miércoles, 28 de mayo de 2008

Cine y aceptación de la realidad.


Ayer me preguntaba que quién era en realidad. Seguramente sea el tipo que se queda paralizado por la muerte de Sydney Pollack y al que no le salen las palabras para rellenar unas cuantas líneas de admiración. ¿Verdad que parecía buen tipo?

Era buen tipo hasta en Maridos y mujeres cuando reprendía a una novia demasiado joven y cateta empeñada en enseñarle a sus amigos (a los de él, catedráticos, escritores, filósofos) las bondades del horóscopo. Será que yo desconfío de la gente que me pregunta por mi horóscopo, el otro día me lo preguntó una chica. Le dije: “Sagitario”. Y me dijo: “Lo sabía, se te nota”. Soy Leo. Perdón. Quizás también sea el tipo que se ríe de esas cosas ante la desaprobación generalizada.

Me vengo dando cuenta de que, cuanto más descreído soy, más sensación de rechazo provocan mis opiniones. Quizás sea el tipo que decidió hace mucho tiempo que creer ciertas patochadas es perder el tiempo.

Es como ser vegetariano intelectual y lo digo porque yo reacciono también bastante mal hacia la gente que me intenta convencer de que comer carne es una especie de abominación contra la naturaleza. Por seguir con el rollo cinéfilo diré que siempre me acuerdo de Oscar Ladoire en Ópera Prima diciendo eso de “La vaca es la proteína”. Será que soy el doble (bueno el triple,. Incluso el cuatriple) de Oscar Ladoire.
Sentado una vez con una entrañable argentina le explicaba que para mi comer carne era como ocupar la plaza de omnivoro pensada para mí estructura osea y que no entendía como se podía censurar una actitud alimenticia en mí y no, por ejemplo, en un leopardo o en un león. Quizás sea el tipo capaz de estar diciendo tonterías a una chica durante horas con tal de no sentir esa sensación de vacío que se me pone en el pecho cada vez que vuelvo en el metro solo a casa.

Y ya que estamos haciendo paralelismos sobre el cine y la realidad les confesaré que a mi la crisis del PP me recuerda a las primeras escenas de Salvad al Soldado Ryan, aquellas en las que los marines tomaban finalmente las cotas de la playa y conseguían echar unas cuantas bombas incendiarias en un bunker de donde iban saliendo despedidos señores con uniformes nazis. Uno de los marines grita: “¡No les disparéis, dejad que se quemen!”. Quizás sea el tipo que espera que Spielberg vuelva a sorprendernos algún día con una película buena, buena, quizás sea el tipo al que la palabra “nazi” le hace más gracia del mundo y, sin ser del todo judío, sea capaz de hilar más chistes sobre nazis. Quizás también sea de esos que cuando pasan por la puerta de la Calle Génova entonen un silencioso y literario (nunca literal): “¡Arde, Arde!”.

Ellos querían un congreso nacional y, por sus pecados les concedieron uno...


También se me viene a la memoria el relato largo o la novela corta, nunca lo he tenido claro, que inspiró “¡Danzad, danzad, Malditos!” titulado “¿Acaso no disparan a los caballos?”. De Pollack, por cierto. La historia de un chungo maratón de baile en el que desesperados de toda índole luchaban por un premio en metálico que los hiciera huir de la misera del crack americano. No me negarán que lo del PP tiene cierto tufillo a maratón de baile o a Los Inmortales, bueno, más bien a su frase promocional: “Sólo puede quedar uno”.




También a la de Alien 4, aquello de “bicho malo nunca muere” y lo digo ahora que parece que Aznar tiene ganitas de volver por la puerta grande, en plan Cid Campeador o en plan marido despechado porque le han dicho a su señora que es de la vieja guardia. Quizás sea el tipo que ha visto demasiadas películas o quizás sea el tipo que le da demasiadas vueltas a las cosas.

También soy el tipo que flipa con esta frase de Homer Simpson: "Yo solo quiero que el tiempo pase muy rápido para volver a casa y tumbarme a tu lado".

1 comentario:

Anónimo dijo...

cuanto más descreído soy, más sensación de rechazo provocan mis opiniones.
Nos volvemos cínicos y, claro, eso no suele gustar a muchos.

Por cierto, en los candidatos de la encuesta a dirigir el PP añadiría la opción "Yo". Todos tenemos derecho a forrarnos, eso es la democracia, ¿no?