lunes, 6 de diciembre de 2010

Desconexiones y payasos


Estoy intentando digerir la enorme comida familiar sentado en el sofá de mis tíos cuando mi sobrino, Ieltxu, comienza a gritar "¡Pirritx, Pirritx!". El crío me hace gracia. La verdad es que es un descojono. Una especie de Shin-Chan mofletudo que, cuando algo le gusta, levanta el pulgar derecho en plan "Ok" o como si estuviera haciendo auto-stop pero, además de ese gesto, y que parece disfrutar cuando lo levanto por encima de los hombros, no me entero de lo que dice porque se expresa en una especie de jerga, un esperanto chiflado en el que se entremezclan el euskera, el español y el vocabulario típico de un mico de unos dos años. 

Es una especie de pequeño Andy Kauffman que forma pareja junto a su hermano, Oier, que es más mayor y como más comedido pero que, también (y eso es algo completamente familiar), tiende al surrealismo básico como forma de expresión y fastidio. Con este si me entero mejor porque tiene como cuatro años y se expresa en español y euskera de forma bastante clara...bueno, cuando habla en euskera no me entero de nada pero, más o menos, y por el contexto puedo atisbar lo que dice. 

Ieltxu, el de los enormes mofletes, el Shin Chan de Alsasua sigue gritando "¡Pirritx, Pirritx!" con una intensidad digna de uno de esos brokers de las películas de los 80, pienso que tendría una buena carrera en Wall Street diciendo "¡Compra, Vende!"...es como  Gordon Gecko con unos pañales. Yo quiero explicarle algo así como "querido sobrino, estoy un poquito mal, perjudicadito por el patxaran casero y el cordero asado...quizás en orden inverso". Pero sigue con su rollo hasta que su padre, Fer, comienza a dibujarle la cara de alguien en un papel. Es un payaso. Noto que "Mofletes" se calma un poco siguiendo con los ojos muy abiertos como su padre traza la demoniaca imagen...

-¿Por qué le dibujas esas mierdas al crío? ¿No te recuerda a alguien? 
-No. dice mientras no para de dibujar la imagen. 
-¿Te acuerdas del payaso triste que vendía flores por Malasaña? Solo le falta el puto bigote. 
-¡Hostia, es verdad! ¡El yonqui vestido de payaso! 

Señor vestido de payaso yonqui que se paseaba por Malasaña con bigotón. Mal rollo. Mal rollo en vena. Más que nada porque ofrecía una clara desconexión entre su careto pintado de polichinela urbano y su discurso. Se te acercaba sin hacer ninguna gracia y te decía "¿Quieres una flor para tu novia?", con una voz ronca y un gesto adusto acojonante. Ni siquiera podía contestar con el típico "¿Tengo cara de tener novia?". 
Nadie en su maldito sano juicio le diría a un payaso tan serio una gracia de ese tipo. Diré en su descargo que no hacía falta hablar para que se fuera a vender su mercancía a otro grupo. Ni siquiera intentaba hacer una monería de payaso como un poco de mímica o un trastabilleo simpático, ni siquiera hablaba con la típica voz de "Payacho" ("Hola cheñora y cheñore, hola amiguito, que te traigo está fló para que chean uttede muy feliche..."). Nada, esa cara pintada, agrietada por el sudor del paseo, y esa voz chunga como de señor  discurseando sobre un ERE. 

El resultado del dibujo, sin embargo, no calma al pequeño Ieltxu al que se une, por solidaridad, el grito de su hermano que dice "¡Pirritx y Porrotx!" con entusiasmo. ¿Qué cojones demandan estas dos criaturas? ¿Acaso otro payaso más temible que el anterior? ¿Un payasito con garras? ¿Un bicho tipo IT? ¿Acaso aquellos extraterrestres vestidos de payasos de aquella película que estuvo cogiendo polvo durante años en las estanterías del video-club sin que nadie se atreviera a alquilarla? ¿O aquella otra titulada "El Payaso asesino"?

-"¿Qué coño quieren?". Pregunto mientras un intenso dolor de cabeza en forma de martillo neumático se apropia de mi. 

-"Nada, que les ponga un DVD". Dice su padre. 

-¿Pirritx significa DVD?. Digo absorto. 

¿Se acuerdan de los experimentos de Skinner y la rata? ¿Pavlov, el perro y la campana? Pues asisto a una especie de espectáculo conduccionista parecido: Mientras Fer se levanta y selecciona un DVD de entre una pila de ellos (entre los que está Toy Story 3, que es el que me hubiera gustado ver) las fieras vociferantes y revoltosas vuelven al modo "niño normal" y, cuando el DVD comienza a escupir imágenes han pasado a "huerfanitos adorables que nunca han roto un plato propios del reparto de una película de Frank Capra". Los chiquillos se sientan y puedo comprobar que la cosa va de payasos. Bajón. 

Los payasos "Pirritx y Porrotx" para más señas que vienen acompañados de una tal "Marimotot" formando un a tripleta a la que sólo le faltan "El Hambre", "La Peste", "La Guerra" y "La Muerte" para ser un equipo infernal. 

La cosa, me explica mi primo, va de unos payasos que viven en una isla en plan comuna y que, tonticos ellos, no saben que bajo la misma hay petróleo que unos malvados extranjeros les quieren levantar. Joder, me parece un poco denso para los chiquillos pero, yo que se, me he criado viendo como Milikito le pegaba tartazos al Señor Chinarro y de los niños de ahora no entiendo. 

