto de vista meramente político sino desde un punto de vista sobrenatural. Nunca me ha dejado de sorprender lo suficiente el hecho de que los mensajes de nostalgia se mezclaran con una especie de petición religiosa o de oración que rogaba por la vuelta del General Franco desde la tumba para volver a tomar las riendas del país. Una pequeña reflexión sobre el asunto me lleva a pensar, siempre, que para los partidarios más furibundos del régimen la figura de Francisco Franco fue algo más que la de un mero gobernante  para adivinar en él el aura inequívoca de una especie de ser sobrenatural que después de dejarlo todo "atado y bien atado" bien podría, como Lázaro, atravesar la Laguna Estigia y presentarse de nuevo para ocupar de nuevo El Pardo.

Existieron en la época también las identificaciones de Franco no solo con una especie de ser sobrenatural sino también con la del padre unívoco de la Patria y florecieron los cartelitos con la cara del dictador y la leyenda "No se os puede dejar solos" (aunque todavía eso está de moda). Frase tan popular que sirvió como título para el excelente documental de Cecilia y Jose J. Bartolomé sobre la Transición del que se ha hecho muy famosa este corte. (Fíjense que el discurso de esta señora anónima sigue muy en boga).

Esta ansia del retorno del único líder en el que estas gentes habían depositado su confianza (ni Blas Piñar, ni Girón de Velasco ni ninguno de los políticos conocidos como "los del Bunker" tuvieron jamás ese aura mágica de los elegidos, bien porque carecían de ella, bien porque por supervivencia prefieron eliminarla por no parecer más brillantes que el propio líder cuando este depuraba a los que osaban destacar por encima de su figura) se plasma a la perfección en "...Y al tercer año resucitó", la novela del valenciano Fernando Vizcaíno Casas en la que se cuenta como Franco, redivivo, sale de su tumba de El Valle de los Caídos para darse una vuelta por España y ver qué ha pasado con el país. Haciendo un sorprendente ejercicio de derrotismo literario Vizcaíno Casas, al final de la novela, devuelve al dictador a la tumba un tanto desesperado y quizás sin fuerzas para retomar el timón.

Pese a que muchos pudieran minusvalorar la obra de Vizcaíno Casas lo cierto es que un simple repaso a cualquiera de sus muchos best sellers nos da una visión completamente panorámica de lo que supone y de lo que ha sido y es el pensamiento franquista y lo bien que se ha acomodado a los tiempos modernos mezclándose su raiz con la del pensamiento "de derechas" en su más bajo estadío intelectual y político. Si hay un hombre que ha sabido definir bien el franquismo y su espíritu y su desconfianza hacia la democracia ese ha sido Vizcaíno Casas. Para más información échenle ustedes un vistazo a "La letra del cambio" (Ed. Planeta) o a "¡Viva Franco! (Con perdón)" (Ed. Planeta).

BOLA EXTRA 2
La imagen de un Franco devuelto a la vida como un gigante, como un Monstruo del Mal Rollo, fue concebida por Alex de la Iglesia en un pequeño texto que escribió hace años para "El País" en el que decía que, ante la imposibilidad de generar una ciencia ficción propia, lo normal sería tirar de nuestra propia historia y convertir a Franco en Godzilla. Proponía incluso el título para la película "Franco sobre Tokyo".


domingo, 21 de noviembre de 2010

Elija su propia conspiranoia



"From Hell" (Planeta DeAgostini) la novela gráfica de Alan Moore y Eddie Campbell, como ustedes saben sino porque lo han leído por la desabrida adaptación cinematográfica del texto del mismo título, parte de una sencilla sinopsis: los asesinatos de Jack "El destripador".

La historia, tan bien contada y tan bien asentada sobre hechos y personajes reales de toda índole (desde la Reina Victoria hasta Oscar Wilde pasando por un Aleister Crowley retratado en su infancia o Joseph Merrick "El hombre elefante"), es por otro lado completamente falsa.

Es decir, coge trozos de la realidad sobre los que se encastra la narración literaria. Sin embargo, está tan bien hecha en todos los sentidos, que muchos conspiranóicos han hecho de "From Hell" la base argumental de sus propias teorías conspirativas e, incluso sin mucho disimulo, utilizan frecuentemente este cómic como base de sus artículos. En España, sin ir más lejos, se ha copiado sin empacho la historia escrita por Moore en el programa Cuarto Milenio o, más recientemente, en este artículo de César Vidal para el periódico "La Razón" en el que, imagino que por cuestiones de espacio, se glosa la sinopsis de la película y no del intrincado libro original.

La indignación de Moore por el uso torticero de su obra es tan viejo que ya en 1999 "From Hell" se reedita en un sólo volumen añadiendo dos interesantes apéndices: un muy abigarrado informe que, capítulo por capítulo, diferencia lo que es histórico, de lo que está sacado de los diferentes libros de investigadores y sus hipótesis, de lo que era meramente una invención de Moore y, un capítulo gráfico titulado "Dance of the Gull Catchers" (una especie de juego de palabras entre "el baile de los cazadores de gaviotas" y "El baile de los cazadores de Gull" por ser el médico William Gull el personaje real convertido por Moore en "Jack el Destripador" para la ficción).

Es más, en este mismo apéndice Moore cuenta su teoría sobre Jack "El destripador" llegando a una conclusión clarísima: es imposible saber quién fue el asesino de las prostitutas de Whitechapel. Más que nada porque, esto es así, no hay ni una sola prueba real que incrimine a ninguna de las personas que todos los libros que se escribieron con posterioridad apuntan como los asesinos. Partiendo de esa falta de pruebas, por tanto, no es posible otra cosa que investigar una y otra vez no sobre los hechos en sí sino sobre la fascinación que nos producen y jugar con los elementos sabidos de los crímenes. Es así como Jack "El destripador" llega hasta nosotros como un personaje hecho de la superposición de varios nombres reales y sus diferentes motivaciones que son las que lo han construído.

El Jack real, "El destripador" que propone Moore es también una proyección superpuesta de los hechos que sirven a Moore para dejar entrever cómo en los tiempos de mayor gloria del Imperio Británico un hombre con conocimientos médicos (es decir, alguien de clase acomodada) hacía viajes hasta el corazón de la pobreza londinense para cobrarse unas cuantas víctimas entre prostitutas alcohólicas de vida miserable. Jack "El destripador", en manos de Moore, es la proyección del clasismo, el machismo y la crueldad de la sociedad victoriana...una raiz cruel del actual estado de la misma según el autor deja entrever finalizando el libro y cerrando el círculo recordando que de aquellos tiempos todavía queda ese odio, esa cutrez espiritual en la que las prostitutas de los table dance del SoHo siguen siendo las víctimas propiciatorias de los nuevos "Jack el destripador". Es curioso que a menos de un kilómetro de estos locales los antiguos escenarios de los asesinatos de Jack, como la calle Berner, sean ahora el asentamiento de hoteles tan pintones como el Sanderson (que aprovechó la estructura de las viejas instalaciones del Foreign Office británico) y que los pubs donde Jack encontraba a sus víctimas sigan abiertos ofreciendo pintas de cerveza a 8 euros el vaso.

"From Hell" es, a la vez, un manual de cómo construir una teoría de la conspiración y, a la vez, la base de cientos de teorías conspirativas.

En esta línea de denunciar estas teorías conspirativas estaría la muy notable "La conspiración, La Historia secreta de los Protocolos de Sión" (último trabajo del gran Will Eisner publicado por Norma Editorial) que serviría para desmontar las teorías antisemitas por las cuales los judíos estarían dispuestos a controlar el Universo. Ni que decir tiene que lejos de convertirse en referencias lo cierto es que acaban también por convertirse en textos manipulables o en "las pruebas irrefutables" de que hay un poder superior que edita de cuando en cuando estos textos para ocultar una presunta "verdad histórica".

