miércoles, 2 de marzo de 2011

Nazis, cosas de nazis, verdaderos nazis.


La edición de "Hitler=SS" un comic firmado por los franceses Vuillemin, Gourio y Gondot tiene el sospechoso honor de ser la única edición impresa de la democracia en nuestro país. Fue publicado por la editorial "El Víbora" y era, nada más y nada menos, que una recopilación de las tiras del mismo nombre originalmente publicadas en la mítica revista francesa Hara-Kiri en la década de los 80. Tras la denuncia de la asociación B´Nai B´rtih y la Amical de Mathausen  Damian Carulla, responsable de la editorial, fue llevado a juicio y perdió de tal forma que no se puede ni reproducir, ni vender esta obra en nuestro país desde los años 90. 

En Francia, tras tres juicios, "Hitler=SS" se puede editar y vender pero su reproducción en su formato original (tiras) en cualquier revista está prohibida y se puede vender pero no se puede exponer en un escaparate o tenerla a la vista del público. 

Cuando en los años 90 se produjo el escándalo yo tenía, decorando la carpeta, una historieta de Vuillemin en la que un neonazi bajito y listo le intentaba enseñar a un neonazi enorme e idiota como dibujar con una brocha una esvástica en una pared. La historia me hacía gracia por diversas razones pero, sobre todo, porque por los lugares donde me movía corría un chiste parecido de boca en boca: ¿Cómo pueden los  rapados escribir en las paredes con tantas faltas de ortografía? Cada dos por tres te encontrabas eso, una esvástica mal dibujada decorando un "¡AIL HITLER!" enorme y, un poco más abajo, otra esvástica de tamaño regular y un "¡VIVA FALANJE!" monísimo. Cuando estaba en el Instituto, en el primer instituto al que asistí, un compañero de clase llamado Adolfo (aunque no se lo crean había gente en nuestro país que le ponía ese nombre a sus hijos en honor del nazi de todos los nazis) me dibujó amorosamente una esvástica retorcida pero primorosamente tallada con la aguja de un compás y una leyenda que decía "BASES AUNTONOMAS" con su simbolito -una cruz celta- en el pupitre. 

Siempre me pareció absurdo que se persiguiera  Vuillemin en nuestro país cuando, curiosamente, nuestro país ha sido escondite de muchos nazis. Leon Degrelle, conocido como Tintín o Pequeño Hitler, vivió entre nosotros recibiendo todo tipo de homenajes muy poco velados de diversos correligionarios siniestros (comidas en restaurantes de El Pardo haciéndole el "pasillo chino" con el brazo en alto) y nunca hemos prohibido la edición de "Mein Kampf" (se sigue imprimiendo en nuestro país en varios idiomas para que pueda venderse de tapadillo en otros países). Es más, ni la parafernalia nazi está prohibida, ni tampoco está prohibida la parafernalia franquista que, a día de hoy, sigue vendiéndose con toda tranquilidad y sin ningún freno al igual que se permite el ejercicio revisionista de nuestra historia y, de hecho, hay autores y cadenas de televisión enteras dedicadas a ese revisionismo por el que reciben unos crujientes beneficios. 

A mi memoria vienen, vía Grace Morales, las historias del viejo aquel que vendía rollos nazis en la Plaza del Rastro de Madrid y cuyo tenderete era banderín de enganche de jóvenes cachorros ultraderechistas, punto de encuentro de nostálgicos y del niñerío habitual del Rastro que nos acercábamos hasta allí para ver gorras, insignias y todo tipo de bajoneces hitlerianas. Es más, hoy mismo, en la zona de Goya, en la entrada subterránea del clausurado "Pick Up" todavía existe un puestecillo donde se pueden encontrar desde cachondísimos DNI falsos de Franco, José Antonio y Tejero, pegatinas con el agilucho y otros objetos de memorabilia como esas teles de plastiquete que son visores de diapositivas que reproducen escenas de El Pardo o el Valle de los Caídos.

En un conocido restaurante especializado en cocido madrileño, hasta hace pocas fechas, el camarero te ponía en la mesa un vino&Gaseosa cuya botella llevaba ora la foto de José Antonio ora la foto del General Franco con el siguiente chiste: "Aquí solo se consume vino nacional". Ja, la risa. El cocido, por cierto, cojonudo, el vino peleón y malo como ya podrán ustedes entender. 

Es más sangrante, volviendo a las publicaciones, que el cómic MAUS de Art Spiegelman o la novela "El pianista del gueto de Cracovia" de Wladislaw Spilzman fueran miradas con lupa por algunos sectores de estos bienpensantes (quien dice algunos sectores dice "unos señores" como bien apunta Minchinela en el episodio de Reflexiones de Repronto "Llorar y llorar") por contener una crítica abierta a algunas personas judías que colaboraron con el nazismo formando parte de los órganos de gobierno y control pseudopolicial de los distintos guetos. Es normal, a nadie le gusta quedar como el malo de la historia (aunque sea por haber intentado salvar el pellejo frente a la barbarie) y, sobre todo, formar parte de ese grupo de "malos" que sobrevivieron al Holocausto frente a los "buenos" que fallecieron por estar mucho menos predispuestos a la supervivencia y a las malas artes que la misma conlleva como decía Viktor Frankl en "El hombre en busca del sentido". 

