lunes, 9 de mayo de 2011

El naufragio de la nave de los locos y las desventajas de aprender a nadar para morir ahogados en la costa


El vídeo original con sus imágenes bélicas puede verse aquí

"Habíamos salido a ganar; podíamos hacerlo. La, valga la inmodestia, por mi concebida, el duro entrenamiento a que había sometido a los muchachos, la ilusión que con amenazas les había inculcado eran otros tantos elementos a nuestro favor. Todo iba bien; estábamos a punto de marcar; el enemigo se derrumbaba. era una hermosa mañana de abril, hacía sol y advertí de refilón que las moreras que bordeaban  el campo aparecía cubiertas de una pelusa amarillenta y aromática, indicio de primavera. Y a partir de ahí, todo empezó a ir mal: el cielo se nubló sin previo aviso y Carrascosa, el de la sala trece, a quien había encomendado una defensa firme y, de proceder, contundente, se arrojó al suelo y se puso a gritar que no quería ver sus manos tintas de sangre humana, cosa que nadie le había pedido, y que su madre, desde el cielo, le estaba reprochando su agresividad, no por inculcada menos culposa. Por fortuna doblaba yo mis funciones de delantero con las de árbitro y conseguí, no sin protestas, anular el gol que acababan de meternos. Pero sabía que una vez iniciado el deterioro ya nadie lo pararía y que nuestra suerte deportiva, por así decirlo, pendía de un hilo. Cuando vi que Toñito se empeñaba en dar cabezazos al travesaño de la portería rival ciscándose en los pases largos, y para que decirlo, precisos, que yo le lanzaba desde el medio campo, comprendí que no había nada que hacer, que tampoco aquel año seríamos campeones". 

Este es el comienzo de la novela "El misterio de la Cripta embrujada" escrita por Eduardo Mendoza. Formaba parte de las lecturas casi obligatorias del BUP de mi época y, si mal no recuerdo, me la encontré por primera vez en un libro de lectura de sexto de EGB así, del mismo modo, extractada para que con ella hiciéramos ejercicios de aquello que se llamaba comprensión lectora. 

Hoy lo copio aquí para que sirvan las sensaciones del anónimo protagonista de dicha novela (y de dos partes posteriores tituladas "El laberinto de las aceitunas" y "Las aventuras del tocador de señoras") para plasmar en cierto modo las sensaciones que he tenido durante la participación del Madrid de Basket en la Final Four celebrada en Barcelona este mismo fin de semana. Exactamente desde la primera canasta de Ante Tomic hasta el triple mortal de Pnini (jugador del Maccabi de Tel-Aviv) sentí que, a lo mejor, se produciría el milagro. Los cuatro o cinco ataques en tromba posteriores en los que el Madrid no fue capaz de anotar un punto y la mala resolución de las dos faltas antideportivas ocurridas durante ese tiempo deberían de haber sido suficientes para ponerse por delante en el marcador de forma escandalosa...al ver que, pese a los carrerones, que la muchachada blanca (vestida de negro) se estaba pegando no servían para nada frente a un Maccabi lento que parecía rodear al Madrid por todos lados supe, automáticamente, que ya no había nada que hacer, absolutamente nada que hacer. El Madrid volvía otra vez a oscurecerse y a meterse en ese túnel incomprensible de fallos, de ataques impotentes y de malos gestos que lo ha tenido atrapado toda la temporada. 

La excusa de la bisoñez de sus estrellas (Tomic, Mirotic, Llul, Rodríguez, Suarez...) solo vale a medias y no es una enmienda a la totalidad; el bajo rendimiento de los fichajes también es una excusa a medias porque puede diluirse entre todas las muchas personas que al parecer mandan en la sección subsidiaria de un club de fútbol millonario que no tiene empacho en pagar 1´5 millones de euros por un tipo llamado Faubert para que juegue 60 minutos en algo más de tres meses y, sin embargo, tira de la excusa de la falta de dinero para traerse a dos jugadores como Ingells y Anderson que le hubieran costado la mitad y que, sin duda, le hubieran dado al equipo las mismas alegrías que están dando al Barça. 