Don Delillo en "Libra" (Seix Barral) hace una reconstrucción literaria de la personalidad de Lee Harvey Oswald y de sus motivaciones para enmierdarse en el asesinato de John F. Kennedy. Al igual que Moore Delillo opta por la fórmula de entremezclar lo real (informe de la comisión Warren, biografía de personajes públicos, informaciones de la época...) con lo que es meramente ficticio rellenado los huecos vacíos de la historia del personaje (su estancia en Japón como marine, su vida en la Unión Soviética) y arriesgándose a hacer un perfil que resalta la importancia de todas esas organizaciones anticastristas que operaban con dinero de la CIA y la bendición de la Casa Blanca. El asunto quedó tan real que el propio Delillo, oliéndose la tostada, escribió un prólogo en el que advertía que él no había concebido la novela con la intención de aclarar ninguna verdad y que entendía, sin embargo, que algunos lectores encontraran refugio en el texto puesto que este eliminaba las sombras de todas las verdades a medias que la historia real contenía. Sin embargo, y aún a fecha de hoy, se pueden encontrar críticos y presuntos estudiosos que no dudan en convertir a "Libra" en un texto periodístico olvidando su cariz literario y, más allá de eso, justifican el propio aviso del autor como una forma de protegerse de los propios asesinos de JFK. Es decir, que aunque el prestidigitador anuncie como está haciendo el truco, parte de la audiencia cree que de verdad tiene poderes mágicos. Ni que decir tiene que el libro de Delillo, publicado en 1988 en su país, fue piedra angular del guión de la película "JFK" dirigida por Oliver Stone. 

En 1987, imagino que los más viejos del lugar se acordarán, TVE emitió una miniserie titulada "Amerika". La cosa iba de la caída de los Estados Unidos de América en manos de los soviéticos que habrían convertido a su antiguo enemigo en una nación subyugada a sus caprichos. La otrora tierra de las oportunidades se había convertido en un remedo de una Ucrania occidental gris y triste. Pese a que la cosa pasó sin pena ni gloria, "Amerika" recogía todos los temores de los norteamericanos sobre su enemigo y los exponía con tanta calidad (algo ya explotado por la juvenil "Amanecer rojo", tres años antes...que cualquiera diría que estaba pagada por la administración Reagan...por cierto se está preparando un remake sustituyendo a los rojos por ¡talibanes!) que alumbró otras teorías de la conspiración como que la ONU era, en realidad, una especie de elemento de control soviético hecho para acabar con el poder norteamericano. Da igual que la historia le quite la razón a la conspiranoia americana sobre el hecho porque, en realidad, la historia no es más que una aguafiestas que nos impide dibujar nuestra propia teoría. El asunto quedó patente durante los días posteriores al atentado de Timothy McVeigh contra las oficinas del FBI en Oklahoma cuando gran parte de los medios de ultraderecha aludieron a la presencia de helicópteros negros (estos helicópteros que aparecen y desaparecen antes de cualquier gran catástrofe) sobrevolando la zona del atentado momentos antes del estallido de las bombas.

En todo caso, y como queda patente en este texto lo que definía Alan Moore como un infinito baile de cazadores de gaviotas es simplemente imparable...e interesado ya que su autor es, nada más y nada menos, que el escritor H.A. Covington, una de las más interesantes plumas del movimiento neonazi norteamericano que intenta desconectar la relación entre McVeigh y los supremacistas blancos aportando un mix teórico en el que confluyen la conocida "teoría del tirador solitario" entremezclada esta vez con una operación encubierta del FBI, el MOSAD y la CIA...como parte de una especie de intento por enmierdar a los supremacistas blancos y como ensayo del 11-S.

Si ya el material de estudio o de investigación es sumamente volátil y peligroso incluso avisando de que todo es pura invención la aparición del "mockumentary" (esas piezas de ficción con aspecto de documental) han generado también a su vez más material para la construcción de conspiranoias de todo tipo. Aquí, incluso, es mucho más fácil de redirigir los contenidos a tus propios intereses puesto que no hay más que cortar una parte del mismo (la más chiflada que se te ocurra) y colgarla en la red (un youtube, un daily motion, un vimeo) esperando a que otros piquen en el anzuelo. Es así como podemos encontrarnos trozos de mockumentarys como "El lado oscuro de la luna" o "Alternartiva 3" como si fueran reales. En este video de aquí se puede ver la forma torticera en la que Jiménez del Oso presentó este último dentro de su programa "La puerta del misterio" y como se saca de la manga algunos datos para que este trabajo completamente falso quepa dentro de lo real. Es de lo más interesante.

Sobre "El lado oscuro de la luna" no diremos más que trata sobre como el gobierno americano habría encargado al director Stanley Kubrick el rodaje de las escenas de la llegada a la Luna...el mockumentary contiene testimonios "reales" de personas que conocieron al director inglés y de muchos políticos que se confirman la estúpidas teoría. Los productores del documental se salvaron las espaldas avisando al final del mismo con un buen número de "tomas falsas" donde se desvelaba que todo estaba guionizado lo que, claro está, ha sido desautorizado por los conspiranoios como una mentira que intentaría encubrir una verdad, ya saben: nunca fuimos a la luna y todo lo rodó Kubrick...¿Por qué Kubrick? Pues porque había rodado "2001, una odisea del espacio" y le había quedado tan bien...

Ya en nuestro país nos encontramos el caso de la novela "Bases Ovnis en la Tierra"  escrita por el zaragozano  Javier Esteban bajo el seudónimo de Douglas O´Brien que contaría la historia como una especie de testimonio autobiográfico sobre las operaciones encubiertas de la CIA para ocultar el contacto extraterrestre. Lo más sorprendente del tema es que Esteban se pasó muchos años jugando al ratón y al gato con Manuel Carballal, JJ Benitez, Javier Sierra y otros investigadores de lo oculto de prestigio colándoles todo tipo de "información" en venganza por haber manipulado su texto y haberlo vendido como información fidedigna.

Menudos gaviotos.

Nota del Insustancial: "Mulder & Scully" es el título de esta canción de la "one hit band" Catatonia y venía a huevo por tener el nombre de los dos protagonistas de "Expediente X" la serie que ha servido como base para la extensión de todo tipo de teorías de conspiración. Sin duda la conspiranoia en sí es definitivamente un caso para estos dos investigadores del FBI. 

viernes, 19 de noviembre de 2010

La colaboración de los viernes...


Hoy os dejo el enlace de "mis apis por tus cookies", el blog en el que colaboro todos los viernes.

He escrito un artículo sobre Miguel Noguera, que es un cómico acojonante. Aquí

Espero que disfruten y que sepan tomarse "Mis apis por tus cookies" como el suplemento dominical (con más colores y con más elegancia) que este, el blog de ustedes...o quizás esto no sea más que el reverso tenebroso de aquello. No se.

Nos vemos mañana. Que pasen ustedes un estupendo viernes.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Tontos de pueblo


Un amigo hace tiempo que abrazaba la idea de escribir una guía de "tontos de pueblo". Ya saben, los entrañables y chocantes personajes imprescindibles del mundo rural que igual se encargan de tocar las campanas que de apedrear a los coches que pasan demasiado rápido por la carretera general. 

Hace muchos años, pasaba los veranos en un pueblo de Extremadura, que tenía un "tonto" (un muchacho con Sindrome de Down) que era un verdadero cinéfilo. De hecho las dos personas que no faltábamos ninguna noche (y quiero decir ninguna) a aquellas proyecciones del cine de verano (Carmona, creo que se llamaba el establecimiento) éramos aquel hombre y yo.

Pepsi Cola en botella de 20 centilitros, bolsa de kikos marca KRAZY KORN y a disfrutar de lo que pusieran. Me daba igual "La mujer del Teniente francés" que "Flash Gordon". Así es como se construye a un cinéfago. 

