viernes, 31 de octubre de 2008

Despertando en NY, desayunando en NJ, cenando en VT


1.
Mi estado físico, normalmente, despertaría la compasión en un nazi y esa mañana, definitivamente, estaba bajo mínimos. Después de unos cuantos días en NY estaba dispuesto a viajar hacia Burlington (Vermont). Para ello tenía que regresar al aeropuerto de NJ en autobús, recorriendo de nuevo la autopista en la que está rodada parte de la cabecera de The Sopranos, atravesando el Lincoln Tunnel, ese que sale en tantas películas como Men In Black.
Abandonaba “La Ciudad” con la intención de volver de nuevo. Me dio pena no poderme despedir de los dos matrimonios que llevaban el diner de enfrente del Hostel pero, me imagino que en una ciudad de 17 millones de almas es difícil preocuparse por nadie. Por si acaso les dejé un sobre con mi dirección de correo electrónico y la física de Madrid. Jamás he vuelto a saber de ellos. Justo cuando comenzaba a acostumbrarme al sistema de trenes, a los horarios, a los tornos, cuando había más o menos pulido mi técnica para encontrar el vagón donde había siempre asientos libres tenía que marcharme. Me daba un poco de pena pero, la verdad, en cierto modo estaba un poco aliviado: en Burlington podría descansar un poco y abandonar las costumbres cuarteleras del Hostel, podría dormir en una habitación individual, comer mejor, lavar la ropa sucia y ¡tachán, tachán! Ducharme, afeitarme y jiñar sin estar rodeado de unos perfectos desconocidos.
La maleta estaba hecha un desastre: el cierre estaba roto y la tapa rajada, el esparadrapo y la cinta americana le daban un aspecto terrible, además uno de los ruedines estaba jodido. Todo muy simbólico, un tío completamente jodido que arrastra una maleta jodida. Al menos me quedaba algo de dignidad y unos 32 dólares en el bolsillo, los 150 euros de las emergencia y la tarjeta de Philip, el entrañable americano que había conocido en el Aeropuerto Charles De Gaulle y una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Philip era como una especie de Ángel de la Guarda con cierto aire a Richard Wagner, mi “amigou americanou” que dijo cuando nos despedimos dándonos un abrazo. “your spanish friend” dije echando una o dos lágrimas.


2.
Calle 42, Port Authority Bus Station. Un laberinto de pasillos habitado por todo tipo de minotauros cargados con maletines, mochilas y bolsas de plástico dispuestos a embestirte si osas ponerte en su camino. Grand Central, la prueba de que en los USA los transportes públicos son socialmente transversales y que el metro o el tren es utilizado por un tipo que lleva un maletín de Prada de 800 euros, un ama de casa despistada que va a comprar entradas para una obra
de Broadway o un vigilante jurado de El salvador. No como en España…”Forget Spain!” recordaba…”you never come back to Spain!” recordaba…¿Y si todo eso fuera verdad? Pensaba. Quería una cerveza y una de bravas cada vez que me acordaba de aquellas palabras, una cerveza, una de bravas y besar el suelo de la Gran Vía. Paleto, eres un paleto, me decía, pero salivaba como el Perro de Paulov cada vez que me acordaba de la vieja Europa.
Tres discusiones después y ya había encontrado el lugar exacto de donde salía el autobús hacia NJ. NJ no existe por mucho que digan Bruce, Bon Jovi y Kevin Smith, los newyorkers auténticos mantienen con su estado vecino una relación parecida a la que mantenemos nosotros con Portugal. Si tienes familia en New Jersey es mejor que no se sepa y por eso no saben de donde salen los autobuses, ni a qué horas. Es posible que la distancia física no llegue ni a los 100 kilómetros pero para ellos es como si estuvieran en el otro lado del mundo. Para un newyorker NJ limita al norte con Darfur, al sur con Iwo Jima, al oeste con Saigon y al este con Barcelona. Otra galaxia ¿Todavía no nos hemos deshecho de esos paletos? Decía Chris Rock en Live from the Apollo la otra noche…Rock era un orgulloso vecino del distrito de Bed-Stuy en Queens. Bed-Stuy or die, dicen las pintadas debajo de las cuales se sientan las putas que se lo hacen por crack, los desempleados negros y los tíos que aspiran a no hacer nada el resto de su vida. Bed Stuy cuna de Rock, Chappelle, Mos Def, Biggie Smalls Eryka Badou, el barrio donde aterrizó Wyclef Jean cuando emigró de Jamaica. Un vertedero lleno de talento siempre es mejor que New Jersey. America We Stand. Levántense para escuchar el himno nacional. Siempre es mejor ser de aquí que ser de allí…


