Corría el año 2003, sería por octubre o algo así. Estaba sentado en el despacho de guionistas de Localia (un tuguriazo con unas estupendas vistas a la Gran Vía) resolviendo a toda hostia el texto para el programa de la noche. Estaba haciendo "La Cucharacha Express" y digo haciendo porque allí todos los días ese programa se hacía sin más. El presentador y director del asunto, Javier Gurruchaga, no era un hombre al que le gustaran las escaletas, ni pensarse las cosas demasiado o, mejor, no era un hombre al que le gustara planear las cosas con demasiado tiempo y, por primera vez en mi vida, me enfrentaba a un programa en directo que no contaba con un armazón claro excepto el de que, más o menos a medianoche, Javier Gurruchaga salía al plató del programa (decorado como un vagón de tren) decía "buenas noches" y presentaba actuaciones y entrevistas.
Es verdad que, en anteriores trabajos, siempre era yo el que me quejaba de que no se podía improvisar. Es decir, que la dichosa escaleta (ese armazón previo) a veces estaba tan milimetrada que era imposible meter una gracia espontánea y, claro, se perdía mucho y buen material. Y aquí un inciso, la experiencia luego me ha demostrado que en un 90% de las ocasiones, ese "mucho y buen material" suele ser una broma privada o una cuchufleta entre la gente del equipo que, difícilmente, es cogido por la audiencia que, claro está, permanece en su casa completamente al margen de los tropezones, motes privados y otros roces (cariñosos y no) que la convivencia laboral trae consigo.
El caso es que, del estajanovismo televisivo (del que soy fruto, sólo soy capaz de ser ordenadito si me sientan ustedes a escribir y me disperso bastante menos) pasé a una especie de anarquía donde el ingenio de Javier Gurruchaga marcaba, como diría la rapera sevillana, "el minuto". Un ejemplo: dos horas antes de comenzar un programa el director/presentador nos comunicó que quería hacer una gracia con Arnold Chuacheneguer y su elección como Gobernador de California. Planteamos todo tipo de excusas (tiempo nulo, sobre todo) pero nos sorprendió con la contratación de un actor brasileño de casi dos metros con músculos hasta en las cejas al que había contratado.
La contratación de una aparición especial de un actor conlleva una serie de movimientos estratégicos que, a saber, son estos: casting previo, aviso a producción, OK de la producción al gasto extra, negociación con el manager si lo hubiera o con el mismo actor en persona, escritura de un sketch o aparición y el diseño o alquiler de un vestuario apropiado, amen, claro está de maquillaje, traslado...fuera del reino de "La Cucaracha Express" ese tipo de acciones, en cadena, llevan más o menos una semana pero, dentro de la cabeza de Javier, duraban apenas treinta minutos.
Todas las tardes nos sorprendía con algo nuevo. Jamás he trabajado con alguien más dispuesto a tener ideas y llevarlas a cabo que con el showman vasco. En resumen: cada día un plátano.
Tanto era el desmán que se olisqueaba en el ambiente que, más de una vez y más de dos, los directivos de aquella casa y de la productora se acercaban al plató a ver si, de verdad, esa noche no íbamos a salir al aire porque, de pronto, a alguien se le había ocurrido traer un elefante al plató o un coro de starlettes de Las Vegas...sus caras eran un poema y, sinceramente, nunca he visto a nadie tan dispuesto a sacar de quicio a los jefes a costa de mantenerse en sus trece que a Gurruchaga que, pese a estar en un programa de producción modesta de una modestísima cadena (el coste del decorado ya era un dispendio casi inasumible), seguía haciendo eso que los norteamericanos llaman "Think BIG" es decir, comportarse como si estuviera en una megaproducción pese a que los medios eran más bien limitados.
Lo más cachondo es que, pese a que no había un duro, este hombre consiguió contratar a una banda completa para que estuviera todas las noches en el programa y tener, fijos, a cinco actores fijos (Maribel Ripoll, Paco Hidalgo, Alex, Popotxo y Michele McCain) y un despliegue de vestuario y de decoración (aportada por Gurruchaga en parte) digno de un vestuario de equipo de primera.
El caso es que, mientras todos parecíamos echar el bofe, especialmente los tres guionistas (Juan Potau, Maribel Ripoll -unida al equipo- y un servidor) a Javier Gurruchaga todo parecía irle de maravilla pese a que, como Sir Alex Ferguson, muchas veces diera la sensación de que era un tío capaz de iniciar una pelea en una casa completamente vacía. Es decir, iba completamente a su bola.
