lunes, 26 de enero de 2009

Razones para sentir vergüenza ajena


Los psiquiatras y psicólogos sajones denominan a la "vergüenza ajena" como "spanish shame" o sea, "vergüenza española".

La vergüenza ajena es esa sensación viscosa que se apodera de uno cuando ve a alguien a hacer el ridículo, algo que, al buen entender de los hombres de los caramelos de habla inglesa, es algo que sólo puede sentir un pueblo compuesto por seres que no solo cargan con sus propios prejuicios y sentimientos de culpa si no que se ven proyectados en los demás cuando estos son pillados en una situación indecorosa, haciendo lo que no tienen que hacer, justificando lo injustificable o comportándose de una manera mezquina o estúpida. Yo reconozco que a veces me pongo colorado cuando escucho emitir ciertos juicios a gente de mi alrededor y que meto la cabeza entre los hombros o me tapo los ojos pese a que yo no sea dicho sujeto o no se me pasara por la cabeza, nunca, decir o hacer ciertas cosas.

Además de las opiniones de los demás mi ranking particular de sentir vergüenza ajena se complementa en sus primeros puestos con: los stripteases y las bandejas de canapés de fiestas, lunches y recepciones varias.

No quiero decir que me moleste que nadie se desnude es más, incluso creo que en algunos casos lo agradezco, es simplemente que no puedo dejar de pensar cosas como "verás, se va a dar un guarrazo", "seguro que se le ha olvidado depilarse" o "Oh Thor todopoderoso se va a dar cuenta de que la estoy mirando con cara de salido"...y es que lo "sepsi" (sobre todo las poses circenses) me atoran terriblemente.
La tía de un amigo mío era vedette a tiempo parcial, o sea, que entre las profesiones de su campo estaba trabajar en una especie de espectáculo de revista postmoderno de esos que se pusieron tan de moda en una especie de revival que hubo de ese género como en los años 80. La buena mujer estaba haciendo su número, algo relacionado con una canción picante titulada "La banana", cuando bajó del escenario a charlar y a decir procacidades al público (esa es otra cosa que me da vergüenza ajena, los espectáculos donde por narices el artista te obliga a participar en el happening porque siempre pienso "joder, he pagado una entrada para que me entretengan y no para entretener" y eso se extiende también a las cosas que hace La Fura). El caso es que se fijó en un señor, se sentó en sus rodillas (Tengo la teoría de que el pretendido humor feminista es una especie de negativo de la vieja revista donde se han sustituído los chistes sobre amas de casa torpes en el manejo del fogón por el arquetipo de hombre pichicorto que se tira pedos...aunque los dos hacen mucha gracia a nuestros ciudadanos más liberados) y le pidió que subiera al escenario, se produjo el típico forcejeo de "sube", "no subo"...sin darse cuenta de que el señor no es que fuera vergonzoso, es que estaba en silla de ruedas. Juro que la primera vez que me contó eso me puse de todos los colores. De hecho me estoy poniendo del color de tomate de Miajadas (Extremadura) de escribirlo.


Lo de las bandejas de canapés es igual, yo antes de ir a un sitio donde me van a dar canapés me como un bocata por ahí para no parecer demasiado hambriento porque, la verdad, la imagen de gente abalanzándose sobre un trozo de pan seco con mantequilla con una lonchita de salmón encima me pone francamente malo y siempre abogo por la rápida implantación de esos buffets libres de las fiestas de las pelis americanas que me parecen como más civilizados. ¿Hay necesidad de zarandear al camarero? ¿Ponerle el pie por delante para que no se escape con las croquetas? ¿colocarse estratégicamente en la salida de las bandejas para hincharse y dejar a las otras criaturitas sin una pequeña empanadilla congelada? Me niego. Me sonrojo.

Otro motivo para sentir vergüenza ajena son las peleas que se producen en las fiestas de disfraces: ver a Manolo disfrazado de mujer (en realidad va vestido de prostituta y se ha pasado toda la noche diciéndole a todo el mundo "tócame las tetas que me he comprado en el chino...¿A que parecen de verdad?") y a su amigo Fermín de pirata (con unos pantalones viejos hechos jirones por las perneras por donde asoman unos calcetines ejecutivos viejos) abroncándose es uno de esos momentos en los que uno querría simplemente diluirse.