3.
Había conseguido mi plaza en el autobús. Yipi-kai-Ye. Próxima parada Aeropuerto de Newark. El lugar del mundo por donde entra más droga dicen, el lugar preferido de la mafia y la corrupción dicen, un puerto franco para el Cartel de Sinaloa, el Clan de Cali y las tríadas chinas dicen. Enorme. Desproporcionado. Como el sexo del chiste del argentino.
Cola. Facturación. El tipo negro del mostrador de Continental se apiada de mi maleta y de mi cara de cansancio, estoy seguro de que nota que me dan calambres en el gemelo izquierdo desde el tercer día de estancia. Una cara amable. Un tipo simpático. Saca una enorme bolsa de plástico, mete mi maleta y las otras bolsas de los souvenirs, de las camisetas, el poster, las revistas. “Yo me encargo” me dice sonriendo “¿Te gusta América?”. “Claro ¿Dicen mis ojeras que no me gusta?
Fries. Sub. Coke. Super Size. News. Cuatro golpes de voz para decir: “Patatas fritas, bocadillo de albóndigas completo. Coca Cola. Todo tamaño cubo de fregar. New York Time”. Time is Money y eso aquí lo saben hasta los filólogos. Si tienes dinero en el bolsillo puedes dar órdenes militares. Ar, Recha, Asooo ligero, Ar. Que te sirvan , que sean simpáticos. Muy simpáticos, plástiqueramente simpáticos. Me río yo de la servidumbre oriental si tienes dinero en USA. “Passport, right, Now!” voceaban mis recuerdos y otra vez esas ganas de no comer esta comida, de comprarme un abono anual para Las Ventas ¡Que vieja estás Europa! ¡Qué estupendas arrugas, Europa!
En la sala de espera las teles contaban que Martha Stewart estaba a punto de entrar en la cárcel. Martha es un personaje horrible, es el mal en persona. Es la mamá de América. Se ha hecho rica enseñando a las amas de casa un montón de “truquis” para cocinar un asado, hacer unas cortinas o preparar un centro de flores. Martha es inmortal, creo que se pasó los años 60 y 70 metida en una campana de oxígeno, dormitando como un bebé. Para Martha la vida comienza con Reagan y el neoconservadurismo y termina en estos tiempos. Es lo peor, es siniestra, es madre de familia numerosa, como del Opus, le va el rollo armas, el rollo vamos a meterle a esos cabezas de toalla una bomba atómica en el kebab, el rollo el SIDA es obra de Dios que está haciendo su propia campaña de limpieza entre yonkis y maricones, el rollo misa, el rollo delantal y maridito, polvete con poco movimiento. Martha tiene pinta de no saber que existe el sexo oral o, por lo menos de obviarlo. Martha estuvo evadiendo impuestos al IRS durante unos cuantos años y eso se paga aunque seas la Ama de Casa de América y hagas unos centros de flores preciosos con camelias y cintitas. La entrada en la cárcel está siendo televisada en directo. Pero me llaman para entrar en el avión. Lake Champlain. Burlington. Vermont. Allá vamos. Bye-Bye.
4.
El avión era pequeño pero sólo estaba ocupado por tres pasajeros. Un avión enano, la verdad, tanto que el piloto se dejó la puerta abierta de la cabina y nos iba contando desde allí lo que íbamos viendo. En inglés y en español. El capitán Rodríguez era de familia latina. “Vamos a aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Burlington, mi amigo, mira el Lago Champlain, tiene 9 kilómetros de ancho y 15 de largo…”. “¿Es un Gran Lago entonces?”. “No jodas, es un lago demasiado pequeño…¿Tenéis lagos así de grandes en España”. No. Lagos que sean atravesados por cargueros, no…somos mini-size, como esas hamburguesas chiquititas del White Castle. Quiero explicarle, pero estoy cansado…y ya comienzo a oler las hojas de arce de cientos de miles de tonalidades entre el blanco y el rojo oscuro…es otoño en Vermont, hace sol, el invierno está dejando que nos confíemos. Abajo todo parecen casitas pequeñas, bosques y osos, pacíficamente amenazante, al fondo, Canadá amenaza la seguridad americana con su seguridad social gratuita y universal, sus matrimonios gays y su civilizada sociedad bilingüe. Canadá limita al norte, al sur, al este y al Oeste con New Jersey. Martha Stewart piensa que no estaría mal meterle una bomba nuclear a esos “yes-oui-s” en el maple syrup.
El Aeropuerto Internacional de Burlington es, en realidad, un aeropuerto regional, me explica el tipo que conduce la furgoneta. Se le da la categoría de Internacional porque una ley federal emitida por Bush ha restringido la ayuda económica a los aeropuertos regionales. Como no existe un control, ni unos márgenes a los que atenerse para alcanzar la categoría de Internacional todos los aeropuertos de USA, aunque sean apeaderos aéreos, tienen ese nombre “International Airport”. Todo parece mentira en América. “…”Are you kiddin´ me? “ recuerdo, qué ganas de descansar por fin, espero que el hotel tenga camas, quiero estar más limpio. Me duele el trasero desde hace días. Le digo en inglés al conductor, creo que sin venir a cuento porque he perdido el hilo de la conversación. “Come y descansa, tío…” me dice “Tu inglés es muy bueno”. Necesito descansar.
