viernes, 29 de mayo de 2009

Sus vidas pueden ser apasionantes


Un día estás con la panda en el bar y se hace el silencio. Ese es tu momento. Pegas un trago a la cerveza, das una calada al cigarro y dices eso de: "¿Os sabéis ese de Jesucristo que va por el desierto y se encuentra a Mahoma llevando una puerta de un 600 y...". Cuentas el chiste esperando la carcajada que inscribirá tu nombre entre el de otros cómicos como Tony Antonio o Mariano 1´85 y, nada, el silencio. Sonrojado por tu falta de capacidades sociales te hundes un poco más en la mugre e, incluso, recibes una colleja. Es más, un tipo sevillano con mucha gracia se entromete en el grupo y dice: "¿Os sabéis ese del mariquita de Huelva que va al Rocío y...". Y él sí sale por la puerta grande y se le apoquinan dos cubatas por saleroso.






Nada de eso hubiera ocurrido si tu vida llevara incorporada unas risas enlatadas. El jajá y el jijí asegurados. Vale que dan mal rollo porque las risas enlatadas pertenecen a gente muerta pero todo buen productor de TV sabe que tienen su aquel y que pueden hacer digerible un mal sketch del mismo modo que un poco de azucar hace digerible cualquier píldora como bien decía esa filósofa del ofuscamiento y la confusión infantil llamada Mary Poppins...¿Habéis pensado alguna vez en la empanada mental que tendrían esos pobres críos yendo del brazo de una niñera que convertía cada paseo por Hyde Park en un número musical de Dick Van Dyke? La única canguro que he conocido en mi vida era una que venía a cuidarnos a mi amigo Pulido y a mi cuando nuestros papás se iban los sábados por la noche a "visitar a un señor enfermo" y su único poder relevante era revolvernos las tripas cuando la veíamos comer sandwiches de jamón de york con tomate frito Orlando. De hecho cuando vi "Halloween" (1978, John Carpenter) no sentí más que afinidad y compasión por Michael Meyers. A saber qué comería su canguro para que el muchacho se pusiera así de nervioso...

Pero me estoy (a)largando de nuevo. A donde yo quería llegar es a que, en realidad, cualquier vida es interesante. Incluso apasionante si se la dota de algunos aderezos técnicos. Los paseos en bicicleta (y digo paseos no esas etapas que se cascan esos vecinos que se compran una bici de montaña y la equipación completa de Alberto Contador) son un coñazo si nadie hace la gracia de silbar la sintonia de "Verano azul" de cuando en cuando o al menos una vez y, leches, haced la prueba, subid las escalinatas de cualquier fachada canturreando el "papapá-papapá" de la BSO de "Rocky" (John G. Avildsen, 1976) y ya veréis qué se hacen menos cortas.

Gracias a los efectos de sonido de la tele, a los "tantarantán" de suspense, a los "po-po-pó" de frustración y al "fiiiiiuuuuuuuuuuuuuuuu....pst" de la caída del Coyote en el abismo del Gran Cañón podemos decir que casi cualquier cosa puede tener interés. Si además agarramos todo eso y le damos un buen montaje, un poco de ritmo...la cosa queda fetén. Con interés.


¿Qué hay vidas que no son interesantes? Todas después de una buena puesta a punto lo son. Bien lo saben en las televisiones donde asistimos todos los días a la retransmisión, en cuasi directo, de la vida de una ciudadana española llamada Belén Esteban. Sí, la vida de una mujer de San Blas que tiene una hija con un nuevo rico andaluz y está casada con un camarero mileurista llamado Fran ocupa más tiempo en antena que la cobertura que las privadas mayoritarias hacen de las elecciones europeas, es más, generan, al parecer mucho debate.

Un debate lleno de preguntas morales interesantes como: ¿Cuanto tiempo debe de permanecer un padre separado/divorciado/desarrejuntado en la boda de su hija? ¿Debe de llevarse 300 gramos de jamón y unos picos de pan para el camino o es más elegante hacer mutis y parar en la primera estación de servicio para comerse un plato combinado?

La vida de Belén Esteban, nuestra "Princesa de los pobres", tiene todos los componentes aburridos y mezquinos de todas las vidas pero, ahhhhhh, tiene efectos de sonido, tienen tantatachanes, cortes a publicidad, tomas cámara en mano, persecuciones, palabras altisonantes sacadas ingeniosamente de contexto, humor plano, comentarios de comentaristas que hacen las veces de los comentarios del director del DVD y un sinfín de trucos hechos para llamar nuestra atención.

Ustedes, mucho más que yo, se merecerían del mismo modo participar de esa cosa llamada fama y de ocupar cientos de minutos de televisión a la semana si un avezado productor le pusiera a sus vidas una buena banda sonora y algo de ritmo. Nada más y nada menos. Al menos podemos afirmar una cosa: La próxima revolución será televisada pero, cuidado, que tengan cuidado donde la emiten porque es posible que en otra cadena esten, en ese mismo instante, retransmitiendo en directo como la Esteban compra unos tomates y nadie se entere del asunto.

No hay comentarios: