Nota del Insustancial: La dirección de Mividainsustancial agradece el premio concedido por Isilwen, lectora placentina y habital, y pasa a colocar su premio en nuestros anaqueles además de recomerdarles fervientemente la lectura de su blog, que no tiene desperdicio. ¡Gracias paisana!
Ver cocinar a Jamie Olivier es una bendición. Es un cocinero inglés que ha conseguido que sus compatriotas utilicen el horno de la cocina para algo más que no sea gasear a gatos vagabundos o perpetrar atentados contra los derechos humanos en forma de pasteles de riñones o corderos a la menta.
La diferencia entre Olivier y otros cocineros televisivos es muy singular: es un guarro. En serio, desmenuza con las manos corta y mezcla todos los elementos sobre la misma tabla de la cocina, parte las verduras con las manos y mete el dedo en los platos para comprobar el sabor o la temperatura. ¿Que da asco? No, más bien, consigue que te den unas ganas enormes de meterte en la cocina, llamar a unos amigos y abrir un par de botellas de vino. De cocinar y, por ende, de vivir. En realidad revela dos grandes secretos de la cocina: alegría y voluptuosidad. Todo en un inglés barato y ceceante que, la verdad, hace que se me abran las carnes. En estos tiempos flacos de ideas y faltos de alegrías, de ceños fruncidos y de raspas de sardina Olivier es un cocinero en forma de prozac. Mola.
La semana pasada hablaba con otros sospechosos habituales sobre uno de los mejores efectos de la crisis: se rescata la cosa esa sencilla de la cenita amiguetil y de las copas en casa donde siempre suena la música que te da la gana (al loro, después de la cuarta birra, siempre alguien quiere escuchar a Bisbal). Esta generación va camino hacia la pobreza más absoluta pero debería de hacerlo a la luz de los fogones. La cuestión es no sentirse demasiado solo ahora que la tarjeta de crédito nos ha abandonado dejándonos solos, fanés, descangashados...
Mientras pasa el temporal no está mal volver a lo básico. Cinco euros (por barba) y cenas y bebes como un rey. En realidad hay que estar de acuerdo con Steven D. Leavitt y Stephen J. Dubner que en el necesario "Freakonomics" (Ediciones B, en español, menos de 7€) hablan de economía desde un punto de vista algo salido de madre y que nos intentan convencer de que "la economía es un estado de ánimo" y, como tal, hay que tomársela.
En estos días en que los telediarios nos escupen a la cara que somos los culpables de semejante dislate (Eran los mismos que hace dos años nos llamaban agarrados por no adquirir una hipoteca) no está mal darse un paseo por el Territorio Olivier y rescatar algunos placeres pequeños que pueden disfrutarse en compañía de otros. No es sexo, claro, que también (soy positivista a ese respecto y sigo pensando que ese sí es el mejor entretenimiento del mundo) pero se le parece bastante y, si se tiene cuidado, nunca resulta frustrante. O sea, que es un poco como el sexo pero ha de hacerse decorosamente vestido si uno no quiere parecer un loco o llevarse alguna quemadura incómoda. Esa es una desventaja.
Decidido a no dejarme arrastrar por el mal ambiente reinante y teniendo en cuenta que ya os he azotado con dos entradas de cenizo perfil me posiciono hoy en el febril optimismo y os recomiendo que os dediquéis durante estos días a las cosas que os den gustito. Es justo y necesario en estos días en los que todo el mundo va a celebrar la muerte y resurrección de un palestino...no del pañuelo, evidentemente, que está de rabiosa actualidad, si no del hijo de un carpintero de Judea. Sólo nos faltaba que además de quitarnos la pasta también nos quitaran las ganas de empujar (entiéndase semánticamente en toda su amplitud), de vivir, de reunirnos. No vale. Recordemos a David Bowie que, tan sabiamente, nos recuerda eso de "cenizas a las cenizas" y a volver a empezar...
Como seguramente diría nuestro amigo Enric que siempre tiene un pie en la arena del Mediterráneo y otra en el asfalto de la lucha bastante tenemos con ser apaleados cada vez que queremos dejar clara nuestra opinión (Londres, Bruselas etc.) como para que encima tengamos que caminar hacia el patíbulo con cara de mala hostia. Ni de coña. Sonreid, de verdad que es el único gesto de resistencia que nos queda: ser pobremente felices. No es mala cosa.
5 comentarios:
Así que llamándonos a la expansión carnal en estos días de recogimiento y sufrimiento cristianos. Que no se diga que no te hago caso.
Cuando oigo que la economía es un estado de ánimo me dan ganas de partirle los morros al G-20, al FMI, a Solbes, al gobernador del Banco de España... Uf, qué violento estoy, tal vez más adecuado sería crucificarlos para que se ganaran el cielo.
