Los guays, los que sabíamos de qué iba la movida fuimos a ver "Historias del Kronen" (Montxo Armendáriz, 1995). Es más, los que éramos los "más del cabás" habíamos leído la novela homónima escrita por un ex alumno de nuestra facultad llamado José Ángel Mañas que había sido finalista del Premio Nadal en 1994 (lo ganó Rosa Regás con una novela titulada "Azul").
Eran los años del grunge y de invocar mucho a esa etiqueta generacional llamada "Generación X" que acuñara Douglas Coupland y de la que acaba de renegar públicamente. Por narices mi generación tenía que ser descorazonadoramente deprimente. Ya sabes, vivir enredados en una especie de melancolía provocada por una vida regaladísima y una cierta tendencia a la autodestrucción adolescente que, al parecer, nos dictaba nuestro portavoz generacional emitiendo vía satélite desde Seattle: Kurt Cobain.
Yo no me sentía así, es más, me sentía bien. Todo lo bien que esta mierda de cabeza me permite pero, bien al fin y al cabo, puede que sucumbiera de cuando en cuando a esos arrebatos inconsolables de melancolía absurda, que dijera "No future" en más de una ocasión pero, sinceramente, Kurt Cobain había tenido una vida mucho más mierda que la mía, podía abuchear con más rabia al sistema porque tenía motivos...todo eso me quedaba un poco lejos. A lo mejor, lo de los arrebatos de melancolía y malrollismo estaban implícitos en el tema principal de la película "Chup, Chup" de Australian Blonde cuando decía eso de "¿Por qué me siento mejor cuando estoy triste?".
De hecho me gustaba mucho más esa canción y ese disco que la novela. La novela me había parecido una de esas cosas que intentan imitar al producto de moda que, por aquel entonces, era "American Psycho" y todo ese rollo de la "literatura de magnetofón". Es decir, intentar que todo lo escrito suene a dictado, a pensamiento emitido oralmente. Ahora que lo pienso quizás "imitar" pueda entenderse como algo peyorativo. Pues no. Quiero pensar que "Historias del Kronen" era, en definitiva, una de esas novelas nacidas al abrigo de una tendencia de caracter global y conectar de algún modo con Breat Easton Ellis y con Irvine Welsh y su Trainspotting. Me parece bien y me parece normal. De hecho quizás Mañas no fuera el primer escritor español que intentaba seguir la tendencia y fue Ray Loriga, con su pequeña "Lo peor de todo" (un libro que me gustó mucho porque hablaba de un tío que era triste pero estaba bien o se sentía bien estando triste...de hecho, por alguna razón de sensibilidades seguramente mal entendidas "Lo peor de todo" me sigue pareciendo una buena novela y una excelente primera novela. Todo en grados. Da igual que algunas cosas posteriores de Loriga no me hayan interesado demasiado).
El caso es que fuimos a ver aquella película y a mi no me gustó por la misma razón que no me gustó la novela: no creía que uno de los tíos que yo conocía se jugara la vida conduciendo en dirección contraria o colgándose de un puente. Sí, tenía amigos que hacían cosas estúpidas y yo participaba en estupideces de cuando en cuando de esas que te dan un escalofrío cuando las recuerdas pero, sinceramente, ninguno de los amigos que tenían coche (eran tres, uno tenía un Fiesta de segunda mano, otro un gigante Chrysler con un aguilucho en el capó y otro tenía un Simca 1200 familiar) hubiera participado ni de coña en semejante estupidez y, por muy pedo que te pusieras, la idea de colgarse de un puente por el placer de hacer la machada me parecía un tanto exagerada...¿machadas? Una vez alguien robó una bandera, iba a ser una de España pero, como estaba moco, se confundió de mástil y acabó secuestrando una bandera de la Comunidad de Madrid. ¿Machadas? Uno se hacía un piercing instantáneo con un imperdible y cosas así pero...¿jugártela de verdad?
