jueves, 31 de marzo de 2011

Sangre de tigre para cabezas de chorlito


Resalta Breat Easton Ellis en esta estupenda columna sobre Charlie Sheen que en el pequeño papel que hizo en la generacional "Todo en un día" la primera línea  de texto que el actor intercambiaba con Jennifer Grey fuera una única pregunta: "¿drogas?". No se si se acuerdan de la escena pero en ella Sheen aparecía vestido con una chupa de cuero y aspecto de no haber dormido y distaba bastante de la imagen enérgica de deportista que tenía en "Amanecer Rojo".


Volviendo la vista atrás esa escena parece la explicación más comprensible para entender como Charlie Sheen ha sido el tío que ha conseguido hacer descarrilar su carrera dos veces. Hay cierta tendencia a pensar que las reglas dentro del mundo del espectáculo son diferentes a las normales pero, lo cierto, es que todo el mundo que haya trabajado alguna vez en un rodaje sabe que, seguramente, lo más importante es ser puntual. No se si lo más importante pero sí es básico. Nicholas Ray decía que a los actores se les exige una cosa que no se les exige  a otros profesionales (aunque yo incluiría a los desactivadores de bombas): demostrar todo lo que han aprendido en una sola toma. En un solo segundo, con una miradita a cámara, hay que demostrar que se es bueno pero, para que esto ocurra, es necesario que se esté frente a esa cámara en un minuto concreto de un día concreto ya que, por narices, ese momento solo se producir una vez. La gracia es esa, el truco es ese: un montón de personas se convierten en un grupo interdependiente entre sí que tiene que funcionar bien durante un tiempo determinado sin que nadie pueda faltar a la cita en ninguno de los días previstos porque, en menor o mayor medida, todos los trabajos dependen de que todos hagan el suyo. 

Es verdad que, en otros ámbitos y en otras profesiones, también se producen situaciones como esta todos los días pero, lo cierto, es que en muy pocas la impuntualidad cuesta tantos cientos de euros. Y si en el cine es muy importante no digamos ya en el teatro donde, por narices, el actor tiene que llegar a una hora determinada y, a ser posible, en las mejores condiciones posibles. 

Se habla, de hecho Sheen lo hace, que todo es un asunto de doble moral. Digamos que existe la idea preconcebida (y si no la tienen deberían de ver "El séquito") de que todos los habitantes de Hollywood beben, se drogan y viven una vida que se disipa en placeres terrenales...de acuerdo, es posible que un alto porcentaje lo haga y, de hecho, se pagan muchos sueldos y se extienden muchos cheques para asegurar que el señor A esté en el punto B a la hora acordada. Agentes, publicistas, secretarios, ayudantes...la carrera del actor mide su éxito por el número de personas que lo rodean cobrando un sueldo por hacer los trabajos más banales y absurdos que se le puedan pasar a ustedes por la cabeza como conducir su coche o comprarle una camiseta pero también para que acuda a una sesión fotográfica o para que no meta la pata frente a las preguntas de un periodista. Con los años ha crecido toda una industria de servicios adosada al mundo del espectáculo y al del deporte encargada de velar por los caprichos más absurdos. Si ha crecido es porque es necesario que la gente esté a su hora y en condiciones en su sitio. 

Sheen, desgraciadamente, ha faltado a esa regla de oro en varias ocasiones y ahora solo está pagando las consecuencias de no poder mantenerse sereno. El problema del actor es este y no que lleve una mala vida que, por cierto, hace ya meses que pasó la barrera de lo anecdótico para resbalar poquito a poco más allá de los límites de la realidad. 

Si hace unos años vimos a un lastimero Maradona llorando como un niño en la televisión nacional argentina pidiéndole a las autoridades médicas y políticas que le permitieran marcharse a Cuba (donde le resultaba más fácil estar de juerga) no es más lamentable ver a Charlie Sheen emprendiendo esa carrera loquísima contra los demás y contra sí mismo agarrado a esa bolsa de cuero y mostrando de cuando en cuando un machete de cortar caña que parece le que hubiera regalado un hutu. Es un bajón.