5.
El hotel Clarion es como Xanadú. Es una estructura industrial revestida de maderas falsas y decorada como un plató de cine para que parezca una entrañable Casa de Troncos frente al lago de tamaño Gigante. Un concepto raro, como si en África a alguien se le ocurriera hacer un hotel en forma de choza masai. Da igual porque para mi parece Xanadú y te dan un café calentito mientras te preparan el checking. Hospitality. Hacen con que no se dan cuenta de que mi maleta está hecha una mierda y hacen con que no se dan cuenta de que estoy hecho una mierda. La gordita mona de la recepción, increíblemente mona, por cierto, me recomienda que use la piscina de burbujas del hotel. Me regala un gorro de plástico para que lo use. No pierda el tiempo. Time is Money. Time is gold. He venido aquí a perder el tiempo, le digo. Hay muchas cosas que ver, me dice. Quiero verlas contigo, le digo. Se echa a reir y me enseña un dedo decorado con un anillo. Gracias me dice. Tengo mala suerte, le digo. Ríe ¿Puedo hacer algo más por usted, Mr. Insustancial? Llamarme de tu, sería un detalle digo. Vale, insustancial ¿Puedo hacer algo por ti? Abro la bolsa, saco la maleta, rompo los precintos, saco la bolsa de la ropa sucia. Quiero limpiar todo esto. Yo me encargo, disfruta de Vermont. Vermont es fantástico digo.
6.
Me afeito, me lavo los dientes, me afeito aunque no lo necesito, pongo a cargar la cámara, hago caca mientras leo el MAD que me he comprado en el aeropuerto mientras esperaba la furgoneta. Me ducho mucho rato. Me seco mirando capítulos de Friends que no veré en España hasta dentro de seis meses. Me miro. Estoy gordo, pienso, aquí menos gordo porque todo el mundo es muy gordo. Ordeno un poco las cosas. Me tumbo en la cama. Tengo hambre y ganas de usar la piscina de burbujas. La cama es enorme. Me siento solo como sólo te puedes sentir solo en un hotel. Ordeno la ropa limpia, la oreo, la cuelgo para no pensar en nada de lo anterior. Ordeno las revistas, los periódicos, el Village Voice, después tomo algunas notas del viaje en el pequeño cuaderno que me compré cerca del WTC. Escribo cuatro o cinco postales que son iguales y las dejo sobre el enorme escritorio. Me pongo el pantalón corto, unas zapatillas de deporte sin cordones, la camiseta limpia y el albornoz que me queda enorme. God Bless America y a las tallas Super. Me siento menos gordo. La toalla tiene el tamaño de un país pequeño. El hotel está vacío. Mi habitación está enfrente de la habitación donde está la máquina de hielo y las de refrescos. Dios que ganas de hielo y de Sprite, pienso. Cubo, hielo, sprite, root beer, for free. Hospitality. Lo dejo en la habitación.
7.
En realidad hay dos piscinas. Una de agua normal y caliente y otra de burbujas. No es un jacuzzi, es una piscina de burbujas. Me he recuperado y los dolores han remitido. Silencio. Estoy en medio de una película independiente. Madrid-Burlington. Sólo se ve mi gorrito ridículo. No puedo beber ni tomar drogas mientras esté aquí. Lo pone en un cartel. Tampoco podría enrollarme con nadie en la zona de la piscina. Lo pone en otro cartel. Cualquiera de las tres anteriores actividades estaría mal vista. Podría hacer todas esas cosas en mi habitación pero no aquí. Hipocresia u orden. No sé muy bien. Una señora muy delgada está con otra muy gorda hablando en la otra piscina, en la que no te puedes tirar pedos. Me estoy quedando dormido, en realidad. Estoy muy tranquilo. NY-NJ está todo tan lejos. España es otra galaxia donde la gente come churros y hay ruido en todas partes. Aquí no. Aquí sólo hay silencio y eso que son las 14.00 horas. Mis amigos están todos durmiendo. 7 horas menos. O llegando a casa o entrando en un after o entrando en casa de alguien para rematar la mañana. Es viernes en Burlington. Burlingtón, quiero decir, en plan humorista que no sabe inglés. Cuando salgo del agua provoco la risa de las dos señoras. En esta dimensión soy menos gordo, pero llevo un gorrito de plástico en la cabeza que me da un aspecto cómico. Quiero comer. Quiero algo que no sea hamburguesa, algo que tenga que esforzarme en masticar. Quiero puré de patatas y volver a utilizar una cuchara o unos palillos.