Poco a poco, y con un poco de sentido común, dimos sitio fijo a los dos colaboradores estrella (Moncho Alpuente vestido de vaquero y haciendo una descacharrante crónica sobre el día a día del Rancho de Bush y Eduardo Haro Tecglen) más que nada porque el propio Haro Tecglen llegaba todos los días que trabajaba con nosotros con una pregunta en la boca dirigida a mi persona: "Perdone, ¿sabe de qué vamos a hablar hoy?". Siempre le decía que no y siempre me decía lo mismo "pues nada, otra vez a improvisar". Algo que fue tomado como una queja y, creo, que fue a la única persona que se le hizo caso.
Otro ejemplo: Albert Boadella estaba por Madrid presentando "¡Buen viaje, excelencia!" y Gurruchaga quiso traerlo al programa. Como no podía estar por la noche Gurruchaga decidió improvisar un sketch dentro de una sección en la que hablaba de viejas glorias vestido de Gregorio Gurruchaga pero con un sombrero de copa...ni que decir tiene que la aparición fue completamente improvisada, hecha en el día y un montón de cosas más que no referiré (aunque, háganse cargo del careto que puso Boadella) pero que nos llevaron a otro pequeño gran caos. Más que nada porque no se pudieron encontrar las imágenes de la película a tiempo.
El caso es que todo era un ordenado caos y, como no se seguía ni tiempo ni escaleta, era posible por ejemplo que una entrevista durara cinco minutos (la que se hizo a la actriz Natalia Menéndez) porque el resto de los contenidos de programa metidos a calzador se había comido el resto o que otra durara quince minutos enteros sin corte porque se habían cortado vídeos u otras apariciones a la misma hora.
Esos cortes, claro está, también se hacían un poco a "la gornú". Teníamos una sección que se llamaba algo así como "usted es la estrella". En el fondo era una cosa vagamente brillante: traer a gente anónima con dotes artísticas. En la cabeza de Gurruchaga aquello iba a ser un desfile de fruteras ventrilocuas, abogados que hacían sus pinitos como magos con el nombre de "El increíble Eduardini" y cosas así pero, la realidad siempre tan chusca, convirtió aquella sección en un paseo de grupos de música amateurs o no muy conocidos. Una vez se nos presentó la oportunidad de traer a un tipo que nos escribió al programa diciendo que imitaba muy bien a Torrente. Gurruchaga le dio el OK fulminante y, al poco tiempo, el muchacho se presentó con su novia y una pareja de amigos vestido como se viste uno de Torrente para una fiesta de disfraces a la que ha sido invitado a última hora y desplegando un repertorio torrentiano que era, francamente, poca cosa. Sin más ni más el tío, sin ton ni son, iba hilando una línea de diálogo de Torrente con otra de forma desconcertante (encima estaba nervioso y sudaba un montón porque llevaba una peluca de esas de Caramelos Paco) y dijo lo de "¿Nos hacemos unas pajillas?" y luego "todas las tías son unas putas, amiguete" y luego soltó un "anda, que pareces m..." y en ese momento entró Gurruchaga diciendo "Magnífico, maravilloso, un fuerte aplauso, qué barbaridad, gracias, gracias, Música, música". Nos quedamos picueters.
Pese a que la mayoría de los programas se grababan en riguroso directom tuvimos que hacer una tanda de ellos grabados porque Javier estaba rodando "Torapia" (2004, Karra Elejalde) y, justamente, el Torrente falso apareció en uno de esos programas con lo que, a la mañana siguiente, nos encontramos con el "tostao maravillao" de un Gurruchaga colérico diciendo que la torrentada no se iba a emitir en un programa que él dirigiera porque le había parecido machista, soez y de mal gusto. En parte lo era, pero...¿Qué hacíamos al respecto? Potau y yo escribimos un gag en el que se cortaba la emisión del programa con una especie de locutor de continuidad que, en perfecto acento mexicano, narraba que había habido incidencias técnicas para dejar en unos pobres veinte segundos la actuación de plató. Se hizo. Pero como cada mala obra tiene una consecuencia el locutor de continuidad tuve que hacerlo yo y ponerme un sombrero mexicano al final del sketch. Guay. Lo hice en la sala de redacción de Localia rodeado de gente que, desde entonces, no podía evitar descojonarse cada vez que pasaba a su lado. Con razón.
El caso es que nuestros días pasaban así, como decia Borat entre los "good times" y los "shit times". Entre estos momentos y otros, y pese al buen feeling qure había mantenido con todo el equipo y con el director/presentador la cosa, con este último comenzó a torcerse.