Es innegable que en el Madrid de Basket hay mucho talento pero muy mal explotado y monstruosamente intermitente: Reyes parece haberse diluido en las luchas intestinas de la plantilla y parece enfadado desde la marcha de Hervelle -todavía incomprensible- y la salida rara de Jorge Garbajosa. No es el Reyes que llevó al Madrid a la conquista de una Liga y una Copa ULEB. En ese rastro de intermitencia y gestos demenciales está Pablo Prigioni que ha querido alzarse con los galones de gran capitán pero que se muestra del mismo modo insolvente y también perdido mezclando grandes actuaciones con salidas de madre que tienen como objeto compañeros y aficiones (propias y extrañas), Tucker no es el cañonero que era en el DKV y D´Or Fischer es tan tranquilo y tan pastueño que tanto si se casca 19 puntos como si se va al banquillo con tres personales en cuatro minutos parece pasar completamente desapercibido. 

El Madrid además se enfrenta con la renuencia de los dos técnicos italianos que se han encargado este año de los designios técnicos del club de utilizar más y mejor a dos jugadores como Vidal y Velickovic. Lo del catalán y su paso por el Madrid raya lo completamente incomprensible. Es y será un gran jugador que, sin embargo, parece no contar con ninguna confianza ni de Messina, ni tampoco de Lele Molin (Messina 2) que lo ningunean aunque fuera necesario su concurso, aunque se necesite a un alero con más confianza que los que hay en cancha. Velickovic, ese jugador que vino con la etiqueta de "enorme", ha sufrido tantos cambios de posición, han intentado remover tanto su colocación dentro de las estrecheces tácticas que ni él mismo sabe por donde anda. Es raro que un tirador nato como este ya no tire, es raro que ni siquiera juegue. Su primera temporada en el Madrid trajo un enorme cabreo por su parte al ser cambiado de posición (algo que hizo medianamente público) y parece que ha sido estigmatizado desde entonces. Entiendo, de verdad lo entiendo, que es el cuadro técnico el que está con los jugadores, el que sabe de las debilidades y las fortalezas de la gente a la que dirige pero, sinceramente, la sensación de que todo se debe a cosas que no son nada deportivas me hace pensar en una enorme falta de sentido común o en una gigantesca italianada. ¿Y Begic? ¿Que me dicen de Begic? ¿Para qué ha venido Begic? ¿Por qué nadie se acuerda de Begic? 

Nos quedaba aferrarnos a Llul y a su nervio (23 puntos en el partido por el tercer y cuarto puesto...), a que su acierto nos mantuviera dentro del primer partido pero no llegó la caballería. Desgraciadamente el jugador menorquín anda arrastrando una cierta falta de potencia física desde que se lesionara meses ha y no parece poder plantar batalla. Mala suerte y mala planificación cuando para mantenerte tienes que tirar de un tipo tan joven al que ni siquiera el seleccionador nacional ha dado la suficiente confianza. Tampoco nos ha quedado la baza de agarrarnos a Mirotic, Tomic o a Suarez que también forman parte de ese caudal de talento por explotar del que disfruta la plantilla blanca. Son futuro como lo fueron en su momento Radja, Kucoc, Tabak o Perasovic...sí, aquellos muchachos yugoslavos desconocidos que formaron la Jugoplastika que dominó Europa de 1989 a 1991 pasándole por encima al Barça en tres ocasiones y aligerando la carga histórica de Maccabi y el cheque sin fondos que fue aquel Aris de Salónica de  Gallis y Yannakis. Ellos tampoco tenían demasiada experiencia en aquella primera Final Four de Munich a la que concurrieron pero aplastaron a un conjunto cargado de experimentados jugadores donde estaban Epi, Solozabal, Sibilio, Jiménez...no todo es una cuestión de inocencia competitiva, a veces el talento explota antes, a veces el talento sí es lo que define a un equipo y la sabia dirección del mismo, saber dirigirlo hacia algo hace que los títulos vayan cayendo sin tener en cuenta el curriculum previo. 