Muchas veces me he preguntado si esa conclusión de Frankl no arrastra consigo toda la mala conciencia del superviviente de la catástrofe que atormenta más a la víctima que al verdugo que siempre puede escudarse en la obediencia, el deber o, simplemente, la convicción de que obraba en conciencia o siguiendo los parámetros éticos y políticos de la época que le tocó vivir. Paradójicamente nuestro esquema mental parece más predispuesto a acatar la autoridad de forma ciega (aunque solo sea de forma transitoria) y, sin embargo, nos hace pensar en la supervivencia como en una decisión repleta de condicionamientos morales contradictorios. 

El humor, claro está, es una elección, como la supervivencia, a lo mejor uno de los condicionantes de la supervivencia, y por ello puede ser vapuleado con mucha más alegría que la política que, de algún modo que no llego a entender, se establece como algo intrínseco e indivisible a nosotros, algo que delimita nuestro comportamiento y nuestra visión del mundo. Como parte, por tanto de nosotros mismos, es intocable y del todo respetable, al parecer. 

Un chiste, bueno o no, siempre es una especie de distorsión y lo entendemos como tal. Cada vez más. Nos preocupamos porque el chiste tenga su momento y su lugar, por aislar esa distorsión en la comunicación, ese interin entre dos cosas importantes, a unos momentos determinados. Convendremos que, con cada vez más insistencia, se nos pide que colguemos nuestros chistes en el planning diario a una hora y en una fecha predeterminada para poner a los demás sobre aviso de lo que van a tener que soportar. Dentro de poco se nos invitará a avisar, antes de contar nada gracioso, sobre la naturaleza y la categorización moral por edades del texto de la broma para que los demás puedan prejuzgar si esta es adecuada o no. 

En los Estados Unidos de América la cadena HBO tuvo sus primeros éxitos ofreciendo íntegros los espectáculos de Richard Pryor que, hasta la fecha, solo podían ser ofrecidos en LP de vinilo o en cinta. Ninguna cadena se sentía lo suficientemente fuerte como para ofrecer un material cómico que hablaba sobre racismo, sobre relaciones sexuales interrraciales o consumo de drogas ni siquiera en unos horarios en los que los infantes estuvieran ya a años luz del "un globo, dos globos, tres globos". Carlin, Chapelle, Rock, David, Mooney y otros tantos han sido invitados especiales de la cadena americana para ofrecer estos shows de stand up sin pitidos, sin cortes y sin censura. El que quiera escuchar chistes disonantes o poco adecuados, moralmente ambivalentes etc. tiene que pagar por ello. 

La moralidad, sí, la moralidad de las nuevas relaciones sociales que se está estableciendo en Internet arrastra, por muy nuevas que se digan que son, la misma asquerosa moralina de antaño, es más, esta vuelve con más fuerza pero con nuevas etiquetas. Etiquetas delimitadas por la comunidad. Ohhhhhhhh. La comunidad. ¿Qué coño es la comunidad? ¿Qué narices es eso? ¿Qué consejo de ancianos la dirige? ¿Quien marca lo que se puede o no se puede decir? NADIE lo sabe pero está ahí, tan presente...

Esa comunidad, la de los internautas ciudadanos, es la que parece que exige que el humor sea lo menos disonante posible, que se mantengan las formas, que se observen al milímetro las reglas del juego...¿Cuáles son las reglas? Nadie lo dice pero, esperen, la moralina, espesa, negra y densa se expande a tal velocidad que da un poco de miedo. No molestar a la comunidad para no ser expulsado de la misma es algo que, necesariamente, tiene que acojonar a alguien que vive socialmente en dicha comunidad por muy virtual que esta sea. Eso es así. Cuanto más tiempo permanecemos en ella más nos damos cuenta de que es necesario ajustarse a las normas. Lo curioso es que todo el mundo, todo, todo, todo el mundo se niega a reconocerse como parte de dicha comunidad, se niega su existencia. Lo más sorprendente es que ya no se necesita gente que, haciendo el papel de uniformado, gestione de ningún modo a la comunidad porque son los miembros de la misma (incluso los que niegan su existencia) los que vigilan a otros miembros dan al botón de "me gusta" o no, monitorizan los comentarios, avisan de las disonancias y, sobre todo, de los comentarios a perseguir, de los párrafos a castigar y de los usuarios a los que expulsar. Ummmmmm, ¡CRIMENTAL!

Hagan la prueba y escriban, sin ironía, que están a favor de la Ley Sinde. Ya verán si la comunidad se les aparece o no. Digan que compran discos de Pau Dones o, mejor, que les cae bien. Digan que consumen cine español. Así, a la brava, sin poner iconitos. Ya verán, ya. 

