lunes, 20 de octubre de 2008

Orgullo de mono


Como muchos otros macarras atesoro la posibilidad de que, un día, pueda permitirme el lujo de tener mi propio habitat para monos. Los criaría y montaría una especie de espectáculo ambulante donde podría verse a los primates disfrazados de personas famosas (Raúl, Hitler, Graham Bell...) e interpretando escenas famosas de la historia como el asesinato de Kennedy. Todos los hombres (y las mujeres) tenemos un sueño, el mío es criar monos que son unas criaturas entrañables, cómicas e incontinentes a partes iguales.

Si hay mucha gente reticente a creer en Darwin es por la misma razón por la que muchos personajes venidos a más prefieren evitar a los parientes más humildes o más catetos. Si no te gusta que tus nuevos amigos del Club de Golf sepan que provienen de un pueblo donde la gente todavía sale al corral a hacer sus cosas es posible que la idea de tener un sobrino nieto lejano que va desnudo y se sube a los árboles para lanzarle excrementos a sus vecinos a la primera riña sea simplemente insoportable. Siempre que paso por una jaula de gorilas creo que uno de ellos me va a llamar por mi nombre, la verdad. Hay gente que cree que no, que en realidad, el mono no es más que otro de esos seres maravillosos que el misericordioso creador ha puesto en el Reino humano para servir, por ejemplo, de modelo de poster simpático de pub de barrio. ¿Sabría ya ese Dios que el hombre usaría a esa fantástica bestia como protagonista de miles de chistes gráficos y chanzas picantonas? Este Dios...siempre en todo...

De todas maneras también comienza a haber un movimiento que se niega a creer que es Dios el sumo hacedor del asunto pero es porque, en su infinita sabiduría, ese creador decidió presentarse ante nosotros en carne y hueso en forma de hijo de un humilde carpintero judío. Pobre y judío. ¿Alguien quiere tener judíos pobres en su familia? Pues tampoco, por eso nos montamos la película de que, en realidad, somos un experimento científico de unos seres de luz (no extraterrestres con piel color caca como E.T.) que depositaron aquí la vida con la ayuda de un meteorito y nos dejaron la querencia por construir pirámides en cuanto veían un solar vacío. Los extraterrestres son como esos parientes ricos que viven muy lejos y que uno nunca ve salvo en contadas ocasiones y, claro, con los años luz de por medio nos los imaginamos altos, guapos, etereos, inteligentes, cruzando por nuestras vidas en veloces aparatos cromados y esas cosas que uno asocia a las clases altas después de leer El Gran Gatsby o ver un par de episodios de Pasión de Gavilanes pero con ranchito interestelar. Mola.


Venir de una ameba, luego de un renacuajo nacido del lodo y así hasta tu puesto como administrador de fincas ajenas es un curriculum demasiado pobre. Además morirse sin trascender a otro plano de existencia...joder, pues que mal. Qué asco.

Marshall Applewhite, un simpático ex profesor de música de un instituto y gran fan de Star Trek creía, en realidad, que toda la vida del planeta era sólamente una excusa, una estación de paso hacia un planeta lejano y que unos simpáticos extraterrestres (de esos que no te meten sondas en el culo a la mínima) aprovecharían el paso del cometa Halle Bop para esconder detrás una nave espacial que se lo llevaría a ese otro lugar. Como no quería ser el único depositario de esa dicha convenció a unos cuantos más para que lo acompañaran en ese viaje y fundó Heaven´s Gate, una organización dedicada al culto de las estrellas y de la pureza de espíritu que se prepararía para la llegada de semejante acto. Sólo había que cumplir dos pequeñas premisas antes: castrarse quirúrgicamente y meses después suicidarse con un veneno. Al parecer los E.T. nos querían sólo en espíritu y no estaban dispuestos a cargar ni con nuestros aparatos reproductores primero, ni con nuestros cuerpos después. 38 miembros de Heaven´s Gate subieron al cielo el 26 de marzo de 1997 vistiendo el uniforme de gala: chandal, sudario trapezoidal sobre el cuerpo yermo y zapatillas Nike "Cortez" negras y blancas. Vestimenta cómoda para recibir la agonía de ser envenenado con una mezcla de alcohol y barbitúricos mientras alguien se asegura de que su paso sería lo suficientemente doloroso para alcanzar la cota del martirio colocando sobre nuestra cabeza una bolsa de plástico que irremediablemente te asfixiaría no sin antes haber probado el sabor de tus propios vómitos.




Luc Jouret y el Templo Solar (una orden templaria), Koresh y los davidianos de Waco, Asahara y la Verdad Suprema nos han demostrado que para alcanzar esos lugares de paz espiritual, esos paraísos de bondad se necesita, como poco, de un viejo y poco estiloso ejercicio de violencia brutal, de derramar unos cuantos litros de sangre como hicieron aztecas o vikingos para aplacar a sus dioses fueran estos terribles seres con cabezas de animales o bondadosos habitantes de Alfa Centauri. Como declarado mono sin pelo -bueno, un pelo mal repartido- me acojo a las humildes raíces de mi estirpe (ameba, renacuajo, monete y luego bloguero) para sentarme con los otros copitos a revolcarme, hacer batallas de caca o ligar con alguna mona mona (a ser posible de buen ver y de familia decente) y ver desde el árbol más alto como otros seres perfectos se sacrifican inutilmente para largarse cuanto antes de este planeta. Ló ultimo que les pediría es que, por favor, no nos jodan demasiado el descampado antes de largarse. Este mono piojoso prefiere quedarse por pura querencia a su bien ganado espacio en esta roca del diablo, cabezorro como un primate de Gibraltar, incapacitado para oír las llamadas de seres extracorpóreos de los que no tengo noticia y encerrado en su enésima lectura de "El origen de las especies". Quizás prefiera plantearme una buena existencia aquí, cuidando de los otros bichos que plantearme una existencia "super guay" rodeado de gente coñazo incapacitada para entender lo chocante, y retorcidamente bello que es todo esto...y es que tanta filosofía barata me coge completamente en la parra o, en mi caso, en el árbol. Allí os espero.

2 comentarios:

manu dijo...

Me ofrezco como mono en sus representaciones por un módico dispendio. Que uno es mico, pero también defiende sus derechos.

Sólo había que cumplir dos pequeñas premisas antes: castrarse quirúrgicamente y meses después suicidarse con un veneno
Ahora entiendo porqué sigo siendo un impuro... sin propósito de enmienda.

Señor Insustancial dijo...

Es que, definitivamente, no somos carne de secta ni oficial, ni oficiosa, con lo bien que está uno rascándose el ojete contra la rugosa superficie de un árbol...¡Me río yo del éxtasis místico!

Un abrazo.