Alrededor de aquel "tonto" del pueblo (apasionado del cine y también de colarse en el campanario a deshora y marcarse un concierto de percusión campanil) siempre se reunía un grupo de chavales dispuestos a que, si la peli no era de su gusto, picar al hombre aquel (pantalón de tergal subido hasta por encima de la tripa, camisa de verano, zapatillas de tela) para que saltara. Lo normal era llamarlo por su apodo (Huevo) y, después, hacerle cosas como taparle los ojos o decirle alguna cosa al oído que le hiciera perder el hilo. Siempre que voy a la filmoteca o a un cine de versión original y veo a alguien pedir silencio a alguien porque está comiéndose unas palomitas o porque hace más comentarios de los oportunos me acuerdo de aquel tonto de pueblo cinéfilo al que desesperaba en sobremanera cualquier cosa que le sacara, aunque fuera, por unos instantes del hilo argumental. 

Cuando las cosas se caldeaban un poco el tonto daba algunas voces y ahuyentaba durante un rato a los pequeños cabroncetes de su alrededor pero, cuando la cosa se ponía fea, perfectamente podía coger una de esas bancadas de metal y levantarlas aunque sobre ellas estuvieran sentadas seis o siete personas dando el esperado "show" y, como no, muchas veces haciendo parar la proyección durante unos instantes. 

Había ocasiones, sin embargo, sobre todo en las proyecciones de películas de acción o en las que salía alguna teta (me acuerdo de una peli de moteros titulada "Hi-Raiders") en la que no hacía falta picar al pobre hombre para que este diera su propio show. Me imagino que aquello de las películas le resultaba tan emocionante que no podía, por más, que intentar imitar los puñetazos de Rocky, animar a Bruce Lee con gritos o hacer comentarios en voz alta sobre aquellos pechos y aquellas desnudeces que se veían en pantalla. Era entonces cuando más risotadas se escuchaban y cuando aquel tonto disfrutaba más de la jarana. Yo creo que, incluso, se gustaba así mismo al verse como el protagonista voluntario de la fiesta. Si salía un escote el tonto no tenía más que exclamar "¡Melones!" o "¡chocho! para que la chavalada se crujiera de la risa y si ya el comentario se acompañaba de un movimiento pélvico la cosa era el despiporre. 

Han pasado 30 años y me imagino que el tonto de pueblo aquel ya habrá fallecido. Yo le tenía cariño por cinéfilo y porque tocaba las campanas a deshoras que es una cosa que siempre me ha apetecido hacer. Pero lo que tengo claro es que el espíritu de ese héroe rural sigue vivo en nuestros corazones y que, en la actualidad, siempre que se percibe la existencia de un tonto le crece un grupo de palmeros a su alrededor, aunque solo sea para intentar comprobar hasta donde es capaz de llegar en sus cucamonas. 

Desgraciadamente ya no se necesita hacer una guía de tontos de pueblo porque son las televisiones las que los contratan para ponerlos debajo de los focos de un plató y, cuando dicen "¡Melones!" o "¡Chocho!" o "¡Polla!" se reproduce ese momento catártico que yo viví en mi niñez y que ahora es retransmitido en riguroso directo.

Un hombre con Síndrome de Down no puede elegir, y menos hace 30 años, pero Salvador Sostres sí debería de demostrar cierto sentido común. A este paso, para llamar nuestra atención, ya no le va a valer con decir paridas y, emulando a otros tontos de pueblo más extremos, va a tener que sacarse la chorra delante de alguna moza porque, cuidadito, que al igual que en el pueblo de "Amanece que no es poco" todos los meses hay elecciones para cubrir su puesto y es posible que otro con menos escrúpulos le gane por la mano. 
  

martes, 16 de noviembre de 2010

Ringo Starr visita Telecinco: ideas que van de A a B.


El otro día viendo "Mujeres, hombres y viceversa" tuve una de esas ideas que viajan en tren bala desde el mismo y recóndito corazón del subconsciente y aterrizan en tu boca sin limar. De A a B. 

Veía a todos esos tíos musculados, que dividen su tiempo entre los gimnasios  y las tiendas de ropa a la última, que emiten esos discursos hechos con frases hechas y después las miré a ellas, como recién salidas de la peluquería y la boutique esperando a que las recoja un maromo del anterior grupo y pensé para mi: "Telecinco está haciendo un experimento genético, preparando una nueva especie, una nueva raza...me siento como si esa gente fuera a devorar a la gente, a la otra gente, a todos nosotros...seguro que no tienen ni padres ni madres y que salen todos de unas vainas que un tío que está de la olla hace germinar en un laboratorio". 

Y casi estaba en lo cierto porque, por aquel plató, que en realidad no es un plató sino una especie de salón de muestras revestido de plató pero que, en realidad, es una especie de broma macabra de Telecinco que está mostrándonos todos los días los avances de su experimento, apareció una chica que, al momento, todos los hombres, mujeres salidos de las vainas catalogaron como "normal". 

La chica estaba bien. Es decir, era guapa, guapa al estilo "ser humano", es decir, una chica agradable con la que cualquier persona de verdad, no uno de esos seres nacidos de vainas elegiría para tomar un café, para  ir al cine, para intercambiar apuntes, para ir a echar una mañana de domingo en las barcas de El Retiro. Parecía una chica, una mujer, con amigas y amigos "ser humano" y no tenía ninguno de esos aditamentos que te alteran el color de la piel hasta ponértelo naranja o unas prótesis (prótesis, las prótesis para los seres humanos son unas cosas horribles a las que acudes cuando una máquina industrial te arranca un brazo y te ponen una "prótesis" en forma de brazo en su lugar...) en los senos o unos labios deformes que a duras penas pueden soportar el peso de la silicona dentro de ellos y parecen unas de esos chorizos que parece que palpitan cuando los echas en la barbacoa...

Todos aquellos seres de la nueva especie, los Mujeres-Hombres-Vaina, se percataron de la presencia de la misma en el plató y comenzaron a tratarla como un bulto extraño. La olieron y, pese a su poco fino instinto de reconocimiento y empatía, denotaron que no era como ellos y, rápidamente, comenzaron a minar su confianza. 

"Escuchame" dijo uno "Eres una chica muy mona, no como nosotros, claro. Eres mona pero eres demasiado normal como para estar aquí...aquí la gente destaca...pero es que tu eres una chica cantidad de normal, o sea, que es que a lo mejor para ser amiga o así o algo o tal o lo que sea vale pero no para venir aquí a pedir una cita y a buscar el amor porque yo a ese tío, al que quiero un montón, que está ahí sentado y es un señor como la copa de un pino a ese señor tu no lo vas a conseguir porque se los gustos de ese tío que es como mi hermano y que voy a las discos y las tías se lo rifan y tu, pues eso, que, oh, que noooooo, hija, noooo". 

Y todo lo decía este escalofriante ser metiendo sonrisillas y agarrando el micro muy fuerte contra el pecho y haciendo aspavientos y guiñando los ojitos y haciendo gestos de complicidad con los dedos, así como apuntando a un Kennedy imaginario y chascando los labios. 

Y entonces vi a los Hombres-Mujeres-Vaina como un subconjunto, una tribu con reglas, con una estratificación social propia, quizás incapaz de pensamientos excesivamente complejos pero los vi supervivientes y creando una sociedad que prescindiría de los últimos 2000 años de historia para centrarse en levantar pesas, en comer pastillas anabolizantes y en comprar ropa bonita. No se si bonita, ropa rabiosamente a la última. 