Manu,
Es que a la expansión carnal hay que llamar siempre y más en estas fechas.
Uy, su comentario me ha recordado un cuentecito de Stanislaw Lem, creo que se llama "El Misionero", en el que unos cuantos habitantes de un lejano planeta hacían ganar el cielo a un padrecito que los había estado aterrorizando con la idea de que el cielo se gana con muuuucho sufrimiento. ¿Lo recuerdas?
Un abrazo.
Estimado Sr. Insustancial:
Qué alegría me he llevado al leer una entrada de la convivencia gastronómica y el bienestar que ello conlleva; sin contar que me encanta Jamie Olivier y he visto bastantes de sus programas en canales extranjeros y por internet.
Lo que más me gustaba de Jamie era su paseo realizando la compra, en pequeños establecimientos y en mercados de proximidad, siempre demostrando esa soltura y esas formas mundanas de ciudadano de nivel medio conocido por todo el vecindario.
Tras la compra llegaba el momento de ponerse manos a la obra y, nunca mejor dicho, para él no existen utensilios de cocina más que sus propias manos.
A mi me enseñó la riqueza de las barbacoas y las ensaladas; acostumbrada a los chorizos, panceta y diversas partes del cerdo a la brasa con Jamie descubrí las enormes costillas embadurnadas de salsas antes de pasar a la parrilla. Desde aceite de oliva, limón y especias por un tubo, pasando por miel y nueces...
Sabores de lo más exóticos al paladar que consiguen deleitar a un buen grupo de amigos que buscan pasar un grato momento sin dejar de lado una buena comida y sin que les salga muy caro...
Nosotros solemos movernos de esa forma: compra en el mercado, platos realizados en casa y festejo gastronómico entre amigos (siempre en casa del mismo que es el que tiene terreno y donde cabemos todos :-P jejejeje)
Como tú bien dices, seremos pobres, pero felizmente pobres! Y lo bien que nos lo pasamos qué? ;-)
Un besito. Isilwen.
Pd.- Me ha encantado ver los galardones en tu vitrina; te mereces esos y más...
Estimado señor Insustancial:
Y leyendo leyendo (tengo que confesar que anhelo las nuevas entradas al blog) me ha venido a la cabeza un artículo de opinión de una chica que no conozco de nada, que nunca había leido, pero que tomando café de plantón con el Hoy en vez de con mi compi habitual, leí el pasado lunes (ayer, ha pasado un mundo...). El artículo (se puede ver completo en http://www.hoy.es/20090406/opinion/semana-pasion-20090406.html) habla basicamente de semana santa, pero lo que más me gustó de dicho articulito ha sido la forma de la susodicha de pasar el ayuno de la cuaresma; y luego dicen que hay crisi! Por cierto, yo soy del último grupo... y eso que tengo origen andalú y he vivido mucho tiempo a los sevillanos.
Creo que me dedicaré estas fiestas a la gastronomía, pero sin mucho empeño. Es decir, al final haré honor a las tres "pes" de los tíos (no de los hombres, que son como unos señores muy serios): Pereza, Pito y Paladar.
Suerte al resto, en especial al Señor Insustancial (lo de señor será por el puro? ojalá pisha!)
Un saludo
Hola tunantes,
Isilwen,
Olivier es un bendito. Los programas que hace desde Italia molan mazo, la verdad y dan ganas de eso, de cocinar y de echarse unas risas. Yo estos días de recogimiento los pienso pasar de amigacho en amigacho y de barbecue en barbecue. Preferentemente en la vecina Coria (Cáceres) que es y será siempre mi Graceland particular.
Gracias por los premios.
Fer,
Leo con estupefacción infinita la columna de Ana Zafra. En mi vida he sabido de esas semanas santas tan aburridas y/o tan tristes o tan pijas. Ni idea. Como no, para darse el toque de populismo más asqueroso tiene que hablar de los "De Madrí" metiendo en el mismo saco a los que vivimos aquí por obligaciones propias de nuestro cargo y a los que son madrileños de primera generación pero que quieren seguir yendo por la tierra a gastarse los duros. Comienzo a hartarme de semejante actitud bochornosa por parte de nuestros convecinos...a veces pienso que nos patean el culo por ser de allí cuando estamos aquí y por ser de aquí cuando estamos aquí. Que pesadez.
Bueno, pues eso, yo la pasaré en Coria (Cáceres) disfrutando del amiguetismo que se reúne en su totalidad después de un par de años y no, no pienso gastar ni un segundo de mi tiempo en contar vacaciones pasadas ni mucho menos en dejarme pisotear en las procesiones.
Un abrazo enorrrrrme a ambos, placentinos.
Publicar un comentario