De ser una especie de "delfín hasta el fin" (con promesa de sección propia entre otras cosas) pasé a convertirme en persona "non grata". En mi defensa diré que no hice nada para incomodar al buen hombre y que siempre trabajé a favor de obra pero que no dejé de criticar las formas algo eclécticas televisivamente hablando de Gurruchaga. Pese a que siempre procuraba que él estuviera delante cuando hacía estas críticas lo cierto es que, en mi haber, se acumularon algunos malísimos adjetivos como los de "conspirador" y "serpiente venenosa" que me regaló uno que yo pensaba que era un buen compañero de trabajo. En mi haber estas faltas:
- Llevarme bien con todo el equipo cosa que, al parecer, fue interpretada por este malicioso personaje delator, como el signo inequívoco de que era el "cabecilla" de una rebelión. En realidad, no era nada más que el tipo que se iba a tomar cañas con todo quisque.
- Dejar que Carlos Areces, ese gran tipo, visitara nuestra humildísima redacción y le llevara a Gurruchaga unos vídeos de "La Hora Chanante" para demostrarle que había gente que le admiraba y que seguía su senda de hacer el mamarracho sanamente lo que fue interpretado por el mismo bicho con un sentencioso "este lo que ha querido es traerte a sus amigos para que se rieran de tí, Javier".
- Llevarme bien con Popotxo Ayestarán. De seductora personalidad el conocido como "enano de la Orquesta Mondragón" era un tío fantástico con el que era difícil llevarse mal. Jugador de ajedrez aficionado y cuenta anécdotas inmortal la peculiar relación entre estos dos prohombres del espectáculo impedía, por razones que se me escapan, que cualquier amistad mantenida por Popotxo fuera bien vista por Gurruchaga.
Y eso es lo que creo de todo lo que pasó porque, sinceramente, me niego a creer otra cosa o, por lo menos, es la versión que quiero creer.
En favor de Gurruchaga diré que Localia contrató al tipo que le pareció óptimo para llevar a cabo un programa que, me imagino, sabrían que no iba a ser un programa amable o fácil de hacer (miren "Viaje con nosotros" o "El huevo de Colón") y que tenía todo el derecho a hacer lo que le petara sin que, ni la cadena, ni mucho menos uno de sus currantes le tocara los cojones con escaletas, tiempos y un largo etcétera de cosas técnicas. Es más, entiendo que es un error tener a un presentador que ejerza también de director. Y no lo digo yo: ¿Se acuerdan de "La azotea de Wyoming"? Pues eso, bastante hace el presentador con presentar y con estar brillante y con todo lo que tiene que hacer como, para encima, tener que bregar con el resto de cosas.
El caso es que, en el momento en que estaba sentado con Juan y Maribel echando el bofe por la boca para terminar el guión de la noche (ese día, encima, Javier se retrasaba y teníamos miedo de que no se pudiera ensayar) mi relación con el director/presentador era, a ver como lo digo, tensita.
Y en esas entró Sofía. Sofía tenía la tarea ímproba de traer dos invitados y una actuación musical a cada programa y, además, la de conseguir a todas aquellas estrellas anónimas (como el imitador de Torrente fallido) que engrosaban la lista del programa. La cosa era jodida por dos razones: en España, aunque ya entramos más por el aro, la promoción es algo que parece que no va con el artista que muchas veces se niega a conceder una entrevista a un medio que no sea mayoritario (pese a que ahí está Santiago Segura para demostrar lo contrario) por parecerle un empacho, un sopor y un aburrimiento eso de hablar de sí mismo y de su trabajo y que nuestro programa era muy pequeño y se hacía a unas horas un poco extravagantes para este país (de noche, fíjate, como si aquí la gente saliera por la noche...) y, por otro, era cierto que Javier Gurruchaga quería mantener un cierto nivel con lo que no le valía todo el mundo y, con todo el mundo, quiero decir que por allí pasaron muchos políticos (Almunia estuvo francamente divertido, por ejemplo) y gentes de la cultura y de las artes muy importantes (Ian Gibson se permitió el lujo de coger unas maracas y comportarse, como él dijo, como "un guiri en Benidorm" persiguiendo en tremenda conga a los otros invitados que estaban en el plató).
A Sofía le iba la vida en aquello y, aquel día, andaba demasiado atareada con otras cosas como para buscar dos estrellas para aquello de las estrellas anónimas. "¿Se te ocurre algo?" me dijo. Y, sin malicia, dije: "Hostias, hay unos tíos de Sevilla que se llaman The Vagos que molan un montón y otro tío de aquí de Madrid que se llama El Capitán Entresijos que es la caña de España". Así. "¿Pero como son?" Dijo Sofía. Y yo "pues los de Sevilla se visten en plan hippy chirigotero y se maquillan como si fueran Marc Bolan y el Capitán Entresijos es un tío que toca punk con un bajo, unas gafas de sol como las de Liberatore y un gorro de ducha...creo que a veces los de su banda se ponen máscaras". "Joder" dijo Sofía. En ese momento terció Juan Potau que dijo "Esas cosas le gustan a Javier, que van mucho con el rollo de su espectáculo".
