domingo, 12 de diciembre de 2010

Pele (¿?-2010): De aquellos años...


Esta semana pasada Cesar Strawberry me mandó la primera versión de la primera entrega de las memorias de Def Con Dos para el juicio, el datito tonto (tengo memoria estúpida para recordar los cumpleaños de la gente pero, sin embargo, estoy lleno de datos idiotas sobre locales, gentes, libros, discos y películas...) y echarle una mano en un texto de contraportada. 

Esta primera lectura me ha trasladado a un espacio bastante olvidado de la memoria cultural popular de nuestro país, al germen de un lugar espacio temporal sin nombre que, sin embargo, por su actividad debería de merecer más recuerdo. Me refiero a esa antimateria llamada: postmovida. Al fenecimiento oficioso de la misma y al nacimiento de una generación (¿?) de grupos, fanzines y personajes de toda índole que tuvieron que mal resistir los embates furiosos de un Ayuntamiento decidido a acabar con la transigencia de otros años y, claro está, decidido también a darle la espalda a cualquier manifestación cultural (por nimia, ridícula o naïf que esta fuera) que no entrara dentro de estos dos parámetros: procesión o chotis. 

El primer damnificado de ese alcalde llamado Álvarez del Manzano fue, sin duda, la cultura. Ahí estaba ese concejal llamado Matanzo (un señor de voz aguardentosa y vestimenta loquísimamente vintage) que, en plan Elliot Ness castizo igual se hacía fotos para ABC regando una calle que exhortando, megáfono en mano, a las prostitutas y al personal de un centro de salud sito en la Calle Montera y fundado para dar ayuda sanitaria a las lumis a "dar la cara" y a salir del local porque, según sus propias palabras, "el cachondeo se había acabao". 

Manzano, Matanzo y algún otro de estos concejales siempre se rodeaba de una extraña troupe, de una de esas legiones de la decencia alimentada por jubiletas de ropa gris y pin ora del oso y el madroño ora de la Virgen de no se donde, pelos cardados en plan Divine y maquillaje 60´s. Una clac chiflada que hacía daño a la vista y que zarandeaba al personal a la mínima. 

Tras la famosa moción de censura que el grupo popular y el CDS que encumbró a un derechón tradicional y algo manso llamado Rodríguez Sahagún dispuesto a uno de esos mandatos que tenía como fin la "recuperación de un Madrid para todos" (lo que se traduce como un Madrid para los de siempre) comenzaron a enseñar la patita los de la gaviota con sus horas de cierre para los bares, sus medidores de decibelios, sus ordenanzas municipales sobre seguridad y sanidad que se llevaron por delante bares, conciertos, librerías y todo tipo de lugares de reunión de índole sospechosa. Si la alcaldía de Tierno Galván y Barranco se había hecho famosa por el apoyo incondicional a cualquier tontuna que llevara la etiqueta de moderno-cultural (desde la visita de Warhol a título privado y promocionada por la Galería Moriarty para la presentación de "Cuchillos y Pistolas" y, como no, para que la modernez con pasta pudiera colgar un retrato fotopintado del artistón hasta los conciertos de música clásica gratuitos de los ahora olvidados centros culturales) el breve paso de Sahagún y el Castizo Reich de los 1000 años iniciado por ese Álvarez del Manzano de corte andaluz y porte directamente conectado de algún modo estético con la familia Ruiz Mateos  se caracterizó por tener muy en mente a un grupo de fuerza: los jubilados. 

Sí, queridos amigos, los jubilados se convirtieron en el joie de vivre sentimental de Álvarez del Manzano y la restitución del folclore extinto de la capital en una premisa política: más procesiones, más bailes de salón, subvenciones a chulapos y chulapas, zarzuelonas (pobre Zarzuela...qué daño se le ha hecho) y entrañables y vacías acciones como esa de ponerle a cada árbol de la capital una plaquita de cerámica donde se pondría el nombre de los niños nacidos en la capital que fue abandonada al poco tiempo y que, todavía hoy, resiste al pie de algunos árboles ajadas ya por el tiempo...de hecho...¿A quién coño se le ocurriría que la mejor manera de celebrar el nacimiento de alguien era poniendo su nombre en una placa donde, estrategicamente, sería manchada por la caca y el pis de los perros de los madrileños? 

