viernes, 4 de abril de 2008

Estupidedes y dobles raseros...

Esta mañanita, en el tren, me he empapado de gratuítos. En la estación no hay quiosco de prensa y tienes que conformarte con coger el ADN, el Qué! y el 20 minutos. En ADN venía hoy un artículo de Risto Mejide, que me imagino que comenzará a ser una colaboración diaria a semanal, ni idea. El asunto se llama HARTÍCULOS, está incluído en una entrada de su página güeb. Aquí. Echadle un vistazo al texto pero, vamos, el asunto se resume en esto:
"El caso es que llevo algunos días promocionando mi libro (aproveche que aún quedan ejemplares y corra ahora a su librería más cercana) y, como daño colateral e inevitable, he tenido que dejarme sodomizar en forma de preguntitas por algún que otro periodista al que –pobre- le ha tocado entrevistarme a mí, que también tela".

Otro libro para la pira de "libros para la pira". Se me acumula el trabajo, señores de Planeta, por favor, editen cosas más interesantes o me veré obligado a adquirir un crematorio de deshechos industriales para llevar a cabo mi cruzada.
A finales del año pasado tuve el placer de entrevistar a uno de los escritores en lengua española más influyentes de la historia. El caso es que, rarezas aparte, el buen hombre llegado el momento se negó a contestar a ninguna de las preguntas directas que le hice y prefirió hablar de otras cosas. La fallida entrevista se convirtió en un artículo en el que resaltaba la sensación que me había producido este absurdo toma y daca: yo había hecho el papel de sanguinario delincuente que, con nocturnidad y alevosía, arrincona a su víctima en un callejón toqueteándole las costillas para buscarle el lugar exacto en el que clavarle la navaja de cuatro muelles y él, el interpelado, la presunta víctima, se había defendido con el arma más eficaz que se conoce contra las preguntas incómodas, la kriptonita del entrevistado, su silencio.

Decía Rafa Reig, en su indispensable blog, que se hablaba mucho de escritores como McCarthy, Roth, Pynchon, Eugenides o Ferlosio que, teóricamente, no quería que se hablase de ellos...y no le falta razón. Risto bien podría haber optado por el silencio y dejar que su libro hablara por él. También es verdad que intuyo maliciosamente que la prosa de Mejide no es comparable a la de los autores nombrados en este párrafo.

Si para Risto es una tortura ser entrevistado y enfrentarse siempre a las mismas preguntas obvias, frases manidas y otras lindezas que dice "parecen bajadas de internet" para añadir que google ha hecho mucho daño al periodismo no es menos doloroso para el profesional entrevistar a un tipo que interpreta un personaje (Risto, el jurado malo de OT) que es una copia descafeinada y modernesca del original (Simon Cowel, el jurado malo de Pop Idol etc.) porque, la pregunta es: ¿Qué le preguntas a un tipo que sabes que interpreta a un personaje?...eh...¿Oye a ti los insultos se te ocurren cagando?...¿Esperas que alguien que se comporta cruelmente contra gente que no se puede defender pueda darte algún argumento, alguna idea coherente?

Risto, si lees esto mándame tu libro, me lo leo, te hago la crítica y, como pides, te la cuelgo en la página.


Ayer, en la tertulia de la radio, hablábamos sobre lo agradecida que es la "mala crítica", lo regocijante que es cargar contra libros, películas, discos, cuadros, restaurantes, llenar tu pagina o tu columna de frases hirientes e ingeniosas enumerando los defectos, utilizando hiperboles chifladas ("Desde que se cerraron las cocinas de Auswitch nadie se había atrevido a destrozar de ese modo un sencillo guiso de faisán")...las malas críticas son recibidas por el público con regocijo y muchos compañeros de profesión te llaman para felicitarte. Y tu: gracias, gracias...seguiré dando caña. La crítica buena, sin embargo, está de capa caída, parece que no es interesante referirse a algo como delicioso, sublime o simplemente bueno. El público y los colegas desconfían: "¿Serán amiguetes?". Ya saben es más fácil destruir que construir; José Manuel Costa, que es un genio de esto, decía que hay que intentar escribir de las cosas que a uno le gustan para trasladarse ese placer a los demás. Estoy de acuerdo. Y si se puede hacer con una sonrisa en la boca mucho mejor.

Una más de yomismismo, atentos: "Este es uno de esos discos que tienen la capacidad de trasladarte a otros lugares, que te redescubre el camino hacia aquél lugar donde fuiste feliz". Es mío, lo escribí en una desaparecida revista cultural y se refería al Pets Sound de The Beach Boys. Dijeron que me había pasado, que era un pelota y que no se podía ser tan condescendiente. Era normal porque allí, la pluma más admirada allí era la de un tipo que había escrito un poema que comenzaba con estos sentidos versos: "Mierda. Mierda. Hunde tu polla en mierda...". Lo juro.


Cada vez soy más partidario de la idea de que el mejor subterfugio para la mediocridad es la seriedad. La gente ve la foto de Einstein sacando la lengua y piensa: ¿Y este tío tiene un Nobel? Mal. ¡Pues claro, joder! Risto va de serio, de castigador y de silencioso, firma sentencia en cada lengüetazo pero de su boca nunca sale otra cosa que no sea un doloroso comentario expresado de forma condescendiente y macarril que él suele confundir con finos ejercicios de ironía. Nada más lejos de la realidad.


Cargar contra un chaval que cree que está ante la oportunidad de su vida es muy fácil y,otra cosa, es enfrentarse contra alguien que te considera un personaje de temporada, un fenómeno más del circo de los freaks televisivos que ha tenido la ocurrencia de escribir un libro. En este terreno es posible que entrevistador y entrevistado tengan prejuicios el uno contra el otro, es lo que tiene departir con gente mayor y formada.



Y, como ejemplo, les planteo esta pregunta: ¿Qué cojones le pasa a la pedagogía en este país? Veo FAMA (aunque he visto eso también en OT y otros programas) y descubro que los presuntos profesores se comportan con inusitado despotismo contra los concursantes-alumnos. Descalificaciones, discursos malrollistas, excesos en el ejercicio de la autoridad, en general, crean lo que se conoce como un "ambiente poco saludable para la educación". ¿Este tipo de comportamiento no sería punible de ejercerlo un profesor con un título en un instituto no televisado? ¿Y si nos enteráramos que en las pruebas de selección para el acceso un centro educativo el tribunal examinador insulta o permite que, otros alumnos, sean los que elijan a quien no es apto para entrar no pondríamos el grito en el cielo? ¿Y estos se llaman autonombran "profesores"?


Y, ya la última: ¿Cómo es posible que un tipo tan inteligente y tan buen publicista no haya sido capaz de inventarse una campaña más eficaz, que la del manido recurso de hablar de uno mismo y despreciar a los periodistas, para vender su libro?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es posible que el pobre hombre, o cretino, haya sido abducido por el personaje que ha creado... aunque, a quién le importa.