8.
Francamente el restaurante del hotel está muy bien. Filete. Puré. Sopa de verduras que sabe a sopa de sobre. Tarta de manzana caliente con helado de vainilla y café. El tipo que me atiende va vestido como un viejo leñador, se que no lo es porque apunta la comanda en una especie de pantalla electrónica en lugar de en un hacha. Además me ha hecho un favor. Es tarde para comer y pronto para cenar pero, bueno, soy europeo, casi canadiense y podría invocar el poder de quién sabe qué maldiciones culturales. Como. Eructo como un gorrino pero con discreción, no había eructado así desde nunca, la verdad. Firmo la facturita en la misma pantalla electrónica y pido un Pepcid. Salgo del hotel. Me fumo un cigarrillo que me sabe a gloria mirando la carretera solitaria. La chica de la recepción ya no está. Debe de estar denunciándome por acoso o llamando a su novio para que me parta los morros. Con razón. Enfrente del hotel no hay nada salvo algunas vacas pastando y carteles de propaganda electoral. Aquí hay elecciones. Van a volver a elegir a Bush porque no les gusta que Kerry tenga una esposa que es la dueña de Heinz Ketchup. Dicen que el kétchup es guay y que los negocios petroleros son contaminantes, pero aquí lo tienen claro. Un par de tíos vestidos de marines de gala entran en el hotel, están reclutando por esta zona. A veces olvido que este país está en guerra desde el año pasado con Iraq, con sus tripas, en guerra consigo mismo. Es pronto para ver a los veteranos desdentados, desorientados, desquiciados y desamericanizados que vería meses después en mi siguiente viaje, muchos meses más para que aquí se oliera la desesperación, para escuchar a alguien decir que esta “tierra estaba maldita y regada por la sangre de los inocentes”. La gente es optimista en Vermont y siempre vota demócrata o más a la izquierda. Son casi comunistas, casi canadienses para ese presidente que representa al Deep South pese a haber nacido a menos de tres horas en coche de aquí. New Haven, Connecticut. A poca distancia de la casa de Paul Newman y de todos esos liberales. “Gracias a Dios no se torció” dicen mucho en Fox News, en plan chiste. Un tipo pasa con su tractor arrastrando un remolque lleno de paja y saluda. Tan cerca. Tan lejos. Vermont parece Extremadura a veces.




