martes, 5 de agosto de 2008

La pasión según Pascal Henry


Un señor suizo entra en el restaurante El Bulli y, en la sobremesa, se excusa para ir a su coche a buscar unas tarjetas de visita. Luego desaparece sin dejar rastro. El tipo se llama Pascal Henry y sólo tenía una pasión: la comida. De hecho, en el momento de su desaparición, se encontraba recorriendo todos los restaurantes que atesoran las famosas tres estrellas Michelín. 68 selectos locales de todo el mundo. El rollo tiene toda la la afectación, el misterio y el glamour de las novelas de Agatha Christie, de hecho, la historia en sí es tan cursi que sólo ha faltado que el buen suizo, en lugar de desaparecer, hubiera aparecido con un enorme abrebotellas clavado en la espalda para que se hubiera aparecido por allí Miss Marple.


El tipo, en realidad, era un frikazo, si entendemos lo de frikazo por alguien consumido por sus propias pasiones: coleccionismo de sellos, cartas del Magic, muñecos, memorabilia, postales, cromos. Vivía separado de su señora y mendigando una cama en casa de los colegas entiendo que para pagarse el vicio de comer deconstrucciones, ceviches, espumas y otras lindezas. Decían de él que era un tipo normal que se había hecho amigo de Paul Bocuse que es, ahora, uno de los que está pagando su búsqueda.

Lo malo de la gente muy pasional es que, en muchos casos, también son muy volubles. Los fans suelen ser así y, cuando su grupo preferido se separa, se buscan otro parecido para seguir sufriendo. ¿Qué hicieron las fans de Take That? Pues engancharse a East 51 o a algo parecido. Fíjate si no en lo que le ha ocurrido a Richi Bastante que era Presidente del Club de Fans de Tamara/Ambar/Yurena y ahora es una señora cantante. Qué bonito.

A lo mejor Pascal Henry ha encontrado otras cosas que le dan más placer o sólo tenía hambre y salió a comerse un bocata de calamares a un lugar cercano.




La parte superior de los armarios de todas las casas es el museo familiar de las aficiones pasajeras. Guitarras a las que le falta una cuerda, cajas con maquetas a medio terminar, juegos de mesa que te trajeron los Reyes (siempre hay un Operación al que le falta uno de los huesos), un juego de Tente....a veces también tenemos un kimono viejo (que alguien acabó usando para disfrazarse) y en casos más extremos una pesa perdida debajo de una cama o un aro para hacer gimasia rítmica.


Al final las pasiones, por muy ardientes que sean, se acaban esfumando como Pascal Henry, sin dejar rastro, dejando sólo dudas. Quizás fuimos también aficiones pasajeras en las vidas de otras personas y nuestra sombra está cogiendo polvo encima del armario de algun/a ex que, de cuando en cuando, mira hacia arriba con desprecio diciendo: "¿Cómo pude gastar tiempo con eso?". Lo peor de todo es que, de vez en cuando, te asalta la esperanza de que te bajen, te desempolven y quieran volver a jugar contigo. Y eso si que es malo. O no. Todo es cuestión de gustos, bien lo sabe Pascal Henry.

2 comentarios:

Conjuro dijo...

La parte superior de los armarios puede ser un triste y dulce viaje a la infancia o una peligrosa caja de Pandora. Pero eso nunca se sabe a menos que desempolvemos esas cajas donde hay un peligro latente.
Gracias por linkear el blog.
Un abrazo desde la Patagonia.

Anónimo dijo...

Tal vez descubrió que la comida de El Bulli no era lo que se pensaba...