viernes, 6 de mayo de 2011

Mecánica de la "Teórica del vuelo corto"

En 1968 Mel Brooks estrenó "Los productores". En ella cuenta las aventuras y desventuras de Max Byalistock (Zero Mostel) y Leo Bloom (Gen Wilder). El primero es un arruinado productor teatral que sobrevive ejerciendo de gigoló bufo para viejecitas y el segundo es un contable tímido y apocado que, por casualidad, cuenta a Byalistock que si una obra resulta un completo fracaso su productor no se ve obligado a devolver ni un solo centavo a los inversores privados y que, por ello, si recaudaba más dinero que el que declaraba en realidad una obra que fuera que fuera cancelada en los primeros días de representación podría representar un mejor negocio que un verdadero éxito. 

Entre ambos, por lo tanto, deciden llevar a cabo semejante plan comprando los derechos de un libreto imposible titulado "Primavera para Hitler" (un musical de corte pronazi escrito por un chiflado) y contratar al peor elenco y al peor equipo técnico  posible con el único objetivo de embolsarse el dinero de la producción. El día del estreno se produce, sin embargo, este chocante hecho: 
(Inserto la versión subtitulada de la versión cinematográfica del musical inspirado en la película protagonizado por Matthew Broderick y Nathan Lane de 2005 y la película original que no encontré subtitulada



Como ven las reacciones del público fluctuan entre lo que creen un insulto a primera vista y proceden a marcharse de la sala entre aspavientos (algo natural) hasta que aparece el actor que interpreta a Adolf Hitler que les da la clave para entender que todo puede leerse como una broma, como un juego irónico, como una bufonada a costa del III Reich. 

En nuestra comunicación diaria los mensajes más toscos suelen ser interpretados del mismo modo si no se les rodea del contexto adecuado o si, por ejemplo, no conocemos a la persona que los emite. De hecho, si muchos de los mensajes que escuchamos, a diario, en  telediarios o tertulias se dieran en otros contextos seguramente los entenderíamos como chistes. Estos mensajes, a veces tan cargados de contradicciones o de mal rollo emitidos al ritmo propio que le imprimiría cualquier irreflexivo, tunante o descerebrado, resultan a veces joyas puras del humor involuntario que, sin embargo, tienen una carga muchas veces tan siniestra como un bombardeo sobre población civil. 

Los medios escritos tienden tan bien a esta deslocalización del mensaje. El otro día, a cuenta del asesinato de Bin Laden, me permití escribir esto en twitter: "De haber tenido nosotros que encargarnos de lo de Bin Laden hubiéramos mandado a Amedo...hubiera sido la risa". En unos pocos minutos recibí algo así como una airada respuesta en dos partes (está transcrito de forma literal): "no lohubieramos detenido, en la carcel con sus mujeres niños ect, servicio domestico, tratamientos fertilidad, estudios ect" y "y como creemos tanto en el ser humano pensaríamos que era reinsertable, ah y por supuesto paro y ayudas a tuti plein". 

La persona que me contestó no entendió el chiste (Los GAL y Amedo contextualizados dentro de una operación militar de alto copete) pero automáticamente lo reinterpretó al instante tirando una línea desde Amedo al PSOE y, de ahí, a la plasmación de una idea: el PSOE hubiera actuado mal, hubiera metido a Bin Laden en la cárcel y hubiera hecho disfrutar al penado de una serie de ventajas que, al parecer, disfrutan todas las personas que están en la cárcel como vivir con sus familias, estudiar, recibir tratamientos de fertilidad y, claro está, darle paro y ayudas. 

Esto es, claramente, lo que yo llamo una "teórica de vuelo corto". Se trata, básicamente, de la imposibilidad de un ser humano por articular pensamientos complejos sin circunscribirlos continuamente al espacio que cree conocer y a la interpretación que tiene del mismo. Da igual que se hable del hambre en el Tercer Mundo, la industrialización en China o la situación de la caza de las ballenas porque, sin nada que aportar sobre estos temas y, en lugar de callar, el sujeto se lanzará a campo abierto emitiendo un juicio de valor unido intrinsecamente a su entorno y, a ser posible, a la extensión de un paralelismo con cualquier cosa que estén aireando los medios de comunicación de su elección en este momento. La "teórica de vuelo corto" se inicia normalmente con un: "mira, esto es igual que lo que pasa aquí con...." o con un "eso mismo le ha pasado a mi cuñao con...". A partir de ahí el interlocutor tendrá que aguantar un discurso que poco o nada tiene que ver con el objeto de la conversación pero que, sin duda, viene bien al emisor de la teoría de vuelo corto que se encuentra en su salsa repitiendo lo escuchado en los últimos días. Para el emisor de la teoría de vuelo corto todo es un TODO que gira alrededor de su universo de ideas. Nada más. Hagan la prueba, es francamente impresionante. 