9.
La cama es inmensa y sueño con el control de Pasaportes del Aeropuerto de Newark. Con la chica gordita de la recepción. Me despierta el teléfono. Me avisan de que mi tele está “un poco” alta. Es cierto. Me he quedado dormido. Pido perdón. Bajo el volumen. Me bebo un sprite con mucho hielo viendo la ruleta de la fortuna. Tan lejos. Tan cerca. La tele es muy mala. HBO no es tele si quiera, es arte. Descubro Carnivale. Un episodios suelto que volvería a ver, más o menos, un año después. Llaman a la puerta. Abro. Es la chica de la recepción, sonriente. Me gustaría que estuviera aquejada por una enfermedad mental transitoria y que se echara en mis brazos, para pasar la tarde, para no sentir este agujerito aquí, en la zona del estómago entre el Apple pie y el filetazo de ternera. Pero no. He visto demasiado porno. Un momento Lost in Traslation no estaría mal pero, definitivamente, ella no es Scarlet Johansson ni yo Bill Murray. Ella si es guapa en plan Scarlett, yo no soy viejo en plan Bill Murray. Pasaba por aquí para darme unas aspirinas y preguntarme si estaba mejor de mis dolores. Espartedemitrabajo dice. Lo haces muy bien, gracias. Me informa de que me esperan en la recepción a las 21.00 horas. Voy a cenar en un restaurante estupendo. Me da el running con las actividades y una caja con cosas. Regalos de la empresa que ha pagado este viaje. Luego desaparece con una sonrisa. Mi ropa aparecerá limpia y planchada a las 20:30. Antes de que pueda hacer la gracia me dice que no podrá traérmela ella. Sonríe y desaparece. El uniforme de color azul claro no le hace justicia.