De todas maneras vuelvo a sentir la desconexión total del payaso yonqui, esta vez en un entorno casero, y por partida doble: aborrezco el "Mundo Payaso" y, encima, estos se explican en una lengua que no controlo para nada con lo que, de pronto, me veo disparado hacia otro absurdo nivel de conciencia. Es como asistir a un espectáculo deconstruido donde, careciendo de un mensaje que pueda descifrar, puedo ver las payasadas en todo su terrible y chungo propósito: bajoneces de tres al cuarto inventadas por los adultos, una nada de violencia, una grotesca muestra de lo que se puede hacer con los músculos de la cara, gestos exagerados e inhumanos. Comienzo a sudar y me agarro al patxarán casero, delicia servida en copa grande con hielo, una especie de prozac con regusto a regaliz. 

Un profesor nos contó que se habían hecho una vez unos experimentos con gente afásica a la que se ponía frente a un televisor donde veían un discurso de Reagan: unos afásicos sólo podían entender los gestos lo que les provocaba la risa y otros, no podían entender más que el concepto lineal del discurso sin despistarse en otras boberías como el tono, el ritmo o la ejecución lo que les provocaba pánico, como si estuvieran viendo a un autómata contarles una serie de virguerías sobre un futuro incierto de subidas de impuestos encubiertas y escaladas de violencia con el sector Este de Europa. Me siento así, atrapado en medio de un espectáculo muy chungo. No puedo discernir el discurso y solo puedo centrarme en lo puramente mímico, en lo escénico, en el truco. Guau. 

"Pirritx, Porrotx eta Marimotot" siguen con las piruetas chungas frente a los malvados extranjeros que tienen pinta de Mad Doctors de baratillo y se expresan en un perfecto euskera, exhibiendo su malicia torpe frente a una audiencia infantil disfrazada de piratas porque la cosa va de ser piratas...que gritan y se desesperan mientras que se suceden una serie de números musicales sazonados con coreografías endiabladas de cachete, pechito, ombligo y bailoteo circular...mi cabeza hace clinc, clinc, clinc...colores de payasos a punto de ser introducidos dentro de la lavadora y gritos de los sobrinos empeñados en participar del akelarre de los saltimbanquis que se esmeran en trasladar felicidad y alegría con ritmos pregrabados. El mofletes me golpea con algo que es como una maza que, al chocar contra mi cabeza, emite el rugido de un león. Ríe con la boca llena de pequeños dientes y con la mano libre hace el jocoso "OK" que, en ese momento, quiere decir algo así como "te estoy jodiendo bien...mira que cara estás poniendo...". Me sigue golpeando pero me da igual, no es que el crío sea Conan y, la verdad, no puedo apartar la mirada de la caja tonta donde se emite el terror. 

Mi cuñao, presente en la escena, se tapa con un cojín media cara y emite un "ay, ay, ay" que parece el de alguien a quien un cirujano manco le acaba de hacer una lobotomía.  Tampoco le mola esta rápida introducción al "Mondo Clown". Mi hermana, a su lado, pone cara de "sois todos gilipollas", es una de esas personas que fuera secuestrada en un banco pondría esa misma cara. Impasible, qué jodía, no dice nada y lee el dominical centrándose en un artículo que tampoco parece que la satisfaga. 

Al poco rato, la música estalla por enésima vez, con sus dings y sus dongs y en un final catártico los sobrinos estallan en una suerte de baile acompasado por los tres payasitos y una especie de travestido de enormes pechos falsos embutido en una especie de disfraz de matrona de la Revolución Francesa. Joder, la cosa puede ir a peor. Los payasos siempre pueden ir a peor. Ieltxu y Oier están descontrolados, parecen los Who al finalizar un concierto y colchoquean como dos entrañables minidrugos. Mi cabeza canta "yosoyflickyosoyflack" como si estuviera puesto de pegamín o de cloretilo y siento que me va a estallar como al tío de Scanners. ¿Qué coño acabo de ver? Malditos payasos. Los niños se calman durante los títulos de crédito, de hecho se relajan tanto que, al poco tiempo, el pequeño de los mofletes (colorados como el quemador de una catalítica por el esfuerzo anaeróbico de seguir a los trepidantes pagliaci) dice algo mucho más reconocible: "Caca". Entonces me río de verdad, con ganas, porque ese si es humor del bueno. De pedos y eso. Nada de adultos pintarrajeados soltando cosas en lenguas. Un clásico eso de  la caca. 

Me río más cuando a su padre, que era un tiquismiquis insoportable antes de procrear, le toca retirar el pañal enmarronado y limpiarle la trasera al chiquillo que, francamente, se descojona y patalea de felicidad al sentir restituída su higiene. 

-"Eso te pasa por ponerle mierdas de payasos a los críos". Le digo. "Que se les licua el alma". 
-"Ya tendrás tu los tuyos y comprobarás que su mierda no te huele". 

En plan venganza, como si hubiera detectado la conversación Oier, muy diligente, se dirige de nuevo al montón de discos y elige, como sin pensar, una nueva aventura del trío de payasos. Detecta mi miedo pero introduce el DVD y aprieta al play. Salgo a fumar. Los niños han tomado el salón de nuevo, escucho las quejas de los adultos diciendo "¡Hostia, ya vale!". Pero como si nada la sintonía de los euskoclowns vuelve a inundar la estancia con sus cánticos. Bienvenidos a la República Independiente de los niños y los alegres escalones de seguridad de la cohorte de Payachos. Salgo a tomar el aire y a fumar un cigarrillo. Me siento expatriado. 

Nota del Insustancial:  Extremoduro cantando "So Payaso"...creo que no hay nada que explicar...

2 comentarios:

JBB dijo...

Veo que la visita por tierra te ha dejado bien tocado, jajaja.
Pues nada, ya sabes, más patxarán y monguis.

Señor Insustancial dijo...

Algo tocado me dejó la experiencia, sí.

Un abrazo, Vivaz.