A veces tengo la sensación de que me pierdo al Ginsberg que hay al fondo de las cosas.
Me angustian los detalles, me angustia igualmente perderme en ellos o no encontrarlos.
No tengo dirección, ni lista de prioridades, ni fe, ni creencia, ni dogma, ni casa, ni mapa, ni presente, ni futuro y me pierdo en las indicaciones tomando el camino de un latido o del impulso eléctrico interior sin saber muy bien cual es cual.
No tengo ni buzón, ni cama, ni asiento, ni vistas al mar, ni herederos, ni plaza de aparcamiento, ni distrito postal definido porque, en definitiva, me he convertido en una especie de homeless de mi mismo y mientras me parece que todo a mi alrededor se desarrolla con desesperante eficacia yo intento explicarme con mi abecedario propio de indefiniciones.
Y es que, finalmente, todo lo completo me parece completamente ajeno porque seguramente mi sombra esté, a estas alturas, simplemente inacabada.
Y creo que me he vuelto a perder...
Aquí les sirvo uno de mis poemas preferidos de Ginsberg, se llama Muerte y fama (es el segundo del enlace). Que lo disfruten, insustanciales.
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