10.
Mis benefactores son bastante agradables. Hacen las preguntas justas. Tengo buen aspecto, parezco un San Luis. Ni rastro de calambres, ojeras, dolores de espalda. Me he sobremedicado como hacen los yanquis porque casi soy un yanqui. Aspirinas, pepcid, un par de pastillas de vitaminas de los Picapiedra (luego, en España, me enteré de que no se pueden comer como si fueran golosinas porque te dan taquicardias muy feas) y un gatorade con mucho hielo.
Burlington es una ciudad estupenda. Muy pequeña. Con un campus universitario enorme. Mucho perroflauta americano en corro fumándose un canutito mínimo de marihuana olorosa aquí y allá. Cervecitas metidas en sus bolsas, guitarritas. Agradable otoño este el de mi viaje. He tenido suerte me dicen porque no es normal esta calma chicha. Debería de nevar, dice alguien. El cambio climático toma la palabra y Gore, que estaba desaparecido, reaparece con una barba de Robinson Crusoe anunciando que se va a encargar del tema. Hay muchos comentarios sobre Gore. Me dicen que qué me parece: Mejor que el que manda. Hay risas. Malditos europeos. Me siento cómodo y con ganas de juerga. Adiós miseria.
El restaurante es un bistró que se ha especializado en American Nouvelle Couisine. Una reinterpretación gigante de las mínimas raciones de El Bulli. Pese a todo aquí se le tiene ley a la gastronomía española me dice pero si pusieran tan poca comida la gente no iría allí para cenar.
El vino de California es sorprendentemente bueno y entra muy bien. Me he tomado dos cervezas en la barra mientras esperábamos mientras que los demás tomaban Martini seco. Tengo que explicar que en España tomamos las copas después de cenar. Hay risas. Malditos europeos. Malditos canadienses. Dios los confunda a todos menos a Almodovar.
Me preguntan por ZP, si es fiable, si es un buen tipo. Digo que parece que sí , pero que es casi un desconocido para nosotros todavía. Tiene claro que no podemos quedarnos en Iraq, es lo único que parece tener claro. Hay murmullo. No apoyamos a nuestro presidente, qué ocurrió. Nos mintió, como Nixon a vosotros y lo echamos, bueno no a él, al otro al que había elegido para sucederle. Hay que explicar que no tenemos primarias. Que los partidos eligen a los candidatos. No voté por ninguno de los dos digo, voté por nuestro Ralph Nader. Otra española de la mesa no piensa como yo: piensa que no se sabe todo del 11-M, que hay que investigar más, que es injusto lo de Aznar, que ZP no tiene liderazgo, que la ETA y tal. Nos enzarzamos en una discusión un poco tonta y bastante tensa. Los benefactores no entienden nada. Les explico que hay un cuadro de Goya que cuenta muy bien como es España: dos tíos enterrados hasta las rodillas que se matan a golpes con unos palos. Ríen. Nerviosos. No entienden.
Ceno salmón con salsa de limón y guarnición de puré de lentejas, pan de ajo, ensalada de atún y manzana. Todo delicioso. Vino de Napa Valley. La cena deriva hacia temas domésticos: en qué nos parecemos, en qué diferimos. Los americanos quieren conectar, sugieren que la noche sea más española. Muy bien. Tomemos café aquí mismo y luego una copa. Aprendamos el concepto de sobremesa. Sorprendentemente lo hacen. Eso es lo que hacemos los españoles. That´s the way, we like it! Ahá-Ahá! Sin fumar. No se puede fumar, pero el café es grande y la grappa italiana (que creo que hasta el día de hoy habían utilizado para macerar cherrys) es una bendición. Dylan, Hemingway, Chabon, Springsteen flotan en la conversación junto a Dalí, Buñuel, Lorca y Almodovar. Hay que hablar de lo que les mola Almodovar, de Banderas y de ese chico que se llama Bardem que parece tan bueno. 2004 que lejos quedas ahora. Lugares comunes. La cena está resultando inmejorable. USA y España acabando con sus diferencias en una mesa, deberían de venir por aquí los mandamases a tomar este vinito de Napa y este pedazo de salmón. A ver que piensan luego.
No entiendo por qué nos odian, dice alguien de la mesa. La parte española de la mesa que difiere conmigo asevera. Es cierto, somos unos rencorosos, España es envidiosa de por sí, Europa envidia la libertad del sistema americano, dice. El perro de Paulov ladra reclamando su ración de oreja y su Biblioteca Nacional.
Todas las miradas incómodas se dirigen hacia mí. Comienzo a hablar.