Así que Sofía me hizo caso y, en realidad, pensé que obraba bien y que, sí, que ese rollo le iba a molar al director/presentador.
Y vino el Capitán Entresijos y se produjo su actuación (que dedicó a la gente que lo estaba viendo desde la bodega de su barrio porque en su casa no se "pillaba" Localia) y entonces, como pueden ver en ese vídeo que encabeza esta historieta se produjo esa tensa reacción del director/presentador.
Y entonces tuve una de esas nítidas visiones del futuro a las que la gente tan poco lúcida y con tan poca perspectiva como yo estamos acostumbrados y lo vi claro y meridiano, cristalino, fetén...pero me callé y no dije nada y seguí con mi vida y comencé a notar que, a mi alrededor, todo comenzaba a ser muy raro.
Unos pocos días después acudieron al plató Javier Cámara, Pau Durá y Gonzalo de Castro al plató para promocionar una obra que estaban haciendo y, antes del programa, me senté un rato a charlar con ellos. Javier Cámara me dijo "¿Cómo va todo?" y les hice a los tres partícipes de la visión que había tenido días antes y que se había hecho realidad esta tarde: "Bien, pero a mi han despedido esta tarde". "¿Y qué ha pasado?" dijo Javier Cámara. Y contesté: "No se, creo que traer de invitado al Capitán Entresijos". Y se rieron. Yo también porque, al día siguiente, se me abrió una puerta más emocionante todavía. Pero eso es otra historia. Esta era la que tiene la moraleja siguiente: "No inviteis a grupos punks a vuestros programas o, es posible, que alguien no entienda la broma".
Durante el tiempo que estuve allí tuve la suerte de conocer (en las pequeñas pre-entrevistas que hacíamos) a gente como Almunia, Federico Luppi, Simancas, los hermanos Lera (Justo, Chete y Joaquín), Carlos Segarra, La Frontera, La Buena vida, Unai Elorriaga así como trabajar con una gente estupenda. Por otro lado, y eso queda para mi, el día de la fiesta de clausura (desgraciadamente Localia dijo "ya vale" en la primera temporada) me marqué una actuación musical con Michele McCain que, sinceramente, me hizo temblar...bueno, eso y poder salir en una tele disfrazado de presentador de noticas mexicano. Ah, y no estuvo nada mal trabajar con Gurruchaga con el que hice algo parecido a las paces dos semanas después de largarme de aquel programa en el que me lo pasé tan bien.
Y LA SECUENCIA FINAL TRAS LOS CRÉDITOS: No he contado qué ocurrió cuando aparecieron por allí "The Vagos", aquel grupo de Sevilla que recomendé y que también fueron invitados. Yo ya no estaba allí pero, digamos, que la canción elegida por el combo sevillano, su éxito "no, no soy gay pero me cabe el AVE" no fue del gusto de nadie y fue tildada de homófoba, entre otras cosas...el caso es que también cargué con aquellas culpas desde la distancia. Y aquí, sí, llega el FIN.
Y LA SECUENCIA FINAL TRAS LOS CRÉDITOS: No he contado qué ocurrió cuando aparecieron por allí "The Vagos", aquel grupo de Sevilla que recomendé y que también fueron invitados. Yo ya no estaba allí pero, digamos, que la canción elegida por el combo sevillano, su éxito "no, no soy gay pero me cabe el AVE" no fue del gusto de nadie y fue tildada de homófoba, entre otras cosas...el caso es que también cargué con aquellas culpas desde la distancia. Y aquí, sí, llega el FIN.
2 comentarios:
Joder, que bajona, yo no tengo anécdotas así...
Este programa llegó a ser emitido también en toda Canarias durante las madrugadas de la tele autonómica. Supongo que se debía a que por aquél entonces tvCanaria estaba producida por SOCATER (40% participada por PRISA). Además, por aquél entonces la tvCanaria era una televisión de bajo coste (hoy en día también lo es pero por los recortes, crisis, etc.) y necesitaba dotar a la cadena de más espacios aunque no fueran "autóctonos".
No estoy seguro de cómo era la situación de Localia en aquellos años por las islas, pero creo recordar que obtuvo licencias en la provincia de Las Palmas aunque sólo llegó a emitir en la isla de Fuerteventura.
Recuerdo vagamente este programa ya que por aquél entonces me iba pronto a dormir pero creo que pasaron muchos invitados interesantes por ahí, y la extraña decoración del plató del programa, muy atípica en estas cadenas. Supongo que hoy en día sería más dificil realizar un programa como La Cucaracha Exprés.
Un saludo desde GC!
Publicar un comentario