jueves, 11 de junio de 2009

Terminado "Hollywood no existe" (y III): Por mí y por todos mis compañeros.



Te sientes bien y mal cuando acabas un rodaje. Bien porque se acaban los madrugones tan típicos del mundo del titiriterismo audiovisual y mal porque dejas de ver a un montón de gente maja con la que te lo has pasado bien. El Síndrome de Estocolmo ha sido hoy evidente pero menos grave que en otras ocasiones porque sólo hemos estado currando tres días. Los casos graves se suelen dar a partir del quinto y los muy graves (gente haciendo mal su trabajo para retrasar el final de la producción una semana más y poder seguir viendo a ese eléctrico macizo, a esa maquilladora mollar, a esa estrella de la pantalla en ciernes que se te ha clavado en la retina...o, simplemente, para echarse el primer café mañanero o comer en buena compañía y gratis unos cuantos días más) se producen después de las dos semanas si es que no ha habido muy malos rollos.

El "Síndrome de Estocolmo en rodaje" se produce por dos índicadores:

1. Hay mucho tiempo para charlar mientras se curra.

2. Pasas mucho tiempo viendo las caras de la misma gente.

El trabajo sincopado de hacer una película (o un corto o un piloto) puede llegar a joderte vivo. O sea, estás tranquilamente leyendo el periódico o pegándote una siesta y, en un segundo, te han caído cuatro marrones a la vez que tendrían que haber estado solucionados ayer a las 15:00 horas. Todo consiste en obligarse a vivir como un delfín o como un tiburón: el hemisferio lateral izquierdo en fase R.E.M. y todo lo demás funcionando a más o menos medio gas. Sabiendo esto ya entenderéis por qué Klaus Kinski tenía esa personalidad tan propia y la razón por la cual Josef Von Stenberg iba con fusta, pistola y botas de montar a sus rodajes.



Tres días de trabajo intenso parecen poco cuando se trata de terminar un piloto de no más de veinte minutos pero, la verdad, es que para llegar hasta aquí han pasado unos cuantos meses: Marcos y Cesar Borregón ( o viceversa) tuvieron la idea y la desarrollaron en forma de tratamiento que luego me ha caído a mí para ser guionizado. Dos meses de trabajo conjunto y ya teníamos un guión aseado.

Como quasi padre de la criatura (todos los guionistas que trabajan en ideas ajenas sienten que son los encargados de criar a un hijo que biológicamente no es suyo pero que tienen la obligación de cuidar como tal y una cierta envidieja de que los hijos, las ideas de otros, sean más bonitos que los suyos) es una sensación indescriptible comprobar como tu trabajo previo se va traduciendo en imagenes y va tomando forma. Ver a un equipo entero trabajando sobre unas hojas escritas por uno es una sensación indescriptible, comprobar in situ que los chistes funcionan, que las cosas cogen ritmo...es un subidón, sinceramente, y tienes que pelear todo el rato para no estar, todo el tiempo, dándole las gracias a la gente por hacerte feliz (y un ególatra con delirios de grandeza con problemas para mantener el pis dentro de la vejiga cada vez que escucha un halago a largo plazo).
En un rodaje hay que manejar muy bien los tiempos, la coordinación, la comunicación y cuidar todos los detalles sobre citaciones, coches, camiones, luces, maquillajes, localizaciones etc. pero, también, hay que trabajar con una variable inestable llamada material humano.

Trabajar con las emociones (en tamaños grande, muy grande y supersize me!) es casi tan peligroso como manejar nitroglicerina pero de ello depende que la cosa no estalle tres veces por día. Los encargados de la cosa lo han conseguido y por eso ha sido un rodaje cómodo donde creo que los roces han sido mínimos. Es fácil de comprender en el caso de los actores (Jordi Vilches es un tipo explosivo y Gorka Otxoa es mucho más tímido, ambos grandes profesionales como todos los actores de la producción) pero mucho más complicado cuando se trata de tener contento a un tipo que lleva una cámara o a una chica que sostiene una brocha de maquillaje. Hay que pensar que todo está conectado y que casi todo lo que ocurre tiene importancia o, si no, se corre el riesgo de que un mal gesto o un café frío servido en una mesa de camping puesta en la Calle Pez se convierta en un aleteo de mariposa que provoca un maremoto provoque un tsunami en la Costa de Brasil, ¿Jodido, eh? Creo que si toda esa filosofía se aplicara a las cadenas de montaje o al trato que se da a las cajeras de los supermercados todo funcionaría mejor.

Estoy contento de que unas cuantas hojas garabateadas a word sirvan para mover a tanta gente pero, sobre todo, a esta gente que se ha pegado un curro espectacular, que sabe sacar electricidad de donde no la hay, que se levanta una hora antes que tú para pasar a recogerte por tu casa, que hacen cientos de llamadas, que coordinan a todos los elementos...

Sólo gracias a ese trabajo se ha conseguido que los actores rindan tan bien y que las sensaciones sean tan buenas y que un servidor esté aquí sentado en su casa escribiendo estas líneas y sintiéndose útil, al fin, y francamente recompensado por lo que ha visto, por pasar unos días entre amigotes y por haber conocido a este grupo de personas. Tendría que dar las gracias a toda esa gente pero no sabría como hacerlo, bueno sí, con un topicazo.


Pongámonos en situación: las butacas del Palacio de Exposiciones y Congresos están repletas y subes ahí, al escenario con un traje que te queda mal y un poco mareado porque no has tenido mejor idea que mezclar tranxilium para calmar los nervios y dos copazos de cava barato y te quedas delante del micro y dices: "Quisiera dar las gracias a tanta gente que...bueno...Yo nací en un pueblo llamado Alcobendas y...". Donde pone Alcobendas poned Coria y ya sabréis a lo que me refiero. Pues eso, gracias a todos, ahora me voy a la cama a ver si se me pasa el Síndrome de Estocolmo porque hoy creo que todo el mundo es maravilloso.

2 comentarios:

Grom el Único dijo...

Simplemente, estimado Insustancial, disfrute de su felicidad: se lo merece y bien.

Afectadísimos y alegradíceos saludos.

Señor Insustancial dijo...

gracias amigo grom...ha sido espectacular.

un abrazo.