El hecho de que el protagonista viviera en una casa con servicio o que sus padres guardaran una buena cantidad de pasta (como para correrse una juerga de varios días) me parecía una quimera. Un muy entusiasta amigo al salir del cine dijo: "Es la hostia, la revolución, es nihilismo". Yo dije: "No es una historia que vaya de los míos...me gusta más Clerks". Y me cayeron collejas pese a que me defendí diciendo: "Se lo que es trabajar en un videoclub y vendiendo ropa en una tienda...¡No tengo ni puta idea de por qué ese tío quiere tirarse a su hermana por muy chuzo que vaya!".
He asistido, quizás desde el estreno de "Sensación de Vivir" de la aparición de series y de películas que trataban de explicarme el drama de ser irresistiblemente sexy e increíblemente rico. Ya sabes, "Gossip Girl" y cosas así. Nunca las he entendido muy bien. Es posible que todo sea una especie de complejo de inferioridad de clase pero, materialista como soy, siempre he pensado que ser guapo y tener dinero abre una serie de puertas que se cierran automáticamente si uno es feo y pobre como una rata. Utilizar los mínimos del cine social para explicar el drama de un puñado de niños bien de NY me ha parecido algo, normalmente, no ya inmoral sino completamente ininteligible. No es que uno haya vivido en el arroyo, ni que sepa lo que es pasar hambre y frío pero, de verdad, todo eso me parece un drama absurdo orquestado para contarme una cosa que ya fue utilizada como título de un famosísimo culebrón mexicano: "Los ricos también lloran".
¿Lloran los ricos? Sin duda. ¿Tienen sentimientos? No dudo que algunos sí. El problema es que, normalmente, las cosas que les hacen llorar a ellos son unas completamente diferentes a las que me hacen llorar a mi.
Evidentemente, para atraer a las masas hacia ciertas series de televisión o ciertas películas, siempre es bueno que los modelos presentados sean inequivocamente "aspiracionales" (una palabrita ¡tan de moda!) es decir, que sean atractivos y que sean guapos...es decir, que por una simple mecánica de solidaridad uno se sienta más cercano (por alguna razón que se me escapa) al drama humano de unos perfectos desconocidos que hacia los vecinos.
Tuve la misma sensación cuando leí "Twelve" la novela de Nick McDonnell que ha sido adaptada al cine recientemente bajo el mismo título y cuya dirección ha corrido a cargo de Joel Schumacher (es paradójico que dos novelas, "Historias del Kronen" y "Twelve", catalogadas como "generacionales" han sido dirigidas por directores que nada tenían que ver con los jovenzuelos a retratar). "Twelve" fue un éxito de ventas en Estados Unidos y su autor elevado, automáticamente, a ocupar el trono de nuevo "enfant terrible que vende como una Barbara Steel" abandonado por Breat Easton Ellis y su "Glamourama". De hecho Hunter S. Thompson (viejo pellejo, que te habrías metido ese día) opinó que la novela haría por la generación corriente lo mismo que su literatura hizo por la suya.
"Twelve" la novela resulta más dura, más oscura y más chunga que esta pobre adaptación cinematográfica. Schumacher parece fascinado por un niño ex rico que se dedica a vender marihuana entre sus amistades ricas y que es retratado como una especie de Holden Caulfield en contínuo movimiento por la ciudad de Nueva York que nos va mostrando a una serie de freaks (una nena guapérrima y tontorrona que solo quiere ser famosa, un concienciado y abandonado muchacho rico, un pagafantas y su hermazo tarado, una chica que se acaba de enganchar a una nueva droga llamada Twelve...). Una película floja sin mucho empaque, una cosa sosa sin mucha gracia que se queda en nada pero que, siempre, intenta transmitir una especie de profundidad intelectual que a esta persona que escribe le resulta absurda.
Créanme cuando les digo que prefiero mil millones de veces a una descerebrada como Paris Hilton que se ha criado a la gornú, que ha coleccionado lemures, tigres y borracheras sin bragas que a estos personajes atrapados en una jaula de oro y brillantes colgada en un loft de la Quinta Avenida que me resultan más falsos que los billetes de cuatro euros.