Matanzo, de hecho, quiso cerrar el Teatro Alfil (y lo consiguió temporalmente) cuando un grupo de teatro (La Compañía Castiza) inició las representaciones de Cabaret Castizo una obra donde el actor Chete Lera hacía una caricatura de su persona. La cosa fue tan descarada que el entonces concejal de cultura Pedro Ortiz del PP pasó por taquilla para solidarizarse con los actores y con el local. 

Poco importaba ya porque desde 1989 hasta 1993 (momento del acoso y derribo) ya estaba la cosa lo suficientemente deteriorada como para que La Legión Manzano se apoderara de las calles y lo más cercano a un acto jolgorioso y popular del que se podía disfrutar en la capital fueran los cada vez menos frecuentes conciertos y exposiciones que fueron siendo sustituidos por el Cocido Más Grande del Mundo ofrecido por Aldeas Infantiles (la visión de jubilados degustando el cocidaco apoyados en los soportales de la Plaza Mayor te hacía pensar en la beneficiencia de la tan añorada dictadura o, en un plano más cercano, a una golosa troupé de zombis deglutiendo su ración de carne humana entre las carcajadas que provoca lo que es gratis). 

No ha habido ningún alcalde de Madrid tan gustoso por los vítores de sus correligionarios ni que, con tanta caradura, haya instaurado la dictadura de lo rancio. Se habla de Gallardón pero, la verdad, este es más o menos un amante del arte sin mensaje, de la cosa rara de diseño, que ni ton ni son. Una maniobra que nos llena la capital de una iluminación navideña que no es navideña (yo soy partidario de cargármela toda) y de unas cosas como de cachondeo (vease las instalaciones que se hacen en la fachada de La Casa de América que llaman a la rebelión). Otros dirán que todo es una maniobra para hacer obras y nada más, como en Valencia, donde los edificios no tienen sentido, ni contenido pero que sirven para dar obras a estos y aquellos...¿Ustedes se lo creen? Pues eso es porque están dominados por los rojos, joder. 

El caso es que esa perspectiva cultural y esos años fueron vibrantes pese a no estar recogidos en ningún libro o manual y, como fueron completamente independientes, pues no salieron en ninguna parte. Malasaña era, por aquel, entonces el escenario perfecto para la eclosión de todo aquello...y el reinado también se alargaba hasta el barrio de Chueca en los días en que los vecinos eran ancianos, el barrio estaba guarrísimo y los yonquis campaban a sus anchas en todas las esquinas. El Norton, que era un local más heavy que el infierno, el Osario, que era siniestro, y tantos y tantos bares de callos pasados de fecha en la barra y camarero con palillo en la boca eran los lugares de peregrinación a Chueca (a precios de coña) antes de que aquello se convirtiera en el Stonewall madrileño. De hecho era más el Bowery...si nos ponemos neoyorquinos. 

El libro de Cesar, bueno el germen de lo que ustedes podrán disfrutar el año que viene, es un repaso a esos años tan cutres y tan brillantes, a los bares desaparecidos, a los grupos, a las personas (ese Alex de la Iglesia delgado recién llegado de Bilbao con aspecto de amish, Mike de Pleasure Fuckers contándote en el Agapo como era eso de tocar en el CBGB y chocarla con Joey Ramone, Carlos "Subterfuge" Galán arrastrando una mochila con su fanzine y sus singles, Strawberry detrás de la barra de La Vaca Austera, el Marx Madera y sus mojitos, el Legado Social, las alegres hornadas de despistados juveniles venidos del extrarradio que bebían minis en el Nueva Visión...). 