Ahí tienen ustedes a Sergio Rodríguez. El claro ejemplo de un jugador con grandes dotes que, sin embargo, cometió el error de marcharse a la NBA demasiado pronto, cuando todavía estaba en esa progresión. El canario no sabe si actúa de base o de escolta, si tiene que tirar, si tiene que jugársela en una entrada cortando la zona o pasarle a un compañero. El caso de Rodríguez debería de servir como aviso a navegantes para todos los europeos que dan el salto a la liga americana: a USA o se va aprendido o se vuelve con las cosas a medio hacer. Desde la desaparición de Pitino de la liga profesional, y de otros entrenadores de corte antiguo (quiero decir, de esos tíos que sabían y disfrutaban enseñando) no hay sitio en las franquicias de la NBA para jugadores que no combinen el ABC del deporte de la pelota naranja con un sentido carnívoro de la competición. Sergio ha perdido dos años en una aventura que solo le ha reportado una experiencia deportiva vacía y un retorno, paradójicamente, a un club que está a medio hacer y que por cuestiones meramente históricas no tendrá paciencia y por cuestiones meramente económicas (no hay dinero para un buen jugador de baloncesto, sí para la política futbolera de Fauberts y Secretarios) es posible que no lo mantenga más de otra temporada en plantilla. 

Si el Madrid se hubiera tenido que agarrar a Fhroelich, Beirán, Jodar, Sanz o Kasse (todos de la cantera) sí hubiera sido válido hablar de falta de experiencia pero, sinceramente, los problemas que ha demostrado tener el Madrid de Basket son otros. Demasiada intermitencia, demasiados nervios, demasiado diamante en bruto y muy poco crédito en la actualidad.

Tras este fin de semana en el que el Madrid ha naufragado contra Maccabi y Montepaschi es posible que esté tan dolido como fan que no sea capaz de sacar nada positivo del paso del equipo de mis amores por esta Final Four. Yo, cagón de mi, y cuando la cosa estaba tan fea me lamentaba diciendo: "En la ULEB los hubiéramos pateado, somos de la ULEB". Es posible que ese sea el nivel en el que hay que crecer, si es que el Madrid de Basket quiere crecer ganando títulos, si quiere crecer sin ganarlos no lo hará porque hay, como en las casas de los nobles arruinados de las novelas decimonónicas, mucho orgullo para no arrastrar el escudo nobiliario pero muy poco parné para hacer reforma. Los más fanáticos dirán que la temporada no ha estado mal, que se ha llegado a la final de la Copa del Rey, que se ha llegado a la Final Four y que el equipo está en disposición de llegar al play off final de la ACB. Nadaremos para ahogarnos en la costa lamentando no contar con un equipo maduro para afrontar los grandes retos, enquistados en esa mentira de que todas las derrotas saben, este año, a futuro. Fracasará este proyecto, se depurará a dos o tres jugadores que serán sustituídos por otros dos o tres jugadores y llegará septiembre y la Supercopa y volveremos a sufrir otro año más de derrotas estrepitosas (Fuenlabrada, ese es el dato), peleas con Power y Caja Laboral y a esperar con una victoria en toda la temporada cuando el Barça esté peor. Lo importante es que Florentino no gaste mucho y que no nos quite el Madrid de Basket, que sigamos hablando de nuestro pasado glorioso, de Itu, de Corbalán, de Aitken, de Luyk, de Lolo, de Martín, Brabender, Biriukov, García Coll, Sabonis, Arlauckas...en el fondo de la cuestión quedará que se fichaba bien porque había gente en la sección que sabía mucho y que ahora, a día de hoy, hay mucho talento en bruto pero nadie capacitado para dirigirlo hacia la victoria final. 

Podríamos haber apelado a la épica, haber batido a Maccabi y llegar a la final contra el Panathinaikos para extender un poco más el espejismo. Hubiera sido contraproducente, hubiera sido malo porque vale, estábamos para un milagro, para un in extremis pero, sinceramente, no para dos. El Madrid de Basket es un arma cargada de futuro, nadie lo duda, pero también es un arma cargada a secas, una plantilla donde hay jugadores que no tocan bola incomprensiblemente, donde los veteranos se muestran nerviosos y acomplejados, donde se habla mucho de tradición, de historia, de colores porque, a lo mejor, nadie sabe qué coño va a pasar en quince días dentro del club. Nunca nos dijeron que la gloria estaba tan cerca y, en realidad, nos despertamos tan lejos de la misma.