Sin mucho aliento la cosa se queda en nada. En una serie de vidas cruzadas de adolescentes gilipollicas que, al parecer, sufren por no ser populares, por no tener 1000 dólares para un chute de Twelve o que sufren las consecuencias de una educación entregada por unos padres algo fuleros y demasiado preocupados por llevar una vida de apretada agenda social a colegios de alto copete y comprensivas babysitters.
Quizás la vida de los adolescentes ricos y famosos que viven en la Gran Manzana y son los hijos de los dueños de las Agencias de Tasación, de los grandes fondos de inversión me queda lejanísima y por eso me quede sin entender cuál es el problema real de un descerebrado que decide cagarse la vida mientras llora desconsoladamente en el jet familiar de camino a un viaje a las Islas Vírgenes. Será que soy de otra generación. Será que tengo otros problemas diferentes o que soy un monstruo insensible.
10 comentarios:
Mientras leía tu post me venía a la cabeza lo que más tarde nombraste: Los ricos también lloran.
"Historias del Kronen" siempre me pareció petardo. Me identifiqué mucho más con "El odio"
¿Sensación de vivir? Me la tragé entera como podría decir Sasha Grey pero prefería "Colegio Degrassi"
Historias del Kronen es un petardo infumable y que cualquiera que tuviera esa edad en ese momento sabía que todo era mentira.
En cuanto a esta gente que retratan estas pelis, suelo pensar... "que les den", y cambio de canal (no me molesto en ver esto en el cine, claro).
Pero claro, si lo que quieres es producir una peli de consumo rápido y que sirva al lema "virgencita que me quede como estoy" (que siempre es agradable ver que a los demás también les va mal), pues bueno, es comprensible.
Gracias por el aviso, me ahorraré el dinero de la entrada y los totos.
"El mañana no existe": recordar esta frase del personaje del Botto todavía hace que me entre la risa.
"Come as you are" se merecía lo de Ramoncín y mucho más.
Y voy más lejos que tú: no entiendo los sufrimientos de nadie que no se haya quedado calvo en la veintena.
Hola a todos,
6th. Man,
"El odio" es una gran película y Degrassi una gran serie juvenil. Hubo otra por la época con Dexter Fletcher de protagonista en la que había una muchachada que hacía un periódico titulada "The Junior Gazzette" aunque en nuestro país la titularon "La Pandilla plumilla".
eduardoritos,
No estoy tan de acuerdo contigo, creo que hay mucha gente que fue a verla y, simplemente, flipó. Hay gente que se quedó con la historia, con el colorín, escuché a gente decir que era una película punk. Nada más y nada menos.
Alex Martí,
Es que tenía frases para enmarcar. Yo lo de la calvicie lo he llevado siempre fatal pero nunca vería una película sobre el problema. Bueno, si saliera gente a la que se le vuela el peluquín, sí.
Un saludo a todos y gracias por pasaros por aquí.
"Calvos" de Aranoa. Va, reconócelo: irías a verla, como todos.
Alex Martí...
Me pongo palote de pensar en las pelis de Aranoa. Como todo el mundo.
Ya me imagino a unos calvos muy filosóficos sentados en los escenarios más feos posibles diciendo las cosas más increíblemente profundas del universo y haciendo todo tipo de metáforas entre la falta de pelo y la falta de dignidad y solidaridad.
Lo que ocurre es que, como los inmigrantes son de pelazo, no se yo como iba a meter la cuña sobre el tema...¿alguna idea?
Llegan unos empresarios y les hacen la depilación láser en la cabeza.
Esa correlación inmigrante-pelazo, además de inquietante (nos remite, por ejemplo a gente parecida a El Puma), es bastante cierta.
Hola,
Alex Martí,
Y se la hacen porque necesitan el pelo para hacerse peluquines pero, luego, resulta que a uno de ellos el contacto del pelo le produce sentirse como los inmigrantes y deja de ser un cabrón. O algo.
Eduardoritos,
Allá en Hispanoamérica el pelazo manda. That´s a fact.
Un saludo.
Peliculón. Lo veo.
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