Internet que cada vez se parece más a un pueblo aplaude mucho las salidas de tono de Sheen y su twitter es todo un éxito. Las miniparrafadas del loquito se aplauden en todos los rincones del mundo con la misma alegría que, siglos ha, los mozos daban de beber al borrachín del pueblo para divertirse un rato a su costa. Somos todos muy modernos pero, en realidad, parece que nos hayan sacado de "Calle Mayor" o de "La señorita de Trévelez" y no de "Tron".

Y no solo por el asunto de reirle las gracias si no, como no, por el asunto que más se remarca de toda la trayectoria del actor americano y de lo que me parece menos importante: que se acueste con señoras que trabajan en la industria pornográfica. En una voltereta moral de esas tan paletas, al hacerse la lista de los males y las enfermedades del actor se dice: alcohol, drogas y actrices porno.

A mi que me lo expliquen porque, la verdad, entiendo que estar todo el día rodeado de odaliscas pueda crear cierta dependencia pero, la verdad, no se conoce ningún caso (bueno, el de algún enfermo de corazón que no sabía de su enfermedad) que haya muerto por practicar el coito -ni siquiera desaforadamente y a deshoras- o cuya práctica -por muy acrobática y placentera que esta sea...no se, estoy pensando en un tema que ni siquiera estaría en la cabeza de Calígula, algo olímpico sexualmente hablando- le impida acudir al trabajo puntualmente aunque solo sea por hacer corrillo a la hora del café.  Vaya, al final va a ser verdad que también hay algo de moralina en todo el asunto...

Si la fascinación por el artista atormentado ha sido uno de los peores cánceres que ha vivido cierto tipo de artista que se ha visto incapacitado para quitarse la etiqueta de encima e iniciar una vida más normalita y más de andar por casa (muchas veces me imagino a un Marilyn Manson deseando hacer un disco de cumbias) ante la sospecha de que muchos fans que han imitado -desde una perspectiva de clase media- las actitudes del ídolo (tatuajes, ropa absurda, exceso de estudio sobre unas letras intrascendentes...) lo cierto es que no deja de ser paradójico que ahora Sheen no pueda dejar atrás todas las tonterías que está haciendo por miedo a que su cuenta en twitter se vea dañada. Alguien debería de informarle de que no se ríen porque el chiste sea bueno si no porque el que lo está contando apenas puede mantenerse agarrado a la barra del bar mientras lo hace. Son dos formas diferentes de comedia, si ustedes lo quieren ver así.

La borrachera que Martin Sheen se agarró en "Apocalipsis Now", con el permiso de Francis Ford Coppola que lo animó a dejarse llevar de una manera un tanto irresponsable y sin saber que el actor pasaba por un momento personal terrible, derivó en el rodaje de una de las mejores secuencias de la historia del cine. Vemos a Sheen completamente ido, bebiendo como un zumbado, solo y abandonado en una lastimosa habitación de un hotel perdido en sí mismo a millones de kilómetros de la realidad intentando ahogar los recuerdos de su última misión. En el texto, al comienzo del mismo, dice eso de "quería una misión y por mis pecados me concedieron una". En la realidad le costó un ataque cardiaco que lo mantuvo apartado del rodaje durante semanas.


Esa es la imagen que yo tengo ahora de Charlie Sheen, la de un tipo completamente chiflado que está a millones de kilómetros de la realidad, que lo está pasando mal y que no puede volver para atrás. Es una pena que esa secuencia, tan íntima y tan trágica, esté siendo retransmitida en directo por su protagonista sin la necesidad de que ningún director inconsciente le esté invitando a ello. La tecnología nos ha puesto en el papel de ese director inconsciente que cree que podrá manejar a un actor harto de merca y alcohol pero esta vez no para rodar una gran secuencia de una gran película si no un número estúpido de un circo que, cada vez, da más miedo y cada vez resulta más incomprensible y más cateto. Espero que, al menos, la audiencia vaya de maravilla. Eso es lo importante, al parecer.

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