Leo esta frase en
Secretos de alcoba de los grandes chefs (Anagrama), el último libro de
Irvine Welsh (el de
Trainspotting):
"El nuevo fascismo ya está aquí. Y no se trata de skinheads desfilando por zonas urbanas deprimidas al grito de "¡Sieg Heil!", no; lo están urdiendo en los café-bares y restaurantes de Islington y Notting Hill". (página 157, por cierto).
Le tendré que preguntar a la fugada Elsa, que está por ese Londres, si están tan retrasados en eso de identificar el nuevo fascismo. Aquí lo estan haciendo a plena luz del día, con luz y taquígrafos. A calzón quitao, vaya.
Pero dejemos la política y hablemos un poco de este libraco de Welsh. Bueno, mal de estructura. Un tipo que escribe una novela de 515 páginas no se puede permitir el lujo de que las primeras 130 sean puro rollo. Tardé más en leerme esas páginas que en clavarme dos novelas de McCarthy (Suttré y El Guardián del vergel).
Ahora la historia fluye con los lugares comunes del autor: alcoholismo, drogadicción, hooligans que se matan a hostias. Mucha violencia física y verbal.
"Como el sol, salgo y me pongo, salgo y me pongo....¿Soy o no soy la hostia?
He descubierto un poco más de lo mismo, pero no me importa. Es lo malo que tienen los escritores que empiezan tan bien como este (que encadenó Trainspotting con Acid House y el libro de relatos Éxtasis), que luego como que se paralizan de éxito, creo. Aunque es posible que toda la culpa sea mía, que durante este tiempo, haya leído más y mejor, haya descubierto a otros autores y ahora lo que me impresionó hace 15 años ahora no me dice nada.
El desayuno del astronauta.
Lo decía un buen amigo hablando sobre una frase hecha: "Es que esta película ha envejecido mal".
"Una mierda, decía él, la película era la misma ayer que hoy, lo que ocurre es que ahora las vemos con otros ojos, no te jode. ¿Qué ha envejecido mal? ¡Nosotros hemos envejecido mal!".
Y tiene toda la razón. Me gustó mucho Cola y la segunda parte de Trainspotting (Porno) y esta, bueno, no me disgusta del todo. Me sigue gustando porque yo esas cosas las he vivido, porque yo he estado ahí, seguramente porque me parece que las escribe de resaca. O que antes escribía puesto de juventud y ahora con la resaca de la madurez.
¡Que no mama, que me sentó mal la pizza!
Me quedo con esta última reflexión del protagonista de la novela:
"La idea de que cada zumo de tomate consumido en el trancurso de una noche de marcha sea acogida con benévolas y aprobadoras sonrisas en tanque que un bandazo beodo para llegar hasta la barra suscite miradas de falsa y torva lástima o desdeñosos comentarios de ya-te-decia-yo, me da un asco que te cagas".
No lo suscribo, pero reconozco que hay que haberse cogido unas cuantas cogorzas y haber provocado dos o tres sonados incidentes para comprender, en su más doloroso sentido, algunas de las reflexiones que se encuentran en las obras de Welsh y dejar que la boca se te inunde de amargura, unas veces de bilis y otras de metanfetamina.
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