11.

He llegado hace poco a Estados Unidos. Estoy encantado, la verdad, pero no me han tratado muy bien hasta ahora. Se puede decir que he conocido lo mejor y lo peor. Para llegar hasta aquí tuve que coger dos aviones. La escala era en París. Allí conocí a un tipo que se parecía a Robert Wagner y con el que tomé dos cervezas y me fumé un paquete entero de cigarrillos ¿La razón? Alguien de la compañía Continental Airlines no se fiaba del nombre de dos pasajeros: uno con apellido árabe y otro con apellido francés y quiso comprobar su filiación introduciendo sus fichas en la lista de terroristas internacionales. 750.000 almas están metidas en ese archivo que, combinado, con los más de 1.400.000 sospechosos que tiene el Homeland security americano hace que sea fácil que tu nombre coincida con el de alguien. Desalojaron el avión y nos quedamos en tierra durante ocho horas. Falsa alarma.
Después llegamos a Newark donde alguien metió mi nombre en un ordenador. Eso, combinado con mi carnet de prensa, hizo que saltaran las alarmas. Mis primeras doce horas en USA las pasé detenido en un cuarto donde se suspendieron mis garantías internacionales aplicándome el Acta Patriótica que sólo tiene jurisdicción en esta país y que es sospechosamente ilegal. Me desnudaron, me echaron café caliente en la mano adrede, me volvieron a golpear, me interrogaron, me volvieron a golpear, me hicieron una chunguísima, humillante y dolorosa inspección anal por lo que me duele el culo desde hace días. Después de eso me amenazaron con detenerme sine die y luego deportarme. Jamás llamaron a un abogado. Me tuvieron desnudo durante un par de horas, me tiraron del pelo, me quitaron las gafas y me hicieron leer un papel sucio y sobado donde se me acusaba de terrorismo para luego enseñarme dos fotos de unos tíos del 11-S. Luego siguieron enredando conmigo durante unas cuantas horas, me prohibieron vestirme y finalmente me quitaron los calzoncillos para, luego, traerme la maleta y, delante de mis narices, rajarla, tirarla al suelo y romperle los ruedines de los cojones. Después tiraron toda la ropa por el suelo y pisotearon dos o tres camisetas. Me insultaron más que en toda mi vida y, luego, cuando se hartaron me hicieron recogerlo todo,me hicieron vestirme y simularon que me trasladaban a un centro de detención para dejarme a solas en una sala de espera donde, de pronto, apareció el jodío Philip con su esposa. En realidad me estaban poniendo en libertad. Estuve llorando delante de aquellos dos completos desconocidos que se ofrecieron a dejarme una cama en su casa para descansar y llevarme al día siguiente a Nueva York desde Princeton (New Jersey).
Fue aquél tipo el que, extrañado por no verme salir del Aeropuerto preguntó por mi. Le informaron de que estaba detenido y se quedó a esperar junto a su mujer preocupado por lo que pudiera pasarme. Fue él el que estuvo dando la barrila para que me sacaran de allí diciendo que me había conocido y que no parecía mal tipo, que había visto mi pasaporte y que todo parecía en regla. Me prestó una cama y me dieron de desayunar. Cumplieron su palabra. He conocido lo mejor y lo peor de vosotros, se puede decir. No se si me explico.
Se hizo el silencio…bueno, he conocido lo superior también que es estar aquí con vosotros,claro, y a una chica guapísima en el hotel con la que espero casarme si me quedo aquí. Volvieron a caer las risas. Y luego tomamos helados.
13.
Como estaba recuperado y francamente aliviado de poder contar la puñetera experiencia me apetecía aprovechar un poco de la noche de Burlington. Se quedó conmigo uno de los norteamericanos que me confesó: “Si a mi me hubiera pasado algo así en tu país estaría echando pestes, lo siento”. No hace falta que digas nada, el whisky es buenísimo. Estuvimos tomando una copa por allí y me animé a cantar junto a unos tipos en un bar una de mis canciones preferidas de Woody Guthrie “This land” (is may land, this land is your land, from California, to the New York Island…). Aplausos. Estaba borrachito así que hice un par de reverencias. Me dejó en la puerta del hotel. Un poco despistado y con el paso perdido.
14.
America, we stand. The worst and the best. La Gran América. La recepcionista mona estaba allí. Riéndose todavía. La noche ha sido un poco larga pese a que sólo es la 1:00. ¿Puedo invitarte a un café? Puedes dijo. Great dije. Me has mentido, no has ido a ninguna parte. Tenía que esperar a mi cliente favorito. Espérame en el restaurante, no cierran hasta más tarde. Double great. Es verdad, aquel uniforme no le hacía justicia. Aquí y en Guantánamo.

7 comentarios:

manu dijo...

Menudas peripecias, uf. ¿Y solo estás cansado?

una cerveza, una de bravas y besar el suelo de la Gran Vía.
Vente pa'casa, payo.

Blógulo Fruslería dijo...

No puedo poner pegas, cosa que no le favorece nada a usted.
Leerle a primera hora desde el trabajo es como quedarse en la cama un sábado por la mañana.

Señor Insustancial dijo...

Manu,
Tengo siempre encendido el imán que atrae las movidas....no puedo evital-lo. ¿Te has dado cuenta que en cuanto pisas un poco por ahí fuera te dan ganas de cantar "El Emigrante"?

Miss Fruslerías,
Es usted como el General Galindo: una de cal, una de arena,una de cal, una de arena...
Gracias por decir esas cosas tan bonitas, joder.

Manuel Ryder dijo...

...y a todo esto, se cortan las uñas de los pies?

Señor Insustancial dijo...

Hoder, Manuel Ryder...

Creo que esta ha sido el comentario más raro de la historia de este blog...

¿las uñas quién? ¿Los americanos?

Dime qué fumas tronk. Yo quiero...

ENRIC dijo...