La "teórica de vuelo corto", por tanto, merece para ser articulada de un alto grado de ignorancia con respecto a todo lo que ocurra a dos calles de nuestro emplazamiento y, claro está, a más de dos golpes de mando a distancia o de dial de nuestra cadena de radio o televisión favorita. Nada más. También, y eso es lo grave, en carecer por completo de capacidad de análisis ya sea por estar más ideologizado que un jemer rojo de primera generación o por no manejar más datos que aquellos que se conocen de oídas. Nada más. 

El teórico de vuelo corto, como el espectador de "Primavera para Hitler", jamás se permitiría el lujo de quedarse a esperar como se desarrollan los acontecimientos al número inaugural de la obra y saldría despavorido de la sala para montar, in situ, un pollo astronómico a la puerta de la misma con la intención de que sus "derechos" como espectador y sus sensibilidades ciudadanas no fueran "pisoteadas". Con mucha ligereza, con muchísima ligereza, nos lanzamos a entonar juicios con pruebas que no son nuestras careciendo de las más mínimas dotes para dividir lo que es información real de lo que es propaganda pura y dura. Más allá de eso, con la misma alegría, nos lanzamos a un discurso complejoso y poco complejo de muy definidas sensibilidades ideológicas que están construidas sobre meros y simples prejuicios. 

El análisis de cualquier cosa, de cualquier hecho, merece de estudio. Es decir, merece de la previa formación de una opinión que, desgraciadamente, no se consigue viendo un rato la televisión. Quedar mudos ante una conversación sobre cine o sobre astrofísica o sobre cualquier tema del que no sabemos nada dice mucho más de nosotros que esa manía de interrumpir para reafirmarnos en que no vemos más allá de nuestras narices o que somos muy fans de este o del otro locutor de ese o de otro programa. Si no se coge un chiste es mejor preguntar que quedar como un cretino integral.

Esta misma noche hemos asistido a la decisión de Tribunal Constitucional sobre si Bildu podía o no podía presentarse a las elecciones. El "sí" ha ganado por 6 votos a 5 y, finalmente, la coalición, partido o lo que sea Bildu podrá presentarse a los comicios del 22 de mayo. La decisión de la misma, aunque nos pese, tiene que ver con palabras como "conflicto", "terrorismo" pero, también, con la olvidada y manoseada palabra "democracia". Este sistema se sustenta en la libre circulación de las ideas, sean estas del pelo que sean. A mi, por no ir muy lejos, me resulta incómodo escuchar cosas todos los días que me desagradan profundamente pero, por desgracia, tengo que soportarlas. Esas cosas incómodas ni siquiera tienen que ver muchas veces con asuntos políticos y se circunscriben a cosas que percibo como molestas como esa gente a la que se le llena la boca defendiendo a un entrenador de fútbol o que habla mucho de sus hijos pero me callo y no digo nada, miro para otro lado o me hago el loco. Si en mi mano estuviera prohibiría la Tuna que me parece la peor mierda del mundo y golpearía con un bate de beisbol a esa gente que se sienta en las terrazas a hacer con que lee un libro, también expulsaría del país a esas personas que parece que no ríen si no que gorjean y mandaría a campos de concentración a todos los que llevan gomina en el pelo pero, entiendo, que tienen el derecho a ser molestísimos o incómodos de ver. 

Con ignorancia, con interesada ignorancia, se ataca al propio sistema democrático cuando no se informa al ciudadano ( o el ciudadano prefiere no informarse porque mucha culpa es del cenutrio del ciudadano que tiene la cabeza metida en el Marca demasiadas horas al día) de algo importante: los hechos son delitos, las ideas no. Es muy sencillo de entender: puedo estar de acuerdo en machacarle la cabeza a todos los tunos de este mundo, puedo hacer proselitismo incluso de las bondades de esa idea pero no me pueden meter en la cárcel por ello a no ser que me trinquen con un tuno a mis pies con la cabeza abierta y un bate ensangrentado en las manos. ¿Cuando serán las ideas delitos? Cuando se instaure un departamento de Precrimen como el que salía en la película "Minority Report". Mientras esto no ocurra ustedes pueden pensar sobre lo que quieran, incluso expresarlo y no ser detenidos por ello. 