Y la chica "Ser Humano" estaba todavía en el plató, no se si mascándose la tragedia, no se si disgustada por haber intentado acceder a ese olimpo catódico, con sus sentimientos humanos heridos o, a lo mejor, tomando notas mentalmente porque, a lo mejor, esa chica es bióloga o zoóloga y no fue al plató de Telecinco para buscar el amor, sino movida por las mismas razones que llevaron a Jane Godall a irse a vivir con los gorilas de espalda plateada. A lo mejor, está haciendo una tésis sobre los Hombres-Mujeres-Vaina. 

Creo que esa chica humana es como el Ringo Starr de "Mujeres, Hombres y Viceversa", que al igual que el músico inglés, no puede destacar en una competición creada por seres diferentes y ultraterrenos. 

Sensibilidades contradictorias


Hoy Esteban González Pons hablaba de sensibilidad. Sí, decía que el gobierno de Zapatero parecía insensible a los asuntos del Sahara Occidental y que asistía casi impertérrito a las revueltas de El Aiuun sin tener en cuenta ni el dolor, ni el sufrimiento del pueblo saharaui.

Muchas veces, más que la camisa que elegimos para salir en televisión, o el discreto grado de rayos UVA que nos ponemos para parecer siempre saludables y descansados (un must de la clase política valenciana) o los gestos como abrazar a manifestantes cuidándonos muy mucho de que la cámara capte nuestra beatífica cara de apoyo sin fronteras y máxima sensibilidad y cercanía con la causa del Sahara Occidental, nos suele traicionar algo tan tonto como las palabras que elegimos. 

González Pons, como muchos políticos españoles y mucho más triste muchas plataformas y organizaciones de apoyo al Sahara Occidental, usa un término curioso: pueblo saharaui. 

Hagamos un pequeño análisis de las implicaciones morales que tiene utilizar unos vocablos de este calado. Así a vuela pluma se me vienen a la cabeza unas cuantas: 

- Hablar de "pueblo saharaui" no implica que en nuestro discurso reconozcamos, ni de lejos, la independencia del Sahara Occidental. Es decir, preferimos el uso de unos términos difusos y ambivalentes que hablan de un sentimiento pero no de una nación. Diciendo cosas como "pueblo saharaui" no decimos nada, excepto la enunciación de un tópico vacío.

-Las connotaciones colonialistas de estos términos serían más propias de la visión de un explorador del Siglo XIX que las de una persona que vive en nuestro siglo. Si el uso, asquerosamente populista, de términos como "Pueblo español" es una herencia del discurseo franquista más añejo y apestoso que aludía directamente a la neblinosa forma de entender España como un cúmulo de accidentes folclóricos unidos bajo la misma bota de montar la imputación de eso de "pueblo saharaui" no nos deja muy bien parados pues, en la misma contradictoria expresión, se encuentra ese puntito de exotismo, de lejanía y de necesidad de apadrinamiento sobre un grupo de personas que, en el fondo, entendemos como inferiores a nosotros. 

-Lo normal es que, sin temor a equivocarnos, fuéramos capaces de hablar simplemente de saharauis (como nacionalidad, si ese es nuestro propósito) y de Sáhara Occidental o de República del Sahara Occidental o del nombre que los saharauis quieran darle a su país. 

-Es muy divertido que Pons, a estas alturas algo así como el director de comunicación del PP y el responsable de gran parte de la política mediática del mismo, aluda a un término como "sensibilidad" para atacar la postura del gobierno español frente a la situación que se vive en El Aiuun. Es curioso porque, si echamos la vista atrás y volvemos al momento Aznar, nos encontraremos con un partido político que antepuso los intereses de la nación a la sensibilidad de los ciudadanos de la misma para apuntarse a la II Guerra del Golfo que, al parecer, nos garantizaría unos beneficios diplomáticos y económicos a largo plazo que justificarían cada bombardeo sobre población civil iraquí.

Los argumentos, en este caso, son intercambiables. Es decir, me imagino que si el PP estuviera en el poder se tendría que tragar el sapo del Sahara como se lo está tragando el actual gobierno por algunas de estas razones: 

- El entramado comercial español en Marruecos.
- El control del Estrecho. De esto no suele hablarse pero, una de las bazas de Marruecos, es desinteresarse de pronto por el flujo de la inmigración ilegal o el tráfico de drogas (no solo hachís, desde hace tiempo las rutas comerciales de la cocaína o la heroína tienen puestos sus intereses en la zona). 
- Un viraje del Gobierno de Marruecos hacia posiciones menos pro-occidentales en materias como la religiosa lo que siempre pone de los nervios a Estados Unidos y la UE. 
-Y, en términos menos importantes porque el riesgo es mucho menor, el hecho de que Ceuta y Melilla estén en la posición geográfica y estratégica en la que están.

Teniendo en cuenta todos estos puntos entenderán ustedes que los intereses de la clase política (esta que es tan sensible con el conflicto Marruecos-Sahara Occidental según ocupe unos escaños u otros) alejan El-Aiuun de un modo real del mapa de las decisiones que tienen importancia y que, en realidad, todo atiende a remover la polvareda más que a tomar medidas reales porque, como bien apunta el discursillo del señor Pons, ni él mismo se cree lo que promulga. 

Si la clase política española no siguiera tratándonos como a unos imbéciles posiblemente alguien se hubiera dignado a explicarnos la cruda realidad de una vez sin subterfugios, ni disimulos. Unas explicaciones que son tan sonrojantes como los intentos del gobierno marroquí por extender un puente ideológico entre Al-Qaeda y el Frente Polisario. 

Más allá de eso, lo que no cuenta el PP es que tampoco tiene demasiadas soluciones o que exige soluciones que tampoco llevaría a cabo de gobernar. El aumento de la presión diplomática sobre Marruecos es una opción descartada porque tiene que contar con el apoyo de los norteamericanos que, con Obama o sin Obama, creen que Mohamed VI es un valedor del control del islamismo radical en la zona y, por otro lado, ansían poder controlar los fosfatos del Sahara para su explotación así como una futura prospección del Atlántico en la zona para saber, si de una vez por todas, se encuentra allí una gran bolsa de petroleo de la que podría nutrirse alguna compañía yanqui. 

No me cabe duda que al PP le va este tema de la fuerza militar. Ya saben, el rollo épico. La Isla Perejil. Con viento fuerte de Poniente. El Cid. Moros y Cristianos (eso si que le gustaría a Pons, tan levantino). 

Decía Colin Powel, en una entrevista concedida a la edición norteamericana de la revista GQ, que uno de los momentos más ridículos de su mandato fueron aquellos en los que una llamada de Federico Trillo lo despertó de su letargo para informarle de que Marruecos había invadido España. Claro, un marrón. Pensando que los marroquíes andaban cortando cabezas por Sevilla el hombre se dispuso a ponerse al mando de la crisis (Europa invadida, no les digo nada) y, al llegar a su despacho le informaron de que lo que se estaba dilucidando era la soberanía sobre una pequeña roca. Mosqueado como una mona se volvió a la cama no sin antes pedirle a sus homólogos marroquí y español que, por favor, no lo despertaran por nimiedades y menos cuando ambos le pidieron una declaración de esas en las que tenía que prometer que no tomaría partido por ningún bando...algo que no pudo hacer puesto que para el texto de la declaración ninguna de las dos partes se ponía de acuerdo en que en ella se nombrara al islote como Perejil o como Laila ("perejil" en árabe).

Nos podemos poner gallitos y hacer como esos ridículos que, en los bares, inician una pelea y luego se ponen en plan "sujétame que como me sueltes la lío" pero, en realidad, si ir a la guerra por unas futuras promesas sobre petroleo e infraestructuras resultó ser un endeble argumento no lo es menos intentar meter los carros de combate en una nación extranjera aduciendo una "infinita sensibilidad con el Pueblo Saharaui". Entiendo que la imagen de la bandera rojigualda siendo izada en Rabat sea algo que pueda poner el orcate calentorro a cualquiera...sí, claro, el rollo de Alhucemas y del Desfiladero de El Lobo y tal y Santiago y Cierra España pero, sinceramente, no es lo mismo entrar en una roca baldía y matar a una pobre cabra que meterte en una guerra de verdad. 

