sábado, 16 de octubre de 2010

Gran Hermano y la fugacidad de los tiempos



Estuve viendo ese magno avance de la nueva entrega de GH llamado "Esperando a GH" y, que quieren que les diga, pero la gocé.

A veces se goza por bien, por gustito, pero otras veces gozas mucho de ver el mal. Este fue el caso de este servidor de ustedes que se sentó "cinco minutitos" (más que nada por ver el escotazo turgentísimo de una ex concursanta de nombre vasco...así estoy de fané y descangashado) y acabó sumido en un mar de contradictorios discursos, peleas al más bajo nivel, envidias, puñaladas traperas, chistes con sal gorda y, todas esas cosas, que tanto le recuerdan a uno a la última vez que asistió a un compromiso familiar.

Ya no tengo duda de que lo mejor de GH es que es un fiel reflejo del momento exacto en el que se emite. Sí, es un programa que caduca al minuto justo de emitirse pero que tiene, oh sí, la virtud de tomar el pulso con una fidelidad inusitada al momento. Es un "carpe diem" televisivo. Hagan la prueba, revisen, por ejemplo, algun youtube de un GH emitido hace, sólamente, un año y caigan en la cuenta de lo viejo que se ha quedado.

Alimentado básicamente por gente normal (y no me vengan ahora de que se extrañan de que haya strippers, transexuales de ambos sexos, ex militares con priapismo y gente así) unidas por el único hecho de ser todos unos completos vagos que aspiran a que el paso por el programa les permita seguir viviendo de la nada absoluta y recibiendo un sueldo de una cadena nacional por sentarse en un plató a charlar con otra gente los concursantes de GH son, sin duda, el reflejo de la moda del momento. Como el concepto "moda" es algo terriblemente pasajero y todos pertenecen a una especie de cultura que ama la fugacidad de los tiempos pues visten, se comportan, alimentan, escuchan, emiten opiniones y, por ende, viven según los cánones del timeline que les ha tocado vivir. Cuando aparecen, otra vez, al año siguiente uno percibe que esas personitas han mutado la piel y que, toma ya, visten ya de otra manera y parecen incluso diferentes.

Una cosa que me llama la atención de los concursantes de GH y también de los de "Mujeres, hombres y viceversa" es que todos gozan muchísimo yendo de discotecas. Sí, miren que para mí el término discoteca es como una cosa lejanísima, como aburrida, como que no te dejan entrar con zapatillas de deporte, como de tener que ir uniformado a un sitio. En las poquísimas ocasiones en que, ya fuera porque estaba dando positivo en cualquier control, ya fuera por obligaciones grupales o por un sarao concreto siempre me he sentido a disgusto en esos sitios. La discoteca (y me refiero a la de moda y no a la entrañable disco de pueblo que merecería un artículo a parte) me repudia y yo repudio a la discoteca. Soy incapaz de abrir el armario y pensar: "¿Le gustará al portero rumano con músculos de la puerta mi atuendo?". El simple hecho de hacer el esfuerzo de adivinar qué es lo que tengo que ponerme para gustarle a un señor me produce unas rarísimas contradicciones internas de corte freudiano.

Sin embargo, y por lo que entiendo, la peña granhermanil disfruta cantidad del encorsetamiento, la diversión programada y, claro, está de ese genuíno "ver y ser visto" sobre el que se asientan esos templos del hedonismo.

Dirán que lo que me pasa es que no me como un colín en esos sitios. Y Tendrán razón. Y dirán que como en la fábula de Esopo de la zorra y las uvas verdes como no puedo disfrutar de ese paraíso lo detesto. Y, a lo mejor, no les faltará razón. Dirán que como soy contrahecho e inseguro pues me encuentro a disgusto entre esa gente que sólo busca el alivio fugaz (otra vez fugaz) de un cuerpo apolíneo esculpido con periódicas inyecciones de botulina, pis de mono titi y anabolizantes como para batir el record de la hora. Y, claro, volverán a tener razón.

No diré que me parecen todas unas chonis (de escote generoso, vaya por delante) y ellos unos imbéciles recalcitrantes. No. Diré que admiro profundamente su capacidad para vivir el momento sin conciencia de ayer, ni tampoco de mañana. Diré que, en el juego de la adaptación al medio, los grandes hermanos y hermanas me han ganado por la mano y que, de tener que elegir los espartanos cualquiera por quienes deberían de acabar en las profundidades del abismo que hay a los pies del Monte Taijeto estos no dudarían ni por un segundo en elegirme a mi, y a mis torpezas y a mis presuntas sabiondeces, y no a una pizpireta andaluza que no sabe pronunciar más de 1000 palabras en nuestro idioma y que, sin duda, si sabe vestirse y comportarse para la ocasión.

