miércoles, 14 de abril de 2010

Me jode decirlo pero, tarde o temprano, nos íbamos a caer del guindo. Me sorprendo cada vez que veo a uno de nuestros intelectuales orgánicos escribiendo unas columnas enormes diciendo que la Transición es "caca futi", una "caca futi" entera y vera, que la cosa se hizo mal y que los resultados son de lo peor. Al final la Transición, que parece que hicimos todos, se va a quedar huérfana o, lo que es peor, siendo hija de unos padres que, al parecer, pues no la querían.

Es decir, si los mismos que defienden la Transición son los mismos que, actualmente, defienden el franquismo o, que al menos, le dan cobijo tendremos que pensar (sin estrujarnos mucho el magín) que los que hicieron la Transición la hicieron por las mismas razones "gatopardistas": cambiar algo para que nada cambie.

Qué país más triste, ¿no? Vamos por ahí dándonos pisto de modernos pero llevamos todavía cantidad de caspa en los hombros, una caspa inmemorial y tramontana que más que nos pese evita que podamos dar lecciones de democracia a Cuba, Venezuela, China o Corea del Norte.

La intelectualidad criada en la Transición no ha sido consciente de los males del proceso de democratización de nuestro país hasta que sus efectos colaterales no les han "pillao con el carrito del helao". Ahora que aprieta la DerechoS.A. en el campo de los medios y nos vamos quedando sin lugares donde colaborar, sin sitios desde donde elevarnos a mirar el paisaje y hacer chascarrillos la cosa parece que pinta en bastos y se ven con peores ojos los deslices por el camino de la derecha. La situación ha tenido que convertirse en completamente irrespirable y le hemos tenido que ver la piel negra al lobo tras la pelliza blanquita de pura lana virgen que se nos habían puesto los liberales para vestirse de "demócratas de toda la vida", hemos tenido que asistir a la desaparición de la empresa pública, a la sanidad aguirrista, a la educación católico-concertada para que el personal eche chispas diciendo cosas como "esta no es la España que soñamos cuando un día...".

Lo más acojonante es que ha tenido que ser el proceso al Juez Garzón lo que, al parecer, ha levantado ya la liebre definitivamente. Coño, uno de los nuestros. Lo digo sin querer faltar al simpático juez que, un día, haciendo gala de su falta enorme de sentido del humor solicitó al grupo GARZÓN que cambiara su nombre. Ellos lo hicieron y se comenzaron a llamar GRANDE-MARLASKA pero quedó claro que el juez no era amigo de las bromas, ni de los homenajes de cuatro gafotas.


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