Por otro lado, seamos serios: no es que el PP parezca ser un partido que pueda alinearse con los habitantes del Sahara aunque sólo sea por el hecho de que son musulmanes. ¿Ven ustedes a Mariano Rajoy comiendo cous-cous o descalzándose para entrar en la zona de rezo una mezquita? 

¿Soluciones? Bueno, pues hay pocas soluciones para el Sahara. Cuando Koffi Annan dejó el cargo en 2005 advirtió sobre que era un conflicto que tenía pocos visos de arreglarse. Si la democratización de Marruecos es ya una empresa casi imposible (más que nada porque la democratización de Argelia que los franceses intentaron consolidar se resolvió con la subida al poder del FIS que no era un partido muy pro-occidental y, por tanto, se llevó a cabo una vuelta a los tiempos del palo y tentetieso) el hecho de que  renunciara a la soberanía sobre unos territorios golosos en muchos términos  (fosfatos, pesca, petroleo, control estratégico sobre las actividades mauritanas y argelinas...) por medio de un referendum parecen una quimera. Es posible que todo este asunto se acabara si, de algún impreciso modo, la gente comenzara a tener una conciencia y una sensibilidad real y no le importara coger el toro por los cuernos en ciertas cuestiones. Es decir, quimera sobre quimera. Me pregunto cuanto tiempo tardarán nuestros políticos en olvidarse de todo esto.Como bien dice mi tío, que es tunecino: "los europeos nos miran como si fuéramos algo exótico...pero estamos sólo a unas horas de barco y todavía se empeñan en ver nuestros problemas como algo que no va con ellos, como si no fueran los culpables de nada y no fuéramos más que unos salvajes riñendo entre ellos".  

Mientras tanto, podríamos pensar también en ese otro conflicto olvidado llamado Guinea Ecuatorial por el que parece ser que no conmueve tanto a nuestra clase política...y ahí si que somos honestos: Teodoro Obiang vive sentado sobre un pozo de petroleo real y palpable. 

lunes, 15 de noviembre de 2010

Dino de Laurentiis y Luis García Berlanga


Dino de Laurentiis estaba tan a partir un piñón con David Lynch que, cuando a la hija del productor italiano, le extirparon el útero a ambos le pareció buena idea meterlo en un bote de formol y regalárselo al director norteamericano que, al parecer, lo tiene por su casa aunque, ha desmentido en varias ocasiones, que esté encima de la mesa de su despacho como el productor afirmaba en el documental que se hizo sobre su vida. 

Es decir, echándole un vistazo a la trayectoria de David Lynch uno bien pudiera pensar que podría ser una de esas personas a las que no le importaría tener un objeto decorativo semejante en su despacho. El asunto encaja. Sumemos: Lynch+fascinación por lo rarito=¿Sabes que tengo el útero de Rafaella de Laurentiis en mi despacho? ¿Quieres verlo?

Si una cosa caracterizó a Dino de Laurentiis en toda su vida fue su innata capacidad para vender historias de este estilo. John Millius contaba que el italiano intentó convencerlo para que se encargara del guión de "Flash Gordon" cosa que a Millius (que andaba intentando sacar para adelante "El gran miércoles") no le hizo mucha gracia. Le dijo muchas veces que no y en todas Don Dino le contestaba de la misma forma. El director y guionista americano lo contaba más o menos así: "Se ponía delante de mi y con su acento italiano me decía va a ser una  gran producción, voy a hacer una gran película de efectos especiales, que será más grande que La Guerra de las Galaxias...luego vi la película, y la verdad, aquello no tenía nada que ver con lo que Dino me había contado pero es que las cosas eran mucho mejores cuando te las contaba él".

Sumen otra vez: ¿No se alimenta mucho mejor la fama de "extraño" de Lynch si se cuenta que tiene un útero sobre la mesa de su despacho? 

Fernando Trueba cuenta, entre carcajadas, que cuando fue a visitar el rodaje de "Conan El Bárbaro" (creo que en calidad de crítico, todavía) que se estaba filmando en España alguien de la película le dijo: "Te voy a llevar a que conozcas al actor principal...va a ser una gran estrella de Hollywood en el futuro". Dice que lo que vio fue a un tío musculoso embutido en un braguero de piel que, a duras penas, se expresaba en un inglés con acentazo alemán. Era Arnold Chuacheneguer, claro. En ese caso, como en tantas otras ocasiones, Dino de Laurentiis acertó (no como con Flash Gordon que se dio el hostión). 

Dicen los titulares de estos días que con la muerte del italiano se cierra una especie de capítulo de la historia de los productores. Dudo mucho que esto sea así teniendo en cuenta que ahí están los hermanos Weinstein que, al igual que De Laurentiis, han dado mucho al cine pero, claro está, también le han quitado mucho. Echen un vistazo, y volvemos a Lynch, de ese crossover de personalidades que se encuentra en "Mullholland Drive" en el que se caricaturiza, con un humor propio de Lynch, a un productor italiano obsesionado por tener un buen café expresso encima de la mesa y al que se añaden también personalidades diversas de otros loquitos del cine como Brian Grazer o los propios Weinstein dibujados a lápiz grueso. Nadie hizo tanto por disimular su desprecio a tantas personas y le quedó tan evidente. 

Y es que la lista de productores que sobreviven en el negocio con las mismas etiquetas que los norteamericanos le colgaron a De Laurentiis es sumamente larga. 

Los productores están todos mal vistos. Fíjense, por ejemplo, en esta descripción del trabajo de producción que se atribuye (si no me equivoco) a Billy Wilder: "Un productor es ese hombre al que llamas desde la habitación de un hotel en la que te has citado con una mujer y, sin querer, has matado. Se presenta allí en mitad de la noche, te entrega dinero en metálico, un pasaporte con una nueva identidad y un billete hacia un país extranjero...pero antes de todo eso se acuesta con la muerta". 

Tacaños, interesados, ventajistas, figurones, desquiciados, analfabetos, ególatras, negreros...todos los productores del mundo comparten una larga lista de adjetivos negativos y, curiosamente, en algún momento de su vida bregarán con  una interesante pregunta muchas veces sin respuesta: ¿Cómo alguien así ha querido dedicarse a hacer películas? 

Una pregunta dolorosa porque, la mayoría de los productores, se consideran así mismos una especie de artistas que disfrutan metiendo mano en el guión o dando órdenes sobre montaje y dirección. Sin embargo, ni escriben, ni dirigen, ni actúan...¿Por qué? Porque no tienen tiempo...o, al menos, esa es la sensación que te da cuando hablas con algunos de ellos. Con una pasmosa facilidad De Laurentiis era capaz de atribuirse el éxito de esta o aquella producción (al igual que por ejemplo ese personajazo que es Robert Evans) y, sin embargo, quitarse del medio con la misma elegancia en el caso de que el asunto resultara un fracaso. ¿Por qué? Ya estaba buscando pasta para hacer otra película y nadie quiere tratar con alguien que ha sufrido un severo correctivo. 

Es posible que fuera un roñoso italiano que no se enteraba de la misa la media (que no supiera diferenciar entre una obra maestra y un tiro por la culata...lo que dudo porque nadie te asegura una vida tan larga si eres tan tonto)  o que mirara el centavo al peso (tendrían ustedes que saber qué producción española repartía día sí y día también bocadillos de pisto como único cátering por orden de un productor de cuyo nombre nadie quiere acordarse...tampoco de la película...) pero, lo cierto, es que siempre lo estuvo intentando, exagerando las verdaderas posibilidades de la empresa, forzando la máquina, vamos. 