Y, claro está, volviendo al principio (no temáis ya estoy viendo como cambiar el truco...) si hay algo que me sonroja es, sin duda, la capacidad innata con la que los representantes de la Iglesia Católica se hacen los locos con ciertos temas. Ayer mismo, Rouco Varela nos ilustraba sobre su visión de la libertad de expresión y decía que para que fuera de verdad buena esta debería de estar tutelada. No dice por quien pero asegura que una libertad de expresión tutelada sería la única forma de que los creyentes no se sintieran "heridos en sus convicciones". Se refiere como no a la publicidad "atea" de los autobuses de la que hablamos por aquí hace ya algún tiempo cuando se inauguró en Londres. No tengo duda en que si la libertad de expresión fuera tutelada jamás nos hubiéramos enterado de la enorme cantidad de casos de pederastia con los que, de cuando en cuando, algunos curas católicos nos hieren (ateos o no) en nuestra sensibilidad en nuestras convicciones porque tampoco me cabe duda en qué manos pondría Rouco la titularidad de ese posible tutelaje sobre la libertad de expresión. ¿Hay que poner límites? Claro, que se pongan, por supuesto, comencemos con no permitir a los medios de comunicación que mezclen información y opinión de tal modo que, digamos, un locutor de radio no pueda llamar a una ministra "la flamenquita" ni a una portavoz de un partido político "prostituta" por hacerse unas fotos para una revista...y más allá de eso propongo que se haga una ley que podíamos llamar "Ley de El Muro" (por lo de Leave the kids alone) para evitar que ciertos monstruos se acerquen a los chiquillos. Y escribo todo esto con la misma vergüenza ajena que debeis de sentir al leer esta entrada. Buenos días...otro día hablaremos de la vergüenza ajena que me procura el asunto de Gaza, por cierto.

7 comentarios:

pesimistas existenciales dijo...

generalizacion a la vergüenza ajena:
"aquellas actividades que, vistas desde fuera, son incomprensibles"
(un/a anciano/a cruzando el semaforo en rojo e insultando a los coches, una señora que quiere vestirse como na adolescente, una niñata aparentando ser mayor, un gay alardeando de su sexualidad, espe preguntada por gallardon, zp hablando de no crisis con crisis, fraga desde que debia de estar jubilado, la tertulia economica de la cope....) (ah, y yo al menos, cuando intento encontrar la segunda frase ocurrente ante una chica a la que probablemente no intereso, en un bar, a partir de las 3)
Los caminos de la vergüenza ejemplos de los fallos del filtro osmótico de la mente...

Anónimo dijo...

Dado que el sentir verguenza ajena conlleva cierta empatía con el congénere - sea quien sea ese tipo -, me temo que yo no sufro de eso, estimado Insustancial.

Sí que he llegado a notar en cierta ocasión algún que otro bullicio epidérmico al ver a mis padres en cualquier celebración familiar entonar el "O andar miudiño", tonada etílico-festiva, propia de banquetes y otras barrabasadas gastronómicas... Pero, ya le digo, a mí el resto de la gente, plin, que duermo en Flex (o algo así).

A mí, lo de Rocco Varela, simplemente me produce asco.

Afectadísimos y ruboríceos saludos.

manu dijo...

Bastante tengo con avergonzarme de lo mío como para preocuparme de las cagadas del prójimo.

Más que verguenza ajena, esas columpiadas me producen estupor, asco, indiferencia o ganas de correr, dependiendo de los casos.

Jordim dijo...

Lo de libertad de expresion tutelada será de los creadores del concepto Inteligencia Militar supongo... Todos los medios están podridos. Eso me dijo hace nada un amigo periodista. Cuando no están financiados por.. y por tanto bajo presión, están comandados por el supuesto carisma de cirtos Losantos o bajo instituciones de tal poder que nadie puede decir la verdad sin más o tratar la información con objetividad. Asi que no ´se hasta qué punto tenemos libertad de xepresion, o sólo pueden hacer uso de ella unos pocos..

