Cuando uno es joven le da por pensar que nada puede ir peor...luego viene la vida y te da por el saco de verdad y, entonces, te vuelves a poner triste porque has perdido la lozanía intentando deprimirte y deprimiendo a los demás. Eso son los efectos del síndrome postvacacional y que hoy, 1 de septiembre, sea el día nacional del lamento: te lamentas por haberte quejado de la paella, de la parienta y de los niños: te lamentas de haberte quejado de la comodidad del apartamento y de la ocupación de la playa; te lamentas de no haberte alquilado un patín para darte una vuelta porque te pareció muy caro y te lamentas de no haber estado un poco más en forma...
Hoy también es el día de la revelación nacional: matarías por esa paella asquerosa, por ese medio polvo desabrido de la siesta bajo el ventilador estropeado que te pareció poca cosa, echas de menos la oportuniad de haberte montado en el patín...y es que la oficina, el banco, la obra o el bar son el puto infierno de verdad comparado con ese infierno pequeño, casero y soportable que son las vacaciones...
Si yo me hubiera ido de vacaciones y tuviera una parienta seguramente superaría mi síndrome postvacacional pidiendo perdón y prometiendo no dar el coñazo hasta que no lleguen las compras de navidad...
¡Wellcome to hell, insustanciales!
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