Tanto por bueno como por darle la vuelta al calcetín, es decir, por conseguir que algunas atrocidades se convirtieran en "malas buenas películas" (El remake de King Kong, Flash Gordon, Tai Pan, Huracán...) Dino de Laurentiis pasará a la historia del cine como el arquetipo del productor espabilado que comenzó en la miseria y se alzó a base de echarle morro sobre el común de los mortales. 


Si con Dino de Laurentiis el mundo se ha llenado de titulares sobre ese presunto cierre de un capítulo lo cierto es que la muerte de Luis García Berlanga nos deja a los españoles con el sabor de que se nos ha ido el padre del cine español. No quisiera yo meter el dedo en la herida pero me ha parecido impresionante que el despliegue de noticias haya sido inmenso en comparación con el de la muerte de Azcona al que, y ustedes berlanguianos me perdonarán, considero yo uno de los mejores guionistas del planeta y, arriesgándome a que en Alfa Centauri haya una civilización desconocida, de la Galaxia. 

Lo que me queda claro es que Berlanga era un icono. Mucho me ha sorprendido la confluencia de tirios y troyanos (peperos y socialistas) en los actos fúnebres donde, por desgracia y con la habitual falta de interés por la cultura nuestra clase política se ha retratado en las declaraciones de Doña Dolores de Cospedal a la que no se le ha movido un músculo al afirmar: "Cuando me he enterado de que dirigió Bienvenido Mr. Marshall con 31 años...". Es decir, no parece que Doña Dolores supiera mucho del cineasta más importante (o uno de los más importantes del cine español) hasta que alguien le ha pasado una notita con algunos datos de la Wikipedia. Qué pena, ¿no? 

Y es que, como decía Azcona: "Yo no estaba interesado en hablar de política en las películas y Berlanga bastante menos que yo". Ahí queda eso. 

Me hace gracia la frase, resaltada con malicia por cierto, porque Berlanga pareció demostrar durante toda su vida cierto desprecio por las cosas conservonas y los meapilas, por echar unas risas con eso de la tradición y los curas, por no tener el más mínimo aprecio por las festividades sino era para usarlas como arma arrojadiza y, sin embargo, ahí están todos ellos dando el último adiós con esas palabras solemnes. 

Más de una vez en mi vida me he quedado yo también con esa duda de saber si era un tipo que me caía bien o me caía mal pero, ante la duda, siempre veía Plácido o El verdugo y me volvía a reconciliar con el director y con el personaje que siempre ha vivido como le ha dado la gana, cosa que aprecio bastante. 

Adoro de Berlanga esos planos secuencia largos y esa acidez, la amargura de su humor, su pasión por el exceso y por la plasmación del mismo: las colecciones de velo púbico del marqués, la muñeca de Piccoli, el yerno de El Verdugo, el cojo que iba detrás de la comitiva que cantaba "Americanos", la boda de Plácido, el tontico de "La Vaquilla" diciendo que prefería esperar a "La Mora, que hace el francés", el torero y el toro de Calabuch, Pajares jugando al billar en "Moros y cristianos" o ese cartel del final de "Paris Tombuctú" donde se leía "Tengo miedo"...

Como siempre, corremos el riesgo de que a Berlanga lo despedacen con la intención de repartirse los trozos más jugosos y que, en estos días, escuchemos muchas paridas con respecto a su vida y a su muerte. Tengo claro que la mayoría de la gente que hablará de él, al igual que Doña Dolores, no tendrá ni idea de quién era Berlanga y de lo que ha supuesto para este país porque, sinceramente, si sólo se te ocurre que era joven cuando rodó una de sus películas es porque, posiblemente, no te has interesado ni lo más mínimo por ver una de sus películas.

Es estúpido intentar valorar si Berlanga era un señor de derechas o un señor de izquierdas, algo que está ahí un tanto candente en las crónicas de su fallecimiento, cuando es el autor de algunas de las mejores películas de todos los tiempos. No estoy para nada interesado en saber si tomaba café con unos o con otros porque eso, sinceramente, me parece de muy corto vuelo. Creo que metiéndonos en semejantes berenjenales estaremos haciéndole un flaco favor a la obra de Berlanga y, en cierto modo, dando por buena esa interpretación de la historia de España que, a mi corto entender, es ese plano final de "La Vaquilla" en la que el pobre animal aparece banderilleado y comido por las moscas en medio de las trincheras sin que nadie haya sido capaz de darle ni dos pases de pecho decentes. 

Me quedo con el director de cine, con el tipo que hizo siempre lo que le dio la gana, con el que ni la Censura (esa que está ahora tan de moda de nuevo) pudo batallar. Lo demás es todo pura purrela. 

Esta semana se han ido dos peliculeros...qué penita. 

sábado, 13 de noviembre de 2010

Colaboraciones insustanciales


Mi amiga Elsa Bonafonte, con la que un día compartí trinchera laboral, es una mujer francamente inteligente. Tanto que, sin previo acuerdo ni aviso, llamó a su blog Reflexiones de una mujer insustancial

Desde hace algún tiempo Elsa ha inaugurado un blog llamado "mis apis por tus cookies" con algunos amigos y me ha pedido que colabore con ellos una vez a la semana. 

Así lo he hecho. El primer artículo va sobre Funny Or Die, la página que Will Ferrell y Adam McKay se sacaron de la manga. Pueden ustedes enlazar desde aquí

Mientras tanto manténganse en sintonía porque volveremos mañana con más insustancialidades. 



martes, 9 de noviembre de 2010

El Papa y la Santísima Trinidad de Marx


Iba a hablar de Papa pero...narices...estamos todos de acuerdo ¿no? Quiero decir, sólo hay que leer la prensa y ver la tele para entender la dimensión interplanetaria del personaje, para postrarse ante los pequeños pies metidos dentro de unos estupendos zapatos de Prada, para rendirse ante la paradójica evidencia de que, pese a mantener uno de esos discursos de tanqueta y tentetieso el actual dueño de la silla de Pedro es, ni más ni menos, que un hombre con un encanto, un charme y una personalidad tan magnética que, ufff, ante su presencia incluso sus enemigos más acérrimos parecen derretirse como un Frigo Dedo fuera de la nevera en pleno agosto en Andujar (Jaén). 

Fíjense si Benedicto XVI será acojonante que ha visitado nuestro país para demostrarnos que si el misterio de la Santísima Trinidad consiste en que un mismo ente puede ser tres cosas diferentes a la vez (padre, hijo y espíritu Santo...una especie de huevo kinder teológico cuyo entendimiento me costó varias collejas hasta que lo entendí) él mismo también puede presentarse ante los fieles en la misma forma siendo, a saber, Jefe del Estado Vaticano, máximo representante de Dios en la Tierra y, como no, el teólogo ultraconservador Joseph Ratzinger cuya única y pequeñísima debilidad parece ser el hecho de que el hombre se pirra por las cosas carísimas que hacen bling-bling desde zapatacos de 500 euros y más allá hasta ricos vestidos eclesiásticos y gorritos de todo pelo. 

Es por ello que Joseph Ratzinger/Benedicto XVI viene a nosotros ofreciéndonos con una mano la salvación eterna y con la otra un bofetón con la mano abierta para recordarnos que su primer ofrecimiento pasa por ver, oir y callar; por la obediencia silenciosa a la espera de, como si fuéramos congresistas retenidos por Tejero en el Parlamento, la llegada de una autoridad mayor que, como Godot, no acaba de decidirse a hacerse presente de verdad. Ya les digo que esa visita tampoco sería agradable porque, por alguna razón que se me escapa, el segundo advenimiento del Mesías por narices habría de coincidir con la llegada de un personaje venido de la Zona Negativa llamado sucíntamente Anticristo pero reconocido por otros nombres y creo que también con la celebración de un maxiproceso judicial express en la que nuestro mismo creador decidiría quienes se pueden sentar a la derecha de su trono y quienes, por desgracia, merecen pasar la eternidad en el Infierno que tiene buena calefacción y ambientillo pero malas vistas. 

