miércoles, 22 de junio de 2011

Ryan Dunn (1977-2011)


Hacer reir es, en cierto modo, el arte de hacerse daño, de rascarse por dentro los temores, de sacar punta a tus bajezas, a tus miedos. Hacer reir tiene una gran parte de impostura pero, también, una enorme parte de sacrificio. Es por eso que los chistes más efectivos siempre salen de uno hacia los demás y que el que escribe o actúa echándole un pulso al público al final acaba metido en un bucle de mal rollo, es por eso que el que quiere hacer reir tiene siempre que parecer un poco enano frente al público. 

La explicación más carnal de todo esto se hizo efectiva en "Jackass", la franquicia de la MTV inventada por Johnny Knoxville (un actor que quería hacerse un hueco y no sabía como), un director "indie" de prestigio llamado Spike Jonze que andaba dándole vueltas a nuevos formatos dentro de la cadena musical en calidad de productor ejecutivo  y a Jeff Tremaine, un artista multidisciplinar al que es casi imposible seguirle la pista. La leyenda dice que el primer vídeo para Jackass, el que usaron para convencer a los ejecutivos de la cadena para producir tenía como protagonista a Knoxville que se disparaba en la cara con un spray antivioladores que lanzaba gas de pimienta. 

"Jackass" en definitiva mezclaba los circos de freaks, con las hazañas espectaculares del motociclista Evel Knievel, el skate y la subcultura mostrenca de las bromas pesadas y bastante peligrosas. Ni siquiera se podría decir que fuera algo irreverente o molesto...no, simplemente era un espectáculo del dolor físico y mental extraña y dolorosamente divertido. De hecho que MTV solo censurara algunos programas por el hecho de que los idiotas que se dedicaban a intentar imitar a los actores de Jackass ya eran legión y sus padres quisieran demandarlos es un claro ejemplo de que, el programa en sí, solo era dañino para los participantes en el mismo. Los hemos visto cascándose la entrepierna, golpeándose contra todo tipo de cosas, haciendo "cámaras ocultas extremas", bailando desnudos, haciendo una serie de strip teases vergonzantes y cosas así de esas que, efectivamente, llevaban a los términos de la vergüenza ajena a unos niveles completamente desconocidos. 

Como fan del formato desde su salida diré que me he cuidado muy mucho de intentar rellenar de contenido intelectual al programa con la esperanza de psicoanalizarlo y, de ese modo, darle sentido al hecho de reconocer que me lo paso muy bien viendo a esa gente haciendo el cabra. Para mi supone el mismo placer infantil y estúpido que aquellas carreras en monopatín cuesta abajo de la infancia que acababan con los piños de alguien sobre el asfalto o una especie de justas medievales que celebrábamos en el barrio en el que los caballos eran sustituidos por las bicicletas y sólo podías defenderte con un palo y una especie de escudo de cartón. En cierto modo el programa más descerebrado de la televisión merece sentarse delante de la tele sin ningún prejuicio. 

Siempre pensé que Steve-O o Bam Marguera serían los primeros en abandonar este valle de lágrimas e instalarse al lado de Thor, Nuestro señor. Mucho más después de que ambos alargaran su vida televisiva en los dos notabilísimos (sobre todo el de Steve-O y Chris Pontius) spin off titulados "Wild Boyz" y "Viva la Bam". Este último tenía como protagonista a Marguera que es un tío que, por razones que se me escapan, me  cae mal porque de entre todos los "Jackass" era él el encargado de ser el que gastaba las peores bromas a los otros y, sobre todo, se "clavaba" bastante con Ryan Dunn, una especie de amigo inseparable que se acomodaba, de cuando en cuando, en el sótano de la casa de la estrella del monopatín. 

A mi Dunn siempre me pareció que se tomaba la vida un poco al estilo de John Bonham, sin darse mucha importancia, bebiendo mucho y llevando una mala vida que te cagas. Barbudo, tripón y siempre desaliñado fue el secundario de lujo de "Jackass" protagonizando el escalofriante sketch-acrobático en el que él y Knoxville conducían un carrito de golf hasta un accidente brutal. Una paradoja pues algo pasado de copas y en un Porsche que iba a 208 kilómetros por hora ha fallecido este muchacho sin dar tiempo a que lo viéramos fracasar (o ganar) de nuevo en otros formatos televisivos que, como bien se decía en 30th Rock, "son tan baratos que nos permiten eliminarlos y hacer el siguiente sin que nadie salga dañado". 

Dunn no necesitó nada más que convertirse en un personaje de sí mismo, es decir, no actuar, no interpretar y no impostar. Solo ser él mismo y mostrarse frente a las cámaras con todos sus defectos y todas sus virtudes. Nada más. Solo diré que, al menos, pese a ser una especie de estrella y don nadie a la vez consiguió pasar por este mundo de estrellas que son don nadies sin necesidad de hacerle daño a terceros lo que, teniendo en cuenta el percal de la tele en España, es mucho decir. Siguiendo la máxima de que el mejor chiste no es ya el que sale de uno, si no uno mismo, Dunn se va de este mundo, como bien decía un comentario en youtube, "haciendo lo que más le gustaba: chocar contra cosas". 

Bendito borrico. 

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