Es cuanto menos discutible que, a los tres minutos de saberse el veredicto del TC, Pedro J. Ramírez escribiera en su twitter que Perez Tremps y Pasqual Sala (encima catalanes) hubieran urdido la legalización de Bildu no solo por ser jueces al servicio del PSOE si no, también, por un asunto no resuelto con el tema del Estatuto de Cataluña. La teórica del vuelo corto es así: una ruleta rusa de emociones, un todo que se refiere a todo, una coctelera donde se agitan inmoralmente todos los temas (Estatut, ETA, PSOE, Terrorismo...) con la única intención de alimentar una idea irreflexiva, un discurso de perfil intelectual y político muiy bajo que puede ser entendido por todos sin necesidad de explicación posible. Pedro J. Ramírez, director de El Mundo y cabeza visible de uno de los mayores grupos de comunicación de Europa, prefiere catequizar a informar esperando que sus lectores no hagan el esfuerzo de rascar en el desarmado y desalmado discurso. ¿Puede el director de un periódico nacional permitirse el lujo de tener preparada una respuesta tan clara, tan concisa, tan tajante en solo tres minutos? ¿Y si descontamos lo que ha tardado en escribir 140 caracteres? ¿No es este un claro ejemplo de asunto prejuzgado y condenado con anterioridad? ¿Cuanto hay de noticia? ¿Cuanto de análisis? ¿Cuanto de teoría elaborada con anterioridad? Lo que me lleva a pensar: ¿Es posible que tuviera una teoría opuesta de haber sido el veredicto del Constitucional favorable a la ilegalización de Bildu? ¿Cuáles hubieran sido sus palabras? Me inclino a pensar que el texto hubiera sido algo así como: "Pese a Perez Tremps, Pasqual Sala y las presiones del PSOE Bildu no podrá concurrir a las elecciones". 

La teoría del vuelo corto es, sin duda, una extensión del deseo de acomodar el mundo a nuestra propia visión y a condenar todo lo que se escape de ella. Consciente o inconscientemente se alienta el odio, se azuza el avispero y se espera que el río revuelto de las ganancias calculadas por una sencilla razón: Aquí parece que hay gente que no sabe vivir en la tranquilidad. Se impone el discurso hooligan, la respuesta torpe y cazurra del  "porque yo lo digo". 

A los 45 minutos del veredicto ya estaba la red cocida de mensajes que, inequívocamente, hablaban de que los que estaban a favor de Bildu eran nada más y nada menos que "amigos de los terroristas" y con hondo pesar he leído a gente muy joven diciendo que esto se acabaría si se acabara con la izquierda. Entiendo de donde salen todas estas barbaridades, quien las inspira y quien las promociona y, sinceramente, me parecen tan burdas, catetas e irreflexivas como las llamadas a la Guerra Santa o al aliento de una banda terrorista. Iguales, del mismo pelo, escritas con la misma tinta biliosa e impulsadas por la misma violencia. Puestos a pensarlo bien: una hostia en toda la cara duele igual se de con una mano o con la otra. De ser yo el impulsor de estas mezquindades, de tener palmeros que dijeran "sí señor" a todas mis idas de olla no podría dormir por las noches. Hay gente que sí y lo hace en camas muy mullidas, en casas muy bien equipadas y lo suficientemente alejadas de la gente como para poder echar un sueñecito sin que les moleste la algarada. 

En mi corto entender y mi pobre discurrir creo que es raro que los mismos que hablan de Constitución y Transición como la panacea y aplaudan el silencio cómplice y el dejarlo pasar que se necesitó para instaurar la democracia en nuestro país vengan ahora con estas peleas, que los mismos que nos hicieron este "trágala" se revuelvan como perros rabiosos cuando la feria no les va como ellos esperan. Siento asco y siento repugnancia de esta pintura negra de Goya que algunos quieren llamar país. Ojalá que los suecos nos invadan un día de estos y aprendamos algo. Así, a lo mejor, además de muebles de IKEA a buenos precios aprendemos a entender un poquito mejor las cosas. A estas horas, a día de hoy, todo me parece cuanto menos lamentable. Nos falta análisis y nos sobran caraduras. 

3 comentarios:

Alex Sanz dijo...

Muy de acuerdo con su mecánica del vuelo corto que todos los días sale de cientos de aeropuertos particulares. Comparto y difundo para que se lea. O se comprenda. O se algo...

Anónimo dijo...

Impresionante. Caigo rendida a tus pies 2.0 una vez más.

Mirage dijo...

Una de las mejores reflexiones sobre el tema que he visto en las últimas semanas