O sea (tía) que ya el mismo Papa te está advirtiendo que es mejor que, por si las moscas o por si todavía eres un pecador de la leche, no aparezca y te quedes con las dudas que siempre serán mejores que lo otro, la condenación eterna. 

Dicen que la visita del Sumo Pontífice nos ha costado 3 millones de euros. Me parece francamente poco. Muy pocas veces tiene uno la oportunidad de recibir la visita del único tío en todo el Mundo que tiene línea directa con Dios, con una especie de Mega-Super-Medium que, además, no puede equivocarse. Es más, los 3 millones de euros famosos sirven para sacar a muchas monjas a la calle (que no suelen salir mucho) y para que muchas familias hagan turismo siguiendo a la comitiva de su Santidad y eso es bonito porque, si uno tiene 8 o 9 hijos, por narices, tiene que salir poco de casa y lo que a cualquier despreciable cabrón se le antoja como unas muermo vacaciones (kilómetros en autobús, alimentación a base de "bolsas Picnic" -minibocatines, pieza de fruta y botella de agua-, cánticos populares que dan dolor de cabeza, madrugones y pernoctas en polideportivos municipales acondicionados como si recibieran a las víctimas del huracán Katrina) a una de esas familias que salen poco les deben de parecer dos semanas en Copacabana a full equipe

Es más, que este año la visita papal aumente en 3 millones la cuenta de 6.000 que el gobierno español le suelta todos los años a la Iglesia Católica (los fieles no dejan mucho en el cepillo, al parecer). Una propinita, ya ves. ¿Te imaginas que tienes 6000 pesetas en el bolsillo y te ofrezco que, por sólo tres más, puedo  traerte a un ser mítico hasta la puerta de casa? ¿A que dirías que sí, que guay? 

Ratzinger en su faceta de representante de Dios en la Tierra te dice que seas bueno, en su faceta de Teólogo carga contra el aborto, el matrimonio homosexual y el aumento de la laicidad (una forma de decir "estamos perdiendo clientela") y, como representante político, se permite hacer análisis políticos del tipo "están ustedes como en los días de la II República". Está claro que no falla en ninguno de sus análisis: hay que ser bueno, nos estamos condenando por culpa de nuestra dichosa manía de llevarle la contraria a la Iglesia y con nuestra reticencia a ir a misa y, también es verdad, estamos casi tan mal como en la II República. Esta misma mañana una turba de la CNT y de la FAI han quemado una iglesia llena de fieles. 

Pero, espera...¡Que yo no quería hablar del Papa! ¡Soy un gilipollas! 

Les cuento, un amigo de mi padre me regaló un montón de cosas de las que su mujer quería deshacerse. Un lote completo de su etapa juvenil: un tocadiscos Bettor de sonido cuadrafónico, discos de Hendrix, Génesis y Jethro Tull (entre otros) y un montón de libros y revistas de música viejas. Un botín, vamos. 

Uno de aquellos libros llamó mucho mi atención así que comencé a leerlo. Comencé a reírme desde el primer párrafo. Así que, al día siguiente, me lo llevé a misa. Estaba preparándome para la comunión y el cura que venía a dar la misa al barrio (la daba en el bar porque no había templo...lo juro) me obligaba a estar el primero allí y, como a veces se retrasaba, solía sentarme a esperar sentado en la puerta sin hacer nada. 

Reconozco que había algo fascinante en el rollo de ver como el señor aquel se preparaba para la misa. Como se ponía toda aquella ropa sobre la ropa de calle mientras que ordenaba el sitio donde se celebraba la ceremonia. En aquellos años mi imaginería infantil se reducía a las películas del Oeste y a las del Espacio, ya saben, un mundo básicamente de héroes y de malvados. La figura de Jesucristo, por tanto, encajaba de algún modo loco en todo aquello: era un héroe solitario con unos poderes acojonantes que iba por ahí haciendo el bien. Un bien bastante bien hecho. Me acuerdo que una de las mejores series que había visto por aquel entonces, o a mi me lo parecía porque no la he vuelto a ver, era "Los 7 de Blade". Era una serie que iba de unos reclusos que, comandados por el prota, atravesaban la galaxia llevando a cabo diversas misiones...en mi chiflada cabeza aquello no podía ser otra cosa que Jesucristo y los Apóstoles o, al menos, así me los imaginaba yo. Quiten togas y pongan pistolas de rayos lasers. La bomba. 

El caso es que el cura y yo siempre charlábamos antes y después de la misa. Al principio porque llegaba antes que nadie y me tocaba salir por el barrio tocando una pequeña campana para avisar a la gente de que quedaba poco para la función eclesiástica (el bar sustituía a la iglesia y la campana aquella sustituía al campanario) lo que también me molaba bastante. Salir por ahí a tocar la campana era como, no se, ayudar a hacer el bien, como aquel chiquillo que iba con Robin Hood. 

Cuando terminaba la ronda volvía a la Iglesia de campaña y comenzaba la misa. Después de la misma me tocaba quedarme para repasar un poco el catecismo. Las relaciones entre mi padre y aquel señor no eran buenas por algunas razones como, por ejemplo, que mi padre no iba a misa y que mi progenitor era el único señor del barrio que lo llamaba de tú, cosa que al hombre este no le hacía gracia. Si aceptó darme la catequesis creo que fue por una sencilla y vengativa razón: convertir al hijo de un progre que se mostraba un poco hostil y que, en cierto modo, hacía proselitismo laicista junto con un médico que habitaba por aquellos años en el barrio. Ambos, bastante borrachitos, la noche en la que Felipe González fue elegido presidente por primera vez empapelaron, literalmente, el barrio de carteles (González confiado y juvenil en primer plano sobre un fondo azul cielo veteado por nubecillas algodón) donde habían escrito con edding rojo "Enhorabuena, Señor Presidente". La guasa de la Guardia Roja, vamos. Los hijos de Pol Pot, como dijo otro vecino, cuando los veía pasar a los dos barbudos vestidos con ropa de pana y pellizas. Y ellos tan tonticos y tan orgullosos, en plan, ahora os vais a enterar que vamos a dejar esto que no lo va a conocer ni la madre que nos parió. Qué malo el whiskacho y los puros aquellos. 

El caso es que el cura se lo tomaba con bastante paciencia pese a que, y era cosa mía, aquello por la épica me interesaba bastante (curar a leprosos y darle cera a los mercaderes del templo) pero por la otra, por la que de verdad es cosa religiosa, se me resistía. El caso es que a todo lo que yo preguntara el tipo me decía "fe, si tienes fe y crees no necesitas nada mas". Daba igual que le preguntara sobre el hambre en el mundo o sobre los planes del bien para derrotar al mal...todo se reducía a algo de lo que carecía o que no había crecido en mi anterior. 

Por aquellos tiempos, creo que había pasado como un año, ya estaba el hombre hasta las narices y no hacía más que decirme que o comenzaba a dejar de hacer preguntas o no estaría preparado para hacer la comunión. Coño, pues mal. El caso es que, por lo que fuera, seguía haciendo preguntas sin que el hombre me dijera directamente "no hagas más preguntas". Y aquel día, aquel domingo, fue completamente definitiva. Terminada la misa y terminado el cura de colocarse el cuello blanco tuvimos una charla, un tanto frustrante, antes de que el hombre perdiera la paciencia por completo porque me había tragado una frase del Credo. Muy mosqueado, se levantó de una de aquellas sillas de plastico negro y dijo "la semana que viene te lo aprendes entero y no te voy a dar más clases hasta que no te lo aprendas todo". Me levanté un tanto avergonzado y me dirigí hacia una de las sillas en las que había dejado olvidado el libro dichoso que me había llevado para entretenerme. Al ir a cogerlo, el cura se pispó y me preguntó: "¿Qué estás leyendo? ¿No ves? Es que no deberías de despistarte perdiendo el tiempo en tonterías cuando...". Le mostré la portada y le cambió el color de la cara. Terminó de arreglarse y muy serio me dijo: "Espérame fuera". 

