La nostalgia es esa cosa pegajosa que garrapiña los recuerdos para hacerlos más digeribles. Con el tiempo, incluso algunas de las más traumáticas experiencias, pueden ser recordadas con cierta alegría. Como si la tragedia, para ser real, tuviera necesariamente que tener algunas vetas de comicidad.
Viendo "Vals con Bashir" (Ari Folman, 2008) se entiende perfectamente este concepto: es un documental pero, en realidad, se ha optado por tratarlo con una textura de dibujos animados para hacer más entendible la tragedia de su protagonista que no es otra que el haber eliminado, casi por completo, los recuerdos de su tiempo de servicio en el ejército israelí en los días de la matanza de los campos de refugiados de Shabra y Chatila de El Líbano. Sin esa capa de dibujo, de colores primarios y amarillentos, seguramente no se hubiera entendido ni la mitad de bien lo que el director quería narrar: recuerdos. Los recuerdos no son fotos, si acaso son una película muda en super 8 de colores algo viejos porque la memoria, pese a que nuestra vida ya está siendo digitalizada y emitida en todas las redes sociales posibles, parece todavía asociada a la tecnología de las antiguas salas de cine. Pese a vivir en la etapa de los píxeles nuestros recuerdos siguen guardados en las latas rojas de bombones Nestlé o en las de las pastas de mantequilla holandesas en las que las abuelas guardaban las fotos.
La tecnología le suele sentar mal a la narración. Fernando Trueba decía que si rodabas una película cuya historia se desarrollara en nuestros días corrías el riesgo de acabar rodando planos de teléfonos, faxes, fotocopiadoras...no le falta razón pese a que Stieg Larsson consiguió incorporar con toda naturalidad una trama tecnológica (con una hacker como protagonista) a su primera novela "Los hombres que no amaban a las mujeres". Cosa difícil porque, normalmente, los thrillers que necesitan de la tecnología suelen quedarse viejos rápidamente (¿alguien se acuerda de qué le pedía Vingh Rhames a Tom Cruise en Misión Imposible para reventar los ordenadores de la central de la CIA en Langley? Pues nada más y nada menos que un ordenador 586...por aquella época lo más de lo más eran los 486...). Gran novela, por cierto, muy cochina, muy divertida, espero ver pronto la adaptación al cine. Una adaptación sueca de una novela sueca. Que nadie se llame a engaño, ya hay precedentes de grandes películas suecas de género: "El guardián de noche" (Ole Bornedal, 1994). El mismo director rodó un remake casi plano por plano tres años después para más gloria de Ewan McGregor.
Dentro de pocos días se me viene encima un doloroso aniversario, un aniversario que con los años se va haciendo más desdibujado, va limando sus astillas para acomodarse más suavemente en mi memoria hasta ya sólo descubrirme sintiendo latigazos de cuando en cuando. Se me vienen a la cabeza los días anteriores, la llegada a España después de un viaje, un risotto de mariscos compartido en un restaurante italiano, mezclados con dos o tres fundidos a negro, el sonido inconfundible de una carcajada, el olor de un cigarrillo Fortuna a medio consumir, la última celebración de un cumpleaños y luego nada más que una sensación irreal de ser el personaje invitado de una tétrica película de dibujos animados. Más allá no mucho más que esa confusa sensación de no saber a ciencia cierta que pasó en los días posteriores.
Ahora, sentado a la vera del Mediterráneo, construyo otra nueva tanda de recuerdos, que me servirán para pasar todos los aniversarios terribles que tendrán que acontecer. Instantáneas que quedarán guardadas aquí y allá y que me removerán nuevas sensaciones en el futuro. La miro y cojo su mano y pienso que no podría estar mejor y que en realidad no merezco nada de esto...y vuelvo a tener esa sensación de que las cosas buenas pasan incluso a la gente que no se propone en que nada bueno le ocurra.
2 comentarios:
Vale... podría soltar algo ingenioso o podría soltar algo pseudo profundo.
Simplemete quiero decirle gracias por este excelente pedazo de alma vertida... y el excelente texto.
p.S. No suelte nunca esa mano... o después llegará el vértigo y la sensación de haber sido un imbécil... o, de hecho, se seguir siéndolo eternamente.
Estimado Insustancial, decía Woody Allen - cuando aún tenía cosas que decir - que "la comedia es tragedia más tiempo". El problema es que, en ocasiones, no hay tiempo suficiente en el mundo para suavizar las aristas de lo que se nos clava dentro.
En la medida en que le pueda servir, recuerde (ya que hablamos de ello) que no está Vd. solo, que algunos nos sentimos extremedamente felices de haberle conocido y que pensamos que SÍ se merece todo lo que está disfrutando - principalmente, porque las cosas, para bien o para mal, no ocurren porque sí.
Coincido con el estimado Enric: si es necesario, cómprese un soplete para fundirse con esa mano (y el resto del cuerpo, vaya), que ya la vida nos va dando suficientes ostias como para no regodearse al máximo cuando se entreabre la ventana y permite entrar la felicidad.
Afectadísimos y cariñosíceos saludos.
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