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Un día de estos me levantaré temprano, me ducharé, me afeitaré, me pondré mi mejor traje y mis mejores zapatos, meteré un par de cosas en una bolsa y saldré de mi casa con destino a la estación de Atocha.
Una vez allí, pediré un billete para Almería en primera clase. Me pasaré el viaje entero leyendo el periódico, departiendo con otros viajeros amablemente, dormitando y haciendo alguna escapada al water para echarme un cigarrillo. Comeré algo en el vagón cafetería y me regaré las tripas con media botella de vino.
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Cuando llegue a la estación, me iré a los baños, me compondré la camisa, la chaqueta, me refrescaré el cogote, me pondré unas gafas de sol y saldré en busca de un taxi. Dentro del mismo, sacaré un papel doblado del interior de mi cartera y le leeré al taxista la dirección que hay escrita en él. El taxista me preguntará que a qué he venido a Almería y le diré que a visitar a un viejo conocido, después hablaremos del tiempo y le sacaré algún tema de conversación de esos que hacen que el taxista baje la radio y se dedique a parlotear, por ejemplo, la delincuencia.
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Pagaré al taxista dejándole una buena propina, después me bajaré del coche, dejaré mi exiguo equipaje sobre el asfalto, me estiraré, me subiré los pantalones y me echaré otro pitillo frente a la entrada de la vivienda que estoy a punto de visitar. Cogeré mis cosas de nuevo y llamaré a la puerta. Cuando la voz del inquilino pregunte le diré que soy el Subinspector Martínez de la Brigada de Inmigración y que vengo por un asunto oficial.
Me abrirá la puerta confiado y le preguntaré su nombre. Luego, le daré una bofetada en el carrillo derecho, con la mano abierta. Luego abriré mi bolsa y le tiraré encima, con saña estas novelas: Lanzarote, Plataforma y La posibilidad de una isla.
Luego me sentaré tranquilamente sobre su cabeza para que no se escape y desde mi propio móvil llamaré a la verdadera policía y me entregaré.
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Aquí les dejo algunos enlaces para que juzguen por sí mismos...aquí, aquí, aquí y aquí. Me quedo con esta frase que suscribo: "Puedo decir que desgraciadamente he escrito un libro".
Efectivamente esos tres últimos se los podía haber ahorrado. Nadie había dicho más tonterías en menos tiempo para vender más libros. Comienzo a estar harto de los escritores de literatura de tanqueta. ¿No estaría bien que un escritor, al que se le ha impuesto la etiqueta de pensador fuera capaz de establecer pensamientos e ideas menos simples que Isla=caca, mujer=puta...? ¿Cuando el buen escritor se convirtió en el tiparraco vociferante?
¿Alguien se apunta a hacer una lista de intelectuales abofeteables?
2 comentarios:
Houllebecq, un tipo que va vestido como un cliente de Cine X un martes por la mañana.
Joder, que descripción más brillante. Cabrón.
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