Al poco tiempo salió, cerró la puerta del templo-bar (cuantas veces me he acordado de aquella escena cuando he visto como era el último en salir de un establecimiento de jolgorio) y muy serio, en lugar de tirar hacia la carretera para coger el autobús como acostumbraba me dijo "vamos a ver a tu padre". Me jiñé encima. 

El cortísimo recorrido se me hizo muy largo porque el hombre aquel mascullaba palabras ininteligibles. Y yo detrás, como un idiota preguntando "¿Qué ha pasao? ¿No me va a dar más catequesis?". Cuando doblamos la esquina nos encontramos con mi padre que estaba barriendo la puerta de casa. Tenía fama de rojo y de barrer la puerta cosa que al vecino que dijo que era el "hijo de Pol Pot" le hacía mogollón de gracia porque el hecho de que mi padre ayudara en las tareas del hogar era algo todavía moderno y que le permitía unir a la lista de descalificaciones obvia la de "mandilón" y "calzonazos". Un descojono post Transición. 

"Buenos días". 
"Buenos días, ¿qué le ha hecho el niño?". 
"Vengo a decirte que no puede hacer la comunión, que no está preparado y que, en la medida de lo posible, si quieres que siga viniendo a misa lo mandes sin que se traiga ningún libro o no lo voy a dejar pasar. Es intolerable que le laves el cerebro así. Es solo un niño. Y si haces esto con tu hijo me doy cuenta de lo que enseñas a tus alumnos, eres un irresponsable". 

Mi padre sin entender nada se quedó pensativo y noté que el mosqueo le comenzaba a subir por las piernas hacia justo la vena esa que está en la sien y que se le hincha (unos primos míos, cuando veían el espectáculo, gritaban sin cortarse "¡La vena, la vena!" antes de salir corriendo) y después se le puso un ojo bizco que es una señal malísima de que el espíritu malvado de Skeleton se le ha metido en el cuerpo...

"¿Qué libro?"
"¡Un libro de Marx! ¿Tú crees que un niño está preparado para leer a...a...a....ese? ¿No te va vergüenza mandarlo a misa con eso?"
"¿Donde está ese libro? Insustancialito, ¿Me has cogido un libro?". 
"No, fue uno de los libros que me dio Jose Luis anoche". 
"A ver". 

Le entregué el libro a mi padre. Se quedó mirando la portada y leyó...

"¿Tu crees que es malo que el niño lea "Groucho y yo"?" 
"¿Qué?"

Mi padre le puso la portada delante de las narices. El cura sólo había leído MARX en el título y no GROUCHO (el autor) y ni siquiera el título. Me temo que se había dejado llevar por el frenesí. 

"Eh...pensé que le habías dado un libro de Marx al niño. Mis disculpas. Pero de todas maneras no puede hacer la comunión porque le metes tonterías en la cabeza y luego me las pregunta. No entiende qué es la fe". 

Entonces mi padre se giró y me dijo: 
"¿Quieres hacer la comunión? ¿Todavía quieres hacer la comunión?". 
"Sí, es que..."
"Mira, el niño quiere hacer la comunión y si no quieres darle la catequesis pues que no vaya más por misa, ya me encargo yo de buscarle un cura o lo que haga falta. Buenos días". 
"No, no, que venga cuando quiera, si es muy buen chico, pero no estudia nada". 
"Vale, pues que vaya si quiere". 
"Tiene que estudiar porque si no, no va a haber un cura que le de la comunión". 
"Vale, ya me encargo yo de eso". 

Ambos se despidieron allí y yo me quedé sentado viendo como mi padre barría la casa. El vecino de arriba salió y dijo "¡Calzonazos! Bien domado que te tiene la mujer! ¡Tiene más huevos que tú!". Y mi padre, francamente mosqueado, tiró la escoba y le contestó "¡Pues hoy las cervezas te las tomas con tu puta madre, facha!" y después informó a mi madre de que, los hombres de la casa, se iban a comprar el periódico. Y volvimos y, como muchos domingos, el facha, el médico y el maestro de escuela se sentaron en la puerta a tomarse unas cervezas para terminar discutiendo, como siempre, sobre el Real Madrid.

Y es que se cumplen 75 años del estreno de "Una noche en la Ópera" la que está considerada como mejor película de los Hermanos Marx, uno de los autores de aquel libro que sacó de quicio a aquel cura. 

No he sido un tío muy religioso después por decisión propia pero sí he sido un seguidor furibundo de los Hermanos Marx que, eso sí, es una herencia directa de mis padres que eran muy fans del humor de aquellos tíos. Soy marxista (en muchas acepciones de esa palabra) y reconozco a Groucho como un Dios y a sus hermanos como una extensión del poder del humor que sale de la lampancia. El de tres miserables absolutos que predicaron con el poder infinito del absurdo a cambio de que tu alma no cayera jamás en el limbo del aburrimiento. 

El aniversario de dicha película, que mi amigo Eduardito y yo vimos cuatro veces en un mismo día saltándonos sólamente algún número musical, si sería algo para celebrar con cabalgatas y discursos. El simple hecho de que los Hermanos le pidieran a Margaret Dumont (la señora mayor que les servía de chanza) que siempre interpretara en un código que no fuera el cómico ya vale un Nobel. 

A mi toda la visita papal y todo el rollo posterior y esas palabras grandilocuentes (Feijoo ayer dijo que Galicia había sido el centro del universo al albergar durante unas pocas horas al Papa...afirmación que no se si sería compartida en Islamabad o en Pekín) me resultar tragables sólamente si me puedo poner el bigote de coña y el puro sin encender en la boca y soltar una chorrada para contrarrestrar tanta estupidez oficialista e interesada.

Es un poco tonto iniciar un listado de las mejores frases de "Una noche en la Ópera" o de hacer un repaso de las mejores escenas. Es una gran obra que, sin embargo, técnicamente resulta un tanto chapucera y no tuvo mucho presupuesto porque la MGM dudaba de que los cómicos, muy famosos en los espectáculos de variedades, consiguieran un taquillazo después de los cinco anteriores fracasos (el peor "Sopa de ganso" que es una obra maestra de la comedia aunque sólo sea por la pelea de Harpo y el tío de los cacahuetes) pero sin duda es una de las cotas cómicas del humor planetario. 

Predicar con el desastre y meterle al personal el miedo en el cuerpo (vas a arder en el infierno, baby) es una cosa pasmosamente rentable pero yo prefiero la prédica del despiporre más que nada porque firmar un contrato por la salvación de mi alma que no me asegura, ni mucho menos, la salvación de mi alma me suena un tanto a "la parte contratante de la primera parte". 

Se cumplen 75 años de una obra maestra de la carcajada. Estaría bien que alguien lo celebrara en un momento en que no estamos para que nadie nos diga que, encima de pobres, somos malas personas.

Nota del Insustancial: Johnny Cash es uno de los muchos músicos (desde Leonard Cohen a George Harrison) que ha jugado con la imaginería religiosa para componer algunos de sus temas más notables con grandes resultados. Su "When the man comes around" es una de esas canciones que intenta describir el momento en el que llegue el Juicio Final con gráficas escenas como las de los hombres poderosos tirando sus coronas de oro a los pies del Altísimo...una cosa es ser ateo y otra cosa, muy diferente, es no apreciar la grandeza de este señor tan cateto.