Cuando Robert Crumb era un adolescente su madre le dijo: "Ten cuidado o acabarás por casarte con la primera que pase". Crumb pensó que su madre estaba loca porque pensaba que ninguna mujer en su sano juicio se casaría con un tipo feo y acomplejado como él. Algunos años después encontró un trabajo como ilustrador en una enorme compañía de tarjetas de felicitación y dos años después encontró a su primera esposa, Dana Morgan, a la que hizo muy infeliz para solaz de su madre que, cual Casandra, ya sabía lo que a su hijo se le venía encima.
Según las propias confesiones de Crumb la fama lo ha hecho mejor persona y ha colmado todos sus deseos: desde cumplir todas sus fantasías sexuales por muy chifladas que parecieran como, por ejemplo, ser transportado a hombros de una mujer vestida con un pantalón corto, camiseta de tirantes y botas tejanas con espuelas hasta la cima de una colina; poseer una gigantesca colección de discos de pizarra de 78 rpm (gracias a la cual conoció a Harvey Pekar con el cuál fundó la saga de American Splendor, una joya), tener su propio grupo de música folk Cheap Suit Serenaders en el que toca el banjo y retirarse durante un largo tiempo a Francia junto a su nueva esposa (otra chica Crumb de ideas claras, poderosas posaderas etc.).
El freak de Crumb cumplió todos sus sueños dibujando muñequitos, se puede permitir vestir todo el año de manera estrafalaria (gusta del canotier y la pajarita) e, incluso, mostrarse maleducado con sus fans que, de cuando en cuando, lo asaltan con peticiones como que les haga una caricatura, les firme un autógrafo o les cuente alguna anécdota sobre el tiempo que pasó de gira junto a Grateful Dead o algo sobre la personalidad real de Janis Joplin a la que hizo la portada de un disco, Cheap Thrills.
Curiosamente la mayoría de los personajes que se cruzaron con Crumb en los 60 están muertos: Janis Joplin y Jimi Hendrix en el 70, Jim Morrison en el 71, Frank Zappa en el 93 y Jerry García en el 95. Ninguno de ellos consiguió hacer demasiado digerible su fama y todos renegaron de ella diciendo que sólo les había traído problemas. Todos muertos, excepto Zappa que fue víctima de un fulminante cáncer de próstata, por la consabida mezcla de alcohol y drogas a la que acuden todas las almas atormentadas o por las secuelas que dejan en el cuerpo. Hendrix, previsible, cascó ahogado en su propio vómito, una muerte estupida y recurrente entre los músicos que, al parecer, como las tortugas son incapaces de darse la vuelta si nadie les echa una mano...
Hace una semana vi Last days (2005, Gus Van Sant) una enorme pieza funeraria que intentaba ahondar poéticamente en los últimos días de la vida del martir Kurt Cobain. Decir sopor es decir poco. Si quieres que se te quiten las gana de adorar al muchacho de Hoquiam no hay más que acercarse a esta estupidez de película firmada por un tipo que, sin embargo ha hecho cosas interesantes como My own private Idaho (curiosa adaptación de El Rey Lear), Todo por un sueño, Mala Noche o Drugstore Cowboy...nadie a alternado tan mal grandes películas con cosas completamente banales.
Muy en la línea de querer reconvertirse en algo diferente, o quizás buscando el remanso de talento que le dieron los largos silencios de sus primeras películas, Van Sant rodó en 2003 la aburridísima Elephant, otra obra modernesque sobre la matanza de Columbine y las motivaciones de los criminales, ya saben, el mundo es un lugar vacío, silencioso y frío repleto de padres castradores y bla, bla,bla...una explicación tan asombrosamente simplista como la que suele dar la Asociación Nacional del Rifle y que echa la culpa a la "ira provocada por la televisión y el rock satánico".
La película además tiene como productor ejecutivo al escritor J.T. Leroy que, allá por finales de los 90 principios del nuevo siglo sedujo a propios y extraños con sus novelas autobiográficas que relataban una vida de chaperismo, alcohol, maltrato, drogas y alcohol que sobrecogió al mundo literario y que se convirtió en un icono. El propio Van Sant llegó a declarar que había escrito el guión a partir de un manuscrito del propio Leroy y que sus conversaciones habían hecho el resto y habían puesto las bases de una nueva colaboración (Last Days)...inocente...
Allá por 2006 la persona que había adoptado a J.T. Leroy, Laura Albert, reconoció que el escritor era ella misma y que la persona que aparecía de vez en cuando en público no era otra que su sobrina, Savannah Knopp. Nadie sabe, en realidad, con quién habló Gus Van Sant para hacer Elephant. Albert reconoció que su marido, Geoffrey Knopp, del que se acababa de divorciar estuvo también metido en el ajo. O sea que el escritor seropositivo que acogió en su sótano y que fue, desde niño obligado por su madre a prostituirse vestido de mujer en realidad era una especie de alucinación colectiva. La propia Albert dice que creó el personaje porque entendía que era mucho más fácil que un personaje como ese vendiera novelas a que lo hiciera una escritora treintañera que llevaba una vida de clase media.
Es curioso como dos manojos de nervios atenazados por diversas neurosis como Crumb (o Pekar) nunca hayan necesitado de todos estos manejos para hacerse famosos y ser (en la medida en la que una persona aquejada por la depresión crónica lo es) tan felices, haber criado hijos medianamente sanos y no haber caído en ninguna de las trampas del camino para convertirte en un exquisito cadáver o en un mamarracho capaz de tragarse la primera estupidez que se le cruza por el camino. Demasiado feos y vulgares de aspecto ni uno ni otro pensaron, ni de lejos, en casarse (como auguraba Mamá Crumb que sería de la escuela filosófica de "siempre hay un roto para un descosido") y mucho menos en hacerse famosos. Ni que decir tiene que, aunque muchos se empeñen, el que resiste hasta el final de la carrera gana y llega al final el que no se toma, ni su propia vida, demasiado en serio. Ya saben aquí nos va sobre todo lo aparentemente insustancial.
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