Una etapa vibrante que arrastraba el compromiso editorial de La Movida, hecho de radios piratas, organizaciones culturales, grupillos, groupies, músicos venidos de todos los lados...

Si hay un personaje interesante de aquellos años ese es el Pele, el Sheriff de Malasaña, puerta primigenio del King Creole (lo que ahora es el Freeway) local del reunión de rockers y rockabillys y cuartel general oficioso de los temibles "Franceses" aquella banda de rockeros comandados por el "Fransuá" y "Juanma El Terrible" de los que dejó testimonio García Alix antes de que se los llevara por delante la violencia y la delicuencia. Gente hosca que dio mala fama a los que llevaban tupé y que perseguía con la misma saña a mods que a teddys como los "Tennessee" y que daban una amplia panorámica sobre las razones por las cuales no era bueno decir que te habías dejado tupé gracias a que, una vez, viste "Grease". 

El Pele, testimonio de un barrio y de una época, ha fallecido la semana pasada de un ataque al corazón sin que nadie haya podido aclararme cuál era su edad real. Quizás 64, aunque quién sabe. Ha prestado servicio de puerta en King Creole, La Via Lactea y otro montón de garitos teniendo fama de ser el típico enrollado que no pedía el carnet a la juventud aunque se demostraba implacable con aquellos que portaban bebida de otros locales o portaba una petaca. De pocas palabras, Pele era un tipo majete, un personaje de esos extraños que pululó y trabajó en las fronteras de Malasaña entre generaciones y generaciones de muchachada sin inmutarse, como un John Wayne de la vida. Quizás como un sheriff. La última vez que lo vi, fue en la presentación de la última novela de Cesar, "No quiero ser como tu", donde estaba prestándole servicio de escudero a Toño "El guionista sobre ruedas" que es en lo que se entretenía últimamente. 

Si la modernez asquerosa nos ha traido a esos puertas vestidos como mafiosos y a esos colgados de gimnasio incapaces de no provocar todas las noches una bronca arbitraria por razones aún más arbitrarias el Pele parecía imponerse sin mucha violencia, sin palabras demasiado altas y manejando a chuzos y alborotadores con un tino digno de negociador de asalto con rehenes. Cuando los de mi generación comenzamos a pulular por el barrio ya era una institución...y ahora que no está, parece que lo vamos a echar de menos...aunque solo sea por eso de que esta es una señal unívoca de que hay algo que está desapareciendo, algo que no va a volver o, quizás, existe lo mismo pero se producirá de otra manera que no entenderé y a la que no estaré llamado a participar. 

El Pele salía en un clip de DCD y, en uno de sus discos, tuvieron a buenas introducir la críptica frase: "El Pele lo sabe". Y es que, era verdad, El Pele sabía algo de todo aquello, algo de nosotros, sabía flotar por encima de las calles míseras, viviendo con lo puesto, nadando entre las luces de los bares nocturnos y las cañas mañaneras. 

Si hubiera un cielo, que no lo hay, no se me ocurre mejor tipo para echar una mano a San Pedro en eso de abrir la puerta que Pele, con su estrella de sheriff de metal y el corbatín texano de mandamás del Rancho que se gastaba en los 90. Aunque a lo mejor, tendría mejor arte para abrir las puertas del infierno...porque, lo bueno de todo aquello era que, tras la puerta que gobernaba El Pele existía la posibilidad de pecar hasta el amanecer en todos los sentidos y condenarse a la diversión eterna. 

Con la desaparición de Pele algo desaparece, algo importante y anónimo que, sin embargo, tuvo mucha importancia para muchos de nosotros. Se muere un testimonio no escrito de un barrio entero. 

Que el Dios de los bares lo tenga en su gloria y, si puede ser, que le ponga un Johnny Walker con dos hielos. La ronda va de nuestra cuenta. 

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