Ustedes dirán que son tontos, que no tienen conversación, que son el ejemplo claro de la ruinosa situación de nuestros planes académicos, que son el fruto de la estulticia y del desaforado culto al cuerpo e hijos predilectos de la cultura de la chiflada estética de los tiempos y yo les contestaré que no, que se equivocan, que en un sólo programa de GH se aprende más de los seres humanos que abarrotan España que en cualquier estudio sociológico sesudo.

Tras el espectáculo televisivo que pudiera bien parecer un circo indecente, una exhibición lamentable de todos los errores, vicisitudes y sordideces del ser humano yo les diré que, ese programa y esta edición de GH, nos brindará otra oportunidad de ver a lo más granado de nuestros congéneres, a los mejor adaptados, al irresistible ascenso de lo festivalero. Claro, ya lo dijo aquel, la revolución será televisada. Pues claro, gañanes, se emitirá en Telecinco.

Con el tiempo, una novela tan a primera vista prescindible como "Glamourama" (Bret Easton Ellis) que contaba la historia de un modelo gilipollicas que se embarcaba en un grupo terrorista organizado por otros modelos con la intención de hacer daño, se ha rebelado completamente premonitoria, olvídense de esos contubernios del XX que dieron un giro a la historia de Europa celebrados en cervecerías de tres al cuarto, en esas reuniones del XIX en cafetines lóbregos, en tabernas sucias porque, me temo, que el próximo gran golpe se va a fraguar en el reservado de Pachá o en el "confe" del programa conducido por Mercedes Milá.

No le faltan a la periodista catalana los medios para convertir a su GH (y sólo de ella) en todo un corpus de pensamiento ético y estético pues, el mismo jueves, ejerció de lo que es: la referencia. Sí, queridos lectores despistados, lo nuevo, lo que mola, es dirigir un programa que parece construido para limar asperezas en todo un espectáculo de sanguinolencia catódica usando todas las armas del desvarío para conseguirlo. Otro claro ejemplo de adaptación al medio catódico: si antes lo que estaba bien era hacer entrevistas a personas interesantes ahora, lo que manda, es calentar el patio. Lo consiguió y, por lo tanto, cumplido de sobra el objetivo solo podemos ponernos de rodillas y agradecer la lección prestada. Muy poca gente estaría dispuesta a servir tan alegremente a las motivaciones de los tiempos sin despeinarse (o despeinándose, porque la Milá ha sacado un histrionismo que es cosa fina y del gusto de las masas).

No me cabe duda que esa "vida en directo" que preconiza GH nos va a deparar las exactísimas coordenadas del lugar que ocupamos, el volumen exacto del espacio que ocupamos y, sobre todo, eso es lo importante nos va a deleitar durante unos cuantos meses con todo un catálogo de ropajes, peinados, canciones, actitudes, pensamientos y posturas éticas y filosóficas que no serán más que el fiel reflejo de lo que, ahora mismo, está pasando ahí fuera, de lo que se cuece, de lo que se habla y de lo que se prepara en el local de moda de su ciudad. Y ría, ríase mucho pero de pena, de no poder participar, de no estar en la pomada, de ser una puñetera antigualla y de haber malgastado su tiempo en tonterías. Pero, sobre todo, de no saber adaptarse. Ya pueden encomendarse a Don Carlos Darwin.

Como dice Paolo Vasile: "Carpe Diem".

Nota del Insustancial: En "31 canciones" de Nick Hornby encontré unas palabras del escritor comentando las extrañas razones por las cuales Springsteen había pasado de ser considerado el futuro del rock a ser catalogado, poco después, como un cantamañanas patriotero y con tendencia al histrionismo y la estupidez. Le echa la culpa a una crítica musical un tanto estúpida y poco informada. Lo suscribo. "Thunder Road", por cierto una de mis canciones preferidas porque soy un infantiloide al que el rollo épico-romanticoide de "The Boss" le pone todavía los pelos de punta, va de un tipo que quiere marcharse de su barrio cutre y triunfar lo que, al parecer, es lo que ha movido a mucha gente a ponerse delante de un toro o a concursar en GH. Venía que ni al pelo. Disfruten.   

1 comentario:

Edu Galán dijo...

X-traordinario.

A sus pies,