Merhaba Mr. Insustancial,
Wauhhhhh!!! Que maravilla!!!
No es por pelotear pero, amigo, me reitero en jurar que es Ud. un genio total!
Al principio pensé que esta historia adquiriría tintes a lo Señor Sommer de Süskind pero, magia!, la narración hizo un giro inesperado a lo Fante en Camino a los Ángeles (faltó un poquito de sexo pero vaya...). Comencé a gozar de veras. Excelentes descripciones, llegué a pensar que yo viajé con Ud. en esa aventura...
Me pregunté que habría pasado si yo huviera estado en esa cena, con esa recalcitrante y derechona compañera de mesa. El resultado es ovio y nada agradable, vamos a dejarlo ahí. La parte final me ha hecho pensar inevitablemente en Kapuscinski, en el verdadero viaje, en las vivencias reales de seres vivos de a pie. Un gran regalo del azar, de esos dados que un día jugué, el haber chocado frontalmente con su blog y poder desmenuzarlo lentamente como de desnuda a una preciosa dama. Muchas gracias por este rato tan repleto de vida, por transmitir esxperiencias tan vívidas y, sinceramente, por la tenacidad que demuestra al escribir tanto y tan bien.
Un fuerte abrazo camarada.
Selam ve iyi hafta sonlari.
Buen weekend!

Señor Insustancial dijo...

Merhaba, my friend!

Siempre excesivo, nunca negativo...jajjaaa...

Se trataba de jugar un poco con los recuerdos y de pasar un rato agradable escribiendo y, como no, de hacer disfrutar al prójimo.

Tenía en la cabeza "Dublineses" cuando estaba escribiendo el relatillo. Ya sabes, tensión dentro hasta el final en que aflora una explicación que hace que puedas comprender en su totalidad el final de la historia, sin cabos sueltos.

La verdad es que el interrogatorio de ocho horas cambió para siempre mi prespectiva sobre lo que vi después, que andaba acojonado y con el pasaporte en la boca allí donde fuera. En cierto modo conmigo les funcionó, no hablé mucho, hice las preguntas justas y observé mucho. "Misión cumplida" que dijo Bush. También me procuró una mirada diferente sobre el mundo, sobre nuestro país, sobre Europa y también una estampa cojonuda de lo que podía esperar de algunos e interesantes norteamericanos.

¿Si yo hubiera conocido a un tío de Mali que se lo lleva la policía en un aeropuerto hubiera dado la cara por él?

Como no me dio una imagen bastante clara de lo poco que puede hacer nuestro gobierno en Estados Unidos y de lo mal que está el asunto de los consulados y la Embajada española en USA donde nadie, quiero decir, nadie se preocupó lo más mínimo pese a saber que había un ciudadano español detenido. No se me va a olvidar nunca que el señor Rupérez, embajador en Washington, prefirió no mover un puto dedo pese a que el asunto toma unas connotaciones graves cuando se está hablando de una acusación de terrorismo. Me imagino que se pensaría que era de Melilla, de Ceuta o de la ETA...

NY me agotó física y mentalmente: caminatas para verlo todo, ruido, dormí poco por excitación infantil y por que estaba bastante tenso personalmente. Fue emocionante. Un reencuentro conmigo mismo en muchos aspectos.

Vermont significaba un trabajo muy relajado y la posibilidad de descansar de todo aquello pero, ops, me volví a encontrar a mile de kilómetros de casa con el mismo ruido ese coñazo y me sentí un poco atrapado. Seguramente si no me hubiera dicho nada no hubiera explicado nada. Me hubiera callado pero en ese momento me pareció bien que la gente que estaba comiendo conmigo supiera cómo se trataba a la gente en su país, que entendieran que, a veces, pueden resultar francamente incómodos y odiosos. Que sus autoridades no actúan bien ni siquiera dentro de su país. Abu Ghraib, un asunto incomparable evidentemente, me certificó que habían sido suaves conmigo pero que actuaban con las mismas técnicas en todo el mundo.

Por lo demás la gente, las personitas, no tienen culpa en la mayoría de los casos de lo que hacen sus autoridades y sigo siendo un amante de la cultura USA. Hay gente fantástica, muy amable, entregados, apasionados con sus ideas y, sobre todo, muy agradables.

Nos miran con curiosidad (sólo hay que decir que hay como 70 cátedras especificamente dedicadas a nuestra literatura o nuestra historia sólo en Nueva Inglaterra) y se sientan a conversar a la mínima para saber cómo somos, me lo demostró la chica del hotel que fue muy agradable, que sin saber quien coño era se dio cuenta de que no estaba bien y quiso, desinteresadamente, echarme una mano...pero eso es otra historia que contaré algún día con una ración de cous-cous delante. Lo prometo.

Un abrazo enorme camarada, que no se extinga esa pasión.

PD: Espero que hayas visto que te han salido los fans en este blog también. Jajaja...