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La historia, como todas las historias terroríficas de verdad, parte de una premisa sencilla (muchachada en un campamento, un tiburón fuera de onda, una pareja que llega a una isla y se encuentra con unos niños...): un productor japonés decide, aconsejado por un amigo, hacer un casting falso para una película y así conocer a una posible esposa que reemplazara a su esposa fallecida. Hasta allí llega una muchacha que,a primera vista, parece perfecta para ocupar ese puesto: es joven, guapa, silenciosa y cursi. Es decir muy al gusto de un japo viudo, madurito y muy tradicional en lo que a mujeres respecta. Y hasta aquí puedo leer porque no quiero quitarles el placer chungo de que alguna vez alquilen la cinta, bueno, el disco. Les recomiendo que sustituyan las palomitas por biodraminas y su refresco preferido por unas buenas raciones de sake porque, de verdad, que hay que tener el estómago muy duro para que no se te de la vuelta.
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"¿Eso es que no te mola mi perfume de esencia de zopilote, Aoyama?
No lo había pensado pero se me ha quedado en la boca un regusto sushi en mal estado en el paladar...así, a primera vista, en plan Boyero (we love you, incluso rehabilitado,Master), les diría que es una especie de revisitación salvaje sobre las costumbres del viejo Japón y las del nuevo o, más bien, una venganza de lo segundo contra lo primero. No cabe duda de que hay mucho mal rollo que se nos escapa a los occidentales pero que resultan bastante patentes aunque, como siempre, los códigos oníricos orientales (y hay muchos en los tres últimos cuartos de metraje) se nos escapan totalmente ya que su simbología es completamente diferente a la nuestra.
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