Volviendo a los nazis y a las cosas de nazis, lo último ha sido lo de ese diseñador de moda llamado John Galliano. Diseñador de carrera brillantísima, tío hecho a sí mismo y crecido en el exceso estúpido de la moda 80-90 (Muglier, McQueen...) era una especie de Dios de la moda. Es más, nadie pensó que una marca tan elegante como Dior pudiera contar con semejante "locatis" como jefazo supremo. Posiblemente Galliano no tendría cabida en una empresa de seguridad pero, claro, en el mundo de la moda sus desplantes, chifladuras y demás excesos artísticos y sociales han sido recibidos con la alegría de un mundo que genera millones de euros en beneficios al año y se basa en lo pasajero, lo vacuo, lo mamarracho y lo estridente. No se me ocurre mejor personalización y a la vez mejor caricatura del rollo ese de la alta costura que el propio John Galliano, un chiflado que desfila vestido de torero, es definitivamente del club del pepino y viste como si abriera la ropa del armario todos los días y se tirara en plancha dentro para bajar a la calle a comprar el pan con cosas rarísimas puestas encima. El caso es que, al parecer, pues el hombre le pega un poco al morapio. Nada en contra, Galliano (aunque solo sea por su genética gaditana y gibraltareña) debe de estar predispuesto a la fies y tiene pinta de montárselo bien, de saber liarla, de ser el prota de un buen sarao. 

El pobre ha tenido la mala suerte de caer en una de esas trampas tan chungas que nos permite la tecnología: la camarita del teléfono móvil. Estaba el hombre tomándola en una terraza y vestido de Galliano cuando, evidentemente, es importunado por una gente que tiene alrededor y, visiblemente, mamado no se le ocurre mejor cosa que decir "Adoro a Hitler" para luego añadir un "tus padres y tu estaríais muertos" y luego un "el único problema que tengo con usted es que es fea". No esperaba otra cosa de Galliano, un tipo tan acostumbrado a la belleza, que vive en un  mundo donde lo estético manda, que acuse a los demás de ser feos como si esto fuera el peor de los pecados. Lo normal es que alguien hubiera tenido en cuenta las circunstancias del momento, que alguien pudiera haber podido sopesar que no lo estaba diciendo en serio, que estaba borracho o que le estaban tocando los cojones pero...¡no! lo interesante es que un tío famoso ha dicho que Hitler mola. 

Al final, la disonancia es recogida por la prensa y Dior, escudándose en el comentario, decide despedir al diseñador de ropa lo que, sinceramente, suena a buena excusa para quitarse de encima al personaje tras, me imagino, más de uno y más de dos incidentes de esos que provoca la gente que bebe mucho. No hay más que ver la estampa de un tipo famoso, solo, sentado en una terraza elegantona de un café parisino, vestido como un mamarracho, completamente ido y diciendo incoherencias para presuponer que A) no está pasando por un buen momento B)Tenía un día malísimo. 

¿Se puede pensar qué, de verdad, Galliano es un nazi? ¿Que ha leído "Mi lucha"? ¿Que militaría en un partido de ultraderecha? Es más: ¿De verdad sabe Galliano quién era Hitler? ¿Está al tanto?. No me lo creo, de verdad. Y el problema no es que yo me lo crea, es que tampoco se lo cree ni el SUN que es el periódico que ha publicado el vídeo de la discusión, ni los señores de la casa DIOR ni nadie que esté en este mundo y que conozca un poco al personaje. El problema es que todo esto es secundario: lo importante es lo otro, lanzar el conveniente mensaje de que no debemos decir ciertas cosas en público, de que no debemos importunar a los demás, de que debemos de ser políticamente correctos, no molestar porque...si un señor famoso y con dinero puede ser descabezado imagínense ustedes. La guadaña está levantada y los talibán de la moral les esperan a la vuelta de la esquina. Me imagino cuantos de ellos serán verdaderos nazis dispuestos a quitarnos el derecho a actuar como nos marque nuestro entendimiento. 

Nota del Insustancial: "(Don´t fear) the reaper" es una canción del grupo Blue Oyster Club que vio la luz, por primera vez, en 1976 y se convirtió en una clásico instantáneo. Habla de no tener miedo a la parca, yo les invito a ustedes a no tener miedo a expresar sus opiniones como les salga de las narices....ah, pero no me vengan con mierdas nazis, no las soporto. 

NOTA DEL INSUSTANCIAL 2 : A día de hoy, todavía, ningún medio ha pedido perdón a Nacho Vigalondo por lo de su polémica...la vida es así. 

1 comentario:

Azul Sanchez dijo...

Cuanta Razón Mr Insus....por cierto has leido la breve reflexion de los perros del curro acerca de lo de Vigalondo..jajaja..recibe un fuerte abrazo y mantente firme ;-)