Blógulo Fruslería dijo...

Mi querido Insustancial, veo que pese a la vergüenza que puede dar hablar de que uno siente vergüenza ajena, he de decirle que agradezco mucho esta entrada. Para los que sufrimos de eritrofobia, la vergüenza ajena es algo que está a la orden del día, a la vuelta de la esquina y a cada cambio de canal en la tele.
Sobre todo en la tele.

Anónimo dijo...

A mí se me va la verguenza ajena con un par de copas, lo malo es si voy sobria, como el otro día, que lo pasé fatal en una cena con mi comensal de la derecha que vociferaba y vociferaba sobre la guerra civil,el Nepal y la "gorila" armada, que al final entendí que quería decir guerrilla, ay Dios!con alcohol hasta me hubiera parecido interesante..
Por aquí por tierras levantinas no tocamos el tema de los límites de la libertad de expresión hasta que no se acabe con la censura visible de los medios de comunicación,estamos más atrasados, como ve.

Y no,no produce ninguna verguenza ajena este post,la comparación de la vedette antigua y actual me ha traído a la memoria que Ana Elena Pena actuó recientemente en Madrid,¿Es que la vió?
saludos

Señor Insustancial dijo...

Hola a tutti,

Pesimistas existenciales,
Hay una lista enorme para sentir vergüenza ajena, enfermedad que siento que sólo sentimos aquí que estamos muy pendientes de lo que hacen los demás. Me sumo a su lista y la amplio con el siguiente supuesto: un cuarentón bailando en medio de una discoteca con pantalón de pinzas, mocasines, camisa de rayas y jersey sobre los hombros.

Grom,
Ya he podido descubrir que no eres nada de cantar cosas regionales...una pena porque es una costumbre preciosa que gusta muchísimo a las mozas de la capital...

Sí, padres y celebraciones es una gran fuente de traumas infantiles.

Manué,
Tan agudo como siempre, lo suyo es simplemente apabullante, compañero...yo es que soy más de la compasión...je.

Jordim,
El problema ha sido creado por los propios medios: 1. Se han confiado demasiado en que no tenían que preocuparse de lectores, oyentes y televidentes porque se podían mantener de la publicidad lo que ha obligado a muchos medios a ponerse debajo del yugo de las empresas que pagan dicha publi.
2. Muchos periodistas en España querrían ser políticos porque no saben ser periodistas y se corren de gusto siendo invitados a ciertos círculos de poder. Una vez en ellos es imposible no sucumbir ante la aureola de los poderosos sean estos artistas o políticos o strippers. Para informar bien hay que alejarse un poco y tener perspectiva.

Miss Fruslerías,
Su infinita capacidad para el sonrojo ante las actividades ajenas rompe un poco su imagen de indómita guerrera y motorista pero la tiñe de tanto encaaaantooo...bueno o eritrofobia o lo que sea. Le agradezco que me lo agradezca.

Rak-el,
Lo primero que se pierde con el alcohol es la vergüenza, luego el equilibrio, luego el móvil y así hasta ser detenido por escándalo público. Sí, es cierto, lo bueno del alcohol es que hace interesantes a muchas personas pero luego llega la resaca, la bajona y la cruda realidad. Siempre es mucho mejor descubrir que alguien dice "Gorila" por "Guerrilla" antes de haberle dicho eso de "¡Creo que podíamos ser grandes colegas!" empapados en morapio.

Lo de Valencia es tan acojonante que no descartamos que, después del descalabro de los espías, sea el próximo destino político de Espe Aguirre...no me quiero ni imaginar lo que Camps y Espe podrían hacerle a la ciudad del Turia y alrededores.

De Ana Elena Pena soy fans pese a que me pongo cantidad de nervioso ante una artista que tiene tanta querencia al desnudo y la procacidad por ser yo, más que nada y muy en el fondo, un muchachuelo alocado pero chapado a la antigua.

Abrazos y saludazos para todos. Para ellas castos besos.