Este último acto europeo ha sido un bofetón de realidad de grandes proporciones, un aterrizaje de emergencia en un nuevo territorio desconocido. Por usar un símil taurino viviremos de aquí a final de temporada de esa especie de "curroromerismo baloncestístico" que nos ha mantenido a flote, tejiendo lo sublime con lo catastrófico, a día de hoy estamos lejos de cualquier gesta o, a lo mejor, cerca de dar una campanada en la liga como hicimos con el TAU y aquel canastón de Herreros o contra el Barça en la liga de Scariolo y aquel partidazo de Djorjevic o en fechas más cercanas cuando Plaza le sacó jugo a Reyes, Smith, Tunceri, Hervelle, López...estamos para dar la sorpresa, como todos los equipos pequeños. El Madrid de Basket es un equipo pequeño que rema entre los grandes de su liga y de Europa, no es el Real Madrid de Fútbol que navega en pos de las grandes glorias deportivas que campean por España (y el universo), es un histórico que vive un momento extraño y que parece tener la cabeza todavía en un baloncesto desaparecido donde reinaban las grandes escuadras extranjeras como el Scavolini, la Cibona, el Zalguiris, el Banco di Roma, el Tracer de Milán, el CSKA de Moscú, el Limoges...aquello ya se fue, aquello ya no existe...el Madrid de Basket de hoy es otra cosa, está a otro nivel, tiene que plantearse otros objetivos. El Madrid de Basket es una cosa de románticos, de chiflados, como los de la novela de Eduardo Mendoza y se tendrá que consagrar a su propia chifladura para intentar dar la campanada o, como las tropas de Toro Sentado, enfrentarse al Séptimo de Caballería (barcelonista, valenciano, macabeo, vitoriano...) lanzando los caballos a toda máquina para que resulte un Little Big Horn o el Cedar Creek al que estamos acostumbrados. Es lo que pasa cuando no se tienen generales ni dentro, ni fuera del campo y nos dirigen las fuerzas de la improvisación y el desastre.

Nunca, jamás, en toda la historia del Madrid de Basket ha sido tan acertado eso de que nos llamen Vikingos aunque solo sea porque toda la estrategia parece ser desembarcar y arrear a ver si hay suerte, nunca ha sido tan descriptivo el hecho de que la peña mayoritaria de seguidores madridistas se llame "Bersheker", ya saben, es ese estado espiritual loquísimo de máxima violencia irracional en el que entraban en trance los guerreros nórdicos en plena batalla, un alarido, un berrido a la historia, algo tan casual como el acompañamiento de las musas o que estas te sean esquivas. Un maldito despelote.

El año que viene fichen a Piti Hurtado (llevo insistentemente pidiendo el fichaje de Hurtado y del americano Paul Shirley desde hace años), por favor, seguro que no se da tanto pisto y que saca petroleo de los más jóvenes (y además es de Cáceres). Traigan a Julbe, al que se sacó de la manga lo del BA-LON-CES-TO y nos hizo campeones del mundo, por favor, ya tenemos suficientes mandones, ya tenemos suficientes guardianes de la historia, la moral y la tradición...juguemos con lo que tenemos, abramos las ventanas que comienza a oler a cuco y pongamos a cada uno donde le corresponde y a hacer el  trabajo que le corresponde. Olvídense del pasado de una puñetera vez y comiencen a trabajar en el futuro de verdad.

Nota del Insustancial: "Empire" fue el primer single del disco homónimo de la banda británica Kasabian. El potente tema y el videoclip original de temática bélica (he dejado el enlace arriba) lo hacían perfecto para esta entrada...bueno, también ese rollo de que la canción se llame "Imperio", ya saben imperio caído...todo un poco torpe como siempre. Disfruten. 

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